Cap. 5
Almuerzo con desconocidos
(Tobías)
Abro los ojos y los vuelvo a cerrar de inmediato. La luz del sol me produce migrañas y tener las ventanas abiertas no está ayudando en nada. Agh. Me levanto con los párpados pesados y un dolor enorme en la cabeza.
Estaba en una cama...
¿Por qué diablos estaba en una cama?
Traté de recordar lo que había sucedido, pero la jaqueca me lo impedía. Me toque la parte izquierda de mi cabeza y retiré la mano por la corriente de dolor que me inundó al contacto. Tenía un chichón, ¿Que diablos me había pasado?
Poco a poco empecé a recordar todo lo que había sucedido en su momento...
(Flashback...)
Llegué a través del bosque a la ubicación que me habían dado, una cabaña de bloques y cemento que se encontraba frente a mi. Se veía como una casa familiar, no parecía tener nada fuera de lo normal, aunque yo bien sabía que no era para nada normal.
Allí se encontraba un asesino, y lo había venido a buscar.
Cubrí mi rostro con la bandana que usaba como máscara y me acerque sigilosamente al lugar. Por seguridad toqué las hachas que llevaba en la funda de mi espalda, revisando si las tenía al alcance por si las necesitaba. Ciertamente estaban listas para usarse.
El ambiente era silencioso, lo único que se oía era el canto de las aves y de vez en cuando el salto de un venado cercano. Era entendible que el asesino hubiera querido traer a sus víctimas a este lugar, nadie lo encontraría a menos que se metiera al bosque y caminara por horas a través de árboles frondosos y oscuridad natural. Me hubiera vuelto loco si no estuviera aquí con un propósito.
Matarlo.
Se que suena como algo sombrío, algo fuera de lo considerado humano, pero si supieran todas las cosas que ha hecho este hombre, entendería el por qué debía eliminarlo de este mundo. Un promedio de quince chicas, todas con un mismo perfil y apariencia, cada una con familias y vidas propias. Todas desaparecidas, violadas y asesinadas. Todas ellas debían haber seguido con su vida sin miedo a que alguien se las arrebatará, y este hombre les quitó ese derecho.
El juicio se había hecho, y este hombre fue declarado culpable. Yo estaba allí para cumplir su sentencia.
Busqué en la puerta alguna forma de abrirla, pero en ella había una cerradura de combinación. Número de cinco dígitos, diez digitos posibles en cada uno, eso daba un número aproximado de 27256 combinaciones aproximadamente. Usualmente usaría mi cerebro en estos casos, pero no podía darme el lujo del tiempo en mi situación.
El presunto asesino eliminaba a sus víctimas después de la tercera semana en que las había raptado, después de haber saciado sus morbosas fantasías y sueños más enfermos con las pobres chicas. Dorothea Miller (su última víctima) había sido secuestrada hace cuatro semanas; era poco probable que siguiera con vida...pero significaba que el asesino había encontrado a una nueva víctima.
Aunque no se presentaron avisos de desaparición, era probable que su última víctima no tuviera a nadie que la reportara.
Eso lo hacía incluso peor.
No perdí mi tiempo preguntándome por qué había personas que solo se encargaban de destruir la vida de los demás, solamente tome una de mis hachas y con todas mis fuerzas golpee en contra del tablero de combinación, una y otra vez, hasta que quedó desecha la madera a su alrededor y la puerta, por si sola, se abrió ante mi.
Con la mirada observé el interior de la casa y noté que estaba vacía. No había ningún sonido que delatara a algún alma en el lugar. Entré sin miedo sosteniendo bien mi arma, listo por si algún peligro me atacaba.
Me habían entrenado para estar listo para todo. No debía creerme el más hábil ni el más fuerte, porque siempre habían personas con más entrenamientos que nosotros, los cuales nos podían partir en dos si nos descuidamos. No quería morir hoy, entonces tenía que estar al pendiente.
Camine por un rato, pero de verdad parecía que no había nadie en casa. ¿Que clase de asesino serial era este? ¿Dejaba a sus víctimas solas en este lugar? Debía tener una manera de encerrarlas sin miedo a que se fueran. La casa estaba asegurada, eso sí. Con la combinación en la puerta y las ventanas de gran espesor (se notaba que no eran de cristal) la hacía difícil de invadir sin ayuda extra, y por supuesto, sería complicado salir de allí.
