Cap. 10
Locura, culpa y sensatez
(Nina)
Después de que Jack me enseñara aquellos videos y de descrubrir que posiblemente alguien me estaba dando caza, decidí desistir de mis intentos de huida. Podría estar en una casa de asesinos, pero estaba más segura que allá afuera. No habían intentado lastimarme de ninguna manera, por lo que me imaginé que mientras no les dé razones, seguirían así.
Mientras pasaban los días me di cuenta de que quitando el hecho de que eran asesinos entrenados y mercenarios, eran personas normales.
Jack se la pasaba en una habitación que me dijeron que era su “sala de operaciones” y solo salía para comer, para entrenar o para molestarme. Porque si, era súper fastidioso. Él era el líder de todo este equipo, eso significaba que tendría que ser el más maduro de todos, ¿No? Pues había veces que no lo parecía.
En varias ocasiones terminaba bromeando conmigo o le hablaba de forma divertida a Tobi, como si fuera su hermanito menor. Helen y él no hablaban mucho, y cuando lo hacían se insultaban, pero de forma chistosa. No sé en qué universo quedaba el Jack que había visto en la cabaña al cual no se le podía mentir.
Helen era un caso aparte. Ella era un caos de persona, literal no sabría cómo describirla. De un momento era la chica más amorosa de todo el lugar y al otro insultaba a todo mundo como si odiara a la humanidad. Más de una vez terminaba a solas con ella (a pesar de la advertencia que me dió Tobi) y las conversaciones que tenía con ella iban desde criticar a Jack (uno de mis temas favoritos) a decirme cosas como:
—¿Sabes lo fácil que sería matarte en estos momentos? — Al decirme eso casi me ahogo con las papitas que estaba comiendo. La miré con los ojos abiertos y ella solo sonreía. — ¿Sabes cómo defenderte?
—Eh…si.
—¿Segura? No hablo de solo una patada en las bolas o una cachetada como una nena, hablo de defenderte de verdad. — Negué con la cabeza y ella suspiró como si estuviera cansada de ser condescendiente conmigo. — Si estás entre nosotros debes estar preparada para cualquier cosa, no sabes cuándo alguno podría volverse loco y asesinarte solo porque si.
Tragué grueso al escuchar sus palabras. Después de la muerte de los Jhonson tuve que defenderme como podía en el orfanato en incluso después de que me adoptaran. No tenía a una Jane, una Sara o un Jeremy que me defendiera. Tenía que ser fuerte por mi misma.
Pero había veces que simplemente no era más que una chica indefensa, y era la realidad; podría actuar mucho como una chica fuerte y darle la cara a los problemas pareciendo que no tengo miedo…pero la realidad es que si tengo. Me aterra el hecho de morir o ser lastimada a manos de otra persona…y que yo no pueda hacer nada.
Me devolví a las tardes en que me molestaban en el orfanato cuando era niña, antes de que Jane me defendiera de los bully; y también me llevaba a una noche en especial…la noche en que me di cuenta que se podían encontrar monstruos en todos lados.
(Hace dos años)
Vivir con los Vásquez definitivamente era una tortura. Apenas llegué a esta casa sabía que no iba a ser para nada igual a como me trataron los Jhonson. La Salomé que había visto en la corte cuando me adoptaron, dulce y cariñosa, era solamente un personaje actuado que cerró su telón cuando me subieron al auto.
La verdadera Salomé era una bruja insufrible. En vez de haber adoptado a una chica para ser su hija, parecía que habían contratado a una sirvienta a tiempo completo. Y sin paga, de paso.
Cuando no estaba en la escuela, estaba de esclava en mi propia casa. Ya sea lavando, limpiando, barriendo, trapeando, quitando telarañas, cocinando para su borracho esposo o incluso destapando las cañerías cuando ella las obstruia a propósito (se que solo lo hacía para que yo sufriera).
Pero eso no fue lo peor de estar allá, ni tampoco lo eran los insultos que ella me gritaba cuando hacía algo “mal” en la casa. Lo peor era el puto acoso que tenía día a día.
Si, acoso, por parte de Larry.
Larry era un sujeto que me doblaba la edad. Era un borracho que solo servía para existir. Trabaja como albañil en contrucciones, de regreso a casa siempre pasaba por un bar y llegaba medio bebido con una caja de cervezas en una mano. Usualmente se sentaba frente al televisor y se quedaba dormido por la borrachera que se cargaba.
La protagonista de mis desgracias usualmente era Salomé, así que decidí que Larry solo era un personaje secundario que no tenía mucho peso en mi trama. O al menos eso creía.
Yo no salía mucho de casa, y Salomé no me daba dinero para comprar pijamas o algo, así que para andar en la cara usaba ropa que ya no funcionaba para salir. La que más usaba era un conjunto de una blusa de tirantes y unos shorts que me llegaban por los muslos. La ropa no era reveladora, no era vulgar, eran simplemente un conjunto cómodo, quiero dejar en claro que no pretendía nada con mi elección de ropa (si a eso se le puede llamar elección).
