22 | DOS MEDALLAS
Esta era la mañana perfecta para que los híbridos llevarán a cabo el plan que habían trazado tiempo atrás cuando Jimin aceptó la oferta de Jungkook de ir a conocer el mar en las zonas cálidas del globo.
Bruma había sido la designada por ambos para cuidar sus samoyedos y cuidar muy de cerca la condición de preñez de Estrellita. Ella está próxima a parir y aunque Jimin no quería dejarla, debió decidir entre emprender el viaje con su amado o quedarse a ver nacer los cachorros producto de la fiesta entre ella y Titán aquella noche de nevada profunda en el Apogeo del Cénit.
Por supuesto que la elección fue más que obvia.
Ambos habían decidido hacer el primer trayecto del viaje con su forma perruna para evitar llevar el trineo ya que la segunda parte del itinerario implicaba abordar el tren y por obvias razones no llevarían el deslizador para tener que dejarlo abandonado por ahí.
Prepararon dos alforjas con lo básico y lo necesario ya que estás irían amarradas a sus lomos, y al momento de cambiar a humanos, no fueran ni molestas ni pesadas de cargar.
El plan de viaje que incluía el recorrido en tren los tenía por demás entusiasmados pero antes, harían un alto en el camino para llegar a la posada donde Jungkook había entregado; como parte de pago de la aquella estadía en la que se quedaron cuando acababan de salir del Apogeo del Cénit; la medalla con su nombre con la que fuera encontrado el día que lo rescataron de la matanza de su clan.
Si bien a él no le importaba mucho rescatar ese objeto, a Jimin le parecía de suma importancia que recuperara lo único que al alaskan le quedaba de su familia.
Y hacia allá se dirigieron.
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—Buenos días…
—¡Jungkook! ¡Qué gusto verte!
—Hola, Trigal, el gusto es nuestro —comentó entre risas, mientras ubicaba al frente al pelirrojo que por detrás suyo había pellizcado su espalda dos veces ante los saludos que el chico de la recepción le había dado.
Lo abrazó por la cintura y aunque Jimin intentó zafarse del abrazo, Kook no se lo permitió.
—Denme un segundo, ya regreso con ustedes.
—Jimin, jaja, ¿por qué te pones así? Ya hemos hablado de esto.
—¿Así que se llama Trigal? Lo llamaste por su nombre.
—Sí, claro, es de buena educación.
—No sabía que sabías su nombre —JK no podía dejar de reírse del rojo, le daba mucha ternura que se pusiera tan celoso de la nada. Hacía berrinches de niño y eso a Jungkook, le encantaba porque claramente se trataba de celos inocentes que Jimin era incapaz de manejar. Lo más curioso era que solamente lo celaba con este chico, cosa que al alaskan le resultaba más divertido.
—¿De qué te ríes?
—De cómo te pones de cel….
—¿Cómo me pongo? —lo interrumpió—No me pongo nada. Si no dije nada, yo.
—¿Por qué me pellizcaste la espalda?
—Fue jugando…
—¿Estabas jugando, Caramelo?
—Sí.
La cara de inocente que puso lo volvió loco. Tomó su rostro y a punto de besarlo, Trigal irrumpió en la sala.
—Perdón, ya estoy con ustedes, ¿Vienes por la medalla?
—No —dijo un Jungkook categórico— Danos una cabaña, Trigal, ya.
Jimin insinuó cuestionar esa decisión pero Jungkook le hizo gesto de silencio llevándose el dedo índice a los labios.
El rojo abrió sus ojos y cerró su boca justo en ese momento en el que estaba a punto de hablar.
—¿Quieren la misma de la otra vez? ¿La de las aguas termales?
Jimin dio saltitos de emoción y cuando estaba a punto de hablar recordó que su alfa le había pedido silencio y en lugar de eso giró sobre sí mismo aleteando como pajarito.
—¡Jajajaja! ¿Qué haces, Jimin?
—Shhh —hizo él con sus deditos en los labios.
—Ay, ¡Qué hermoso eres, por los cielos!
