Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

➳ f i n ➳


➳Disfruta la lectura

Esa tarde era preciosa. Cálida, era la palabra perfecta para definirla, era otoño y las hojas volaban con el viento en una escena de un casi anaranjado sol que amenazaba con meterse pronto, oscureciendo la ciudad y poco después alumbrándola con sus estrellas resplandecientes.

De un lado hacia otro las personas iban y venían, unas conversando, otras corriendo y unas mas cargando objetos pesados o paseando a sus perros con correas. Era curiosa la manera y el estilo de vida que algunas personas tenían. Era curioso como la vida de cada una de ellas ya estaba planeada, incluso antes de nacer.

Parado en la esquina de una calle se encontraba un chico alto de alegre sonrisa. Este se metió a una enorme y hermosa florería, la cual las personas presumían vendía las mejores flores de toda la ciudad. Las más grandes y frescas, las mas coloridas y perfumadas. Las mas especiales para la persona indicada.

El chico eligió cuidadosamente, de uno en uno, 20 girasoles. Pidió que les ataran un ancho y brillante lazo rojo y las envolvieran con la mayor gentileza posible, eran flores en verdad importantes.

Una vez que el encargado de la florería termino aquel bello ramo, se lo entrego al muchacho, quien lo miraba sorprendido por lo bien que había quedado, superando definitivamente sus expectativas. Agradeció por las flores y salió de la florería, se dirigió hacia la banqueta y elevo su mirar hacia el semáforo.

En ese entonces su destino era llegar a la cafetería del frente, tenía un asunto importante al cual no podía faltar. Mas un pensamiento irrumpió en su alegría. Algo andaba mal... Tenía un presentimiento extraño y de pronto una sensación inquietante había invadido su ser. Trago saliva y sus manos comenzaron a sudar, su mirar se centro en el letrero resplandeciente de rojo con un símbolo de prohibido el paso, junto a una cuenta que estaba a punto de llegar a 0.

Aun no podía cruzar, más sabía que debía hacerlo pronto o ese miedo que recién albergaba su mente terminaría por comerlo vivo. Las personas habían llegado en un grupo a su alrededor esperando por cruzar junto a él, sabía que debía mantener la calma. Respiro profundo y exhalo, sacudió su rostro y mentalmente se dijo a si mismo que todo estaría bien, que no había nada que temer.

Fue así como el semáforo finalmente se coloco en verde y autorizo el cruce peatonal. Su tranquilidad al fin volvió y se dispuso a cruzar junto a todas las personas que ya lo hacían. Sus pasos eran firmes y casi veloces, tenía una prisa inexplicable, sin embargo cuando estaba casi a punto de llegar, algo paso.

Pudo sentir chocar contra su mano una suave textura que se deslizaba lejos. El ancho listón que aprisionaba las flores se había soltado del ramo y ahora se encontraba siendo arrastrado por el viento, aunque en una velocidad lenta.

Aquella imagen paso tan rápido frente a los ojos del chico que apenas y volvió su mirada para notar que ya todos habían cruzado y el aun yacía en medio de la calle, estando hipnotizado por la figura de ese listón que parecía alejarse en cámara lenta. Sus pies aun deseaban terminar de cruzar y llegar a la cafetería.

Pero entonces hubo un estruendo.

Sus oídos se aturdieron por la cantidad de gritos y claxons sonando en ese momento, además de un fuerte chillido de llantas y su vista se apago, dejándolo ciego.

Las personas gritaban sorprendidas y otras asustadas. Los tacones de sus zapatos pisaban con fuerza huyendo de la esquina al final del semáforo, donde ahora yacía un camión de carga, el cual se había estrellado contra la cafetería.

Sus ojos se abrieron con miedo y aunque sus oídos aun dolían por la conmoción, pudo mantener la calma y mirar delante suyo, como cuatro pasos fueron lo que había bastado para agacharse y tomar el listón rojizo que ahora estaba entre sus dedos.

