17 Atente a las consecuencias
—Amor —le susurra Miranda—, necesito ir al baño.
Nina se quita rezongando y queda durmiendo boca abajo, al llegar de nuevo a ella, Miranda se agacha a su lado y delinea con una sonrisa la constelación de pecas en sus hombros y espalda que resaltan en su piel blanca. Aparta el cabello de su rostro y la acaricia, Nina sonríe abriendo los ojos despacio parpadeando un par de veces.
—Tengo hambre.
—Ya prepa... —la toma de la muñeca y la tira de nuevo al lado de ella— ¿Cómo se supone que vamos a comer sino?
—Delivery.
—¿Y le abriré la puerta desnuda o me vas a dejar vestirme?
—Solo yo puedo verte desnuda —muerde su hombro y la castaña ríe—. Está bien, tendríamos que darnos una ducha —se levanta quitándose de encima y le da la espalda, su cabello rojizo y largo le llega a la cola cuando se despereza— ¿Vienes? —le estira la mano y Miranda la toma.
Se duchan juntas y cuando Miranda quiere jabonar a Nina termina adentro de ella de nuevo, y luego es Nina quién está metida profundo en Miranda, ambas salen de la regadera con algunas marcas nuevas. Se miran en el espejo envueltas en las toallas, Nina le besa el hombro y apoya su mentón mientras la abraza por la espalda.
—Así que novias —sonríe.
—Bueno sí, si aún quieres.
—Sí, aún quiero —vuelve a besar su hombro—. Vamos a cambiarnos, saldremos a comer algo.
—No traje ropa para salir.
—Escoge algo de mi guardarropa, toma lo que quieras.
Miranda aprovecha y mira entre la ropa de Nina, tiene vestidos preciosos y hay uno que le encantó, es perfecto y está entre la delgada línea de lo formal e informal, es blanco, suelto algo corto, con tiras doradas y un cinturón dorado también a juego, se coloca unas sandalias doradas no muy extravagantes sino más bien sencillas.
—Estás hermosa, te queda muy bien ese vestido, te lo regalo.
—¿Qué? No.
—Sí, es tuyo, déjame que le saco la etiqueta.
—¿Está nuevo?
—Y es tuyo ¿Vamos?
Mira a Nina que lleva un pantalón de vestir suelto negro y una blusa abierta en la eslalda de color hueso, más una gargantilla sencilla dorada con un dije brillante y el cabello recogido. Miranda la toma y antes de que la pelirroja pregunte une sus labios, Nina profundiza el beso, y lleva una mano hacia las piernas desnudas de la joven y va subiendo.
—No, dijiste que iríamos a cenar —Nina sonríe y se aclara la garganta.
—Es cierto, vamos.
Llegan a un restaurante que se ve bastante hogareño, al entrar reconoce a una antigua amiga suya de la universidad, Juliana, conversa un momento con ella y les comenta que este restaurante es de su esposa a la que muy amablemente les presenta.
—Ella es mi novia, Miranda Walker, también es una talentosa arquitecta y está trabajando en mi empresa.
—Es un gusto, Miranda —le dicen ambas—, las dejamos cenar tranquilas, cualquier cosa nos hablan.
—Gracias —se despiden y Miranda la mira con una gan sonrisa— ¿Qué?
—¿Talentosa arquitecta?
—Es cierto y muy trabajadora.
—Al parecer no lo suficiente, la arpía de mi jefa me insinuó una vez que me quedo de más porque hago turismo en las cafeterías y me enojé tanto que ni siquiera me tomé el café había comprado aquella vez —agacha la mirada.
—Amor, perdona, nunca me disculpé por eso. Fui una arpía y tienes razón —toma su mano y la acaricia.
—Te perdonaré si me dejas hacerte sexo oral cuando lleguemos a casa —le dice con una tierna sonrisa inocente lo que ruboriza a Nina—. No sabía que eras tan vergonzosa.
—Cuando dices cosas así y te haces la inocente, no me da vergüenza, el sonrojo no es por eso... —se queda callada.
—¿Es porque te pones cachonda? —se saca una sandalia y acaricia su pierna por abajo de la mesa, que tiene un largo mantel— Recuerdo verte así de roja cuando te toqué y luego cuando...
—Miranda —la toma el pie que está entre sus piernas.
—Buenas noches ¿Ya saben que van a ordenar? —aparece un mozo.
