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🔹Ecos vacíos🔹

Leer después del capítulo 6 de Bajo Amenaza

Sinopsis:

Descubre cómo Lar pasa de una vida tranquila con su familia en Ciudad Ninjago a convertirse en la mano derecha de uno de los mayores villanos que el continente ha visto.

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L

ar's POV.

No llevaría demasiado. Ya había decidido que tres cambios de ropa, comida y algo de dinero sería más que suficiente. Ordené todo en una mochila azul marino que estaba sobre mi cama y luego le eché un largo vistazo a la estantería que me miraba solitaria desde la pared contraria. Me acerqué a ella y tanteé los costado de algunos libros. ¿Sería buena idea llevarlos? Lo cierto era que los libros habían sido desde siempre mis compañeros y el tiempo que había pasado leyéndolos sirvió para ganarles especial cariño. Era una completa locura. No podría llevarlos a todos, allí a dónde fuese que fuera. La mayoría eran de tomos de setecientas hojas en adelante, cargarlos conmigo sólo me retrasaría y complicaría las cosas.

Cerré los ojos y acepté con cautela que tendría que dejarlos.

Apagué la luz de la habitación después de echarle un último vistazo. La nostalgia no me invadió sino hasta haber dejado atrás el Dojo, mi hogar. Pero no iba a volver, ya lo había decidido.

Caminé sin rumbo hasta llegar casi a las afueras de la ciudad. Me detuve antes de cruzar una avenida. Las luces del alumbrado público iluminaban la calle vacía. Casi nadie salía a esas horas, y menos por ese rumbo. Ví el letrero frente a mí con extrañeza. En él unas grandes letras escribían: "Usted está dejando Ciudad Ninjago, esperamos su regreso al corazón de Ninjago". Fue entonces que me pregunté si sería una buena idea. Jamás había dejado Ciudad Ninjago, siempre había sido mi hogar. Ni siquiera tenía idea de a dónde iría o qué haría. La idea en concreto era imprudente.

Miré hacia atrás, como si al hacerlo pudiese ver mi casa, cuando la realidad era que en ése momento me encontraba bastante lejos, del otro lado de la ciudad. ¿Por qué razón había decidido irme, en primer lugar? Ah, sí, por mis padres. Estaba enojado con ellos, por ocultarnos la verdad; que éramos descendientes de maestros elementales. Antes de poder notarlo tenía la vista fija en mis manos, y en el fondo deseaba que una especie de poder brotara de ellas. Tal vez así podría volver a casa a mostrarle a mis padres que tener poderes elementales no era peligroso y solo estaban actuando algo paranoicos sobre el pasado de los maestros.

¡Eso era!

Esa sería mi motivación en adelante. Entrenaría y le demostraría al mundo, les mostraría a todos lo que era capaz de hacer con mis poderes, todos los pros, no tenían porque temer de los maestros elementales.

Cerré los puños, con determinación, como muestra de que nada detendría mi meta. Pero, aún quedaba algo que me anclaba a la ciudad; Mei. No podía irme y dejar sola a mi hermana, ella también tenía poderes y merecía descubrir su potencial. Ella era la única persona que había estado siempre a mi lado, no iba a dejarla.

Dí un paso decidido de regreso al centro de Ciudad Ninjago, pero detuve mi andar tan pronto como otro pensamiento surcó mi mente. Aún no tenía idea de a dónde ir, traer a mi hermana conmigo sólo dificultaría las cosas para ella. No podía hacerla sufrir.

-Lo siento, Mei –susurré al aire.

Di media vuelta y seguí caminando, pasando de largo el letrero de despedida y, ésta vez, sí salí de la ciudad.

Seguí caminando hasta el medio día, sin detener el paso. Caminé bordeando la carretera. De vez en cuando uno que otro auto pasaba fugazmente a mi lado, con dirección a la ciudad, y provocaba que una brisa me revolviera el cabello. Entrada esa hora el calor me sofocaba. El asfalto y grava del camino no hacían más que intensificar las olas de calor. Lo peor era que llevaba puesta una sudadera azul celeste, con la capucha cubriendo torpemente algunos rayos del sol de mis ojos. Ya había pensado en quitármela, pero tampoco quería correr riesgos. Muchos de los habitantes de la ciudad conocían a mis padres, si me reconocían seguramente les avisarían de inmediato mi paradero, y eso interfería mis planes. Así que, lo único que hice fue calarme más la capucha.

