2 de octubre de 1978

Aline Dupont

Había pasado ya unos meses desde que había salido de Hogwarts y la verdad es que lo extrañaba demasiado. También echaba de menos a mis mejores amigos, ya que no los veía como antes, porque solía estar encerrada casi todo el tiempo y ellos estaban en la Orden.

A veces me ponía a pensar del porqué hice lo que hice, era estúpida. Había dejado a la persona que de verdad amaba para casarme con un monstruo. Había dejado al amor de mi vida y le había roto el corazón para estar con Mason. James no se merecía alguien tan horrible como yo, pero en ese momento no pensé con claridad y era por su seguridad, porque lo amaba tanto que no quería que nadie le hiciera daño y menos Mason.

—Debemos hablar ahora mismo —tiró de mi brazo mientras me llevaba con él a no sé donde.

—Suéltame maldito idiota —intenté soltarme, pero él era más fuerte que yo, por no decir que también me había ignorado porque seguía tirando de mí hacia un Aula vacía. Al llegar cerró la puerta y silencio el Aula para que nadie más escuchara.

—Nosotros dos vamos a hablar te guste o no, ya ninguno de tus amigos o tu estúpido novio podrá interrumpirnos —lo mire enfadada.

—Nosotros no tenemos nada de que hablar, así que déjame en paz —fui hacia la puerta.

—No querrás que le pase algo a Potter, ¿verdad? —paré en seco y me gire para verlo más enfadada. Él no podía decir eso, sabía lo importante que era James para mí y no podía perderlo a él también. Ya había perdido a mucha gente para que ahora él quisiera hacerle algo a James. Si le pasaba algo no me lo perdonaría nunca.

Había sufrido demasiado la muerte de mis padres hace dos años y los Potter habían sido demasiado generosos en dejarme quedarme con ellos, fueron un pilar fundamental, al igual que el resto. Me ayudaron demasiado a estar bien o al menos a estar estable, porque la pérdida de un padre era difícil de superar y seguiría a pesar de los años la culpabilidad de no haber hecho más por ellos.

—No te atrevas a ponerle una mano encima Stevenson —me acerqué a él.

—Entonces haremos un trato si quieres que nada malo le pase a tu querido Potter. Lo dejarás y saldrás conmigo, cuando terminemos Hogwarts te casaras conmigo y estaremos juntos. Y te preguntarás del porqué te estoy pidiendo esto, pero quiero que seas mía y de nadie más, así que la única opción es utilizar a Potter para que pueda cumplir mi cometido —no dije nada, las palabras no lograban salir, si no hacía lo que él decía sabía perfectamente que era capaz de hacerle daño a James—. ¿Aceptas mi preciosa Aline? —me miró con una sonrisa divertida.

—Acepto —sabiendo perfectamente que desde ese momento estaba firmando mi sentencia.

Un mes después de salir de Hogwarts me casé con él, era un sangre pura, seleccionado en Slytherin y su familia pertenecía a los Sagrados 28. Habíamos empezado en mi último año a salir y nunca pensé en todo lo que cambiaría a mi vida. Hubiera preferido mil veces cambiar todo, porque era infeliz viviendo con él en la misma casa.

Me encontraba en estos momentos en casa, Mason había salido a no sé donde. Tampoco era algo que me preocupara porque solía hacerlo siempre, desde que nos casamos. Tenía mis sospechas de que me estaba engañando, pero se lo dejaba pasar para que no me fuera peor a mí. No necesitaba que me hiciera algo porque sabía que él era capaz, así que era mejor no enfadarlo, porque saldría perdiendo yo.

Fui a mi habitación para coger algunas cosas y ordenar un poco la casa, porque solía aburrirme, así que lo que hacía era cocinar, limpiar, leer... Cualquier cosa para matar el tiempo, la verdad es que solía funcionar y cuanto menos le preguntaras donde había ido o que había hecho mejor. Ya que a veces tenía un maldito humor de perros y era mejor dejarlo a lo suyo.

Entré a nuestra habitación y había ropa suya por el suelo, porque había vuelto hace poco, pero solo vino a cambiarse y volvió a salir. Agarré la camisa y me llegó un olor a colonia de mujer y sabía perfectamente que no era mía, pero no le di muchas vueltas porque tal vez fuera de una de sus amigas. Aunque viendo bien la camisa había varias marcas de pintalabios en ella.

Tenía un presentimiento desde hace tiempo y hoy lo había confirmado, él me estaba engañando, me había tratado horrible y aun así me hacía actuar como si fuéramos la pareja perfecta, pero no éramos nada de eso.

Miré en los bolsillos de sus pantalones porque debía lavarlos y no quería que tuvieran nada para no estropearlo y al ver lo que había, me encontré con un anillo y unos pendientes que no eran míos. Obviamente, estaban en una cajita. Enfadada lo dejé de nuevo en el bolsillo de su pantalón y los dejé en un sitio bien puestos para que él cuando tuviera ganas lo escondiera mejor para que yo no lo supiera.

Maldito idiota.

Cuando terminé fui a la Sala con uno de los libros que tenía para no aburrirme y me puse a leer mientras disfrutaba de la soledad de mi casa. No duro mucho, ya que él apareció por la puerta con una gran sonrisa, logrando que en mi mente quisiera vomitar. Seguí a lo mío sin prestarle atención, no sabía que estaba leyendo, pero prefería leer a conversar con él o simplemente verle la cara de idiota que tenía.

—¿Qué hay de comer? —salió él de la cocina.

—Mira en la nevera y te lo calientas —seguí leyendo y él volvió a entrar porque lo vi por el rabillo del ojo. La verdad es que me sorprendió su comportamiento, pero mejor para mí.

No sabía cuanto tiempo había pasado, pero volvió a salir y se sentó a mi lado.

—¿Qué estás leyendo? —confundida le mire, nunca se comportaba de esta manera tan tranquila, algo estaba tramando seguro.

—Ni idea —le seguiría el juego hasta saber qué quería hacer.

Él asintió soltando una pequeña risa.

—¿Te ocurre algo? —le pregunté confundida por su comportamiento.

Él negó con una pequeña sonrisa y me dio un beso en la frente para levantarse y subir las escaleras para ir seguramente a nuestra habitación. Estaba demasiado confundida por ese comportamiento, pero dejaría que siguiera así, tal vez podría estar bien al menos por unos días, tal vez después de todo tendría un poco de paz.

NOTA DE AUTORA

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