Cap. 7
Hospedaje cinco estrellas
(Nina)
La oscuridad me rodeaba, no lograba ver nada por tanta penumbra que había en la habitación. Sentía escalofríos, hacía mucho, mucho frío.
—¡Papá! ¡Mamá! —Grité aterrada buscando una salida, pero nadie respondia.
Él está aquí…
No debiste haber venido...
Sonríe pequeña…
Las voces en mi cabeza me estaban empezando a aturdir, y risas estridentes amenazaban con llevarme a la locura.
—¡Mamá! ¡Papá! —Volví a gritar tratando de ignorar las voces, pero ellas eran más fuertes que mis gritos.
No escaparás…
Él te vigila…
Sus ojos siempre te han observado…
Corro como puedo a través de la oscuridad. El olor metálico de la sangre inunda mis fosas nasales e imágenes de mis padres ensangrentados pasan por mis ojos. Están muertos, están muertos y no puedo hacer nada al respecto.
Él te encontrará…
En su juego tú estarás…
Eres lo que siempre ha deseado…
Me detengo y me pongo de cunclillas, me encontraba aturdida por las voces. Solo quería que se callaran de una vez, que me dejarán en paz. Cada vez eran más fuertes, se oían cada vez más cercanas y no lo estaba aguantando. Grité por ayuda, pero no había nadie, estaba sola.
—No debiste llegar tan temprano. —Escuché una voz cerca de mi, pero era distinta a las demás. Está sí la conocía…pero no sé dónde.— Ni siquiera deberías estar aquí…pequeña hada…
Las voces se callaron cuando lo escucharon hablar, y eso me dió más miedo aún, porque lo que sea que fuera lo que me estaba hablando, era mayor que las voces que atormentaban mi alma.
—No te quedes allí, ¡Mírame!
Volteo rápidamente y pude ver esos ojos dorados que había visto tiempo atrás. Esa sonrisa maniática que jamás lograré olvidar. Me sonreia en la oscuridad, como si yo fuera una puta payasa, un nuevo entretenimiento en su maldito juego macabro. Ni aún después de tantos años he podido escapar de él.
—Muy pronto nos veremos, mi pequeña hada.
Se acercó a mi con esa sonrisa macabra.
—¡Noooo! — Grité mientras me alejaba. — ¡Déjame en paz!
—No podrás escapar de mi. —Me dijo tomándome del brazo y pude sentir el frío que emanaba su cuerpo.
Y grité.
Grité recordando que esas mismas manos habían cortado el cuello de mi madre, habían apuñalado a mi padre y habían asesinado a mi hermano mientras dormía. Esas manos habían pintado letras en las paredes con la sangre de los tres y esas manos…eran las culpables de tanto sufrimiento en mi vida.
Esas manos, las de un monstruo, me estaban atrapando.
—¡No! —Volví a gritar con más fuerza y golpee su rostro con fuerza.
Pero de repente ya no estaba en una habitación oscura, sino que había luz, y el rostro del asesino de mis padres había sido reemplazado por el de Tobías.
—¡Agh! — Se quejó echándose para atrás y poniendo sus dos manos en su nariz, la cual me estaba dando cuenta que acababa de golpear.
Y muy fuertemente.
Ups.
—Ay, ¡Disculpa! —Dije viendo como se sentaba en una silla que había cerca de mi cama.
Espera, ¿Mi cama?
Empecé a inspeccionar el lugar en donde estaba y no era para nada lo que ví antes de quedar inconsciente (es decir un desierto). Estaba en una clase de cuarto pequeño. Paredes grises, algunas pizarras de corcho en las paredes (pero sin nada en ellas), algunos muebles con gavetas y la cama en dónde estaba. La luz blanca de la bombilla era brillante, pero no demasiado, sino lo suficiente como para iluminar el espacio sin molestar los ojos.
¿Dónde estaba?
—Mira que golpeas duro, eh.— Me dijo con una mano en la nariz. — Por poco me la rompes.
—Perdoname, yo solo…— Me callé por un momento cuando recordé lo que había pasado antes de dormirme.
O mejor dicho, antes de que los cabrones me durmieran.
—Espera…— Lo miré y él me observo quitando su mano de la cara. La nariz la tenía roja. Uy, en serio que pegaba duro. — ¿Me durmieron? ¡Que carajos! ¿Me han sedado para traerme para acá?
—Ehhh…si.
—¿Pero por qué?
