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13. El reino distorsión. Parte 1.

Mei sabía que, de todas las cosas, la soledad sería algo a lo que jamás podría acostumbrarse. No importaba cuántas personas se alejaran, ella sentía que no tenía la fuerza necesaria para dejarlo todo atrás... y olvidar.

Ésa noche, ni siquiera durmió.

Se quedó sollozando, frente a la puerta cerrada de su habitación, con la cabeza hundida en las mangas de su sudadera púrpura. Lloró hasta que ya no había más lágrimas que liberar. Cuando la luz del primer rayo de sol atravesó su ventana, decidió que era momento de levantarse. Lar no había ido para decirle que se quedaría, como Mei deseaba que sucediera, aunque en el fondo supiera que cuando alguien decide marcharse es muy difícil hacer que se quede.

La chica tomó una mochila color gris lluvia y salió de su casa sin hacer ruido. Aún era temprano, sus padres ni siquiera se habían levantado y era posible que no supieran que Lar se había marchado... justo como planeaba hacerlo Mei.

No estaba muy consciente de lo que hacía, ni siquiera tenía idea de a dónde iría, pero a veces sólo se siente un impulso de alejarse y ver las cosas desde otro ángulo. Mei se preguntó si había sido eso lo que sintió su hermano la noche anterior y si ése sentimiento lo había impulsado a irse.

Las calles de Ciudad Ninjago estaban casi desérticas, sólo algunas personas se dirigían a sus respectivos trabajos.

La chica se detuvo en la plaza central, sin poder dar un paso más. Un sollozo salió de su boca. Todas sus lágrimas se habían secado. Se llevó una mano a la frente, sintiendo pulsaciones repentinas. No se sentía muy bien.

—Es una bella mañana, ¿No lo crees?

—¿Uh? —dejó escapar Mei, dándose una vuelta entera para ver de dónde procedía la voz.

Había un único hombre sentado en una de las bancas de la plaza. Mei tuvo que tallarse los ojos, para asegurarse de que no se lo estaba imaginando. Era una persona curiosa, de edad avanzada. Un sombrero de paja le ocultaba la calva y, bajo la sombra de éste, Mei encontró un par de amables ojos grises. La barba del hombre ondeaba con gracia, parecía en sintonía con el viento.

—Es una pena que, a veces, las lágrimas no nos dejan ver la belleza —prosiguió el hombre.

Mei sintió que la vergüenza coloraba su rostro. Arrugó la nariz y trató de evitar que el hombre la mirara a los ojos, que seguramente estarían hinchados y rojos.

—No me malentiendas, el llanto es la forma en la que el alma se desahoga, no te avergüences, llorar es otra forma de demostrar la fuerza de nuestro espíritu.

—Yo... no me siento como alguien fuerte —admitió Mei, llevándose una mano el codo opuesto. Sintió el impulso de ocultarse bajo la capucha de su sudadera—. Nunca he sido fuerte.

—La fuerza viene en distintas formas. Algunos se sienten fuertes a través de sus puños, otros, a través de su corazón —el hombre sonrío con disimulo—, o quizás... alejándose..

Mei levantó la cabeza enseguida y miró al hombre con ojos desmesurados. Por supuesto que él no sabía que su hermano había decidido marcharse de su hogar, sólo Mei lo sabía, cosa que la hacía sentir una tremenda culpa. La chica pensó que se refería a ella.

—Ése era el plan —admitió la castaña, sonrojada por la vergüenza—. Pero al final, no soy lo suficientemente fuerte.

El hombre se puso de pie, sintiendo que se había reencontrado con uno de sus alumnos, uno que se había marchado hacía tiempo. Morro también sentía que era débil, quizás ésa fue la razón por la que decidió irse, en primer lugar.

—Eres mucho más fuerte —le dijo el hombre, imprimiendo toda la fe que le tenía a la chica, y que era la razón por la cual había ido en su búsqueda—. Eres fuerte... porque te quedaste. Sólo pocos tienen el valor de hacerlo.

Lar's POV.

No tardo mucho en reunirme con Cybermad y la armada. A penas camino unos minutos, diviso las máquinas avanzando en mi dirección. Me detengo. Los gigantes de acero tocan levemente la nieve, en su paso. A penas parecen divisarme, dejan de avanzar.

Cruzo los brazos sobre mi traje y dejo salir un mohín de aliento, que me ha seguido por mi caminata como un fantasma amigable. El primero en descender de uno de los vehículos es Cybermad. Avanza apoyándose del cetro de materia oscura. Lo preceden Jinx, Ben, Dayne, Clyde... y Benzin. El aerobrai ni siquiera usa las escaleras que bajan por una de las "patas" de apoyo, sino que se avienta y termina con el rostro hundido en la nieve del mismo color de sus escamas. Para ser el salto de un aerobrai, fue bastante decepcionante.

