Kim Taemin se consideraba a sí mismo una persona paciente, a excepción de los momentos en que creía y sentía estar solo. Este era uno de esos momentos.

Bajó las escaleras con impaciencia y comenzó a preparar la cena. Su profesora particular de inglés se había marchado hace solo unas horas.

Al ver la hora en su reloj de pulsera se percató de que Namjoon no tardaría en llegar. Lo tenía calculado mentalmente. Las clases de los jueves terminaban a las tres de la tarde. Tomando en cuenta las dos horas de entrenamiento más la media hora de caminata hasta su hogar. Namjoon debía estar ahí a las cinco y media. Seis a más tardar.

Se desesperó cuando el reloj marcó las siete y aún no había señales de Namjoon. Corrió hasta el calendario y frunció el entrecejo, no se equivocó de día. Los viernes tenía permitido no llegar a casa y disfrutar de un momento solo para él. Pero era jueves. Era jueves y no viernes.

Subió las escaleras nuevamente, esta vez con más rapidez mientras resonaba sus pasos en toda la planta baja. Al llegar a su habitación cerró la puerta de un portazo. Se deslizó por ella hasta caer sentado y acomodó sus piernas cerca del torso. Abrazando éstas comenzó a llorar. Lloró y lloró.

Lloró por sentirse solo. Lloró por estar solo. Lloró por no tener consigo a su hermano gemelo. Lloró por todo y lloró por nada. Solo lloró sintiéndose inútil.

Y recordó.

Lo recordó todo.

Tapó sus oídos con las manos temblorosas, como si esa torpe acción fuese a callar los recuerdos. Ya no quería recordar, no lo quería. Porque recordar duele. Duele más que estar solo.

Y se culpó. Se culpó nuevamente y reiteradas veces. Enterró su cabeza entre sus piernas mientras lloraba y las lágrimas caían a cántaros.

No quería seguir así, porque de hacerlo tendría que tomar sus pastillas. Y no quería ser medicado. No quería que Namjoon lo viera medicado, anonadado y estúpido por no ser normal como él.

Se suponía que debía controlarse, porque es el mayor. Prácticamente por cuarenta y tres minutos de diferencia, pero lo es.

Secó sus lágrimas con brusquedad. Se incorporó y buscó las llaves. Saldría de aquella casa si fuese necesario, pero ya no quería sentirse solo.

Entonces escuchó unos pasos acercándose y sintió un alivio entremezclado con tristeza. El ritmo cardíaco aumentado mientras manifestaba el enojo.

Abrió la puerta, y ahí estaba él.

Dos gotas de agua exactamente iguales y distintas en otros aspectos que no sean la apariencia física.

—Llegaste. —dijo con un hilo de voz rozando su garganta— Al fin llegaste.

Y el enojo se disipó casi instantáneamente cuando ambos sonrieron dejando notar sus característicos hoyuelos. 

Namjoon porque había besado a alguien que decía odiar, pero la realidad se tornaba diferente. Un breve momento de felicidad en su estresada cotidianidad.

Taemin porque ya no sentía estar solo. Porque Namjoon no lo abandonó como creía que algún día pasaría. Porque en unos instantes también llegaría su padre. Y esas dos personas eran las únicas que tenía en su vida.

Porque Taemin no tenía permitido conocer más personas que no sean tutores y familiares cercanos.