—No puedes saber en dónde queda la guarida.
—¿Y no podían ponerme un puto saco en la cabeza o algo así? ¿Que coño les pasa?
—No teníamos saco.
Que chistosito me salió.
—Pero estás bien, no te lastimamos ni nada.
—¡No! Solo me drogaron y me trajeron a un sitio que no conozco, cuando estaba más dormida que una persona en coma.
—Bueno, se que suena mal, pero no tenemos protocolo para esto.
—¿Para proteger a una víctima? ¿No tienen protocolo para eso?
—Usualmente cuando llegamos, las víctimas están muertas.
Qué motivador suena eso.
—Gracias por el aporte, Tobías. —Dije con cara de pocos amigos. Me senté en la cama en posición de indio, mirándole la cara, especialmente su nariz que ahora parecía un tomate.
—Puedes llamarme Tobi, si gustas.
—Tobi es el nombre de un perro.
—Bueno, no lo había visto de esa manera. — Me dijo riendo. —Pero igual puedes llamarme así.
—Okey, lo haré Tobi. — Me sonreí y él también lo hizo.
Lo detallé un poco mejor ya con calma. Por su rostro parecía que era menor que yo, pero el desgraciado era más alto al parecer. De piel morena y cabellos castaños, rizados y bien cuidados. Se veía como Luisito Comunica, pero un poco más lindo. Sus ojos eran de un color avellana muy lindo y de por si tenía un poco de ojeras debajo de los ojos.
No era feo.
Si no lo hubiera visto asesinar, pensaría que es un chico normal, común y corriente. Si me lo encontrara en la calle jamás supondría que era un sicario.
Las apariencias engañan, más que mil mentiras.
Al parecer si era cierto eso de que los psicópatas parecían personas corrientes, y que nos podríamos topar con uno y jamás lo sabríamos. Conversar con uno y jamás nos enteraríamos de sus crimenes a menos que sean atrapados, a menos que salga de su boca la verdad o las evidencias lo revelen.
Pensar eso me ponía mal, ya que si esto podía suceder con Tobi, también sucedería con el maldito que mató a mi familia. Pude encontrarlo miles de veces en mi vida diaria. En el metro, en la comisaría cuando iba a mi cita mensual, en la escuela, en el trabajo, en la calle…en cada uno de esos sitios podía estar mirándome, y yo no me daría cuenta. Eso me aterraba.
No iba a ningún lugar estrictamente solitario por eso mismo, nunca iba a baños públicos si no estaba segura de que había alguien más adentro. Me sentía aterrada 24/7 y no se cómo evitarlo.
No después de esa noche.
—Bien. Aquí te traje algo de ropa. — Me dijo poniendo algo a mi lado. Si, era ropa, y muy cómoda al parecer. — No quisimos…ya sabes, quitarte la que tenías.
Lo miré con ternura ya que se había puesto rojo. Dios…era un niño.
—Gracias por eso. — Le dije sonriendo.
—Por allí hay un baño. —Dijo señalando una puerta que había en una de las paredes. — Puedes darte una ducha y…pues…ya sabes.
—Este es el mejor secuestro que he tenido. —Dije en modo de chiste. — Ropa nueva, ducha gratis y hospedaje cómodo. Lo que falta es que me traigan la comida a la cama.
—Pues tecnicamente será así. —Dijo rascándose la nuca. — Jack dió órdenes de que no salieras de esta habitación hasta que tuviera nuevas órdenes.
—Osea que soy su prisionera.
—Yo no lo diría así…
—¿Y como le dirías?
—Mmm, digamos que eres nuestra invitada.
—Invitada. —Repetí acompañando mis palabras con un bufido de risa. — Soy la invitada de un grupo de asesinos, la cual está esperando que un hombre desconocido dicte su destino, mientras no puede salir de una habitación solo porque estaba en el lugar equivocado en el momento erróneo. — Él me miró con pena. — Eso no es ser invitada, parezco presa política.
Tobi se rió negando con la cabeza. Yo no le veía lo gracioso pero ajá. Tampoco es que pudiera negociar con este chico. Solo seguia órdenes de su jefe (osea, Jack, el de ojos lindos) y estaba siendo lo más hospitalario conmigo a pesar de las circunstancias.
¿Le acabas de decir “ojitos lindos” al otro chico?
Ehhh, no.
—Se que se ve mal, pero solo es temporal. — Me dijo con voz calmada.