Sucede que de un momento a otro empecé a sentirme observada mientras limpiaba y hacia mis deberes. Creí que eran cosas mías, pero la sensación no se iba. Empecé a cerrar la puerta del baño con seguro por si acaso.
No tardé mucho en darme cuenta que el que me observaba era Larry. Lo encontré viéndome fijamente cuando me agachaba en más de una ocasión y cuando pasaba cerca de mi siempre trataba de que nuestros cuerpos terminaran muy cerca. Obviamente eso no me gustó. Larry era mucho mayor que yo y se suponía que era mi padre adoptivo, ¿Cómo esto me debía parecer excitante?
Lo hubiera ignorado si solo se hubiera quedado en miradas prófugas o roces “inocentes", pero poco a poco las cosas se fueron poniendo demasiado turbias para mí gusto.
Había veces que Larry se quedaba en la casa, sus días libres, pero Salomé se iba a trabajar. Cómo siempre, yo iba al colegio y cuando llegaba me cambiaba y empezaba con mis quehaceres. Había empezado a usar ropa de cuerpo completo (Jeans y camisas anchas) porque me incomodaba que Larry se me quedara viendo…pero eso no había parado completamente nada.
En una ocasión cuando estaba lavando los platos Larry se me acercó por detrás. Puso sus manos en mi hombro y me respiró en el oído diciéndome que por qué había dejado de usar mis shorts. Me dió asco. Me quité de allí y me fui a mi habitación, dejando los platos sucios al frente de él.
Empecé a tener paranoia. Cuidaba en todo momento de que en los lugares donde estaría desnuda o donde me cambiara (baños, habitación) las puertas estuvieran cerradas. Empecé a vestirme con ropa más ancha para que no se notara mi cuerpo y no “tentar” al asqueroso de Larry.
En varias ocasiones cuando Salomé me mandaba a arroparlo al él quedarse dormido en el sillón, él se despertaba con mi presencia y me decía cosas asquerosas. Me decía que estaba duro con solo verme y que si le podía hacer una mamada rápida.
Yo solo lo mandaba al diablo y él se reía para después volverse a dormir.
Una noche de verano, me había ido a dormir temprano. Ni siquiera había cenado, me sentía muy cansada. Estaba haciendo un calor infernal, así que decidí ponerme solamente una bata y mi ropa interior debajo. Sabiendo los riesgos, cerré la puerta con seguro, ya después me acosté en mi cama sin sábanas y me dormir.
Usualmente tenía pesadillas, y si no eran pesadillas eran simples sueños vacíos, solo negro y al final el despertar; pero en esta ocasión sentí que me observaban, incluso dormida. Lo ignoré creyendo que era solo una alucinación del sueño, pero la sensación seguía cada vez más.
Fue allí que sentí que algo cayó en mi cara.
Abrí los ojos rápidamente y lo ví. Larry, con su miembro afuera y moviendo su mano sobre él de arriba a abajo. Me levanté de dónde estaba y él solo sonreía extasiado. Con mi mano me limpie el rostro y...ya se imaginarán lo que encontré.
—¿Que mierda? — Lo miré con ira y él solo sonrió. El maldito se estaba riendo en mi cara. — ¡Largo de aquí!
Larry seguia parado frente a mi con su miembro afuera. Se veía asqueroso con esa sonrisa, con los ojos rojos por la borrachera y con los pantalones por los muslos. Era una asquerosidad.
—Nos podemos divertir, pero solo si te callas. — Dijo acercándose lentamente.
No, no iba a dejar que esto pasara.
—¡Aléjate de mi te estoy diciendo! — Tomé en mis manos una lámpara y él se detuvo por un momento. — ¡Largo de aquí maldito enfermo!
—¡Que te calles! — Dijo acercándose a mi, pero yo lance la lámpara, la cual esquivó provocando que esta se partiera en mil pedazos contra la pared.
En segundos, Salomé estaba en la puerta de mi habitación.
—¿Que carajos está pasando aquí? — Dijo entrando y viendo la escena.
Me imagino lo que seguramente pasó por su mente. Su esposo tenía los pantalones bajados, su hija adoptiva estaba en pijamas y tenía semen en la cara. La realidad es que se veía mal. Por un momento me alegré pensando que Salomé le iba a dar una paliza al enfermo de su esposo, pero por alguna razón me miró con odio fue a mi.
Si, a mi.
—Amor, por favor perdóname. — Dijo Larry subiéndose los pantalones. — Es que ella me tentó, se me insinuó y me estaba esperando así en su cama. — Se el acercó a su esposa y la cara de Salomé en serio no la creía. ¿Estaba teniendo compasión por este maldito? — Soy hombre mi vida, entiéndeme…
—¡Lo que dice es mentira! — Grité tratando de defenderme, pero antes de que me diera cuenta Salomé ya había venido hacia mí y me dió una cachetada.
—¡Cállate maldita zorra! — Me gritó. — Yo bien sabía que querías robarme a mi esposo, con esas pijamas provocadoras y tus shorts cortos. Además de una misera huérfana eres una zorra. Sabrá Dios a cuántos te has cogido ya.
No dije nada, de verdad no podía creer lo que estaba pasando.
