Cap. 22
N.A: Buenas queridos lectores que leen mis ataques de esquizofrenia. Antes de empezar este capítulo quería avisarles que hubo un pequeño cambio en el guión original. Solo es un pequeño detalle, el cual es de que la misión de Nina ya no es salvar a alguien sino simplemente investigar un lugar. ¿Por qué el cambio? Pues por el bien de la trama, pero tranquilos, casi no notarán el cambio.
Ya sin más nada que decir, disfruten.
Atte.: Isrrael H.
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J.C.
(Nina)
Tobi terminó de colocarme el micrófono debajo de mi ropa. No decía nada, me imagino que estaba tan nervioso como yo.
—El Jefe dió la orden de que en vez de escuchar todo lo que pasa en tu misión te pusiera una clase de grabadora, así todo lo que digas será escuchado cuando regreses—dijo, pero no parecía muy contento con lo que me decía.
—De esa forma evita que alguno de ustedes sienta la tentación de irme a ayudar.
—Esto es injusto…
—¿Por qué lo dices?
—Usualmente tenemos más preparación antes de tener nuestra primera misión, pero tú solo tienes un par de meses con nosotros. El Jefe está apresurado solamente porque ese tal “Sonrisas” apareció…
—Estaré bien, Tobi, no me pasará nada. Es solo un trabajo de campo.
—Lo sé, pero hay muchas variantes en una misión así, y no sé si estés preparada para alguna de ellas.
Ver cómo se preocupaba por mi me hacía sentir bien, hacía tanto que no recibía esa clase de atención. Cuando termino de colocar los dispositivos, lo tomé por los hombros y lo abrace fuerte; por un momento creo que no sabía cómo responder a mi muestra de afecto, pero después de un momento me correspondió.
—Gracias por preocuparte por mi, Tobi, en serio significa mucho.
Él hundió su rostro en mi hombro. Éramos casi de la misma estatura, así que no fue tan difícil que se acurrucara en esa parte de mi cuerpo.
—Solo te cuidado, ¿Si?—dijo agarrándome fuerte—, yo…yo…yo ya me acostumbré a que estés con nosotros, no quiero que te pase nada.
—Tranquilo pequeño, no soy tan débil como ustedes piensan.
¿Mentira? Tal vez, pero algo si tenía claro y es que no iba a morir. Tenía razones para mantenerme con vida.
Después de ese momento emotivo, nos soltamos y él se limpio unas pequeñas lágrimas de sus ojos. Ver a Tobi en ese estado tan sensible me recordaba que no estaba rodeada de asesinos, sino de simples muchachos que tuvieron mucha mala suerte en la vida, tal y como yo. Recordé lo que había dicho El Jefe, sobre la maldición que le había lanzado aquella cosa a sus padres, los cuales murieron uno a uno. ¿Tobi sabrá sobre ello? Lo dudaba mucho, pero si sabía que algo de eso tenía que ver con el por qué estaba aquí en primer lugar.
Ya estando lista me deseó suerte y se fue de la habitación. Me acomodé mejor la ropa que traía puesta y me hice una coleta de cabello algo improvisada, todo eso mirándome al espejo que había en la habitación.
Verme en el espejo solía ser una tarea sencilla, ya que no me importaba mi estado físico o mi piel. Las marcas de los años que viví con los Vasquez eran visibles en mi piel, cicatrices que aunque quisiera no puedo borrar. Ya no dolían, al menos exteriormente, sino que pasaban desapercibidas cuando pasaba las prendas por encima de ellas.
Para la ocasión me puse un top blanco y unos pantalones negros, ropa sencilla para pasar desapercibida. Me coloqué una chaqueta de cuero negra que me había encontrado en mi armario. Observé como en la esquina izquierda de la misma, en dónde palpitaba mi corazón, había un leve dibujo de un pequeño ciervo acostado en la malesa. Sonreí cuando toqué las costuras blancas.
—¿Te gustó la chaqueta?
Voltee al escuchar su voz y sonreí aún más. Parado en el marco de la puesta estaba Jack, vestido con su ropa negra habitual y una sonrisa socarrona.
—¿A toda la ropa que me das le tienes que poner algún venado?— Le pregunté más divertida que molesta.
—Es solo para recordarte como te veo.
—¿Cómo un ciervo bebé?