—¿Te encuentras bien? —me pregunta Cybermad, frente a mí, haciendo que deje de ver con burla a Benzin y me centre en él.

—Sí —aseguro, tapando un moretón que me ha quedado en la barbilla, para enseguida añadir con voz más baja—. Mei también está a salvo.

Me limito a no mencionar que ella acaba de liberar por completo su poder elemental del viento. Cybermad asiente, aliviado. Tenemos un trato. Se supone que mi hermana no resultará herida ni afectada de ninguna forma, aunque... en realidad el objetivo de nuestros planes nunca ha sido lastimar a nadie, a menos que sea necesario. El resto de los maestros elementales... bueno, son criminales.

—¡Continuaremos avanzando! —ordena Cybermad, dándose la vuelta hacia los Cyborg de atrás.

—¿Volveremos a la ciudad? —pregunto, dudoso.

Cybermad me mira con fijeza, antes de responder. Por un segundo temo que ya sepa la verdad. He estado intentando evadir el asunto, pero sabía que tarde o temprano tendría que decirle... eso... si él no lo ha averiguado aún.

—Iremos por el prisma del viento —me dice.

Pongo los ojos en blanco, antes de poder hacer cualquier cosa para evitarlo.

—¿D-de qué habla? —trago saliva y me esfuerzo por no parecer un estúpido—. ¿Sabe ya dónde está?

Cybermad comienza a avanzar de regreso a los vehículos y yo voy detrás. De reojo noto que los generales y Benzin ya están subiendo a sus respectivas máquinas. El silencio que guarda es como una dolorosa condena. No sé qué me hará si sabe que le oculté la verdad. ¿Acaso podría usar su cetro contra mí? No, ésa sería una medida extrema. Cybermad es comunista, no anarquista.

—Nuestro informante nos ha revelado la ubicación.

—¿Informante? —repito, deteniéndome.

Desvío la vista a la brillante nieve. ¿Un informante? Se referirá a un espía, pero... ¿A quién tenemos haciéndose pasar por amigo de los ninjas? Nadie. Hasta donde sé, todos los aliados del bando contrario apoyan con firmeza la causa del ninja verde.

—Así es —Cybermad también se detiene y se vuelve hacia mí—. Hay personas que ponen sus intereses por sobre el bien de los demás.

Lo miro, sin comprender. Entonces, caigo en la cuenta.

El mercenario.

Skylor's POV.

Le doy un sorbo a mi taza de chocolate "tibio", sin despegar la mirada del mapa holográfico. Los nueve puntos de color verde chillante avanzan, parpadeando, con dirección a la cima de la Montaña. En ocasiones, los puntos desaparecen, pero no pasa mucho hasta que regresan. La comunicación con ellos se debilita.

Lanzo un suspiro y cambio de posición. Cruzo una pierna sobre la otra y apoyo mi cabeza sobre la palma de mi mano. Cuando los chicos lleguen a la cima, estarán por su cuenta.

Dejo la taza en la mesa, al escuchar a alguien aproximarse.

—¿Todo en orden? —pregunto, sin molestarme en darme la vuelta hacia la persona que tengo detrás.

—Sí, quizás la cena me hizo daño —menciona la voz masculina.

Giro mi torso y miro a Ronin, con una expresión de seriedad absoluta. Recuerdo que cuando mi padre me lo presentó, diciendo que trabajaría para nosotros, el mercenario tuvo el descaro de decirme que me ensañaría sus trucos mentales, ideales para engañar.

—¿Sabes algo? —digo, con tono casual, jugando con el respaldo de la silla—. El truco "del baño"... es de Mei.

Levanto la mirada al mencionar a la chica. Ronin me mira de soslayo.

—¿Disculpa? —exclama, para enseguida lanzar una carajada—. ¿Crees que yo los estoy engañando?

—No lo sé —me encojo de hombros, para enseguida levantarme de la silla y avanzar hacia él—. ¿Tienes motivos para hacerlo?

Ronin apunta su dedo índice hacia mí, dispuesto a defender su postura. No luce alterado en ninguna forma posible, pero no significa que no oculte algo. Soy observadora. He crecido bajo la sombra de grandes mentirosos y canallas que no les importa nadie más que sí mismos. Sé cómo funciona "el negocio", soy hija de uno de ellos.

—Escúchame, pelirroja —sentencia, entrecerrando su único ojo—. Estoy aquí porque he decidido ayudar. No necesito que creas que me importa. Ésos niños —deja de apuntarme a mí y dirige su dedo índice al mapa holográfico—, son mis amigos, los únicos que me quedan. He perdido a demasiada gente valiosa como para saber qué tan importante es algo así.

Ronin se relaja. Baja la mano y me pasa de largo, para tomar control del timón que dejó en piloto automático. Cruzo los brazos sobre mi pecho, insegura respecto a lo que él acaba de decir. Hasta cierto punto suena honesto, pero no lo dejaré de vigilar. Un apostador se irá al juego que más ganancias le deje.

