Cap. 20 (Parte. I)
Nota del Autor: Buenos días, tardes o noches. Depende de la hora en que están leyendo. A los que estaban esperando actualización les pido perdón, los estudios me han absorbido un poco (un poco bastante) y por eso no había podido actualizar tan rápido. Pero para compensar les regalaré tres capítulos.
El próximo capítulo que van a leer es algo extenso, pero tiene información que les puede hacer entender algo sobre el origen del villano de nuestra historia. Espero puedan leerlo.
Ya sin más preámbulos, disfruten.
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Maratón: (1/3)
El origen de los ojos Amarillos
El Jefe (?)
Para comprender como terminamos aquí, debemos ir desde el principio del final. El propósito que desencadenó el desastre, la acción que empezó un efecto domino nocivo que terminó perjudicando a las personas menos culpables de mis alrededores.
Cómo ya he dicho, la organización se encarga de estudiar la interacción de nuestra raza con estas…anomalías. Cada líder de la organización termina llamando diferente a estos seres, pero yo no sabría darles un nombre específico.
Cuando me transfirieron, supe de inmediato que no sería como mis días en Cuántico. Siempre fui alguien exceptico a lo sobrenatural y lo fantasioso, tanto que no creía en ninguna religión. Era alguien serio que confiaba de su instinto, no necesitaba ninguna fe que me volviera débil por el credo.
A pesar de todo, la iglesia no metía mucho la mano en los asuntos de la organización, algo me decía que tenían miedo de lo que pudiéramos encontrar con nuestros estudios, pero al final nos dejaban con libertad ya que no estabamos en su poder. Al menos no bajo mi mando.
Toda esta caza de brujas hacia demonios y entidades empezó desde los tiempos antiguos, y está organización fue fundada incluso antes de que existiera la tecnología a vapor. Con las nuevas tecnologías, nuevas respuestas salían a la luz y sabíamos algo: Lo que sea que estábamos buscando, no era para nada normal.
La mayoría de los integrantes de mi equipo estaban convencidos de que las anomalías eran la respuesta a tantas preguntas que tenía la humanidad, mientras yo consideraba que todo podía tener una explicación lógica. Igualmente, todas las evidencias que teniamos eran manuscritos antiguos, pinturas rupestres y muchas hipótesis sin comprobar.
Al menos hasta que llegó nueva información a nuestros servidores.
Una isla alejada del mapa, la cual muy pocos radares detectaban y que era como estar en el medio de la nada en el centro del océano Atlántico. Era tan pequeña que su tamaño no llegaba a las dimensiones de la mitad de Italia. Solo contaba con una ciudad conocida, de la cual se le dió nombre: Ghostforest. Su único medio comercial era la minería, con la cual se sustentaba lo suficiente como para tener buena relación con países extranjeros.
El punto es que nos llegó información de que en esa isla había una tribu que contaba con una cultura muy peculiar nunca antes vista. Pensando que nos interesaría, nos dejaron toda la información que tenían (la cual era nada) y se despidieron.
Cómo en tiempo de escaces nunca se desprecia el pan duro, formé un equipo para investigar la tribu de aquella isla. Fueron varias horas en avión, y al llegar tuvimos que aterrizar en medio de una pradera ya que no contaban con algún aeropuerto.
Ghostforest era pequeño, como había pensado, pero a pesar de ello era un lugar muy completo. La ciudad principal se abastecía de muchas cosas, tenían su propio sector de ganado con el cual abastecían las carnicerías e incluso contaban con su propia central eléctrica. Escuelas, hospitales y un restaurant de comida rápida que se fundó por allí. Me pareció interesante como habían evolucionado los habitantes de este lugar sin tanta interacción del mundo exterior.
El alcalde nos recibió con mucha decencia, con la sonrisa falsa que tendría cualquier político. Nos dió hospedaje, y aunque era de un hotel no tan malo, no fuimos a ese sitio solo por la buena vista que había en la terraza. Apenas amaneció, nos adentramos en el espeso bosque que rodeaba la isla.
Guiados por uno de los habitantes de la isla, fuimos advertidos de no ser hostiles si no fuera estrictamente necesario. Los dijo que los Nosfacis (nombre de la tribu nativa) suelen ser pacíficos a menos que sean atacados directamente, así que supuse no habría problemas.
Al llegar al sitio, quedé boquiabierto ante la hermosura del lugar. Las estructuras que habían edificado, aún con solo madera, estaban tan bien cuidadas que parecían recién elaboradas, algo que no debería pasar con materiales que están constantemente a la interperie. Seguimos adentrándonos y algunos aborígenes salieron de sus casas viéndonos con curiosidad.
Tenían algo muy parecido a shorts cortos y las mujeres se cubrían los pechos con trapos que rodeaba sus torsos. En sus cabellos habían trenzas con flores o enredaderas y sus pieles estaban pintadas con algún material orgánico que brillaba, dándole una apariencia de plata o algún metal.
