Una energía oscura.
Miré mi reloj y este marcaba las cinco de la tarde, justo la hora de terminar las clases. Fruncí el ceño, había dormido siete horas seguidas. Lo cierto es que me sentía mucho más activa y fuerte. Mis piernas ya no estaban debilitadas y emocionalmente mucho más relajada.
-Has dormido bastante, pero todavía necesitas un poco más de reposo y sueño – manifestó Nithael como si realmente pudiera escuchar mis pensamientos. – Tus ojeras siguen demasiado marcadas, pero – paso su pulgar por una de ellas. – tu semblante luce mejor. – Hizo una sonrisa torcida y mi corazón contestó con un diluvio de latidos inestables.
-Gracias – musité apoyando mi carrillo en la palma de su mano y cerré los ojos para absorber con más profundidad todas las sensaciones que me cedía su contacto. Nunca en mi vida había sentido algo parecido.
Al abrir los ojos pude verle observándome con sus facciones suavizadas, aunque su ceño seguía ligeramente fruncido. ¿Será que para él también son sensaciones nuevas?
Intentando no ser brusco retiró su contacto, metió la mano en el bolsillo trasero de su pantalón y me entró su teléfono.
-Llamarás a tu madre y le dirás que no te venga a buscar al instituto – cogí el teléfono algo torpe y marqué el numero de mamá, que por suerte lo tenia memorizado en mi cabeza. – Dile que volverás caminando con un compañero de la escuela. – Asentí con la cabeza y llevé el teléfono a mi oído.
Al segundo tono mamá descolgó y pude escucharla al otro lado de la línea.
–Mamá, soy Dana.
–Si, hija, dime...
–No pases a buscarme, volveré caminando con un compañero de clase.
El silencio se hizo al otro lado de la línea. Supongo que por la sorpresa. Había insistido tanto con el hecho de que hiciera amigos y me relacionase, que realmente creo que se emocionó al escuchar mis palabras.
–Claro, cariño – espetó reflejando la emoción en cada palabra. – Si vas a tardar, solo dímelo para que no me preocupe.
Nithael negó con la cabeza.
–No mamá, voy directa a casa. – Acto seguido colgué y le entregué su teléfono, él lo guardó de nuevo en su bolsillo trasero.
Salimos de la cabaña y caminemos el mismo recorrido por el que vinimos. La niebla era espesa y el tono grisáceo nos rodeaba.
Me pareció escuchar una lechuza y en seguida me invadió un mal presentimiento. Miré a Nithael por el rabillo del ojo, este se mostraba rígido y miró a todas direcciones.
–Camina rápido – me exigió. Empujó de mi espalda con la palma de su mano, arrastrándome con sus enormes y rápidos pasos.
Escuche resonar una carcajada que parecía que provenía de todas direcciones. Giré mi cuello para mirar hacia atrás.
–No te gires – me regañó apretando ligeramente los dientes.
–Tengo miedo – le expliqué en un hilo de voz.
–El miedo te hace débil y de tus debilidades se alimentan, Dana. – Acto seguido me abrazó, quedando en mi espalda y con sus brazos rodeándome la cintura.
Tropecé con una enorme piedra puntiaguda. Nithael acentuó su agarre para evitar que cayera. Resopló. – El ser humano y su torpeza – refunfuñó cogiéndome en volandas.
En menos de medio minuto habíamos dejado la niebla justo en el borde de la carretera. Una vez con los pies sobre el asfalto me dejó de nuevo en el suelo. Aún confundida, decidí no preguntar.
Caminamos en silencio hasta llegar al pueblo. Mi casa estaba en una pequeña urbanización trepando una de sus montañas, aunque el pueblo estaba situado en un pequeño valle. Sus calles siempre estaban en silencio y la gente parecía estar escondida a partir de las cinco de la tarde. Ni siquiera los pequeños comercios estaban abiertos. Si paseabas a estas horas, era fácil de imaginar que el pueblo estaba abandonado.
–¿Puedo hacerte una pregunta? – rompí ese silencio que comenzaba a embotellar mi cabeza. El silencio dejaba espacio a los pensamientos y estos, a veces, era mejor evitaros.
– Depende de su respuesta y lo receptiva que tengas tu mente – andaba con sus manos metidas en ambos bolsillos de su sudadera y con la mirada fija en el firmamento.
Suspiré. Ni siquiera yo sabia cuán abierta tenía mi mente. Definitivamente aquel chico leía mis pensamientos.
–Si, Ivy, no es quien me visita para atemorizarme, ¿quién lo hace? – automáticamente un temblor me recorrido de pies a cabeza, aunque intenté disimularlo todo lo que pude. – ¿Es un demonio? – formulé tan flojito que sopesé la idea de que no llegara a escucharme.
– Si eres creyente, si. Si no lo eres, no.
–No te entiendo... - negué confundida, resguardando mi labio inferior en el cuello de mi jersey. Comenzaba a hacer frio y en el aire se podía oler a leña quemada de las chimeneas encendidas.
– En la biblia puedes encontrarlos como demonios, dividiendo el reino entre el bien y el mal. El cielo para los buenos y el infierno para los malos. Fue una manera de enseñar al ser humano el buen camino, atemorizando para que nadie hiciera el mal – sus ojos me acapararon y prosiguió: – De hecho, la idea no fue tan mala, hasta que comenzaron a utilizar la historia para el beneficio de unos cuantos.