—Sé que Corven, o Cybermad, como ustedes lo llaman, es bueno negociando —murmuro y, una vez más, no me molesto en mirar a Ronin. Quiero que reflexione mis palabras, que lo haga en silencio si es necesario—, ni siquiera te dejará saber que has caído en su juego. Es bueno para hacer que escuches lo que quieres. No deberías confiar en alguien como él.

Guardo silencio. Ronin tampoco habla.

De alguna manera, casi me convence a mí también. Cuando fuimos a la Fosa por el prisma de las sombras, demostró lo bien que se le da hacer sentir a otros importantes. Pero al final, supe reconocer que ninguna de las personas que están con él van a conseguir lo que quieren. Todos ellos creen que reciben un trato especial de su parte, pero es un engaño. Una de las peores formas del engaño. Yo la viví en carne propia, desde el momento de mi nacimiento. Mi padre me lavó el cerebro de ésa forma tan vil y silenciosa.

—Uff, ya se siente el frío —dice el señor Harrison, entrando en "el puente" envolviéndose con los brazos.

—¿Por qué no le dices? —escucho a Ronin preguntar, con un tono mordaz. El señor Harrison y yo intercambiamos miradas—. Deberías decirle a él lo que sabes de su hijo, ya que andas repartiendo favores hoy.

—¿Qué? —el hombre pelinegro me mira con insistencia.

Junto los dientes y desvío la mirada.

Hablarle sobre Lar es algo que no me corresponde ni a mí ni a Ronin. No somos su familia, y es un tema un tanto delicado. Sin embargo, el señor Harrison me mira de una forma tan esperanzada que me temo que no me queda más remedio.

—Venga conmigo —le digo, conduciéndolo a la cocina—. Hay algo que debo decirle... sobre Lar.

Mei's POV.

Avanzo detrás de los demás, quizás demasiado alejada. Las suelas de mis botas aplastan la nieve, haciendo que se sienta más firme y no tan acolchada. Siento las puntas de mis dedos tan congeladas que creo que podrían desprenderse. La tela de los guantes es lo bastante gruesa para evitar el frío de la montaña, pero al liberar mi verdadero potencial, el aire provenía de mí. Parecía surgir de lo más recóndito de mi ser, con una furia atroz, igual a como lo hace cuando se manifiesta, como si el estar sometido toda mi vida lo hubiese fortalecido de una forma horrible.

Y ahora, no hay nada que lo contenga.

—Hey, Mei —dice Dareth, llegando a mi lado con una sonrisa ladeada. Parece emocionado, como si acabara de presenciar a su artista favorito tocando su mejor canción—. ¡Estuviste increíble, mn nene! ¿Cómo fue? ¿Te sentiste muy poderosa?

—Ahora no, Dareth —le digo, pasándolo de largo.

Rodeo mi cuerpo con los brazos. Siento tanto frío. Es ésa inquietante sensación otra vez. La he tenido desde que enfrentamos a Morro en Stiix, y cuanto más tiempo pasa, cuanto más entreno, no hace más que empeorar. Liberar mi verdadero potencial sólo la hizo crecer a mares. No se va a detener, sólo seguirá empeorando.

—¿Te sientes bien? —escucho a Dareth preguntar. No hace falta voltear a verlo para saber que avanza hacia mí con grandes zancadas—. Estás un poco pálida, quizás estás pescando un resfriado.

—No me sucede nada —mascullo.

Pienso que Dareth parece entender que éste no es el momento, porque se aleja hacia donde están los demás, pero en realidad el motivo es otro.

Un ligero viento mece todo a su paso. Levanto la cabeza, hacia el huracán que se forma en el cielo. Tengo que cerrar las congeladas manos en puños, cuando siento la sensación de control, de nuevo.

—¡Llegamos! —grita Jay, y lo veo alzar los brazos.

Lo corean las exclamaciones de asombro por parte de Rune, Nya y Dareth. Es la primera vez que ellos ven algo así. Debo admitirlo, yo también pensé que era asombroso, pero ahora se ha convertido en otra de ésas cosas que sólo empeoran la situación de mis poderes.

Me acerco un poco, aunque sin dejar de mantener mi distancia.

—De acuerdo; Cole, tú llevarás a Rune, Dareth irá con Zane y Nya con Kai, ¿Están todos de acuerdo? 

—¡Hagámoslo! —exclama la chica pelinegra, intrépida como siempre.

Atrapo a Kai mirando hacia donde me encuentro. Él me gana desviando la mirada antes de que yo pueda hacerlo. Al parecer, no soy la única que no se siente muy apta para la misión.

