Rumbo inesperado
No había rastros de Ludov, ni en morgues u hospitales. Mi tiempo seguía dividiéndolo entre los Frederick y Ana, con la ayuda de James logramos varios datos. Hallamos los datos del taxi y su propietario. Por un instante llegué a imaginar que la placa era falsa o el taxi robado. Nada más lejos de la verdad. La placa era la correcta y los registros, al día.
—¿Qué me tienes? —le pregunto a James al ingresar —Tengo tres horas. —espero sea suficiente.
James era el único disponible en la empresa, mis hermanos estaban de vacaciones con sus mujeres. En la ciudad solo se encontraba Vryzas y no quería implicarlo en algo que podía hacer solo.
—Esta es la dirección del lugar.
Recibo el documento de James y leo lo inscrito allí en silencio. Buscando un registro de algo conocido a su alrededor, sin resultados. Cuento como pocos años en este país para conocer cada rincón, el sitio que está escrito es uno de ellos.
—¿Deseas apoyo? —sugiere y guardo silencio —es necesario que sepas la presencia en esa zona es delicada.
—¿Qué tipo de presencia? —pregunto leyendo la dirección una vez más.
—Drogas, prostitución, armas y servicios especiales —concluye y observo a James.
Es un hombre alto, de cabello rizado y piel bronceada, bien sea por genética o por exposición al sol. Se ha adaptado al empleo, su labor hay que decirlo es excelente y ha sabido darle un rumbo a la empresa que ninguno de nosotros podríamos.
—¿Qué tipo de servicio? —insisto en saber y los ojos oscuros de James brillan de forma divertida. —¿Mujeres o algo más?
—Te lo diré así —suspira —el general Eslora...
—Tu padre —corrijo y aprieta los labios, fastidiado.
—Fue a ese lugar al que fue, cuando me buscaba —sigue ignorando mis palabras —allí le pusieron un precio a mi cabeza.
—Asesinos a sueldos —concluyo indiferente —¿Por qué no lo llamas por lo que son?
—Son más que eso Nikolái —niego y suelta el aire —no eres todopoderoso, tienes una familia ahora, piensa en ello.
—No pondré mi vida en riesgo —le calmo —viví muchos años rodeado de ella, sé comportarme.
—¿Por qué no esperas al regreso de Stan, Noah o Akim? —comenta viéndome levantarme —¿Al griego? —insiste.
—¿Sabes como conoces a un verdadero guerrero?
Mi pregunta lo toma por sorpresa y niega lento, vislumbrando en sus facciones preocupación. La mejor forma de saber si estas o no frente a uno es observando su comportamiento. Suelen estar rodeados de misterio y de una calma que contrasta con lo que fueron o son.
—Son seres tranquilos, buscan siempre su paz y tranquilidad. —sigo y sonríe sin entenderlo —han combatido, salieron heridos en una o mil guerras. Saben lo que es el dolor, frustración y el sufrimiento.
Guardo silencio un instante y guarda la dirección tomando la americana a mi paso por la puerta. El tiempo en libertad de Ana Lucia se agotaba, la premura por hallar respuestas me hacía querer llegar hasta las últimas consecuencias.
—Busca guerra, quien no la conoce James. —le explico. —prefiero la tranquilidad que este trabajo a las calles...
—Me estás dando la razón —niego, no ha entendido.
—Fueron ellos quienes despertaron a la bestia —le miro un instante y sonrío —habrá muertos James, pero no de los míos.
No hace más comentario, sus emociones la refleja tensando su cuerpo e irguiendo la espalda en la silla. Fueron ellos (Quien sea que fueran), los que me obligaron a ingresar en esta lucha. Al atacar a quien o podía defenderse, ni contaba con las armas para hacerlo.
Alguien distinto a Ludov desea hacerle daño a Ana, cuenta con el odio y el dinero suficiente para contratar este tipo de servicio. Ingreso al auto, busco la dirección y en los siguientes minutos me concentro en seguir las indicaciones.
Mientras lo hago, me pregunto los motivos que pueden existir, también en que si fue alguien experto todo cambia, el motivo cambia. Ya no es por ese asalto, existe algo más. Recuerdo el primer y único día en que la llevé a polígono, el hombre que nos asechaba.