Pensé de inmediato en un sótano, un cliché de los asesinos, ya que todos parecían haber visto una película que dice que la mejor forma de mantener cautiva a una persona era encerrando a esta en un sótano.
Revise por la casa y encontré la posible entrada a un sótano...solo que estaba desecha. La puerta estaba caída hacia un lado, quedando en diagonal a la pared, y retazos de la misma estaban caídos en la misma. Tenía enormes agujeros en todos lados y parecía haber sido arrancada de sus visagras a la fuerza.
Okey, esto se estaba tornando extraño.
Fue allí que escuché un sonido seco desde el otro lado de la casa. Algo cayéndose, estaba seguro. Fue demasiado pequeño y fuerte como para haber sido un cuerpo, entonces, ¿Algún arma?
Pensé en lo peor de inmediato y no me ande con rodeos. Corrí hacia el lugar de donde vino el sonido, con mi hacha en la mano, llegando a la entrada de un garaje, que también había sido violentada ya que la puerta estaba en el suelo.
Al entrar pude ver en el suelo el cuerpo de una chica. Cabello castaño, tal y como todas las víctimas. De lejos la pude reconocer. Ivana Mackenzie, había sido secuestrada poco más de un mes atrás, por lo que habíamos supuesto que había muerto a manos del asesino; pero a pesar de estar tirada en el suelo...aún respiraba. Estaba viva.
Miré al frente. Había un hombre más alto que yo, fornido y anciano. Era verdaderamente fuerte, se veía de lejos, y su ropa estaba llena de sudor y sangre. Tenía una herida en la espalda, la cual sangraba, pero no era profunda. Lo que si era profunda era la herida que tenía en el costado de su cabeza, que parecía estar hecha por un martillo. Su cráneo se había desfigurado...¿Cómo es que seguía con vida?
Creo que no era el momento para hacer una inspección tan completa de su estado físico, ya que la situación que lo rodeaba requería de mi atención. Tenía suspendida a una chica, la cual tomaba por el cuello. El aspecto de la muchacha era igual al de todas las víctimas, aún así, no pude reconocerla. Su rostro estaba tornándose azul por la falta de oxígeno y lágrimas caían de sus ojos. Tenía manchas de sangre en la mitad de su rostro, salpicaduras por proximidad. ¿Ella le había causado la herida de la cabeza?
No dude al momento de actuar.
Me acerque apresuradamente al sujeto y de un solo movimiento clavé el filo de mi hacha en el cráneo del individuo. La sangre salpicó en contra de mis lentes y el olor metálico del plasma carmesí inundó mis fosas nasales.
Recordé en ese momento a mi padre...a mi hermana...pero decidí alejar esos pensamientos de mi mente. No era el momento de alejarse de la realidad.
Afinque el filo aún más y pude ver cómo el cráneo se dividía en dos secciones y un río de sangre chorreaba de su cerebro. El hombre quedó en silencio y la chica cayó al suelo. Solté el hacha cuando estuve seguro que el cerebro estaba desecho, y en cinco segundos el hombre cayó al piso.
Lo miré y fue como si viera basura. Un asesino menos en este mundo, suficiente para hacerme sentir mejor el día de hoy. Me pregunte si mi lado humano debería despertarse y sentirse arrepentido, pero no había remordimiento en mi alma, solo sentía una sensación gratificante por haber derramado la sangre de aquel verdugo de inocentes.
¿Justicia? No sé si llamarle de esa manera.
Solo fui un asesino, un asesino a sangre fría.
Uno más en este mundo, pero también...había hecho que hubiera uno menos.
Vi a la chica que estaba en el suelo respirando con dificultad. Sentí el impulso humano de ayudarla, pero me aguanté. Aún no debía bajar la guardia. Vi hacia todos lados...pero no había señal de más gente.
Supongo que era seguro.
—¿Estás bien?— Pregunté viéndola fijamente, a lo que ella me respondió con su mirada.
Sus ojos azules eran tan puros que parecía que al cielo lo hubieran encerrado en sus iris, y estos estaban rodeados del rojo provocado por las lágrimas que había soltado. Sentí compasión, si hubiera vivido lo que ella también hubiera llorado.
Solo eres un marica, un llorón. Aborrezco el hecho de que tengas mi sangre.
Los recuerdos llegaron a mi mente y los aleje de inmediato. No, no podía permitir que me dominaran de nuevo. Debía ser fuerte, fuerte como los demás. No siempre podía ser el niño indefenso.