Estoy por considerar decirles a los demás que no me siento muy bien para usar mi Airjitzu (además de que tiene mucho que no lo practico), cuando uno a uno se lanzan hacia el ojo de la Invidente. Veo sus espirales alzarse hacia el cielo, iluminando las nubes con colores.

Sólo nos quedamos Jay y yo.

—¿¡Estás lista!? —me pregunta el pelirrojo, inclinando las rodillas.

—¡No! —exclamo, con tanta potencia en mi voz que Jay pone los ojos en blanco. Quizás gritar como tamalera anunciándose lo asustó, pero al menos parece servir para que me tome en serio—. No puedo usar mi Airjitzu, Jay...

Dejo caer la cabeza, decepcionada de mí misma. Tengo los puños tan apretados que me hago daño. He fracasado tanto en mi vida y los he decepcionado miles de veces, no se siente bien cada vez que vuelvo a hacerlo. No puedo ser maestra del aire, ni tampoco ayudo como ninja del agua.

—¿Cómo de que no? —se ríe sonoramente, como si le acabara de contar un chiste.

Ni siquiera me toma en serio...

Hace un gesto de limpiarse una lagrimita y me empuja hasta quedar justo debajo de la Invidente. Mis ojos se agrandan al ver el huracán arrasar toda la nieve, creando un atroz torbellino blanco. Ruge como un monstruo que desea devorarnos y expulsa más nieve de su interior, como si realmente fuese uno, empapándonos de saliva. Miro a Jay, inquieta, pero el ninja azul tiene una mirada tranquila.

—Está bien tener miedo, ¿sabes qué? Te dejaré usar mi truco ultra especial para cuando algo me aterra... ¡Sólo lánzate sin pensar!

—¿¡Qué!? ¡No estoy loca! ¡Claro que no haré eso!

Ni siquiera sé por qué está tan calmado. Desde que dejamos el cuartel para venir a los Alpes, lo he notado más angustiado que ninguno de nosotros. Su cambio es inquietante. Comienzo a considerar que la falta de oxígeno le está afectando el cerebro...

—¡Mei si no lo haces el Ojo desaparecerá y nos quedaremos aquí! —dice, ya molesto.

—¿Y qué pasa si mi Airjitzu se detiene en pleno huracán... y caigo?

La idea me aterra. Me imagino la escena, y creo que Jay también porque por un segundo su muro de confianza se derrumba y me deja descubrir que en verdad está asustado. Frunce el ceño y se endurece de una manera admirable. Ojalá yo pudiera hacer lo mismo, pero tengo ganas de salir corriendo y hacerme bolita en una esquina.

—Lo haremos juntos, al mismo tiempo ¿lista?

Niego con la cabeza, mordiendo mi labio inferior.

—¡Vamos mujer! ¿Dónde quedó tu valentía!

—Loco no es valiente —gruño. Ya me he enojado otra vez, mala señal.

—¡Entonces seremos el más grande par de locos del mundo!

Y antes de que pueda añadir algo más, termino rodando unos centímetros (casi como Kai), por la nieve, cuando el bucle generado por el Airjitzu de Jay me tumba. Me pongo de pie casi enseguida. Respiro profundo, cierro los ojos... y junto las manos.

—¡Que viva la locura! —dejo escapar mi grito de guerra, mientras dejo que ése atroz poder me rodee.

Siento mis pies despegarse del suelo. Debe ser el intento más torpe de Airjitzu en la historia de los fracasos, porque siento que me elevo con torpeza. Ni siquiera abro los ojos. Antes de evitarlo, ya me he imaginado a mí misma y a mi Airjitzu volando por el núcleo del huracán como un globo desinflándose.

Finalmente, decido mirar.

Lo primero que veo es a Jay, rodeado por corrientes de poder azul cobalto. El aire del Ojo de la Invidente se cierra entorno a nosotros como un cono. Mi vista queda ligeramente bloqueada por líneas simultáneas que aparecen de vez en cuando, en color blanco. Es mi propio Airjitzu.

Considerando el reducido espacio, no me está yendo muy bien controlando la cantidad de energía elemental, tampoco es como que quiera dejar salir demasiada. Si se escapa más poder del que debería, terminará controlándome. Es peor si se tienen dos poderes. Como dos mangueras de gasolina; una a punto de estallar, que ni siquiera puedo vigilar porque estoy controlando el flujo de aquella con la que estoy más familiarizada, es decir, con los poderes del agua.

Mis puños se cierran casi de manera automática.

El dolor en las sienes vuelve a aparecer, y se extiende por toda mi frente. Mis dientes chocan mientras mi cráneo sucumbe a una presión interna imposible de apaciguar. Está sucediendo. Justo lo que temía que pasaría de nuevo.

—¡AAGH! — dejo escapar, en el momento justo en que un movimiento me hace perder el equilibrio.