—Bueno, sé que no es lo más audaz como para comparar, pero en realidad es para que recuerdes la promesa que te hice— Se acercó y se paró a mi lado—, que no importa que suceda, estarás segura mientras yo esté al mando.
—Gracias—dije mientras me acomodaba la chaqueta y me veía en el espejo—, eres un gran amigo.
La sonrisa que tenía se le borró y yo me aguanté las ganas de burlarme. Lo sé, soy mala, pero tampoco le voy a dar ilusiones así como así si no quiero nada con él, aún.
—No es nada—dijo tratando de sonar natural—, ¿Cómo te sientes?
—¿Quieres saber que si estoy lista?— Él asintió con la cabeza—, la respuesta es clara, no lo estoy. Pero si es necesario hacer esto para que el Jefe vea que soy digna de estar con ustedes, pues lo haré.
—Sabes que puedes declinar, ¿Verdad?
—Lo sé, pero no lo pienso hacer.
—Eres terca.
—También lo sé.
Me voltee y noté que tenía en su mano la daga que usaba en mis entrenamientos, sin pensarlo se la quité y la guardé en la funda que tenía en mi cintura.
Jack volvió a sonreír, fue allí que sacó una pistola y, dándole la vuelta, me ofreció el mango para que la tomara.
—Toma, la vas a necesitar— Me dijo.
Aparté su mano y negué con la cabeza.
—No, te equivocas, no la necesito.
—Nina, no pretenderás entrar en un sitio así de peligroso con solo un cuchillo.
—Es exactamente lo que pienso hacer.
—Un cuchillo no es esencialmente la mejor arma para asesinar a una persona, menos si hablamos de un grupo.
—Y ese es el punto, mi querido animal, no pienso matar a nadie.
Veía la confusión en sus ojos, lo cual me divertia.
—Nina…si sabes que en una misión así posiblemente vas a tener que derramar sangre en algún momento, ¿Cierto?, no puedes tener un codigo moral cuando tu vida y la de otros corren peligro.
—El codigo moral es lo único que me queda para no ser una monstruo—dije sin pensar las palabras. Cuando me di cuenta de lo que dije, levanté mi mirada—. No digo que tú y los muchachos sean monstruos, solo que…
—Te entiendo— Me interrumpió—, tienes razón; pero, ¿Y si llega el momento en que tienes que matar a alguien?
—Siempre hay otra salida.
—No siempre, te lo digo por experiencia. Se que tienes en el corazón algún codigo moral que te dice que matar está mal, que no es necesario, que siempre hay una forma de seguir adelante sin lastimar a nadie pero en este mundo ese código moral no tiene fundamento. No puedes redimir a los malos o revivir a los muertos. Si llega el momento en que tienes que apuntar y disparar a la cabeza para proteger a aquella persona inocente, no puedes darte el lujo de dudar, solo de jalar el gatillo.
Parpadee varias veces ante sus palabras, sabiendo que tenía razón. No podría salvar a todos, llegaría el día en que tendría que matar a alguien a sangre fría, pero si podía crear una prologa extensa a ese suceso, podría vivir con ese estúpido código moral, viviendo en paz conmigo misma.
—Aún así no quiero el arma. Es más probable que me haga daño a qué me defienda.
—Bueno—guardó la pistola de juego que en su funda—. ¿El Jefe ya te dijo lo que tenías que hacer?
—Si.
Una investigación. Mi misión principal era recolectar evidencias de lo que sucedía en un bar en medio de la ciudad. Habían algunos testimonios de posible prostitución infantil y tratas de blancas. Le habían dado el caso a Los Jinetes, pero no podían moverse solo con supocisiones de terceras personas. Necesitaban evidencias del crimen antes de dar cualquier paso.
Aunque también El Jefe me había encomendado una tarea secundaria. Encontrar a una chica. No me había dado muchos datos de la apariencia de la desaparecida, pero si me había dicho que tenía serías sospechas de que era una de las chicas que trabajaba en el bar. El Jefe me ordenó que la buscara y que si la veía no dudara en llamar a los demás.
La seriedad con que lo había dicho me daba más preguntas que respuestas, ya que mi mente no dejaba de pensar: ¿Quién es esta chica?
—Nina, ¿En serio no quieres llevarte la pistola?—siguió insistiendo Jack, pero esta vez se veia preocupado.
—No me va a pasar nada, Jack. Solo tengo que tomar algunas fotos y grabar algo de audio, si no me salgo del libreto, voy a estar bien.