—Si, hasta que me maten.
—No creo que lleguemos a ese punto…ehhh, ¿Nina? ¿Ese es tu nombre?
—Si, Nina.
—Bien Nina. Tú tranquila, dudo que vayas a ser ejecutada. No con Jack a cargo.
—¿Por qué lo dices?
—Lo conozco, y él no suele interesarse en personas que no sean de nuestro grupo. — No sé por qué me sorprendian sus palabras. — Que haya intervenido por ti, me parece una buena señal.
—A lo mejor soy su obra de caridad.
—No, él no es así.
—¿Ah no?
—No. Él no hace obras de caridad.
Tobi sonrió al decir esas palabras, como si lo que dijera fuera un chiste, pero estaba segura de que no lo era. Cada minuto que pasaba cerca de esta gente, sabía menos de ellos. Eso me estresaba.
—Bueno, tengo que irme. —Tobi se alejó de la cama y me sonrió amablemente, tal y como lo haría a una buena amiga. — Volveré en una hora a traerte de comer, ¿Okey?
—Okey…
—Nos vemos entonces. — Tobi salió rápidamente de la habitación y cerró la puerta.
Y el silencio reinó a mi alrededor. Observé la ropa que tenía en la cama. Una sudadera púrpura y pantalones negros. Se veían súper cómodos, pero a la vez casuales. Me preguntaba de dónde habían sacado está ropa.
Me rasqué la cara y después ví mis uñas, las cuales estaban llenas de algo negro y seco. ¿Sangre? Posiblemente. Ahora que lo pienso, no me había aseado desde que mataron al sujeto frente a mi. Fue algo sangriento, así que seguramente tenía toda la cara llena de sangre seca, al igual que mi cuerpo.
Me olí la axila, siendo tan femenina como lo era siempre, y despegué mi nariz de inmediato. Agh, olía a baño de carretera. Me levanté y fui al baño sin siquiera dudarlo. Al entrar allí, era lo más simple que podía serlo. Una lavamanos con espejo, un inodoro y una ducha pequeña. Me concentré en la última.
Me despojé de mi ropa lentamente, ya que sentía que mi cuerpo iba a desarmarse en cualquier momento. El tipo me había molido cuando intento violarme y matarme, supongo que era normal que me doliera hasta el alma.
Me mire en el espejo y efectivamente tenía moretones en mi cuerpo, cicatrices viejas a las cuales no preste atención, y una marca en mi cuello de cuando me ahorcó. Tenía ojeras horribles y mi cabello era un desastre. Tenía marcas en mis brazos, cicatrices, pero esas ya no eran por nadie más que yo.
Suspiré. Suspiré de cansancio tanto físico como emocional. Lo peor del asunto es que no sabía si sentirme a salvo. Si, me habían sacado del lugar en donde estaba secuestrada, pero de igual manera eran asesinos. ¿En serio podía confiar en ellos?
No
Podían ser muy mis héroes, pero eso no quitaba que en realidad eran monstruos. Mataban gente, por dinero. Eran sicarios, lo sabía aunque no me lo hayan dicho. No podía confiar en personas así.
Pero aquí la pregunta del millón sería, ¿Por qué quieren ayudarme? O bueno, Tobi y Jack, ya que la que se llamaba Helen si me quería matar desde un principio, y estoy segura de que lo hubiera hecho si Jack no se hubiera metido en medio; y el que se se llamaba Reed, creo que a él le importaba un comino si vivía o no.
Ya sin ropa, me metí bajo la ducha y abrí la llave. El agua tibia chocó contra mi piel haciéndome sentir dolor por el contacto, pero después solo pude sentir alivio poco a poco. Me quedé allí, respirando con dificultad bajo el agua que recorría mi cuerpo hasta mis pies. No quería moverme, de verdad no quería.
Vi en una pequeña repisa de plástico que había en la pared un jabón y un recipiente de shampoo. Tomé el jabón y lo pase por mi cuerpo fuertemente. La sangre seca que quedaba pegada a mi piel salía con el jabón, cubriendo mi cuerpo de una espuma de color anaranjado muy desagradable, que con suerte se fue con el agua. El jabón tenía un olor a rosas muy agradable.
Tomé el pote de shampoo y me eche una buena cantidad en el cabello, estrujando con fuerza para quitar la sangre y la mugre que seguramente debía tener. El shampoo olía a coco, un olor muy suave y dulce, lo cual calmó un poco mi ansiedad.