El guía nos llevó a dónde estaba el sabio de la aldea. Cuando nos encontramos con él, me di cuenta que no parecía tan poco civilizado como había pensado. Tenía ropa de pieles de lobo, collares de cuencas y tatuajes en los brazos y el pecho. Los tatuajes llamaban la atención, por las formas que en ellos habían. El sabio nos observó a mi y a mi equipo con escrutinio, pero después, sonrió y abrió los brazos de manera amable.
—Salvete, peregrini, ¿quid vos ad nostras terras ducitis?—dijo en un idioma que no reconocí, pero dudo que hubiera sido un insulto.
—Domine mi, isti non sunt familiares sermonis aviti, ¿potesne loqui Hispanice?— Nuestro guía habló en la misma lengua, haciendo que el sabio de la aldea abriera los ojos y nos volviera a ver.
—Intellego, fili, existimo saltem hoc tempore me linguis alienis loqui posse— Al terminar de decir eso, me vió directamente y habló de nuevo:— Bienvenidos, extranjeros, ¿Qué los trae a nuestra aldea?
Su perfecto español me había sorprendido, pero no más que la fluidez de su dialecto y su entendimiento a nuestras jergas tan únicas. ¿Cómo era posible que un aborigen promedio tuviera tantos conocimientos del exterior?, ¿Por los habitantes de la ciudad quizás?
Pasamos un tiempo entre la tribu, y recolectamos lo más que pudimos sobre la información de su cultura. Ellos no creían en ningún dios que conocemos, sino que su fe se basa en doce figuras que según ellos controlan el universo en su plenitud, a los que llaman: «Vigilantes». Según entendí, cada uno controlaba una irregularidad del universo y de esta forma todo coexistía en plenitud. La mayor de estás figuras era conocida por todos como: «Quit Libra», y según ellos es el encargado de mantener la balanza del destino equilibrada.
Todo estaba bien, al menos hasta el día en que hubo una guerra entre los Vigilantes causando un caos en la tierra en toda su plenitud. Sucede que uno de estos seres, al cual llaman Inimicus, se reveló contra los doce, queriendo acabar con la raza humana por sus pecados. Bajando al mundo para acabar con todos, tuvo que intervenir Quit Libra para acabarlo y encerrarlo en el sitio sin retorno (su versión del infierno), en el cual existe hasta ahora.
Pero este no fue el final, sino que Inimicus había dejado a su mascota para que atormentara a los humanos cuando se cumplieran los cien años. Su bestia fue llamada por ellos Tenebrios. Los de la tribu nos dijeron que esta bestia si despertó, y que los asesinaba sin piedad causándoles sufrimiento sin descanso. Hasta que llegó un día el elegido por Quit Libra, el cual asesinó a la bestia con sus propias manos, sacándole el corazón.
—¿El corazón?—pregunté curioso por la historia que nos contaban al lado de una hoguera.
—Si, el corazón—contestó el sabio—, y hasta el día de hoy, el corazón del Tenebrios sigue palpitando, esperando dar vida de nuevo al tormento.
Tuve curiosidad sobre aquel corazón que palpitaba, creyendo que era una simple metáfora, pero no. El sabio de la tribu me llevó hacia la choza en dónde él residía y encima de una mesa, encima de una repisa bien elaborada, había lo que parecía ser una piedra de no muy grande tamaño. Pensé que era una piedra, lo pensé en serio, pero algo en mi mente me decía que era algo más y que las respuestas a varios siglos de búsqueda estaban dentro de ella.
Los de la tribu apagaron la hoguera y todos se fueron a dormir cuando la Luna estaba en el sitio más alto del cielo. Pero yo no pude dormir. Aunque solo fueran ilusiones mías, tenía que asegurarme que esa piedra no fuera la respuesta a todo.
Le dije a mi equipo que nos iríamos esa noche, pero que antes teníamos que extraer un objeto de la choza del líder. Ninguno se opuso a mi plan, sino que lo siguieron al pie de la letra. Todos tomamos nuestras cosas y salimos de nuestros lugares en completo silencio.
Cuando estábamos todos reunidos en la entrada de la aldea, en dónde habíamos llegado, llegó el último de mis hombres sosteniendo algo en sus brazos. Extendí mi mano para que me lo diera y él, obediente, me entregó la roca que había visto en el hogar del sabio. Pesaba más de lo que se veía a simple vista, pero no le presté atención a eso.
—Bueno, ya vámonos de aquí antes de que…—dije, pero no pude terminar de hablar al escuchar sonidos entre los arbustos.
Todos volteamos, pero antes de poder sacar algún arma, ya estábamos rodeados de lanzas afiladas. La tribu nos rodeaba, y sus ojos semi rayados parecían brillan en la oscuridad con la gracia y el misticismo de los de algunos felinos. Aunque habíamos venido con armas, les ordené que no movieran ni un músculo, ya que no quería llegar a la base con la responsabilidad de dar el pésame a alguna esposa sufrida.
