12 Maquina de peluches
Miranda vuelve a su departamento luego de trabajar y ve el desastre que es el lugar, platos sucios acumulados en el fregadero, el cenicero lleno, cajas de pizza acumuladas ropa tirada a un lado del sofa, tazas sucias en la mesada y lo peor, de lo peor, la mesa familiar que le regalo su abuelo, sin mantel, llena de restos de comida, cartas, fichas de casino, y con la marca de vasos sobre ella sin el apoya vasos. La habitación no está mejor y el baño es un asco.
Furiosa se pone a limpiar y ordenar, junta tres bolsas de basura. Paul llega hablando por teléfono.
—Hola amor —se saca la remera tirándola en el sillón que acaba de limpiar y comienza a desnudarse, acaba de llegar del gym—, me voy que juego a la pelota con los chicos ¿Me preparas la proteína? Estoy algo apurado —entra a la habitación y ve su valija armada, dos bolsas con su ropa y el armario vacío— ¿Amor nos vamos de viaje?
—Tú te vas de viaje, a la mierda ¡Me cansé! El departamento desde que me fui lo has transformado en un chiquero, e insultando a los puercos que son mas limpios. Llevate tu moto, tu complejo de Peter Pan, y tu inmadurez, se terminó.
—Miranda cálmate ¿Ésto es por el departamento sucio? Lo iba a limpiar en cuánto volviera del gym, bueno de jugar a la pelota, los chicos me esperan.
—Esto es: porque no fuiste a buscarme en auto al trabajo sabiendo que estoy enferma, porque no fuiste capaz de comprarme las medicinas y porque ayer me pediste volver a casa, para hacerle de comer a ti y a los imbéciles de tus amigos, pizza casera ¿Acaso no viste pedazo aborto mal hecho que he estado súper enferma estos días?
—¿Aborto mal hecho? Pero si ayer estabas bien y no metas a los chicos en esto.
—Vete a la mierda Paul. Mi familia tiene razón, eres un inútil y un imbécil, no sé que hacía contigo.
—Miranda yo te amo, mira —se arrodilla frente a ella—, quiero casarme contigo.
—¡NO! ¡Claro que la respuesta es NO! ahora —cierra la caja y lo obliga a pararse—, te vas y nada más es tuyo. Este departamento me lo regaló mi familia al igual que todos los muebles. Tienes 2 días para llevarte todas tus mierdas gamer o te las tiro.
—Miranda se razonable ¿A dónde quieres que me vaya con tan poco tiempo? No puedes echarme así cómo así, dame un mes.
—Paul, creo que es hora de meter a los chicos, alguno tendrá un sillón disponible para prestarte —le palmea el brazo—, suerte.
Ella abre la puerta y tira la valija al pasillo, él saca las bolsas y en cuanto quiere volver a rogarle le cierra la puerta en la cara. Al Segundo día uno de sus amigos le ayuda a buscar el escritorio y la computadora, mientras ella los ve desarmar todo de brazos cruzados, cada vez que se sienta a almorzar ve la marca del vaso en la mesa y le entran ganas de matarlo.
Por otra parte el día de la conferencia llega, gran parte del equipo de la empresa va a la misma, al salir cada uno toma rumbos distintos.
—¿Quieres ir a dar una vuelta al centro? Se acerca el cumpleaños de mi madre y tengo que a comprarle el regalo —pregunta la pelirroja.
—Claro.
Paseando por el centro Nina ve un lugar de juegos de niños y una maquina de peluches, se para de pronto y compra fichas para la máquina.
—Solía ser muy buena en éstos jueguitos ¿Cual quierés?
—Quiero a Ángel —la pelirroja la mira sin entender— el stich rosa.
Le toma cinco intentos lograr agarrarla, pero ella no es alguien que se rinde fácil, entre tantos intentos sacó al stich azul también. Miranda mira su peluche feliz, invita a Nina a subir para tomar algo, le pide un vaso de agua.
—¿Tienes posa vaso? No quiero dejarlo en la mesa, parece antigua y puede quedar marcada.
Miranda la mira fascinada, cómo si le hubiera pedido la sustancia x de las chicas súper poderosas ¿Acaso su ex no podía haber usado el mismo sentido común? La joven le da al posa vaso.
—¿A qué hora llega tu novio?
«Quiero evitar tener que toparmelo».
—No vendrá, terminamos.
La pelirroja no puede evitar y de hecho no evita sonreír.
—Tu familia estará contenta.
—¿Solo mi familia? mirate el rostro ni siquiera puedes evitar disimular que también estás feliz.
—No intento disimularlo. Éstoy feliz. Te mereces a alguien mejor.
—Supongo que tienes razón.
—¿Tienes ganas de comer algo dulce o salado? ¿Te quedas a almorzar verdad?
—¿Es una invitación? O me estás diciendo quédate —se encoje de hombros.
—Quédate ¿Quierés?