El que había suministrado este baño, lo había hecho muy bien.
Ya enjabonada y con el cabello limpio, volví a abrir la ducha, quitándome la espuma sucia y quedando completamente limpia. O al menos por fuera. Salí y tome una toalla (si, hasta tenían toallas), la cual se encontraba en un perchero. Sentí alivio en ese momento. De verdad necesitaba un baño. Lo hubiera hecho antes pero el maldito no tenía agua en su casa.
El sitio solo era una simple casa de juegos para él.
Enrollando la toalla por mi pecho, salí del baño y fui directo a la ropa que me habían traído. Al revisarla pude ver que no solo se habían limitado con los pantalones y la sudadera. Habían traído una camiseta, medias, un sostén y ropa interior.
Okey, está gente me estaba tratando muy bien.
Me sentía como Hansel cuando era consentido por la bruja; me querían hacer para la cena, no tengo pruebas pero tampoco dudas.
Me vesti y volví a sentarme en la cama. Tenía el cabello húmedo, y éste estaba goteando mojando un poco la sudadera, pero no importaba. Observé mi alrededor una vez más, ya perdí la cuenta de cuántas veces miré este sitio.
¿Habrán traído a más personas a este lugar? Tobi me dijo que no tenían protocolo para nada de esto, así que lo dudaba. Si hubieran traído a alguien más, hubieran averiguado como tratar con una víctima o…con una “invitada”. ¿Arreglaron la habitación para que me sintiera cómoda? Estaban siendo muy hospitalarios como para ser asesinos en serie.
¿Y si me equivocaba? ¿Y si no eran asesinos? O al menos no de esa clase. ¿Cuáles eran las otras opciones? Policías, agentes, militares…
Lo último me lo creía por el tipo que tenía un palo en el culo. De verdad parecía haber estado en el ejército. Jack también tenía esos aires de soldado condecorado, solo que menos rígido que su compañero. Aunque mi teoría se iba al suelo al ver a Tobi, ya que no parecía tener edad como para haber estado en la fuerza armada. Estoy segura que él era incluso menor que yo.
Además, usaban máscaras y eliminaban sus evidencias. No oí en ningún momento la sirena de una policía, ni tampoco a oficiales ayudando. Se preocupaban mucho por su anonimato así que…no podían ser personas relacionadas con la protección de la ley, ¿No?
No hubiera querido matarte uno de ellos.
Touché.
Bueno, en fin. No tenía tantas evidencias como para llegar a una conclusión certera. Podían ser cualquier cosa y yo estaba quemando mis neuronas en vano. Me levanté de la cama y por aburrimiento empecé a revisar la habitación.
Había una cómoda y al abrirla me encontré con más ropa, de mi talla, y de varios colores. La mayoría eran de colores neutros, como el negro y el blanco. La mayoría eran camisetas y pantalones de ejercicio, osea, de algodón. Ropa cómoda. Me di cuenta que no había más suéteres, solo el que traía puesto, pero no le ví importancia.
Ahí recordé algo rápidamente.
Fui corriendo hacia el baño y busque la ropa ensangrentada que había tirado en el suelo. Busqué en los bolsillos del pantalón hasta que conseguí lo que buscaba. Una pequeña pulsera tejida de color púrpura con negro, con algunos hilos sueltos por el tiempo que tenía, pero eso era lo de menos. Suspiré de alivio al ver que no la había perdido, en medio de la confusión bien pude perderla, y eso me hubiera destruido.
Me puse la pulsera la cual quedó perfecta en mi muñeca, y después la tapé con la manga del sueter. Pareciera que era una estupidez preocuparme por una pieza tan simple, pero tenía un significado para mí…uno muy grande.
(Flashback…hace siete años)
Estaba llorando en mi cuarto viendo mi muñeca en dónde estaba mi preciada pulsera. Pensé que dejaría de llorar después de vivir con los Jhonson, pero el saber que a Jane la habían echado del orfanato me dolía en el alma.
No había forma en que la podía encontrar, no tenía maneras de ayudarla, no había formas posibles para buscarla. Estaba sola, allá afuera, sin dinero o un lugar donde quedarse, mientras yo estaba en esta casa calientita. No era justo, no lo era.
Toc toc. Tocaron la puerta de mi habitación.
—Nina…—Era la voz de mi madre llamando desde afuera. —…¿Estás bien? ¿Puedo pasar?