Pero lo eres, eres débil.
Negué con la cabeza.
Regresando mi atención a la muchacha, me agaché para estar a su altura, ya que ella había caído de rodillas frente al hombre que acaba de asesinar. Su ropa estaba un poco rasgada y algunos mechones de su cabello castaño estaban sueltos. Sus rodillas estaban encima de un charco de sangre y ella solo me veía, como un pequeño felino preguntando en silencio si debía confiar en el individuo que tenía al frente.
No niña, no debes confiar en mí.
Le extendí mi mano para indicarle que ya estaba segura, que estaba a salvo. Ella dudo un momento, como cualquier persona cuerda, pero al final decidió confiar. Levantó su mano para tomar la mía...
Pero de repente, todo se volvió negro.
(Actualidad...)
Me habían noqueado. Eso seguro. ¿Las chicas trabajaban con el sujeto? Lo dudo en verdad, pero de igual manera nada me explica cómo fue que llegue a esta habitación...
El lugar era espacioso, confortable, pero algo en él me hacía sentir como pesado, como si aquí se hubiera hecho algo terrible.
Recordé la habitación de mis padres...después de que mi madre muriera. Todos los gritos, todos los sollozos, el dolor y la tristeza que salía de aquel cuarto y que yo no podía evitar.
Dios mío, ¿Por qué era tan difícil olvidar estas cosas?
Jamás te olvidarás de mi, jamás te dejaré descansar.
Me levanté ignorando la voz que gritaba en mi cabeza. Había aprendido a ignorarla hace tiempo, pero no podía lograr que se callara. Sus palabras siempre me dolían, me llevaban al pasado que bien quería olvidar, me hacían sentir de nuevo el dolor y el sufrimiento que me causaron...y también el que causé.
Mis huesos tronaron al mover mi cuello de un lado para otro, y mis piernas habían perdido vigor. Se me fue un poco complicado levantarme porque mi cuerpo aún parecía estar dormido, pero cuando volví en mi, empecé a caminar y salí de la habitación.
Apenas salí pude notar que estaba en la misma casa del asesino. Percibí el sonido de objetos chocando entre sí viniendo del final del pasillo y cuando me fui acercando percibí un olor. Siendo el olor a sangre tan común en mi vida cotidiana, no fue lo que llegué a reconocer, sino que olía a un fuerte olor a ...¿Huevos?
Al llegar al final del pasillo me encontré con una cocina-comedor, y una chica estaba de espaldas cocinando. Cocinando huevos con tocino. Me imaginaba cualquier escenario en este momento pero este no pasó por mi mente jamás.
No hice ruido alguno, fue entonces que ví mis hachas reposando en la mesa del comedor. Corrí hacia ellas con sigilo y las tomé con fuerza, pero cuando voltee la chica me veía con una ceja enarcada y un sartén humeante en la mano.
Era de cabello castaño, ojos azules y pecas en el rostro. Era realmente hermosa, pero su ropa en si estaba rasgada y llena de sangre. Era la imagen de la belleza y el desastre mezclados en un solo ser.
—¿Cómo te gustan los huevos?
¿Eh?
—¿Cómo dices? — Pregunté confundido.
—Que como te gustan los huevos...es que estoy haciendo de comer, pero no sé cómo te gustan.
Parpadeo un par de veces tratando de asimilar lo que me estaba diciendo. Estábamos en la casa de un asesino, tenía la sangre de su captor por toda su ropa, tenía al frente al que le había abierto el cráneo al sujeto...¿Y me estaba ofreciendo huevos fritos?
¿Que carajos?
—¿Crees que es momento de comer? — Dije viéndola con extrañeza. — ¿No deberías estar yendo con tu familia o algo?
—No tengo familia, además, no he comido bien en meses, creo que sí es un buen momento para comer.
Trague grueso al escuchar sus palabras. ¿Que quería decir con que no había comido bien en meses? ¿Vivía en la calle? ¿De dónde la habían secuestrado? Las preguntas empezaron a inundar mi mente, pero ella ignoraba obviamente mi conflicto interno.
—¿Y entonces? — Me volvió a preguntar con fastidio.
—Revueltos...me gustan revueltos. — Terminé contestando sin creer que en verdad estabamos teniendo esta conversación.
—Bien.
Ella se volteo y empezó a preparar los huevos revueltos con la tranquilidad más grande del mundo, como si nada. Yo dejé las hachas en la mesa, ya que no ví ningún peligro en su forma de actuar, y me acerque a ella para ver cómo cocinaba.
