Cap. 18
Pequeña Hada
Nina
Abrí los ojos lentamente y la luz me hizo cerrarlos de nuevo. Maldita sea, la migraña era horrible. Volví a intentar abrir los ojos, pero esta vez con más cuidado ya que parecía estar abajo del mismo foco. Con los ojos entreabiertos me di cuenta que estaba en una camilla.
Algunos pitidos sonaban y una luz blanca se encontraba encima de mi. Tenía puesto una bata médica que cubría precariamente mi cuerpo, sentí frío en el momento.
Me di cuenta que traía puesta una mascarilla, la cual estaba conectada a una clase de tanque. Oxígeno. Miré a todos lados buscando respuestas de mi paradero, ya que no parecía ser el edificio en dónde me había desmayado. Había utensilios medicos y frascos con letras demasiado pequeñas como para ser leídas. Olía a alcohol antiséptico, y también al gas que estaba inhalando.
Me quité la mascarilla e intenté ponerme de pie. También retiré un pequeño catéter que tenía clavado en la mano, botando un poco de sangre ya que me lo arranqué algo brusco. Encontré en una mesa cercana algo de ropa limpia, así que me la puse lentamente. La ropa era de algodón, limpia y olía a lavanda. El frío no disminuyó mucho, pero al menos me sentí menos desnuda. Ya vestida, aunque descalza, me dirigí a la puesta que estaba frente a mi.
Un mareo me hizo detenerme y sentarme en la orilla de la camilla. Me quedé allí, viendo al piso y a mis pies, esperando a que se pasara el malestar. En ese momento llego alguien al cuarto.
Era una mujer, desconocida para mí, vestida de un blanco pulcro y que tenía un estetoscopio alrededor del cuello. Su cabello rubio estaba recogido por una coleta y tenía una carpeta en las manos. Al verme levantada, no mostró ninguna seña de hostilidad o algo parecido, sino que sonrió muy amablemente.
—Ya te levantaste—dijo—. Me alegra mucho, señorita Jhonson.
—¿Dónde estoy?
—En la base, por supuesto. La tragimos junto a los muchachos para poder atenderlos de mejor manera. Comprenderá que atender médicamente a cinco personas en un ambiente tan precario como lo era aquel edificio no era muy saludable, ¿No?
Asentí con la cabeza, pero seguía algo confundida. A pesar de que la curiosidad me estaba carcomiendo, tenía mejores prioridades a la hora de preguntar.
—Los muchachos…
—Están bien—contestó antes de que formulara la pregunta—. Están algo lastimados y tuvimos que hacer algunas suturas y vendajes, pero han estado peor, así que sobrevivirán.
Sonreí al escuchar que estaban bien, lastimados, pero vivos. Sentí la necesitad de verlos, así que me levanté de la camilla de nuevo, con lo que no contaba era con que me diera el mismo mareo y que mis piernas estuvieran tan frágiles. Casi me caigo, pero la doctora me atrapó a tiempo.
—Ten cuidado, pequeña, estuviste dormida por unas quince horas, tus piernas aún deben estar dormidas.
—¿Quince horas?— Voltee tal y como la chica del exorcista, quedando perpleja ante esa información—. ¿Cómo carajos estuve dormida por quince horas?
—Quien sea que los haya atacado te suministro una clase de sedante muy fuerte. Estabas completamente dopada, tanto así que nos preocupamos. Tu pulso era realmente lento.
No lo podía creer. Ahora entendía por qué ni siquiera me podía mover, no es que estaba paralizada por el miedo, estaba drogada hasta la coronilla. Me sentí un poco mejor al darme cuenta que si hubiera podido ayudar no hubiera sido tan inútil.
¿Ah no?
Pues no, hubiera ayudado.
¿Cómo lo hubieras hecho?, si los Jinetes no pudieron contra él, ¿Qué diferencia hubiera habido el que tú intervinieras? No te engañes Nina, hubieras sido igual de inútil, y lo más probable es que fueras un cadáver ahora mismo.
La realidad pegaba fuerte, pero daba claridad. Cierto, no había podido contra él antes de que me drogara, ¿Hubiera podido enfrentarlo después? Claro que no.
Volteo a ver a la mujer que estaba junto a mi anotando en su carpeta. Se veía tan natural con mi presencia, como si no fuera algo nuevo está situación para ella.
Es doctora, no es nuevo para ella curar personas.
No hablo de eso, genio. Es como si estuviera acostumbrada a esta clase de situaciones.
Ahhh…pues especifica.