Lo cargó en sus brazos y lo llevó hasta la cabaña dándole mordiscos en el cuello.
Trigal miraba de reojo la interacción de estos dos y no podía evitar sonrojarse.
Él tenía que hablar seriamente con Jungkook pero ni loco se le ocurriría interrumpir el momento de pasión entre los híbridos.
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—¿Pensabas que después de hacerme esos pucheros y de pellizcarme iba a quedarme sin hacer nada?
El rojo no contestaba.
—Jimin…
Este le hacía gestos con las manitos tratando de formar palabras.
—Jaja ¿Qué es eso?
Jimin emuló la seña de silencio que Kook le había hecho minutos atrás,
dándole a entender que su mutismo se debía a esa exigencia.
Jungkook puso cara sería, enarcó una ceja y pronunció algo con toda la intención de provocarlo.
—Ya puedes hablar, omega.
—¿Omega? —rompió el silencio— ¿A mí me estás diciendo omega?
—Lo eres ¿O no?
—¡Claro que lo soy! Y muy orgulloso de ser el omega más fuerte decidido y hermoso con el que te hayas cruzado.
Jungkook lo miraba con amor, no podía creer que el corazón de ese ser tan delicioso frente a él, le perteneciera. Es tan divertido, tan dual. Tan espontáneo para algunas cosas y tan predecible en otras. Él sabía que esa frase desencadenaría un huracán de emociones encontradas en el rojo y continuó punzando a ver hasta dónde llegaba.
—¿Entonces por qué te enojas que te llame por tu casta?
—No me enoja que me llames así. Me molesta tu tono demandante. No soy tu propiedad, Jungkook.
—Sí lo eres Jimin. Eres mío. Lo sabes. ¿Lo sabes?
Kook puso cara de cachorro y escondió su cara contra el cuello.
Jimin corrió a darle besos en su rostro.
—Sí, sí lo sé, mi amor. Soy tuyo. Todo tuyo. Dime omega, dime beta, épsilon, dime todas las letras del alfabeto griego, lo que se te venga a la mente. Pero no me hagas esa carita que me muero.
—Quiero estar dentro tuyo ya mismo.
—Deja de hablar entonces y quítame la ropa.
Lo desnudó suavemente. Quitó cada una de sus propias ropas y lo alzó entre sus poderosos brazos para llevarlo al estanque de agua caliente.
—Los besos mojados son los más deliciosos.
—Solo si vienen de tu boca.
—Voy a comerte todo Jungkook y para cuando acabe contigo, me suplicarás por más. Y te daré todo lo que desees, porque soy tuyo y porque tú, bendito sea el cielo, eres mío. Y con mi propiedad hago lo que quiero.
—No soy tu propiedad, Jimin.
—Sí lo eres. Eres mío.
—Sí mi amor, soy tuyo. Hazme tuyo. Hazme gritar.
La madrugada en que los híbridos se encontraban presenciando los arañazos de luz que el alba le propinaba a las cumbres albinas, ellos habían tomado una decisión que cambiaría el rumbo de su viaje drásticamente.
Trigal, iba a entregarle la medalla que JK había empeñado aquel día que ellos llegaron del Apogeo del Cénit a cambio de hacer uso de la cabaña, pero antes le relató un suceso que el alfa ni en sueños, esperaba escuchar.
—Estuvo aquí hace varias semanas una mujer. Ella vio colgada tu medalla en mi estante y me preguntó cómo la había obtenido. Le dije que le pertenecía a un alaskan malamute que habita con los lobos y ella llevó sus manos al rostro y comenzó a llorar.
Jungkook inclinó su cabeza como hacen los perritos, clara mueca de no entender lo que le decía. Jimin apretó y acarició con la otra, el dorso de la mano del malamute, donde el pulso se siente fuerte.
El llanto se agolpó en el gaznate de JK antes, siquiera de tener toda la información.
—Me pidió más datos, solo le di los mínimos, porque, bueno, no la conocía y no me pareció bien hablar de ti sin que me autorizaras.
—Hiciste bien, gracias —comentó Jimin, ya que Jungkook no podía emitir sonido.
