8| UN MILAGRO POR OTRO
Después de recorrer, sin hacer pausas, la distancia entre TangBan y el Caldero de los Dioses, Krasnyy y Sialuk llegaron a las afueras de la ciudad, agotados y sedientos.
Cambiaron de forma y se vistieron para hacer el ingreso, como humanos, al gran poblado del clan Park.
Sobre el trineo, con una mano, Jungkook comandaba la jauría y con la otra sostenía la manito de su chico. Subieron las capuchas de sus anorak cubriendo gran parte de sus rostros, e ingresaron a la temida aldea Park. El recuerdo de lo que había ocurrido allí les crispaba el cuero pero el motivo que los impulsaba era suficiente para enfrentar cualquier riesgo.
Los ojos de Jimin, se movían rapidísimo de un lado a otro para discernir qué camino tomar hasta el habitáculo del druida que se encuentra a las afueras de la ciudad y que los obligaría a atravesar toda la aldea por ser el único modo de acceder al lugar remoto donde los Park, enclaustran al sacerdote.
Atravesaron toda la zona poblada y habiendo dejado muy atrás la aldea, decidieron hacer un alto en el camino antes de que el cansancio y el frío los abatiera al punto de impedirles continuar. Construyeron un pequeño refugio para ocultar el trineo y sus samoyedos. Y otro para cobijarse durante la noche, que ya se había hecho presente sobre sus cabezas. Encendieron un fuego pequeño y calentaron en un jarro una ración de leche que llevaban como provisión en delgadas bolsas de cuero en forma de lágrima. Jimin había cargado una ración importante de chocolates que racionaron para que durara hasta el final del trayecto.
Derritieron dos bloquecitos del chocolate amargo en el líquido hirviendo.
—Me regresó el alma al cuerpo —suspiró Jungkook cuando saboreó el delicioso líquido marrón mientras besaba el bigote de leche que había quedado sobre los labios del pelirrojo antes de reírse con ternura por la tierna imagen.
—Ya estamos muy cerca de la casa de la chamana, Kook.
—¿Iremos hoy mismo?
—Sí, no hay tiempo que perder.
Caminaron de la mano hasta llegar a las tierras de la mujer. Jimin se adelantó y solicitó a Kook que esperara por él. Y así lo hizo. Vio a su chico acercarse a la puerta de la casa e ingresar a la vivienda cuando le fue abierta.
El alaskan estaba casi dormido de pie, cuando vio que Jimin regresaba.
—Amor, me recibió, mi querida angakkoq, conectamos nuestras anuas. Ella me ha perdonado, Kook, pensé que me odiaban, pero sentí su calidez intacta. Me advirtió que no vayamos al claustro del druida. Está custodiado por la guardia más ruin del clan. Sí vamos, no saldremos vivos de allí...
JK lo miraba con pavor.
—Ella hará un primer vínculo con él y permitirá que me una a ellos.
—¿Ahora?
—No. A medianoche, cuando la luna reluzca su aro blanco de nieve subiré a aquella pequeña colina y lo intentaré.
—Iremos juntos.
_No. Esto debo hacerlo solo, amor. Lo siento, así funciona.
Los redondos ojos de cervatillo del alaskan se humedecieron pero tomó a su niño entre los brazos dándole a entender que comprendía la situación y que la aceptaba.
Regresaron hasta el refugio.
Abrazados durmieron por un rato hasta que la luna se manifestó enorme y oronda en el cielo negro.
—Es el momento —Jimi besó el cuello de Jungkook.
—Mi corazón irá a tu lado, mi amado rojo.
Jimin inició la escalada al pequeño cerro y una vez arriba se quitó toda la ropa. Se sentó sobre ella en posición de loto y se sumergió en una profunda meditación.
El frío bajo cero no pareció afectarle en ningún momento. Su cuerpo comenzó a exudar vapor como si de una fuente de calor se tratara. Sus cabellos se crisparon hacia arriba como si estuvieran siendo jalados por una centena de manos de ángeles. Cuando su piel blanquecina comenzó a irradiar luz fue el momento exacto en que su anua, hizo contacto con los espíritus de la chamana y del druida.
—Jiminah, ¿Eres tú?
—Mi señor, con todo respeto, sí, soy yo. Gracias a mi señora por permitir unirme a ustedes.
—Tu anua está triste.
—Así es... he venido porque Maik...
—Ella está grave —El sabio susurró— le quedan pocos latidos, Jimin.
—Le ruego con todo mi ser que la ayude. Es apenas una nena...
—Jimin, ¿Por qué estás acá?
—Por Maikoh, para que me ayude a interceder con los dioses y hagan un milagro.
—Piensa mejor, Jimin.
—Por Maikoh, señor.
—Eso lo sé. Te pregunto de nuevo. ¿Por qué estás acá?
—Estoy desesperado. Ella es la pequeña hija de mi líder. Necesita un milagro.
