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Cap. 13.5

(L)

En la guerra una de las mejores maneras de vencer es tener el conocimiento suficiente de tu enemigo. Sus debilidades, sus fortalezas, sus puntos ciegos. No puedes luchar a ciegas…porque estarás en desventaja por lo que no sabes que sucederá.

Los gobiernos de todo el mundo han especializado sus técnicas de espionaje durante décadas para que cada vez fueran más indectectables, y así conseguir mucha más información. Los micrófonos cada vez tienen más rango, las cámaras tienen mejor nitidez, los espías son menos notables; al final se vuelven sombras, las paredes literalmente tienen oídos y hasta ojos.

Una pantalla enorme está frente a mi. La imagen de una sala de autopsias improvisada iluminada con luces blancas frías me daba a entender que el verdadero plan había tenido éxito. Trataba de verme feliz por ello, pero la realidad es que me sentia triste.

—¿Qué noticias tenemos? — La voz del señor sonrisas me hizo tener escalofríos. — ¿Funcionó el caballo de Troya?

—Si. — Respondí con seriedad. — Asesinaron a la mayoría de los títeres. Encontraron la forma de que no se levantaran.

—Bueno, tampoco es que sea algo de genios disparar a la cabeza. — Respondió. — Pero si estoy viendo imagen supongo que tuvieron la curiosidad suficiente como para meter a un cadáver a su base.

—Es correcto.

Ignorantes del verdadero plan, metieron a una de nuestras marionetas para ver qué era lo que eran. Dudo que logren averiguar con eficiencia el origen de sus habilidades…suelen descomponerse antes de encontrar siquiera su identidad real.

En la imagen se mostraban varios rostros, cuatro exactamente. Se habían retirado las máscaras seguros de que nadie vería sus identidades…y era justamente lo que quería Sonrisas. Una chica y tres jóvenes, no podrían pasar de los treinta años. Eran más jóvenes de lo que supuse al principio.

—El chico de la cabaña está entre ellos. — La enorme expresión de Sonrisas sonrió (valga la redundancia), relamiéndose sus inexistentes labios con malicia. — Creo que los perros lograron rastrearlos eficientemente. Se merecen un buen premio.

Carne humana en forma de regalos. Hasta las mascotas de este monstruo eran tan perversas como él. No dije nada ante sus expresiones, solo seguí estudiando el vídeo tratando de enfocar los rostros que aparecían.

No habíamos mandado a los títeres para que fueran eliminados, sino para conseguir información; teníamos soldados más fuertes para eso. El ataque solo fue una distracción para que el verdadero propósito se mantuviera oculto.

—¿Tienes suficiente como para hacer reconocimiento facial? — Me preguntó Sonrisas.

Iba a decir que no, quería mentirle para darles tiempo para que formarán un plan o al menos para que se dieran cuenta del peligro que se les venía encima, pero un intenso dolor me apuñaló en el pecho. Me incliné sobre mí mismo afectado por el dolor, haciendo una mueca. Maldita sea.

—Recuerda que voy a saber cuando me mientes, Lester. — Me dijo con un tono sombrío y desvaneciendo el maldito dolor. — Ahora respóndeme, ¿Puedes identificarlos?

—Si…

—¿Si, qué?

—Si, señor…

—Bien. Te escucho.

Apreté un botón en el teclado y el reconocimiento facial empezó a hacer su trabajo. El primer rostro que reconoció fue el de la chica.

—Helen Rodríguez. 19 años. Prófuga de la justicia desde hace tres años por asesinato múltiple…desaparecida desde entonces.

—Una asesina…me pregunto cuáles habrán sido sus razones…— Sonrisas se sobó su barbilla con la punta de sus dedos. — En su rostro veo algo parecido a mi, ¿Crees que estaría dispuesta a unirse a nosotros?

—N-No…lo sé…

—Nah, solo sería más personal de lo necesario. Siguiente.

El próximo rostro fue el del muchacho más joven.

—Tobías Montero. 16 años…

—¿16? Es un poco joven. ¿Qué hizo?

—Desaparecido desde hace dos años. La casa en dónde vivía con su padre y hermana se incendió quemandolos por dentro pero…hay señales de que los dos cuerpos calcinados fueron agredidos antes de sucumbir al fuego, asesinados incluso.