Levantamos todos las manos, los Nosfacis seguían inexpresivos. ¿Cómo se habían dado cuenta?, aunque no hubiera estado con el chico que robó la piedra, confío de que mi equipo es profesional a la hora de cumplir sus tareas, por eso dudaba que había alterado a la tribu.
Dejando paso entre la malesa, de entre los árboles apareció el líder de la tribu con paso lento. Caminando galantemente se puso frente a mi, con una expresión que era difícil de interpretar. No era ira, tampoco traición o cualquier emoción que uno esperaría en una situación así.
Extendió su mano hacia mi, y no tuvo que decir palabra alguna para saber qué era lo que pretendía decir; de mi bolso saqué la piedra y se la puse en la palma de su mano. La comisura de sus labios se elevó un poco y me vió de nuevo directamente a los ojos.
—Nuestra aldea está acostumbrada a ser siempre sinceros entre nosotros, consideramos la mentira como un pecado capital—dijo—, ¿Por qué ustedes entonces fingieron paz si pretendían robarnos?
—No tenemos excusa—contesté. Justificarme no me salvaría en este caso, solo le daría más razones para acabar con mi vida—. Le pido, por favor, que deje ir a mis hombres. Yo fui el que les ordenó hacerlo, no tienen culpa de nada.
El líder observó a mis hombres, y después me volvió a ver a mi, sonriendo.
—No le haré nada a su equipo, señor Richard.
Abrí los ojos como platos confundido.
—¿Cómo sabe mi nombre?
—Los ancestros nos conocen a todos, y apenas pisó la isla, ya sabía a lo que venía usted, por eso les inste a mis hijos que les dieran la mejor bienvenida que pudieran desear.
Impactado, no sabía que decir o hacer ante esta situación. El líder de la tribu tomó mi mano y ella colocó la piedra que hace minutos le había devuelto.
—Tome, puede irse sin ningún problema, nadie lo seguirá.
—No entiendo…
—Nosotros no protegemos al corazón de la bestia, señor Richard, nosotros protegemos al mundo de lo que puede causar en manos equivocadas— Un sentimiento de severidad acompañaba sus palabras—. Si llega a liberarse, si de alguna forma vuelve a despertar la bestia, almas inocentes pereceran. El gran Quit Libra nos volvió guardianes de la maldición de corazón, confiando en nosotros para que nunca llegara a liberarse.
—Entonces, ¿Por qué me lo entrega?
—Porque el peso de una maldición quita años de vida y momentos de paz, ya es hora de que el corazón pase a manos de alguien más— Los de la tribu bajaron las lanzas y mi equipo me veía llenos de confusión buscando respuestas, lo malo es que yo también estaba vilmente confundido—. Pueden irse, gracias por liberarnos.
Asentí con la cabeza y con una seña de la mano le indique a los muchachos que empezaran a moverse hacia el punto de salida. Ellos acataron mis órdenes, y empezaron a desplegarse bajo las miradas de los Nosfacis. Yo también empecé a seguir sus pasos, pero fui detenido por el líder, el cual me tomó por el brazo.
—Una cosa si le digo, señor Richard. No intente encontrar la verdad en lo profundo de la maldad, o podría traer consigo la muerte para todos los suyos.
—Tantas advertencias me hacen pensar que no quiere que me lleve la roca.
—Hay muchas cosas que usted no comprende con claridad, y eso lo vuelve ciego ante lo que sucede en las sombras. Si sigue buscando respuestas entrometiéndose con los descignios del caos, terminara en una penumbra de la cual nadie logra salir con vida.
Soltó mi brazo y empezó a caminar delante de su tribu. No volteó en ningún momento, parece que lo que tenía que decir lo había dicho ya. Desapareció entre los árboles, y aunque era el más exceptico de los que habían estado presentes, mi conciencia me decía que algo de verdad tenían sus palabras.
(Unos días después)
Pesadillas. Hace tiempo que no las tenía. Desde adolescente me habían dejado en paz cuando maduré lo suficiente y mis miedos quedaron en segundo plano. Ahora habían vuelto, tan fuertes que no lograba desvanecerlas ni con pastillas somniferas, ni con el alcohol del fondo de una botella. Todas eran iguales. Gritos, dolor, sufrimiento y súplicas de gente que conocía. De mi esposa, de mi hijo. Todos me imploraban que los ayudara, pero no los escuché, solo seguí caminando directo a una figura en forma de bestia, la cual me observaba viéndome con un par de ojos dorados llenos de vilesa.
No había dormido bien en lo que había de semana, y las ojeras eran notables incluso más al estar acompañadas por mi barba no recortada. Era un desastre, pero trataba de disimular mi caos al estar en el trabajo.
Cuando llegamos con la piedra, los científicos cayeron sobre ella como si fueran buitres al ver carroña. La advertencia del líder de la tribu resonaba en mi cabeza, pero no podía decirles que no hicieran su trabajo solo por una estúpida superticion. Era una roca, me repetía, no podía ser más nada.