Un autobús se detuvo frente a mí. Era de un color verde chillante, por lo que lo reconocí rápidamente como uno de ésos autobuses turísticos que a menudo dejaban la ciudad en un recorrido hacia la montaña Toch Fire. La puerta se abrió con un chasquido y provocó que cabellos rubios volaran a mi frente.

-La ciudad queda del otro lado, chico –me dijo el conductor.

Volví mi vista hacia los pasajeros que se asomaban por las ventanillas, algunos molestos ante el hecho de que su viaje se hubiese visto forzosamente detenido por culpa de un muchacho.

-Lo sé. No busco ir hacia ella, sino... alejarme –dije lo último casi en un susurro que, a juzgar por la expresión del conductor, no me había escuchado.

Agradecí que no preguntara y esperé un poco hasta que volvió a hablarme.

-¿Seguro no estás perdido? Está línea lleva al centro de Ciudad Ninjago, la parada queda frente a la comisaría, puedes pedirles que llamen a tus padres.

Negué con la cabeza.

-Seguramente es uno de esos muchachos que van a la montaña a ejercitarse –habló un hombre sentado tras el asiento del conductor.

-¡Oh, pobre muchacho! –exclamó su esposa-. ¿Seguro vas bien hidratado? Hans, podemos darle algunas de nuestras botellas de agua.

-No se preocupe –dije, con una sonrisa forzada-. Estoy bien preparado.

Sin más, las puertas se cerraron y el autobús se marchó, dejando una nube de tierra detrás.

Casi al instante lamenté no haber aceptado el agua. Mi única botella quedó vacía para cuando llegué frente a la montaña Toch Fire. Miré el fondo, decepcionado de mí mismo, debí haberme preparado mejor.

Estaba a afueras de la ciudad, más cerca del Mar de Dunas que de la ciudad y mi "provisión" de agua se había agotado. Para cuando consiguiera llegar nuevamente a la civilización estaría completamente deshidratado.

"Estarás bien, Lar", me dije a mí mismo "El ser humano promedio dura entre tres y cinco días sin tomar agua".

Claro que me encontraba en uno de los lugares más calurosos de toda Ninjago y las estadísticas se reducían drásticamente.

Como única opción me quedaba sentarme frente a la carretera a esperar a que algún auto pasara. Agradecí en ése momento no haber llevado a Mei conmigo, jamás querría que ella se encontrara en una situación así.

Me pregunté que estaría haciendo mi hermana, y mis padres... sacudí la cabeza e intenté formular otro plan. Ningún auto pasaba y se estaba haciendo de noche.

Justo cuando el cielo adquirió un tinte rosado vi algo acercarse a lo lejos. Me puse de pie al instante, recobrando todas las energías. El auto se acercaba velozmente y... tenía un aspecto algo extraño. Parecía salido de una película futurista, y lo que era aún más extraño, no siguió adelante, hacia la ciudad, sino que se desvió antes de llegar a donde yo me encontraba y siguió su curso hacia la montaña Toch Fire.

Miré hacia atrás, extrañado, esperando para ver qué sucedía después. Entrecerré los ojos en un intento por ver mejor pero no pude ver cuando pareció perderse dentro del volcán, lo cual era extraño. No había cuevas allí. Tomé mi mochila y avancé hacia allá. El suelo bajo mis pies se convirtió en roca volcánica y, justo cuando estaba por llegar, unas personas "salieron" de la pared volcánica. A penas tuve tiempo de ocultarme tras una roca. Lo que acababa de ver no tenía sentido ¡Habían salido como dos fantasmas atravesando el volcán!

-Carga esas cajas por allá –ordenó una voz joven y femenina.

