Cap. 6.5
(Ivana)
Libertad. Nunca la había valorado tanto como ahora. Conducía en esta carretera vacía, en medio de la nada y después de un infierno el cual viví sin que nadie me rescatara. Ahora era libre, estaba a salvo.
Mientras conducía estaba llorando, pero eran lágrimas de felicidad y de dolor al mismo tiempo. Mi alma estaba completamente rota, por todo lo que me había tocado vivir en este tiempo. Ese hombre me había golpeado, violado, sodomisado e incluso casi matado en tan poco tiempo, tantas veces, que al final perdí el sentido del dolor. Me había roto el desgraciado, pero ahora estaba muerto y me sentía feliz por ello.
Maldito infeliz.
Nina había sido muy valiente. Me dijo que no tenía a nadie, entonces tal vez podría ayudarla cuando volviera a casa. Mis padres de seguro me deben estar buscando como locos, no me imagino la cara que pondrán cuando me vean de nuevo.
Tardaría en adaptarme de nuevo en mi trabajo, y en la universidad. Bryan, mi novio, de seguro me debe estar extrañando, espero que haya tenido esperanza de volvernos a ver, porque de verdad lo que más deseo en estos momentos es recibir uno de sus abrazos cálidos, los cuales me hacen sentir segura.
Quiero sentirme a salvo una vez más.
Traía puesta la misma ropa que hace tiempo. Hubiera querido cambiarme, pero la ropa que estaba disponible era la de aquel sujeto y me daba asco ponermela sabiendo lo que hacía todos los días. Lo que me hacía cuando quería. Creo que no voy a poder odiar tanto a otra persona, como odio a este difunto.
Pero lo bueno es que ya era libre. Le había dicho a Nina que me acompañara, pero por alguna razón ella decidió quedarse con el chico que nos salvó. Debo admitir que me pareció una buena obra de caridad, aunque no conociera al muchacho.
Tenía que encontrar el pueblo más cercano para así llamar a la policía, para que nos ayudaran a regresar a casa. Debía haber boletines con nuestros nombres a estas alturas, y seguramente le podrán dar consuelo a muchas familias al saber que el asesino de sus hijas ya está muerto en un garaje.
Me encanta decir que él estaba muerto. Sé que está mal, pero ustedes deben entender mi posición.
No saben cuántas veces mientras me violaba, gimiendo con euforia enfermiza que era suya, que todo mi cuerpo le pertenecía, que no iba a dejarme ir jamás, yo desee que muriera. Desee poder clavar unas tijeras en aquellos ojos que me devoraban con lujuria asquerosa, cortarle esas manos que tanto me habían manoseado.
Cuántas veces quise verlo gritar, cuántas veces quise ver qué sufriera.
Pero eso ya no importaba, porque ahora no podía lastimar a nadie más. Le habían clavado un hacha en el cráneo, y su sangre estaba en el piso de un lugar donde nadie lo iba a encontrar, o enterrar, o mostrar honores. Estaba en el suelo como basura, como el asqueroso estiércol que era.
Mientras conducía me di cuenta que estaba en el medio de la nada. Solo había nada alrededor, nada absolutamente. El silencio que me rodeaba era horripilante, solo acompañado de los sonidos del motor. ¿Qué tan lejos estábamos de la ciudad más cercana?
No lo sabía. Él usualmente me dormía en el trayecto y me despertaba a mitad de camino. Una vez intenté escapar abriendo la puerta de la camioneta y lanzandome. Terminé con los brazos raspados y las piernas lastimadas. Aún así intenté correr, pero en vano ya que él me alcanzó. Fue horrible aquella noche cuando me subió hacia arriba, ya que no solo se estaba dando placer, sino que me estaba castigando.
Recuerdo que sangré cuando terminó.
Desde ese día no intenté escapar de esa forma, ya que en esta carretera no había a dónde correr.
