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8 Día de lluvia

La distancia entre ellas se ha mantenido, y Miranda desde ahora la trata de usted, toma el café en su escritorio, y cuándo Nina le dejó un vaso de frapuccino que le gusta, se lo encontró de vuelta en su oficina al entrar.

   El tercer encuentro se llevó a cabo y como le dió su palabra, le habló a su círculo de la empresa de Nina, por ende comenzaron a llegar más proyectos. Ella y la joven arquitecta llevan algo de 2 semanas en este baile de la distancia, que propuso Nina.

   Hoy es la última en salir a casa o eso cree, saca el auto y ve parada bajo un techo que apenas la cubre a Miranda casi tiritando.

   «No es mi asunto ¿Qué hace aquí si hace más de media hora que ha salido?»

   Sin poder contenerse pega la vuelta, se para frente a ella y baja la ventanilla.

   —Te llevo.

   —Me vienen a buscar —dice sin mirarla «debe seguir enojada conmigo sí, que es resentida».

   —Miranda, estás enferma. Sube, puedes esperar al menos arriba del auto, estás tiritando.

   —Estoy bien, gracias.

   «De verdad ni siquiera sé porque me molesté, era obvió que iba a negarse. Es tan orgullosa»

   —Bien.

   Hace marcha atrás y estaciona, la ve tiritar y llamar por teléfono, debe llevar como unos 40 min ahí parada, tiene los pies completamente mojados y no ha parado de toser, su bufanda no le abriga tanto. Pero si quiere sufrir en vez de aceptar subirse al auto, no tiene problema en esperarla hasta que decida que es suficiente.

   —Llevas una hora parada —se baja y se coloca frente a ella— ¿No te parece que es tiempo suficiente para que alguien haya venido a buscarte?

   Ella la mira enojada con el ceño fruncido, si supiera que lo que menos hace es intimidarla, es cómo que un osito cariñosito mire mal a un león, mínimo le darían ganas de darle un abrazo antes de zamparselo, eso mismo le provoca. El auto estacionado frente a ellas se marcha y un imbécil viene haciendo surf a toda velocidad, se coloca frente a ella abrazándola para que no la moje y se lleva la peor parte.

   —Sube al auto, ahora.

   Se aleja y se sube callada, se sube sacándose la chaqueta que tira en el asiento de atrás, arranca el auto y prende la calefacción, ella tiembla, la mira y ve su bolso del gimnasio atrás, lo toma.

   —Creo que calzamos igual ponte estás —le da unas medias y zapatillas— están limpias —la toma y se las coloca— ¿Te importa si me cambió la camisa por la camiseta?

   —No.

   Se desprende los botones uno a uno y aunque se hace la tonta, ella se fija en su jefa, toma la camiseta del gimnasio y se la coloca, le da su sobretodo y se lo coloca en las piernas. Saca el auto de dónde está aparcado la mira pálida aún tiritando, tiene el impulso de acariciar su mejilla, pero se frena y disimula colocando su mano atrás del asiento para sacar el auto.

   —Sino han venido a buscarte en una hora, no lo harán ahora.

   —¿Por qué te comportas amable?

   —Porque no estamos trabajando y una cosa es lo que soy cómo tu jefa y otra es la persona que soy afuera de la empresa. Estás enferma, Miranda ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Seguir de largo e irme a mi casa?

   —Podrías, ni siquiera me soportas o me diriges la palabra últimamente.

   —No es porque no te soporte —todo lo contrario— ¿Acaso tu novio no se ha dado cuenta que caía un diluvio y lo estarías esperando? —intenta cambiar de tema.

   —¿Y a ti que te importa?

   —Me importa, porque si yo supiera que mi novia está saliendo de trabajar con esta lluvia y espera que la busque, yo vendría antes para que apenas ella salga no se moje, más sabiendo que está enferma.

   —Pero no soy tu novia.

