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Cap. 23

Maratón: 1/2

Víctima

(Nina)

Diez años aproximadamente es el tiempo en que no la había visto, diez años en que recordaba sin parar las veces que me protegió. En esa pequeña fracción del tiempo, recordé las veces que me sentí arrepentida de no haberla visitado antes, de no haberla podido proteger cuando ella lo había hecho conmigo. Recordé las veces que me preguntaba a dónde pudo haber terminado, y sucedía que había venido al mismo infierno.

Jane me miró, me imagino que estaba tan pasmada como yo. Yo no podía dejar de llorar, porque realmente sentía una felicidad que tenía tiempo sin sentí. Esa sensación que tenía con los Jhonson, esa sensación de ver a mi familia, la sentí al ver a Jane.

—Nina, ¿En serio eres tú?—preguntó saliendo de la barra y llegando frente a mi—, ¿Eres tú de verdad?

—¡Si!— Casi lo grité, pero me contuve—, ¡soy yo!

—¡Oh por Dios!

Se lanzó sobre mi y me abrazó con fuerza. Puse mi cabeza sobre su hombro y empecé a llorar de la emoción. En pocos segundos ella también empezó a llorar. Nos quedamos abrazadas durante un buen rato sin soltarnos, no quería deshacer el abrazo. Al diablo la misión, no podía soltarla.

Ella fue la primera en alejarse, pero no lo hizo tanto, sino que solo deshizo el abrazo y con sus manos me tocó el rostro, poniendo las palmas en mis mejillas húmedas. Sus ojos verdes vieron directamente a los míos y su sonrisa color pastel dejaba ver astibos de sus blancos dientes. Sonreía tal y como la recordaba, con aquella luz que siempre iluminó mis noches hace mucho.

Era mi Jane, no había lugar para dudas.

—Mirate—dijo—, estás hermosa. La última vez que te vi apenas llegabas al metro y medio.

—Eso pasa cuando creces un poco, je, je—dije sintiendo que más lágrimas salian de mis ojos.

—Y vaya que creciste, eres toda una mujer— Me atravesó son aquella mirada cálida que la caracterizaba—. Sigues teniendo esos ojos tan bellos que me llenaban de ternura, y esas pecas que te vuelven tan adorable.

Me sentí pequeñita, cómo de ocho otra vez. Sentí calor en mis orejas indicando que me había sonrojado, y bajé la mirada un poco avergonzada. No es que sea inexperta con los halagos, pero escucharlos de alguien tan importante para mí me daba una sensación…muy cómoda, cálida, agradable.

—¡Cantinera!—dijo alguien random al fondo.

—¡Ya voy!—respondió Jane acompañado de un suspiro, puso los ojos en blanco pero no dejo de sonreír—. Escúchame, mi turno va a terminar en una hora. ¿Qué tal si cuando salga te llevo a mi departamento? Así nos ponemos al día de lo que ha pasado en todos estos años, ¿Qué te parece?

Sonreí, sería un sueño para mí sin lugar a dudas. Tanto tiempo esperando para verla de nuevo y ahora la oportunidad de hablar con ella de nuevo sin impedimentos estaba justo frente a mi.

¿Y que hay de la misión?

La misión puede esperar un par de horas. Ya tengo la evidencia suficiente como para que Los Jinetes puedan intervenir sin dudas, ¿Que daño haría el que yo vaya al departamento de mi hermana a hablar un rato?

No creo que sea buena idea.

Y yo no creo haberte pedido opinión.

—Claro, me parece perfecto—respondí sin dudarlo. Jane sonrió y se fue a atender al cliente que la llamaba ya un poco molesto.

Tengo un mal presentimiento.

Esperé sentada en mi sitio hasta que pasó la hora. Jane me había traído una coca fría, así que no estaba tan mal. La ví trabajar y no parecía estar tan a la defensiva a como la había visto cuando llegué. Estaba feliz, le había alegrado verme así como me había alegrado a mi verla a ella. Saber que no me había olvidado, que aún llevaba la pulsera puesta, que permanecía en su corazón como su hermanita me hizo sonreír. ¿Se puede sonreír tantas veces en menos de una hora?

Después de un rato, ella llegó a mi lado con una chaqueta de piel marrón sobre sus hombros. Se había desabrochado un poco la camisa, dejando ver parte de la camiseta que traía debajo, y de su cuello colgaban unas placas militares que llamaron mi atención. Estaban bien cuidadas, tanto que brillaban y reflejaban como espejos.

