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Cap. 15

¡Aviso de Doble Capítulo! Si Wattpad te trajo para acá por actualización, ve al capítulo anterior, que también está interesante.

Nota del Capítulo: Este capítulo está narrado por Helen, una personaje que su mente es completamente un caos, prepárense para un laberinto de pensamientos y locura...disfruten

Este capítulo puede contener escenas fuertes de violencia y lenguaje, se recomienda discreción si eres sensible.

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¿Somos héroes?

(Helen)

(Hace un año aproximadamente)

Incluso con un mes dentro de este instituto, me sentía igual de encerrada. Estos pasillos llenos de estudiantes y profesores caminando junto a mi, tanta gente de verdad me incomodaba. Claro está que desde mis días en el bachillerato había pasado mucho tiempo.

Solo han pasado tres años.

Es que ella cree que aún es una niña.

¿Después de lo que hizo? Obvio no.

Voces. Seguía caminando ignorandolas porque al prestarles atención se hacían más fuertes, las conocía desde hace mucho tiempo. Al principio mi conciencia era la que tomaba el control, pero estas voces eran más una tortura. Mi madre decía que los demonios atormentaban a la raza humana por nuestros pecados, a lo mejor me las merecía, puede que en realidad algo me está castigando y que esta locura mental solo sea el purgatorio de mis pecados antes de ser digna siguiera de entrar al infierno.

Miren, cree que puede ser purgada de lo que ha hecho.

Si claro, como si no disfrutará ser como es.

Si nosotros somos demonios, tú eres el diablo.

Actuar como una estudiante común y corriente no era tan complicado. Desde el bachillerato me gustó la actuación, cambiar de personalidad se volvió hobby para mí mientras pasaban personajes en cada obra. ¿Tenía personalidades múltiples? No, solo sabía cambiar de faceta en cada momento.

También fingir en la vida me había ayudado mucho. Una sonrisa cuando me estaba muriendo, saber disimular los ojos rojos, alterar la voz para no sonar tan grave por mi garganta lastimada por gimotear. ¿Quien diría que fingir en la vida me ayudaría en el trabajo?

Traía el morral en el hombro y caminaba lentamente con mis libros en mano. Mi papel para este trabajo: Una inocente estudiante, indefensa, feliz y aplicada. Si, si, lo sé, no es algo que se parezca en nada a mi propio ser, pero me gustan los retos.

Llevaba ya dos semanas de encubierta y pude familiarizarme con muchos de los que estaban en el salón de clases. Obviamente, no había quedado desapercibida ante los demás estudiantes, y la realidad la carne fresca es más codiciada que la vieja. Algunos chicos ya se habían acercado a mi con tono coqueto, y otras chicas me ofrecían unirme a sus grupos.

A todos y todas les decía que no.

No me malinterpreten, la realidad es que muchos de los chicos si estaban como para comerselos, y algunas chicas pues…podría influir en algunas para que quisieran experimentar una linda aventura, porque también estaban ufff; pero en medio de un trabajo no queria que personas adicionales estuvieran conectadas conmigo. Era riesgoso, además, al objetivo le gustaban las solitarias.

Y hablando del rey de Roma, por la puerta apareció el sujeto. Cuerpo fornido, altura promedio, cabello negro con rasgos de su edad semi avanzada. La ropa que traía recordaba a algún profesor europeo de historia o a un filósofo de medio tiempo, es decir, estaba vestido elegante pero a su vez, sencillo. Su sonrisa mostraba la seguridad que tenía en este lugar, era su territorio, su mundo, su lugar de cacería.

Observé como algunas chicas lo miraban embobadas, otras con lujuria por color de iris. Comprendía ese sentimiento, porque aunque no me gustaran mayores, debía admitir que el sujeto tenía cada una de sus partes muy buen puestas. No tenía rasgos de la edad en su rostro o en otra parte del cuerpo a excepción de las canas prófugas que se lograban apreciar.

—Buenas tardes estudiantes— Dejó ver su sonrisa, presumiendo unos dientes blancos que deslumbraban—. Abran sus libros en la página 36 de Historia del Arte.

Si, era profesor de artes plásticas. No es para sorprenderse el increíble dato de que el salón estaba lleno, en su mayoría, de mujeres. Ninguna pasaba de los 23, y todas parecían tener una atracción magnética en cuanto a visión por el sujeto llamado Gregory Stein.

El caso había sido suministrados a nosotros, como siempre, por El Jefe. Los datos eran simples y faciles de procesar. Gregory era el principal sospechoso de una serie de violaciones y asesinatos dispersos en varias partes del país, pero la policía no había conseguido unir los puntos de ninguna muerte, en cambio nuestro Jefe mostró un interés en el sujeto que tenía justo en frente.

A simple vista se veía normal, un profesor pícaro con buena apariencia y personalidad atrayente, un reunidor de masas con voz de trompeta, perfecto para un político o un pastor religioso. Llamaba la atención la agilidad de su dialecto y la prosa que usaba de vez en cuando para embellecer su hablar. Alguien normal podría ver claramente que era el personaje secundario de una serie de los 80's, con una vida sencilla, dulce y perfecta. Aunque ya cercano a los treinta, entendí que muchas chicas fueran atraídas.