Le hicieron estudios muy profundos, fascinados antes la rareza del objeto. Se dieron cuenta que lo que la recubría no era un mineral común y corriente, ni siquiera conocido, sino que era de un componente químico súper resistente que no habían descubierto jamás. Especularon que se trataba de un meteorito, y que habían descubierto a un nuevo elemento proveniente de las estrellas.
Su interior era un misterio más, el cual querían descubrir con ansias, ya que al hacerle más estudios descubrieron algo fascinante. No solo era hueca la piedra, sino que también había algo en su interior que parecía…tener latido. Sonará raro, pero parecía tener vida en su interior. Pequeñas pulsaciones, no tan fuertes como la de algún animal, pero si habían pequeños pulsos que provenían del interior.
Había algo allí, eso era claro.
La superficie de la «roca» era demasiado resistente como para romperlo con una herramienta convencional, ya lo intentaron y la herramienta terminó desecha. Hoy iban a intentar llegar al interior con un láser de alta potencia.
Llegué a la zona de observación y ya la mayoría de las personas estaban allí presentes. Me dirigí hacia una joven mujer de piel ébano que veía la radiografía del objeto. Cuando notó mi presencia a su lado, volteó a verme y me regaló una sonrisa.
—¿Cómo amaneces Richard?, por las ojeras que tienes supondría que no tan bien.
—Solo necesito un buen café—respondí viendo las imágenes—. ¿Algo importante que decir?
—Parece que no nos equivocamos a la hora de especular, hay algo vivo en esa cosa, la pregunta es…¿Qué?
Ashley era licenciada en biología y paleontología, y la llamé para que estudiara la piedra que habíamos recolectado. Sabíamos que dentro de si había algo que estaba o había estado vivo alguna vez, pero la pregunta del millón era que era en si.
—¿Crees que se pueda observar la procedencia al abrirlo?
—Es probable—contestó—, tendremos que averiguarlo.
Fui hacia la pequeña ventana que mostraba el otro lado de la habitación. Varias siluetas con batas blancas anotaban al frente de una enorme mesa. Dicha mesa tenía encima la piedra que ya tenía algunas marcas de estudios anteriores, y un láser encima de ella esperando por demostrar su poder.
«Si sigue buscando respuestas entrometiéndose con los descignios del caos, terminara en una penumbra de la cual nadie logra salir con vida. »
Las palabras del líder de la aldea vinieron a mi mente y una parte de mi imploró detener todo esto, pero mi lado exceptico era más fuerte que cualquier miedo o creencia. Al fin podría conseguir una respuesta clara a tantas cosas y no me detendría solo por los cuentos de camino de un indígena ya entrado en años.
Me coloqué al frente del mando de control, dónde controlaban el láser y revisaban los controles vitales de los científicos que estaban del otro lado. Pequeños bits sonaban indicando el pulso regular de cada sujeto que estaba en la otra sala.
—Señor Richard, bienvenido—dijo una de las controladoras sin despegar su vista de la pantalla del ordenador que tenía en frente.
—Leia, ¿Cómo te encuentras?, no sabía que habías vuelto de tu descanso.
—Volví hace unos días apenas.
—¿Y te sientes preparada?, ¿Cómo te fue en el parto?
—Muy bien, solo que mi suegra tenía razón cuando me dijo que un Montero varón era difícil de parir.
Me reí entre dientes mientras escuchaba eso. Leía era la encargada médica de esta sección de la organización. Estaba vestida con una bata blanca, en dónde si te fijabas bien en el hombro izquierdo podrias apreciar una mancha algo oscura. Su cabello crespo estaba sujetado por una coleta, y en sus ojos se veía algo de cansancio, y la entendía, son mi primer hijo estuve así durante meses hasta que encontré la forma de dormirlo en las madrugadas.
—¿Y qué tal está el padre de los niños?— Aunque la miré de reojo, noté de inmeadito que su cuello se tensó un poco—, ¿Sigue teniendo problemas de ira?
Eso último lo dije en voz baja ya que no me interesaba que esa información saliera de esta habitación. El esposo de Leia la maltrataba, la mayoría de las veces cuando bebia. Quise intervenir más de una vez, pero más de una vez ella se negó a aceptar mi ayuda.
—Ha mejorado…—dijo en voz baja—. Es un buen sujeto.
—Los buenos sujetos no lastiman a quien «aman».
—Solo es un poco temperamental, ¿Usted no lo es?
—No trates de justificarlo, Leia.
—No lo estoy…
—Concentremonos en el trabajo.
Ella asintió y aunque usualmente era alguien profesional, me dolió ver la expresión de dolor que tenía al anotar las pulsaciones de los involucrados.
Me alejé yendo hacia atrás y así observar todo mi perímetro con libertad. Todos trabajaban con mucha velocidad, concentrados en sus deberes como debía de ser. Algo que siempre defenderé es el compromiso de todos los que estaban aquí, eran un equipo excepcional…especialmente…
—Richard, con que ya saliste de tu oficina.