—¿Quién es usted?—pregunté sin cuidado, pero ella sin mostrar otra emoción además de la indiferencia, contestó simplemente:
—Soy la mujer que te está estabilizando, y la que está a cargo de tu salud, al menos las próximas horas— Me vió de arriba a abajo, concentrandose en mi brazo—, ¿Puedo saber por qué te quitaste el catéter?
—Eh…
—¿Sabes lo complicado que fue conseguirte la vena mientras estabas dormida?, aghhh— Gruñó al final, acercándose a mi y viendome a los ojos—. ¿Podrías subirte a la camilla? Te voy a poner otro.
—Pero, ya me siento bien, señorita, no es necesario.
—Perdona, ¿Tú eres la doctora aquí? Hazme el favor, cállate y acuéstate que te voy a poner el catéter.
Aunque su apariencia era calmada, su vestidura demostraba piedad y su porte era pacífico, la urgencia de su voz reflejada en su mirar me hizo obedecer. Me acosté en la camilla lentamente mientras ella empezó a buscar cosas en las estanterías que estaban alrededor.
Sacando un pequeño objeto amarillo que tenía una aguja, la colocó en mi y sentí el pinchazo. Después de un pequeño proceso volví a estar conectada a la bolsa de suero que colgaba a mi lado. Cuando ya estaba tal y como el principio, empezó a anotar más cosas en su carpeta.
Me estaba empezando a dar ansiedad.
—A la próxima calmas tus impulsos de heroina y te quedas donde te dejé, si tus amigos estuvieran en peor situación te lo hubiera dicho.
—Lo siento—dije bajando la cabeza. Sentí un pequeño dolor cuando una pequeña gota de sangre se atacó en el catéter, pero en segundos el flujo del suero siguió normalmente—. ¿Cuando podré verlos a todos?
—Te tengo que revisar unas cuantas cosas antes de dejarte ir— Sacó una pequeña linterna de su bolsillo, apenas más grande que mi dedo índice—, a ver tus ojos.
Encendió la linterna y la pasó por pupilas. Sentí el ardor de la luz, quise parpadear, pero ella con sus dedos me abrió los párpados. Un poco brusca la señora. Cuando despegó la luz parpadee como siete veces seguidas, y después me froté los párpados con fuerza.
Cuando abrí los ojos de nuevo, la doctora me abrió la boca a la fuerza y me metió algo como una cuchara o una paleta de metal. Me revisó la boca como si quisiera encontrar un tesoro, me sentí invadida.
La verdad tenía un tiempo que no iba al doctor, más o menos el tiempos que había estado con los Vásquez. A la perra de Salomé no le convenía que vieran los moretones que tenía en el cuerpo, o las marcas que me había dejado con el cinturón. No le hubiera ido muy bien con los medicos que pusieran atención a esos detalles. Era eso o le importaba un pepino mi salud, las dos eran igual de probables.
—No parece que tengas alguna reacción alérgica— Sacó la paleta dejando el sabor a metal—, ahora solo falta el último examen.
—¿Cuál?
La doctora saco un par de guantes blancos de látex e inmediatamente cerré las piernas. Ah no, eso sí que no. Ella me vio con una ceja enarcada, pero al ver bien mi cara soltó un bufido de risa.
—No es esa clase de exámen—dijo haciendo un ademán con la mano—, te voy a sacar sangre para analizarla.
Suspiré aliviada y mostré mi brazo. Cuando me sacó la sangre que necesitaba puso un algodón en mi sangradura, me lo dobló y me dijo que lo mantuviera así unos minutos hasta que parara la hemorragia. Al finalizar todo eso se dirigió a la puerta, pero se detuvo casi al salir diciendo:
—Ya puedes entrar, pero no la molestes mucho que necesita descansar.
Yo no entendía la razón del por qué decía eso, hasta que apareció Jack en el marco de la puerta al lado de la doctora. Ella desapareció detrás de la pared y él se giró para verme, logrando que apartara la mirada por alguna razón. Que bonita estaba la pared, vale.
Sentí su cercanía y escuché como arrastraba algo. Voltee y estaba sentándose en una silla que había traído de no sé dónde. Me vió con escrutinio, me sentí un poco nerviosa por la forma en que me miraba. Tal vez no conociera a Jack del todo, tal vez jamás lo conocería por completo, pero de algo que si estoy segura es que aquellos ojos oscuros solo tenían ese brillo en escasas ocasiones, un brillo apagado semejante al de una supernova que se niega a morir en medio de una tormenta de oscuridad; era un brillo frío como la Antártida, tal como una aurora boreal de tonos oscuros. Nunca había visto algo así en mi existencia, era…lindo.