El trafico se había detenido por causa del accidente e incluso el florista había salido de su tienda para observar lo que había pasado. Encontrándose con el chico agachado, esta vez más cerca de la acera.

"Hey, has tenido suerte ¿Qué no dijiste que ibas hacia la cafetería?"

Pregunto sonriendo aliviado de que su ultimo cliente estuviera a salvo. Que afortunado era, un joven con toda una vida por delante no merecía morir en tan trágico choque.

"Yo... El listón, el listón se soltó y volví a por el."

Fue su respuesta, aunque su voz era dudativa. Ni siquiera el podia creer lo que acababa de decir.

"¿En verdad? Vaya, quien diría que un listón salvo tu vida."

Y si ¿Quién podría creer algo así? El muchacho nuevamente se despidió del hombre y tras dar un último vistazo hacia la escena de donde ahora ya llegaban las autoridades y primeros auxilios, no vio necesario el llegar a la cafetería, pues la mitad de esta estaba destruida.

Sin darse cuenta sus pasos se habían acelerado por las calles. Esta vez ya no caminaba, sino que trotaba por cada esquina a la que llegaba, siendo cada vez más veloz hasta convertir aquello en una carrera. Deseando aparecer pronto en su destino.

Ese lugar al que asistía cada mes, llevando consigo siempre un ramo de girasoles, el cual aumentaba su cantidad con cada mes que pasaba.

El chico tenia exactamente 20 meses llevando un ramo de girasoles.

Su mirada se topo con la escena de su meta y sus pasos se aceleraron, causando que su sonrisa apareciera y sus ojos se iluminaran. Estaba a punto de llegar, estaba a punto de encontrarse con su ser amado.

En cuanto sus pies pisaron la entrada, saludo al encargado, quien ya lo conocía y respondió con la misma amabilidad, dejándolo avanzar.

El muchacho cantaba con su grave y alegre voz, a la vez que sus pasos seguían un camino que ya había memorizado aun sin ver. Su mano apretó el ramo que sostenía siendo invadido por la emoción y fue entonces que se detuvo.

Había llegado y su canto ceso. Sus ojos sollozaron y su sonrisa creció.

"Hola, amor. Ya vine."

No hubo respuesta.

Y no la habría.

Después de todo, los muertos no pueden hablar con los seres vivos.

Taehyung estaba saludando a la tumba de Jeon Jungkook. Un muchacho más joven que él, quien había muerto hace apenas 20 meses en un accidente automovilístico.

El chico se acerco haciendo una reverencia y dejo el ramo sobre su lapida. Se sentó a un lado y acaricio esta con sentimentalismo, como si se tratara de la suave piel de su amado, quien en vida, era la que siempre le brindo calor con sus abrazos.

"No creas que no se lo que hiciste hoy... Gracias, gracias por salvar mi vida."

Aquellas saladas gotas no pudo evitarse que cayeran deslizándose por las mejillas del chico que agradecía uniendo su frente a la tumba de su ahora ex novio. Sabiendo de sobra que su chico siempre lo cuidaría, aun desde los cielos.

"Por cierto, me debes un café, Jungkookie."

El demonio había abierto sus ojos de golpe. Su respiración estaba acelerada y su cuerpo estaba inundado en sudor, además que su rostro estaba bañado en lagrimas, como ya era costumbre y su garganta quemada como el mismísimo infierno, donde aun se encontraba. Todos sus músculos dolían y su pecho estaba siendo estrangulado por un vacío inminente.

La verdad era que no importaba cuanto tiempo había pasado ya, el demonio seguía sufriendo su más grande pecado. El asesinato.

Aquella noche en que se despidió del amor de su vida, no murió, como pensaba que ocurriría, sino que fue condenado a la tortura. Siendo obligado a experimentar el dolor de perder a su ser amado una y otra y otra vez, de mil y un maneras distintas. Ese sería su castigo hasta que Jeon Jungkook renaciera en la vida que le correspondía, siendo esta asignada por los cielos.