-¿Te toca guardia hoy? –preguntó la otra voz que parecía venir de un chico de mi edad.

-No, estaré revisando los censores de la entrada, volvieron a fundirse y ayer casi dejan a Ben afuera.

-Vaya, debió llegar más de malas que de costumbre –rió el chico.

Sujeté con fuerza la correa de mi mochila y me aventuré a salir. Los dos chicos quedaron mudos al verme. La chica también debía tener mi edad, le calculé unos quince años. Tenía el cabello corto y lacio sobre los hombros teñido en un curioso tono rosa. El otro chico era rubio y parecía de la misma edad que ella. Ambos vestían unos extraños trajes negros con detalles en rojo que lucían un emblema plateado que jamás había visto.

-¿Quiénes son ustedes? –pregunté imprimiendo seriedad en mi voz-. ¿Qué están haciendo en el volcán?

--Ah... -la chica sacudió la cabeza y endureció su expresión-. Deberíamos hacerte la misma pregunta.

No despegué mi mirada de sus ojos rosas, claramente artificiales. Tras enterarme de la verdad, ni siquiera yo mismo sabía quién era e igual no podría volver a usar mi antiguo nombre. Lar se había quedado en el monasterio, ahora era una persona distinta.

-Nadie –respondí, con un nudo en la garganta.

Los dos chicos se miraron entre sí. La pelirosa miró mi mochila y luego mis ojos.

-Huiste.

No respondí.

-Nosotros igual –continúo y una media sonrisa se dibujó en su rostro.

-No huí –la corregí-. Huir implica escapar de algo que temes, yo no hice eso. Solo me fui.

-Wo-ho entonces encajas con nosotros –rió el chico-. Somos un montón de raros.

-Oye Dayne si le dices eso se irá como al chico que intentamos reclutar ayer –lo reprendió la chica, dándole un golpecito en el hombro.

-¿Has dicho... reclutar?

-Ajá.

-¿Entonces hay más personas... allí? –señalé al punto en la pared del volcán del que habían salido.

-Sip. Ingenieros mecánicos, estudiantes en tecnología... sólo genios –resumió Dayne, con orgullo.

-¿Y qué es lo que hacen?

"Y en un volcán", añadí para mis adentros.

-Construimos –respondió la chica pelirosa.

-Eso está claro, pero... ¿qué?

-Es un tanto complicado, nuestro líder puede enseñarte.

Miré algo dudoso a ambos, pero accedí.

-Por cierto, soy Jinx, él es Dayne. Descuida, –me interrumpió, antes de poder responder- no tienes que dar tu verdadero nombre, muchos usamos apodos.

-Soy Lar, no tengo un apodo –dije, encogiéndome de hombros.

-Descuida, Lar –murmuró Jinx mientras nos dirigíamos a la pared-entrada-. Ya encontraremos uno.

Ambos me tomaron de los brazos y avanzamos "entre" la pared. Me giré sobre mi mismo y pasé una mano por lo que parecía sólida pared rocosa pero que se volvía una red celeste al atravesarla con mi mano.

-Esto es asombroso –exclamé, con brillos en los ojos-. ¿Tecnología de visualización, no? Usan las moléculas hechas por el hombre impregnadas por miles de cámaras en miniatura y pantallas...

Me detuve en seco y miré a Dyane y Jinx, esperando ver expresiones de extrañeza en sus rostros, iguales a las que ponían los otros chicos de mi edad cuando hablaba con entusiasmo de cosas relacionadas a la tecnología y la ciencia. Pero ellos no me veían como un bicho raro, sonreían, como si les diera gusto que yo entendiera cómo funcionaba, y eso me hizo a mi sonreír. Finalmente sentía que encajaba en un lugar.

Jinx y Dayne me guiaron a través del volcán. Para alguien que recién llegaba allí resultaría fácil perderse, al menos si no entendías como estaba dispuesto el lugar. La Base (como decidí llamarla de momento) estaba dividida en niveles; era como la espiral de un caracol, subía de forma ascendente, rodeando el núcleo y las zonas con lava que eran tapadas por roca volcánica sólida. Era una obra maestra de ingeniería.