Los dos salieron de mi habitación y yo solo me quedé allí, con la cara llena de la semilla de aquel enfermo y con la mejilla ardiendo por la cachetada de una tirana. No sé en qué momento empecé a llorar, pero ya cuando empecé no pude parar hasta llegada la mañana.
Larry no volvió a entrar en mi habitación, pero el odio de Salomé aumento más desde aquel día. Estaba segura que ella creía que yo había seducido a su esposo y ahora me veía como una…¿Oponente? Ya ni sabía.
Seguramente se preguntarán, ¿Por qué no llamaste a servicios sociales? ¿Por qué no escapaste? ¿Por qué no llamaste a las autoridades para que te rescataran? Y esas preguntas son respondida con otra pregunta:
¿Que hubiera pasado?
Encerrarían a estas dos personas, pero yo volvería al orfanato. Nadie adoptaría a una chica de 16 en estos días y terminaría en la calle como pasó con Jane. Además, en el orfanato la vida no era tan fácil que digamos.
Otra cosa es que no tenía evidencia de ningún maltrato. Nunca me habían pegado, solo cachetadas por parte de Salomé, y golpes con el cinturón cuando me revelaba contra ella. Tampoco había abuso sexual como tal, solamente me habían acosado y no tenía evidencias de aquello tampoco. Estaba en las de perder.
Solo sería una niña llorona en la comisaría, con una historia inventada para escapar de su casa hogar. Así me verían y no me tomarían en serio. Podría ser joven, pero no pendeja.
Había monstruos que no se podían atrapar…
(Actualidad)
—Hey, hey niña. — Helen me sacó de mis recuerdos y me veía extrañada.
—¿Me decías algo? — Traté de disimular.
—Pues si, te estaba hablando y de repente te quedaste viendo al vacío durante media hora.
—L-Lo siento, es que…recordé algo.
Helen no dijo nada pero ví como su expresión se relajó.
—Como te decía, tienes que aprender a defenderte. No sabes cuando lo necesitarás. La verdad es que no sé lo que hayas pasado, pero no tienes que ser una víctima.
—¿De que hablas?
—Desde que tengo memoria a nosotras las mujeres nos ven como simples presas las cuales no se pueden defender. Nos lastiman, nos pretenden pisotear porque nos vemos frágiles; pero no somos frágiles, somos más que simples flores que pueden pisar. — Helen me vió y sonrió con picardía. — Y tú no eres la excepción, Bambi.
—Por favor, no me llames así. — Dije bajando la mirada con vergüenza.
—Ja, ¿Y por qué? ¿Solo te puede llamar así el mandamás o qué?
—Odio ese apodo.
—Okey, okey, niña, no te llamo más así. Es cuestión de novios, entiendo.
—Jack no es mi novio.
—Aún. — Le puse mala cara y ella solo empezó a reírse. — Yo me voy, tengo que hacer unas cosas.
—Pero…¿No me ibas a enseñar a defenderme?
—Dije que necesitabas aprender, no que te iba a enseñar. No tengo la suficiente paciencia. — Empezó a caminar hacia la salida. — Pídele el favor a Tobi, estoy segura que él si te ayudaría con mucho gusto.
Después de esa conversación me di la tarea de buscar a Tobi y pedirle que me enseñara a defenderme. No sé lo había dicho a Helen, pero la idea de que había alguien afuera que aún me estaba buscando me estaba dando miedo. No podía salir de aquí a menos que lo atraparán pero…¿Cuando sería eso?
¿Y estás segura que estás aquí por eso?
¿Cómo?
¿Qué tal si todo esto es una farsa?
No lo podría saber, pero más arriesgado es el que salga al mundo exterior sin ningúna forma de protegerme de algo que me quiera asesinar. Ya me habían secuestrado y casi asesinado, no pude hacer nada para defenderme entonces. Solo había permitido que me pusieran una mano en el cuello y me arrebataran mi oxígeno, había aceptado que mi destino era ser eliminada, no había luchado lo suficiente porque no sabía cómo.
Bien sabes que eso no es verdad, luchaste lo más que pudiste.
Pero no fue suficiente.
Caminé por los pasillos de la base. Me di cuenta que el lugar a pesar de ser pequeño daba la impresión de ser más grande. No lo había explorado por completo, pero tenía curiosidad y a la vez miedo de ver qué clase de cosas se podrían encontrar aquí.
¿Tendrían un cuarto lleno de cadáveres? ¿Una sala de tortura? ¿Un cuarto lleno de armas? Las posibilidades con esta gente eran muchas. Seguí caminando hasta que escuche sonidos como de soldadura. Presté atención al ruido y noté que venían de una puerta que estaba cerca de mi.
Se que la curiosidad mató al gato, pero el chisme es vida gente.
Llegué de dónde venían los sonidos y por suerte la puerta estaba abierta, así que sigilosamente entré, intentando que no notara nadie que estaba por allí.
El sitio era una clase de taller. Habían armas colgadas en las paredes, pero también herramientas y objetos que lo logré identificar. Había mesas con frascos con etiquetas y también una que otra bala regada por ahí. Las estanterías estaban llenas de envases con tuercas, tornillos, líquidos de distintos colores y pequeños tubos de ensayo. ¿Qué era este lugar?