Era un hombre normal ante la vista, pero yo también parecía una chica normal y había asesinado a más de una persona. Tengo muy en claro que la apariencia no define el pensamiento humano, sino que más bien en muchas ocasiones puede ser una máscara para lo que es realmente.

Un pintor en Alemania, inocente al parecer, fue el dictador más grande de la historia. Una familia feliz estadounidense a la vista de sus vecinos, terminó con una masacre residencial que mostró sus verdaderos rostros. Las apariencias engañan, y dan poder para dominar a la gente.

—Durante el renacimiento, los grandes artistas de la época se concentraban en representar la belleza en todos sus cuadros, por lo tanto, con el trazo de sus pinturas inmortalizaban objetos que pudieran hablar por si mismos la hermosura de la creación— Hablaba como todo un experto del tema, puede que lo sea—. Paisajes, flores, el cielo estrellado, y también… la mujer. Es bien sabido que la mujer es una de las creaciones más hermosas, y los artistas del pasado lo sabían, por eso mismo querían inmortalizar a sus musas en cuadros y esculturas para que su belleza existiera durante décadas, casi deidando su recuerdo, gritando a voz suelta: ¡Está mujer es lo mejor!

Pintura. Eso se encontró en todas las víctimas. Diferentes colores y composiciones químicas, pero en fin, pintura. Creo que eso fue lo que hizo que el Jefe uniera los asesinatos, y este chico…me estaba dando sospechas realmente. Había visto solo cuatro clases de él, y no me daba buena espina.

¿Ustedes creen que si sea? Yo lo veo normal.

Siempre has sido el más ingenua de todas nosotras.

Ve como todas lo miran…pobre ilusas ja, ja, ja.

Vi a mi alrededor y efectivamente, gran parte del público femenino escuchaban la clase atentamente con cara de estúpidas. Realmente esto debía ser brujería. Así como las moscas eran atraídas por el dulce que emenan las plantas carnívoras, así estas chicas estaban siendo atraídas por este sujeto. Ahora la pregunta es…¿Por quién se sentiría atraído él?

Las ocho víctimas del asesino habían sido universitarias, en un rango de edad que rondaba los 19. Todas eran chicas aplicadas según su archivo; estudiantes aplicadas, niñas de casa, pero con vida social estable. Es decir, chicas universitarias regulares. Eran solteras a excepción de tres, tenían distinto cabello de color todas (incluyendo también una que tenía el cabello teñido de azul), y sus razas diferían. No las buscaba por el físico, así que debía ser…¿La personalidad? Debía haber algo en sus víctimas que llamara su atención, una ratón para la víbora que debería existir en él, pero el qué, era un misterio para mí.

Con el pasar de los días pude notar que el profesor no se relacionaba más de la cuenta con los estudiantes de ningún sexo fuera del aula. Era miy agradable con los muchachos y por supuesto, con las muchachas, cuando daba clases, pero solo eso. Al parecer era un profesor común y corriente.

Al menos así fue hasta que Clara entró en la ecuación.

Ella era una chica común y corriente, la más normal de por allí en realidad. Cabello largo no tan arreglado, ropa ancha la cual no permitía que alguien viera la silueta de su cuerpo. Unos lentes enormes en sus ojos le daban una apariencia demasiado cubica para ser una joven de 19 años, porque si, esa era su edad. Su cabello castaño claro era muy lindo, eso fue lo primero que me llamó la atención de ella, además de su inteligencia que salió a relucir cada vez que entregaban notas y ella siempre estaba en los primeros lugares.

En fin, era una nerd como las cientos que había en el mundo, pero lo que me hizo poner el ojo precisamente en ella fue la curiosa atención que le brindaba el profesor Stein. Aunque fuera algo normal que los profesores se sintieran unidos con sus alumnos estrellas, Stein estaba siendo demasiado «amable» con Clara. Hacia mucho contacto físico con ella, le hablaba de cerca y hasta podría decir que su lenguaje corporal no era propio de un mentor, sino de un pretendiente.

Trataba de seducirla…

La chica tan ingenua, solo hay que verle la cara para ver cómo se cree las mentiras de este sujeto.

Le doy una semana.

Aunque las voces solían ser demasiado severas, tenían razón. Clara parecía ser una niña tímida, callada y reservada, apuesto que ha tenido máximo un novio. El que un hombre alto y guapo se te acerque y parezca tener interés en ti, eso era demasiado para una simple alma inocente como ella.

Seguí su interacción durante unos meses más. Ella y el profesor parecían estar más unidos, pero noté algo que me sorprendió. Siempre que él intentaba acercarse más de la cuenta, ella retrocedia incómoda. La niña conoce su lugar, eso me gusta. Tal vez no iba a ser una presa tan sencilla después de todo.

Al ver esto, decidí cambiar un poco mi plan de ataque y mi estrategia.

Un día, estaba sola en el patio como lo había hecho desde el día en que llegué. Ella estaba también sola en una mesa alejada, como la clásica asocial ratón de biblioteca. Miré a todos lados y después me fui rápidamente (aunque siendo disimulada, obvio) hacia su mesa.

Me senté frente a ella sin preguntar. Clara parecía confundida con mi improvista aparición, pero claramente me importó un bledo. Seguí con mis audífonos fingiendo que no la había visto. Su cara era un poema, como si no estuviera viendo a un monstruo frente a ella.

Y no está muy equivocada.