-El líder trabaja en Industrias Borg –me explicó Jinx-, así que rara vez lo vemos por aquí.

-¿De verdad? ¡Industrias Borg! –pregunté asombrado.

Aunque era una empresa pequeña que a penas comenzaba a extenderse en Ninjago, Industrias Borg era todo un sueño para alguien como yo.

Durante el camino nos cruzamos con varias personas y todas nos saludaban amigablemente al pasar a nuestro lado. Había gente de todas edades, desde los quince años hasta la mediana edad.

-A penas comenzamos a reclutar –continúo Jinx, al ver mi interés en el resto de las personas de la Base-. Así que nos somos muchos. Buscamos a grandes cerebros.

Nos detuvimos frente a una puerta de granito negro. Dayne llamó a la puerta.

-Señor traemos a un nuevo recluta.

-Adelante –respondió una voz desde dentro.

Jinx y Dayne me lanzaron miradas animadoras. Estaba por poner mi mano en el cerrojo... cuando noté que no había ninguno. La puerta se deslizo a un lado, automáticamente, permitiéndome entrar.

Un hombre alto detrás de un escritorio me saludo con la mano. Lo primero que noté fue su uniforme gris de Industrias Borg, yo siempre había soñado con llevar uno puesto algún día. Tomé asiento frente al escritorio y crucé las manos sobre mi regazo.

-Así que Jinx y Dayne creen que deberías estar en el equipo... -comenzó el hombre pelinegro-. Bueno, es un placer, mi nombre es Corven pero aquí todos me llaman Cybermad.

-Suena un tanto como... estereotipo –musité. Pensando después que era mala idea decir aquello. Pero Cybermad rió ante mi comentario.

-Supongo que es algo cliché –coincidió-. Dime, em...

-Lar.

-Lar, ¿Cómo es que llegaste aquí? A penas comenzamos a expandirnos.

-Yo... vi uno de sus vehículos y lo seguí a la entrada, entonces conocí a Jinx y Dayne.

-Ya decía yo que uno de estos días a alguien le parecería extraño ver a un vehículo atravesando un volcán –murmuró Cybermad, frunciendo el entrecejo.

-¿Qué es lo que hacen aquí? –pregunté, yendo directo al grano.

-Bueno, ¿has escuchado hablar sobre la energía elemental?

Abrí los ojos como platos. Podría incluso llamarlo coincidencia... que en un momento como ése alguien mencionara algo como eso.

-Está relacionada con los poderes elementales –respondí.

Cybermad se sorprendió ante mi rápida respuesta.

-Eres el primero que contesta enseguida, sin que Darla deba explicarle.

-¿Darla?

-Es mi esposa, ha estudiado la energía elemental desde que la conocí.

-¿Cómo puede estudiar algo que no se sabe con certeza si es real o no? –pregunté casi de inmediato, fingiendo no saber que los maestros elementales eran reales.

-Pero claro que es real –respondió una voz detrás de mí.

Una mujer entró a la habitación seguida de una chica de unos trece años. Ambas llevaban el cabello pelinegro recogido en un moño y vestían los mismos trajes que Dayne y Jinx.

-Lar, te presento a mi familia –me dijo Cybermad, poniéndose de pie-. Ella es Darla, de quien te hablé, y mi hija, Rune.

Miré a la niña a los ojos pero regresé la vista al frente al sentirme intimidado por su color gris tormenta.

-Bienvenido, jovencito –saludó Darla, estrechando mi mano-. La energía de la que habla mi esposo es real y está en todos y todo. Si la exploramos imagina de qué clase de avances seremos capaces. Las opciones son ilimitadas.

-El único límite es tu imaginación –murmuré, citando a Cyrus Borg.

Cybermad y Darla sonrieron.

No podía creer que las cosas hubiesen salido así de bien. En menos de un día había conseguido lo que siempre había soñado, todo en un mismo lugar. Y pensé en lo grandioso que sería formar parte de eso.