   —Y no por eso debes valorar el mínimo esfuerzo, mereces más que alguien que se olvide de irte a buscar a la salida del trabajo o no le importe —se queda callada y le pide frenar más adelante y a punto de sacarse las zapatillas y el sobre todo la detiene— Llévalos el jueves —levanta una ceja—
Tu rebeldía de no querer subirte al auto y haberte mojado tanto, va a traer consecuencias, mañana te vas a sentir mal, no te podrás el cuerpo.

   —Me van a descontar el día.

   —Yo voy a manejar eso —paso por encima de ella y le abro la puerta—. Que descanses —ella suspira y se baja.

   —Gracias, jefa.

   Cierra la puerta y se mete rápido a su edificio, suspira también porque cada vez se le hace más difícil mantenerse lejos de ella, pero evidentemente no está preparada para querer a alguien. Le hizo demasiado daño a Griselda.

   Entra al departamento y está todo apagado, llama a su novio y no oye algún ruido, quizás salió a buscarla. Le llama y ve el teléfono vibrando en silencio en la mesita del living y a él dormir boca abajo.

   —Paul —«¿En serio se quedó dormido?»— ¡PAUL! —se sobresalta.

   —Amor ya llegaste —se despereza— ¿Me hacés algo de comer? muero de hambre _inhala profundamente «¿Siempre fue tan imbécil?⟩

   —Tenías que buscarme, Paul. Te espere por una hora mojándome —se saca la ropa mojada metiéndola al lavarropa, mientras tose—. Sabías que estoy enferma y te has quedado durmiendo.

   —Bueno, amor, perdón, caramelito —me abraza con su cuerpo caliente por la espalda—. Me quedé dormido.

   —Vas con el teléfono hasta a cagar al baño y justo hoy que el cielo se cae, lo colocas en silencio para dormir —me paso una mano por el rostro—. Me voy a bañar —abro la heladera en ropa interior con las zapatillas que me prestó ella— ¿Tampoco me compraste los medicamentos que te pedí?

   —Sabía que algo me olvidaba. Perdón, caramelito —se pone a mandar mensajes—. Ve a bañarte así me cocinas algo.

   Indignada apretando los dientes, me visto rápidamente con ropa seca, tomo las lleves del auto y me coloco las botas para la lluvía. Él me mira y tiene el valor de hablar antes de que salga.

   —¿Compras algo para comer de pasada? Tengo hambre.

   —¡¿Y SI MEJOR PRUEBAS CON SER UN PUTO ADULTO FUNCIONAL Y COCINARTE ALGO POR TI MISMO!? —. «Cabrón». Cierra de un portazo y baja.

   Al llegar a la planta baja, le entra una llamada de Nina mientras va saliendo camino al auto, antes de atender tocan bocina y ve que es ella, aparcada en su auto dónde la dejó. Se acerca y ella baja la ventanilla para pasarle una bolsa.

   —Te traje esto, supuse que te vendría bien y esto también —le da dos bolsas de papel, una con algo caliente adentro— Quizás no tendrías tiempo y ganas de cocinar y no puedes estar con el estómago vacío.

   —¿Gracias?

   —Te veo el jueves trata de descansar.

   —Claro.

   Se aparta y ella se marcha, se queda viendo cómo se aleja en su auto y la tos la devuelve a la realidad, está enferma. No tiene ganas de ver al imbécil de su novio y menos que menos compartir la comida caliente con él. Abre el auto y se sienta atrás a para comer lo que le dejó Nina.

   «¿Y este gesto que se supone que significa? Acaso como no está dentro de la empresa es otra persona. Le estoy dando demasiadas vueltas al asunto»

   Termina de comer, se limpia la ropa tomándose un momento y sube con la bolsa de medicamentos. Al entrar al apartamento ve una cortina de humo y a su novio intentando apagar la cocina, incendiando un reparador.

   —Intente hacer algo de comer.

   «Fideos pegoteados, con salsa ahumada de tomate, quemada ¿Cómo puede ser que siendo un adulto no sepa cocinar lo básico? La salsa estaba lista, solo tenía que calentarla y no arruinar los fideos».

   —Me voy a acostar —le dice tosiendo mientras abre una ventana, se toma una pastilla y deja la bolsa con medicamentos en la heladera—. No me despiertes.