La descripción no era de Ludov y según Ana fue la última vez que vio el arma ¿No estaba ese miserable alejándose de la zona de la bolsa donde reposaba? El flash de recuerdos me hacen recordarlo con exactitud y tachar a Ginger como sospechosa de ese robo.
¿Qué haría los cincuenta si fuera un caso para nosotros? Vigilar el objetivo, saber rutinas, fallas y costumbres. Las personas suelen tener los mismos comportamientos todos los días. Al Visitar determinados lugares tomaban los mismos caminos, por comodidad y rutina.
Ana Lucia Edevane, no era la excepción, aunque no era un objetivo complicado. De querer desaparecerla, se hubiera podido hacer en cualquier instante. Esa aseveración me lleva de nuevo al arma desaparecida y el hombre que huyó de mis ataques.
Sacar del camino a alguien no siempre significaba quererlo muerto, algunos desean no verlo en libertad o sufrir una lenta agonía. Yo sé de esos, cualquiera de mis hermanos y más Vryzas. Lo que hay que saber es que tienen Ludov y Ana en común, qué tercero lo quería muerto y por qué. Con esos interrogantes avanzo por la atestada vía, al tiempo que me repito.
Lo que hago por ella, lo haría por cualquiera.
No lo hago por su sonrisa, cómo reacciona mi cuerpo al verla, la forma que tiene de mirarme, hacerme sentir especial. Ese estado de indefensión y fortaleza que solo su presencia me brinda, o la erección que me acompaña cada que estoy cerca de ella.
Detengo el auto leyendo los números sobre la puerta y repitiendo lo mismo una y otra vez. Aunque el demonio susurre en mi oído, "te estás mintiendo".
La buena noticia es que no hice el viaje en vano y la dirección existe. La mala, el GPS me llevó a un club nocturno. Sin bajarme del auto, con el trozo de papel en mis manos contemplo no solo a transeúntes y clientes pasar o ingresar al lugar.
También los riesgos de seguir mi instinto y llegar a un punto en que es muy seguro me estén esperando. Después de todo, aún no borro de la lista como posible causa de ataque a Ana. Mi amistad con ella.
Sin pensarlo más salgo, avanzando decidido hacia el club.
Pediré un trago, un servicio con alguna ramera y detallo el sitio. No hay mejor forma de hallar respuesta que haciendo lo que nadie espera que haga. Además, existe la remota posibilidad que mi gusano haya perdido finura y ya no desee lo estilizado, sino lo corriente.
Es poco probable, pero soñar no cuesta nada.
****
El barman deja la botella en la barra con fuerza y esta salpica a su alrededor. Al anciano a quien va dirigido la bebida no se molesta por el acto de desprecio y recibe la botella sonriendo con satisfacción. Sus ojos brillan al ver el líquido ambarino dentro de la botella.
—Después de esta, te largas.
—Voy a pagarte. Hasta el último dólar, hoy es mi día de suerte.
Hipea, al decirlo, ambas muecas(la promesa y el gesto), es vista con odio por el barman. Lo que sigue es el diálogo que he escuchado por varias horas. Jimmy es un cliente asiduo del local, de esos que abren créditos y pagan cuando tienen una racha de buena suerte. Que suele ocurrir cuando gana alguna apuesta en las carreras de caballos. Sus dos grandes vicios, licor y apuestas.
—Es lo que siempre prometes.
—Eres tú y este apestoso lugar el que disfruta de mi buena suerte —espeta enfadado.
—No hables como si me dieras limosnas. Si todo lo que ganas y pensión llega a este sitio es por tu vicio...
La discusión entretiene a los presentes, una disputa que según escucho a mi alrededor es típica a esa hora. El viejo alcohólico se convierte en mi mejor fuente de información y no lo pierdo de vista. Un cliente recurrente, con un vicio que mantener es oro. Los bellos de mi cuello se crispan y sé de quién se trata.
En la parte norte del club, un grupo de cinco hombres juegan una partida de naipes. Uno en particular de vez en cuando mira a la barra, puede verse como que le divierte el intercambio de palabras, no es así. No hay nada de diversión en su risa y la mirada no recae en el borracho, sino en mí.
