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Catorce

14


Las personas se acumulaban cada vez más por cada minuto que pasaba. Apenas eran las una de la mañana y el local se veía mucho más repleto que días anteriores. Era mi día libre, el que me daban una vez cada cuatro semanas trabajando. Las únicas veces en las que podía salir a festejar con mis colegas que compartían la misma suerte que yo.

Entre ellos Rachel y Jasper. Las dos personas en las que más confiaba me hacían compañía en una de las mesas puestas para compartir mientras degustábamos la cerveza artesanal que el mismo local nos invitó.

Era el día de la cerveza, y no me extrañaba la cantidad de personas invadir el local tras enterarse que las cervezas tendrían un costo menos a lo habitual. Nosotros quisimos ser partícipe de aquella fiesta, lo teníamos programado desde hace meses tras.

Tomé un sorbo de mi cerveza y reí ante el chiste que Jasper se habían esmerado en contarnos, con efectos especiales en su voz, simulando la voz de un oso, quien se había caído de un columpio. El chiste en sí, no me causó risa, pero era su voz y la simpatía del muchacho la que me hizo reír. Jasper era alegre, y un muy buen muchacho. Atractivo para las féminas. Contaba con un cabello rubio, ojos azules y un porte que le beneficiaba enormemente. Se sentía cómodo al lado de nosotras pues, éramos las únicas que no tratábamos de involucrarnos sentimentalmente con él.

—Q-quiero hacer un brindis. —Anunció Jasper. Su lengua se trababa en su boca. Rio un par de veces, divertido. —Un brindis por ustedes.

—Me halagas, Jasper. —Rio Rachel. —¿Y por qué sería el brindis?

—Porque son las mejores. —Suspiró. —Son únicas. Lamento que sean lesbianas, están bastante buenas las dos.

Tanto Rachel como yo carcajeamos ante su comentario. Me sorprendió que Jasper confesara aquello. Él jamás se nos había insinuado de ninguna forma.

—Bueno, hagamos un brindis. —Alentó Rachel. —Pero nada de sexo, Jasper. Te lo advierto.

—Nada de sexo. —Rio el rubio. —Lamento haberles dicho esto. Ahora me siento muy incómodo. —Tapó su rostro con su mano libre, avergonzado. —Seguramente dejaran de ser mis amigas.

—Seguramente mañana no recordarás nada, así que, da igual lo que hayas dicho. —Me encogí de hombros. —¡Salud! —Y los tres chocamos nuestros vasos y bebimos de ellos.

Bailamos en cuanto los temas de conversación se acabaron. La pista era un infierno entre tanto cuerpo en movimiento. Sudaban en demasía, y apestaban de la misma forma. Pero estábamos muy ebrios para alejarnos de allí. Bailamos sin quejarnos, saltábamos al compás de la música electro y le pedíamos al DJ canciones específicas al unísono con los demás.

—Iré al baño. —Le grité a Rachel para que me escuchara.

—¿Te acompaño? —Me preguntó.

—No. Cuida a Jasper. —Rachel asintió, tomando al rubio del brazo para que no se fuese de su lado. —Vuelvo enseguida.

Salir de en medio se me hizo difícil. Cada vez que caminaba, los cuerpos me arrinconaban y hundían entre el sinfín de personas bailando. Empujé y golpeé si era necesario. El calor me sofocaba y la luz cambiante me mareaba en conjunto con el alcohol ingerido. Llegué al baño apenas, con la cerveza en mi garganta, apunto de devolverla. Mojé mi rostro y me miré al espejo. Vi a Julia tras de mí, observándome con tristeza. Volví a mojarme el rostro y suspiré con los ojos cerrados, pidiendo que su reflejo se fuese de mi mente.

—¿Julia? —Volteé en cuanto volví a abrir los ojos, observando su cuerpo de pie en la misma posición. La muchacha sonrió apenas, se acercó temerosa a mí. —T-tanto tiempo.

—Seis meses. —Murmuró. —Parecen años.

—Si. —Asentí de acuerdo. La cerveza se atascó en mi garganta. —¿Vienes sola?

—No. Con un amigo.

—Ah. —Tosí incomoda. —Tengo que volver. Me alegro que estés bien. —Le sonreí. Julia tomó mi brazo antes de que lograra salir del baño.

—¿Quién te dijo que yo estaba bien? —Frunció el ceño. —Seis meses, Grace. ¿Tú crees que en seis meses voy a estar bien después de tu ida? —Su agarre presionó mi brazo, demostrándome lo molesta que estaba. Más sus ojos me demostraban otras cosas. La tristeza inmersa en su alma. —No tenías por qué irte sin decir nada...

—Les dejé una carta. En ella dije todo.

—No es lo mismo, Grace. —Replicó. —Hubiese sido diferente con palabras. Tu tía sufrió, no sabes cuánto.

—Julia, no quiero hablar del tema, ¿sí? —Alejé su brazo del mío. Julia comenzó a llorar.

—Te necesito, Grace. —Sollozó. —Te amo. Sé que cometí un error. Nunca debí acostarme con Robert. Pero te puedo asegurar que no me gustó. Eso, te lo puedo asegurar, Grace. Estuviste en mi mente todo ese tiempo.

