Uno
1
Si algo odiaba en mi vida, era el hecho de tener que levantarme temprano por la mañana. Por, sobre todo, si era un día sábado. Era de esperar mi berrinche por casi media hora, como solía hacerlo en épocas de colegiatura. Mi madre se encargaba de hacer imposibles cada mañana con su terrible canto alegre, aquel que recorría cada rincón de la casa. Claro que ahora la situación era distinta; había terminado mi colegiatura, no tenía que levantarme temprano todos los días, mi madre ya no estaba allí para cantar.
Ahora, era Julia quien se encargaba de despertarme. Sólo cuando debía salir temprano por la mañana. Tanto como mi madre, ella sabía que desperdiciaría media hora reclamando el porqué de levantarse tan temprano.
Me tapé aún más con las sábanas tras sentir que Julia me las quitaba de encima a la fuerza. Escondí mi rostro en la almohada y me quejé. Era invierno y hacía frio. Entre las suplicas de Julia podía escuchar la lluvia caer suave sobre el techo de nuestra casa. De seguro llovería más fuerte, estaba vaticinado. Nueva York estaba advertido.
—Si llego tarde será tu culpa. —Me dijo Julia, molesta. Dejó de tironear las sabanas y yo no hice más que volver a taparme y disponerme a dormir. —¿Me acompañarás o no?
—¿Es necesario que lo haga?
—Me lo prometiste.
—¿Cuando? —Abrí un ojo. Su anatomía yacía a mi lado, de pie. Sus manos estaban posadas en su cadera, en una posición bastante rígida. Lucía un traje de dos piezas de tonalidad azul oscuro; se veía elegante y bastante guapa. Sus anteojos de marco grueso y el peinado la hacían ver realmente atractiva. —¿Julia, eres tú? ¿Dónde está la muchacha de ropa ancha y descolorida?
—Tonta. —Rodó los ojos. —Es una entrevista de trabajo, ¿acaso nunca has tenido una?
—Hace meses no tengo una. —Me removí entre las sábanas. —Ya ni recuerdo cuando fue la última. —Bostecé.
—Grace, me lo prometiste. —Suspiró y dejó caer ambos brazos a sus costados. —Es importante que vayas conmigo. Me siento mejor y más segura.
Le miré y volví a bostezar. El piso de cerámica logró estremecerme cuando decidí posar uno de mis pies allí. ¡Lo que tengo que hacer por amor! Me dije a mi misma. Avancé hasta el baño y allí me encerré, no sin antes escuchar la advertencia de Julia nuevamente.
—Si llego tarde, será tu culpa.
El autobús nos llevó directo al colegio en el que sería entrevistada mi novia. Al momento de pisar la acera, tomó mi mano y la presionó con cierto temor. Ésta, era exactamente la quinta entrevista que realizaba. Ninguna la recibió por cuestiones de competencia; habían encontrado docentes mejores que Julia, lo cual, no era un argumento que me convencieran del todo. Julia era buena profesora, se dedicaba al curso que debía instruir. Les enseñaba cosas útiles a partir de la práctica. Su metodología era distinta y era ello lo que le molestaba al resto.
Nos detuvimos ante de entrar al recinto. El edificio era enorme, decorado por un patio de gran dimensión, árboles y juegos de entretención para los más pequeños. Un poco más alejado de nosotras, había un campo de futbol y una pista de trote. Igualmente, grande y bien cuidada. Aparentemente el colegio estaba bien equipado para recibir a sus alumnos
Ingresamos al interior gracias al portero que resguardaba la seguridad del recinto escolar. Nos dio un par de indicaciones, habló a través de su walkie talkie y nos dio la autorización para entrar. Pese a lo amable que se había comportado, el sujeto no tuvo escrúpulo alguno para coquetear con Julia. Aun cuando mi mano sujetaba la suya. Y Julia parecía no darse cuenta de ello.
—Julia...
—Dime?
—¿Es normal que hagan entrevistas de trabajo un día sábado por mañana? —Cuestioné. Aún lamentaba haber dejado mi cama tan temprano por la mañana. Julia rio y negó con su cabeza. —¿No te parece raro?
—Bueno, ¿Qué más da si es normal o no? —Se encogió de hombros. —Necesito el trabajo, además, al parecer soy la única. Los días de semana se llena el recinto y tú sabes que detesto esperar en lugares repleto de gente.
Otro sujeto nos recibió y nos hizo pasar a una pequeña recepción donde había asientos disponibles. Tal como lo había dicho Julia, el lugar estaba vacío. Era sólo ella quien había llegado a dar dicha entrevista. Nos sentamos en una de las sillas y esperamos a que el director la recibiera. Mientras tanto, leímos las revistas que nos habían facilitado y que se encontraban en la mesita de centro.
—Si gustan pueden encender el televisor. —Nos dijo una señora esta vez, indicando el aparato sobre una tarima en una esquina de la habitación.
—Gracias. —Le dijo Julia y la señora asintió, pasando un trapo humedo por el piso de cerámica. —¿Qué haremos sin no consigo este trabajo? —Me preguntó. En su voz pude percibir el temor que la incertidumbre le causaba. Había pasado meses buscando un colegio que aceptara su currículum mientras trabajaba como garzona a unas cuadras de nuestro hogar. Estaba aburrida de caminar con una bandeja en sus manos todos los días, y era lógico. No era la profesión que ella se había esmerado en obtener.
—No lo sé. —Me encogí de hombros. —Esperar a que otra oportunidad se presente.
—¿Esperar? —Frunció el ceño. Volví a encoger mis hombros y Julia bufó, molesta. —¿Sabes? No basta con esperar la solución, Grace. Tienes que buscarla. —Espetó. —Si no consigo el empleo tendrás que buscar algo mejor que esa pocilga a la cual le llamas trabajo. —Gruñó por lo bajo. La mujer que limpiaba nos dio una mirada fugaz mientras limpiaba uno de los mesones con un trapo seco. Toqué las manos de la muchacha para calmarla, pero sus nervios me impedían sosegarla.
—Estaremos igual que hace dos meses atrás, cuando debíamos tomar sopa y comer un pedazo de pan todos los días. —Volvió a gruñir. —¿Acaso quieres eso?
—No, claro que no.
—Entonces pon de tu parte, Grace.
—Cariño, no tengo un título como el tuyo. A mí se me hace difícil encontrar trabajos que paguen bien. —Julia chasqueó su lengua, cada vez más cabreada. —Oye, no te enojes. —Murmuré. — Estropearás tu entrevista.
—Sólo piensa en lo que te he dicho, ¿sí? —Suspiró. —Y perdón, no me quería alterar.
—Lo sé. —Tomé su mano y la acaricié suave. Julia lanzó otro suspiro colmado de cansancio, apoyando su cabeza contra mi hombro. — Prometo buscar algo mejor si no te asignan el empleo.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo. —Julia se enderezó, buscando mi mirada para escudriñar y obtener la verdad de mis palabras. Sonrió, al fin y al cabo. Miró hacia todos lados y dio un beso casto y rápido sobre mis labios. —¡Julia! —Le miré cohibida, mirado hacia todos lados. La mujer que limpiaba se había ido.
—Te amo, tontita. —Rio dulce. Volvió a acomodar su cabeza sobre mi hombro, esperando a que el director se dignara a salir y llamar su nombre.
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No desesperen, Sebb aparecerá muy pronto :)
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