Pero si el monstruo peligroso es con quién ella fantasea…

No pareciera que estuvieras en la mente de nuestra querida Helen.

Levanté mi mirada y sus ojos estaban muy abiertos. Me quité los audífonos con indiferencia y levanté mi ceja. Ella, lejos de decirme algo, regresó su mirada hacia sus cuadernos tratando de no parecer tan nerviosa, fallando, obviamente. De vez en cuando subía la vista hacia mí, pero al encontrar de que la estaba viendo directamente volvía a los cuadernos con las mejillas cada vez más rojas.

Sonreí. Era adorable. Me recordaba a mi hace unos años…

—¿Quieres que me levante de aquí?—pregunté captando su atención—, ¿Está ocupado?

—¿Eh?—contestó nerviosamente—, n-no, no está ocupado.

—Ah, entonces bien—apoyé mis brazos en la mesa, viendo como me ignoraba—, mi nombre es Iris, mucho gusto.

—L-Lo sé, tenemos materias justas—dijo sin levantar la mirada—. Y-Yo me llamo Clara…

—¿No eres la chica cerebrito del salón?— Hice como si no la conocía, disimulando el hecho de que nos había seguido durante semanas viendo que podía ser la próxima víctima de Stein— ¡Si eres tú! Recuerdo que tienes notas increíbles.

—N-No son tan buenas…—pasó un mechón de su cabello castaño por detrás de su oreja, con nerviosismo y una sonrisa tímida. Carajo, era linda la caraja.

—Claro que lo son. Quisiera yo poder ser tan inteligente…pero solo sirvo para pintar y existir— Las dos estudiábamos artes, entonces supuse que ella pintaba o prácticaba alguna forms de estas.

—Solo es cuestión de estudiar.

Me incliné un poco más hacia ella y sus mejillas se pusieron un poco más rojas.

—Entiendo que apenas nos conozcamos, pero, ¿Podrías darme clases? Es que de verdad no quiero perder la beca por mis notas.

—N-No, n-no lo sé…

—Te pagaría. Anda, no seas mala.

Levantó su mirada y yo hice mi mejor carita de cachorro llorón. Suspiró con los ojos cerrados.

—Bien, pero solo porque se ve que las necesitas.

Sonreí. Allí inicio mi bonita amistad con Clara.

Casi todos los días iba para su casa para que me diera algunas tutorías. Sus padres eran religiosos, entonces la primera vez que me vieron fue como si vieran al mismo satán; tuve que arreglar mi aspecto para que creyeran que su hija me había dado un buen ejemplo y así no fueran una piedra de tropiezo para mí plan.

Busqué entrar en confianza con ella, conocerla, y la realidad es que cuando una persona es solitaria, cuando alguien le presta atención, suele ser muy abierta. Clara era una chica súper linda, le encantaba pintar con acuarelas, y lo hacía bien, muy bien; le encantaba los hurones, tanto que pidió uno como mascota para su cumpleaños número 20; queria independizarse al cumplir esa edad, y para eso encontró trabajo haciendo diseños por internet. Era religiosa, pero no al extremo de sus padres, sino que le gustaba rezar y hablar de Dios sin obligar a nadie a creer.

Aunque estaba en una misión, me gustó su compañía. Llegó un momento en que no fingía con ella, le hablaba de mi y de mi pasado. Le conté de mi madre, de la muerte de mi padre. No le dije mi nombre, cierto, eso ya sería demasiado, pero también me solté con ella demasiado. Que les puedo decir…me sentía como si estuviera hablando con…

Milo…

Milo.

Milo…

Ignoren eso último.

Clara y yo nos volvimos amigas, pasábamos casi todo el tiempo juntas, tanto en la universidad como en su casa; de esta forma pude observar más de cerca la interacción de ella con el profesor. Ella se sentía incómoda con dichos acercamientos, ya que no le gustaba el profesor; este dato me sorprendió bastante ya que todas las del salón babeaban por ese hombre.

A lo mejor ese era el factor principal que buscaba en sus víctimas, que se resistieran a sus encantos; por eso debió elegir a Clara, porque no se dejaba «querer» tan fácil.

Aún así, el profesor no paró de acercarse a ella. Puede que no fuera profesional, pero hacia todo lo posible para que él y ella jamás estuvieran solos. Este hombre parecía ser inofensivo y eso era lo que me preocupaba, porque cuanto más tranquilo parece más peligroso puede ser.

Así pasaron los días en ese trato, con él buscándola y yo evitando que estuviera sola. Me volví la mejor amiga de Clara para que no viera raro el hecho de que quería cuidarla, y funcionó. Cada vez que él decía que quería hablar a solas, ella le respondía que no había problemas que ella confiaba en mi, ¿y yo?, yo lo veía con una mueca de burla.

Pero a mitad de año tuve que faltar por dos días. Había pasado un tiempo encubierta y tenía que darle un resúmen de mi avance a Jack para que así el Jefe estuviera enterado de mis acciones.

Solo fueron dos putos días.

Cuando llegue esa mañana al salón, la clase ya había iniciado. El profesor Stein escribía en la pizarra con su usual euforia, atrayendo las miradas del grupo selecto de femeninas presentes. Busqué rápidamente a clara entre la gente, pero su puesto estaba vacío. Confundida me senté en el mío, pero no deje de pensar. Ella nunca faltaba y jamás llegaba tarde.