Yo quería estar sola, no quería hablar, no quería siquiera pensar. Jane había estado conmigo desde que llegué al orfanato. Fue mi única amiga, fue a la única que consideré familia durante mucho tiempo. Ella estuvo ahí cuando lloraba por estar sola, ella fue la que me felicitaba en mis cumpleaños para que no lo olvidara.
Ella había estado en toda mi infancia y ahora no sabía dónde estaba. Le prometí que le escribiría cada día después de que me trajeran con los Jhonson, pero si ella no estaba en el centro de adopción, ¿Dónde podía encontrarla? ¿A dónde enviaría mis cartas?
No podía aceptar que la había perdido, no podía aceptar que ella ya no estaría en mi vida. No podían echarla del orfanato así como así, simplemente no podían; era algo inhumano, ella no tenía a nadie, toda su familia había muerto en aquel incendio. Ella solo me tenía a mi, y aún así la abandoné.
—Quiero estar sola Ma'. —Dije quedándome en mi lugar. Estaba en mi cama, abrazándome las piernas y llorando contra mis rodillas. No quería moverme de allí.
Díganme lo que quieran, que fue un drama adolescente sin fundamento, pero cuando no puedan hablar con aquella persona que estuvo siempre para ti y tienes conocimiento que su vida se acaba de ir al caño más de lo que ya estaba, vengan y critiquen con fundamentos.
—Amor, me preocupas, déjame pasar, ¿Si? —Practicamente mamá me suplicó del otro lado de la puerta. — Se que la noticia te dolió pero podríamos resolverlo.
No había nada que resolver, eso era lo que dolía.
Aún así me levante de mi cama y fui a abrir la puerta. Al abrirla y encontrarme con mi madre, no pude verla a los ojos. Debía tener el rostro todo rojo y los ojos colorados por el llanto.
—¿Lo quieres hablar? —Fue lo único que dijo mi madre, levanté mi mirada y ella me veía con tristeza y compasión.
Levanté mis hombros con indiferencia, me di la vuelta regresando a mi cama. Sentía que mi cuerpo se iba a caer en cualquier momento, solo quería dormir. ¿Por qué me afectaba tanto esto?
Porque ella fue la primera persona a la que pudiste llamar familia.
Es la verdad. Cuando estaba en la comunidad de mis padres biológicos las personas que me criaban no me consideraban familia, solo como una niña a la que tenían que proteger y dar de comer de vez en cuando. Mi padre biológico no quería saber nada de mi, le aburrían los niños, decía que su crianza era responsabilidad de sus mujeres.
Era un bastardo.
Cuando llegué al orfanato como siempre estaba sola. No me gustaba hacer amigos, solo me quedaba en mi habitación o jugando en una esquina de la sala de juegos. Estudiaba sola y leía en soledad mis cuentos favoritos.
O al menos hasta que conocí a Jane. Unos chicos me estaban molestando diciéndome que era rara, que mi padre era un drogadicto, que mi madre era una zorra (y si, era un lugar dirigido por monjas, en estos lugares se concentran más pecados que en los burdeles). Tenía apenas cinco años, y todas esas palabras me afectaban.
Porque yo no pedí nacer, no pedí ser parte de ese pasado, no pedí nada de esto, pero nadie lo entendía.
Fue cuando uno de los niños me amenazó con unas tijeras (me querían cortar el cabello), cuando apareció Jane gritándoles con fuerza. Ella tenía trece años en ese entonces, así que su tamaño intimidó a los otros niños y salieron corriendo. Ella se acercó a mi, me acarició la cabeza y Vi sus ojos verdes ofreciendome algo que no había visto jamás.
Cariño.
—Estarás bien. —Recuerdo muy bien lo que me dijo en ese momento. —¿Quieres ser mi amiga?
Yo solo asentí con la cabeza. Desde ese día se volvió mi mejor amiga, mi hermana. Hacíamos todo juntas, e incluso muchas veces me escapaba de mi habitación para ir a la de ella y dormir las dos juntas.
Me ayudaba con las tareas diarias, me enseñaba cosas en la biblioteca y me contaba cuentos por las noches. Se había vuelto toda figuras femeninas necesarias en estos tres años que estuvimos juntas.
Pero ya no más.
—Ya no la voy a volver a ver mamá…—Dije mientras lloraba sin verla a la cara. —…no la volveré a ver…
—Amor…— Mi mamá me tomó por el mento y me hizo verla a los ojos, esos ojos grises que tanta tranquilidad me daban. — Se que es difícil, pero no significa que no la vas a volver a ver.
