Traiciones
Nikolái está sentado a mi lado, con la cabeza en alto y los ojos cerrados, ambos frente a la puerta por donde se han llevado a Dante. Ha permanecido en esa posición desde que el doctor se lo llevó, distante y sumido en sus pensamientos.
Mi mejor apoyo es guardar silencio, sostener su mano y no soltarle. Siendo el tipo de personas que no parece necesitar ayuda de nadie, aunque los dedos entrelazados con los míos con fuerza indiquen otra cosa.
Fue un golpe de suerte, que la clínica en donde castraron a los cachorros de Dante tuviera servicio las 24 horas. Esperaba seguir conservando la buena fortuna y el doctor logrará salvarlo.
—Vi una cafetería a tres locales, ¿Quieres un café? —sugiero y niega.
—Iremos los dos, cuando nos den noticias. —responde en tono gélido.
Es una bomba de tiempo que explotará en cualquier momento. Sostengo con fuerza nuestras manos y se queda viendo el gesto en silencio. Es una lucha que quizás pierda por ausencia de armas correctas, con todo, daré lo mejor de mí.
—¿Cómo llegaron a estar juntos?
Si bien, tengo interés en conocer todos los detalles. En este instante lo que busco es hacerlo salir de ese silencio perturbador. Abre los ojos y vuelve su mirada hacia mí, me observa en silencio por mucho tiempo, tanto que llego a pensar no me ha escuchado.
—Fue casualidad, —responde al fin —salí en búsqueda de Carlo, un compañero —toma nuestras manos, las deja en sus piernas y las cubre con la otra —Le gustaba y le gusta —corrige con sorna— las peleas clandestinas, los busqué en medio de ellas y en una de esas, Dante era la estrella.
—¿Dices que dante era un luchador? —cuestiono incrédula. Algunos comportamientos del peludo cobran mucho sentido luego de esa confesión.
—Es una manera extraña de decirlo. —Tuerce sus labios en una mueca divertida y sonríe —Entré cuando lo anunciaban, no pude despegar los ojos de él y quise verlo ganar.
—¿Qué sucedió? —insisto en saber cuándo guarda silencio por mucho tiempo.
—¿Cómo lo obtuve? —afirmo y sonríe ante mi rostro cargado de sospecha.
—¿Lo robaste?
—No, pero era mi segunda opción si no me lo cedían esa noche.
Esa noche, Dante había ganado varias peleas, por desgracia, la que Nikolái presenció fue la excepción. Colapsó ante el primer embate del otro perro y aquello le resultó extraño. El animal que vio ingresar a la arena era un ganador.
—Todos a mi alrededor se sorprendieron al verle caer.
Las teorías sobre su caída iban desde que era su cuarta o quinta pelea, hasta que había sido drogado. Lo primero aseguraron que nunca fue un impedimento, Dante había estado en más disputas y con contrincantes más fuertes.
Lo de ser drogado cobró fuerzas, la banca en la que Nikolái estaba sentado presenciando la lucha, eran personas que habían apostado por él. El rumor fue que su dueño había recibido dinero para que perdiera. En búsqueda de resultados y para segurarse así sucediera, lo drogó.
Dante sufrió heridas letales, no lo retiraron aun cuando era obvio, no iba a levantarse. Calló frente a todos y se dejó atacar por el contrincante sin que pareciera tener fuerzas para levantarse.
—¿Qué hay de su dueño? ¿No hizo nada? —niega apretando los labios.
—Era un desecho para él, ya no le importaba —comenta hostil con todo su cuerpo tenso.
Siguió a los que lo retiraban y descubrió que lo iban a sacrificar, se ofreció a pagar por él y se lo obsequiaron. Aseguraron que no valía ni un rubro y era la una mala idea. Lo describieron como un animal salvaje, sin más razón de vivir que la lucha.
—Lo llevé a una clínica —señala el lugar y sigue — lo estabilizaron en un lugar parecido a este y lo llevé a casa.
La dispurs que siguió fue intentando que comiera o se levantara, hasta conocerlo no sabía que los animales se deprimían. Él tenía todas las señales de una depresión. Su rescate lo tomó a personal, estaría en Moscú una larga temporada y podía permitirse una mascota.
—Pero no fue una mascota, lo gané. —dice sonriente y su sonrisa muere en sus labios tras retraerse unos segundos. —obtuve un amigo, compañero y soporte. —describe —nunca me he planteado una vida sin él, no tan pronto.
—¿Nunca te has tropezado con su antiguo dueño?
—No. —apoya su mano libre sobre las nuestras.
—Es increíble que lo desechara por dinero o lo dañara —me quejo —imagino que obtuvo una fortuna, lo mínimo que merecía era un retiro digno.
—Al día de hoy, no tengo idea de como hizo para drogarlo —confiesa —en su recuperación y para probar mi teoría, le di de comer carne truqueada.
—¿Cómo…?
—No la consumió, sin importar el nivel de su apetito, nunca lo hizo. Por varios días, con las mejores carnes, fue capaz de oler el químico más imperceptible. —me interrumpe y me sorprende —descubrí que tiene un olfato superdesarrollado y es capaz de captar cualquier químico.
Una vez lo hace, no va a consumir lo que le des y si está al interior de algo, lo destruye. Esa conducta la vio como un alivio, si alguien quería dañarle a través de él, no lo iban a lograr.
—Y lo hiciste tu hijo…
—Y me sentí orgulloso de tenerlo—sigue por mí—eso no me dio las respuestas que quería, pero sí la certeza que había ganado a un amigo.
