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No rendirse

La falta de un informe sobre la salud de Dante me hizo venir antes de ir con Noah. No olvido que ese doctor insistió en que le vendiera a los cachorros o a Dante. Que guarde silencio sobre su estado, me da mala espina. Él no querrá que incendie su local, si me tiene malas noticias.

Con tantas cosas por hacer, que no sé por donde iniciar. Ir con Noah, entregarle a Weber los videos, cuidar Ana que aún no le dicen nada del embarazo. La policía estuvo en su casa, se llevó una muestra de la comida dañada, las plantas de té, videos de vigilancia, entre otras muchas cosas.

El hospital pidió una muestra de lo que ella consumió, se necesita el tipo de tóxicos usado para proceder y las autoridades hicieron lo mismo para efectos de la investigación.

Lo mejor de todo es que, Rogers había logrado aplazar el arresto, no dio detalles, pero aseguró lo sucedido, ayudó. La iluminación de mi móvil detiene mi salida y tomo la llamada con la vista fija en un punto frente a mí.

—Te estamos esperando.

—Visito a Dante —me excuso con Noah —no quiero ver a Ana sin llevar noticias de él.

—Te envío la ubicación —cuelga la llamada y guardo el móvil sintiendo la vibración del mensaje prometido.

Con la vista del maniquí de la tienda de ropa de al lado de la veterinaria me bajo del coche. Detrás de las vidrieras, en estado de gestación y adornado con un vestido rosa de flores blancas. Parece sonreírme.

Asocia esa imagen con Ana Lucia, por un instante me parece verla con ese atuendo. A su alrededor varios juguetes, peluches y trajes para recién nacido. Mi vista recae en un par de diminutos zapatos deportivos blancos.

Distraído, juego con las llaves de la casa dándole un vistazo a todo lo que adorna el aparador. Los zapatos siguen siendo atractivos y el vestido. Ana no se le nota la panza, pero en algún momento lo necesitará.

Sin perder tiempo ingreso a la tienda, pregunto por los zapatos, pero la joven que me atiende me dice que son de exhibición. Insisto un par de veces, pero se niega a venderlos alegando que hacen parte de la decoración de la estantería.

—Los tengo en otros colores, rosados, azules...

—Los quiero a ellos —ordeno.

La chica retrocede ante el tono de mi voz y una segunda mujer, de edad avanzada, sale detrás de una puerta. Le envía una sonrisa conciliadora a su compañera y camina en la vitrina de donde saca la caja trasparente.

—¿Primer bebé? —pregunta dejando la caja en mis manos. —tenemos una nueva línea, para la madre.

—Me enteré solo ayer, ella no lo sabe—respondo distraído, sacando los zapatos y sonriendo ante lo diminuto que se ven.

—Tengo algo perfecto —me toma del brazo avanzando en el interior de la tienda —¿Vestido o falda?

—¿Qué quiere decir? —retiro su mano de mi cuerpo y negándome a dar un paso más.

Me veo rodeado de prendas para niños de todas las edades, juguetes y demás. Hasta ayer este mundo era desconocido e imperceptible, solía ignorar este tipo de tiendas.

—Su esposa —comenta ingresando su dorso en un enorme aparador repleto de ropa femenina —¿Qué suele usar?

Su voz se ahoga, pero logro escuchar lo suficiente para poder responder. Su compañera observa a poca distancia bastante espantada y sosteniendo el móvil en sus manos. De ser un ladrón, se asegurará de llamar a emergencias. Aunque, no llegarían a tiempo en caso de que desee hacerles daño.

—Faldas, muy largas —la mujer aprieta con fuerza el móvil y da un paso atrás.

—Entiendo —sale con varios vestidos en sus manos que mueve frente a mí —¿Qué tipo de esposo eres? —alzo una ceja intrigado y su sonrisa aumenta —¿Le sabe la talla?

Regreso la vista a la chica que me recibió, la más joven de las dos. La observo de arriba abajo hasta que ella se oculta detrás del mostrador.

—Una talla más que ella—señalo a la chica —misma cintura, caderas y bustos en una talla más.

La mujer me observa con curiosidad, pero acaba por asentir y regresar a esculcar en los aparadores. Saca varias prendas que deja en una silla y me pide buscar algo de mi interés.

—No usa negro, ni rojo —recuerdo de pronto —todos los demás son buenos.

—¿Cuáles? —pregunta dando un vistazo a la fila de prendas.

—Todos —respondo seguro y la sorpresa en su rostro es evidente —¿Hay posibilidad de cambio de tallas? Ella puede que no le guste alguna...

—Seguro —recoge en sus manos un grupo y su empleada hace lo propio con otro —Podemos enviarlos a la dirección que nos deje.

Afirmo tomando un vestido blanco y me encuentro con un dilema. Tengo diversidad de ropa, pero no hay zapatos, ni ropa interior. En esto último, si estoy seguro de lo que deseo.

—Sé lo que está pensando —sonríe y me muestra dos dedos invitándome a pasar a la zona en donde la vi ingresar. —lencería.

Media hora después, el ambiente en la modesta boutique cambió y las bolsas de ropa para Ana aumentó considerablemente. Compré un par de prendas para nuestro hijo, neutras, todo lo demás para su madre. Lo mejor de todo, eran ropa adaptable a su estado de embarazo.