Intente escaparme de otras maneras. Intente huir cuando me llevaba a comer afuera, intenté lastimarlo en medio de las violaciones, intenté matarlo en incontables ocasiones. Pero nada funcionaba. Era un maldito monstruo. Un monstruo difícil de matar.
De un momento a otro el motor empezó a haber ruidos extraños y la camioneta empezó a detenerse. Miré la aguja de la gasolina y efectivamente, el tanque estaba vacio. ¿En serio no pudo llenar el maldito tanque antes de morirse?
Cuando la camioneta se terminó de detener, me quedé varada en el medio de la nada. Golpee mi frente contra el volante y el claxon sonó inundando el ambiente. Lo que me faltaba.
—¡Maldita sea! — Grité sin miedo a que alguien me escuchara. ¿Quién me iba a escuchar por aquí?
Me bajé del auto molesta y empecé a caminar. No sabía a dónde iba, pero tenía que llegar a algún lado, en algún momento, y quedándome en la camioneta maldiciendo no iba a lograr nada.
Caminé y caminé, sin parar. Creo que llevé una hora caminando y no encontraba nada a mi alrededor. ¿Dónde estaba? ¿En el Sahara? Tenía sed y hambre, y las piernas me estaban matando.
Veía a todos lados, pero no encontraba nada cerca, solo camino y un horizonte vacío. El Sol estaba empezando a ocultarse y al parecer estaba condenada a caminar de noche por esta carretera o a morir de inanición.
Fue en ese momento, cuando mis esperanzas estaban completamente muertas, cuando a lo lejos pude ver algunas luces encendidas. Yo abrí los ojos y mire bien, con miedo de que solo fuera un espejismo, un mal chiste de mi cabeza, pero no.
No sé con qué energías lo hice, pero corrí hacia ese pueblo. Estaba salvada. ¡Estaba salvada! ¡Esto era un milagro! Cada vez estaba más cerca y mi sonrisa no podía ser más grande.
Pronto iré por ti, Nina, y las dos iremos a casa.
Llegué a las entradas del pueblo, y corrí por sus calles viendo hacia todos lados. Habían negocios, pero la mayoría ya estaban cerrados. Me imaginé que era por la hora, así que seguí caminando y entre en lo primero que ví abierto, una clase de tienda 24 horas.
Al entrar un sonido de bienvenida me saludó, pero no le di ni la más mínima importancia. El lugar estaba respectivamente vacío. Solo había una persona y era la cajera, la cual ni siquiera reparó en mi presencia. Tenía unos lentes de sol que me parecieron extraños dada la hora, pero supongo que eso era lo menos importante.
Me llegué al mostrador, apurada y cansada.
—Bienvenida, ¿En qué le puedo ayudar?— Me contestó mirando una revista que tenía en las manos.
—¡Necesito ayuda! —Dije desesperada porque…bueno, lo estaba. — Un hombre nos secuestró a una chica y a mi. Pudimos escapar pero necesito llamar a la policía.
La chica subió la mirada, pero cuando me miró, sentí un escalofrío extraño en el cuerpo, una sensación rara en el estómago…una mal corazonada.
—Okey bebé, tranquila, todo estará bien. — Dijo con mucha tranquilidad, incluso cuando le acababa de decir que había escapado de un secuestrador. — Deja que llame a alguien afuera ya que aquí no tenemos teléfono.
La chica salió de atrás del mostrador y después pasó por la salida, dejándome sola en la tienda. Sentí otra vez ese mal presentimiento, pero no hice caso ya que mis necesidades básicas estaban primero.
Corrí a uno de los mostradores y tomé una lata de Pringles (es lo único que al parecer se podía comer en esa tienda) y tome una botella de agua de las neveras. Acabé la lata en unos segundos y la botella la vacíe en menos de dos segundos. Ya saciada mi hambre y sed me senté en el suelo y suspiré mirando al techo.
Por fin, segura.
¿Segura?
Claro que sí.