—Sí —le dictan la orden— y hielo por favor —dice Nina y mira a la castaña que se ríe pícara.
—Mira, parece que tienen show, esa chica colorada va a tocar la guitarra y canta. Es linda —Nina le levanta una ceja—, pero no más linda que me novia —se apresura en decir y la besa.
La cena es un poco más relajada, ambas conversan sobre cosas triviales, sobre arquitectura y los nuevos proyectos e invenciones en la construcción eco sustentable y para cuando llega el postre están tan llenas y satisfechas que solo prueban tres bocados. Al ir al baño, Nina se vuelve a encontrar con su compañera de la universidad y charlan un poco, Juliana le comenta algo interesante, ella busca dónde invertir o quizás abrirse una constructora, por lo que Nina ve una oportunidad para ambas de negocios y quizás de esa manera puede desafectarse del contrato que firmó con el diablo de Melanie.
—¿Todo bien?
—Genial, ya pagué ¿Vamos a casa? —le extiende la mano—, me dijiste que querías probar algo algo al llegar —Miranda sonríe.
Nina se venga de su joven novia mientras van en el auto, coloca una mano en su pierna y la acaricia, pero la subiendo cada vez más.
—Amor —le dice Miranda tomando su mano que llegó al borde de sus bragas—, espera al llegar a casa.
—¿Por qué? ¿No quieres que vaya calentando? Digo después de todo, me has tenido como un microondas, calentandome toda la cena, colocando tu pie aquí —roza por encima de la tela su intimidad y Miranda se muerde el labio inferior— y tocándome por abajo de la mesa —frota su mano hundiéndose en ella un poco más—, yo también puedo hacerlo ¿O no? Te noto muy dispuesta —a la castaña se le escapa un gemido y el conductor del auto de al lado la mira, Nina sube rápido la ventanilla y Miranda le aprieta la pierna.
—Está bien.
—¿Está bien qué? —frota por encima de la tela y sus piernas se abren aún más para ella— Ya veo —introduce la mano por adentro de las bragas—. Dilo, ¿continúo o paro?
—Ajá —dice casi sin respiración.
—Ajá qué —aparta un poco la mano pero la joven la detiene para que no se salga.
—Sigue, por favor, sigue tocándome.
—Lo que mi mujer quiera, tus deseos son órdenes —comienza a frotarla hasta que logra meter dos dedos en su humedad— sacátelas, me estorban —le ordena con la voz algo rasposa y Miranda lo hace tirándolas hacia atrás—. Si aguantas a llegar a casa, te daré premio doble.
—Nina por favor, estoy aguantando demasiado, no creo que llegue.
—Que mal —intenta sacar la mano.
—Te mato si me dejas así ahora —la pelirroja sonríe y la besa en el semáforo con deseo mientras alterna los movimientos de su mano y su novia gime en su boca sosteniendo su brazo—. Lo estás haciendo muy bien, ya casi llegamos —le tocan bocina para que avance.
—Por favor déjame... —intenta cerrar sus piernas.
—Estamos entrando, aguanta —disminuye el ritmo con el que la embiste.
Estaciona rápidamente, pone el freno de mano, sacando su mano, corre hacia atrás el asiento de Miranda, baja el respaldar y se posiciona entre sus piernas, para probar lo que ha venido provocando todo el trayecto, le encanta como gime la joven y busca aferrarse a lo que tiene a su alrededor mientras llega al mejor orgasmo de su vida. Nina se quita luego de limpiar bien a su novia y la mira completamente roja pero sintiendo y mirándola fijamente.
—Te juro que es la primera vez desde que hicimos el amor, que me cogen tan rico como lo has hecho tú.
—¿Gracias?
—A ti.
—Vamos te tengo que dar tu premio —Miranda sonríe.
—Tengo que recuperar el movimiento de las piernas primero —Nina ríe e intenta bajarse pero Miranda la trae hacia ella y la besa—. Eres maravillosa, lo digo en serio, no solo por esto, por todo básicamente y te admiro —se separa y la ve a los ojos.
—Yo también te admiro a ti. Te quiero —la besa—, mucho.
—Tambien te quiero.
—¿Vamos? Te ayudo a bajar y seguro tengas que mandar a la tintorería el vestido —se ríe con picardía, y le extiende la mano para que baje—. Que sepas que te has convertido en mi sabor favorito.
—Y tú el mío.
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