Ya admite que te gusta.
No. No me gusta. Aún no lo conozco bien y…siendo sincera, jamás he sentido lo que es enamorarse. En lo poco que he tenido de existencia, solo he sentido cosas por un chico y fue antes de que murieran mis padres. Después de quedarme huérfana de nuevo, sin aquel calor que me daban los Jhonson, todo dentro de mi se volvió frío y simple, sin sabor o sensación alguna. Cuando volví a ver a aquel chico, no sentí nada. Las mariposas se habían ido, el nerviosismo, las mejillas rojizas y el temblor de mi voz, ya ni existían. A veces me digo a mi misma que fue solo un amor adolescente, algo sin importancia, para así no caer en la realidad que perdí la capacidad de sentir ese amor alguna otra vez.
No quería ver la realidad. Me negaba a aceptar que mi corazón murió ese día en medio de toda esa sangre, que mi alma dejo de tener vigor cuando llamé a la policía. Pero era cierto, ya no sentía nada, y todo lo que pasaba por mi mente ahora era miedo y el impulso de supervivencia que me hacía levantarme de nuevo cada mañana.
Su cara estaba cubierta de moretones, su piel clara hacia que se notaran aún más de lo normal. Con algunas curitas en ciertos sitios como la frente y la nariz, se le hacía ver más lastimado aún; pero a pesar de esto, él siguió viéndome en silencio.
—Yo sé que soy hermosa, pero no tienes que estar viéndome así como un loco—dije sonriendo.
—¿Cómo te sientes?— Por fin habló ignorando por completo todo lo que acababa de decir.
—Supongo que bien— Me sobé la nuca, tenía un dolor algo fastidioso desde que me había despertado—. No estoy tan golpeada. ¿Cómo estás tú?
—Pues he estado peor.
—Pero si estás horrible, parece que fuiste el saco de box de Reed por un mes entero.
Soltó una pequeña risa con mi comentario.
—¿Tan mal me veo?
—Pues si, estás como si te estuvieras preparando para halloween.
—Aunque no lo creas, esto no es lo más molido que puedo estar.
—No sé, pero ya me está dando miedo.
—¿Por? ¿Temes que muera?
—No exactamente.
—¿Entonces?
—Temo a cómo vas a morir. Aquellos que son más duros de matar siempre terminan muriendo de la forma más pendeja. Mira a Aquiles, un wey que podía con todo y al final lo mató una flecha en el tobillo.
—¿Quien fue ese?
—¿No sabes quién es Aquiles de Troya?
—Eh…no…¿Es el personaje de una película?
—¿De una…?— Me quedé a mitad de palabra y pase una mano por mi rostro—, ¿Nunca te leíste la Ilíada de Homero? ¿O la Odisea?
—Me suena que es un libro, así que no. No soy mucho de leer.
—Te falta cultura wey.
Volvió a reír. Me dirán loca, pero hacer reir a Jack era increíble. Era como calmar con una caricia al pastor alemán que aterroriza a los vecinos. Me sentía poderosa.
—Puede que me los lea en algún momento—dijo viéndome a los ojos, directamente, y lo sentí tan sincero que podría apostar que lo haría de verdad.
—Bien—dije restandole impotencia al asunto—. ¿Y los muchachos? ¿Cómo están?
—Están bien. Tienen heridas y algunos golpes, pero aún sigues de pie.
—Son fuertes.
—Son mi equipo, no son fuertes, son los mejores.
—¿Alguna vez se han enfrentado a un soldado del invierno como ese?
—Pues…una vez nos enfrentamos a una célula terrorista en Taiwán, y eran muchos.
—¿Cuántos?
—Unos…quinientos.
—¿Tienen superpoderes o que coño?
—Solo vivimos al límite, Bambi.
—¿Límite? ¿Cuál límite?, yo solo lo veo como que se arriesgan a morir cada vez que quieren y terminan más remendados que el zapatos de futbolista.
—Es por una razón.
—¿Cuál?, ¿En serio me vas a decir que ni existe otra persona que pueda hacer lo que ustedes?
—Debe haberlas, quiero creer que la humanidad no está del todo perdida.
—¿Y entonces?
—Pero no podemos esperar a que alguien más actúe cuando tenemos el poder de hacerlo nosotros. Es como esperar a que algún vecino llame a la policía cuando ocurre un crimen en la plaza frente a nuestros ojos; ¿Qué nos asegura a nosotros que el vecino no pensó lo mismo? ¿Y el otro vecino? ¿Y el que sigue?, si seguimos esa lógica…nadie va a llamar a la policía. De esta forma seguirían viendo el crimen frente a ellos, pero nadie haría nada solo porque no quieren involucrarse.