—Ya llegó la que me releva hoy— Me informó—, podemos irnos ya.

Asentí y me levanté de mi puesto, siguiéndola de camino a la salida. Antes de salir pasamos al lado de dos hombres de traje que nos vieron de forma sospechosa; inconscientemente puse mi mano en la sdaga de mi espalda, disimulandolo con la chaqueta que traía, mientras que ellos colocaban sus manos en las fundas de sus pistolas.

—Tranquilos, simios, es una amiga—dijo Jane saliendo sin problemas—. ¡Mueve el paso, Emilia!

Yo solté el mango de mi daga y salí sin mirar atrás. La música del bar se escuchaba lejana aunque acabábamos de salir, y solo se oían los sutiles ruidos de la noche. Jane caminaba lentamente a través de las calles, confiada, sin miedo de la oscuridad que había en ciertos callejones. ¿Tan confiada estaba se au entorno?

Caminamos más o menos unos veinte minutos. Ella se mantenía seria, viendo a los lados de vez en cuando, pero yo solo la veía a ella. ¿Cómo no la había reconocido antes? Su cabello, sus ojos, sus labios, su piel, su forma de caminar y la forma de su cuerpo, poco había cambiado en los últimos años. Si, su busto había crecido y su cintura se veía más esbelta, pero aún así era ella, era la Jane que había conocido hace mucho.

Llegamos a las puertas de un edificio. No era el más lindo de la ciudad, pero si se veía algo decente. Las paredes estaban llenas de graffitis y la puerta estaba abierta de par en par a pesar de que ya pasaban las diez de la noche.

—Bueno, este es el edificio en dónde vivo—dijo sonriendo—, vamos a apurarnos. No suelen robar por aquí, pero dos chicas guapas, solas, a estas horas de la noche son presas fáciles para cualquier demente.

No dije nada, solo volví a asentir y la seguí a través del edificio. El recepcionista cuando pasamos solo nos vió sin prestar mucha atención, ya que regreso su mirada al pequeño televisor que tenía en su escritorio. A pesar de ello, sentí que cuando ya estábamos algo lejos y le dimos la espalda, su mirada nos seguía. Voltee y él regresó su mirada de nuevo al televisor. ¿En serio nos estaba viendo el culo? Esto debia ser una broma.

—No les hagas caso a esos sujetos, Nina— Me dijo Jane sin voltear—. Son la clase de hombres que nunca van a tocar a una mujer sin alguna ayuda monetarea, por eso tienen que conformarse con morbosear a las que pasen frente a ellos. Son como perros que solo ladran, no hay que darles importancia.

Subimos las escaleras hasta llegar al segundo piso. Llegamos a una de las puertas, la número 15-02, la cual Jane abrió sin problemas invitandome a entrar con hospitalidad. Al entrar, miré a todos lados encontrándome con un departamento normal en lo que cabía. No habían muchas cosas, un par de muebles, un pequeño televisor, algunas lámparas y mesitas. Supongo que era lo que podía pagar una chica que trabajaba siendo esclava de criminales, al menos me alegraba que estuviera cómoda.

Cerró la puerta tras de mi y pasó por mi lado, dejando la chaqueta en un perchero que estaba en el esquina.

—Puedes ponerte cómoda, ¿Tienes sed?— Me preguntó—, ¿Quieres un poco de vino?

—Mmm…claro.

Ella me guiñó un ojo y se fue a lo que supuse sería la cocina del lugar. Caminé y si algunas vueltas, me quité la chaqueta quedándome solo con el top que apenas cubría mis brazos. El departamento estaba frío, pero disimulé un poco yendo hacia donde estaba Jane. Ella estaba sacando una botella grande de color verde y dos vasos de plástico reposaban en la encimera.

—Compré esta botella hace unos días, no sé mucho de vinos, así que si sabe mal me disculpas.

Abrió la botella con un sacacorchos y vertió el líquido rojizo en los vasos. Un olor a uva fermentada impregnó el lugar, era tan fuerte que me sentí algo mareada al instante, ahí me di cuenta que era algo sensible al alcohol. Tomé mi vaso y bebí un trago, el sabor dulce y amargo recorrió mi garganta, bailando un poco en mi lengua al pasar, y la verdad no sabía mal, solo era algo peculiar.

—Jaaa…—Exhaló Jane con los ojos cerrados—. Veo que no hice una mala inversión al parecer. Realmente sabe bien— Después me miró sonriendo—. Ahora cuéntame, ¿Qué tal te ha ido en estos años? Cuentame todo, quiero saber cómo le ha ido a mi hermanita menor.