En la hora de comer no se había sentado en nuestra mesa, más bien, no había aparecido en absoluto. La busqué por todos lados, pero en vano caminé por todo el instituto, ya que no había asistido.

Intenté llamarla, pero salía apagado. Pude dejar el tema para el otro día, no irme a la primera movida por mi instinto pero…

Nah, a quien engaño. Yo soy impulso encarnado.

Apenas terminó el día fui corriendo a su casa para confirmar que estuviera bien. Cuando llegué ya era de tarde, entonces el cielo anaranjado se veía muy hermoso sobre mi. Toqué la puerta varias veces hasta que su padre me abrió.

—¿Iris?—preguntó—. ¿Qué pasa? ¿A Clara se le olvidó algo?

—¿Cómo dice, señor?

—¿Clara necesita más ropa?

—Señor…¿Clara no está aquí?

Su cara era de estupefacción.

—No…ella llamó ayer diciendo que iba para tu casa. Estaba preocupada ya que habías faltado así de repente— Mi corazón dió un vuelco enorme—. Después tu padre nos llamo diciendo que se quedaría contigo.

—¿Q-Qué?

Di un paso hacia atrás impactada. Tenía ganas de vomitar, no creía lo que estaba escuchando.

—Señor—dije—, llame a la policía.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Señor, yo no tengo papá.

La reacción del padre fue inmediata. El padre fue corriendo a llamar a la policía, pero yo no me quedé. No podía quedarme, igual no me iban a necesitar. Al menos no siendo «Iris, la amiga de su hija»…sino que necesitaban a alguien más. Necesitaban a mi «yo» real.

Esto se pondrá divertido.

He aquí viene lo chidooo.

Hora de la acción, ya hacía falta.

Información de los asesinatos vino a mi cerebro mientras caminaba por las calles y algunos tranvías pasaban a mi lado.

En todas las víctimas se veían señales de maltrato, tortura y en una incluso se encontraron evidencias de una brutal violación. Moretones en su cuerpo mostraban como se había resistido y por ello lo habían pagado caro, incluso marcas en los brazos que evidenciaban sus últimos momentos de lucha.

Cada una de ellas fueron encontradas en posiciones distintas. Sentadas en una silla, acostadas con los brazos en cruz, en posición fetal, colgadas o incluso atadas de manos y pies. Aunque no se viera a simple vista parecía que las habían colocado así como si estuvieran…posando.

Las chicas tenían señales de abuso constante…siendo muchas de sus heridas recientes a la muerte, pero otras de días. No las mataba de inmediato, eso me daba algo de esperanzas. Lo que no sabía qué era lo que el bastardo les hacía después de secuestrarlas, o por qué las formas de morir eran diferentes en todos los casos, ni siquiera tenía idea del por qué la pintura estaba presente.

Aunque ignoraba algunos detalles del caso, estaba decidida a lo que haría, así que cuando llegué a mi destino toqué el timbre sin dudar. Después de unos minutos, esta se abrió dejando ver a Gregory Stein con ropa de casa. Su cabello semi-canoso estaba despeinado y tenía rastros de pintura en su camisa.

—¿Señorita Blaze?— Me reconoció por mi nombre en encubierto—, ¿Qué hace aquí?

—Perdone, profesor, por molestarlo a estas horas y en su casa, pero es que…—llevé uno de mis dedos a mi cabello y empecé a jugar con un mechón—, necesito ayuda con algunas cosas y pensé que usted podría auxiliarme.

—¿Es algo de las clases?—preguntó apoyándose del marco de la puerta, más confiado.

—Bueno no, en realidad es algo más personal— Lo miré tratando de verme necesitada, desesperada por su ayuda—. ¿Podríamos hablar?

Me miró de arriba a abajo, después a nuestros alrededores, y al final se movió a un lado dando paso para que yo entrara. Pasé por su lado y sentí como cerraba la puerta tras de mi. Seguí caminando, la pesadez de su mirada sobre mi era asquerosa. Estaba seguro de que él era el sujeto, pero no podía matarlo hasta averiguar dónde tenía a Clara.

Llegamos a la sala de estar. La decoración era exótica. Algunas figurillas de cerámica descansaban en las mesillas que rodeaban a los muebles de tela desgastada. Tenía unos cuantos cuadros de arte abstracto en las paredes, solo que no reconocí ninguno, entonces llegué a la conclusión de que los había pintado él. Me senté en uno de los muebles percibiendo el incienso que flotaba en el ambiente.

—¿Quieres algo de té antes de hablar?, lo acabo de preparar.— Me preguntó con esa sonrisa encantadora que me estaba dando rabia.

—Si, gracias profe.

Él se fue a dónde pensé que era la cocina. Observé rápidamente mi entorno tratando de conseguir con la mirada algo que me ayudara, pero parecía un sitio normal. Las figurillas de las mesas parecían ser de las que mi abuela coleccionaba como reliquias, mientras que los cuadros se podrían considerar normales…

Cuando volvió con las tazas de té pasé a impeccionarlo a él. Se veía estrictamente normal, algo sexy.

Podrías dejar de comerte con la mirada al asesino.

Esta niña tiene que ir a la iglesia.

Es que si está bueno.