Sigo observando a mis alrededores y me encuentro con una persona que me está dando la espalda. Estaba encorvado y aunque no se podía muy bien desde aquí, parecía concentrado en lo que fuera que estuviera haciendo.
Me quedé viendo e intenté acercarme sin hacer ruido pero sin querer pisé un tornillo y el maldito estaba apuntando hacia arriba. Gracias a Dios tenía unas sandalias porque si no hubiera traspasado mi pie; aunque eso no quita el que hubiera atravesado levemente la suela y con la punta me haya cortado la planta de mi piecito.
Hice un quejido de dolor y la persona de la mesa volteó rápidamente a verme. No era otro que Tobi, pero se veía diferente. Su cabello estaba despeinado (teniendo en cuenta que de por si es rizado), tenía algunas gotas de sudor en la frente y tenía una clase de lentes en los ojos, solo que en la parte derecha tenía como una especies de lupa enorme. Al principio pareció sorprenderse con mi presencia, pero ya después solo sonrió. Una sonrisa dulce y amable que combinaba a la perfección con sus ojos avellana y las mejillas, las cuales tenían pequeñas pecas como las mías.
—Hola Nina. — Me saludó sonriente. — ¿Que haces aquí?
—Pues…estaba explorando y escuché ruidos así que me acerqué. — Contesté. — ¿Te interrumpo en algo?
—No, para nada, igual ya estaba terminando.
—¿Y que es este lugar exactamente?
—Un taller. Mi taller. — Me contestó levantándose de su silla.
—¿Tu taller? ¿Y que haces aquí exactamente?
Él levantó una ceja y sonrió ante mi pregunta.
—Deja y te muestro.
Se fue a una de las estanterías y llevo a una de las mesas una caja de madera. Me dijo que me acercara y yo, como no soy curiosa, me le acerqué. De la caja sacó una pistola. Tenía la forma de un revolver, como las que usan los vaqueros en las películas del lejano oeste. El arma en si brillaba por lo reluciente que estaba, como si nunca la hubieran usado y la tuvieran allí por simple exhibición.
—¿Qué tanto sabes de armas?— Me preguntó sacando el tambor del revolver.
—No mucho.
—Ven, te enseñaré algo.
Me llevó a una clase de cuarto paralelo al taller en dónde habían varias armas y en el fondo unos blancos de tiro. Estábamos en una sala de disparos. Tobi sacó algo de su bolsillo y me di cuenta que eran balas, las cuales puso en el arma. Ya listo apuntó hacia adelante y sin previo aviso disparó.
Un solo disparo y estuvo satisfecho. Se acomodó los rizos que cayeron en su frente. Me miró y después se alejó yendo a dónde había disparado, para después regresar con lo que parecía ser un enorme cubo de gelatina, la cual puse sobre un mesón que estaba frente a nosotros.
—Usualmente la bala de una pistola o revolver atraviesa la piel y entra en el cuerpo humano perforando todo lo que se encuentra a su paso. — Me indicó que viera el bloque de gelatina y en él había una bala (la que había disparado) que había perforado la gelatina hasta la mitad, quedándose a mitad de camino. — Esto suele ser mortal pero solo si atraviesa un vaso sanguíneo importante o algún órgano vital.
—Ajá…
—Pues en este trabajo muchas veces no tienen tiempo para apuntar el arma, así que no es asegurado que den en el blanco, y si no dan al blanco, la gente sigue viva, ¿Entiendes?
—Y si siguen vivas pueden matarlos a ustedes.
—Exacto. Helen dice que ellos nunca fallan, pero son humanos, son propensos a fallar, por eso desarrollé estas balas. — Lo miré extrañada y observé la bala que él había disparado …se veía normal. — Se ven como balas normales, ¿A qué no?
—Pues…si.
—Lo son, prácticamente. Penetran la carne y hacen un daño mínimo si no entran en ningún lugar importante, pero ante el mínimo movimiento o presión…— Dijo y con su mano golpeó fuerte el cubo, haciendo que de alguna forma, la bala explote, creando un espacio en medio de la gelatina. — …detonan.
Abrí los ojos asombrada.
—Osea, ¿Las balas explotan cuando se les golpea?
—Al estar en el cuerpo incrustadas es cuestión de tiempo para que sientan algo de presión y pum, explotan haciendo un daño máximo en el interior del objetivo, asegurando un sangrado interno.
—Esto es…— Busqué alguna palabra para describir todo esto…pero no la encontraba. — …ni siquiera tengo palabras. ¿Cómo sabes tanto de armas?
—Mi abuelo era cazador y me enseñaba sobre armas, el calibre de las balas y así. Cuando llegué aquí aprendí más junto a los muchachos.
—Entonces esto es lo que haces en vez de salir al campo, creas balas que explotan.
—No solo eso. Ven.