No me tomó nada instalarme. Con los tres cambios de ropa que llevaba tampoco era como si tuviese mucho que acomodar. Mi nueva habitación no era tan grande como la antigua, pero igual era acogedora. Dentro no había más que una cama individual y una cómoda. Noté enseguida que, para ser el interior de un volcán, el calor no era tan intenso como esperaba.

Me senté sobre la cama y miré mi alrededor analíticamente. A mi lado había un uniforme perfectamente doblado, igual a los de Jinx y Dayne. Lo tomé en mis manos y fruncí el ceño cuando este se extendió hacia abajo. Parecía ser de una talla más pequeña, sin duda iba a estar ajustado en las mangas.

Intenté volver a doblarlo y me recosté boca arriba, sin dejar de pensar en mi casa. Seguía sintiendo un vacío en el pecho. Intenté convencerme de que desaparecería con el tiempo y no tardé en quedarme dormido.

El tiempo pasó rápido, antes de notarlo ya había pasado una mes. Las personas dentro del volcán se multiplicaban con creces, igual a los avances tecnológicos en los niveles de la Base. Aunque en todo el transcurso de los días no había vuelto a ver ni a Jinx, ni a Dayne. Hacía mis labores sin hablar con nadie, nunca se me había dado eso de conversar e igual las personas con las que me topaba tampoco parecían demasiado "amistosas".

Un día caminaba con dirección al área de entrenamiento, iba mirando el horario holográfico emitido por el reloj en mi muñeca, mientras tiraba del cuello de mi traje. Los nuevos uniformes llegarían al día siguiente, así que solo me quedaba esperar por uno de mi talla.

Justo al doblar la esquina me topé con Jinx. La chica me saludó con una mano y yo le devolví el gesto, mientras se acercaba a mí con una sonrisa.

-Así que al fin te apareces, Lar.

No supe bien qué responder, así que solo bajé mi muñeca, apagando el holograma. Al parecer ninguno de nuestros horarios había coincidido hasta entonces.

-Pensé que te habías marchado del volcán –reprochó. Su vista se posó sobre la franja de una de mis mangas. Frunció el ceño.

-Está justo, lo sé. Ya pedí una talla extra.

Lo cierto era que nunca me había molestado que las demás personas notaran que el traje me quedaba pequeño, pero en ése momento sentí que me sonrojé ligeramente.

-No, no es-... -pero Jinx no pudo terminar. Otros tres chicos se acercaron a nosotros, uno de ellos era Dayne, otro era pelirrojo y tenía un semblante de enojo, mientras que el último era enorme, me doblaba en tamaño. Considerando que yo era el más alto de ese "grupo", aquel chico era como un gigante, para tener quince.

-Hey, es el sujeto sin apodo –bromeó Dayne.

-Eh, Lar, ellos dos son Ben y Clyde –los presentó Jinx aún algo extraña.

-Que tal –saludó el pelirrojo, simplemente levantando una mano.

-Es un placer –exclamó el otro, con una voz tosca.

Ben seguía mirándome muy molesto, a diferencia de Jinx que parecía desilusionada. No entendía qué pasaba, el por qué se molestaban en que mi traje estuviese chico.

-¿Pasa algo malo? –pregunté, serio.

Ben frunció más el entrecejo y lanzó un gruñido.

-Es... tu traje... -murmuró Jinx, desde atrás.

-No veo qué tiene de malo –mascullé, examinándolo.

Lo único que noté distinto al de ellos (además de que los de ellos parecían hechos a medida, incluso el de el grandulón) fue que las mangas del mío eran de color celeste, y las de los de ellos negras.

-¿Son las mangas? –pregunté-. ¿Qué significa? ¿Qué es más actual? Miren, ni siquiera me queda bien...

-Son celestes –interrumpió Jinx, está vez mirándome-. Eres un general.

No lo entendí enseguida. Ben lanzó otro gruñido y se fue dando pasos firmes. Esta vez no bajé la mirada. Ya me había prometido estar bien yo solo, sin amigos.

-Él en verdad quería ser un general –explicó Dayne, con un resoplido-. No es tu culpa.