Puso mi taza en la mesa frente a mi, pero mi mirada se fijó en sus manos. Aunque fueran sutiles, tenían algunos cortes y moretones, estos últimos muy pronunciados en los nudillos. La retiró muy rápidamente antes de que lo pidiera ver bien.

—Y entonces, ¿Qué es lo que necesitas?— El profe se sentó en uno de los muebles muy cerca de mi y tomó de su té.

—Ah. Es que mire, yo sé que usted tiene experiencia en el ámbito de la pintura, y sé que lo hace bien.

—Lo intento.

—¿Estas pinturas las hizo usted?—pregunté señalando los cuadros de la pared.

—Correcto. Pinto como forma de relajarme y me gusta apreciar lo que hago, por eso los cuelgo en dónde se vean claramente.

—Son hermosos…¿Cómo hace para inspirarse tanto? Yo ahora ando en un bloqueo intenso.

—Pues usualmente busco la forma de entrar en la inspiración. No es algo que puedas controlar, Iris, es algo que viene y va, pero que puedes predecir.

—¿Cómo? ¿Cómo lo hago profesor?—fingí interés y me acerqué a él, tocando su rodilla.

Él vio mi mano y se chupó los labios inconscientemente.

—¿Con que se inspira usted, señor Stein?—pregunté con voz algo aguda.

—Eso es algo que no se dice, señorita—contestó con una sonrisa ladina.

Bingo. Había caído.

—Por favor, no sea malo profesor. Dígame cómo salir de este bloqueo. Usted sabe más que nadie que un bloqueo artístico es como quitarle un tabaco a un fumador. Es una tortura.

—Me inspiro en experiencia, Iris, experiencias que le dan sabor a cada pincelada— No apartó mi mano de su rodilla, sino que se acercó a mi haciendo que ella fuera a su muslo. Sonreía con picardía, viendo a mis ojos.

—¿Qué clases de experiencias, profesor?

—Un viaje por mar, la poesía de un poeta joven, el canto de las aves al empezar la primavera…en incluso el calor de una bella mujer. Todo eso es lo que puede inspirar a un artista.

—¿Me puede enseñar a inspirarme, profesor?

—Obvio que puedo—dijo mientras se terminó de acercar y unió sus labios con los míos. Okey, fue demasiado fácil.

Seguí el beso aunque me daba asco su aliento a té verde y cigarrillos. Su barba de días me picaba y estaba siendo demasiado brusco. No era para nada un caballero y la verdad ahora entendía por qué tenía que acudir a métodos ilegales para tener a una mujer consigo. Maldito infeliz.

Me separé de sus labios y él me miró entre molesto y confundido.

—¿Puedo ir a tu baño?—pregunté—. Antes de hacer cualquier cosa.

—Claro—sonrió—. Al fondo y a la izquierda.

Me levanté con mirada seductora y me fui por el pasillo, tratando de mover mis caderas de forma atrayente y obviamente sintiendo su mirada en mi retaguardia. Cuando ya no estaba a su vista, empecé a ver todo a mi alrededor. Debía haber algo que me ayudara a encontrar a Clara e irnos de la casa de este infeliz.

Seguí caminando sin encontrar nada. Los cuartos que estaban a los lados tenían las puertas cerradas. En las paredes no habían estanterías, solo más pinturas sin interpretación o algún orden.

Casi estaba llegando al baño y pensando en que hacer ahora, porque definitivamente no me iba a acostar con el maldito; solo lo había besado para distraerlo y tener su confianza.

Percibí un olor a pintura fresca.

Seguí el olor a una puerta que estaba entreabierta a mi lado. Fui hacia ella, abriendola, describiendo un estudio de pintura algo desarreglado. Entré viendo a mi alrededor y no parecía haber nada más que polvo y pintura seca en el suelo.

Recorrí el estudio notando que habían algunas cosas cubiertas con sábanas, así que las tomé y las quité sin pensarlo. Eran pinturas, pero no abstractas como las que había visto en toda la casa, sino que en todas ellas habían personas, o mejor dicho, mujeres.

Todas en posiciones diferentes, en condiciones distintas, pero de la misma forma eran conocidas para mí. Una estaba en una silla, otra acostada con los brazos en cruz, otra estaba colgada, otra se encontraba atada…y habían ocho pinturas exactamente.

Maldita sea…di en el blanco.

Noté también que había un atril cerca en dónde un lienso en blanco soltaba aún el olor a pintura; me acerqué a ella y la imagen me hizo abrir los ojos. Era una chica, con una sonrisa amable, sentada en una silla con las piernas cruzadas elegantemente y una cruz en el pecho. Traía lentes y una paloma blanca descendía sobre ella.

Era Clara.

—Señorita Iris, no debería estar aquí—escuché justo detrás mío.

Demonios.

Carajo.

Maldición.

Nos lleva la chingada.

Traté de voltear, pero él fue más rápido. Tomándome por el pecho y poniendo sus manos callosas en mi cara me echó hacia atrás. Respiré el olor de la pintura residual que había en sus manos. No grité, no era para nada mi estilo el actuar como la damisela en apuros.

Con fuerza levanté uno de mis pies y patee apuntando hacia atrás, hacia él, y este me soltó con un quejido. Me di la vuelta para enfrentarlo cara a cara, pero él me dió una cachetada que realmente me dejó un poco impactada. El maldito tenía fuerza.