   Ella entra y cierra de un portazo, se saca la ropa con olor a humo, se baña y se acuesta, tiene dos días de descanso. Su novio entra despacio y se acerca a ella abrazándola por la espalda.

   —¿Sigues molesta?

   —Paul, quiero dormir, no me siento bien. Mi jefa me dió dos días libres y quiero descansar.

   —¿Ósea que vas a estar todo el día aquí el miércoles? Porque es noche de póker con los chicos y nos toca aquí.

   Voltea a verlo, levantando una ceja. Se levanta calzandose de nuevo las zapatillas de Nina, se coloca el sobre todo de ella y sale tomando las llaves del auto.

   —¿Amor a dónde vas? —ella no responde— Miranda.

   —Estaré en mi abuelo, te veo el viernes.

   Él sale en pantalón descalzo y sin remera al pasillo, sus vecinas chismosas y babosas de su novio, lo miran a él semi desnudo mientras ella se marcha enojada, con el teléfono que suena de llamadas y mensajes.

—Amor vuelve.
Miranda por favor, no sé ni cómo poner el lavarropa.
¿Vendrás a comer? Se me quema la comida. No creo que me quieras dejar morir de hambre.
Te llevaste el auto y sigue lloviendo ¿Al menos puedo buscarlo para irme a trabajar?

El auto es mío—

—Bueno al menos lees los mensajes. Los chicos querían probar tus pizzas caseras.

   Lo bloquea para no terminar aún más enojada, todo es él y sus necesidades. Llega a la casa de su abuelo, y él la recibe con un café mientras lee un libro sobre arte y conversa con una rubia.

   —Oh, hola Nono, no sabía que tenías visitas.

   —De hecho ya me voy, tengo que ir a buscar a mi novia.

   —Miranda, ella es pareja de Griselda —gira a ver a la mujer—. Giovanna ella es mi nieta Miranda, Griselda le hizo el favor de meterla a trabajar en una constructora.

   —¿Con Nina? —su expresión no demuestra que le guste mucho la pelirroja. La joven asiente— Bueno espero que te esté yendo muy bien. Si me disculpan se hace tarde y no quiero que ella se moje con esta lluvia, prefiero esperarla a que me espere —toma su cartera—. Miranda ha sido un gusto —le estrecha la mano—, Nono nos vemos en estos días.

   —¿Encantadora verdad?

   —Sí, muy encantadora —«Nina es más encantadora».

   —¿Quieres tomar un café? No te esperaba.

  —En realidad ¿Puedo quedarme unos días? Me pelee con Paul y si voy a mi madre, tu hija me va a taladrar el cerebro.

   —Bueno no es novedad que ni a tu madre, ni a casi nadie nos agrada tu novio. Pero dime ¿hizo algo que tenga que saber?

   —En realidad, es un idiota —él hombre mayor se sorprende, porque su nieta jamás ha dejado que nadie hable mal de Paul—. No lo sé quizás estoy viendo cosas que siempre han estado ahí e ignoraba.

   —Bueno quién sea que te esté sacando el velo de lo ojos, se lo agradezco —ella levanta una ceja—. Sé cuándo es por alguien o por algo, recuerda que el diablo sabe más por viejo, que por diablo. Ahora —la toma del brazo— vamos a tomar un cafecito.

   Su nieta mira a su abuelo, un hombre independiente y autónomo, que a pesar de tener la enfermedad en las articulaciones se las apaña bastante bien y solo tiene a una persona que le limpia, por lo demás se hace de comer solo, se baña solo y se mueve por la casa solo, dejó de manejar hace tiempo y alguien siempre lo lleva al súper, a pesar de que le dicen que le llevan las cosas si les hace una lista, pero él se niega.

   —¿Qué pasa que me ves así? —le pregunta a su nieta.

   —¿Cómo es que te enamoraste de la abuela? ¿Por qué nunca quisiste volver a estar con alguien?

   —Bueno esa es una larga historia.

   —Tengo tiempo.

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