—Bueno, los Jhonson fueron muy buenos conmigo. Jeremy era un buen hermano, me protegía de toda persona que quisiera hacerme daño y la señora Sara fue la mejor madre que pude haber tenido en mi vida.

—Eso me alegra, de verdad. Ciertamente se veían como buenas personas; pero una pregunta, ¿Por qué hablas de ellos en pasado?

Bajé la mirada cuando me preguntó aquello, respiré profundo antes de contestar.

—Unas semanas después de que cumpliera los quince…ellos fueron asesinados en nuestra casa. Ninguno sobrevivió.

El brazo de Jane se congeló en el aire y sus ojos se abrieron de inmediato. Aunque tuve ganas de llorar en ese momento, no cedí ante la necesidad; estaba cansada de llorar realmente, solo quería recordarlos sin tener que romper en lágrimas.

—Oh no…¿Pero te hicieron daño a ti?

—No realmente, los mataron antes de que yo llegara a mi casa, pero…pero…los extraño. No te voy a mentir, quisiera que estuvieran aquí, sería mucho más fácil mi vida.

—¿Cuando murieron que sucedió?

—Me llevaron de nuevo al orfanato y otra familia me adoptó. Eran un par de monstruos, me tuvieron como su sirvienta hasta que cumplí los dieciocho y me echaron de su casa.

—Pero que hijos de perra.

—Si, pero ya eso no importa—dije levantando la mirada—. Ahora cuéntame tú, ¿Cómo llegaste aquí?

—Pues después de que cumplí la mayoría de edad los directores del orfanato me dijeron que desalojara la habitación en dónde dormía y que buscara algún lugar para vivir porque necesitaban espacio para otros niños— Volvió a llenar el vaso con vino y bebió otro trago antes de seguir hablando—. Tuve que vivir de limosnas durante un tiempo, adelgacé mucho en esos días, parecía un palillo de dientes, ja, ja, ja. Había veces que robaba con otros indigentes para así comer en el día.

—Que horrible…

—Realmente, si lo comparas con lo que viene después, eso era el paraíso—soltó una pequeña risa sin fuerza—. Después de un tiempo así, estaba lista para morir, a lo mejor eso hubiera sido mucho mejor, haberme muerto y que los perros comieran mis huesos como aperitivo, tal vez así mi vida hubiera tenido más sentido.

—Jane…no digas eso…

—Un día tenía mucha hambre y me terminé echando a morir en el suelo de un metro. Casi no respiraba, estaba empezando a sudar frío, mi boca estaba seca, casi ni podía hablar. Fue allí que apareció. Era una mujer más o menos de la edad que tengo ahora, muy hermosa, que se agachó frente a mi y me sonrió. Por primera vez en mi vida sentí que alguien se preocupaba por mi, sin pedir nada a cambio.

»Me llevó a un restaurante y me dijo que ordenara lo que quisiera. Tenía miedo, vergüenza incluso, así que solo pedí una sopa de huevo, pero en vez de dejarme pedir lo que quería, ella pidió todo lo que había en el menú. Me hizo comer hasta reventar, te juro que me sentí muy feliz. Aquella señora me dijo que era muy bonita y que me podía dar un trabajo de modelo, que me pagarían bien y que incluso me darían donde quedarme. Literal sonaba como un sueño.

—Me suena a que esto va a terminar mal…—dije dejando de beber vino, solo prestaba atención a sus palabras.

—Obviamente estaba emocionada, era como la respuesta a mis oraciones, una ayuda divina o algo así. Lo que ella no mencionó fue en qué consistía ese trabajo de «modelo». Me llevó en auto tranquilamente hasta un lugar oscuro, y allí me puso alguien algo en la cara. Cuando desperté ya no estaba en el auto, sino que estaba en un lugar incluso más oscuro, con muchas más chicas y adolorida.

—Te secuestraron.

—Como a todas las chicas. Después nos vendieron al mejor postor y terminamos trabajando para un sujeto llamado Snake. Era realmente un monstruo, y no esperó nada para ponernos a trabajar. Mi primer cliente fue unos meses después de llegar, era del doble de mi tamaño y no tuvo piedad ni siquiera cuando empecé a llorar y a sangrar.

»Ya después de unos años, como te conté, todo se volvió más rutinario y le encontré la vuelta. Perdí la esperanza de poder escapar después de tantos intentos fallidos y…tantos castigos.