—Tiene sentido…pero eso no ocurriría siempre.
—Ocurre siempre que se puede, porque el error del ser humano es que no mete las manos en el fuego por miedo a quemarce, lo cual es sentido común pero a la vez, cobardía.
—¿Cobardía por qué? Es normal que una persona no se quiera quemar.
—¿Pero y si alguien más se está quemando?, ¿En serio dejarías que esa persona muriera calcinada solo porque te da miedo el fuego? Nuestro instinto de supervivencia dice que si, que nuestra vida es valiosa y no la podemos arriesgar, pero es ese instinto lo que nos hace responsables de tanta muerte y dolor, solo por el miedo que sentimos a la muerte.
—La muerte da miedo, Jack, es algo que todo ser humano debe temer.
—No. La muerte solo es un paso que damos en esta existencia, el paso final. ¿Por qué le deberiamos tener miedo a algo que sucedería de igual manera?, lo que de verdad nos debería dar miedo es el significado que dejamos detrás de nuestro fin. Yo digo que es mejor morir como un héroe que vivir como un cobarde, arriesgar tu vida para salvar una vida es lo que verdaderamente nos separa de los animales; no es la inteligencia como lo dicta la ciencia, o el credo como lo dicen los religiosos, sino la empatía que sientes hacia otra persona y el solo hecho de poner la vida de los demás encima de la tuya, y aún así, muchos animales son más humanos que nosotros mismos.
—¿Pero eso no incluiría a todo ser humano? Todos solos malos de alguna forma. Además, si uno muere, ¿Quién salvará a las personas después?
—Uno siempre es reemplazable, no hay nadie peor o mejor que uno. Si yo muero en un futuro, alguien más conseguirá llegar a mi nivel y será como si nunca me hubiera ido.
—Todos somos únicos, Jack.
—Somos únicos, ¿Pero qué es lo que nos hace únicos realmente?, podría compararte a Juana de Arco con Martín Lutero, y no encontrarías ninguna similitud en sus historias, cada uno era diferente y único a su manera, pero su ideal era el mismo, la libertad para los suyos.
—¿Ahora eres religioso?
—No soy religioso, solo me gusta conocer a personas por las que vale la pena inspirarse. Ghandi, Martin Luther King, incluso el mismo Jesucristo. Fuera de toda religión y de toda política, eran personas que querían libertad y además, que se dejaban llevar por un mensaje de paz y también de unidad, de empatía, de amor.
—Deberías dar clases—dije—, con un profesor como tú prestaría atención a todas las clases.
—¿Por qué? ¿Tan bello soy?— Me contestó entre risas y yo le doy un buen lepe, lo cual lo hace reír aún más.
—Cállate animal, no hagas que la magia de tu discurso se vaya por tu arrogancia.
—Bien, bien— Volvió en si—. Lo que quiero decir es que, lo que nosotros queremos es ayudar. Yo, por ejemplo, no quiero quedarme en una habitación, con medallas y trofeos viendo como decenas, cientos, e incluso miles de personas sufren sin ninguna clase de apoyo.
—¿Qué querías ser antes de ser un Jinete?, tengo curiosidad.
—Quería ser un militar, como mi padre— Su mirada perdida me hizo saber que estaba viajando al pasado—. Aunque no estuvo muy presente en mi infancia, siempre lo ví como el héroe en el que me quería convertir.
—Y lo fuiste, eres un héroe— Le tomé las manos y se las acaricié suavemente—. Puede que tus métodos sean algo…poco convencionales, pero lo haces por una buena causa, ¿No? Eso te hace el héroe de muchas personas.
—No soy un héroe, Nina.
—¿Según quién?, ¿La moral?, todas las personas a las que has matado son personas ruines, personas que no merecían vivir. ¿Te arrepientes de haberlo hecho?
—¿De matarlos? Obvio no, se lo merecían.
—¿Y qué es lo que te impide creerte un héroe?
—El hecho de que no pude ser el héroe de la única persona que de verdad me veía como uno.
Dolor. Cuando sientes tanto ese sentimiento terminas aprendiendo a como indentificarlo en los demás. El dolor es algo que te carcome por dentro y puede ser por muchas razones. Tristeza, lamento, arrepentimiento y culpa. El rostro de Jack tenía esos cuatro, incluso más.
—¿Quién fue?—pregunté sin soltar sus manos.
—Yo…no quiero hablar de eso.