—Siempre hay contratiempos en esta clase de trabajos, y yo…digo, nosotros, no estaremos allí para poder cuidarte.
—Me han estado entrenando durante semanas, creo que me puedo defender muy bien por mi cuenta.
Él no parecía convencido totalmente, pero desistió de su propósito de darme la pistola suspirando con cansancio. Sacó otra cosa de su bolsillo y me lo dió en la mano. Cuando ví era un pequeño celular, de aquellos que son plegables y que no se usaban desde hace años.
—¿Y esto?
—Si estás en peligro, de cualquier forma, úsalo. Ahí está inscrito mi número principal, apenas vea que me estás llamaneo iré a tu ubicación.
—¿Eso no es hacer trampa?
—Toda prueba puede ser monitoreada por los superiores del aspirante, para asegurar su seguridad. De la misma manera en la que fuimos a buscar a Tobi cuando no se reportó, tengo toda la libertad de ir a buscarte si estás en peligro de muerte.
Ya que lo pensaba, era cierto. Ellos habían aparecido en la cabaña solo para buscar a Tobi aquella vez, porque no había dado señales de vida. Era la primera misión de Tobi, así que era lógico que fueran a ayudarlo.
—Entiendo—tomé el celular y lo guardé en uno de los bolsillos de la chaqueta—. Ojalá no tenga necesidad de usarlo.
Le sonreí y él me respondió. Miré directo a sus ojos, ya se me había hecho una costumbre profundizarme en ellos como si fueran el cielo nocturno. Supongo que a él no le molestaba, hasta ahora no había recibido queja alguna de ello.
—Nina…—dijo con algo de seriedad.
—¿Si?
—Vuelve con vida, por favor.
La severidad que arrastraba su voz me hizo dejar de sonreír; algo muy parecido a la necesidad era lo que percibía en sus palabras. ¿Cómo le iba a responder?, no se me ocurria nada. ¿Y si moría? ¿En serio mi vida era tan importante para él? ¿Por qué?
—Prométeme que volverás con vida—siguió hablando—; prométeme que volverás con nosotros sin importar nada, que no sacrificarás tu vida solo para salvar a alguien, que no intentarás ser una mártir para que alguien escape.
—Eso no suena a algo que deberías decirme. ¿Acaso nuestra misión no es darlo todo para proteger a los demás?
—Eso es cuando los Jinetes tenemos el alma tan manchada que nuestras vidas se vuelven insignificantes, sacrificamos nuestras vidas porque no tenemos más esperanza de ser redimidos. Somos demonios haciendo justicia porque es lo único que nos queda.
—Eres muy duro contigo mismo, Jack, para mí no eres un demonio.
—Tal vez para tí no, pero para mí si. Perdí todo rastro de humanidad hace unos años…— Se detuvo, como si recordara que no podía hablar demasiado.
—¿Qué fue lo que te dañó tanto?—pregunté sin rodeos—, ¿Tan horrible fue tu pecado?
—Tal vez—respondió—. Cuando eres alguien que es llevado por la venganza, no te paras a pensar en lo que parece “correcto”, solo te dejas llevar y cuando ya está hecho, te das cuenta que tu alma se corrompió a tal manera que no sientes arrepentimiento.
—Se que cada uno tiene orígenes muy tristes y que es difícil para ustedes contar sobre ello pero…¿Podrías…?
—¿Contarte mi pasado?— Me vió seriamente y yo asentí un poco intimidada—. No suelo hablar mucho sobre eso con otras personas.
—Entiendo…
—Pero tú me hablaste de tu familia, y tus padres. Creo que lo justo es hablarte sobre ello— Sonrió de lado—, pero hagamos un trato entonces. Si vuelves con vida, te contaré todo lo que quieras saber, ¿Okey?
—Lo haces ver cómo si fuera difícil que vuelva.
—No es dificil, pero tampoco fácil. Al menos así tienes una razón por la cual volver.
—Creeme, ya tengo una razón.
Él no preguntó cuál era, creo que no necesitaba hacerlo ya que me vio con dulzura. Yo terminé abrazándolo con fuerza y él correspondió el abrazo, nos quedamos así por unos minutos hasta que fue la hora de partir.
Volver al mundo exterior después de tanto tiempo era impresionante. Mi cuerpo y mi mente ya se habían acostumbrado al ambiente de la guarida, al frío del suelo que tocaban mis pies descalsos y al ambiente de sobriedad que había; en estas calles en cambio se veía la intensidad de la gente, el olor a cigarrillos inundaba el aire y por supuesto había más movimiento a mi alrededor.
