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14 | LÁGRIMAS de HIELO

—Namjoon, despierta, Jimin se ha ido.

Ni siquiera había amanecido, tampoco había descansado lo suficiente ni había recobrado la totalidad de sus fuerzas, pero sabía que su alfa estaba en peligro y él, solo él, debía ir a su rescate.

Jimin salió en puntillas de la habitación que los Kim le habían asignado para su descanso y fue directo a su hogar.

Su amada casita. El olor del alfa lo estremeció hasta las lágrimas. Recorrió toda la casa abrazándose a sí mismo por las sensaciones encontradas que estaba experimentando.

Se sentía agradecido por estar de regreso pero su alfa no estaba y eso era... insoportable.

Ingresó a su habitación. Ver sobre su cama el talismán centinela qué Jungkook dejó aquella madrugada en que partió con rumbo desconocido, le dio el impulso que necesitaba para salir a buscarlo sin perder más tiempo.

—Voy por ti mi amor. Resiste por favor.

Tomó el centinela y lo besó antes de colgarlo a su cuello. Fue por sus samoyedos, quiénes habían sido cuidados y protegidos por los lobos durante su ausencia, los amarró al trineo y partió en busca del amor de su vida, sin ningún rumbo más que el camino que le trazaba su corazón.

No estaba en condiciones físicas como para cambiar de forma y correr a la par de su jauría rusa, así fue que se montó al deslizador y sin más demoras emprendió viaje.

Después de recorrer palmo a palmo cada rincón de la zona cercana a la aldea, Jimin comenzó a adentrarse cada vez más a territorios poco transitados y menos conocidos para él, con el corazón golpeando fuerte su pecho por la adrenalina de abandonar la zona segura.

Así pasaron dos días y dos lunas, los samoyedos estaban exhaustos y él más.

No sabía qué hacer, realmente no sabía, se detenía cada vez más seguido, cambiaba de forma y aúllaba durante horas para ver si Jungkook lo escuchaba.

Su nariz de nieve no detectó ni un solo olor que se asemejara al de su alfa.

Él se sentía cada vez más débil y aterido por el frío y como si eso no fuera suficiente, su ojo lastimado seguía generando problemas. Sangraba demasiado y obstruía su visión.

Después de más de tres días de trayecto ininterrumpido, debió detenerse para relajarse, respirar profundo e intentar entrar en meditación para frenar el sangrado de su párpado y sus muñecas, la pérdida de sangre lo estaba debilitando demasiado.
Su marca prácticamente había desaparecido y la unión con su alfa se debilitaba tanto o más que él mismo.
Jimin era perfectamente consciente que si no llegaba a tiempo, ambos morirían en ese desolado paraje de nieve eterna.

Sin bajar del trineo, tomó postura de loto y se encomendó a los cielos para recibir ayuda.

El movimiento que generaban los perros que, a pesar de estar detenidos no se quedaban quietos, le produjo una sensación parecida a un vaivén y una imagen le llegó con fuerza. Delante de sus ojitos cerrados, se balanceaba una ondulante figura de colores brillantes. Los oscilantes verdes y violetas parecían respirar frente a sus narices y lo entendió.... ¡Entendió todo!

—¡Es la aurora boreal!

Sintió que se estaba comunicando con el anua de Jungkook y ella con imágenes le gritaba a los alaridos que el alaskan se encontraba en el Apogeo del Cénit.

—¡Cómo no lo pensé desde un principio! Fuiste a donde fuimos felices, mi sol. Voy por ti. Por Dios, resiste...

Salió tan rápido como pudo olvidándose por completo del sangrado de su párpado y de sus brazos, nada importaba más en este momento que llegar al sitio indicado en su visión.

El trayecto le llevó un día más, Jimin estaba al límite de sus fuerzas, pero solo le restaban escasos metros para llegar al sitio donde él y Jungkook, meses atrás habían transitado su Luna Escarlata. Sin estar seguro de dónde era exactamente, se bajó del trineo y cambió de forma para aullar a su alfa, pero no recibía respuesta, el siberiano se retorcía de dolor ante ese espantoso hecho.

Bramó por cada rincón durante largas horas, y cuando casi se resignaba a abandonar la zona, distinguió el pinar que ellos veían desde su refugio.

Corrió con las últimas fuerzas que le quedaban, aulló con todas sus ganas, una vez más y se detuvo cuando sintió a lo lejos su perfume, débil.

¡Era él!
—Eres tú, mi amor.

Aulló más fuerte y cuando recibió el gritó de Jungkook como respuesta, supo que lo había logrado. Cambió de forma y casi a punto de desfallecer, desnudo y descalzo caminó hacia su encuentro.
Ambos corrieron al encuentro.

Dos pasos antes se detuvieron con las respiraciones agitadas y los corazones saliéndose de sus pechos, Jungkook cayó de rodillas y Jimin se deslizó sobre la nieve para abrazarlo.

Fue el abrazo más hermoso que alguno de los dos haya sentido. JK solo lloraba con su rostro entre las manos.

—Jungkook, amor de mi vida, sí que te fuiste lejos...

El pelirrojo lo besó profundo. Lo besó con amor. Besó sus ojitos negros, su cabello oscuros y sus manos enormes.
El frío descomunal hizo que las lágrimas de Kook se convirtieran en pequeñas gotitas de hielo en el mismo segundo que salían de sus ojos.

Con dos deditos, Jimin tomaba las perlas de hielo y se las llevaba a la boca.

—¿Estás comiendo mis lágrimas?

—Sí. Son deliciosas —sonrió con sus ojos de medialuna.

—Jimin, mi amor... ¿Eres real?.

El alaskan se encontraba desfalleciente. No le quedan fuerzas para sostenerse a sí mismo, menos para sostener al rojo que apenas se mantenía en pie.

—Shhhh, no llores así, mi amado. Sí, soy real, y vine por ti.

—Estás desnudo Minnie, morirás de frío.

—No moriré. Vamos al refugio. Necesitamos calor.

Jimin llamó con un silbido a sus samoyedos y éstos llegaron con el trineo a cuestas. Se vistió con lo que pudo y ayudó a su hombre a subir al deslizador.

Tomó las riendas y condujo hasta el refugio que Jungkook había armado. Deslizó su mirada hacia el alaskan malamute que tanto ama, sonrió y le acarició la cara con el revés de su manito...

—Te encontré amor mío. Te llevaré a casa.








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