Esto no pinta bien.
Okey conciencia, entiendo que estés paranoica después de lo que vivimos pero…
No. No es paranoia. Algo no anda bien, tienes que salir de aquí.
Las dudas reales me empezaron a inundar, pero…¿Que me podía lastimar ahora? Mi secuestrador estaba muerto, no podía atraparme desde el infierno. Me reí ante mi pensamiento.
Tengo un mal presentimiento.
Y la sensación extraña en mi estómago aumento, tanto que me dió náuseas. Okey, en realidad si parecía que algo iba a pasar, pero…¿qué?
El sonido de la entrada llamó mi atención, y tuve el impulso de ir a encontrarme con la chica de la tienda, pero algo me detuvo. Una sensación en mi pecho que no me cuadraba. ¿Cuando había sentido algo así?
En mi trabajo, hace unos meses. Cuando bajaba al estacionamiento para encontrarme con un amigo, sentí ese mismo vacío en mi estómago. Creí que era hambre, pero era en realidad el preludio de lo que sucedería.
Mi amigo llegó tarde ese día, y el tipo que me secuestro llegó a tiempo y no volví a ver a mi familia, me violaron y me quedé en un sótano como una puta barata, solo por no hacerle caso a un mal presentimiento.
Me levanté de dónde estaba y me escondo tras una de las estanterías y trate de mirar entre las bolsas de frituras y productos de limpieza. Tenía miedo.
De la puerta apareció la chica de la tienda, pero seguirá de un monton de gente que parecía estar buscando algo. Buscándome, estoy segura. Todos traían lentes de sol, como la muchacha, pero yo no entendía por qué. ¿Era una moda de por aquí o…?
—Estaba por aquí, ¿Dónde carajos se metió? — Dijo la chica con furia. — El señor sonrisas quiere verla, para ver si realmente es quien busca.
Abrí los ojos y sentí mucho más miedo. ¿Señor sonrisas? ¿Quien mierda es el señor sonrisas? ¿Y por qué quería verme?
Tienes que salir de aquí.
Tengo que salir de aquí.
Caminé lentamente hacia atrás viendo dónde carajos podía correr en este sitio, pero yendo hacia atrás choqué con una de las estanterías, haciendo que cayeran algunos productos.
Y eso hizo mucho ruido.
Carajo.
¡Mierda!
—¡Está por ahí! —Escuché a la chica gritar. — Atrapen a la chica.
Patitas, ¿para qué las tengo?
Corrí por la tienda hasta la parte de atrás, en dónde había una entrada abierta hacia los almacenes.
Lo bueno: Es que posiblemente sea una salida ya que por allí llegan los suministros.
Lo malo: No había puerta la cual cerrar.
Podía oír a la gente correr detrás de mi y como soltaba…¿Alaridos? No le preste atención a eso, porque la verdad me daba miedo voltear. De algo si estoy segura, si me atrapaban no la iba a pasar bien.
El almacén de la tienda era enorme, pero justo frente a mi encontré el portón por dónde los camiones descargaban, pero para mí sorpresa, este se abrió, dejando ver a más gente con lentes de sol.
¿Que mierda?
Miré hacia atrás y la gente se estaba acercando. Observé el lugar y encontré unas escaleras que llevaban a una puerta. No pensé en nada, ni siquiera pensé en dónde podría llevarme esa puerta. La puerta significaba salida, y la salida era vida para mí en estos momentos.
Corrí a las escaleras siendo perseguida por una multitud. Subí las escaleras, pero sentí que alguien me agarró por el tobillo. Miré y uno de los que me perseguían me habían atrapado, así que lo patee justamente en la cara, rompiendo sus lentes y viendo la realidad que tenía frente a mi.
El tipo…no tenía ojos.
Solo eran cuencas vacías, negras y profundas.