—¡Bah! —Chasqué la lengua, cabreada. —¿Esperas que te crea eso?

—¡Debes hacerlo! Robert no es nada. No siento nada por él más que lástima. Fue él quien se enamoró de mí, al fin y al cabo. —Murmuró lo último, incómoda. —Tuve que irme de casa cuando volvió e intento tener sexo conmigo nuevamente. Tu tía me echó. —Murmuró cabizbaja. Mi estómago se apretó, amenazando con devolver todo lo ingerido. —Supuse que estarías aquí. Pensé que podríamos retomar nuestra relación...

Solté el pómulo de la puerta y me dirigí a ella. Ésta, alzó su mirada, dirigiendo sus ojos a los míos. Una sensación extraña se alojó en mi anatomía. Remordimiento, tristeza y culpa. Ella, después de todo no se merecía nada, absolutamente nada lo que estaba pasando. Pero algo en mi interior, el orgullo, me impidió perdonarla y comenzar una relación con ella. Estaba Rachel en mi mente, y Robert también. La traición y mi actual novia me impedían tomar una decisión correcta.

—Dame tiempo, Julia. —Suspiré. —Dame tiempo para poder pensar en lo que haré.

Julia asintió. Logró esbozar una sonrisa débil. Depositó un beso en mi mejilla y salió del baño.

Sujeté mi cabello en una coleta y me dirigí hasta donde estaban mis amigos. Divisé a Rachel a lo lejos, sentada en una silla junto a Jasper, quien parecía llorar en sus hombros. Reí ante la imagen y en el dolor de cabeza que tendría el joven al otro día. Me encaminé hacia ellos.

Un sujeto de cuerpo ancho detuvo mi andar interponiéndose en medio de mi camino. Le miré extrañada. Decidí rodearlo para poder salir de allí, pero éste, tomó mi brazo y me jaló a su lado.

—Qué te pasa, estúpido. —Le gruñí, apunto de golpearle.

—No te resistas si no quieres salir lastimada. —Me susurró al odio. Arrugué la nariz; su olor a tabaco, alcohol y sudor me revolvió el estómago.

—Puedo gritar. —Le advertí. El sujeto tomó mi cintura y presionó con fuerzas. —Piensa bien en lo que harás. Puedo gritar. —Le volví a advertir.

—Has lo que quieras. —Rio. —Aquí todos están ebrios.

Abrí la boca para poder gritar, pero el sujeto, ebrio y rápido tapó mi boca y me introdujo al interior del baño de hombres. No había nadie, para mi mala suerte. Me empujó hacia un cubículo y allí nos encerró. Grité a mas no poder, pero tal como él dijo, nadie escuchaba nada.

Forcejé contra él, le traté de golpear en vano. Sus manos sujetaban mis muñecas a la perfección. Pese a que estaba ebrio, él, tenía buenos reflejos cada vez que mis puños amenazaban con aterrizar en su rostro. Decidió golpearme, aturdiéndome de inmediato. Mi cuerpo cayó sentado sobre el retrete, golpeando mi espalda contra éste.

—Piensa bien tu siguiente movimiento. —Me advirtió nuevamente, susurrando en mi oído. Volví a arrugar mi nariz, asqueada. Tomó el borde de mi pantalón y lo bajó con brusquedad. Mis manos topes buscaban sujetar sus manos y evitar que siguiera bajando. Lloriqueé desesperada, pidiéndole que se detuviera. Mis palabras no fueron más que incentivos para el sujeto lascivo, quien no dejaba de besar mi cuello con desesperación.

Entre mi aturdimiento una voz resonó, tensando al sujeto. Me hizo una seña para que me quedara callada.

—Marty, ¿estás aquí? —Preguntaron. Se sentía los pasos caminar por el baño, volviendo a llamar al tal Marty. Por la mirada del sujeto inferí que él era el aludido. —Marty, te estamos esperando. John se irá si no apareces.

—¡Dios! —Bramó Marty. Sujetó mi rostro y tapó la boca. —Dile a John que deje de ser tan llorón y me deje tranquilo. ¡Siempre interrumpiéndome!

—Vale, el llamado de la selva. —Dijo el sujeto del otro lado. —Le digo que nos espere.

—¡Dile que se vaya! —Gruñó. Su mano presionó mi cintura. Volteó su rostro cuando sintió que su amigo se acercaba a la puerta donde nos encontrábamos. Alcé mi pie sin que él se diese cuenta y golpeé el área sensible. El hombre soltó un grito gutural; sus manos se dirigieron a su entrepierna, gritando improperios al aire, furioso. Salté sobre su cuerpo y abrí la puerta con desesperación. Un sujeto observaba atónico cuando salí de allí.

Corrí entre la gente lo más rápido posible, perdiéndome entre ellas. No me importó Rachel, ni tampoco Jasper. La única persona que recordé y a la que quería en ese momento era a Julia.

La amaba, y la quería a mi lado. Y la única forma de haber conseguido esa epifanía, era haber tenido una experiencia traumática, donde un sujeto casi abusa de mí dentro del propio local en el que trabajo. 

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