Me llevó de nuevo a su taller y tomó lo que había en la mesa: Un cuchillo. Tenía partes de su filo en forma de dientes pero en lo demás se veía…normal. Tobi puso un bloque pequeño de la misma gelatina de hace rato y sin pensarlo mucho, clavó el cuchillo. Observé, pero se veía completamente normal.
—¿Haces cuchillos?
—No solo es un cuchillo. Este en especial tiene una función secreta que verás si prestas algo de atención
Vi con más detenimiento pero no encontraba nada, solo se veía un cuchillo rodeado de mucha gelatina transparente.
—Sigo sin ver nada. — Dije volteando a verlo con cara de confusión.
—Deja y saco el cuchillo.
Cuando lo saca queda la forma del cuchillo, pero llegó a notar algo en la parte de abajo…como un pequeño líquido que se quedó allí. Era como amarillento, así que dudé que fuera algo de la gelatina.
Si sabes que no se llama gelatina, ¿Cierto?
Agh, cállate.
—¿Ya te diste cuenta? — Preguntó Tobi cuando me le quede mirando al líquido extraño.
—¿Qué es eso que se quedó ahí?
—Veneno.
Lo ví rápidamente y él solo sonreía.
—¿Veneno?
—Expecificamente de la especie Dendroaspis polylepis, también conocida como mamba negra.
—¿Esa no es la serpiente más venenosa del mundo?
—Eso es correcto. — Me enseñó el cuchillo como si me lo estuviera vendiendo. — En el mango hay un pequeño contenedor oculto lleno del veneno, el cual se esparce sutilmente por el filo del cuchillo cuando se presiona una parte en específico. Cuando la persona corte, el veneno saldrá directo hacia la herida y por ende, al torrente sanguíneo, asegurando una muerte dolorosa para el sujeto.
Lo decía con tanta fascinación que me estaba dando miedo. Este chico tenía cara de angel pero vivía en un mundo de demonios, no debería esperar menos de él pero…creo le emocionaba más su invento que el matar gente en si.
—¿Y no pueden solamente apuntar al corazón? Moriría de inmediato, ¿No? — Tobi me miró y bajó el cuchillo.
—Pues si. Si se puede pero no queda de más tener un plan B. Si no lo mata el cuchillo, lo mata el veneno.
—Está increíble. ¿Lo creaste tú?
—Si, he estado trabajando en él desde hace un tiempo, quería regalarselo a Helen, estoy seguro que le gustará.
Fingí no ver la sonrisa que se formó en su rostro al decir esas palabras. Mi mente de adolescente transtornada estaba empezando a shippear a estos dos asesinos, pero mi mente madura se concentraba en la última palabra. Asesinos. ¿Si podrán sentir amor? Eran personas normales, ¿No? Debían sentir emociones como el amor y la felicidad, ¿O me equivoco?
—¿Te hacen crear estas cosas? — Le pregunté y él puso el cuchillo en una mesa.
—No es mi obligación, lo hago por diversión. Me gusta crear cosas, pieza por pieza y cuando las termino y finalmente funcionan…se siente increíble. Es como mi arte, se me da bien y me gusta hacerlo.
—Entiendo…eres muy inteligente. Jamás se me ocurriría algo así.
—De pequeño me encantaba ayudar a mi abuelo en su herrería, me sentía todo un vikingo. — Su mirada nostálgica me dió sentimiento, no sé por qué.
—¿También era herrero?
—Mi abuelo era un hombre de antaño. Vivía rodeado de naturaleza, cazaba la comida que comíamos los domingos, creaba cuchillos en su taller y todos sus muebles eran hechos por él; era rústico, pero nos trataba a mi hermana y a mi como si fuéramos sus hijos.
—Se escucha que fue un buen hombre. ¿Qué le pasó?
—No lo volví a ver…— Dijo con tristeza en su voz.
—¿Por qué?
—Mi padre nos alejó de él. —La tristeza fue reemplazada por molestia. — Mi abuelo nos defendía de él, y eso a mi padre le molestaba. Odiaba que le quitaran “autoridad”, por eso puso una orden de restricción en su contra y mi abuelo no tuvo más opción que retroceder. Intentó varias veces acercarse a nosotros pero…
Cerró los ojos y suspiró. Los recuerdos le estaban doliendo, entendía ese sentimiento. Su expresión hablaba más que mil palabras que pudiera decir, me contaba una historia sin siquiera articular algún vocablo.
—Mi padre hizo que lo alejaran para siempre. Desde ese día no lo veo.
—¿Sigue con vida?
—Estoy seguro que si. El abuelo podía ser viejo, pero la muerte le huia.
—¿Y lo has ido a ver?
—No, eso es imposible.
—¿Por qué? ¿Lo tienen prohibido? ¿No pueden ver a sus familias?
—No tenemos familias, Nina. — Me volteó a ver con ojos tristes.— Somos asesinos. No tengo ni idea de cuántos enemigos podríamos tener. Si alguien logra descubrir nuestras identidades no pueden saber que tenemos personas las cuales pueden usar para lastimarnos.
—Pero es tu abuelo, alguien a quien quieres, una visita no haría daño, tendrías cuidado…
—No. Si mi abuelo supiera en lo que me he convertido…no me querría ver a la cara.