Para un humano, renacer es una tarea que puede llevar años, a veces hasta siglos. Todo depende cómo lo dicten las normas celestiales, cosa que era tardado en demasía porque las almas humanas son tan viejas...

Cuando Taehyung estuvo al tanto de su condena quiso desaparecer para siempre. Simplemente no podía aceptar la idea de que el siguiera con su vida, mientras que el ángel que tanto amaba había dejado de existir por culpa suya. En ese momento, la idea de ser torturado casi le pareció un premio, comparado con saber que no volvería a ver esa sonrisa de dientes grandes.

"Hasta que el tiempo reinicie, ese será el fin de tu condena."

Pero... ¿El tiempo de quien?

No hubo más tiempo de pensar, porque Taehyung había vuelto a caer en aquella condena. Reiniciando su vida humana y observando cómo una vez más el amor de su vida moriría de una manera distinta.

19, Abril, 2025.

Las luces se habían encendido tenuemente por si solas, el techo se ilumino debido a su horario programado y a un lado del refrigerador se podía observar un reloj digital que marcaba las 07:00 am.

Todo estaba nublado aun en la mente del chico castaño que con un fuerte dolor sostenía su cabeza con su diestra, dibujando un gesto irritado en su rostro y exhalando un gruñido cansado. Esa luz no estaba ayudando a tener un alegre despertar.

Tampoco lo hacían los cuerpos regados a su alrededor, que aun yacían dormidos.

Ni las botellas de alcohol vacías y rotas por la sala.

Y mucho menos lo hacia el que su cuerpo estuviese sobre la mesa de la cocina.

Pero si había algo peor, era que aquel apartamento no era su hogar, ni siquiera recordaba donde se encontraba.

Con cuidado y entre tambaleos bajo de aquella rectangular mesa que se encontraba manchada de un seco y blanquecino liquido... Quien sabe que seria, pero lo mejor era alejarse.

Como pudo trató de recordar todo lo que paso en la noche anterior, mas el intento fue casi nulo. Por fortuna, uno de sus débiles recuerdos mostraron el rostro del dueño de ese sitio de perdición. Busco por el chico pelinegro de habitación en habitación hasta encontrarse con el dormido en la tina de baño.

"Oye ¿Podrías abrir la puerta? Debo volverme ya a casa."

Fue lo único que dijo mientras con su mano sacudía el cuerpo inconsciente del chico por el hombro, sin siquiera tener un poco de delicadeza. Paso así por algunos cortos minutos, pero al ver que el chico no respondía, solo bufo molesto y se retiro yéndose hacia la sala principal.

Tomo las tarjetas que se encontraban esparcidas por una mesa de junto y paso cada una de ellas por la cerradura, pero solo una, la ultima, logro encenderse en un brillante color verde, dando acceso a la apertura de la puerta, librando finalmente al chico de ese lugar con pestilencia a alcohol.

Recorrió algunos pasillos hasta encontrarse con el elevador más cercano que lo sacara de ese desconocido edificio. Al llegar a la primera planta y ver la salida corrió directo a ella atravesándola y escapando.

Sus fosas nasales realmente se lo agradecieron, pues al salir lo primero que choco contra su cuerpo fue una suave brisa con aromas florales. La primavera siempre seria su estación preferida.

Los rayos del sol aun no eran del todo fuertes por lo que logro caminar tranquilo por las calles, llevando consigo una mochila y su putrefacto estomago. Lástima que solo cuatro cuadras después de salir, fue corriendo hacia un contenedor, vomitando todo lo toxico que había consumido la noche anterior.

Podía sentir como sus intestinos quemaban, su garganta estaba seca, su cabeza adolorida y como los edificios a su alrededor daban vueltas. Estaba jodido.

No había nada que Taehyung odiara mas, que el tener resaca, pero nunca aprendía la lección y peor aún, esa tarde tenía un examen importante de literatura. Porque si, solo a él le parecía buena idea irse de fiesta entre semana de exámenes.

No sabía que haría, si no pasaba ese examen tendría que irse a cursos de verano, los cuales estaban próximos.