Lo entendí. No sé cuánto tiempo tenía que no hablaba con alguien de mis padres (que no fuera la psiquiatra que me había puesto servicios sociales), pero sabía que el día que lo hiciera sería doloroso. Él no parecía ser alguien que hablara de sus sentimientos muy seguido, y sabía bien que se estaba guardando mucho por dentro. Aún así, no lo iba a obligar a decirme nada, no quería forzar nada.
Traté de retirar mis manos, pero cuando aflojé mi agarre, él las agarró con fuerza impidiendo que me soltara. Yo lo mire extrañada, pero Jack solo veía mis manos, que estaban encerradas por las suyas. La diferencia de tamaños era algo claro a la vista, y también al tacto, ya que me las envolvió a tal grado que me sentía pequeña. Inició una pequeña caricia en el dorso se mi mano izquierda, con tanta delicadeza que me dió ternura.
—Solo queremos evitar que a otras personas les pase lo mismo que a nosotros—dijo sin mirarme, concentrado en mis manos—, porque cualquiera sobrevive a la muerte de un desconocido, e incluso de un familiar, pero cuando te quitan a aquella persona que le daba luz a tu existencia, te quedas a oscuras y no sabes como salir de esa prisión.
—Entiendo…
Esta vez no me moví, me quedé allí con él en silencio. Seguía acariciando mi mano y yo sentía su tacto, disfrutandolo. Me pregunté cuál habría sido su trauma, que lo había impulsado a cambiar de un camino como el ser un militar a convertirse en mercenario. Le había dolido mucho, se le veía en su expresión cuando lo traía en su mente.
¿Por qué me sentía tan unida a ellos? Apenas los conocía en realidad. No conocía bien de su pasado, y eso no cambiaba que siguieran siendo asesinos. No los conocía, y me sentía tan identificada con ellos, con su dolor y sufrimiento, pero a la vez con la fuerza que usaban para seguir con vida.
Son como tú, eres como ellos, al final todos somos presas de un mundo lleno de cazadores.
Escuchar a mi conciencia era a veces confuso. Me alentaba, atacaba, se burlaba de mi y muchas veces me hacía arrepentirme de mis hechos, pero hoy en día está más filosófica de costumbre.
Filosófica tu abuela, te estoy diciendo la verdad.
Bueno, tenía razón en algo. De alguna manera todos hemos sido presas, pero evolucionamos para convertirnos en depredadores y así no ser cazados. Ahora la pregunta es, ¿De verdad somos el último eslabón de la cadena alimenticia? ¿O hay algo o alguien más arriba de nosotros?
Ver a aquel desconocido venciondolos a todos, casi sin ningún esfuerzo, me hizo preocupar. Lo ví derribando una puerta sin mucho esfuerzo, lanzar a Jack a la pared solo con un brazo, romperle la mano a Tobi como cartón y dejar atrás a los más letales de los Jinetes. Si él podía vencer a cuatro Jinetes por sí solo…¿Qué tan fuerte sería su líder? El de los ojos dorados, el original, el señor de mis pesadillas.
—El chico que apareció…—dije y Jack subió la cabeza—…, él me conocía. Venía por mi.
—Sabemos que alguien te está buscando, te juro que averiguaremos quien…
—Yo sé quién es.
Me vió confundido por un momento. Parpadeó como diez veces antes de reaccionar.
—¿Sabes quién es?
—Bueno, no exactamente, pero si lo he visto antes.
—¿Al que te está buscando? ¿Cuando?
—Cuando asesinó a mis padres— Lo miré y quedó pasmado ante mis palabras—, fue él quien me quitó a mi familia.
—¿Cómo sabes que es el mismo?
—Ese apodo, con el que me llamó…ese maldito apodo.
—¿Cuál?
—«Pequeña hada…»
(Hace tres años aproximadamente)
«No deberías estar Aquí»
Eso es lo que decía la pared. Pintada con la sangre de mis padres, porque si, estaba segura que cada letra estaba impregnada de la sangre de ellos, y eso me paralizaba más. Había sangre por todos lados, en el piso, en las paredes, en mi ropa…
Mejor no veía mi ropa.
Estaba tratando de mantener la calma mientras el teléfono estaba repicando. ¿Por qué tardaban tanto los del 911 para contestar una llamada? Si uno se está muriendo se termina de morir.
¡¿En serio estás haciendo bromas en un momento como este?!
Estoy nerviosa, tengo que salir de esta realidad. Pero aunque diga mil chistes en mi cabeza no puedo cambiar nada. Mis padres, mi hermano, muertos, asesinados, su sangre está en mi ropa y hay una escritura en la pared dirigida para mí…la cual no estaba cuando entré.
