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5 Tengo que...

Nina llega a su casa y tira su cartera con rabia sobre la mesa, sube a su habitación luego de haber cerrado de un portazo y se mete a bañar, está enojada.

   —Tengo que alejarme de ella —golpea la pared—. Desde ahora pondré distancia, no me quedaré hasta tarde, trataré de compartir lo menos posible.

   Para Nina desde lo de Griselda, y analizando cada una de sus acciones, más el daño que había causado, determinó que ella no es una persona viable para estar cerca de alguien como pareja, no si hace tanto daño como hizo y definitivamente no quiere lastimar a Miranda también. Luego de bañarse agenda un turno lo antes posible con su psicólogo, necesita ponerse un freno, hablar lo que le pasa, por eso en cuánto Griselda la dejó comenzó a ir al psicólogo y descubrió muchas cosas más debajo del apego ansioso y de su forma de actuar desmedida para con su ex.

   Una fuerte herida de abandono, yacía latente bajo la máscara de ese "amor" asfixiante y carenciado de afecto recíproco.

   —Buenos días —saluda a todos paseando a hacerse un café y con una sonrisa ella la espera en la cocina con su taza llena—. Buen día, estoy con el mail que me mandaste, te respondo en breve.

   Toma la taza seria y no se queda unos minutos cómo hace siempre para intercambiar unas palabras, la expresión de Miranda va cambiando a confusión, no entiende si hizo algo mal o ella simplemente está de mal humor. Cerca de las 2 de la tarde llega un pedido para Nina que suben a su oficina, ella abre la puerta, lo toma y vuelve a cerrar, se compró una cafetera con cápsulas para no ir a la cocina, ahora prácticamente tiene un micro departamento allí ¿Antes no salía ni a comer y ahora no va a salir ni a tomarse un café o estirar las piernas?

   —¿Está de mal humor?

   —¿Nina? En realidad siempre ha sido así, es más me sorprendió que se bajara siquiera a festejar mi cumpleaños en el bar. Ella es distante y seria.

  «No conmigo, siempre me sonríe de vuelta y hablamos brevemente, mientras compartíamos un café y ahora se compró una cafetera para no ir a la cocina».

   —Oh, bueno.

   La semana pasa y Nina sigue igual, de pronto la trata cómo al resto, se va temprano, una media hora antes y llega temprano para meterse a la oficina. Una vez la joven entro a la misma hora que ella para hablar de su cambió repentino de humor, ella la saludó, y en cuánto clavó su mirada en ella a Miranda se le olvidó que iba a decirle.

   —Si entras antes a trabajar te vas antes, no quiero que te conviertas en una adicta al trabajo, es difícil salir de eso —la joven la mira, ella le abre la puerta—. Miranda pasa que hace frío —toma su mano y la trae hacía adentro.

   La de ojos oscuros sigue medio embelesada viendo a la pelirroja.

   «¿Hoy se puso labial? ¿Por qué a quién verá?»

   —Me tengo que ir a una reunión —se acerca y le dice a Audry— cualquier cosa me llamas. Ah —frena y voltea— entró temprano tu retoñito —la señala— asegúrate que salga una hora antes, es malo que sea tan adicta al trabajo.

   Se marcha y Miranda la mira con el ceño fruncido. Audry se sienta a su lado para ver algunos planos y licitaciónes que tienen que terminar para presentar. Nina jamás la ha tratado de manera tan distante cómo ahora.

   —Iré a ver la obra de Blas Parera —dice Miranda— ¿Necesitas que pase por alguna otra?

   —Mmm te confirmo en un rato, tal vez la de Southend west ¿Está todo bien? Parece que... no sé tal vez es mi impresión pero cómo que algo te molesta.

    —No es tu impresión, algo me molesta. Pero en cuánto el algo llegue a la oficina y pueda hablar con ella, lo voy a aclarar.

   Audry se queda sorprendida, más no agrega ni pregunta nada. Miranda sale de mal humor a la obra, se demoró más en llegar que en el lugar mismo. De vuelta decide parar por un café, sabe que es horario laboral, pero necesita con urgencia un café un poco más decente que el de la oficina. Entra al lugar y ahí está ella y sonriéndole a su reunión, una mujer pelinegra de la que solo puede ver su espalda. Pero también ve que le toca la pulsera en la mano mientras se ríe, ella aparta de a poco la mano tomando su café y se echa hacía atrás en la silla inténtando poner distancia entre ellas, su gesto corporal es claro.