Siento todo mi alrededor sacudirse de una manera similar a como se siente estar en un toro mecánico. Sin embargo, no se trata de mi Airjitzu —el cual parece haber desparecido, dejándome dando vueltas por el huracán— sino del mismo Ojo de la Invidente. De alguna forma, la corriente de aire a nuestro alrededor se ha intensificado y descontrolado. Me temo... que esto es culpa mía.

—¡Mei!

A penas consigo distinguir la voz de Jay entre todo el salvaje desastre que me jala y me arremete contra pedazos de rocas blancas y heladas. Intento buscarlo, con desesperación. El característico sonido provocado por el Airjitzu se ha desvanecido, lo que me hace pensar que él también se encuentra dando vueltas en el huracán.

Dejo escapar otro respingo al sentir algo grande lanzarme contra otra de las paredes internas del huracán. A penas consigo recuperarme del atontamiento, veo a Jay. Las luces débiles de su traje son lo que me ayudan a localizarlo en medio del tumulto.

—¡Dame la mano! —exclama, a todo pulmón.

Ambos hacemos un esfuerzo por estirar nuestros brazos, pero la corriente de aire es demasiado fuerte, además de que están esos pedazos de escombro que nos hacen apartar las manos antes de poder ser golpeados. Una roca del tamaño de una llanta de bicicleta aparece y golpea a Jay en el abdomen, haciendo que se aleje un par de metros de mí. Grito su nombre. Aprieto los párpados y hago un esfuerzo por calmarme a mí misma. A las puntas de mis dedos les llega una sensación de adormecimiento, como si estuviesen en llamas. Me dejo invadir por el destructivo poder del viento. De inmediato, la ira vuelve a consumirme, pero consigo desplazarme hacia donde se encuentra Jay usando la energía controladora. Salgo disparada con gran velocidad, pasando de un extremo a otro en el huracán. Cuando llego del otro lado, un par de brazos me rodean y el tibio contacto con la energía dorada fluyendo por su armadura parecen detener mi hambre insaciable de destrucción.

—Esto es mi culpa —sollozo, a penas vuelvo a sentirme como yo misma.

Aún no he abierto los ojos. Tengo los párpados tan apretados unos con otros que las lágrimas no se escapan, sino que permanecen atrapadas en mis pestañas.

—Lo siento...

—Mei, escúchame —Jay me aleja un poco, pero sin soltar mis hombros. Abro los ojos y me doy cuenta de que una fiereza de tormenta reluce en él—. Saldremos de esto. Ahora, sujétate.

Ni siquiera me deja reaccionar. Vuelve a pegarme contra su pecho, usando una fuerza que ni siquiera sabía que tenía. Hago una pequeña mueca de dolor cuando mi frente se estampa contra su dura armadura.

Un fuerte silbido aparece acompañado de una espiral azul que nos rodea y nos eleva. Miro impactada como el huracán se va haciendo más pequeño e inofensivo, conforme avanzamos hacia el final, directo hacia una salvadora luz ámbar.

El Reino de las Nubes.

Kai's POV.

No nos hemos movido ni un centímetro. El "portal entre reinos" creado por el Ojo de la Invidente comienza a desaparecer, lo que sólo sirve para preocuparnos más. Ni Mei ni Jay han logrado salir. Siento un mal sabor de boca. Puede que Cybermad y el idiota de Lar hayan llegado a la cima y los capturarán. Quizás cuando regresemos a la montaña nos sorprendan con una de sus tretas y nos hagan cambiar la información del prisma del viento por nuestros amigos.

Sabía que no debíamos confiarnos.

—¡Ya los veo! —exclama Rune, que está más cerca de lo poco que queda del huracán.

Nos movemos hacia donde se encuentra la peligris, pero enseguida siento que alguien tira de mi traje por detrás, arrastrándome lejos y casi asfixiándome. Finalmente, ésa persona me suelta y caigo de sentón. Es como estar sobre un algodón gigante: pachoncito y suave, pero mucho más firme.

—¡Oye, viejo! ¿Por qué hiciste eso? —le reclamo a Cole, al verlo agacharse a mi derecha.

—Será mejor que bajes la cabeza —me dice el pelinegro, sin mirarme.

—¿Qué?

—¡Que bajes la cabezota que no entiendes!

A penas tengo tiempo de dejar escapar un gruñido antes de que algo me caiga encima.

Abro los ojos, esbozando una mueca de dolor. El rostro de alguien queda a centímetros del mío. A penas consigo recuperar la visión me doy cuenta de quién se trata. Ambos blanqueamos los ojos y dejamos salir un grito de pánico y vergüenza, ya que nuestras caras en verdad estaban cerca. Cada uno intenta alejarse, por su cuenta, por mi parte, rasguño las nubes y me hago hacia atrás. Mei da patadas y en una de ésas su bota me alcanza la cara.

Cierro los ojos de forma automática. Mi mejilla arde... mucho.