—Pero, ¿Cómo daré con ella? Ustedes mismos oyeron lo que dijo esa señora, que hace meses la habían desalojado.
Habíamos ido al orfanato. Después de mucho tiempo se me ocurrió visitar a Jane para darle un regalo, para hablar. Se lo había dicho por cartas pero no me las había contestado. Cuando llegamos, la monja que nos recibió solo nos dijo que ya no estaba en el orfanato, que había cumplido la mayoría de edad y no podían tenerla allí.
Así no más.
La echaron.
¿Por qué había tardado tanto en visitarla? Pues por estupideces. Las clases, el actuar como una chica normal. Había prometido ir tantas veces, aunque ella me dijera que no era necesario. Queria ir con ella, abrazarla y ahora no podía hacerlo nunca más.
Estaba llorando como una estúpida cuando debí estar para ella, y solo me quedé en mi casa viviendo una vida feliz, cuando la de ella era un infierno.
Jane estaba sola, solo me tenía a mí, y me fuí cuando me necesitaba.
—Mi vida, la vida a veces nos separa de las personas que amamos durante un tiempo porque es necesario para que crezca cada una de las partes. —Mamá me limpio las lágrimas acariciando mis mejillas. — Pero eso no quiere decir que no volveremos a ver a esas personas jamás.
—Pero mamá…no sé dónde está ella.
—Algún día lo sabrás. Sólamente debes ser paciente que si la vida las hizo encontrarse hace tres años, lo volverá a hacer en un futuro.
—¿Y si no pasa mamá?
—Pues tienes eso. —Señaló mi pulsera. —Esa pulsera te recordará que en algún lugar de este mundo hay una joven que te quiere y que te está esperando. Esta pulsera es el recuerdo de aquella chica que siempre te quiso. Solo concéntrate en ella y estarás bien.
Miré la pulsera. Era una simple artesanía tejida, cada hilo con tonalidades púrpuras diferentes. Estaba un poco desgastada, pero seguía igual de bonita que la primera vez que la ví. ¿Se podía volver un simple objeto, algo tan valioso? Ahora se que si.
—Ahora baja que tu papá dijo que íbamos a comprar helados. — Me dijo guiñándome el ojo. — No hay lágrimas que un poco de helado no pueda congelar.
Yo me rei mientras me terminaba de secar los ojos.
—Okey mamá.— Dije sonriendo y viéndola a los ojos…sin saber que recordaría ese momento tantas veces que si fuera un disco, estuviera rayado ya.
(Actualidad…)
Las lágrimas caían por mis mejillas. Se que era una alucinación por el recuerdo, pero aún podia sentir su presencia cerca de mi cada vez que pensaba en ella. A la única que realmente pude llamar madre, y la cual siempre me consolaba en mis momentos tristes.
Sara Márquez de Jhonson. Sin lugar a dudas un ángel en la tierra.
Un ángel que un demonio asesinó.
Y el cual no te asesinó a ti.
Tocaron la puerta.
No saben el brinco que pegué en ese momento. Estaba tan metida en mi mente que se me olvidó por completo dónde estaba. Vi la puerta que permanecía cerrada, y de ella salió una voz de chico que reconocí.
—Ehh…¿Estás decente? — Dijo Tobi. No sé por qué me lo imaginé con la cara roja. — ¿Puedo pasar?
—Tienes la llave Tobi, obvio que puedes pasar.
—Pero…
—No estoy desnuda, pasa.
La puerta se abrió lentamente y Tobi se asomó con cautela. ¿Por qué era tan tierno? Parecía un perrito asustado, y el nombre no lo ayudaba. Al ver cómo lo veía entre divertida y sería, entró a la habitación. Traía una bandeja con comida y un vaso con lo que me imaginé era jugo.
Yo no le dije nada, solo lo ví mientras se acercaba hacia mi y ponía la bandeja a mi lado; en la misma había un poco de arroz, una chuleta de cerda muy apetitosa, algún tipo de granos y un poco de ensalada. Todo separado en diferentes recipientes.
Se veia muy bien, al ver toda esa comida mi estómago rugió cuál bestia hambrienta implorando su sustento. Y aunque tenía un hambre de náufrago rescatado, miré con desconfianza la comida.
—No está envenenada, si es lo que piensas.— Dijo riéndose de mi desconfianza. — Es muy comestible.