–¿Beneficio?
–Si, la gente comenzó a hacerse creyente, a seguir las normas a pie de la letra para no caer en el infierno. Nadie quería arder en llamas por la eternidad. Comercializaron la religión y modificaron a su interés y beneficio. De esto se lucró muchas personas, cegándoos de la realidad.
– Entonces, ¿Dios existe?
–Existe un único creador todo poderoso, pero no consiguió crear el mundo en siete días – hizo una sonrisa a desgana. – Las leyes del cielo, son más estrictas de lo que imaginas. Creerte ciertas chorradas, nos resultan insultantes. Pero no podemos culparos.
–Entonces, ¿qué me persigue, Nithael? – formulé mirándole a los ojos.
–Una energía oscura que ha conseguido atravesar vuestra realidad.
¿Una energía oscura que ha podido traspasar nuestra realidad?
–Dijéramos que las realidades están colocadas como archivos en un fichero, una al lado de la otra. Por imaginar, imagina que son como bloques cuadriculares y que sus paredes son solidas y finas como el mármol pulido. Pero por muy pulido que puedan parecer, existen pequeños poros. Estos pequeños poros, a los que denomináis portales dimensionales, pero que no dejan de ser pequeños defectos que evidencian que el universo fue creado sin errores. Estas energías oscuras que logran colarse se divierten haciendo daño. La energía oscura que te persigue sabe qué hacer y decir para arrinconarte. Eres débil y eso le hace fuerte, Dana.
–¿Sólo quiere divertirse? – pregunto perpleja.
–No, en realidad quiere apagar tu luz para llevarte a su oscuridad. Créeme que no lo entenderías, aunque te lo explicara mediante dibujos.
Al levantar la vista pude ver que ya estábamos en frente de casa. Le miré con la intención de despedirme de él, pero Nithael negó con la cabeza.
–¿Puedes leerme el pensamiento? – alcé una ceja. Existen las casualidades, pero esto ya era algo más que una casualidad.
–Más o menos – me aclaro dejándome algo paralizada, pero continuó quitándole importancia: - Entraras en casa, dejaras tu mochila dónde siempre y actuarás con normalidad. En el momento que atravesemos la puerta, solo me podrás ver tú.
Negué con la cabeza y abrí mi boca, pero el me cortó de nuevo.
–Tienes que dormir, descansar y recobrar las fuerzas. Velaré por ti toda la noche.
Asentí con un solo movimiento de cabeza y caminé hacia casa.
–¿Tengo que disimular que no estoy viéndote para que no te descubran o para evitar que piensen que estoy loca?
Entonces en sus labios se dibujó una sonrisa y realmente creí que mis palabras le hicieron gracia. No sabría decir que me gustó más: ver su bonita sonrisa dulce o haberle parecido graciosa mi pregunta.
¿Eso me convertía en graciosa?
–Si nos basamos en que el ser humano se mueve por la ciencia, la demencia ganaría por goleada – frotó su barbilla como si lo estuviera sopesando. Me hizo sonreír. – Yo de ti me esforzaría por disimular o las posibilidades de acabar en una habitación acolchada, con camisa de fuerza, son de diez sobre diez.
–Ok. Lo he entendido perfectamente.
–A ver si es verdad – apostilló.
Gire el pomo de la puerta, lo hice rotar hacia la izquierda y empuje de ella hasta abrirla. Tiré la mochila en la entrada, como de costumbre. Cerré la puerta de una patada y grité:
–¡Ya he llegado, mamá! – no pude evitar girar mi cuello para ver si Nithael me perseguía. Si, estaba justo detrás de mi.
Mi madre asomó la cabeza por la puerta de la cocina.
Me acerqué a ella y puse mi frente para que la besara. La besó mientras secaba sus manos en el delantal.
–Dile que te vas a tu habitación a descansar. Coge alimentos, llevas mucho sin comer– la voz de Nithael me pillaron por sorpresa y no pude evitar girar mi cuello en su dirección.
Mamá hizo lo mismo y después me preguntó:
–¿Sucede algo, hija?
–No, no... Solo me pareció escuchar un golpe – arranqué mis pasos en dirección a la nevera. Cogí una botella de leche. Abrí la despensa y cogí el pan de molde. Unté crema de cacahuete en dos rebanadas, puse una locha de fiambre de pollo y un par de rodajas de pepinillos en vinagre. – No bajaré a cenar – le expliqué a mama intentando agarrar todo.
–¿Por qué?
–Tengo un examen para mañana e intentaré estudiar todo lo que pueda.
Mi madre asintió y sonrío completamente convencida con mis palabras.
Salí de la cocina y subí las escaleras.
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¡Caramba! Tuve que partir el capítulo en dos ya que lo consideré demasiado largo.
Cuéntenme, ¿cómo están viendo el asunto desde el otro lado de la pantalla?
¿Mantiene su interés?
Por mi parte ya os digo que he puesto toda la carne en el asador.
Gracias por leer y dejar vuestros bellos comentarios!!
Que paséis un excelente día.
¡¡Mañana más y mejor!!
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