—¿Fuiste secuestrada? — Le pregunté, pero ella no dejo de hacer lo que estaba haciendo.
—¿Crees que estaría aquí por cuenta propia?
—¿Y la otra chica?
—¿Ivana? Está yendo de seguro al pueblo más cercano para buscar ayudar y que la lleven a casa.
—¿Por qué no la acompañaste?
—No le veía sentido ir con ella cuando no tengo casa a dónde regresar.
Sus palabras me hacían sentir mucha pena por ella. Supuse que era huérfana, y que vivía en la calle, aunque la ropa que traía era el uniforme de algún restaurante de comida rápida, entonces seguramente la secuestraron cuando salía de su trabajo.
—¿No tienes hogar?
—Define la palabra “Hogar”. Vivo en el restaurante en qué trabajo, no tengo un hogar.
—¿Y tus padres?
—Muertos. Tanto los biológicos como los adoptivos.
Sentí un golpe en el pecho cuando dijo eso.
—¿Lo hizo...?
—¿Qué? No. Mis padres biológicos murieron cuando yo era aún muy pequeña, y mi familia adoptiva fue asesinada por un asesino serial...que te digo, una locura.
Hablaba del tema con tanta naturalidad que me estaba asustando. Yo era pésimo para poder identificar emociones por medio de expresiones o de la forma de su cuerpo, más aún cuando estaba de espalda. No sabía lo que era vivir sin padres, aunque de cierta forma entendía su dolor.
¿Dolor? ¿Tú sientes dolor?
El dolor de la perdida era realmente horrible.
¿Cuál perdida? Tú no tienes sentimientos, solo eres un monstruo, un asesino.
No, yo solo asesino a los que se lo merecen.
Uhhh, que bien, un héroe. ¿Eso te hace sentir bien? ¿Con eso es que logras dormir por las noches?
Yo no soy culpable, no soy...
Mataste a un hombre, tal y como me asesinaste a mi. Tus manos están llenas de sangre...
—Tobías.
Interrumpiendo mi conflicto mental, observé a la chica que ponía un plato frente a mi, en la barra de la cocina. En el plato habían huevos revueltos, beicon, pan tostado y un pequeño recuadro de mantequilla que se derretía por el calor que soltaban los demás ingredientes.
Mi estómago rugió al ver todo eso. Se veía delicioso, y olía mucho mejor.
Pero antes de meter el pan tostado en mi boca, algo hizo click en mi cerebro.
—¿Cómo sabes mi nombre? — Pregunté extrañado, pero ella seguía serena sirviendo otro plato con desayuno.
—Lo ví en tus hachas cuando las recogí del suelo, y me lo acabas de confirmar.
Diablos. Tobías, ¿Por qué tienes que ser tan idiota? La chica me vio con una sonrisa y se puso a comer con ansias, disfrutando cada bocado y mostrando su satisfacción con sus expresiones.
—¿No vas a comer? — Me preguntó cuando me le quede viendo, a lo cual yo respondí mordiendo el pan sin dejar de mirarla. — Entonces…¿Eres alguna clase de sicario o caza recompensas? ¿El hermano de alguna víctima en busca de venganza?
Esa era una buena pregunta a la cual yo no tengo ninguna respuesta. No sabía lo que era. No era un héroe, pero tampoco es que sea un villano. Salvo personas, pero también asesino a otras. ¿Qué soy?
Un asesino.
Un psicópata.
Un monstruo…
—No lo entenderías.— Dije al final.
—¿Por qué crees que no?
—Jamas lo entenderías, además, ni siquiera deberías saber mi nombre.
—Entonces no deberías marcar las cosas con tus nombres, ¿Que tienes? ¿Siete años? ¿Se te van a perder tus armas o como es la cuestión?
Tecnicamente no era mi nombre el que se encontraba en las hachas, sino el de mi abuelo. Él me había regalado esas hachas cuando cumplí los catorce años…cuando me llevó a acampar…
(Hace 3 años…)
El ambiente estaba húmedo por el rocío recién caído sobre la copa de los árboles. El cantar de las aves era realmente agradable y de cierta manera me daba paz. Paz que había perdido hace mucho tiempo.