—A ver, come tú primero.
—¿En serio crees que le pondríamos algo a la comida?
—Son asesinos, obvio que lo creo.
Él volteó los ojos, pero no con fastidio sino en forma de burla. ¡Se estaba burlando! No me parecía gracioso. Agarró el cubierto y llevo una cucharada de arroz a su boca. Lo masticó con confianza y me sonrió mientras lo hacía. Lo siguiente fue la chuleta, la cual cortó con la elegancia y también se llevó un trozo a la boca, gimiendo de satisfacción dándome a entender que si, estaba buena. Y así lo hizo con los granos y la ensalada.
—¿Ves? Si estuviera envenenada no hubiera comido. — Me dijo masticando el trozo de lechuga que había metido a su boca.
—El jugo.
—¿Eh?
—Que tomes el jugo.
Él parecía no creerlo, pero tomó el vaso y bebió un buen trago. Se quedó con el vaso en la mano, mirando al frente como si estuviera saboreando el jugo.
—Mmm…la verdad si sabe raro…— Al decir eso abrió los ojos como platos y se tomó el cuello.
El vaso se le cayó de las manos y con sus dos manos se tocó el cuello, como si se estuviera ahogando. Una vena en su frente empezó a palpitar. Me miró y el terror de su rostro era claro.
Si, me asusté.
—Ay no, no, no. — Me arrodille frente a la cama y extendí mis manos hacia él nerviosa.
Él solo soltaba quejidos ahogados, como si no pudiera respirar. Me aterré. No sé cuántas groserías dije en ese momento mientras él caía sobre sus rodillas.
—¡Tobi! ¡No te mueras idiota! —Dije asustada al ver cómo se arañaba el cuello en busca de oxígeno.
Y en medio de uno de sus quejidos, se empezó a reír. Si, a reír. El maldito me miró y empezó a reírse en mi propia cara.
—Deberias ver tu cara. —Me dijo no entre risas, sino entre carcajadas.
Okey, no se iba a morir por el jugo, pero ahora lo iba a matar yo.
—¿Estás desquiciado o qué? —Pregunté molesta. — ¡Creí que te ibas a morir!
—¿En serio me crees tan idiota como para envenenarme yo solo? Por favor, Nina. —Se seguía riendo en mi cara y yo solo puse cara seria.
Pero por desgracia, su risa era contagiosa, así que terminé riéndome también. Lo ví y sus mejillas morenas se inflaron por la sonrisa. Se veía tan inocente riendo, si lo viera en estos momentos sin tener memoria de los últimos días, jamás pensaría que fuera un asesino.
Con solo su rostro me lo imaginaria como un chico cualquiera, el tímido de la clase y el más lindo. Si estuviera en un entorno normal tendría a muchas chicas detrás suyo, incluso novia podría tener. Me lo imaginaba en un parque rodeado de chicos de su edad divirtiéndose, pero la primera vez que lo ví había asesinado a un hombre.
—Tobi…¿Cuántos años tienes? — Le pregunté y él dejo de reír progresivamente.
—Dieciséis, je, je. — Me contestó aún sonriendo. —¿Por?
—Eres un niño. —Dije con rostro serio. Al final él también se puso serio. — ¿Cómo terminaste siendo…esto?
La risa se esfumó de sus facciones. Ay, creo que había tocado un tema sensible. La cagué, ¿Verdad?
Noooo, solo puso esa cara porque quiere que le tomes una foto.
¿Una foto?
Es sarcasmo, Nina.
Ah.
—Es un poco complicado. — Me contestó rascándose la nuca.
—Pero ni siquiera eres mayor de edad. ¿Por qué eres un asesino? ¿Eres hermano menor de alguno de ellos o…?
—No, nada de eso. — Me dijo negando con la cabeza. —Es una larga historia que prefiero no contar aún. Y no somos asesinos.
—¿Ah no?
—Pues no…
—Perdón, pero el hecho de que hubieras matado a un hombre prácticamente en mi cara y que tu amiga me quisiera disparar en la frente me deja muy claro lo que son.
—Primero, el tipo te iba a matar, así que agradece al menos.
—Y te lo agradezco, pero estoy segura que no fuiste allá a salvarme la vida, ¿O si?
Parecía sorprendido ante mi deducción, y eso confirmó mi teoría antes de que él mismo me contestara.
—Pues no, tienes razón.
—¿Y a qué fuiste?