Voltee hacia mi derecha y allí se encontraba. Vestido con una bata blanca y ropa forma debajo, cabello largo y negro recogido con una coleta. Sus ojos azules zafiro brillaban con estuciasmo detrás de sus anteojos y de forma chistosa traía un botón que decía: «Dia de cupcakes», en uno de los bolsillos de la bata. Su estuciamos siempre había sido contagioso desde que nos conocimos, hace aproximadamente cinco años.
Lester Zaragoza.
—Diablos coronel, te ves realmente mal—dijo viendome con cara de asco—, ¿Acaso las pesadillas lo volvieron a molestar en las noches?, ¿Acaso aún no ha tomado las pastillas que le receté?
—No pienso ser tu conejillo de indias, Lester—dije negando con la cabeza—. Valoro demasiado mi vida como para hacerlo.
—No parece valorarlo cada vez que mezclas ron con whisky en un solo vaso. Un día de estos vas a terminar matandote y no pienso tratar de revivirte.
—Prefiero quedarme muerto, algo me dice que me quitarás el cerebro y me pondrás a limpiar tu baño como una simple mucama.
—¿Qué?, ¿Simple? Si tú serías mi mucama favorita.
Los dos nos reímos al unisono. Aunque fuéramos muy diferentes y nuestros mundos fueran muy adversos, nuestra conexión era realmente buena. A veces discutíamos por causa de los métodos que utilizaba en mis misiones y mi desinterés en el conocimiento sobre todo lo que trabajábamos, pero en realidad él era un hermano para mí.
El Lester que conocía en ese tiempo era mi familia, prácticamente mi mano derecha.
—¿Día de cupcakes?— Apunté hacía la pequeña chapa que tenía en su bata—, ¿Acaso Aurora realizó otra de sus fiestas culinarias y no me invitó?
—Fue algo de sorpresa, ni yo me esperaba llegar y encontrarme la cocina llena de glaseado rosa.
Lester estaba felizmente casado, y tenía una hija de más o menos ocho años de edad, una pequeña de ojos grises que era el claro reflejo de su madre. Recuerdo que Lester me invitaba a las cenas familiares, y que sentía algo de envidia de él, porque podía estar con su hija y la mujer a la cual amaba, mientras que yo me había alejado del hogar que había creado por culpa de un escritorio apartado.
Pero me alegraba también verlo llegar al trabajo con una sonrisa y cada semana cambiar de chapa en su camisa. Era alguien radiante cada vez que hablaba de su pequeña, era definitivamente el prototipo de alguien feliz.
La puerta del lugar se abrió y un hombre vestido de negro entro a la habitación. Cabello negro y ojos grises, alto y enigmático, con todo el porte que me esperaba de alguien de los puestos superiores.
—Buenos días caballeros— El sujeto se presentó—, mi nombre es Gabriel Rodríguez, y fui mandando a supervisar el experimento de hoy— fijó su mirada en mi y extendió su mano—. Usted debe ser el coronel Richard, he escuchado muchas cosas sobre usted, la mayoría de ellas buenas.
—Un gusto, señor Rodríguez— Le devolví el saludo, y después señalé a mi compañero que tenia a mi lado, en silencio—, le presento al doctor Lester Zaragoza, él será el encargado de esta operación.
—Un gusto—dijeron al unisono mientras se daban la mano.
—Bueno, entonces, ¿Cuando empezaremos?—preguntó Gabriel viendo hacia delante y viendo su reloj—, ahora a la una tengo que ir a otro lugar y de verdad no pretendo llegar tarde.
—En corto iniciaremos—miré a Lester y él asintió con la cabeza, yendo a la entrada del cuarto de pruebas.
Las personas empezaron a moverse por todos lados iniciando todos los protocolos de seguridad. Leia observaba los signos vitales de todos mientras Ashley veía en su pantalla la imagen a tiempo real de la piedra, Gabriel y yo veíamos todo desde nuestra posición. Le dí a Lester unos lentes de protección para que se los colocará, muy parecidos a unos lentes de sol; él parecía no comprender, pero me hizo caso al ponerlos. Los demás y yo también nos los pusimos.
Lester habló con sus compañeros y sin darle más tiempo al tiempo, inició la operación. En un instante, la luz del láser llegó a nuestros rostros con una potencia inmensa, y el rayo empezó a perforar la piedra.
—Intrusión en la piedra a un cinco por ciento—escuché decir a Ashley—, se subirá la potencia del láser al nivel dos.
Al decir esto, el rayo empezó a brillar aún más y los científicos se alejaban por cierta seguridad. Yo veía todo el proceso en silencio, pero las palabras del líder de los Nosfacis me empezaron a atormentar. Tenía un mal presentimiento, pero, ¿Tendría que detenerme?, ¿Estoy ocasionando en serio tanto daño por mi curiosidad?
—Intrusión en la piedra a un quince por ciento, subiré al nivel tres.