La gente me observaba, pero sin darme importancia. Para ellos, yo solo era una chica cualquiera que caminaba sin rumbo entre callejones, no era nada fuera de lo ordinario. Es impresionante que tan insignificantes somos ante la vista de los demás.
Al fin llegué al bar en dónde supuestamente encontraría a la chicas que habían secuestrado. La fachada exterior era realmente simple, tanto que no parecía un bar realmente, si no fuera por los borrachos que habían a mi alrededor y ese olor tan fuerte a alcohol que llegaba a mi nariz hubiera podido adivinar que era una tienda de baratijas.
Al entrar me percaté de que el sitio era más grande lo que parecía afuera. Habían varias mesas llenas de hombres y mujeres de aspecto cuestionable, también una barra en dónde una joven muchacha servía tragos con una sonrisa. También había camareras yendo de aquí para allá, con bandejas llenas de vasos y botellas en sus manos.
Todas vestían uniformes parecidos. Camisas de vestir blancas, las cuales se amoldaban a sus cuerpos bien formados. Algunas tenían los botones muy desabotonados y dejaban ver su escote de forma descarada, supongo que era buena forma de atraer clientes y satisfacer sus asquerosos deseos sin salir tan heridas. Un pervertido ve pechos y es como darle una croqueta a un perro. También traían faldas negras ajustadas y zapatos de tacón muy finos. Se veía que aquel que las estuviera mandando debía tener mucho dinero como para vestirlas así.
Mientras caminaba hacia la barra miré a todos lados en busca de alguna forma de escapar, pero no la pude encontrar. No habían puertas contiguas, solo la de los baños, lo cual no era una salida de emergencia muy viable. La única salida era la entrada, y por la cantidad de hombres con armas que habían en el lugar saqué la conclusión que no sería tan fácil como darme la vuelta e irme. Pero por ahora no pensaba en la forma de salir, sino en quien era mi objetivo.
El Jefe no me había dado fotos de la secuestrada por alguna razón, me dijo que tenía que averiguar quien era por medio de mi deducción. Cuando le pregunté por qué, me dijo simplemente: «No hay registros de ella en el sistema de indentidad, así que no puedo darte un nombre claro».
Maldije para mí misma. Tampoco habían fotos claras para que me pudiera dar; ¿Quien sería esta chica? Prácticamente estaba buscando a una fantasma que no tenía nombre, ni rostro, ni tampoco identidad. Sería una tarea difícil.
Aún así, con todas las mentiras, tenía que cumplir con lo que me habían impuesto, de esa forma podría volverme una Jinete sin problemas.
Pero ese no es tu único propósito, ¿O si?
No. Quiero volverme una Jinete por solo una razón: Matar al hombre que asesinó a mis padres. Obviamente esto no se lo había dicho a nadie, ni siquiera a Jack, seguramente él me hubiera encerrado en una habitación son dejarme salir.
Conocer la identidad del hombre que arruinó mi vida era algo que había deseado desde hace mucho, y justo en estos momentos un sentimientos muy fuerte me dominaba, una necesidad de ver su sangre en mis manos que no menguaba sin importar qué.
¿Pensar así estaba mal?, ¿Querer verlo muerto era algo inhumano? Helen me había preguntado algo parecido otro día, de lo que haría si me dieran la oportunidad de asesinar a aquella persona que me había hecho tanto daño. Sin dudar lo mataría, no me importa cuando tiempo tenga esa imagen en mi mente. No fui la única a la que destruyó, también sufrieron muchas personas, estoy segura. Así que si él muere, no será un pecado, sino que seré la herramienta de justicia del destino.
Supones que eres la justicia, que adorable.
Llegué a la barra y me senté sin ver a mi alrededor. Ya había estudiado mi entorno lo suficiente, ahora solo me quedaba mezclarme con él e idear un plan.
—Buenas noches, preciosa.
Voltee y vi como un desconocido se sentaba justo a mi lado. Era delgado, con una barba de días y piel grisajea que indicaba lo poco saludable que era su existencia. Su simple presencia era desagradable, pero aún así permanecí firme sin expresar emociones.
—¿Me dejas invitarte un trago?—preguntó con una sonrisa.
—No, gracias.