—Estoy segura que no es así, seguro tu abuelo entendería…
—¿Qué va a entender? Soy un asesino. Mi abuelo siempre me dijo que el ser humano se diferencia de los animales en el poder controlar sus impulsos, en no dejarnos llevar por nuestra sed se sangre y nuestra ira. Le he fallado.
—Hay veces que no puedes controlar lo que sientes, el ser humano no es una máquina para no sentir.
—¿Alguna vez has matado a alguien? ¿Alguna vez has disfrutado ver cómo la sangre de una persona mancha tus manos? Eso no es normal, Nina, es puro instinto animal.
—¿Lo dices por el que me secuestró? Él se lo merecía, Tobi, había dañado a muchas personas.
—No hablo de él. La verdad es que su muerte me importa un comino.
—Me dijiste que ese fue tu primer trabajo.
—Y lo fué, pero no fue la primera persona a la que asesiné.— Estaba viendo al piso al decir eso, con la miraba perdida absorto en pensamientos que yo no podia decifrar. — No somos personas normales, Nina. Somos asesinos a sangre fría, y cada gota de sangre que derramamos nos atormenta en las noches.
—¿Y por qué lo hacen? ¿Por qué se condenan de esa manera?
—Porque eliminando a esas personas…a esos monstruos…sentimos que en nuestras almas se limpian algo…sentimos que podemos redimirnos en algún momento.
No tenía respuestas a sus argumentos, contestar a sus palabras me fue imposible. Definitivamente no entendía, no podría entender jamás. Yo nunca había matado a nadie, y no me imaginaba disfrutando hacer sufrir a una persona. Siempre he deseado hacerle daño a las personas que me habían lastimado pero…pensándolo mejor, ¿Lo haría? ¿Tendría el valor? ¿Cómo estaría después de hacerlo? ¿Me sentiría mal? ¿Sentiría culpa?
Tobi era solo un chico, un adolescente, pero por la forma en que hablaba supe de inmediato que habia vivido mucho, demasiado para su edad. También sabía que no me estaba diciendo toda la verdad, y el hecho que se estuviera guardando detalles de su historia me daba a entender que el asunto era mas oscuro…y más turbio de lo que se veía en la superficie.
—Hay muchos monstruos allá afuera, Tobi. Es bueno que haya gente que les de caza. Y entiendo, eres muy joven pero déjame decirte que el matar a unos enfermos no te hace menos digno, es más, te hace más digno aún porque haces lo que los demás no.
—No es así como dices.
—Obvio no. No sé un carajo de por qué lo hacen realmente. No conozco a tus demonios, ni los de Jack, ni los de Helen, pero tengo a los míos. Todos tenemos lo que nos atormenta cuando dormimos, ninguno sale ileso.
—¿Por qué intentas hacerme sentir mejor? No somos lo que piensas. No somos héroes, no somos justicieros, solo matamos gente para sentirnos mejor con nosotros mismos.
—¿Y eso qué? ¿Crees que yo no he pensado en matar a alguien? ¡Todos hemos tenido esos pensamientos!
—¡Pero son eso! ¡Pensamientos! No trates de ver un lado bueno en esto, Nina.
—Estoy segura que no son malas personas, solo están en un mundo oscuro.
—¿Y por qué lo piensas? — Me dió la cara y se acercó a mi, yo di un paso atrás. — ¿Por qué crees que somos buenas personas? ¿Porque te tratamos bien? ¿Porque actuamos como personas normales? ¿Porque tenemos sentimientos? ¿Te sientes identificada con nosotros? ¡No sabes nada, Nina! No nos deberías ver cómo personas que tienen bondad en su corazón, ni príncipes o princesas que tienen un mal final. Somos monstruos que cazan monstruos, demonios que se esconden en las sombras y asesinan a sangre fría sin tener compasión alguna.
—¡Pero asesinan a personas culpables! Solo están haciendo justicia.
—No, solo somos verdugos de personas igual de locos que nosotros.
Tobi se dió la vuelta y salió del taller sin decir nada más. Me quedé sola allí rodeada de armas y cuchillos, bajo la luz tenue del taller y con mal sabor de boca.
La cagaste.
Si, ya me di cuenta.
Salí del taller con algo de culpa. Tobi era un buen chico aunque no lo viera. Se había completado demasiado bien conmigo, desde que estabamos en la cabaña, se comportaba como un chico normal en un mundo que no le pertenecía. Tal vez no debí hablar sobre ello, a lo mejor no deja tratar de convencerlo de que era una buena persona pero, ¿Me culparían por intentarlo? El chico se me hacía muy parecido a…
Jeremy. Recordarlo me dolió en el alma. Él fue el mejor hermano que pude haber deseado, me cuidaba y aconsejaba como si la vida se le fuera en ello. Según él era porque era una niña y me podían hacer daño, así que era su deber protegerme, pero ahora sé que lo hacía porque me quería. Aunque de apariencia eran distintos, Tobi me recordaba mucho a Jeremy…por eso no quería que se sintiera incómodo o herirlo con palabras.