Grité. El terror recorrió mi cuerpo como una corriente eléctrica, y cuando liberé mi pierna corrí por las escaleras lo más rápido que pude, llegando finalmente a la puerta y entrando, cerrándola detrás de mi.
Había entrado en una clase de oficina. No me importó, era más seguro que estar afuera. Vi un mueble que estaba cerca de la pierna y lo empecé a jalar para ponerlo frente a ella, de esa manera me daría más tiempo para buscar una manera de…
—No me gusta que entren en mi oficina sin tocar, señorita.
La voz que oi detrás de mí me dió escalofríos, pero no tuve tiempo de reaccionar porque sentí un golpe seco sobre mi cabeza. Haciendo que todo a mi alrededor se volviera negro.
De ahí lo único que recuerdo son pequeñas lagunas y sensaciones. Me arrastraban, podía sentir como me jalaban por los brazos y mis piernas pasaban por el piso, rasgándose incluso por piedras que había. Dolía por momentos, ya que me volvía a desmayar de inmediato.
Escuchaba voces, pero ninguna la entendía.
Finalmente salí de la inconsciencia. Una punzada de dolor recorrió la parte trasera de mi cráneo, me imagino que por el golpe, y mi visión aún estaba un poco borrosa.
Traté de mover mis manos, pero estaban inmóviles. Estaba atada, pero…¿Por qué? ¿Dónde estaba? ¿A dónde me habían traído?
Fue cuando oi una voz frente a mi.
—Buenas señorita. — La voz era fría, un poco aguda y risueña, como la de un presentador de radio…— Lamento los malos tratos, pero creo que la han confundido con mi presa.
No reconocía la voz, pero no me daba buena espina. ¿Presa? ¿De que hablaba?
—Veo que Vladimir tuvo una confusión con las instrucciones que le di. — Siguió hablando y yo trataba de enfocarlo con mi visión, pero estaba muy lejos como para que mi visión borrosa lo pudiera distinguir. — ¿Me podría decir su nombre?
—Ivana…
Dije arrastrando la voz.
—Ya…entiendo. Debió secuestrar a la equivocada. Eso me pasa por controlar violadores en serie.
Abrí los ojos como platos y mire, pero solo había oscuridad. La única luz que había era una bombilla que colgaba encima de mi. Pero frente a mi había alguien, lo sabía, porque pude ver el brillo de sus ojos y su silueta siniestra.
—¿V-Violador?
—Ah si. — Me respondió. — Vladimir era solo una marioneta mía, hecha para encontrar a una chica que tiene tus…características, pero al parecer sus instintos animales pudieron más.— Suspiró con cansancio. — Ya sabe lo que dicen, que no hay que mandar a un animal a hacer el trabajo de un hombre.
Yo lo miré y mi confusión crecía. ¿Marioneta? ¿Encontrar a una chica? ¿Que quieres decir? ¿Él controlaba al hombre que me secuestró? Pero…¿Eso era siquiera posible?
—Pero bueno, si pudiste escapar supongo que mi juguete ya no está con vida, ¿O me equivoco? — No le contesté, tenía demasiado miedo como para hacerlo. — Tendré que encontrar otra manera de localizarla.
—Por favor no me lastime.— Supliqué con un susurro, casi ni podía hablar, pero él solo se reía.
—Ay pequeña, no podré cumplir esa petición. — Dijo acercándose y mostrando su verdadero ser.
Alto, cabello largo y negro. Su piel era blanca, como si estuviera descompuesta desde hace meses. Traía un traje elegante bajo una bata de médico. Sus ojos eran peculiares, ya que sus iris brillaban de un color dorado que no había visto jamás. Pero lo más inquietante era su sonrisa, que era enorme, y no se limitaba a sus mejillas ya que…de forma espeluznante, tenía cicatrices en ellas que daban la impresión que estaba sonriendo.
—Pero sonríe querida, nos vamos a divertir.— Fue lo que me dijo antes de sacar un bisturí de su bolsillo y acercarse a mi.
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