—A matar al tipo.
—Entonces eres un asesino.
—Tecnicamente.
—¿Cómo que tecnicamente?
Él suspiró.
—Okey, te explico. Soy parte de un equipo conocido en el bajo mundo como “Los Jinetes”.
—¿Los Jinetes?
—Si. Nos contratan para hacer trabajos específicos en contra de…ciertos objetivos específicos.
—Matan a personas, por dinero. —Dije y él asintió lentamente. — Entonces son como sicarios.
—No. No matamos a cualquier persona solo por dinero. Asesinamos a objetivos que son escoria en la sociedad, personas que no merecen vivir.
—¿Cómo así?
—Asesinos seriales que no pueden ser atrapados, violadores que no logran encerrar, dictadores, traficantes…gente que son inalcanzables para la ley y la justicia. — Lo miré sorprendida. — Nos contratan para acabar con ellos, para no tener que mancharse las manos con sangre.
—¿Entonces el que me secuestró era uno de sus objetivos?
—Si. Nos contrató un agente del FBI que se había vuelto muy amigo de un familiar de una de la víctimas. Nos dijo que el caso se había vuelto un ocho y que no tenían evidencias suficientes para encontrar al sujeto.
—¿Y como lo encontraron entonces?
—Nos dieron las evidencias que ya tenían y nuestra gente averiguó dónde se encontraba.
—Y fuiste a acabar con él.
—Correcto. —Volvió a rascarse la nuca con vergüenza. — Este fue mi primer trabajo de campo.
—Pues lo hiciste muy bien. —Tuve que admitir que lo hizo muy limpiamente, aunque se dejó noquear por una chica, pero son detalles insignificantes.
—Pues si, supongo.
—Entonces son como mercenarios.
—Eso mismo. — Me sonrió. — Nosotros no somos malas personas si lo ves bien, Nina. Solo no somos convencionales.
—Eso no me tranquiliza mucho, Tobi. Puede ser que se lo merezca la gente que ustedes asesinan, ¿Pero no sienten remordimiento después de cada muerte? ¿No les pesa tanta sangre en sus manos?
—Puede que suene a una locura ahora, pero pronto lo entenderás. — ¿Qué? ¿A qué se refería con eso?— Yo tengo que buscar algo para limpiar el desastre que hice con mi actuación. — Señaló el piso en dónde había un gran charco de color rosado (jugo de guayaba). — Y de paso tengo que traerte otro vaso de jugo para que bajes la comida.
Me sonrió tomando el vaso vacío del piso. Yo le sonreí de vuelta. Por alguna razón recordé los ojos grises de mi madre, reflejados de los de color avellana que tenía el chico que estaba frente a mi. La misma tranquilidad que ella me transmitía, me la daba Tobi. Se que no debía, que seguía siendo un asesino a sueldo, pero confíe en él.
Me sentí cómoda con su presencia, lo ví como un amigo.
No seas ingenua.
Muy tarde. Así que cállate.
—Ahora vuelvo Nina. — Me dijo yendo a la puerta y dándome una última sonrisa antes de cerrarla.
Terminé viendo la habitación en dónde estaba. Okey, estaba secuestrada, pero de igual manera no estaba mal. Tomé un trozo de la chuleta que estaba en la bandeja y efectivamente estaba deliciosa. Me preguntaba quién había preparado la comida, ¿Tendrían a su propia cocinera?
Comida deliciosa, ropa limpia, baño funcional y cama cómoda. Definitivamente, era un hospedaje de cinco estrellas. Estaba secuestrada, pero con un sentimiento de seguridad que parecía completamente una locura. No debería sentirme segura en la casa de unos asesinos, ¿O si?
Tampoco es que tengas otra opción.
Eso sí es verdad. Tendré que esperar a que me saquen de este lugar, y saber realmente si era una huésped o una simple presa de los lobos rapaces
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Buenos días, tardes o noches a mis lectores. En esta ocasión les traigo doble capítulo :D.
La verdad es que el 6.5 iba a ser un capítulo pero me salió muy corto, así que se quedó como un extra y les dejo doble tanda de capítulos. Espero que les guste.
Hemos visto la primera aparición legal de nuestro antagonista, ¿Alguna opinión sobre él?
Cómo siempre, les agradezco sus votos y comentarios, ya que cuanto más reaccionen a la historia más sale la historia del anonimato. Los quiero mucho, hasta el próximo capítulo <3
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