Eso significa que el que lo escribió estaba aquí cuando subí a buscar a Jeremy.
Quise escapar, al diablo la llamada, tenía que irme y pedir ayuda a los vecinos, alguien me escucharía y me ayudaría a salir de aquí, y tal vez despertar de esta pesadilla.
Di unos pasos atrás, no fueron muchos, solo dos o cuatro, no recuerdo bien; lo que si sé con claridad es que cuando di el último paso, mi espalda chocó con el pecho de alguien y un escalofrío recorrió mi piel, como cuando el frío de la madrugada por fin te llega a tocar.
—No deberías estar aquí, queridita.
¿Cómo se imaginan la voz de un monstruo? Todos contestan diferente a esa simple pregunta. Alguien normal diría que grave, con detalles de alguna criatura y rugidos intercalados; pero las que hemos visto el mal cara a cara sabemos que la voz de un monstruo es distinta en cada ocasión.
Para algunas es un susurro en medio de la madrugada, diciendo: «No grites, que te escuchará tu mamá»; para otros, son los gritos desafinados de un militar austríaco con acento de dictador; incluso algunos escuchan la voz de sus monstruos con la suave voz de sus padres, gritando con la voz aún perdida en el mar del alcohol, y acompañado de resoplidos y arcadas que después tienes que presenciar.
La voz del monstruo que yo tenía detrás era elegante, como la de un hombre inglés. Aunque estaba hablando mi idioma, tenía un acento raro en medio de las palabras, por lo que supuse que no era de por aquí.
Estaba muerta, estaba segura. Voltee lentamente por alguna razón, tal vez para ver la muerte cara a cara y no morir como cobarde. Al tenerlo de frente pude ver su apariencia que me hacía justicia a su presencia tan terrorífica.
Su rostro era blanco, el cual sobresalía de la oscuridad de nuestro alrededor. Creí que eran ilusiones mías por el miedo que sentía, pero sus ojos parecían ser de un color dorado brillante, semejantes a los de un gato en pleno mediodía. Tenía cabello negro, largo, poco cuidado y algo despeinado. Su sonrisa, eso era lo más terrible que tenía, ya que era tan grande que la comisura de sus «labios» llegaban a sus mejillas, atravesando. Tenía gotas de sangre por todos lados, y sus ojos abiertos me veían fijamente, mientras no dejaba de sonreir.
—¿Quién eres, pequeña?— Sentí algo en el estómago cuando habló por segunda vez.
Creí que eran los nervios, pero cuando sentí que la punta empezaba a subir por mi torso supe que no era así. Un cuchillo, el cual se encontraba peligrosamente cerca de mí.
—S-Soy Nina Jhonson— No sé cómo contesté en ese momento, porque tenía un nudo en la garganta y mi corazón latía tanto que me estaba faltando el aire.
—¿Eres familiar de los que viven en esta casa?— Preguntó con voz lenta.
—S-Si…—tartamudee—. Soy su hija…
—No tienes mucho parecido con alguno de ellos.
—S-Soy ado-adoptada.
—Eso tiene más sentido— Subió el cuchillo hasta mi cuello, sentí como la punta rasguñaba poco a poco mi piel—. No apareces mucho en sus fotos.
No respondí. Era cierto, en la mayoría de las fotos que aparecían en la casa no me encontraba, pero no era porque no quisiera, sino que simplemente no me gustaba aparecer.
—Solo en unas aparece tu rostro, pero supuse que eras amiga o novia del muchacho—siguió hablando mientras yo callaba y el cuchillo llegó a mi barbilla, levantandola—, creo que debí tener más cuidado con mi investigación. Tampoco sales mucho con tu familia, ¿Cierto?
Negué con la cabeza. En estos últimos meses me había quedado en mi habitación mientras ellos cenaban, salía o cosas parecidas. Me quedaba viendo videos o dibujando estupideces. ¿Él los había estado siguiendo entonces?
—No te había visto, eso te salvó la vida…y condeno a los pobres— Su sonrisa se volvió aún mas grande, ¿O así se veía sonriendo en realidad?, noté que lo que había en sus mejillas no era sonrisa, eran cortes que empezaban a cicatrizar—, ¿Por qué llegas a estas horas?, es tarde para que una joven como tú esté por las calles.
—E-Estaba…estaba…en una fiesta.
—¿Con amigos?— Asentí—, pues veo lógico que estuvieras tan sigilosa a la hora de entrar.