—¿Es Maikoh la única razón por la que has recorrido tanta distancia y te has arriesgado a venir al ojo del clan?
Jimin titubeó, las preguntas de su maestro los llevaron a buscar en lo más recóndito de su corazón. ¿Qué es lo que el druida ve que él no ve en ese momento?
Y allí, en ese instante, un recuerdo le convulsionó en la cabeza. El druida lo cuestionaba porque sabía perfectamente que él ha llorado amargamente por haber quedado estéril y seguramente también sabía de sus intentos de regresar a la aldea para que le devolvieran su fecundidad.
—Entiendo a qué se refiere maestro pero juro por todas las estrellas, que en éste momento estoy acá solamente por la hijita de Namjoon. Nada en este plano terrenal, me importa más que la salud de Maikoh.
Usted puede entrar en mi corazón, maestro, puede sentir lo que siento
—Ya lo he hecho.
—¿Mi corazón está siendo sincero?
—Lo está siendo, Jimin.
—Ella está muy grave. Le ruego de rodillas que interceda ante los dioses para que Maikoh pueda vivir.
—¿Un milagro por otro milagro, Jimin?
¿Recuerdas cómo funciona? A tí te ocurrió hace un tiempo cuando fuiste devuelto a la tierra de los vivos. Un milagro por otro... tu vida por tu fecundidad.
—¿Qué tienes para ofrecer ahora, Jimin? ya entregaste tu vientre fecundo ¿Qué entregarás ahora por esa niña?
—No tengo nada para ofrecer señor, pero....
—¿Tu fertilidad por la vida de la niña? —interrumpió su maestro.
—Yo no soy fértil, señor.
—Lo eres, Jimin. Pero si intercedemos por Maikoh, dejarás de serlo.
—No entiendo. ¿Cómo que soy fértil?
—Te cedieron ese milagro en cuanto nos conectamos.
—¿Por qué?
—¿Cuestionas al cielo?
—No, no, pero, es que no entiendo.
—Entenderás cuando decidas. ¿Ella o tu descendencia?
El halo brillante que emitía el cuerpo desnudo del siberiano pareció titilar ante las palabras emitidas por el druida.
—¿En serio ese es el precio?
El druida se mantuvo en silencio.
—No puedo tomar yo solo esa decisión.
—Toma la decisión que tu corazón dicte, Jimin. Tú eres sabio.
El vínculo comenzaba desvanecerse.
El druida, inteligentemente, citó a Jimin a un próximo encuentro la siguiente noche antes de que el aro de nieve alrededor de la luna, desapareciera.
—Tienes tiempo hasta mañana a la noche. Maikoh y sus latidos estarán controlados hasta entonces. Toma siempre el camino del corazón. Confía en mí.
Al cortarse la unión entre ambos híbridos, Jimin cayó en un estado de somnolencia del que salió al comenzar a sentir el frío sobre su cuerpo desnudo. Llegó junto a Jungkook y lloró abrazado a su amor contándole sobre la decisión que debía tomar sobre la niña.
—Oh, mi amor ¿Por qué todo debe ser así de difícil?
—Creo, Jimin, que es una prueba. Están probando tu fortaleza y la sinceridad de tu corazón.
—Pero no soy fuerte, Kook.
—Sí lo eres. Eres el hombre más fuerte y decidido que conozco. Tú y yo arriesgamos todo por Maikoh. Afrontamos lo que fuere por ella, por Nam y Jin. Y eso es gracias a tu fortaleza y a tu generosidad. Porque luchaste y me hiciste ver que enfrentar todo riesgo, era el sendero correcto.
—Nuestra descendencia, Jungkook...
—Jimin, ojalá pudiera tomar la decisión por ti, mi amor, quitarte esta presión, pero no puedo, ni debo. Porque hablamos de tu cuerpo. Tu cuerpo, Jimin, ¿Entiendes?
Solo voy a decirte algo que tal vez ayude. Yo estoy completo a tu lado y nada más me hace falta en esta vida, más que tú.
No necesito más nada. No necesito hijos, no necesito familia, no necesito ninguna otra cosa que no seas tú, mi niño rojo. Así, libre, fuerte, único, sin miedos, ni ataduras.
Jimin lagrimeaba y asentía con su cabeza al escuchar la claridad en las palabras de Jungkook.
—Lo que decidas allá arriba, será lo correcto. Sea lo que sea, yo te apoyaré. Mírame, estoy contigo en esto.
Él supo en el acto lo que debía hacer. Y sintió que estaba tomando la decisión de su vida.
Así fue que pasadas las horas y al coronar la luna, Jimin ascendió a la pequeña cima tal como lo había hecho la noche anterior. Solo sin su amado pero con la esperanza de poder concretar el milagro por el que habían puesto en peligro sus vidas.
Jungkook desde su refugio no quitó la vista de la cima y desde allí pudo ver el refulgir del aura de Jimin en el preciso instante en que hizo conexión con el druida y a través de él con sus Dioses.
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