—Lo lamento tanto, Jane, debió ser horrible pasar por todo eso por tanto tiempo.

—No tienes que lamentar nada, Nina. No hubieras podido hacer nada para protegerme. Lo bueno es que hace unos años el Snake que nos había comprado murió, así que su hijo tomó el poder y la cosa se volvió menos…difícil. Él no era como su padre, era mejor sujeto; si, nos obligaba también a protituirnos pero no era un tirano, escuchaba nuestras quejas y a veces nos ayudaba con cosas que le pedimos.

—¿En serio?, ¿Ese es el Travis que nombraste en el bar?

—Si. No es un buen tipo, pero le gusta cuidar lo que es su propiedad. A todo aquel que lastime a sus chicas o que espante a algún cliente del club termina muy mal parado. Fue él quien me puso como bartender, dijo que ya había hecho mucho en los últimos años, que necesitaba un buen descanso.

—Al menos no es un completo idiota.

—Su novia suele calmarlo, ella también es un amor. Es una chica menor que yo, pero es muy dulce y lo termina calmando muchas veces. A veces la veo y creo que no está hecha para este mundo, creo que se llama Estrella o algo así.

—¿Entonces más nadie las molesta?

—Tenemos protector, al menos mientras él viene a los bares. No nos pueden matar pero los que nos tienen a cargo a veces suelen imponer demasiada autoridad. Nos recuerdan cada día que no somos princesas, sino simples mercancías con un precio.

Escucharla así hablar de si misma me daba coraje, pude ver cuánto daño le habían causado en todos estos años.

Ella suspiró bajando el vaso vacio, el cual chocó con la encimera.

—Realmente mi vida es un caos, pero, ¿qué le puedo hacer? Supongo que es la vida que me tocó— Se terminó de desabrochar la camisa que tenía—. Dios, el vino me dió calor, creo que si era del bueno después de todo, eh— Se la quitó y se dió la vuelta para ir a la pequeña nevera que tenía cerca—. ¿Aún te gusta el helado de vainilla? Recuerdo que te gustaba bastante cuando estábamos en el orfanato.

Un pequeño recuerdo fugaz llegó a mi memoria, de cuando nos escapabamos por la parte trasera por un hueco que tenía la cerca de alambre. Con un poco de dinero que ganabamos limpiando pequeñas partes del orfanato y ayudando a las monjas nos comprabamos helados de un anciano que vendía en las esquinas. Ella siempre pedía de galleta y yo de vainilla. Ya después nos los comíamos debajo de un árbol que había cerca de allí.

Sonreí al recordar esos momentos que tal vez nunca volverían, momentos de una infancia feliz a pesar de lo empañado que estaba el vidrio de mi existencia. Yo soy la prueba viviente de que se puede ser feliz con pequeños momentos que para muchos son insignificantes. Una muñeca, un abrazo, un juego de piratas, una tarde de helados, un apodo vergonzoso. Soy feliz con esas pequeñas cosas, me dirán loca, pero esas son las que verdaderamente tienen sentido y vale la pena recordar.

¿En serio eres feliz?

A veces lo soy, en esos momentos. Sería mentira decir que lo soy todo el tiempo, pero también lo sería decir que no lo soy nunca. Porque en realidad la felicidad es relativa, depende de cómo ves el mundo y de quién eres en realidad. Así que mi felicidad es simple, sencilla, fugaz, tal y como lo es mi corazón.

Miré hacia la dirección de Jane que estaba buscando supongo el helado en la nevera. Ella estaba en camiseta, así que pude ver algunos tatuajes que tenía en sus brazos, en su espalda e incluso uno en su nuca. Supongo que le gustaban, pero uno hizo que me quedara viéndola sorprendida.

Una huella, como la de un lobo, de un color negro muy intenso que resaltaba sobre su piel blanca como el papel. El único detalle que El Jefe me había dado sobre la chica que tenía que encontrar, estaba sobre Jane. ¿Entonces Jane era la chica que estaba buscando El Jefe?, pero…¿Por qué la buscaba?

Jane volteó con un pote de helado algo grande y dos cucharas, sonreía tanto que parecía una niña de diez. Era como si todo lo que me acababa de decir, todo lo que vivió, se esfumara en el tiempo que tardaba en abrir la tapa y el pequeño vapor frio salía de la superficie del helado blanquecino.

—Jane…, ¿qué me dirías si te dijera que puedes escapar de todo esto?— Le dije captando su atención, ella solo metió una cucharada de helado a su boca y me vió con una ceja levantada.