Le pone una cara suplicante, que la hace suspirar, y mordiéndose el labio inferior asiente, Miranda sonríe, otra victoria para ella.
—Pero solo si puedo ayudarte, así que —se arremangado la camisa— dime en que te ayudo.
La castaña sonríe, y le pasa verduras para pelar y cortar, mientras ella condimenta la carne para meter al horno. Ambas se mueven a ritmo por la cocina, mientras conversan y comen bocaditos, Nina de fruta y Miranda de papitas fritas. Abren una botella de vino y se sientan a tomarla, mientras la comida se cocina.
—¿Quieres ponerte algo más cómodo?
—Claro.
—Ven —le toma la mano y la arrastra a la habitación—. No tengo ropa de diseñador, pero seguro algo mío te queda, medimos prácticamente lo mismo. Elije tú —se sienta en la cama, Nina se acerca y elige una camiseta over side blanca con dibujos en fluor rosa— bueno jamás hubiera esperado que eligieras esa.
—¿Por qué no? Se ve cómoda y quiero estar cómoda ¿Tienes algo para los pies? Los tacos me están matando.
Le pasa unas zapatillas, se acomoda la remera y Miranda no puede evitar ver lo bien que le queda ese pantalón de vestir ajustado y el trasero que le hace, cuándo ella se agacha para colocarse las zapatillas. Suena el reloj de la comida a tiempo de salvarla y no ser pescada mirando más de lo que debería, corre a la cocina para sacar las verduras y la carne asada del horno.
—Huele delicioso —se acerca por atrás hacia la joven quedando cerca de su cuerpo pero sin tocarla—, vamos a ver que tan rico cocinas.
—Es una de mis grandes cualidades —se sientan a comer y ella espera ansiosa el veredicto.
—Le falta sal.
Miranda abre la boca casi que ofendida y prueba, su plato y luego corta un pedazo del de Nina, entonces la pelirroja comienza a reír.
—Eres malévola.
—Está delicioso y muy bien condimentado.
—Vuelve a hacer algo así —le señala con el tenedor— y te voy a agarrar a cosquillas.
—No te atrevas —la castaña se encoje de hombros, la pelirroja vuelve a suspirar mordiéndose el labio inferior.
—¿No te gusta este gesto verdad? —lo vuelve a hacer— no, ahí está.
—Entonces no lo hagas.
—Es que me parece divertido ver tu frustración y cómo no me has dicho nada en todo el tiempo que lo llevo haciendo.
—¿No lo dejaras de hacer?
—Quizas sí, quizás no —se encoje de hombros—, no.
Nina vuelve a morderse el labio inferior y suspira, se concentra en terminar de comer para no seguir enojandose con la joven, de ojos oscuros. Pese a querer lavar los platos, Miranda no la deja, así que al menos se pone a secar los platos a su lado, la castaña a veces se queda mirándola, mientras la pelirroja está concentrada secando bien todo.
Nina toma su abrigo y a punto de cambiarse las zapatillas por sus zapatos, Miranda habla.
—¿Tienes que irte?
—Me parece que ya he estado una eternidad en tu departamento, y no quiero abusar de tu hospitalidad.
—En realidad no abusas, me gusta tu compañía —Nina se queda callada—. Si quieres, podemos ver una película.
Señala al televisor, en el living que está separado del comedor por un enorme sillón. La verdad es que Nina tampoco desea irse, le gusta la compañía de Miranda, se deja las zapatillas puestas, se saca el abrigo y la castaña sonríe. Se sientan frente al televisor y conversan cuál si y cual no, hasta que quedan de acuerdo en una, se acomodan una al lado de la otra.
Las manos de ambas están muy cerca, tanto que hasta pueden sentir el calor que emana el cuerpo de la otra, pero aún así ninguna mueve la mano o la acerca, aunque ninguna puede concentrarse en la película.
—¿Quieres tomar algo? —Miranda finalmente le toma la mano.
—Estoy bien gracias.
Vuelven a "ver" la película, la castaña no saco la mano y Nina acomodó la suya para tomarla mejor, Miranda la acaricia suave con el pulgar y ninguna dice nada más. 20 minutos están así, primero fue tenso y luego ambas se relajaron, de hecho la joven se acomoda más cerca y coloca su cabeza en el hombro de la pelirroja, quién suspira y se anima a acariciarle la mano con el pulgar, hasta que termina la película.
—¿Te gustó?
Pregunta de la ojos oscuros, levantando la cabeza quedando ambas muy cerca, Nina no puede pensar y de lo que iba a decir, termina diciendo cualquier cosa.
—Sí, me gustas.
Ambas se quedan calladas y se miran, el corazón de la pelirroja late a mil.
«¿Acabo de decir lo que creo que dije?»
—Tú también, me gustas.
Admite Miranda y a punto de besarla Nina se aparta parándose, toma sus cosas dejando sus zapatos y baja casi corriendo las escaleras. La joven queda totalmente extrañada, no sabe que ha pasado, iba a besarla y ella salió, literalmente corriendo.
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