   Miranda la mira fijo, desde la cola. Es su jefa y está haciendo una parada fuera de su ruta laboral, debería irse, pero no lo hace, se queda ahí plantada molesta, e indignada.

   «¿Está mujer era su reunión de trabajo? —suspira— Que me importa  a mí, si ella es mi jefa. Carajo mi jefa, debería haberme ido».

   —Miranda —la llaman para darle su pedido y Nina al escuchar su nombre voltea a verla—, que lo disfrute.

   —¿Haciendo una parada? —se aparece a su lado.

   —Lo necesitaba.

   —¿Te desvías siempre de tu ruta de trabajo?

   —¿Tus reuniones de trabajo son siempre así? —mira a la mujer sentada en la mesa, que no ha volteado a verlas.
  
    —Soy tu jefa, Miranda, estás en horario laboral y no precisamente trabajando.

   —¿Cuál es el problema si siempre me quedo de más?

   —Quizás porque haces paradas innecesarias —ambas se miran desafiantes.

   —Es la primera vez que paro a comprar un café, necesitaba algo diferente al café de la oficina. Pero descuida es la última.

   Se aparta y así cómo tiene el pedido en su mano, tira uno de los vasos en el tacho sin haber tocado el vaso. Se acercan a ella con el otro vaso y una bolsa de papel.

   —Era para ti —se lo entrega a la pelirroja—, no sé que te pasa conmigo, que ya casi ni me miras —sus ojos se llenan de lágrimas y ni ella sabe porqué su distancia le duele tanto—.Una ofrenda de paz y una disculpa, por si hice algo que te molestara. Me voy a la oficina y disculpe esto no volverá a ocurrir.

   Nina quiere tomarla, quiere ir tras ella, pero no puede necesita cerrar el trato con la mujer sentada en esa mesa y si se va tras ella, perderán un trato jugoso y las puertas hacia nuevos clientes.

   —Entonces dime, Nina ¿Cuándo volveré a verte?

   —Cuándo quieras firmar ese contrato.

   —No sé, sabes que mi esposo es algo difícil de convencer —hace un puchero y acaricia su mano—. Quizás podría sugerirle que elijamos tu constructora para el proyecto, si me aceptas una cena —la pelirroja sonríe a punto de negarse—. Te prometo que solo será una cena.

   —Dime la verdad ¿Quierés que me acueste contigo? Porque no veo la necesidad de alargar esto mucho más para que luego me sugieras de manera sutil, que tengamos sexo.

   Da un trago al café que le dejó Miranda, y cierra los ojos, es perfecto. Se lo termina con culpa, ni siquiera ve lo que hay en la bolsa, no quiere compartirlo con esta mujer.

   —Quería que nos conociéramos un poco más —toca sus dedos medios de su mano derecha—. Pero supongo que lo directo es más lo tuyo. Sí, quiero que nos acostemos, mi esposo...

   —No me importan las razones. Quiero garantías. El contrato firmado por él también luego de nuestro encuentro.

   —Hecho —le estrecha la mano.

   La constructora está en una mala situación económica, resulta que Jeremy no solo metió su naríz roedora en los despidos, sino que compró materiales de mala calidad, dejándose una diferencia, claro que la demandas llevarían tiempo y quizás jamás viera ese dinero. Por lo cual Nina tuvo que ponerlo de sus cuentas, y necesita contratos nuevos de clientes privados, si esta mujer convence a su esposo de apostar la construcción del hotel casino a la pequeña constructora de Nina, podría recuperar el dinero y abrirle las puertas a los ricachones con nuevos proyectos.

   —En realidad tengo una propuesta mejor, dos encuentros y recomiendas mi empresa a tus amigas —ella sonríe.

   —Tres encuentros y lo hago —se lame los labios—. Tienes buena fama quizás quiera repetir más de dos veces.

   —Bien —se para—, llámame para saber cuándo y dónde. Por supuesto que no haré esto con tus amigas

   —Tranquila ellos tienen pésimo gusto, la mayoría es hetero inflexible. El primer encuentro será ya, en un hotel cerca.

    Deja la bolsa en su auto, y se sube al de la otra mujer, es mejor ir en un solo vehículo para no llamar la atención.

   La toma del brazo y ambas salen. Recuerda en lo que le dijo a Griselda de manera despectiva y ella está haciendo casi que lo mismo por su empresa, el karma es un verdadero diablo.

   Suspira y se prepara mentalmente, para hacer lo mejor posible, pero no tan bueno que ella quiera repetir más de tres encuentros, aunque sabe que esta es una mujer de palabra.

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