—Te diría que sería un sueño hecho realidad, pero por desgracia esa clase de fantasías solo son eso, fantasías.

Saqué el teléfono que me había dado Jack antes de partir y lo puse frente a ella en la encimera. Ella lo vió con curiosidad, me imagino que aún confundida.

—En este teléfono está el número de un muy buen amigo mío, es una clase de mercenario que puede ayudarte a ti y a las chicas. Solo tengo que llamarlo y vendrá por nosotras.

—Nina, no juegues con eso.

—No estoy jugando— Me levanté y le sonreí tratando de parecer confiada—. Te voy a sacar de aquí, podrás tener una vida.

—Nina…ya alguien intentó sacarme de aquí, y no le salió para nada bien.

Recordé la historia que me había contado en el bar, sobre aquel policía que había intentado salvar a aquella chica hace unos años, ¿ella era la chica?

—Tú eres la chica a la que intentaron salvar.

Pude ver cómo tomaba en sus manos las placas que colgaban de su cuello. Su sonrisa se había borrado y sus ojos se volvieron tristes, perdidos en un punto fijo del suelo sin razón alguna. O bueno, si había una razón, estaba recordando algo seguramente.

—Se llamaba Dereck, era un policía que estaba encubierto en la banda criminal. Lo conocí en una de las muchas noches en el bar y el flechazo fue inmediato—sonrió solo por unos segundos—, era todo un caballero, diferente a cualquier hombre que hubiera conocido. Era como mi príncipe azul con camisas de 1 dólar. Nos volvimos pareja en secreto, y él me contó que era policía; me prometió que me sacaría de todo esto, que podríamos vivir juntos e incluso que me podría casar de blanco.

—Suena lindo…

—Lo amaba—admitió y una pequeña lágrima recorrió su mejilla—, creo que es el único hombre que en realidad me ha hecho sentir tan viva.

—¿Y que sucedió?

—Lo descubrieron. Alguien lo escuchó hablando con su oficial a cargo y se dieron cuenta que era un topo, así que lo castigaron. También descubrieron que estaba en una relación conmigo, así que llegaron a la conclusión de que yo también estaba filtrando información. Lo torturaron sin piedad por horas, mientras lo grababan y después me enseñaron las grabaciones como castigo mientras me decian que todo esto era culpa mía.

—Son unos…

—Después de eso me dijeron que tenían que recordarme quienes eran mis dueños, así que me violaron entre cinco…— Se detuvo y tragó hondo antes de continuar—, no sé cuánto tiempo estuve allí, pero si sé que desperté dos días después por causa del cansancio que tenía mi cuerpo. Lo único que tengo que me recuerde a Dereck son estas placas— Las sostuvo con más fuerza—, que las dejó en mi departamento la última vez que nos vimos en persona. Se las pensaba devolver en la noche cuando nos viéramos…pero nunca pasó.

Quería consolarla, pero, ¿cómo diablos podría decirle algo que aliviara su dolor? Era como si alguien me decía que no sintiera dolor por la muerte de mis padres, era una completa estupidez. No podía cambiar su pasado, pero si podía intentar lograr que su futuro fuera mejor.

—Sé muy bien que quieres ayudar, Nina, siempre has sido la niña buena entre todos, pero no quiero que te pase lo mismo que a él—limpió sus lágrimas—. Es mejor que te mantengas al margen.

—No—contesté—, no pienso quedarme de brazos cruzados cuando sé que te están haciendo daño. Tú me protegias de pequeña, ahora déjame devolverte el favor.

—¿No lo entiendes, Nina? Ellos son muchos más que nosotras dos, no tenemos oportunidad incluso si terminas llamando a tu amiguito.

—Si podremos. Tal vez hayamos perdido todo, Jane, pero jamás podemos perder la esperanza.

—Yo ya la perdí desde hace años.

—Entonces permíteme compartirte de la mía.

Ella sonrió y yo también. Saldríamos de aquí, la salvaría.

Pero como un momento de felicidad no puede durar para siempre, tocaron la puerta del departamento, pero no fue un toque convencional, sino que la madera sonó tan fuerte que podía concluir que quien estuviera detrás tenía algo de molestia. Las dos nos quedamos quietas en dónde estábamos viendo a la puerta, «tal vez es un borracho buscando su casa», quise pensar, pero de nuevo tocaron y ahora con más fuerza.

—¡JC!— Alguien gritó desde el otro lado, un hombre y parecía furioso—. ¿Por qué carajos no abres, hija de perra?