—Anda nena, solo es un trago, ¿Me lo vas a depreciar?
—Si.
—No seas grosera, anda—dijo mientras se me acercaba a mi. Puso uno de sus brazos sobre mis hombros y el otro sobre la barra, pude oler su aliento podrido y sentí asco.
—¿No entiendes un simple «no»?
—Los «No» no están en mi vocabulario.
Me revolví un poco pero no se quitaba. Podría sacar mi cuchillo aquí, pero no podía predecir su reacción; ¿Me tumbaria al suelo?, ¿Se alejaría? Cualquiera se las dos podría provocar atención que no quería en estos momentos. Pensé en quedarme estática e ignorarlo, pero de verdad era realmente difícil con lo insistente que estaba siendo.
Se me acercó al oido lentamente y sentí nauseas cuando su aliento tocó mi oreja.
—Eres muy hermosa…
—¡Claus!— Una voz femenina sonó muy cerca—, dejala tranquila.
Voltee a ver y me encontré con una chica con el uniforme del bar, osea, camisa blanca de vestir y falda negra. Su piel era clara y sus ojos eran de un verde extrañamente familiar. Tenía un pequeño pendiente que tenía colgada una perla con tonalidades azules, y su cabello negro estaba suelto y algo despeinado, con algunos mechones sueltos pero que no se veían mal.
—Solo la estaba saludando—dijo el tal Claus mientras se alejaba de mi.
—Si, claro, tú siempre te acercas a las chicas que vienen y las terminas espantando. ¿Quieres que llame a Travis y le diga que estás causando problemas?
Claus puso cara de pánico al escuchar ese nombre, me imagino que era algún mafioso dueño del lugar. Se terminó alejando a dos metros de mi sudando frío.
—No hay que ponerse violentos, je, je—contestó dándose la vuelta para irse—, ya me voy.
Cuando el tal Claus se fue a su mesa, miré a la chica que me observaba con curiosidad.
—No hagas caso a esos idiotas, suelen ser demasiado encimosos cuando beben un par de cervezas, pero aprendí como controlarlos—dijo guiñándome el ojo—. Nunca te había visto por aquí, ¿Eres nueva en la ciudad?
—Relativamente, si—mentí para encarjar—. Gracias por ayudarme.
—No es nada, las mujeres debemos estar unidas, sino los hombres nos van a pisar la cabeza como quieran.
Su filosofía tenía algo de parecido con la se Helen, me estaba cayendo bien esta barista.
—¿Cómo te llamas?—pregunté.
—Me llaman JC, ¿y tú?
—Me llamo…—No podía decirle mi nombre real, era peligroso—…mi nombre es Emilia.
—Mucho gusto, Emilia, ¿Quieres tomar algo?, de igual manera estamos en un bar.
—Eh…
En ese preciso instante me di cuenta que no sabía nada de bebidas. Había bebido, si, pero no es que fuera una experta como tal. Unas cuantas cervezas que no me gustaron y algunos cócteles que probé alguna vez, pero nada más llamativo que eso.
—Un vaso de coca—dije sin pensar—, por favor.
—¿En serio viniste por un vaso de coca a un bar? Anda niña, ¿A qué viniste?
Suspiré con cansancio.
—Estoy investigando un caso, soy una detective.
—Una detective, eh, ¿Y qué estás investigando exactamente?
—Múltiples desapariciones de chicas de diferentes edades, especialmente menores de edad. Tengo la creencia de que algunas estan aquí en contra de su voluntad, así que…
Me callé. Maldita sea, ¿Qué estaba haciendo? Le estaba explicando mi trabajo a una completa desconocida.
—Ay, bebé, aquí todas estamos en contra de nuestra voluntad— La miré y ahora tenía una semblante triste—. Algunas por cuentas sin pagar, otras para alimentar a sus familias, pero al final no somos más que muñequitas de papel de un niño mimado que ahora está al poder.
—¿No han intentado escapar?
—¿Para qué?, al final nos encontrarían. No hay escapatoria para una prisión tan grande.
—¿Desde cuándo estás aquí?
—Creo que desde los diecinueve, pero podría ser antes.
—¿Y cuántos años tienes ahora?
—Tengo ventiseis.
—Entonces has estado siete años en este lugar…
—Hace tiempo dejé de contar los días, eso solo me estaba volviendo loca— En su rostro se veía tranquila, pero yo sabía que no lo estaba—. ¿Alguien en partícular que estés buscando?