Caí en el piso sentada y pude verlo. Su rostro tenía una mueca de dolor pero sus ojos estaban encendidos en fuego por la ira. Se puso derecho y se tronó el cuello, sonriendo al final.

—Con que ya viste mis humildes obras de arte—miró las pinturas que había destapado—. Usualmente solo hago una pintura por cada lugar al que voy, pero creo que contigo puedo hacer una excepción, señorita Iris.

—¿Dónde esta Clara?—pregunté directamente apoyando mis brazos en el suelo.

—¿Clara? Ella no está aquí, ella está esperando la presentación de su retrato al mundo, ¿acaso has venido solo por ella?

—Entonces esa es tu forma de ligar, secuestrarlas, pintarlas y matarlas después de días de tortura.

—Ellas no mueren, sino que permanecen inmortales en mis cuadros.

—Me suena a una estupidez.

—No serías la primera en no comprender el arte.

Quiso lanzarse sobre mi, pero yo me levanté rápido y pasé por su lado. Me persiguió, alcanzandome en el pasillo y jalandome por el pelo.

«¡Maldicion!»

Me lanzó para atrás y me lanzó a una de las habitaciones. Era una habitación llena de polvo y suciedad con varios muebles algo inutilizados. Antes de que me diera cuenta se me vino encima, tomándome por el cuello y empezando a ahorcarme. Intenté por mis propias fuerzas quitarmelo de encima, pero su cuerpo era el doble de lo que era el mío, además de que contaba con una musculatura mayor que el promedio. ¿Era una batalla justa? Obvio no, pero eso no le interesaba al maldito.

Siguió ahorcandome casi excitado, lo deduje por la cara de gafo que tenía. Rodé los ojos con aburrimiento, como odiaba a los psicópatas sexuales, siempre eran demasiado impulsivos.

Deje de resistirme, pero no para que me matara, sino para poder tomar la navaja que traía en la cintura y clavarsela en las costillas. Al sentir mi arma clavada en su tórax, su cara de puberto en pleno acto de amor cambio a una linda cara de sorpresa. Si bebé, así me gustaba.

Soltó mi cuello y aproveché para darle una buena patada en la entrepierna, echándolo a un lado, pero sin salir huyendo. Cuando estaba en el suelo, dispuesto a levantarse, le di otra patada en el pecho y rápidamente salté sobre él, clavando la daga de nuevo en su cuerpo, pero esta vez en el pecho.

Parecía sorprendido ante mi rapidez. Pero si, querido, esta no es mi primera vez. En dos movimientos rápidos saqué la navaja y la volví a clavar, llenando de sangre su camisa y parte de mi ropa. Sus ojos empezaron a temblar y pude ver cómo sus ojos se apagaban frente a mi de forma gloriosa. Lo tomé de la cara para que me viera a los ojos.

—¿Qué pasa, querido?, ¿Te sientes mal?— Entre risas le dije esto, volviendo a sacar la navaja y clavarla en su corazón—, ¿De verdad pensabas que era como las niñas indefensas con las que tratas? Te vas a pudrir en el infierno y cuando yo vaya allá, te buscaré para hacerte sufrir por cada chica que asesinaste.

—Maldita…—quiso hablar, pero al sacar la navaja y ponérsela en la boca, se calló de golpe.

—Shhh…nunca dije que hablaras— Moví la navaja por sus labios, jugueteando—. Esa lengua tuya te puede meter en muchos problemas.

Intento moverse el infeliz, pero eso le costó su lengua. Clavé la navaja, pero esta vez dentro de su boca, atravesando así su lengua y la parte baja de su mandíbula. Su grito fue muy audible, así que posiblemente los vecinos cercanos me hayan escuchado y hayan llamado a la policía, tenía que ser rápida.

—Te preguntaría dónde está Clara, pero sin lengua dudo que me respondas— Su respuesta fue un simple llanto patético mientras su boca sangraba y lo hacía toser—. Así que mejor terminemos con esto.

Él volvió a gritar, ahogándose con su sangre, pero no pudo evitar nada. Lentamente pasé el filo de la navaja por su cuello, abriendo una herida y rociando algo de sangre sobre mi. Al terminar de abrir la herida algunas burbujas rojas salieron de su tráquea.

Yo solo sonreí.

Me levanté de encima de su cuerpo mientras Stein aún agonizaba en el suelo, tratando de forma estúpida tomar aire aún cuando sus pulmones seguramente debía estar llenos de sangre. No le dije nada más, solo salí de la habitación dejando que se desangrara.

Empecé a buscar por toda la casa, en cada habitación, para encontrar a Clara. No sabía si ya habían llamado a la policía, pero tenía que buscarla, necesitaba saber si estaba bien. Todas las habitaciones estaban vacías, sin rastros de que ella allá estado en alguna de ellas.

Él había dicho que ella ya no estaba aquí, ¿La tendrá en algún almacén?, ¿Un lugar alejado de aquí puede ser?; la posibilidad de no encontrarla me carcomía por dentro.

Este trabajo era satisfactorio, pero saber que pudiste salvar a alguien y esta persona murió porque no fuiste lo suficientemente rápida, era algo que te dolía en el pecho como veneno de mil escorpiones. Clara era una chica con futuro, merecía vivir…

No como tú.

No como yo.