—Mei... —gruño, mirando a la chica que ya está de pie, con los ojos entrecerrados.

Ni siquiera me voltea a ver, sólo desvía la mirada de manera triste... y algo sonrojada, porque, vamos, es imposible haber tenido a Kai Smith en una distancia tan corta y no conseguir ésa reacción.

Alguien me levanta del suelo usando una fuerza que sólo le debe pertenecer a Cole. Confirmo que se trata del pelinegro, una vez que vuelve a dejarme en el suelo, mirándome de manera asesina y desaprobatoria.

—¿¡Qué!? ¡No hice nada! —justifico, colorado.

—¿Se encuentran bien los dos? —escucho que mi hermana les pregunta a Jay y Mei—. ¿Qué sucedió allá?

Cole me deja en paz para acercarse a donde se encuentran los otros. Lo imito, sin más remedio. Jay mira a Mei por un segundo, pero ella sigue actuando de forma evasiva y extraña. Bueno, al menos puede que Zane deje la idea de querer interrogarme a mí y pase de víctima...

El ninja azul suspira por la nariz y se vuelve hacia nosotros.

—Fue mi culpa —dice y algo en su tono y la manera en que Mei se da la vuelta enseguida me hacen creer que está mintiendo—. No había usado el Ciclon-Do en mucho tiempo, supongo que necesitaba practicar.

Se produce un silencio tenso.

—Por mí suena convincente —inquiere Rune, encogiéndose de hombros con suficiencia.

—Seh, suena a algo que pasaría por Jay, mn nene —añade Dareth.

Todos comienzan a avanzar, directo hacia donde se encuentra la ciudad de los monjes. Jay parece sorprendido con las reacciones. Me río ligeramente y le permito pasar antes que yo para que alcance a los demás.

—Oigan... ¡Oigan! ¡Yo no soy tan inútil! —exclama, corriendo detrás del grupito que se carcajea con disimulo.

Miro por sobre mi hombro, hacia el sitio en el que se encontraba el Ojo de la Invidente.

Lanzo un suspiro.

Ya no hay vuelta atrás.

Lo primero en robarse mi atención son los templos en colores dorado y marfil que se extienden más adelante, resplandeciendo con el sol de mediodía. Barcos con monjes flotan de manera despreocupada, y desde aquí parecen versiones miniatura de aves moviéndose entre las corrientes de aire.

El terreno nuboso se extiende hasta topar con una reja dorada que parece dar la entrada al paraíso. Mis amigos y yo caminamos hacía ésta, y nos alegra confirmar que está abierta. Sólo hace falta que Cole la empuje y ésta se desliza con un leve rechinido.

—¿Listos? —pregunta el pelinegro, mirando por encima de su hombro.

La pregunta no va dirigida a nosotros, que ya hemos estado aquí, sino que va para Dareth, Rune y mi hermana. Asienten de forma mecánica y sus ojos están tan abiertos que parecen las cuencas vacías de un muñeco de ventrílocuo. Estiro mi máscara roja y miro el comunicador, que emite ruidos de estática.

Lanzo un suspiro.

A partir de ahora, estaremos incomunicados con el Navío.

Permanezco sin decir una palabra. Al menos agradezco que nadie haya sacado el tema de Lar, por ahora... conociéndolos no tardarán en hacerlo.

Es increíble. Cuanto más intentas dejar el pasado atrás, más te persigue. Ahora sé cómo se siente Mei...

-Kai.

Ay, no... Nya.

La pelinegra acelera el paso para alcanzarme. Es increíble lo idéntica que está a mamá con ése uniforme nuevo a colores turquesa y carmín. Está claro que mi hermana ya no es la misma bebé que cuando se quedó a mi cuidado, ahora se ve más grande, más madura. Tal vez incluso yo me parezca a papá, es difícil saberlo si llevo toda una vida sin verlos...

-¿Y bien? -pregunta Nya, cruzándose de brazos.

-¿Ah... qué?

Mi hermana resopla y deja caer los brazos.

-Ya lo sabes. Me debes una explicación, nos la debes a todos.

-Lo sé, pero...

-¡Hey! ¿De qué están hablando? -pregunta Jay, llegando por detrás de mí... junto con los demás...

-Sí, Kai -gruñe Cole, con una sonrisa-. ¿De qué están hablando?

-De nada -insisto, molesto.

-¿Estás seguro? -pregunta Dareth-. Porque parecía que...

-¡Por favor! -exclamo, perdiendo los estribos-. Chicos, enserio no quiero hablar de éso ahora. Les prometo que les diré, pero no así, no aquí y NO ahora.

-Al menos podrías decirle a Mei -musita Jay, lanzo un gruñido-. Se lo debes, es su hermana, después de todo... -se acerca a la ninja morada y susurra-. Luego nos contarás lo que te dijo, ¿verdad?