La luz empezaba a arder los ojos incluso con los lentes puestos, pero aún así no aparté la mirada. Mi razón me decía que parara esta locura pero mi corazón curioso me gritaba que siguiera escarbando cual pirata buscando tesoros sagrados.
Fui avaricioso e ignorante.
—Intrusión en la piedra a un veintiocho por ciento, subiré…
—Sube todo—ordené, Ashley me vió pero no se rehusó.
—Subir al nivel máximo.
El cuarto se llenó de luz blanca y casi no veía mis alrededores, pero si escuchaba las voces de los que estaban a mi alrededor y efectivamente eso alimentaba mi sed de descubrir lo prohibido.
—Nivel de intrusión a noventa, noventa y cinco…noventa y nueve…
Y antes de que ella llegara al número final, un sonido en seco sonó del otro lado del cristal. Sonreí al escucharlo, y algo dentro de mi me hizo inflar mi pecho. Era orgullo, lo había logrado.
Apagaron el láser y pude ver en la mesa que la piedra que había traído desde la isla ya no era una, sino que se había dividido en dos fragmentos iguales. Los científicos que estaban alrededor se acercaron lentamente y sacaron sus debidos instrumentos, mientras que Lester sacó una pequeña tabla para anotar la información recolectada.
—Y díganme señores, ¿Qué clase de cosas hay adentro de esa piedra?—dije en el micrófono para que me escucharan del otro lado.
Uno de los científicos se acercó de más, creo que era el encargado de tomar muestras, y habló en voz alta.
—Parece ser una clase de hongo, coronel, alguna clase de tejido que por alguna razón no se encuentra fosilizado sino que parece estar completamente…vivo.
Ví en la pantalla de Ashley en dónde mostraban la piedra y pude ver claramente que una extraña masa gris parecía moverse dentro de ella, como si tuviera vida.
—¿Reconoces lo que es?— Le pregunté a Ashley, pero ella parecía igual de confundida que yo.
—No tengo ni la menor idea, Richard, parece ser una especie de criatura invertebrada. Lo que me sorprende es la forma en que sobrevivió a un estado tan precario como el interior de esa piedra. Estoy confundida…
Miré hacia donde estaba Leia, que veía las pantallas con atención. Noté que el pulso del que debía tomar muestras estaba aumentando por alguna razón, subía cada vez más.
—¿Se encuentra bien?—pregunté directamente—, su pulso está aumentando.
—S-Si, señor, solo me siento algo cansado…es todo…
Su pulso aumentaba cada vez más, pero solo era con él, ya que todos los demás parecían estar estables.
—Salgan de ese lugar—dije. Algo no andaba bien—. Seguiremos después.
—Deje tomar una…—dijo el sujeto acercando sus pinzas a lo que sea que estaba en la piedra, pero no pudo terminar la frase.
Lo que sea que estaba allí, de alguna manera, saltó directo a su rostro y se adhirió a su máscara de protección como si fuera pegamento. Todos nos quedamos congelados ante la impresión, pero no nos movimos.
El cientifico empezó a retroceder asustado y gritando de miedo. No entendía sus gritos, pensé que era por el miedo, pero después empecé a notar que estaba empezando a botar alguna clase de humo. Rápidamente verifiqué las cámaras y observé como su máscara había sido fundida y ahora la criatura estaba completamente en su rostro.
Retrocedió gritando de dolor hacia atrás, chocando con el vidrio y agrietandose un poco. Empezó a caer hacia el piso convulsionando, agonizando y pidiendo clemencia que ninguno de los presentes le podían dar.
Su pulso en las pantallas era un caos, hasta que de repente se volvió una línea recta, justo en el momento en que los gritos dejaron de salir. Observé a través de las cámaras como el cuerpo estaba frente al vidrio, muerto, y con la cara desfigurada.
Fuiste advertido, y ahora por tu imprudencia todos morirán.
Esa voz. No sabía de dónde provenía, pero me daba una sensación lujubre que jamás había experimentado. Esa sensación que me estaba ahogando, el mal presentimiento empezó a envolver mi pecho como una enredadera, lo sentí como un dolor que me hizo doblarme sobre mi mismo y también cerrar los ojos.
¿Qué estaba pasando?
—¿Coronel?— Escuché la voz de Gabriel a mi lado—, ¿Se encuentra bien?
Asentí con la cabeza, mintiendo descaradamente, y subí la mirada para observar las cámaras. El cadáver seguía en el suelo mientras una asistente se acercaba para revisarlo.
El dolor no menguaba, casi parecía estar sufriendo de puñaladas constantes y sin descanso. Empezó a darme migrañas y sentí que un líquido bajaba por mi nariz, al pasar mis dedos me di cuenta que era sangre.
Levanté la mirada solo para observar que la chica ponía su mano en el cuello del científico caído para revisar su pulso…justo en el momento en que en la pantalla la línea recta mostró un pico de actividad.
Abrí los ojos como platos en el momento en que la mano del supuesto cadáver atrapó el cuello de la asistente, la cual empezó a gimotear por falta de oxígeno. El científico caído poco a poco empezó a levantarse y a su vez a levantar a la pobre chica, la cual estaba empezando a llorar, sobre el suelo.