Trigal hizo un pequeño ademán de satisfacción ante lo dicho por el siberiano ya que es la primera vez que ambos se dirigen la palabra.
—Pero… me encargué de averiguar lo más que pude de ella.
Miró a los ojos a Jungkook y le dijo…
—Toma asiento Jungkook, creo que necesitas estar sentado para escuchar esto.
Kook miró a su omega con ojos de crío.
Siéntense por favor. Se acercó, sacó algo de su bolsillo y se puso de cuclillas ante ellos. Acercó su mano al alaskan y la abrió.
En ella no solo estaba la medalla de Jungkook, otra medalla relucía al lado de la suya. Esta refulgía con más brillo y pendía de un cordón de seda blanco.
—¿Que-e se supone que es es-esto? —preguntó kook tartamudeando.
—La medalla que colgaba del cuello de la mujer, Jungkook, ella la desprendió y me la entregó.
Jungkook se llevó una mano al pecho, estaba confundido, miró la medalla de la desconocida y su inua lloró dentro suyo. Jimin sostuvo la espalda del chico que se sacudía.
El colgante poseía el mismo símbolo que identificaba al clan Jeon, era igual al suyo, las lágrimas le impedían leer.
Jimin tomó el metal y leyó en voz alta.
Jeon HaNeul / Quilak
Jimin tomó la de Jungkook, él nunca la había leído ni visto de cerca, en ella leyó
Jeon Jungkook / Sialuk
Kook tomó ambas medallas.
—No comprendo. ¿Esta persona dijo algo más?
—Ella dijo que era una sobreviviente del clan Jeon, del portal de los Gritos.
El perro dentro de Jungkook se retorció.
—Me dejó la insignia y me pidió que te la entregara. Me dibujo un mapa donde podrás encontrarla a ella, a su familia y a todos los que sobrevivieron a la matanza de los Alaska malamute.
Jungkook se llevó las manos a la cabeza, respiró fuerte, miró a Jimin y sonrió con rastros de llanto en sus ojos.
Jimin tomó el mapa improvisado.
Ambos se inclinaron ante Trigal, le dieron las gracias y salieron del recinto con los corazones inflamados de sensaciones y dudas.
Jungkook aulló tan fuerte que Jimin se asustó y cambió de forma involuntariamente.
Y el alaskan también lo hizo, y corrió como loco hacia el bosque más cercano donde la nieve es virgen y profunda.
Krasnyy corría por detrás de él. Empezó a preocuparse al ver que su Alfa seguía disparando a gran velocidad. Él se detuvo y le aulló hasta retorcer sus pulmones.
Krasnyy es un omega. Su voz de mando no es más fuerte que la de un alfa. Pero Jimin no es un omega común, ya lo sabemos. El articuló una voz dominante desconocida para Sialuk, lo que lo hizo detener en el acto.
—Regresa a mí en este momento —regañó el omega y su gruñido rebotó en cada recodo de la espesura.
Sialuk se detuvo ante el rugido del rojo. Nunca lo había escuchado así.
Pero entendió que su omega estaba a cargo, en ese momento. Agachó sus orejitas y caminó cabizbajo hasta llegar lado de Krasnyy.
El aliento agitado por la corrida no le permitía emitir sonido. Pero observaba a su amor buscando en su mirada una explicación a lo que había ocurrido, esclarecimiento que obviamente no llegaría de la boca del siberiano, quién se encontraba tan desconcertado como él.
Kras continuó en postura de dominancia y obligó al alfa a que regresaran a la posada a buscar sus ropas antes de cambiar de forma.
Con las dos medallas en sus manos, Jimin tomó las riendas del asunto y con el amor más grande del mundo, le comunicó a Jungkook que el viaje al mar cálido se había suspendido.
Tren, paisajes y aires tropicales podían esperar.
Ir en busca de las raíces del alaskan malamute del Portal de los Gritos, no.
Bueno, les dije que esto no había acabado, y acá está el inicio de esta tercera parte.
Será breve. No tiene más de 3 o 4 capítulos.
Gracias por leer.
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