Estaba viendo a mi abuelo Tobias (si, se llamaba igual que yo) cortar la leña que necesitábamos para el fuego. Sus brazos fuertes empuñaban el hacha y con un solo movimiento partía el pequeño tronco en dos. A pesar de su edad, mi abuelo era realmente fuerte y no perdía el vigor a pesar de los años. Siempre lo he admirado, siempre me protegía.
Aunque no siempre pudiera hacerlo.
—¡Tobi! ¡Ve a buscar más madera! — Me ordenó mi abuelo de espaldas, a lo cual yo accedí rápidamente.
Recién había cumplido los diez y el regalo de mi abuelo había sido un día en la naturaleza. Me iba a enseñar a cazar y a identificar las estrellas por las noches. Me emocioné apenas me lo dijo y no dude en acompañarlo.
Al volver con la madera mi abuelo estaba sentado sobre un tronco, con la frente llena de sudor y viéndome venir con una sonrisa. Su barba espesa de color blanca lo hacía ver cómo un papá Noel, y su cabeza calva brillaba al contacto de la luz del sol.
—¡Aquí está la madera, abuelo! — Dije poniendo los pequeños troncos en el suelo frente a él.
—Gracias hijo. — Mi abuelo me miró con las cejas caídas, sus ojos reflejaban tristeza entre esos ojos grises. Los ojos que había heredado mi madre. — Ven aquí pequeño, siéntate a mi lado.
Yo le hice caso, y tomando uno de los troncos me senté a su lado aún sonriendo.
—Sabes qué día es hoy, ¿Verdad?
Mi sonrisa cayó al recordar.
—El día en que mamá murió. — Dije sintiendo el nudo que empezó a formarse en mi garganta.
Mi madre había muerto hace unos cinco años, cuando apenas era un pequeño, dejándonos al cuidado de mi padre. Mi hermana mayor siempre me daba el afecto el cual mamá no pudo darme…pero papá se volvió un monstruo cuando ella murió.
Simplemente…creo que el monstruo siempre estuvo ahí…solo que nadie lo había despertado.
—Y sabes lo que pasará cuando regreses a casa.
—Nos mudaremos.
—No creo que pueda volver a verte, mi pequeño Tobi. — Dijo mi abuelo viendo hacia el bosque. Yo empecé a llorar.
—¿No puedes venir con nosotros?
—Dudo que tu padre quiera que los acompañe.
Mi padre odiaba a mi abuelo, solo porque él no dejaba que me hiciera daño o a mi hermana. Mi padre había ganado nuestra custodia completa, después de varios años de lucha judicial por parte de mi abuelo. Ahora papá se iba a mudar con nosotros a otro estado. No iba a volver a ver a mi abuelo…y eso me dolía.
—Odio a papá. — Dije con rabia, pero sin dejar de llorar.
Lo odiaba. Lo odiaba por ser un hombre malo, por querer alejarme de mi abuelo, por golpear a mi hermana, por encerrarme en el sótano cuando me portaba mal. Lo odiaba por ser un monstruo.
—Escucha pequeño Tobi, no dejes que el odio domine tu corazón, no vale la pena. — Me dijo mi abuelo poniendo su brazo encima de mis hombros. — Ahora que no voy a poder estar, tú serás el hombre de la casa, y tendrás que proteger a tu hermana.
—¿Y si no puedo, abuelo?
—Podrás, yo creo en ti. — Se inclino hacia un lado y puso sobre sus piernas un objeto cubierto por una sabana— Tengo un regalo para ti.
Mire la sabana y mi abuelo reveló un par de hachas como las que él usaba. Sus mangos eran de madera y la parte de hierro era de un color anaranjado muy llamativo. Parecían ser nuevas, y tener un filo suficiente. En los mangos tenían el nombre “Tobías“ grabado, y en dónde se agarraban había una banda de tela para que no se dañaran las manos.
—¿Son para mí? — Pregunté asombrado.
—Si. Las hice yo mismo. Quería hacerte algo que nos uniera aún cuando no estuviéramos cerca.
Mi abuelo era herrero, y siempre hacia cosas como estas. Pero el hecho de que hiciera esto para mí…me encantaba.
—¡Gracias abuelo! ¡Me encantan!
—Me alegro que te gusten. — Dijo con una sonrisa algo triste. — Ahora levantate, te tengo que enseñar cómo usarlas.
—Hey, ¿Estás bien? — Dijo la chica sacándome de mis recuerdos.
La miré y negué con la cabeza.
—Estoy bien, si.
