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Dos

2


El sollozo de mi madre y el rostro iracundo de mi padre era algo que no iba a olvidar nunca en mi vida. Ambos sentados en el sofá, observándome a mí y a Julia de la mano. Era el acto más valiente que había hecho en toda mi vida y, esperaba que mis progenitores fuesen capaces de aceptar mi condición sin importar lo que nuestros familiares y la sociedad comentaran.

No fue así. Al menos por parte de mi padre.

Mi mamá comenzó a llorar en cuanto percató mi mensaje. No necesité utilizar palabras, sino más bien tomar la mano de mi novia, armarme de valor e ir donde mis progenitores. Mi padre permaneció unos minutos observándonos, de pie a cabeza, una y otra vez. Yo, nunca solté la mano de Julia.

—Grace Adams. —Me dijo mi padre. Su voz sonaba más ronca y severa de lo normal. —Espero que esto sea una broma.

Miré a Julia. Ella me pedía que me detuviese, que mintiera diciendo que era una broma. Teníamos la capacidad de hablar con nuestras miradas, lo cual siempre me pareció especial. Sabía que Julia era la persona con la que quería compartir el resto de mi vida. Y no me importaba la opinión de los demás. La amaba.

—¡Grace...! —Mi padre elevó la voz hasta el punto de hacer brincar a Julia. La muchacha lo miró temerosa, presionando mi mano con fuerzas. —¡Habla de una maldita vez antes de que te obligue a hacerlo!

—Deberías salir de aquí y esperarme fuera. —Julia negó ante lo que le pedía. Le sonreí y le aseguré que todo iba a salir bien. Le costó soltar mi mano. Pero se decidió una vez sintió a mi padre gritarme nuevamente. Sabía lo que se avecinaba y no quería que Julia fuese testigo de ello.

Nos miramos los tres una vez Julia había abandonado el hogar que la recibió con los brazos abiertos. Mis padre y madre le querían, decían que era mi hermana postiza. Ellos la amaban como si fuese su hija. Claramente, todo cambió desde ese momento. Por un momento me arrepentí de haber llegado a casa con Julia de la mano. Más simple hubiese sido tomar mis cosas y escapar con ella, lo más lejos posible. Pero mis padres no me habían educado así; ellos siempre me decían que ante cualquier cosa debía ser valiente y enfrentar el problema. Ellos, supuestamente me apoyarían.

Estaba claro que no lo harían.

—Estoy esperando una explicación, Grace. —Dijo mi padre. —Una muy lógica.

—La quiero. Esa es la explicación, papá. —Le dije. Mi progenitor soltó una carcajada socarrona que logró resonar en toda la habitación. Mi madre seguía sollozando. —¿Acaso tiene que haber otra explicación lógica para lo que siento?

—Tienes solo diecisiete años, Grace. —Volvió a reír. —¿Qué vas a saber tú de amor? Estás recién formándote, encontrando tu identidad. Más adelante sabrás que a ti, te atraen los hombres.

—¡Claro que no! —Grité furiosa. —¡Amo a Julia, la amo con todo mi corazón! Tú no sabes nada de amor, papá. —Le recriminé. —Crees que dándole a mi madre lo que ella quiere es amor, cuando en realidad, eso es solo un elemento banal. ¿Sabes acaso cuándo es su cumpleaños? ¿Cuándo están de aniversario? —Interrogué con una ceja alzada. —¿Le has dicho lo hermosa que se ve hoy?

—Estas cambiando el tema, Grace. —Gruñó. —Esto no tiene nada que ver con la aberración que estás cometiendo.

—¡Si no quieres cambiar el tema es porque sabes que digo la verdad! —Arremetí furibunda. —¡No lo sabes!

—¡Grace! —Golpeó la mesa a su lado con la palma de su mano con tanta fuerza, que creí había roto la madera. Los ojos de mi padre estaban inyectados en sangre y rabia. Mi madre, quien no había dejado de sollozar ni tampoco dicho palabra alguna, se levantó de su asiento, siguiendo los pasos de su esposo. Le tomó el brazo y lo jaló a su lado. Más mi padre quitó su mano y la empujó hacia atrás.

—¿Me golpearás por tener gustos distintos? —Alcé una ceja, casi burlesca. Mi padre no respondió. Detuvo su andar y analizó lo que iba a hacer. —Sí, eso es lo que hacen, ¿no? golpear para reparar las cosas. Así lo haces con el televisor cuando no funciona como debe ser, o con el control remoto. —Mi sangre hervía por dentro; tenía rabia, pero también temía por su segundo movimiento. Su postura corporal era hostil y estaba listo para atacar. —Es lo que quieres hacer conmigo, ¿no?

—¡Basta, Grace! —Chilló ahora mi madre. —Tú padre lo único que quieres es hacerte entender que ese amor por Julia no es verdad. ¡Son niñas!

—¿Y? ¿no podemos sentir cariño mutuo? —Inquirí. —¿Acaso no puedo amarla como tú amas a mi padre?

Mi madre silenció. Miró a mi padre, como pidiendo que él fuese ahora el que debía contestar mis preguntas. Solté una risita y los miré a ambos, desafiantes. Mi padre se acercó a mí y en aquel momento deseé haber optado ejecutar el primer plan que tenía; huir con Julia y no aparecer más.

El sonido de su mano en mi mejilla resonó tanto en mi mente como en la casa, seguido de un dolor agudo que recorrió toda mi fisonomía derecha. Estaba segura que dejaría su gran mano marcada en mi rostro; mi padre tenía manos gruesas y duras. Muchas veces vi como rompía los objetos que tomaba entre ellas. La rabia le daba ese impulso, y esta vez, la rabia también le dio la fortaleza para golpearme y dañar mi cara.

Le volví a mirar, pese al miedo que comenzó a incrementarse en mi cuerpo. Lo último que hice fue esbozar una sonrisa débil e irme de casa. Los llantos de mi madre dieron origen a los gritos de mi padre pidiéndole que dejase de hacerlo. Lo escuché en cuanto salí de casa y cerré la puerta.

—Nos vamos, Julia. —Le dije a la muchacha. Ésta me miró asustada. —No tenemos nada que hacer aquí.

—Te dije que era una mala idea. —Lloriqueó. —¿Dónde nos iremos? Mis padres tampoco nos aceptaron.

—Tengo una tía que estoy segura lo hará. —Sonreí esperanzada. Tomé la mano de Julia y ambas, nos alejamos de todo con la esperanza de comenzar nuestras vidas desde cero. 

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