Me había estado observando desde el principio, desde que entré a la casa. ¿Por qué seguía con vida entonces? Era una testigo, me podía haber asesinado apenas entré. ¿Debería suplicar para que no me hiciera daño?, era lo más lógico, pero dudo que me haga caso, era inútil.
—¿Cómo es que te llamabas? ¿Nina?— Volví a asentir—, te llamas como el personaje de un cuento infantil que le contaba un amigo a su hija pequeña. ¿Sabes cuál es?
Moví la cabeza de un lado a otro, sintiendo el cuchillo en mi cuello. En ese momento la bocina del teléfono empezó a sonar. Habían contestado la llamada, justo en ese momento. El desconocido vió el teléfono y con suaves palabras solo me dijo:
—Deberias apagarlo, te estoy contando una historia. Es de mala educación hablar por celular en medio de una conversación.
Cuando el miedo es demasiado grande, no te atreves a desobedecer. Tome el teléfono, en la pantalla decía: «llamada en curso». Lo apagué y lo puse en mi bolsillo, después miré de nuevo al sujeto el cual sonreía de manera macabra.
—Bien, Nina, como te decía…había una historia que un amigo mío le encantaba contar. Era sobre un hada, que se llamaba igual que tú, que vivía en el bosque con muchas criaturas. Zorros, mariposas, arañas y ardillas eran parte de la población de ese bosque lleno de dulces cantos y frescos arroyos.
»Un día, una malvada entidad empezó a maldecir el bosque y una a una las criaturas empezaron a morir. Cada semana, un árbol del bosque fallecía y nadie podía evitarlo. El hada intentó acabar con la maldición, pero su magia era demasiado débil, así que cuando el bosque quedó totalmente vacío, ella se sintió culpable por no ser lo suficientemente fuerte.
»En ese momento, mientras lloraba de dolor, se le apareció la muerte con paso elegante. Le ofreció más poder para poder ayudar a las criaturas de la tierra, pero a cambio tendría que ofrecerle su alma y una vez al año reunirse en ese mismo bosque para cantarle a la Luna ofreciendo sangre impura. El hada, cegada por el deseo de ayudar, aceptó el trato, sin saber que quien había lanzado la maldición sobre el bosque había sido la misma con la cual estaba estrechando su inocente mano.
»Cuando el hada entregó su alma, terminó falleciendo en ese mismo bosque, y de su sangre empezó a fluir un arrollo color miel. Cuenta la leyenda que cuando los animales empezaron a beber de esas aguas nacieron criaturas únicas y poderosas como el Fénix y el unicornio, también los gigantes y las Ninfas. Dicen que si te bañas en las aguas de ese arrollo vivirás una vida longeva y sin enfermedades y que incluso tus hijos nacerian con dotes divinos.
»Pero una vez al año, la muerte busca cobrar la deuda que tenía con el hada, así que reúne a todos los bendecidos por sus aguas y los vuelve sus esclavos por una noche, haciendo que cometan actos viles y pecaminosos bajo la luz de la Luna llena.
Yo no decía nada, solo podía sentir la punta del cuchillo en mi cuello, pero ese cuento jamás se me olvidó. Esa leyenda sigue en mi mente como si me la hubieran dicho el día de ayer. Me sentía como esa hada, me lo habían quitado todo y ahora estaba al frente de la muerte.
—Puede sonar una historia triste, pero en realidad enseña la verdad, que al final no puedes confiar en nadie—sonreía—, pero tú no eres la muerte, eres la pequeña hada con sangre color miel; y yo no soy la muerte, solo soy un servidor de ella.
—¿Me vas a matar?—pregunté con apenas un hilo de voz, mis rodillas estaban temblando desde hace rato y sus ojos dorados me impedían parpadear a gusto—, ¿Por qué no lo haces de una vez?
—Porque no te voy a matar, pero nos volveremos a ver, pequeña hada, eso te lo prometo.
Allí, sentí un pinchazo en el brazo. De golpe mis ojos se pusieron pesados y mis rodillas cedieron. Caí en el suelo como peso muerto y lo último que ví fueron sus botas, manchadas de sangre, alejándose por el pasillo a oscuras.
(Actualidad)
—¿Te desmayaste?— Jack preguntó lo obvio mientras yo trataba de todas las formas de no romper a llorar.
—Si—respondí—. Cuando la policía llegó, me encontraron en el suelo de la cocina, arriba de un enorme charco de sangre y algunos cortes en los brazos.
—¿Te lastimó?
Le mostré mis brazos, en los cuales habían pequeñas rayas blancas en dónde habían estado cicatrices hace tres años.