Ella si debe seguir caminando por esta tierra.

Mientras que yo merezco el infierno.

Puede que lo merezcamos, pero ella no, así que no te vas a desesperar tan rápido, o tendré que tomar el mando.

Me quedé quieta en mi lugar al escuchar la voz de mi cabeza. No era mi conciencia, ya sabía reconocer la voz de aquella parte de lo que tanto me esforcé en enterrar. Negué con la cabeza, ella no podía salir a la luz otra vez; conocía sus límites, y eran nulos.

¿Y entonces? ¿Tendré que tomar el mando?

—Jamás…—dije en voz alta, cerrando mis ojos y apretando los puños con fuerza. Traté de llevar aquella voz hasta el fondo, pero seguía aferrada a mi conciencia como una bacteria—. No vas a salir.

Tú te lo pierdes. Ah, y mira a tu derecha.

Confundida abrí los ojos y ví a aquella dirección, encontrándome con una pequeña puerta debajo de las escaleras, la cual no había visto en lo absoluto. O si la había visto, pero solo Smiled le tomo importancia. De nuevo aquel fantasma que vivía dentro de mi era más perspicaz que mi propia persona, siendo la original.

¿La original? Por favor. Somos la misma persona, Helen, solo que soy la parte de ti que tanto necesitas.

Cállate, ¡Cállate!

Todo lo que hice fue porque lo querías, lo deseabas, pero no tenías el puto valor de hacerlo.

¡Mentira!

¿Quien mató a aquel hombre, Helen? ¡Fuiste tú! Date la vuelta y ve como lo hiciste. No te mientas, lo disfrutaste.

No, no fue como crees.

Te vi, eres tan sanguinaria como yo…incluso peor. Seamos sinceras, yo solo soy el complemento de tu verdadero ser.

—¡Cállate, maldita sea!— Golpee la puerta que había encontrado con rabia.

No me sentía orgullosa de lo que era. Estaba intentando mitigar lo que esa voz me hacía desear. El matar y sentir la sangre en mis manos no debía ser un placer humano, sino algo que se repudia por la humanidad que dentro de nosotros se encuentra. ¿No? ¿No?

Y ahora dime, ¿Tú tienes humanidad?

Un ruido salió de atrás de la puerta. La voz se volvió silencio en mi mente, pero ni cuenta me di de su ausencia. Toqué con mis nudillos la madera, escuchando con atención, y el sonido volvió a salir.

Maldito, la había vuelto Harry Potter, ¡Estaba debajo de las escaleras!

Olvidando por completo la crisis que acababa de tener, me alejé y de un solo golpe patee la puerta una y otra vez, hasta que por fin la madera cedió. El sonido de la puerta chocando con la pared opuesta recorrió todo el lugar, pero con mis ojos observé como la razón de tanto esfuerzo estaba frente a mi.

Estaba con las rodillas pegadas en el rostro, su cabello castaño estaba despeinado y todo su cuerpo temblaba. Aún tenía la ropa que usaba usualmente para ir al colegio, solo que se encontraba rasgada y algo llena de polvo. No traía sus lentes, sino que los tenía en una de sus manos, pero estos estaba rotos por desgracia.

Maldita sea…¿Qué le habían hecho?

—¡Clara!— No pude evitar gritar. Ella levantó su mirada y más dolor me dió, ya que tenía un ojo morado y el labio roto—. Dios…¿Qué te hicieron?— Me agaché para revisarla.

—I-Iris…¿Qu-Qué ha-haces aquí?

No pude aguantarme y la abracé. Lo mío no era el contacto físico, pero el saber que estaba viva y, en cierto sentido, bien, me daba razones para romper mi estatus de fria demente por unos minutos. Después de un momento así, me separé y le acaricié la cara. Seguía temblando, seguramente por el frío del ambiente ya que estaba helado allí.

—¿Estás bien?— Fué lo que pregunté—, ¿Te hizo daño?

—A-Algo as-asi…— Tartamudeaba casi llorando, sin salir de su posición lo cual me estaba destrozando solo con verla— ¿Qué haces aquí?— Abrió los ojos, como si se hubiera dado cuenta de algo—, ¿También te secuestró? ¡Tenemos que irnos! ¡Vendrá por nosotros si sabe que…!

Estaba aterrada. Su voz entrecortada y chillona, sus ojos rojos de tanto llorar. Empezó a temblar más y más, como si hubiera recordado uno de sus mayores miedos, y tal vez él se había quedado como eso: Un monstruo. Inmortal en sus recuerdos, no como el bello arte, sino como un trauma que no se puede borrar solo con corrector blanco.

—Shh…—Puse uno de mis dedos en sus labios—, él ya no te hará daño, ni a nadie más…

—Y-Yo…iba a buscarte, preguntando en la calle si te conocían para saber si te e-estabas bien, pe-pero nadie te conocía— Obviamente no me conocían, ni siquiera me quedaba a dormir por aquí—. E-Entonces apareció el profesor y me dijo que sa-sabia donde vivías…

Lágrimas empezaron a salir de sus ojos como cataratas y su voz se convirtió poco a poco en un gimoteo lleno de dolor y sufrimiento.