-Sigo sin entender qué tiene de especial –musité.

-Todos los que estamos aquí somos buenos en algo relacionado a ciencia o tecnología –continúo explicando Jinx-. El color determina el área al que serás añadido. Por lo pronto sólo los generales, los líderes de cada sección, tienen un color.

Miré mi manga derecha, preguntándome qué significaría el celeste.

-Tu color –prosiguió Jinx, como leyendo mi mente-, quiere decir que serás la mano derecha de Cybermad.

Levanté la vista, sorprendido.

-Sólo hay un celeste –añadió Clyde.

Mi vista regresó al suelo. Cybermad y Darla vigilaban los avances de todos, y siempre me había parecido que eran muy amables conmigo, como si fuese parte de su familia. Yo creía que era sí con todos. Aunque no era lo mismo, ambos eran como mis padres estando en la Base.

-Felicidades, Lar –me dijo Dayne, dándome una palmada en el hombro y entrando al área de entrenamiento, igual a como lo había hecho Ben.

-¡Bien hecho! –exclamó Clyde estrechando con demasiada fuerza mi mano.

Jinx se acercó a mí y se inclino para decirme algo al oído.

-Ben es siempre así con todos, se le pasara cuando vea que no es culpa tuya –entonces, me rodeó el cuello con los brazos, abrazándome. Mi rostro se sonrojó-. Eres un buen chico. Sabía que ibas a lograrlo.

Nos separamos. Me dio una sonrisa consoladora y entró con el resto.

Toda mi vida había crecido rodeado de objetos de entrenamiento en combate, así que no me intimidó ver el área de entrenamiento. Chuck ,el entrenador, era el encargado de supervisar las pruebas individuales. Me aseguré de quedarme al final de la fila, a esperar mi turno con los brazos cruzados. Ben no me quitaba de encima su mirada de pistola. La fila fue haciéndose cada vez más y más corta hasta que llegó mi turno.

Superé cada uno de los obstáculos sin ninguna dificultad y conseguí el menor tiempo por mucho. Todos me miraban boquiabiertos y yo me esforcé por no sentirme intimidado. Una figura se acercó a mí, con orgullo.

-Felicidades a todos –habló Cybermad-. Pueden retirarse.

Los presentes comenzaron a abandonar la habitación, dejándonos a Cybermad, Chuck y a mí.

-Supongo que no habría que esperar menos de un Harrison –me dijo el hombre pelinegro. Abrí la boca para protestar, pero él continúo-. Descuida, aquí el pasado no es importante.

-¿Por qué me nombró general? No puedo ser el... más apto.

-Me recuerdas a mí cuando tenía tu edad. Darla y yo también tenemos habilidades en combate, ¿sabes? No somos sólo cerebritos. Nos esforzamos por enseñarte todo lo que sabemos y lo que hemos podido lo sabes ahora. Si lo que buscas es superarte a ti mismo he oído de grandes maestros en toda Ninjago. Deberías buscarlos.

-Pero... ¿Qué hay de este lugar?

-Puedes volver cuando quieras. La corporación es hogar de todos ustedes. Hay mucho que aprender allá afuera. Vuelve cuando te sientas preparado, y cuando lo hagas... Rune y yo podemos enseñarte como usar una espada.

Me pareció algo cómico que una niña fuese a enseñarme como ser un espadachín, pero agradecí la oferta.

-Gracias... maestro.

Viajé por toda Ninjago, pasé de un maestro a otro, cada uno me enseñaba su estilo único de pelea, pero siempre me mantenía alejado de la ciudad. Al llegar por primera vez a Yamanakai me sorprendió escuchar a unas personas hablando sobre un grupo de cinco ninjas que protegían las armas doradas del Spinjitzu. Cuando mencionaron a una Ninja morada, protectora del Hacha de las Mareas, no pude evitar pensar en Mei, y en que, mientras yo crecía, ella también lo hacía.



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Otro Oneshot de Lar porque yo sé que lo aman n.n y a continuación les voy a publicar un Oneshot de Cybermad ; )

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