Pero la verdad era que no lo estaba. Te había fallado abuelo, no había podido proteger a mi hermana. No fui el hombre de la casa. No pude salvar a nadie…te he defraudado, en dónde sea que estés.
No sirves para nada.
—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? — Pregunté tragando el último bocado de comida.
—Como un día completo.
Solté el cubierto y casi me atraganto al oir esas palabras, ¿Un día acaba de decir?
—¿¡Un día!?
—Si. Es que Ivana te debió golpear muy fuerte. Estabas súper desmayado. — Dijo tomando los platos y dejándolos en el fregador. — ¿Tenías que ir a una cita o como?
Pasé mis manos por mi cabello nervioso. ¿Cómo pudo hacer pasado tanto tiempo? ¡Estaba muerto! No podía dejar de reportarme…
Espera.
—¿Tenía algo parecido a un teléfono o un comunicador encima?
—Mmm, no sé, no te revisamos. A lo mejor está en tu chaqueta. Te la quitamos para que descansaras mejor.
Me paré rápidamente de dónde estaba y fui a dónde estaba la chaqueta. Saqué de uno de los bolsillos mi biper y pude ver lo que me aterraba.
¿Cómo te fue?
¿Ya acabaste la misión?
¿Por qué no respondes?
¿Estás en peligro?
VAMOS PARA ALLÁ.
Mierda. Mierda. ¡Mierda!
Voltee rápidamente hacia donde estaba la muchacha y ella lavaba los platos muy tranquilamente. Dios mío, ¿Cómo pude ser tan estúpido?
Me acerque corriendo hacia ella y la tomé del brazo.
—¡Hey! ¿Que haces?
—Tienes que salir de aquí, ahora.
—¿Pero qué? No, te dije que me quedaré hasta que Ivana vuelva con la policía.
—No me entiendes, tienes que salir de aquí, ¡Ahora!
La jalé del brazo hacia la salida, pero ella ponía resistencia.
—¿Pero qué carajo pasa?
—Mierda. — Dije volteando a verla con urgencia. — Mira, te explico. Yo no trabajo solo. Soy parte de un equipo de asesinos, y me desaparecí durante mucho tiempo sin dar señales de vida. Una de nuestras reglas principales es que nadie sepa nuestra identidad, por eso usamos máscaras; y tú sabes hasta mi nombre. Si ellos saben que sabes quién soy, no se que podrían hacer contigo. ¡Por eso tienes que irte!
Ella me miró aterrada. Bien, entendió la información. Dejo de resistirse y la lleve hacia la puerta, pero antes de abrir…escuché un auto estacionarse.
Ya habían llegado.
La miré aterrado y ella también me vio. Mierda, ¿Ahora que podía hacer? Piensa Tobías, ¡piensa! Miré por toda la casa y pensé en hacer que saliera por la puerta trasera, pero nada me aseguraba que entrarían por la misma entrada. Podían encontrarla mientras salía y ese sería su fin. Encerrarla en una habitación tampoco era una opción, ya que seguro harían inspección.
Fue entonces que ví el armario en la sala.
—Entra en el armario.
Ella asintió con la cabeza y rápidamente entro en él, cerrando las puertas frente a ella. Pude oir pasos acercándose a la puerta y sin previo aviso…la abrieron frente a mi.
Dos individuos, los dos distintos entre si, me miraban fijamente.
El primero era alto y fornido. Una chaqueta negra de capucha cubría su torso y marcaba sus brazos fuertes y atemorizantes. Se veía como si pudiera partir tu cuerpo en dos con un solo movimiento. Tenía puesto una máscara negra que le cubría desde el cabello hasta el cuello, algo parecido a un pasamontañas, y en sus ojos tenía unos goggles negros que impedían que viera sus ojos, los cuales seguro me veían fijamente. De su cuello colgaban unas placas militares, las cuales brillaban de lo relucientes que eran.
Hood.
La chica que lo acompañaba (porque si, era una chica) tenía también una chaqueta con capucha, pero esta era de color azul. Traía puesta una máscara blanca que mostraba una cara risueña, con ojos negros felices y una sonrisa roja que parecía estar hecha con sangre. Su cabello negro y corto cubría sus orejas, y sus pantalones negros ceñidos la hacían ver más provocadora de lo que quisiera admitir. Ella, al verme, solo inclino la cabeza, sonó si viera a una pequeña mascota después de hacer algo estúpido.
Ella era Smiled.