Ese comportamiento lo hace más interesante y me ha mantenido por más de dos horas.
—No digo más que la verdad...—insiste el viejo y golpea con la botella la barra —mi salario y buena suerte, van a parar aquí.
Jimmy, un hombre, con mucha mugre encima y la pestilencia alcohol exudando por sus poros. Cliente asiduo del sitio, bastante conocido, todo el que ingresa al sitio lo saluda, le gasta una broma u obsequia una bebida.
Freddy, el barman, por su parte, es un hombre bastante joven (23 o 25), gruñe una maldición cada que alguien le brinda algo. Su paciencia parece estar llegando a su fin y lo demuestra al entregar cada bebida con violencia.
—Te cerraré el crédito, das un mal ambiente —le riñe.
—Si supieras quien soy y lo que represento....
—No me interesa quién eres, para mí eres un cliente molesto al que no estoy dispuesto a soportar —responde en calma.
Si no he perdido el toque, en unos minutos Jimmy será sacado del lugar a la fuerza. Pido la cuenta, hago el pago en efectivo y me retiro de la misma forma en que llegué.
En silencio y sin ver en ninguna dirección.
—No eres de la zona —habla una voz detrás de mí.—Tres horas y dos cervezas, la mitad de ellas ni las tomaste.
No me detengo, ni me molesto en responder, tampoco es necesario ver hacia él para darme cuenta de que es el hombre que hasta hace unos minutos departía con sus amigos.
—Me atrevería a decir y sin escucharte hablar que ni siquiera eres de este país. — insiste aún más cerca. —Los tipos como tú solo buscan problemas o putas. —hace una pausa, tiempo en el que reviso el perímetro —¿Qué buscas?
Los pasos se acercan y mi mirada viaja a mi alrededor. No es tan imbécil para enfrentar a un desconocido sin seguridad. En las sombras debe existir un par de miserables con sus armas apuntando en mi dirección y aquello me hace sonreír.
—Tus putas no me gustaron —retiro el seguro del auto antes de seguir. —todo lo demás es bueno, pero no lo recomendaría a mis amigos.
—Estás lejos de tu zona...
—Busco a Elijah Hamilton —interrumpo.
Giro mi cuerpo hasta quedar frente a él, encontrándomelo a no más de cuatro metros. Sigue aún sobre la acera del lugar, pero atento a mis movimientos. Si bien, la descripción que Ana Lucia dio del taxista en nada se parezca al hombre ante mí. La tensión en su cuerpo me dice que es a quien busco o lo conoce.
—Hace veinte tres días su taxi hizo un servicio —sigo diciendo, pero la tensión en su cuerpo no baja —necesito al hombre que lo hizo.
—Tengo veinticuatro choferes y el mismo número de taxis, sin la placa es imposible...
— Necesitará un nuevo chofer para ese auto.
—Me temo que desconoces jerarquías y riesgos...—señala el lugar y sonríe —cruzas mis dominios, usas mis instalaciones y... ¿Te atreves a amenazar a uno de los míos? ¿Un desconocido?
—Conozco la ley de la calle, son ustedes quienes la han olvidado —le interrumpo dando un paso hacia él —Soy Nikolái Borch Romer, —me presento en calma. —Te ahorrarías problemas si me dijeras donde ubicarlo...
No lo hará, porque no tiene ni puta idea de que hizo o de que le hablo. Intenta ocultarlo, pero logro ver rastros de contrariedad en sus facciones. Permanezco frente a él hasta que los cuatro restantes salen del lugar u lo rodean. Armados y con posiciones perfectas para dar en el blanco.
La presencia de sus hombres le da tranquilidad, aunque no la suficiente para alejar su rostro de mi humanidad.
—No puedes buscar problemas en sitios que no conoces y temas que no te competen. —habla tras una larga pausa.
—De ustedes depende el número de bajas —retrocedo un paso y antes de partir les digo —no me detendré hasta encontrar respuestas....
Ingreso al auto y los veo a ellos hacer lo mismo en el club, no sin antes anotar la placa de mi auto. Piso el acelerador para tomar la vía principal y largarme, freno al llegar a la parte trasera cuando un bulto negro es arrojado a la vía.