Vi a Jane y su rostro mostraba algo que hasta ahora no había visto. Terror. Sus ojos estaban bien abiertos y pude ver cómo empezaba a temblar. Miró a todos lados, hasta posar sus ojos en mi y pasarla de la puerta a mi otra vez, en repetidas ocasiones.

—Nina, ve a mi habitación. Allí hay un armario, escondete ahí y no importa lo que escuches, no salgas.

—No pienso esconderme, solo tenemos que llamar…

—¡Nina!—gritó, pero acallando el grito para que no se escuchara tanto—. Esto no es un juego. Entiendo que hayas conseguido a un amigo, pero aún si lo llamas ahora dudo que llegue de inmediato. Yo sé cómo lidiar con el hombre que está ahí afuera, pero si te ve a ti no te voy a poder cuidar.

—No necesito que me cuides, yo…

—Nina…

La puerta sonó de nuevo ahora con incluso más fuerza. Jane parecía desesperada, me vió con urgencia y caminando directo a mi lado me empezó a empujar hacia el pasillo.

—¿Qué?, ¿qué estás haciendo?—pregunté.

—No puedo permitir que te vea—voltee para evitar que me siguiera empujando, pero de repente Jane me tomó el rostro con fuerza para que le viera a los ojos directamente—. Escúchame bien, Nina. No eres una héroe, puede que podamos salir de aquí, pero hay cosas que no se pueden evitar y lo que va a pasar ahora es una de ellas. Si intervienes, lo más probable es que mueras o peor, te vuelvas una de nosotras. Así que por favor, ve al armario y escondete, hazlo por mi, te lo suplico.

Sus palabras me hicieron reflexionar. No soy una héroe, no la puedo salvar. ¿En serio soy tan débil? No podré hacer nada para evitar que la lastimen, otra vez solo me quedaré de brazos cruzados esperando a que alguien más sufra por mi.

Será mejor que no estorbes.

Asentí ante las palabras de mi conciencia, me di la vuelta y rápidamente fui a la habitación. No ví hacia atrás, no tenía el valor de verle la cara a Jane mientras escapaba tan cobardemente. Entre a la habitación y justo frente a mi estaba el armario, esperándome con las puertas abiertas, entré lentamente y cerré la puerta frente a mi.

Me cubrí de oscuridad. Había mucho espacio, al parecer Jane no tenía tanta ropa la cual guardar aquí. Habían algunos zapatos tocando mis muslos y un olor a madera húmeda me incomodaba la nariz, pero no me fijé en nada de ello. Eran detalles insignificantes a comparación con el conflicto interno que tenía en ese momento.

Era una cobarde, mi conciencia me lo repetía una y otra vez sin descanso. Me lo merecía, merecía todo lo que me pasaba. Había sobrevivido durante tanto tiempo, había creído que era una superviviente pero solo era un arbusto seco que había tenido mucha suerte. No era fuerte como había dicho Tobi, no era tan valiosa como me veía Jack. Era solo una chica indefensa que estaba jugando a ser una heroína y al hacerlo terminaba siendo una carga para los demás.

Fui una carga para los muchachos, en el entrenamiento solo pude ver cómo los volvían nada a cada uno sin poder hacer nada. Era inútil. ¿Qué me diferenciaba de los muñecos a los que Helen usaba para entrenar?

Ahí, en ese armario oscuro y húmedo me di cuenta que no era una heroína, y tal vez jamás lo sería. Escondí mi rostro entre mis rodillas y empecé a llorar con disimulo para que no escuchara quien sea que acababa de entrar. Empecé a escuchar murmullos desde afuera, la voz de Jane y los gritos de aquel desconocido. Eso me recordaba a cuando era una niña pequeña, cuando aún la policía no había atrapado a mi padre biológico.

Él trataba a sus esposas como una basura, de igual manera solo les interesaba que les dieran hijos. Recuerdo que siempre me escondía entre las sábanas para que no me encontrara, tal y como lo estaba haciendo ahora. Tenía miedo, empecé a temblar. A lo mejor si era un ciervo bebé después de todo; era débil, pequeño y no tenía ni siquiera un par de cuernos para sobrevivir. Era una presa facil para los lobos, ¿por qué me había mandado El Jefe en primer lugar? No iba a poder salvar a nadie, no era una héroe.

Pero allí abrí los ojos como platos, me di cuenta de algo y sonreí con los ojos llenos de lágrimas.

¿En serio no podía salvarla?

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