Y lo peor es que no lo herí con palabras, lo herí con recuerdos que seguramente él no quería revivir, por eso me sentía la peor persona del mundo.
Mientras me estaba castigando mentalmente, pasé por una puerta que estaba abierta, aunque bueno, creo que se le podría decir abierta, ya que no tenía puerta como tal. Mejor dicho, era una entrada.
Escuché algunos sonidos de allí y entré sin pensarlos dos veces. Si, si, he entrado mucho a habitaciones sin avisar y por curiosidad pero es que…entiendan.
El chisme es vida.
Bueno, volviendo al tema. El sitio era el gran gimnasio que había visto antes con la guía de Jack. Había máquinas para hacer ejercicio exparcidas por todo el lugar, estantes con pesas e incluso un cuadrilatero en el centro. La luz que llenaba el lugar era muy tenue, ya que la fuente estaba encima del cuadrilátero y el solo habían unas cuantas lámparas en las esquinas, por lo tanto en algunos puntos específicos del gimnasio había una oscuridad considerable.
Sigo el sonido lentamente, poniendo atención con mi oído. Cuando más cerca estaba me di cuenta que era el ruido de golpes, de alguien golpeando un objeto. Cuando estuve lo suficientemente cerca puse ver el verdadero origen.
Una figura masculina de gran tamaño. Piel morena, cabello corto estilo militar. Traía puesta una camiseta que dejaba ser sus brazos trabajados, y si, para las curiosas, sus bíceps eran muy grandes. El sudor cubría su piel, por lo que tenía un brillo que lo hacía notar en la oscuridad. No traía guantes, solo tenía sus manos vendadas, pero no parecía tener ninguna clase de cuidado al golpear el saco de boxeo, el cual con cada golpe sentí que se iba a romper en mil pedazos.
Con cada golpe era una exhalación forzosa que hacía, podía escuchar claramente como el aire salía de sus pulmones a través de su boca acompañado en perfecta armonía por el ruido de la arena que estaba en el interior del saco siendo impactada por el muchacho este.
Dió unos últimos golpes al saco y después lo abrazo, respirando con dificultad, dejándome ver cómo su espalda subía y bajaba por la acción de sus pulmones cansados. Se quedó un rato allí, pero se puso derecho al cabo de unos minutos y tomó una toalla que estaba cerca de él para secarse el rostro, volteó a verme y abrió los ojos por sorpresa por un minuto.
—¿Qué haces aquí?— Me preguntó Reed volviendo a su mirada fría de siempre.
—Eh…estaba paseando y quise ver el gimnasio.
—Ah, bueno.
Él agarró una botella de agua que tenía cerca y empezó a beber, yo solo me quedé allí sin saber que hacer.
—No sé, parecias muy pensativa cuando entraste al gimnasio.
—¿Cómo?
—Que tú no me hayas visto al entrar no significa que no te viera a ti. — Dijo señalandome con su botella de agua. — ¿Qué te tiene tan pensativa?
—¿En serio te importa?
—¿Por qué no me importaría?
—Pues me has tratado del culo desde que me viste por primera vez.
—No te he tratado del culo, simplemente no te he tratado.
—¿Por qué? ¿Te caigo mal?
—Es imposible que me caigas mal, no te conozco, así como tampoco me puedes caer bien porque solo has estado como una semana aquí.
—Bueno si, tiene sentido. Entonces supongo que eres el más sensato de este lugar.
—Un poco, si. Cuestiones que regalan la edad. ¿Me vas a decir que te tenía tan perdida o me voy para que estés sola?
Suspiré.
—Es que…no sé cómo decirlo.
—Con palabras preferiblemente. — Me contestó.
—Puede que discutiera con Tobi…
Su cara era de incredulidad genuina.
—¿Con Tobi?
—Si, ¿Por qué esa cara?
—Es que Tobi no pelea.
—Bueno, no es que peleara conmigo sino que…puede que lo hiciera sentir mal con algo que dije…
—A ver, ¿Qué le dijiste?
Le conté toda la conversación que tuve con Tobi de principio a fin. Apenas empecé a hablar no pude parar, como si algo me instara a soltarlo todo. Reed solo me veía con atención mientras se quitaba las vendas de los nudillos. Al terminar mi relato él solo negaba con la cabeza.
—Bueno, mi conclusión es que la cagaste. — Me dijo, y me molesté.
—¿Crees que no lo sé? Es que me daba cosa que se castigara tanto …
—Es que ese es el problema.
—¿Eh?
—Tobías es uno de los más jóvenes aquí, no está aconstubrado a matar y no le gusta hacerlo. Tiene demasiada culpa acumulada y se cree un monstruo solo por haber asesinado a una persona.
—Pero…¿No son asesinos? Está entrenado para eso.
—No, él no. Tobías no es como Jack, Helen o yo, él no llegó aquí como un recluta. Llegó aquí como una víctima.
Abrí los ojos como platos al escuchar esas palabras de su boca. ¿Una víctima? ¿Cómo era eso posible?
—¿Una víctima?
—Si. El Jefe lo trajo cuando tenía catorce. Lo encontró en el bosque rodeado de un incendio que él mismo provocó.