—Brutal…¿algún otro familiar con vida?

—Su abuelo materno, pero cuando el padre obtuvo la custodia de los niños…también desapareció.

—Interesante.

—El siguiente es Reed Murphy. — Dije cuando la computadora enfocó el rostro del sujeto de color, el cual se veía mayor que todos. — Coronel de la fuerza armada, limpio en todo hasta que fue acusado por múltiples cargos de fraude, extorsión y robo. Fue condenado a veinte años de prisión, pero murió en medio de un motín que hubo en la prisión en dónde estaba.

—Un hombre que se ha levantado de entre los muertos, sorprendente. — Respondió mi jefe con diversión. — Me pregunto como es posible.

—Y el último es…—En la pantalla se mostró el archivo del último sujeto…el que habíamos visto sin máscara en la cabaña. Su apellido era demasiado familiar para mí gusto y alegría.

—Jackson Miller…— Sonrisas amplió las comisuras de sus labios, viéndose casi demoníaco. — Dudo que sea coincidencia ese apellido.

—Debe serlo…

—No. Ahora todo tiene sentido. Supongo que Miller siguió con su iniciativa tan revolucionaria y nos estamos encontrando con el resultado. ¿Cómo es que le decía?

—Iniciativa…«Cuatro Jinetes».

—¡Si! Es correcto. Me pregunto si estos chicos son solo reclutas o tienen algo más que ver con el sargento Miller; pero la duda más importante aquí es…¿Por qué carajos se llevaron a la chica?

—¿Compasión?

—Si, eso es probable. Pero les enseñaré que no se pueden llevar algo de mi propiedad así como así…

—Pero…la chica no es de tu propie…

No pude siquiera terminar de hablar porque el dolor en el pecho volvió y más fuerte aún. Termine de rodillas en el piso, era tanta la presión que no podía respirar. Mis ojos ardían, empecé a temblar y a sudar frío. Maldito…

—¿Que he dicho sobre cuestionar mis palabras, Lester? ¿Te crees con el derecho de dar tu puta opinión?

Negué con la cabeza, ni siquiera podía hablar por la punzada.

—Sabes muy bien que puedo borrarte de la existencia en un segundo. — Mi visión cada segundo se ponía cada vez más borrosa. — Estás viviendo solo por mi misericordia, no lo olvides.

Era la verdad, prácticamente mi vida estaba colgando de un hilo que él sostenía. Yo no era más que un esclavo más de su perversa mente. Aunque pensándolo de mejor forma…puede que sea mejor dejar de existir y no ser un vil muñeco de diversión.

—¿Y por qué tanta misericordia? — Pregunté con apenas voz. — ¿Por qué no eliminarme y ya?

—Porque aunque me moleste admitirlo, necesito tus malditos conocimientos humanos. No puedo utilizar mi poder al cien por ciento, por eso me es útil esta «ciencia» tuya.

Un simple juguete para sus pensamientos macabros, una herramienta que cuando no necesite más…desechará. ¿Y si encuentra a alguien mejor? ¿Me dejará en paz? Mis ganas de morir y no ser más útil para él crecían con cada una de sus palabras, cada plan que este ser tenía y de los cuales yo tenía conocimiento.

—Solo mírate…tan insignificante. ¿Por qué no te dejas llevar por la voluntad de tu señor?

—Porque no es mi señor, maldito demente. Eres solo un enfermo que busca excusas para no sufrir arrepentimiento, ¡Un psicópata!

—¿Sabes que es lo increíble? — Sentí como mi corazón se comprimía…mis pulmones ardían agonizantes. — Que estás atado a ese psicópata; eres el siervo de un monstruo y no puedes hacer nada para liberarte, porque aún cuando has intentado matarte…te he hecho volver.

Una lágrima recorrió mi mejilla.

—Ahora levántate, imbécil. Tenemos cosas que hacer.

El dolor de mi pecho se disipó y desesperado tomé aire por montón. El maldito infeliz soltó un bufido de risa volviendo a ver la pantalla, en dónde los cuatro Jinetes veían al cuerpo con curiosidad, una curiosidad que al final los condenaría.

Aunque el dolor se fue, mi cerebro necesitaba mucho oxígeno, así que terminé sucumbiendo a la inconsciencia, fundiendo mis sentidos con la oscuridad de mi mente.

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