-Oigan, es difícil hablar del pasado -insisto-. Mei, ¿Tú me entiendes, no?

-Dí que no para que nos cuente... -murmura el ninja café.

-Sí, yo entiendo -suspira la castaña.

Los chicos me pasan de largo y continúan caminando.

-Eh, Nya... -la llamo.

Su cabello negro corto se mece hacia delante, sobre sus hombros, al darse la vuelta para verme.

-Yo... -me quedo pensando un segundo al ver los ojos azules de mi hermana, y se me ocurre una idea-. Espera, ¿Recuerdas lo que dijo Misako? ¿Sobre el reino distorsión?

-Claro. "Es un sitio extraño y se cree que no cumple con las leyes naturales. El tiempo es inestable y la gravedad es más fuerte o más débil dependiendo de dónde estés. Los que ya no deberían estar, lo están"... No te sorprendas -me dice, al ver mi expresión de asombro-. Tengo buena memoria.

Se detiene en seco. Sus ojos se abren de par en par y me mira fijamente.

-Kai, ¿No estarás pensando que...?

-Si Morro murió, y está allí... cualquier persona fallecida también lo está.

-Igual que... -murmura Nya, sin poder terminar.

-El sensei Garmadon y... nuestros padres.

Lloyd's POV.

Avanzamos por un puente de piedra color arena, del otro lado veo que un monje joven nos espera.

-¡Ninjas, debo decir que me alegra verlos aquí de regreso! -exclama el monje, una vez que llegamos al otro lado -. Es bueno ver que el ninja verde regresó a la normalidad.

-A mí también me alegra -admito, con media sonrisa.

-Espero que la añadición de Rune al equipo les haya sido de utilidad -musita el monje, con un guiño.

¿Éso quiere decir que... gracias a él conocimos a Rune? Nos miramos unos a otros, perplejos.

-¡Espera, espera, espera! -interrumpe Jay-. ¿Quieres decir que gracias a ti Rune está en nuestro equipo?

-Imposible -responde ella por el monje-. Yo soy dueña de mi destino, si estoy con ustedes es porque quise estarlo.

Rune se cruza de brazos y desvía la mirada.

-¿Te molesta sentir que alguien más tiene control sobre tu vida? -pregunta Mei, con una sonrisa-. Descuida, a mí también me da algo de miedo...

-¿Y... qué los trae por aquí?

-Venimos... por el espejo celestial... -digo, en voz baja.

El monje se sobresalta.

-Sé de qué hablan, ¿Los prismas elementales, ah?

-Sí.

-Síganme.

Mei's POV.

El monje nos conduce a través del templo más alto, a la última habitación. ¿Tienen idea de cuantos pisos hay en éste lugar? Ciento quince, ciento quince pisos por subir. Supongo que sobra decir que Zane tuvo que cargar a Dareth en sus hombros a partir del décimo octavo escalón...

Finalmente, llegamos a nuestro destino.

Dos sujetos grandes y fornidos con cascos dorados custodian la puerta. El monje saca una llave de oro y la introduce en la cerradura. La pesada puerta se abre con un chirrido y las bisagras antiguas crujen. Dentro, hay una habitación de tamaño promedio con un hermoso tapete rojo. El cálido aire huele a moho, madera podrida y algo más... Reptiles. Olor a serpientes. En el centro de la estancia debería estar la espada del santuario, pero claro, Lloyd la tiene ahora.

El monje se dirige a una esquina poco iluminada, donde retira la manta de un objeto alto y rectangular. Todos tocemos por el polvo que vuela a nuestro alrededor. Bajo aquella manta está un hermoso espejo de plata con piedras brillantes incrustadas en cada esquina. Es el espejo celestial.

Verlo me produce escalofríos. Y éso es antes de que él cristal se ilumine y parezca una bruma nebulosa de color lechoso.

-Bueno, vamos -dice Lloyd, a punto de dar un paso, cuando el monje lo detiene.

-¡Esperen! Sólo uno puede cruzar. El reino distorsión es algo inestable. Si entran todos las cosas podrían complicarse.

¿Complicarse? Es un reino en donde habitan la mayoría de los villanos que hemos derrotado y que pagarían por hacernos barbacoa, y resulta que es más peligroso ir juntos que solos...

-¿Quién irá? -pregunta Lloyd, mirándonos a todos.

-No sabemos lo que hay adentro, así que debemos ser cuidadosos -dice Zane.

-Sí, pero... -murmura Cole-, ¿Y si el que entra no regresa?

-Bueno, podríamos jugar "piedra, papel o pizza" para decidir -sugiere Jay, con media sonrisa.

-Sí, seguro -Lloyd rueda los ojos-. Porque sabes que voy a perder...