—¿Y solo se lo llevó?
—No tenía a dónde ir, no podía regresar a su casa.
—Por su padre, algo me había contado sobre él.
—El padre de Tobías era un monstruo, pero por eso mismo se siente culpable.
—No comprendo.
—Tobías asesinó a su padre con sus propias manos.— Mi cara debía ser un poema, pero Reed siguió hablando. — Se siente culpable desde entonces. Cuando llegó aquí casi no podía ni dormir, Jack lo ayudó mucho entonces. El chico había pasado por mucho.
—Pero…no fue su culpa, ¿O si? Debió ser defensa propia.
—No se sabe. Tobías no recuerda mucho de esa noche, solo recuerda que despertó y tenía un hacha ensangrentada en sus manos, estando arrodillado frente a su padre moribundo.
—Dios…
—Si. Entonces no trates de convencerlo que es un héroe, no lo harás sentir mejor. No eres nuestra psicóloga, no vas a lograr que nosotros seamos mejores personas. Si vas a estar aquí, es mejor que te aconstumbres a lo que somos: asesinos.
Parecía serio al decirlo y no me daba razones para dudar de su palabra. Bueno, era verdad, no los iba a cambiar incluso si fuera una psiquiatra experta. Eran asesinos, cada uno con sus traumas personales, yo solo era una chica que habia aparecido de la nada.
Pero también tienes tus traumas.
Pero no soy asesina.
Aún…
¿Qué?
—Lo tendré en cuenta…— Terminé diciendo bajando la cabeza.
—No somos héroes, Nina, te lo dejo muy claro. Ninguno de nosotros.
—Pero tampoco son villanos.
—Tampoco. Somos soldados de una causa que creamos nosotros mismos, espíritus de venganza para aquellos que ya no están con nosotros.— Sonrió. El maldito sonrió por primera vez desde que lo conozco. — No buscamos redención como tal, Nina, buscamos otra cosa.
—¿Y que es lo que buscan?
—Eso lo dejo para que lo descubras por ti misma. — Reed puso su toalla en el hombro derecho y tomó su botella de agua. — Ahora, fue un gusto, pero voy a darme una ducha.
—¡Hey! — Lo detuve. — ¿Puedo pedirte un favor?
—Depende de cuál sea. — Contestó con cara de fastidio.
—¿Me podrías enseñar a pelear?
Su fastidio fue reemplazado rápidamente por una curiosidad genuina, mezclada con algo de sorpresa.
—¿A quien quieres golpear?— Preguntó divertido.
—Es que quiero saber defenderme por si…ocurre algo que lo requiera.
—Me parece bien. Empezamos mañana en la mañana, sin falta. — Yo sonreí ante su respuesta. — Pero no esperes que sea suave contigo. Si quieres aprender, será a mi manera. No porque seas la protegida de Jack te voy a tratar como princesa.
Me estaba cansando de ser la protegida de alguien.
—Me parece justo. — Contesté asintiendo con seguridad.
—Nos vemos mañana entonces. No llegues tarde.
Regresé a mi habitación un poco más motivada. Tenía nuevo entrenador, eso era bueno, aunque me daba miedo de los métodos que podría utilizar para enseñarme. Siento que me entrenará como a una Apolo Creed de piel blanca.
Al llegar, entro y me encuentro con Tobi que está alianzando mi cama. Si, la está tendiendo. Me paralizo en la puerta y cuando él voltea se paraliza también, y los dos nos quedamos viendo a la cara del otro. Sabía que tenía que decir algo que pero no sabía que decir siendo sincera, no quería cagarla de nuevo.
—Perdón. — Empecé diciendo, captando su atención. — Perdón por lo que dije, no creí que te sentirías mal.
—No tienes que disculparte. Fue con buena intención, soy yo el que debió comportarse.
—Se que hay temas que son sensibles…y no nos conocemos casi. No sé lo que hayas pasado, no me imagino las cosas que tuviste que pasar para llegar aquí…
Imaginarme a un Tobi solo un poco más joven, con ojos llorosos, frente al cadáver de su padre era demasiado fuerte, pero más irreal es imaginar a Jack ayudándolo cuando llegó. ¿Por eso Tobi confiaba tanto en Jack?
—Solo…lo siento.
—Tranquila, no sabías nada, es comprensible.— Volvieron los ojos dulces y brillantes que se habían apagado hace rato. Me sentí a gusto, tanto que sonreí. — ¿Amigos?
—¿Aunque nos conozcamos solo desde hace una semana?
—Hago amigos muy rápidamente, además, estoy seguro que vale la pena ser el tuyo.
Mi sonrisa se ensanchó mucho más al escuchar esas palabras. Amigo, ¿Eh?
Te estás acostumbrando muy rápido a este lugar.
Lo sé, y no me importa. Me protegían y me ayudaban, a pesar de todo me sentía segura aquí. No me sentía así de bien en un lugar desde hace mucho tiempo. Ya no me sentía como una prisionera, sino que ahora de una forma increíble me sentía en…casa...
Me sentía muy bien. Me sentía segura.
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