Quedé perplejo, ya que el científico que había muerto ya estaba entrado en años, ¿Cómo es que tenía esa fuerza de repente? Llevé mi mano al cinturon de mi pantalón para buscar mi pistola, pero antes de poder hacer cualquier movimiento escuché aquella voz de nuevo.
Ahora todos morirán.
Se escuchó el crujido, indicando que el cuello de la chica se había vuelto añicos. Cuando la soltó ella cayó al piso sin emitir otro sonido que no fuera el de su cuerpo chocando con las frías baldosas.
Los científicos que estaban a su alrededor lo veían con cara de terror, murmullos de piedad se escuchaban de sus bocas. Escuché con claridad como uno decía: «Él no es Han». Así se llamaba el científico que había muerto…pero que se había levantado.
—Coronel…¿Qué está pasando?— Pude percibir el miedo en la voz de Gabriel, cuando lo ví estaba pálido ante la situación. No era la primera vez que pasaba algo así en este lugar…pero tampoco era agradable de ver, así que comprendí lo que seguramente debía estar sintiendo.
Observé a dónde estaban Ashley y Leia, prácticamente corrí a dónde estaban ellas que estaban revisando los niveles demasiado nerviosas como para ser alentador.
—Ashley— Ella volteó al escuchar mi voz. Aunque su expresión era tan firme como siempre, pero sus ojos no mentían, pude ver el miedo que había en ellos—, ¿Qué está pasando?
—No tengo la menor idea, Richard, no tengo una explicación lógica para esto.
—¡Miren!—gritó Leia desde su puesto.
Vimos hacia el cuarto y el «cientifico» empezó a moverse lentamente hacia los demás científicos. La mayoría empezó a alejarse pero cuando uno de ellos intentó ir hacia la puerta, el sujeto lo tomo por la espalda y con una sola mano lo atrajo hacia él, después tomó su cabeza para simplemente arrancarla de golpe.
Leia gritó de horror cuando el chorro de sangre empezó a llenar todo del líquido carmesí, y los demás científicos la acompañaron. Trataron de huir, pero esa cosa las perseguía.
Miré a todos lados del lugar seguro, pero no lograba ver a Lester en ningún lugar. ¿Había escapado?, ¿O solo no tenía cabeza?
Uno a uno fueron asesinados frente a nuestros ojos. Gabriel y yo intentamos abrir las puertas, pero por alguna razón no abrían, como si alguien las hubiera sellado por fuera.
Esto no podía estar pasando, esto no tenía nada de lógica, esto era realmente algo…irreal.
Vi de nuevo la habitación de prueba y aquel hombre tenía a otro asistente en sus manos. El chico empezó a suplicar por su vida, pero no fue suficientemente conmovedor, ya que también le rompió el cuello. Esa cosa no podía ser humana, no podía ser aquel científico que había muerto allí mismo. ¿Qué lo tenía poseído entonces?
Casi me olvidé de ti, coronel.
Escuché la voz y de inmediato aquel hombre lanzó el cadáver del chico hacia nosotros, el cual solo agrietó un poco el vidrio que nos separaba. Al ver que no se había roto, volvió a tomar al chico, esta vez como si fuera una enorme pesa deforme, y con él empezó a golpear el vidrio una, y otra, y otra vez.
—¡Ashley, Leia! ¡Alejense de ahí!
Las dos se levantaron de prisa y apenas se habían alejado cuando por fin el vidrio se rompió. El cuerpo cayó frente a nosotros y fragmentos de cristal volaron por los aires.
Todos nos apartamos, y cuando volví a ver, me paralisé. El científico tenía el rostro completamente desfigurado, como si hubiera sufrido quemaduras tan graves que llegaron hasta el hueso. Unos ojos dorados brillaban delante de mi, sus pupilas estaban tan retraídas que eran simplemente dos puntos delgados. Respiraba con fuerza, tal como un animal furioso a punto de embestir, y sus hombros subían y bajaban dándole un aire de peligrosidad.
No supe que hacer en ese momento, mi instinto me decía que le volviera a disparar pero mis brazos no se movían. El dolor de cabeza aumentaba con cada segundo que sus siniestro mirar se mantenía.
—¿Quién eres?—pregunté asustado. Él inclinó su cabeza hacia un lado, como un animal curioso.
—Mi señor me ha dado un nombre que tu inmunda boca mortal no es digna de pronunciar, pero los pocos humanos que han conocido de mi existencia y han vivido para contarlo me llaman Tenebrios.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escuchar ese nombre. Era el nombre de la bestia que aparecía en las leyendas de los Nosfacis, pero era imposible. Solo eran eso, leyendas.
—Las leyendas son sombras de la realidad misma—dijo como si hubiera leído mis pensamientos—, solo que lo irreal para los humanos es mas cierto que muchas cosas que has visto en tu corta vida.