La llegada del veterinario nos hace levantar a ambos y eliminar distancia. El hombre trae su uniforme manchado de sangre, rostro sudoroso y cargado de pesar.
—Extrajimos la bala, ha perdido mucha sangre.
Abre la mano mostrando una pieza dorada en medio de ellas que deja en manos de Nikolái que lo recibe en silencio observándola por largo tiempo.
—Estamos buscando donantes para cubrirlo —se aclara la garganta y nos ve a uno y a otro.
Si bien, lo trajimos a tiempo, lo delicado de la herida y la zona del disparo hace difícil que se recupere. Nikolái lo escucha en silencio, empuñando la bala con fuerza. Los nudillos se tornan blancos y sus músculos se tensan mientras el doctor nos describe la zona en que resultó herido.
—No les haré promesas, su condición es complicada.
Nikolái es quien hace las preguntas, el nudo que se instala en mi garganta impide que hable. Pregunta cuando puede verlo y el veterinario nos dice que le dejará pasar, aunque está dormido.
—Estaré monitoreándolo y les mantendré al tanto —explica —por aquí por favor.
Me quedo en mi sitio entendiendo que es un instante que necesita hacer solo. Se detiene al dar varios pasos y no verme, sonrío afirmando en silencio sin poder encontrar vos.
Él no lo dice, pero tengo el presentimiento que es por mí. Alguien dañó a Dante y esta a punto de morir, por mi causa.
****
Estuvimos toda la noche en la clínica, llenando los registros y asegurándonos que encontraran la sangre que necesitaba. La clínica recibió colaboración de varios colegas y lograron que recibiera la transfusión.
El regreso a casa fue en silencio, como si saliéramos de un funeral. Nikolai, ingresó a su casa luego de volver, volvió con su laptop, la del señor weber e improvisó en el comedor lo más parecido a una oficina. Con el móvil a un costado que revisa de vez en cuando y todo su trabajo disperso en la mesa.
Desde entonces mis intentos por alzar su ánimo son infructuosos.
—Es la tercera taza, deberías comer —le digo entregándole una enorme de café humeante, sin azúcar y bastante oscuro. —Se pondrá bien.
—¿Es una pregunta? —me ve un instante antes de fijar sus ojos en la pantalla del PC.
—Es un ruego —confieso dirigiéndome a la cocina. —¿Seguro que no quieres nada?
—Seguro. —responde sin despegar la mirada de su labor.
Las doce campanadas del reloj de la cocina anuncian que ha llegado medio día y Nikolái no da señales de estar conmigo. Lo que sea hace frente a la PC debe ser importante, porque habla consigo mismo y en su idioma.
Puede que su apetito despierte si le hago de comer, por lo que abro el refri. Ante mí tengo una variedad de posibles platillos. Estoy divagando cuál sería su debilidad cuando noto la carne que Ginger le intentó dar a Dante.
Asqueada y con un dolor en mi pecho, tomo el recipiente y lo lanzo al lavaplatos. Hago lo mismo con la pieza que quedó a medio comenzar y varias más, . El ruido del cristal romperse llama la atención de Nikolái qué se levanta y me ve preocupado.
—¿Te cortaste? — espera una respuesta que no llega. —¿Qué cojones? —pregunta al llegar a mi lado y ver lo que ha llamado mi atención.
Una capa blanca se retuerce sobre la comida de Dante y toda lo que he lanzado en el lavaplatos. La imagen de los gusanos retorciéndose resulta asquerosa y sacada de una película de terror.
—¿No se supone que lo compraste ayer?
Aprieto las manos con fuerza rememorando la mañana de ayer y los intentos de ella porque Dante consumiera. A esa bola de recuerdos, se le unen las palabras de Nikolái elogiando la capacidad de su amigo de no consumir algo dañino.
—¿Ana? —pregunta haciéndome girar —¿Por qué lloras? ¿Qué sucede?
—Es la comida de Dante —señaló los trozos cubiertos de gusano —No quiso comerlo.
Alzo el rostro hacia él y mi vista se nubla producto de las lágrimas. ¿Cuál fue su primera lección?
—Sobre las traiciones —murmuro en voz alta con sus manos cubriendo mi rostro —¿Qué fue lo que dijiste?
—¿Quién le dio esa comida a Dante? —pregunta y el timbre de la puerta suena.
—Ya lo recordé … Las traiciones son un regalo exclusivo de los amigos.
—Entiendo —comenta abrazándome contra él y dirigiéndonos a abrir la puerta —No es tan malo, ahora que sabes que es ella, todo lo demás será más fácil.
Abre la puerta y nos topamos de frente con dos oficiales. Con todo lo sucedido había olvidado la advertencia del señor Rogers.
—¿Ana Lucia Edevane Cook? —pregunta uno de ellos y afirmo pasando saliva sintiendo el agarre de Nikolái en mi cintura fuerte.
—Queda usted bajo arresto…
—Llama al doctor Rogers —le digo viéndolo a los ojos y escuchando los derechos que tengo de parte de uno de los oficiales y los cargos en mi contra —sabía que esto sucedería, solo que lo olvidé —me excuso.
—No es tan malo —repite limpiando mi rostro y dejando un beso en mi mejilla —Dante indicó el camino a seguir, yo me encargo que salgas libre.
No tengo claro como lo hará, en este instante mi vida es un caos, mi mejor amiga me traicionó y Dante agoniza por mi causa. No tengo motivos de peso para vivir, sigo siendo un peligro para quienes amo.
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