—Hola chiquito. —Me saludó Smiled con tono amable y risueño.
El que más miedo me daba.
—Me alegra en serio que sigas con vida, me hubiera puesto muy triste si te hubieran asesinado.— Dijo acercandose a mi y poniendo su palma en mi mejilla. No pude evitar sentirme pequeño y supe de inmediato que mi rostro se puso rojo.
Al verme, solo soltó una risita de niña pequeña y me dió dos pequeñas palmadas en la cara antes de alejarse. Miré a Hood el cual estaba viendo todo el lugar ignorando mi presencia. Como siempre, muy agradable.
—Hola Hood— Dije, pero él ignoró el saludo, por supuesto.
—¿Cumpliste la misión?
—Si.
—¿El cuerpo?
—En el garaje.
—¿Por qué no avisaste?
—Se me…olvidó.
—¿Se te olvidó?
—Si, se me olvidó.
Hood me miró y estoy casi seguro de que alzo una ceja debajo de su máscara, pero decidió hacerme caso. Gracias a Dios, porque la verdad tenía miedo de lo que pudiera suceder si se molestaba conmigo.
—Ufff, eso en la cochera huele como cuando murió mi abuela y la encontramos tres días después. — Dijo Smiled cuando volvió con nosotros, captando nuestra atención. —Este tipo se pudrió rápido.
La verdad no había revisado el cuerpo del hombre cuando desperté, pero no era lógico que se hubiera descompuesto con tanta rapidez. Un cuerpo con las condiciones que teníamos se descomponía en un promedio de tres días…y apenas habían pasado 20 horas desde el deceso. ¿Por qué se había descompuesto tan rápido?
—¿Tan mal huele? — Pregunté confundido.
—Pues si, pero nada que no hayamos visto antes. — Me dijo, inclinó la cabeza hacia un lado de forma dulce. — ¿Te pasa algo, chiquito?
—Ehhh, no…
—Es que te ves algo nervioso.
Mierda, era pésimo disimulando mis nervios. Si, estaba nervioso. Estaba ocultando a una chica en un armario a dos asesinos profesionales, les estaba mintiendo en la cara cuando ellos podían destriparme con vida de tal manera que no moriría sino que sufriría mientras lo hacían.
Obvio que estoy nervioso.
—Debe ser el calor.— Dije tratando de disimular.
—¿Tan nerviosa te pongo? — Dijo riéndose, yo la miré mal.— ¿Por qué huele a desayuno?
Iba a decir otra cosa cuando escuché algo afuera. Una moto, si no me equivocaba. Ese sonido para mí en estos momentos era de mal augurio, tan malo que mi corazón se detuvo.
—¿Blue vino? — Dije tratando de disimular la corriente fría que atravesó mi columna.
—Si. —Contestó Hood con tono indiferente. — Quería ver cómo estabas en persona.
Estoy muerto.
Miré hacía la puerta que se encontraba abierta y pude ver cómo una motocicleta se estacionaba justo frente a mi. Era negra, y tenía un aspecto clásico pero a la vez moderno (si eso siquiera es posible de combinar). El conductor se bajó y se quitó el casco, colocando en su rostro rápidamente una máscara.
La máscara era notable desde lejos, era azul con detalles negros. Sin boca, solo dos agujeros para los ojos…pero los agujeros eran tan negros que hacía creer que el que la portaba no tenía ojos. Era menos fornido que Hood, más alto que Smiled y portaba una seriedad junto a un aire de misterio que lo representaba.
Nuestro líder, Blue.
Llegó hasta la puerta y los tres nos lo quedamos mirando, todos con reacciones diferentes. Hood estaba indiferente, como si el que tuviese en frente no era nadie; Smiled estaba divertida con la situación; ¿Y yo? Yo me estaba muriendo por dentro.
—Hola Tobi. — Saludó Blue con tono amable y fraternal, como te hablaría un hermano mayor cuando lograste una meta.
—H-Hola señor. — Dije tartamudeando.
—Cumpliste la misión…¿Cierto?
—S-Si…
—¿Hubo alguna complicación?
—¡No! — Dije tal vez más alto de lo que debería. — N-No hubo ninguna.
Blue me vio fijamente. Su mirada me estaba penetrando el alma y aunque no podía ver sus ojos, de igual manera las fondos negros que habían en la máscara me intimidaban aún más. A él no le podía mentir, nadie podía.
—¿Me estás ocultando algo?— Preguntó metiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero negra.