—Una chica, pero…no tengo mucha información sobre ella.
—¿Estás buscando a alguien de quién no conoces?, se nota que este es tu primer trabajo. Emilia, si solo estás haciendo esto por diversión sin saber realmente qué estás haciendo mejor vete, corres peligro con cada paso que das en la dirección en que vas.
—No puedo, esa chica es importante y por lo tanto tengo que rescatarla.
—¿Te crees heroína? La última persona que se consideró un héroe terminó flotando en los canales de la ciudad, dentro de una bolsa.
Tragué hondo. Okey, sabía que este trabajo era peligroso, pero no por eso me iba a dejar intimidar.
—Yo no soy esa persona.
—Lo sé. Él era un policía entrenado, alguien que podía enfrentarse a dos de esos gorilas que nos vigilan sin problemas, pero aún así lo mataron sin compasión y lo grabaron para que la chica a la cual ayudaba viera como pedía clemencia. Ya sé que no eres él, no le llegas ni a los talones, por eso sé que no tienes oportunidad.
Quedé atónita ante lo que decía, sus ojos se llenaron de lágrimas en un segundo pero antes de que alguna saliera a la luz, ella se limpió la comisuras con su mano derecha.
—Piensa en lo que vas a pedir, y si no vas a pedir nada entonces vete de una buena vez, antes de que te terminen matando. No quiero más muertes en mi conciencia.
Se alejó de dónde estaba, dejando un mal sabor en mi boca. Esto sería más difícil de lo que imaginé. Tenía que averiguar quien era la chica, pero, ¿Cómo? Si no sabía su nombre, tampoco el color de su piel o al menos el de sus ojos. Estaba a ciegas en este momento.
Solo había un detalle que me había dado El Jefe, un simple detalle: Una huella de lobo. Un tatuaje que la chica tendría si o si en el omóplato derecho. La que tuviera ese tatuaje sería la chica que había venido a buscar.
Mire el reloj de mi muñeca. Eran las 9:37 minutos, la hora de cerrar había llegado hace rato para muchos negocios, menos este. ¿Por qué? Podríamos decir que porque es un bar, pero no, había otra razón. Una de la cual me había hablado el Jefe.
Las luces se fueron poniendo tenues de tal manera que la habitación quedó semi oscura, dándole un aire de misticismo. Un extraño olor impregnó mi nariz, ¿Qué era? No lo sabía, pero parecía ser una clase de incienso. Me percaté que la gente que me rodeaba, que era en su mayoría hombres de mediana edad ya algo prendidos por la bebida, se pusieron eufóricos con el cambio de ambiente, y esto era porque la atracción principal del bar acababa de iniciar.
Una canción empezó a sonar por los altavoces. Era de un idioma desconocido para mí, pero la melodía era sensual y provocativa, como la que pondrían en una película no apta para menores de edad. Miré con disimulo hacia la entrada de la cocina y empecé a ver a las protagonistas de la noche.
Las meseras a las que había visto hace unos minutos con el uniforme habitual, traían como vestimenta simples atuendos de encaje con diseños que le permitían a sus espectadores ver más de lo que usualmente es necesario. Traían en sus manos platos con ostras y algunos productos de mar, me imagino que afrodisíacos, y también bandejas llenas de bebidas coloridas. Sus caderas se movían al ritmo del compás y sus movimientos eran acompañados por los alaridos de los hombres a nuestro alrededor que ya parecían lobos viendo su cena.
Sentí asco, no por las chicas, sino por los enfermos.
Lo que llamó mi atención fue que no solo salieron las meseras que había visto hace rato, sino que también salieron algunas chicas que no había visto antes. Eran más jóvenes, incluso más que yo, estando en el rango de quince años. Algunas ni siquiera llenaban el sostén del encaje porque no habían llegado a la pubertad.
Viendo mi alrededor podía ver qué las sospechas del informante no habían estado erradas, aquí estaban prostituyendo a menores de edad ante la vista de todos. Me imaginaba que nadie decía nada porque el bar estaba al poder de gente muy peligrosa, si alguien salía de sapo con la policía, terminaría en una bolsa al igual que aquel policía del cual me habló JC. Además, la mayoría de los hombres que se habían quedado en el lugar estaban muy bien vestidos, con relojes lujosos y zapatos costosos, eso me hacía entender que muchos de ellos eran personas adineradas.