Mis ojos van directamente al espejo. Si Morro está allí... tal vez ésta sea la única oportunidad que tengo para poder controlar mis poderes... Tal vez es cierto lo que dice Zane, que no sabemos contra qué nos enfrentaremos, pero, ¿Éso cuando nos ha detenido?

-Yo iré -digo, con firmeza. Pero... me doy cuenta de que no soy la única en hacerlo.

Nya, Kai, Rune y yo nos miramos entre nosotros, confundidos.

-Wow, no se amontonen -ríe Jay.

-¿Por qué el repentino interés? -nos pregunta Zane.

Muerdo mi labio inferior y miro de reojo al espejo.

«-Porque necesito hacerlo. Necesito ésta oportunidad».

No todos tenemos la opción de enfrentarnos contra lo que nos ha estado estancando. Parece que todo va en una dirección, en quedarme aquí, pero mi intuición me dice que entre al espejo, que me arriesgue.

-Bueno, Morro es... mi tío, quizá el quiera decirme a mí dónde está el prisma del viento -digo. Sé que ésa no es la razón, pero preferiría no tener que decirles la real...

-Yo soy muy intuitiva, es como mi sexto sentido, algo en mí sabrá dónde encontrar a Morro -responde Rune. Su flequillo se mece hacia atrás con un movimiento rápido de la cabeza. Algo me dice que ésa no es su razón, pero no importa, si ella prefiere no decir lo respeto y lo entiendo. Confío en mi amiga.

Lloyd, Cole, Dareth, Jay y Zane miran a los hermanos, a la espera de su respuesta. Nya es lista, sé que jamás nos dirá la verdadera razón, pero se inventará algo igual de creíble. Y he de apostarlo, todos van a creer en ello.

Pero, en cuanto a Kai... es Kai; es impredecible, nunca sabes que hará o qué dirá el ninja del fuego.

-Yo...

-Espera, Nya -la detiene el castaño-. Creemos que nuestros padres podrían estar allí.

La pelinegra se vuelve hacia él con una expresión de frustración en su cara, como diciéndole:

«-No tenías que decirlo. Tenía todo bajo control».

Kai es Kai. Es impulsivo. Lo primero que piensa es lo que hace, ¿Por qué lo sé? Porque... admito que justo ahora estoy haciendo lo mismo.

Los cuatro miramos a Lloyd, porque aquí el tiene la última palabra, él es nuestro líder. Nunca daríamos un paso sin que él lo autorizara... al menos así se supone que sea, aunque... sé de algunos que lo ignorarían por completo. Supongo que saben a quiénes me refiero.

Lloyd abre la boca para responder, pero lo que dice no es nada de lo que yo esperaba que fuera.

-Quédense aquí y protejan el espejo de Cybermad. Iré yo.

-Lloyd, sé que quieres ver a tu padre -dice Nya, en tono comprensivo-. Pero yo ni siquiera conocí a los míos.

-Técnicamente nuestra misión sólo es averiguar dónde está el prisma elemental -nos recuerda Zane.

-Y es lo que haré -insiste Rune, inclinando la cabeza y mirando a Lloyd a los ojos-. ¿Mhm?

-¿Y que hay de mí? Soy rápida, no tardaré nada -aseguro.

-Por eso debes quedarte -me dice Kai, como si le hablara a una bebé, lo que hace que frunza el ceño-. Te necesitan aquí.

-Éso no tiene ningún sentido -mascullo.

Y es por éso que debo ir yo.

-¡Muy bien! -exclama Kai-. Ya basta.

El ninja rojo da un paso, atravesando por completo el espejo celestial, perdiéndose en la bruma color marfil.

-¿Qué? ¿¡Es enserio!? -resopla Nya.

-¡Hey, espera! -intenta detenerla el monje, pero la chica ya ha atravesado por el espejo, y Rune la sigue.

-¡Oigan! ¡Yo soy el líder! -exclama Lloyd-. ¡Tienen que seguir mis ordenes!

Ahora hay uno menos y el pobre monje se está volviendo loco. Sujeta mechones marrones de su cabello, sin dejar de ver con ojos desorbitados al espejo celestial.

Me muerdo el interior de la mejilla y miro a los únicos que no se han ido. El nindroide analiza la situación, Jay y Dareth miran al monje y Cole sólo me mira en silencio.

Tres ya están allá... ¿Qué haría una cuarta?

«-No, Mei. No lo hagas. Prometiste dejar de ser impulsiva».

La antigua Mei habría hecho caso a mi conciencia, pero la de ahora... No, no es un acto impulsivo, es algo que debo hacer, y aún no sé bien el por qué, pero... ¿No es así como empiezan las grandes aventuras? Si quiero dejar de pensar en el pasado es tiempo de dar un salto al presente, por horrible que suene éso... Y éste es mi cambio de página.

Me pregunto qué pensaría la antigua Mei de mí...

Regreso la vista al frente y... atravieso al Reino Distorsión.

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