—¿Qué pretendes?—pregunté. Al escuchar mi pregunta una sonrisa demoníaca salió de sus labios.
—Pretendo liberar a mi señor, sacrificando sus viles almas al abismo infinito. Así toda tu raza se volverá solo una mancha en el zapato, a la cual vamos a limpiar.
Saqué mi arma sin dudarlo. No podía quedarme viendo mientras algo como esto acababa de despertar, no podía. Le apunté directo a la cabeza pero antes de poder apretar el gatillo levantó su mano y el dolor volvió hacia mi, pero esta vez con tanta fuerza que me hizo arrodillarme en el suelo. Observé a mis lados y Gabriel, Leia y Ashley también se estaban retorciendo en el suelo. Sufrían, Leia empezó a gritar y Gabriel gimoteaba de dolor.
—Evigilasti prodigum vigilis filium vitae, portas inferni aperiens, ut infirmas animas mors capiat—Empezó a hablar en una lengua que no reconocí, sus ojos brillaban aún más y su voz se había vuelto aún más ronca—. Propter eorum insolentiam quattuor peccatores a quattuor equitibus abyssi condemnabuntur: Bellum, mors, fames, somnus. Corpora morientium videbunt filii sui, et videbunt lacum sanguinis.
No comprendía sus palabras, pero sabía que no era nada bueno. Con todo el esfuerzo levanté mi pistola, desafiandolo. No podía morir, no podía morir, no podía morir. Me lo repetía una y otra vez…
—Humano insolente, ¿Aún tienes la arrogancia suficiente como para levantar un arma contra mi?—preguntó casi riéndose.
—Vuelve al infierno.
Casi apreto el gatillo, pero el dolor se intensificó. No lo aguanté, era demasiado fuerte lo que sea que estaba haciendo contra mi. Levanto mi mirada hacia él, el cual sonríe al verme derrotado. Se siente gozoso por verme sufriendo, y era claro que esto no era un simple humano, sino un demonio encarnado.
Estaba a punto de desmayarme, cansado de tanto resistir, y aquella figura imponente se reía de mi debilidad. Maldije al ver sus dientes que sobresalían de sus labios y las arrugas que se marcaban en la comisura de sus ojos.
Pero de repente, así de imprevisto, abrió los ojos como platos y pude apreciar como un objeto había sido clavado en su cuello. Una jeringa, la cual desconocia su contenido, fue inyectada en su torrente sanguíneo por nada más y nada menos que el mismo Lester, el cual había aparecido de imprevisto y había ido en contra de él.
El que supongo debería llamarse Tenebrios empezó a darse la vuelta y sentí alivio cuando la presión en mi cerebro cesó. No escuché lo que le dijo a Lester, pero si observé como lo agarraba del cuello y lo levantaba sin ningún esfuerzo.
En ese preciso momento me vino a la memoria la imagen de su hija, de su esposa, de lo devastadas que quedarían el día en que les dijera que su padre/esposo había fallecido en el trabajo; después de tantas cenas familiares, de tantas reuniones y fiestas en las que coincidimos…Lester era familia.
No, no iba a dejar que muriera.
Con todo el esfuerzo de mi mente y cuerpo, levanté mi arma hasta arriba, apunté sin dudarlo a su cabeza y disparé, en ráfagas. No me detuve hasta que el cargador quedara sin balas, momento que cuando llegó me lancé en el suelo cansado.
¿Lo había logrado?, ¿Lo había matado?, ¿Había podido salvar la vida de mi amigo? Me levanté de nuevo, esta vez sin dolor de cabeza, pero sin mucha fatiga. Cuando observé al hombre había caído al suelo, con la cabeza llena de agujeros y sangrando a mares. Lester estaba respirando dificultosamente a su lado, tomándose el cuello e inhalando oxígeno a bocanadas.
Pero estaba vivo, eso era lo que me importaba.
—Necesito cambiar de trabajo—dijo Gabriel justo a mi lado—. Esta clase de empleos me van a llevar a la tumba.
Me reí entre dientes. Observé a las damas y parecían estar bien, justo a unos cuantos del personal. Sin pensarlo fui a dónde estaba Lester, el cual ya parecía haber recompuesto la compostura.
—¡Lester!— Me vió y sonrió—, ¿Estás bien?
—Solo un poco magullado en el cuello, pero quitando eso…estoy bien. ¿Cómo están ustedes?
—La mayoría no tiene heridas graves.
—Bien, bien…
—Lester, pudiste morir—No tardé en reclamarle su estupidez—, pudiste dejar a Carol y a Aurora solas, ¿No pensaste en eso?
—Nadie piensa con claridad en un momento así—Confesó—, ni siquiera la posibilidad de morir; pero no lo hice, ¿Verdad?, además, yo sé que hubieras hecho lo mismo, o incluso de forma más pendeja.
Me reí, porque era cierto. Lo ayude a levantarse y puse su brazo sobre mis hombros, para así llevarlo a la enfermería.
—Vamos a que te curen, cerebrito.
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