Traté de actuar lo más natural posible. Era un bar de strippers, ahora que lo veía bien. También habían algunas mujeres, así que podía pasar desapercibida si ignoraba las aberraciones que veía.
En mi chaqueta había una camara muy discreta, y con un dispositivo en el bolsillo de la misma podía tomar fotos discretamente. Tomé varias de las personas que estaban sentadas. Algunos de los hombres tenían a las chicas sentadas en sus piernas, otros tocaban sus muslos y les daban nalgadas. Todos reían mientras decían obscenidades.
—¿Ya pensaste en lo que vas a pedir?—preguntó JC, que ya estaba de vuelta frente a mi.
—¿En serio nadie hace nada con lo que pasa aquí?—pregunté en respuesta, un poco consternada.
—A nadie le importa—respondió—. En los últimos años he visto pandilleros y personas de lo más bajo, pero también a policías, fiscales, jueces y hasta políticos pasar por estás mesas y tocar a las chicas. ¿En serio crees que alguien va a echar al caño su forma favorita de divertirse?
—¿Qué es lo que hacen ellos con las chicas?
—Algunos solo nos bucean, otros prefieren tocar, mientras que otros…prefieren un trato más íntimo.
—¿Las…?
—Muy pocas de estas chicas son vírgenes, y si lo son, no lo siguen siendo en unos meses.
Sentí algo muy horrendo en mi pecho. Me sentí egoísta por un momento por considerarme alguien llena de sufrimientos cuando estas chicas vivían un infierno en este lugar. Perder su inocencia a tan temprana edad era algo que no deberían atravesar, menos si es en contra de su voluntad.
Recordé lo que pretendía hacerme el hombre de la cabaña, lo que le hizo a Ivana. Me sentí mal de repente.
—Suena…horrible—dije viendo hacia la barra.
—Lo es, pero son nuestras vidas, pequeña. No somos princesas en un cuento de hadas, no tenemos a caballeros andantes que nos vengan a rescatar. Estamos solas, con los demonios que nos rodean, que nos golpean, que nos violan a cambio de dinero.
—¿También te hicieron eso a ti?
—Los primeros dos años fueron lo más difícil. Tenía esperanzas de que me iban a rescatar en algún momento, e incluso pensaba que podía escapar y vivir en paz, pero cuando estuve tres años aquí me di cuenta que nadie vendría por mi— Empezó a limpiar un vaso frente a mi, casi distraída, ausente de la habitación—. Me violaron tantas veces que perdí el sentido de supervivencia, ya no lucho, ya no siento, solo empecé a dejar que hicieran lo que quisieran con mi cuerpo—suspiró—. Pero al parecer una chica que no pelea es menos atractiva para los enfermos que frecuentan este lugar, así que me sacaron de ese puesto y me pusieron como mesera, y ya después me volví la bartender.
—¿Y ya no te hacen lo mismo?
—Ya no lo hacen, al menos no con la misma frecuencia que antes. Suelo estar tan ocupada con el bar que no me ponen como a las demás chicas como juguete sexual, así que supongo que no está tan mal. Hasta me dieron mi propio departamento.
—¿Departamento? Asi que no vives con las demás chicas.
—No, hace dos años que no lo hago, pero igual las cuido. Ellas saben que no pueden escapar, pero también saben que son valiosas para el tipo que nos tiene cautivas. Si les hacen daño, el que nos tiene pierde dinero, así que de alguna manera estamos protegidas.
—Las proteges, eres como su madre.
—Son mis hermanas, y cuido a cada una de ellas, me sé todos sus nombres y sus historias—señaló a una de las mesas, en dónde estaba una pelirroja que debía tener la misma edad que yo—, por ejemplo, ella se llama Dulce, y fue secuestrada hace un año mientras estaba en un campamento; o ella—señaló a una chica que debía tener once años, con cabellos castaños y ojos avellana muy lindos—, se llama Meredith, y se la llevaron de un centro comercial hace siete meses.
—¿Y sus familias?, ¿No las han buscado?
—Posiblemente si, pero como te digo, la gente que lidera este lugar tiene mucha influencia. Jamás van a ser atrapados.
—¿Y a tí? ¿Qué hay de tu familia?
—No tengo familia. Soy huérfana desde pequeña y cuando me echaron del orfanato vivía en las calles, hasta que me secuestraron una noche y me volvieron una más del montón.
—JC…¿Por qué no has huido?, vives lejos del bar, ¿Por qué no has escapado?