—Eran superficiales, simples cortes, pero de igual forma consideraron que me salvé por poco, y mentira no es.
—Pero no entiendo, ¿Por qué te dejo viva?
—Porque me quería ver sufrir— Cuando lo dije en voz alta, casi se me rompe la voz—. Sé que ha estado detrás de mi todos estos años, habitando en las sombras, viendo como sufría por su culpa, y ahora está buscándome para hacerme sufrir más.
—¿Estás segura que es él?, podría ser una coincidencia.
—Estoy segura, ese sujeto que nos encontramos en medio de la prueba me llamó así por una razón, para recordarme que no soy alguien libre, solo me tuvieron misericordia— Miré hacia mis manos que empezaron a temblar—. Ese idiota, el de la cabaña…los dos tenían aquellos ojos dorados. Es imposible que sea una coincidencia.
—Entiendo…—dijo Jack levantándose de su sitio—. Algo me dice que esto es solo la punta del iceberg, tenemos que investigar más a fondo.
—Por ahora solo quiero descansar—admití—. Olvidar todo y dormir.
—¿Quieres que te deje sola?
—No, porque por más que quieras descansar no podré hasta saber que él está muerto— Me puse derecha y me bajé de la cama. Aunque la doctora me volviera a regañar, me retiré el catéter y me acerqué a Jack—. Lo voy a matar.
—Nina…cuando uno toma ese camino ya no hay boleto de regreso.
—No me importa. Lo tengo que asesinar, solo eso me hará sentir mejor.
—La venganza no es la respuesta.
—¿Cómo sabes que no?, ver su sangre, escuchar como suplica por piedad tal y como debió escuchar a mis padres y hermano. No es solo venganza, es justicia.
—Matarlo no los traerá de vuelta.
—No, no lo hará, pero si vengaré la sangre de ellos que clama desde la tierra; no me importa si muero intentándolo.
No esperé una respuesta de su boca, sino que me levanté, pasé por su lado y salí de la habitación. Escuché cómo me seguía a mis espaldas, pero no me detuve hasta llegar a la sala de descanso. Allí me encontré con los otros muchachos.
Reed se encontraba sentado en uno de los muebles, tenía la nariz con vendaje como si se la hubieran roto, y se estaba colocando una bolsa azul en el rostro, bolsa que me imagino traía hielo.
Tobi estaba sentado en otro mueble, tenía menos marcas en el rostro que Reed, pero su mano estaba vendada de forma que parecía un yeso. Helen estaba acostada con la cabeza en las piernas de Tobi, muy cómodamente. Ella tenía un ojo morado, casi no lo podía abrir.
Estaban escuchando como hablaba alguien que se encontraba en el medio de la habitación. Cuando yo llegué, todos voltearon hacia mí y el hombre se calló.
El hombre estaba vestido con un traje en el cual se apreciaban algunas medallas y un extraño logo en el brazo izquierdo que no reconocía. Su porte era firme, se veía que entrenaba y era intimidante. Mirada dura, algunas arrugas en las esquinas de los ojos. Quijada firme que combinaba con su peinado hacia atrás. Su cabello era negro con algunas canas esparcidas en los costados de su cabeza. Algunas facciones que tenía me parecían conocidas, pero no sabía de dónde.
Jack llegó a mi lado, pero no dijo nada, solo se quedó viendo al hombre que, no sé por qué, me miraba a mí.
—¡Pero miren quien está despierta!—dijo Helen levantando los brazos de forma que me hizo reír.
Tobi sonrió un poco y me miró con esa sonrisa de niño bueno que volvería locas a muchas.
—¿Estás bien?— Me preguntó.
—Si, podría decir que lo estoy—contesté, pero regresé mi vista al desconocido que no dejaba de verme. Me estaba empezando a sentir incómoda. Su mirada no estaba mal, ya que no tenía nada fuera de los normal, sino, más bien, parecia curioso.
—Jackson…—dijo el hombre, con voz ronca, como de locutor de radio—, ¿No nos vas a presentar?
Más que una pregunta lo escuché como una orden disfrazada. Miré a Jack, el cual suspiró y se acercó al desconocido, después se volteó para verme y dijo:
—Nina, te presento al líder máximo de los Jinetes, «El Jefe»— Y sin voltear terminó:—; Jefe, ella es Nina Jhonson.
Abrí los ojos como platos al escuchar esas palabras, y más cuando El Jefe se acercó a mi y me ofreció la mano.
—Es un gusto conocerla, señorita Jhonson.
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