Salgo del auto que rodeo hallando al borracho con varios raspones y golpes en su rostro. Estiro una mano hacia él que toma sin verme y le ayudo a levantarse escuchando sus lamentos por el trato recibido. Aseverando que algún día tendrá tanta suerte que podrá recuperar su dignidad y vengarse de todos.
—Todo era distinto cuando su padre tenía el control, pero lo lanzaron a la calle—me habla. —estos imbéciles han dañado el club, no es ni rastros de lo que era.
—¿Está bien? —le digo una vez está en pie y afirma.
Balbucea cosas sin sentido mientras se sacude la mugre, que ya es parte de su ropa y piel. Con dificultad y en lento vaivén logra mantener en pie, rezongando y maldiciendo en todo instante.
—Era un buen chico —comenta con orgullo —nunca fue el mismo cuando volvió del servicio militar. Se obsesionó con la milicia, las armas y todas esas tonterías.
Alza el rostro en mi dirección y se queda viéndome como si me hubiera reconocido de algún lugar. Retiro mis manos, una vez me aseguro está bien, con la mirada de él fija en mi rostro.
—Buscas a Elijah ...—balbucea.
—¿Con quién acabo de hablar? —le pregunto y mira detrás como si le costara entender.
Ingreso la mano a mi americana y le muestro varios billetes que observa con interés. En algún tiempo tuvo límites, pero los mandó al carajo, al decidirse por el vicio como único amigo. Le sumo varios cientos de dólares más haciendo el fajo ante mí más atractivo y lo toma con rapidez. Lo siguiente que dice lo hace rápido y siempre con la mirada en el club.
—Samuel —responde —Freddy y él tienen el control del bar, pero Elijan es el dueño de todo.
—¿Son hermanos?
—Te vi en la foto que le dieron —sigue diciendo como si yo no estuviera allí —Llegaron aquí —señala el lugar —yo estaba en la barra hablando con él cuando llegaron, el vaquero y la chica.
—¿Recuerdas nombre? —guarda silencio y se encoge de hombros con indiferencia.
Suspiro sacando el resto del fajo de dinero que dejo en sus manos y el malnacido sonríe guardándolo en sus ropas. Todo su comportamiento cambia en adelante, convirtiéndose en un hombre lucido, pero pestilente.
—El hombre dijo que deseaba sacar del camino a dos — calla y lo piensa un instante—no pude escuchar mucho, pero vi la foto —me señala —eras tú con una chica ...
—¿Quiénes eran?
—Un hombre mayor, texano, la chica trigueña mucho menor que el viejo...
—¿Recuerdas nombres o facciones? — se queda viendo el asfalto negando en silencio.
—Ella de cabello oscuro y ondulado, alta, bastante hermosa ...—habla al fin y cuando creo haber escuchado todo lo perverso el nombre me deja sin palabras —Natallie Edevane. Fue ella la que dio los datos de un arma que debía robar. El anciano era... viejo —logra decir al fin. —nunca dio el nombre.
—¿Puedes describirme a ambos?
—¿Pagarás? —enarco una ceja y sonríe —En ese caso, ¡Puedo!
Narrador
—¿No ha despertado? —pregunta una vez la voz del otro lado le levanta. —necesito a Ludov Vass despierto y señalando al culpable.
—Su estado es crítico, dudo que lo haga —responde el hombre detrás de la línea. —estamos haciendo un gran esfuerzo, él necesita un lugar más acorde...
—¡Se quedará allí! —interrumpe —lo traerás de vuelta al mundo de los vivos...
—No hacemos milagros...
—Más te vale que empieces a rogar por uno —le advierte antes de colgar.
Lanza el móvil a la cama y se levanta avanzando hacia la ventana, observa a las personas en la playa, sonreír y gastarse bromas. Dos figuras, una más pequeña que otra, juegan en la playa ante la atenta mirada de todos y suspira.
Siempre soñó con tener una familia numerosa, hoy la tenía, pero no siempre fue así.
—¿Qué sucede? —habla al sentir la presencia detrás de él.
—Están preocupados por ti...
—Esta embarazada —dice en respuesta.
—Me temo que todas lo están —comenta divertido —todos culpan a Nikolái.
Una razón de más para ayudarle...
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