—N-No…que va señor, todo pasó acordé al plan original.— Dije temblando. ¿Por qué estaba sudando tanto?
Blue no dejo de mirarme e inclinó la cabeza, pero no de forma tierna como lo hacía Smiled, sino de duda. Dejo salir un suspiro de cansancio y…decepción.
Decepción por mi mentira.
—Ay Tobi…sabes que detesto que me mientan, más cuando de trabajo se trata— Me respondió al final moviendo la cabeza de un lado a otro, negando mi incompetencia.— Hood, Smiled, ¿Revisaron la casa?
—Esta limpia. —Contestó Hood con tono militar.
Al escuchar eso, Blue asintió, pero su mirada en mi fue incluso más intensa.
—Tobi, te di un voto de confianza al dejarte está misión, si hay algo que no pudiste lograr o hiciste mal, debes decirme y lo arreglaremos juntos.
Me lo pensé por un momento. Blue no era tan malo ni tan despiadado como los demás. Además era un hombre sensato, puede que no actúe impulsivamente y escuche mis razones.
Pero era un asesino, mejor dicho, el líder de un equipo de asesinos, tampoco es que pidiera confiar mucho en su compasión.
Discretamente miré hacía el armario que aún se encontraba cerrado. A lo mejor si distraía a mi equipo podía darle oportunidad para que escape pero…¿Después qué? ¿Ella mantendría el secreto? ¿Guardaría el secreto de una banda de asesinos cuando estuviera en libertad? ¿Habré traicionado a mi equipo al poner en peligro su anonimato?
Volví la mirada a Blue, pero él también regresaba la mirada. Estaba viendo el armario. Carajo.
—Ay Tobi…— Fue lo que dijo antes de quitarse de enfrente de mi y empezar a acercarse al armario.
—¡Jack, no!— Fue lo que pude decir antes de que él llegara y abriera las puertas del armario.
(Nina)
Era realmente incómodo el lugar en donde estaba, la oscuridad me estaba dando nervios y había un olor horrendo a ropa húmeda. Todo porque un asesino estaba recibiendo la visita de sus amigos asesinos.
¿En qué lío estúpido me he metido ahora? ¿Ahora que me iba a suceder?
Podía oír las voces de afuera del armario y estaba casi segura de que había como tres personas incluyendo a Tobías. Un hombre y una chica. ¿Será que si abro esto lo suficientemente callado puedo salir corriendo y salvarme?
¿Quieres intentarlo, chica maravilla?
Si es verdad, ¿En qué estaba pensando? Eran seguramente asesinos profesionales, ¡Vivian de eso! Dudo que no puedan atrapar a una niña con la destreza de una garza coja.
—Hola Tobi.
Escuché una cuarta voz hacer acto de presencia. Esta era un poco más serena y enigmática, pero…espera, esa voz la conocía de algún lado.
No entendí mucho el intercambio de palabras que tenía Tobi con la voz nueva, solo entendía algo de una misión y una…¿Mentira?
De repente, el sonido de unos pasos empezaron a escucharse acercándose rápidamente a mi posición.
¿Aún me daba tiempo para rezar al cielo?
¿Y si crees que te escuche algún santo?
Pues lo dudo, pero hay que intentarlo, ¿No? Por si a las moscas.
—¡Jack, no!— Escuché a Tobi gritar.
¿Jack? Espera…
Las puertas del armario se abrieron y frente a mi se encontraba una figura. Chaqueta negra con capucha, una máscara azul que tenía como ojos dos cuencas oscuras que impedían ver los verdaderos que se encontraban atrás. Cualquiera hubiera tenido miedo…pero está vez yo no tuve.
—Tú. —Dijo el hombre enmascarado confundido.
—Tú. — Dije cuando pude reconocer la voz.
—¿Ella? — Dijo Tobi a lo lejos.
—¿Él? — Dijo una chica con máscara y chaqueta azul.
—¿Ustedes? — Dijo un chico que tenía todo el rostro cubierto por un pasamontañas.
El chico enmascarado (el de la máscara azul) llevo su mano a la máscara en si y lentamente se la quitó, dejando ver su verdadero rostro, un rostro que no pude olvidar desde el día que lo ví.
¿Cómo lo hubiera podido olvidar? Si él me había salvado la vida.
—No dejas de meterte en peligro, ¿O si, Nina? — Dijo Jack con una leve sonrisa.
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