—Pe-Pero no me llevó a tu c-casa, m-me trajo aquí y…y…y…

Rompió en llanto. Maldita sea, ¿Qué le habían hecho? Empecé a verla con pena, con dolor…

—Me puso algo en el rostro…y desperté muy adolorida…me dolia mucho…abajo…

—Hijo de perra…—dije cerrando los ojos. Debí cortarle las pelotas.

—N-No me dejó irme, d-dijo que me necesitaba para i-inspirarse…f-fue…fue…

—Clara, ya— Ella levantó la mirada cristalizada que tenía ahora mismo—. Él no te puede hacer más daño, ya me encargué de eso.

—P-Pero…¿De qué hablas?— Me observó mejor confundida—, ¿Por qué estás llena de sangre?

—Estoy aquí, ¿Okey? Estás segura. Pero ahora te tienes que levantar— Ella asintió con la cabeza y trato de levantarse, entre quejidos de dolor.

Salimos del cuarto en dónde estaba. Yo la llevaba del brazo y ella caminaba casi arrastrando los pies.

—¿D-Donde e-está él?— Preguntó viéndome.

—En un lugar del cual no podrá levantarse.

—L-Lo mataste— No respondí—. Dime Iris, ¿lo mataste?

—Si.

Ella abrió los ojos como platos, pero ella no me veía como un monstruos, sino que solo estaba sorprendida ante esa información.

—¿Puedo verlo?— Su pregunta me hizo detenerme.

—¿Estás segura?

—Tengo que asegurarme de que está muerto, sino no podré dormir tranquila.

Entendiendo su posición, la llevé hacia la habitación donde el cuerpo de Stein yacia en el suelo, muerto y desangrándose. Nos acercamos hasta llegar lo suficientemente cerca, tanto que pisamos el charco de sangre que estaba a su alrededor. Era mucha sangre.

Ella vió el cadáver, la sangre, los ojos sin vida del sujeto. Creí que tendría una reacción como escupir al cuerpo o gritarle, pero ella solo lo observó, sin decir palabras alguna.

—Vamonos…— Me pidió y la volví a sacar del lugar.

Hice que se sentara en uno de los muebles, busqué su mirada pero estaba perdida. Salir de un trauma así sería difícil, me maldije por haber tardado tanto en actuar. Ahora ella tenía una marca, una cicatriz que no merecía.

Cómo nosotras.

Ella no es como nosotras.

Pero por poco.

—Clara…— Le tomé el rostro para que me viera—, tengo que irme, bebé.

—¿Irte? ¿A-A dónde?

—No puedo quedarme, ya mi trabajo está hecho.

Por un minuto no parecía comprender, pero al final se que cayó en cuenta. Era inteligente, inevitable que lo hiciera al final.

—Viniste a matarlo—dijo finalmente.

—Correcto.

—No te llamas Eris, ¿Cierto?

—Es correcto, bebé.

—¿Fuí tu carnada?

—No, para nada. Lamento haber llegado tarde, debí protegerte…

—Me salvaste—contestó sonriendo—, no tienes que pedir perdón por salvarme la vida.

Sonreí, pero mi sonrisa fue borrada por el sonido de las sirenas acercándose a la casa. Luces rojas y azules empezaron a alumbrar por las ventanas. Los vecinos habían llamado a la policía.

—¿Tienes que irte?, la policía puede entender.

—Dudo que entiendan, linda, además, mi expediente no es el más limpio que digamos— Me arreglé la camisa y empecé a caminar hacia la parte de atrás.

—¡Iris!, digo…ey…— La voltee a ver—, ¿te volveré a ver?

—Solo el tiempo lo dirá—contesté.

—¿Puedo saber tu nombre al menos?

Iba a decir que no, pero mi parte sensible sintió que por una vez en su existencia, podía ser sensible. Esa Helen humana que aún estaba en mi interior, muy en el fondo, se sintió segura con Clara.

—Helen— Dije al final—. Mi nombre es Helen.

—Un gusto, Helen.

Le sonreí por última vez y me fui por la parte trasera de la casa. Ya saliendo pude oir cómo la policía abría la puerta del lugar de una patada, y las voces de los oficiales hablando entre si.

No miré hacia atrás, solo corrí por las calles de la ciudad, como una fugitiva más. ¿Por qué corría? Porque yo no era la ley, no era mi deber ayudar a los que lo necesitaban, pero si era mi derecho intentarlo. Entonces una pregunta se instaló en mi mente desde aquella vez, huyendo de los oficiales que seguramente no tardaron en encontrar el cuerpo.

¿Somos la justicia?

¿Somos las buenas?

¿Somos héroes?

Y las respuestas a esas preguntas eran inciertas, porque incluso habiendo matado a un hombre, la conciencia humana no me reclamaba, sino que una voz en lo profundo de mi ser se reía eufórica y clamaba por más sangre.

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Holaaa, perdonen por estar algo inactivo pero es que me pegó un bloqueo algo feo, pero ya encontré una nueva estrategia para salir de él, así que estamos de vuelta. Les debía capítulo, así que en esta ocasión les regalo dos seguidos, espero que les guste y que les haya agradado encontrarse con la mente de Helen y parte de su personalidad.

¿Qué les parece Helen?

Hagan sus preguntas, sus teorías, me encanta cuando hacen eso :3.

Ya saben, si pueden votar y comentar para que esta historia salga del anonimato, se los agradeceré mucho. Feliz día, tarde o noche. Byee.

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