—Lo he pensado— Me contestó—. Sería fácil tomar mis cosas una noche y escapar de una vez por todas. Me importa poco estar en la calle o pasar hambre, cualquier cosa es mejor que estar aquí, pero no lo he hecho por una sola razón.
—Las chicas— No había que ser una genio para descubrir lo que iba a decir—. No quieres dejarlas solas.
—Si me voy estarían bajo el yugo completo de los idiotas que nos tienen secuestradas. Las usarían como quieren, sin compasión, las dañarían a tal grado que nunca podrían sentir algo que no sea dolor. Al menos si yo estoy aquí puedo mitigar su dolor, al menos puedo consolarlas y darles esperanzas, aunque yo no la tenga.
¿Qué es para ti un héroe?, muchos se imaginan a alguien con capa, alguien con mucha fuerza o con la capacidad de volar; pero, ¿Saben? La realidad es que esa clase de héroes solo existen en las películas. En una sociedad como la nuestra los héroes escasean y el mal predomina, y mientras los inocentes sufren no hay quien los defienda. Es por eso que nacen personas como JC, que sufren con el único propósito de proteger a otros. Dar tu vida, recibir heridas y pasar por el piso lleno de cristal roto pensando en el bienestar ajeno es lo que debería hacerte un héroe realmente. Proteger a otros sin pensar en ti mismo.
Un tipo al lado volteó su bebida en la barra, haciendo que JC fuera a limpiarlo de inmediato.
Tenía suficiente evidencia como para que los muchachos actuaran en este lugar, así que tal vez podría ayudar a esas chicas a fin de cuentas. Tal vez pueda acabar con su sufrimiento, tal vez pueda regresar la esperanza que JC había perdido, pero primero tenía que salir de aquí y llevar las pruebas a la base de Los Jinetes.
JC volvió, y yo ya estaba lista para despedirme, al menos hasta que ví su muñeca. Se había recogido las mangas de su uniforme, dejando ver sus brazos blancos y delicados que mostraban algunas cicatrices y unos tatuajes pequeños, pero eso no fue lo que llamó mi atención, sino la pulsera que traía puesta. Una pulsera de color rojo con negro, tejida en forma de artesanía.
Quedé congelada, no, no podía ser. Reconocería esa pulsera a dónde fuera, pero…no, era imposible.
«—Estas pulseras las hice yo— Me dijo haciendo el nudo con delicadeza.— Si en un futuro nos vemos, veremos las pulceras y sabremos quien es la otra. Solo debes prometerme que no te la vas a quitar.»
—B-Bonita pulsera…—dije y JC reaccionó viendo la pulsera, y después a mi—. ¿Dónde la conseguiste?
—Ah, la hice yo misma hace muchos años. Aún estaba en el orfanato, tiene un gran significado para mí.
—¿L-La hiciste t-tú?— No podía creerlo, es que, ¿Cuál era la probabilidad de que fuera cierto?
—Si. En realidad nunca fui fan de esta clase de accesorios, pero la hice para una amiga que tuve hace años. La habían adoptado y estaba muy asustada, así que le hice una pulcera muy parecida a esta y me dije que nos volveríamos a ver. No he tenido el valor de botarla desde entonces.
Me vio y pareció sorprenderse con lo impactada que estaba ante lo que me decía.
—¿Te sucede algo?, ¿Te sientes bien?
—¿Q-Qué es lo que significa JC?, son siglas de tu nombre real, ¿No?
—¿Por qué preguntas eso?
—Por favor, respóndeme.
Se lo pensó por un momento, como dudando de si debía dar esa explicación o no, pero al final terminó diciendo:
—Si, son siglas de mi verdadero nombre, solo que no me gusta usar el real.
—¿Y cuál es?
—Emilia, ¿Qué sucede?
—¡Solo responde, por favor!
—Me llamo Jane Carlin Wood. ¿Ahora me dirás qué te sucede? Parece que viste a un fantasma.
—¿Jane?…
—Si…¿Qué? ¿Nos conocemos de antes?
No respondí, solamente tome la manga de mi muñeca y la levanté, dejando ver la pulsera de color púrpura que tanto había cuidado estos últimos ocho años. Ella abrió los ojos como platos al verla, y yo estaba a punto de llorar.
—¿Nina?—preguntó viéndome al rostro sorprendida.
Y no lo pude contener, empecé a llorar.
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