Desesperado por su destino hizo lo primero que su estomago y mente dictaron a la vez: Café.

Con sus pasos apurados recorrió calle tras calle en busca de una cafetería donde servían un delicioso café. Al llegar, entro y se sentó en su mesa preferida, sorprendentemente estaba vacío. Era bastante extraño puesto que era una hora perfecta para un café y sobre todo entre semana, sin embargo no se quejaría, le gustaba esa tranquilidad.

A su mesa llego un muchacho apuesto y con mirada casi inocente, llevando sus mejillas sonrosadas y una sonrisa amable.

"Buen día ¿Qué deseas ordenar?"

En ese momento Taehyung se encontraba sacando uno de sus libros, dispuesto a tratar de estudiar, pero su acción se vio interrumpida al quedar pasmado por tan bello y hermoso chico delante suyo, el cual parecía un ángel sosteniendo una tablet donde tomaba su orden, la cual después de algunos incómodos minutos al fin llego.

El chico anoto todo y tras desperdiciase se marcho, dejando al castaño asombrado y un poco confundido. Sabía que ese chico era nuevo, nunca antes lo había visto en ese café y no era normal que esa apariencia tentadora pasara desapercibida.

Lo necesitaba y algo en su mente lo impulsaba a acercarse. Estaba decidido...

Fue justo cuando el alegre chico se acerco ya con la orden, dispuesto a dejarla en su mesa cuando...

"¿Sales con alguien?"

Esa pregunta que lo ataco de pronto causo que derramara parte del liquido sobre su libro.

El chico estaba en shock y sus mejillas estaban pasaban a tornarse rojas, pero segundos después paso de eso, para con prisa tratar de limpiar el libro que había ensuciado. Asustado, juraba que el chico lo reportaría con su gerente, mas no fue así.

Taeghyung sostuvo su muñeca para que se detuviera.

"Tranquilo... Jungkook. Es solo un libro que detesto."

Al mencionar su nombre fue casi lento, debido a que estaba leyéndolo de la placa que colgaba en su camisa. El chico pelinegro asintió aun avergonzado y cuando dio otro vistazo hacia el libro, pudo notar que era su libro favorito.

"¡Hey! Yo tengo el mismo libro, si quieres... Puedo darte el mío a cambio y el café gratis, como disculpa..."

Una ladina sonrisa curvo los labios de Taehyung, no pensaba desaprovechar una oportunidad así para conocer a un chico tan dulce y gentil.

"¿Por qué mejor no me aceptas una cita y me ayudas a estudiar para mi examen de esta tarde?"

Jungkook se sorprendió por la oferta y sus mejillas no lograban volver a su tono natural. Aunque tras pensarlo mejor por algunos segundos terminó aceptado y acordando su final de horario con el chico castaño. Esa mañana solo trabajaba cuatro horas, porque más tarde también tenía clases.

Fue así como al terminar de limpiar su desastre y reponer el café de antes, volvió a sus ocupaciones laborales, dejando a Taehyung meneando la cucharilla por alrededor de la taza que emanaba vapor caliente, tan solo observando la figura y el hermoso rostro del joven que ahora se encontraba a solo unos metros de distancia.

Su pecho de pronto se había acelerado y sus dedos apretaban con fuerza el brazo de aquella taza, podía sentir como un nuevo sentimiento crecía y aquel chico era quien lo despertaba.

Sus problemas, pensamientos e incluso el dolor de antes se habían ido, habían sido llevados por la cálida presencia del chico que lucía unos dos o tal vez tres años menor que él.

¿Era posible lograr encontrar la tranquilidad en un ser humano? Porque Taehyung acaba de hacerlo y no había cosa que deseara más que acercarse, saber de él y de ser posible, estar a su lado para siempre.

Sabía que era una locura enamorar de alguien que recién conocía y nunca fue un chico que creyó en las almas gemelas, sin embargo ese chico, Jungkook, era la única excepción.

"¿Dónde te he visto antes, ángel...?"

➳ F I N ➳

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro