Cap. 3
Una Visita Inesperada
(Nina)
(Dos meses después...)
Un restaurante de comida rápida en mi mente infantil debía oler a hamburguesas y papas fritas todo el tiempo. Era un olor agradable, ¿No? Pero este lugar no era así. Olía mayormente a grasa quemada y salsa de tomate rancia. Odiaba este lugar en serio.
Después de que me echarán a patadas a la calle hace un mes y medio, tuve que conseguir trabajo en este miserable lugar. Además de que tenía que trabajar noche y día para poder pagarme lo que necesitaba para ....bueno, vivir; además tenía que dormir prácticamente en los bancos del mismo sitio porque casa no tenía.
Mi jefe me había dejado quedarme viendo mi situación, con la única condición de que no intentara roba nada del lugar, y también...algunos pagos extras.
Claro, porque iba a robar doce dólares de la caja y el montón de sobres con salsa seca que dejaban los clientes. Un botín.
El sarcasmo no te sacará de aquí.
Ni tampoco tu punto de vista.
No podía estudiar en la universidad. El trabajo me absorbía todo el día y todos lo que recogía era para sobrevivir. Tenía que soportar a los clientes todo el día y siempre tener una sonrisa. Me sentía la persona más hipócrita del mundo al darle los buenos días.
Ni siquiera me había podido lavar el cabello en dos meses; no recuerdo la última vez que tome una ducha normal, o la última vez que olía a algo diferente a las hamburguesas gracientas que vendía ahí.
La televisión estaba encendida. Hubiera sido increíble que pasaran alguna película interesante, pero solo tenía sintonizado el noticiero local. Estaban reportando en las noticias nacionales una serie de desapariciones que habían ocurrido en el país.
Me llamo la atención el hecho de que las chicas siempre eran chicas de cabello castaño, de ojos claros, esencialmente azules. Las víctimas habían tenido mi edad. Eso me hizo sentir un tanto extraña. Yo encajaba por completo en la descripción de las víctimas habituales del secuestrador...me sentí por primera vez insegura en el restaurante.
Eran las tres y cuarto de la tarde. A esa hora para mí sorpresa no había venido completamente nadie. Encendí mi celular y empecé a jugar una versión antigua del candy crush.
Por un momento vender ese aparato para ver si me alcanzaba para alquilar un cuarto de hotel, al menos por un mes, pero tampoco es que el teléfono fuera de última generación. No era como los demás teléfonos que estaban de moda (creo que se llaman "SkyPhone") , e incluso tiene botones con números. Solo un abuelo me lo compraría y aún así, no le ganaría nada.
Suspiré con pesadez.
¿Quién hubiera dicho que terminaría en ese estado a tan temprana edad? Apenas había cumplido los dieciocho y había quedado huérfana, sin papeles originales, fui la única sobreviviente de una masacre en dónde ví a mis seres queridos morir, adoptada por seres sin corazón, echada de casa, sin dónde dormir y por supuesto, muerta de hambre. ¿Qué más podía pasarme? ¿En serio podía ocurrir algo más?
No tientes a la suerte.
El número de combinaciones en el juego se acabó, junto a mi depósito de vidas. Okey, yo invoque a la mala suerte. Apagué el celular con frustración y cerré los ojos sentada en la silla, a lo mejor pudiera echarme una dormidita antes que...
La campana de la entrada sonó indicando que un nuevo cliente había llegado. Que felicidad. Ni siquiera dormir en paz podía ahora. Me levanté de la silla y me fui directo al mostrador a ver quién había entrado. Al llegar me fijé en las dos personas y quedé...intrigada.
Era un hombre y una mujer. El hombre parecía de cuarenta y tantos, desaliñado, barbudo, vestido muy mal cabe admitir. Parecía molesto por alguna razón, pero lo trataba de disimular. Su cabello era negro, recortado, estilo militar. Traía lentes oscuros y una gorra. Literal, parecía alguien en quien tú no confiaras ni el nombre.
La chica por otro lado, era totalmente diferente. Debía tener mi edad, simplemente no podía tener más. Era castaña, como yo, solo que de un tono más oscuro; también traía gorra y lentes oscuros. Se veía nerviosa, miraba a todos lados, parecía estar temblando; cuando el hombre se le acercaba ella se sobresaltaba, como si temiera algo.
Esto no me da buena espina, pensé.
El hombre hizo que la chica se sentará en una de las mesas y se acercó al mostrador.
—Muy buenas tardes, señor, bienvenido a Connors Burger , ¿Puedo tomar su orden? —Pronuncié mi frase habitual, viendo disimuladamente a la chica que parecía aterrada.
—Dos hamburguesas con dos refrescos. — Pidió el hombre sin mirarme a los ojos, aunque no lo entendí ya que traía lentes oscuros.
—¿Algo más?
—No. —Dijo secamente. — ¿Cuánto tardará?
—Pues viendo que estoy sola hoy, unos quince minutos. —Dije sin mentir. El idiota de mi compañero me había dejado sola hoy porque tenía una "cita". — Puede esperar en su mesa, yo lo llamaré cuando esté lista su orden.
El hombre no parecía conforme con mi respuesta, pero se tuvo que aguantar. Volvió a la mesa con la chica, la cual parecía estar incluso más aterrada al estar junto al hombre de nuevo.
Empecé a preparar la orden, pero dando más tiempo de lo normal. Era obvio que aquí había gato encerrado. ¿Por qué ese hombre actuaba tan raro? ¿Por qué la chica estaba tan nerviosa? ¿Por qué parecía estar tan apurado?
Fue entomces que recordé. El secuestrador. La chica encajaba en el perfil...¿Podía ser posible?
Miré encima del mostrador y los ví a los dos. El hombre parecía ansioso, la chica estaba aterrada, claramente algo estaba pasando detrás de bastidores, y no era nada bueno. La mirada del hombre recayó en mi, desvíe la mirada de inmediato.
Era él, lo podía sentir.
Tenía que encontrar la forma de llamar a la policía.
Hice como si el pan de hamburguesas se hubiera acabado y me fui a la parte oculta del restaurante. Tomé mi teléfono y llame a emergencias.
—911, ¿Cuál es su emergencia? —Contestó la operadora.
—Ehh, ¿Hola? ¿Puede enviar a la policía?
—¿Está en peligro?
—No estoy segura—Admití— creo que...estoy con el secuestrador de la televisión.
La operadora se quedó en silencio por unos minutos.
—¿Está segura?
—Viene con una chica que es igual a todas las que el hombre secuestró...y están actuando muy raro.
—¿Está usted segura?
—Si...creo que sí.
—Ok, manténgase alejada del sujeto. ¿Puede decirme su dirección?
—Si claro, estamos en...
Mi voz fue callada abruptamente. Alguien puso algo que identifique como un pañuelo en mi boca, tenía un olor particularmente extraño. Forcejee lo más que pude, pero la persona que me sujetaba era más fuerte.
—Te hubiece dejado ir...pero por no mantener la boca callada no tengo otra opción.— Era la voz del hombre que había atendido hace rato, solo que esta vez no parecía molesto o ansioso, sino divertido.
Mierda, había caído en su trampa.
Trate de liberarme y en el proceso el teléfono se me cayó al suelo. Con cada patada que daba más débil me sentía, con cada respiración mi visión se volvia cada vez más borrosa.
Fue entonces que me rendí. No podría con él aunque luchará. Mis ojos se fueron cerraron y pude escuchar que él me susurraba al oído.
—Me divertire mucho contigo...
Cuando escuché eso, todo se volvió negro.
Mientras estaba inconsciente por mi mente pasaron imágenes a la velocidad de la luz. Imágenes atroces, terribles.
Pude ver a los señores Jhonson cubiertos de sangre, mi ropa cubierta con la sangre de mi hermano, la escritura en la pared, las sirenas de la policía y...un rostro. Un rostro lleno de maldad y locura, el cual me sonreía. No lo podía ver bien, no, era como si estuviera atrás de una espesa oscuridad y lo único que podía ver eran sus dos ojos y su sonrisa maniática.
Sabía que estaba durmiendo, sabía que tenía que despertar, pero mi mente me tenía atrapada en esa pesadilla espantosa. La sonrisa de ese rostro se hizo cada vez más grande, más de lo que es humanamente posible, y sus pupilas dilatadas por la euforia penetraban en mi alma. Quería huir, debía huir. Grité, grité como nunca lo había hecho, pero eso no impidió que llegara hasta donde estaba y hundiera un cuchillo en mi pecho.
—¡Nooooo!
Desperté, pero no estaba en la casa de los Jhonson, no estaba cubierta de sangre ni tampoco estaba él. Estaba en un sótano. Si, un sótano. No sabía por qué estaba en ese sitio.
Me dolía la cabeza, como si mil martillo me retumbaran por dentro. Me sentía mareada, drogada. Traté de volver a la realidad, pero todo estaba borroso. Mire a mi alrededor, pero todo era desconocido para mí.
¿En dónde carajos estoy?
—Debiste quedarte callada...
Mire a dónde venía la voz y al frente de mi estaba una chica. Ojos azules, más claros que los míos, cabello castaño y piel clara. Era la chica que había visto en el restaurante.
El restaurante. El secuestrador. O no, estaba secuestrada.
—Solo me había llevado a comer, ya me tenía a mi.— Siguió hablando con la cabeza agacha— No te hubiera llevado si no hubieras llamado a nadie.
—Perdón por intentar salvarte la vida.— Dije tratando de mover las manos, pero las tenía atadas. Diablos, me dolía la cabeza.
—Pues no te funcionó mucho, porque ahora en vez de una, somos dos.
—¡Ya me di cuenta!
—No grites, no funciona de nada alterarte en este momento.
Impeccione con más detenimiento a la chica. Tenía pequeños golpes en el ojo y moretones en el cuello. El labio lo tenía partido y traía puesta una ropa cualquiera que en términos de moda, no le quedaba. Las mujeres sabemos que nos queda y que no, el hecho de que estaba vestida así significaba que la habían vestido, y no una mujer.
Solo de pensarlo me dió asco.
—¿Cómo te llamas?—Le pregunté a la chica.
—Ivana— Respondió— ¿Y tú?
—Nina.
—Es bonito nombre.
—Creo que eres la unica que me ha dicho eso.
Intente hacela reír, pero me di cuenta de inmediato que no era el momento. Tal vez no sería el momento en mucho tiempo. Estabamos secuestradas por un secuestrador y posible asesino.
—¿Qué nos va a hacer?— Pregunté teniendo la respuesta.
—Nada bueno.
—¿Cuánto tiempo tienes aquí?
—Como un mes y medio, o algo así. Es difícil llevar el tiempo en este lugar.
—¿Y que...?
—¿Que qué me ha hecho? Pues me ha morboseado, tocado, lastimado, golpeado y violado. En ese orden.
La miré con tristeza, pero también con miedo. Sentí miedo porque eso era lo que me iba a pasar a mi. Negué con la cabeza, empecé a hiperventilar.
—¿N-No hay alguna forma de salir de aquí?— Pregunté tartamudeando.
—¿Crees que si la hubiera yo estaría aquí?
—Lo siento es que...—El pecho se me encogió y sentir que las lágrimas empezaban a salir. Quería ser fuerte, pero...¿fuerte para quien? Estaba secuestrada, y nadie me iba a extrañar.—...no quiero morir.
Lloré. Mi vida empezó de la mierda y terminará igual. Iba a terminar violada, mutilada y enterrada en un bosque sin que nadie supiera. Solo sabrían de mi cuando unos niños pasen por allí diez años después y vean mis huesos descompuestos.
—Hey, hey, hey. Cálmate. —Ivana me dijo desde el otro lado— No llores.
—¿Cómo quieres que no llore? ¡Me van a violar! ¡Me van a matar! Solo dejaré de existir así como así...
—No moriremos, habrá una forma de irnos, pero tenemos que ser fuertes.
¿Qué? Esperaban que la protagonista fuera la fuerte de la situación, ¿no? Pues usualmente lo sería, pero hay un problema con ese asunto. Yo no soy alguien fuerte, no me criaron para ser fuerte, ni siquiera tengo la capacidad de ser fuerte. Soy una basura de la vida, a la cual le echan mucha más basura cada día.
No soy fuerte, nunca lo he sido.
—¿Cómo puedes estar tan tranquila? Te violaron todo este tiempo...—Pregunté mirándola con ojos llorosos.
—Porque tengo esperanza de que en algún momento saldré de aquí.— Me sonrió. Admiro a esta chica — Ahora escúchame. No tardará mucho en venir. Cuando venga no trates de resistirte, a él le gusta que lo reten, eso lo excita.
—Entonces...¿Debo solo dejar que me violen?
—Hoy no te van a violar, confía en mí y haz lo que te digo.
Apenas dijo eso se oyó como una puerta se abrió. Se pudieron oír los pesados pasos que daba el secuestrador mientras bajaba las escaleras. La madera crujía cada vez que apoyaba el pie en un peldaño.
Estaba vestido con ropa más sencilla que cuando lo ví en el restaurant, y se había recortado la barba. El maldito estaba bajando muy sonriente viendo a sus dos presas, indefensas e inmovilizadas.
—Buenas noches, señoritas. —Dijo con una asquerosa sonrisa que dejaba ver sus dientes, los cuales estaban amarillos.
¿Noches? ¿Ya era de noche? En ese sótano no había ni ventanas, entonces no pude ver siquiera si ya había oscurecido. Pero supongo que lo importante no es la hora, sino lo que iba a hacer ese tipo en ese preciso momento.
Y hablando del rey de Roma.
El tipo se acercó a mi. Si, a mi. Sus ojos estaban clavados en mi cuerpo con una mirada lasciva que me daba ganas de vomitar. Ese hombre podría ser mi padre y aún así me veía con ese deseo. Puede que a muchas mujeres les guste que los hombres las vean de esa manera, pero yo no era el caso; más bien me daba asco.
—Usualmente me gustan más arregladas— Dijo mientras se agachaba frente a mi dejando que viera mejor los detalles de su rostro. Era feo el idiota— Pero viendo que te conseguí básicamente en bandeja de plata, no me puedo poner exigente.
Sonrió.
Quise escupirle la cara, patearlo, romperle al menos uno de esos dientes podridos que tenía, pero según Ivana eso solo iba a hacer las cosas peor. Me quedé quieta viendo el piso, con posición sumisa, como si tuviera miedo.
¿Como si tuvieras? ¿No tienes?
Si tengo, pero de alguna forma las palabras de Ivana me habían ayudado a calmarme. Si hubiera forma de salir de aquí ilesa y viva, haría lo que fuera.
Recordé en ese momento que era virgen. Dios...perdería mi virginidad con este tipo. Para completar mi desgracia mi primera vez sería con un secuestrador veinte años mayor que yo. Tenía ganas de llorar, y lo hice.
Pude sentir como las lágrimas saladas corrían por mis mejillas, pero no levanté la mirada.
—No llores preciosa—Dijo el bastardo secando una de mis lágrimas. Lo mire de reojo y observe como el dedo que había quedado húmedo por mi llanto se lo metía a la boca, como si mi sufrimiento fuera un manjar— Hoy te haré muy feliz.
Maldito, mil veces maldito.
Supuse que me llevaría a una habitación, pero no de la forma en que lo quería hacer. Me tomó por el cabello y lo jaló tan fuerte que me hizo poner de pie. Me dolió el cuero cabelludo por la presión con que agarraba los mechones castaños de mi cabeza.
Cuando estuve ya de pie me tomo por el cuello con una mano y me levanto. El tipo tenía tanta fuerza que con solo un brazo podía mantenerme en el aire. Sentía como el aire se me estaba escapando de los pulmones, pero no regresaba. Me estaba asfixiando.
—Creo que no fue tan mala idea esa de comer una hamburguesa, hermosura.
Le estaba hablando a Ivana. Lo supe sin tener que preguntar. Aún estaba con su enorme mano en el cuello cuando me empezó a tocar por todo el cuerpo con la que tenía libre. Los hombros, el vientre, mis piernas, mis tetas y mi cara. Mi cuerpo tembló de miedo.
Nunca me habían tocado el cuerpo de esa manera, y esperaba que el que lo hiciera fuera por amor, pero esto no tenía amor por ninguna parte. Era puro morbo, perversión y no me gustaba para nada. Aún así hice el esfuerzo de no resistirme a nada.
—Tienes unas buenas tetas, niña. No creo que llegue a la habitación.
Las lágrimas no dejaban de salir de mis ojos. Solo podía llorar. Quería gritar, pero de algún modo sabía que no serviría para nada. Nadie me escucharía, solo él, y lo más probable es que eso solo lo exite más, haciendo todo peor.
—Eres un maldito cobarde.
Esas palabras no vinieron de ninguno de los dos, sino de Ivana. Ella estaba en el suelo presenciando todo y estaba negando con la cabeza.
—¿Cómo dices?— Dijo el tipo aflojando un poco el agarre de mi cuello.
—Que eres un cobarde. Un cobarde, y un maldito degenerado. Solo atacas a las que no se pueden defender porque así es más fácil.
—Qué vas a saber tú.
—Sé mucho. Eres un maldito degenerado que no puede ni siquiera pagarse una prostituta para satisfacer ese maldito deseo que tienes. Además de cobarde, pobre.
—Deja de decir eso.
—¿Qué cosa? ¿Que eres cobarde? Pero si lo eres. No atacas a las mujeres que se pueden defender, ni tratas de impresionar; aunque claro, ¿cómo podrías? Si eres un anciano, ninguna te querría.
—Ustedes...
—¿Nosotras? No sé Nina, pero yo siento asco por ti. Si pudiera darte una patada en las bolas lo haría justo ahora.
No sabía por qué ella estaba haciendo esto, pero me ayudó. El tipo liberó su agarre y yo caí en el suelo respirando con dificultad, tratando de aspirar todo el oxígeno posible. Me dolía el cuello y la cabeza. Mire al tipo y tenía la vista clavada en Ivana.
Ignoró mi existencia, solo se acercó a Ivana y la tomó por el cabello.
—¿Yo soy cobarde? Según recuerdo eras tú la que pedía piedad cada vez que te follaba.— Dijo con una sonrisa.
Entre sonrisas y jadeos de dolor, ella contestó.
—Solo hago lo que creo necesario, porque no das miedo maldito. Si tuviera la oportunidad te mataría con mis propias manos.
Eso fue la gota que derramó el vaso. El tipo la jaló del cabello a Ivana y la empezó a arrastrar hacia las escaleras.
—¡Ya veremos quién es el cobarde!
La arrastró por las escaleras como si fuera un simple costal de papas. El cuerpo de Ivana chocaba contra los peldaños y podía ver qué le dolía el golpe de la madera en su cuerpo. Finalmente se cerró la puerta y me quedé allí, sola, en el sótano.
No sé cuánto tiempo paso, pero si sabía que estaba pasando arriba. Podía oír los gritos como si estuvieran muy lejos, pero ahí estaban. No quería ni imaginar lo que le estaba haciendo ese monstruo. ¿Por qué lo había provocado asi?
Al cabo de un rato la puerta se volvió a abrir dejando ver al secuestrador con esa sonrisa maniática que tenía al principio, pero en vez de ver a la Ivana desafiante solo pude ver un cuerpo desvalido. Bajo las escaleras arrastrando el cuerpo moribundo de la chica y la soltó en el piso frente a mi.
—Te crees muy valiente, pero lloras cuando te llega el momento. —Dijo el hombre con una sonrisa macabra— Pero no puedo negar que me encanta. Verte gemir de dolor es la mejor sensación que he tenido, solo por eso no te he matado.
Al decir eso se dió la vuelta y se fue. Ni siquiera me miró y no me pudo importar menos. A pesar de que tenía las manos y los pies atados, hice todo el esfuerzo para llegar hasta donde estaba ella.
Estaba respirando, lento, pero lo hacía. Con solo ver el estado de su cuerpo pude saber cuanto había sufrido en ese lapso de tiempo. Tenía moretones en toda la cara, también en el cuello; su ropa estaba súper rasgada con más de una sección expuesta al aire. Temblaba de frío. Tenía el cabello despeinado y su cara estaba cubierta de lágrimas y pequeños rastros de sangre.
Senti ganas de llorar.
Hoy hemos llorado mucho.
—¿Ivana? —Traté de llamarla en voz baja.
Lentamente ella abrió los ojos. Cómo pudo se incorporó y se sentó, haciendo gestos de dolor con cada minimo movimiento.
—Esta vez fue un poco más brusco de lo usual— Dijo mirándome.
—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué lo retaste así?
—Porque al hacerlo lo estaba tentando a qué me tomara a mi en tu lugar.
—Pero...¿por qué querrías eso?
—Para que tu primera noche no fuera tan mala. —Me dedicó una mirada suave. — Ya llevo un mes aquí, estoy aconstumbrada a esto.
—Nadie debería aconstumbrarse.
—Lo sé, pero no hay remedio. Además, tenía que conseguir algo.
No entendí al principio, pero cuando abrió su mano sonreí. Era un pedazo de vidrio, suficiente para cortar las cuerdas que nos ataban.
—Esto servirá para liberarnos. —Me dijo sonriendo.
—Pero...¿por qué no habías hecho esto antes?
—Porque nunca hubiera podido con él sola, pero ahora somos dos. Nunca deja a más de una con vida, entonces si no escapamos no tendremos oportunidad.
Tenía sentido, y en estos momentos no iba a dudar de ella.
*****
Nota del Autor:
Buenos días, tardes o noches damas y caballeros que me leen. Soy el autor de esta historia, Isrrael. Mucho gusto. Primero que nada muchas gracias por leer y darle una oportunidad a esta historia, muchas gracias de verdad. Soy un escritor novato y que lean mi historia ya es demasiado, muchas gracias.
Está historia, como se darán cuenta, está en desarrollo, pero no voy a dejarlos sin capítulos durante un años xd.
Los días de actualización son los martes y los sábados, entonces esos días siempre encontrarán un capítulo nuevo (y cualquier cambio se les notificará)
(Hablo como si me leyera una multitud XD)
No soy de dejar notas de autor, pero de nuevo les agradezco que lean la historia y no olviden votar y comentar para que la historia no muera en el anonimato.
Ya sin nada que decir, los quiero mucho. Hasta el siguiente capítulo.
:*
Atte.: I. H.
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