Ella podía usarlas en este instante e irlas acomodando conforme el embarazo aumente. Me llevo el vestido blanco y los zapatos, todo lo demás pedí enviarlo a casa de Noah y Jaz. El único hogar en que siempre había alguien.

Salgo de la boutique viendo al veterinario revisar mi auto y mirar a todos lados. Sonríe cuando nota mi presencia, por un momento temió había sido asaltado.

—Es muy común por estos lados.

—Jamás me han asaltado —ingreso la bolsa en el asiento del—era de los que asaltaban. —confieso cerrando el auto y accionando la alarma.

—Me gusta su sentido del humor —chasquea los dedos y señala con su dedo índice —Le presentaré a alguien.

Ingresa a la veterinaria dirigiéndose a la zona de hospitalización. El acceso al área es a través de una puerta que en este instante un hombre impide el paso. Cabello largo negro trenzado y una mirada parecida a la de Vryzas.

—Shark, —le llama el doctor, me cuesta creer que una madre le diera ese nombre a su hijo —Te presento al señor Borch, el dueño de Dante. —me señala.

—Su compañero —corrijo y el desconocido afirma extendiendo sus manos.

—Tiene un compañero inusual—comenta haciéndose a un lado —temperamental, testarudo y de mal carácter. Cuatro defectos que le ayudaran a salir adelante.

—Llegó de visita con su familia, se ofreció a darme una mano con Dante —explica el doctor—la presencia de Shark siempre llena la clínica, sus antiguos pacientes siempre quieren que los atienda. Eso me impidió enviar reportes.

—Llegué a pensar que se lo había robado —confieso y sonríe —se ofreció a comprarlo para obsequiarlo a alguien.

—A mí —comenta el doctor señalando a una esquina —Solo quien tiene uno de estos, es consciente que no hay precio que pague su compañía.

—Sabía que no podías dejarme.

Allí estaba, acostado dentro de una jaula, con la comida intacta. Alza sus orejas al escuchar mi voz y sus ojos repasan todo el lugar. Alza la cabeza al verme llegar y asoma el hocico a través de los barrotes.

—No va a comer dentro de esa celda —les digo ingresando mi mano por ellas y acariciando sus orejas. —¿Por qué lo tienen allí?

Dante no se incorpora, solo levanta la cabeza que ladea para recibir mis caricias. Tiene parte de su lomo rasurado y vendaje cubriéndolo. Regreso la vista ambos y me observan en silencio.

—Sus intentos por caminar han fracasado —me dice el mayor de los dos y abro la jaula —eso lo ha vuelto agresivo. En un par de días lo daremos de alta, pero pasará a terapia.

—No pienso internarlo...

—Tendrá mejores resultados si lo hace.

Me dejan solo con él, antes de partir me recomiendan no sacarlo, podría dañarme. La imagen que tengo en este Instante de Dante es de un cachorro herido. En nada se parece a mi compañero de correrías.

Lo tomo en brazos y retiro de la jaula, no ejerce ningún tipo de resistencia. Tampoco, noto la agresividad que tanto han insistido. Intenta sentarse en sus patas traseras, pero fracasa. Lo hace un par de veces, con el mismo resultado y tomo su hocico entre mis manos.

—No es nuestra primera vez —le hablo viéndolo fijo, pero sigo sin ver al Dante que conozco —hemos pasado por cosas peores. —le insisto. —Vas a tener un hermano y necesito de tus cuidados.

No hay ladridos, ni mirada brillante, ni siquiera mueve la cola. Al dejarlo en la camilla cierra los ojos y hace como si yo no estuviera allí.

****

Los clubes nocturnos eran, a todas luces, centro de operaciones de lo ilegal. La mercancía que se traficaba en ellos eran diversas, Ilegales, todas ellas. Personas de todas las edades, animales exóticos, drogas, armas, armamento de guerra, entre muchos.

Tú podrías estar bailando justo al lado de una posible mercancía o puede que seas una de ellas al acabar la noche. Aquel hombre o mujer que conociste en una red de citas y te llamó la atención por su físico. Pasaría de ser el caballero de brillante armadura y se convertiría en tu verdugo.

Las cosas más perversas, que se puedan imaginar, están a tu alcance en esas cuatro paredes. Si cuentas con el dinero, los enlaces o las agallas suficientes para hacer negocios.

Si los llamados "personas de bien" conocieran lo que se tejía en la mayoría de los clubes, lo pensarían dos veces antes de ingresar. Uno de los motivos por los cuales no ves a un Frederick, Tomasevic, Doyle, D'angelo o un Russo en estos lugares. Es por eso.

En el que estoy cruzando con Noah y el viejo Terek oculta bajo su ambiente festivo en el hospital clandestino. La duda que cruza por mi mente atravesando sus instalaciones, es lo que van a mostrarme.

A lo largo de mi vida como delincuente, he tenido especial cuidado en no usar mi diversión como ambiente laboral. Si necesitaban algo de mí, debían esperar a que yo saliera o citarme en otro sitio.

—¿Qué hay de Dante?

Noah me mira un instante y regresa la atención a su abuelo. Están empezando a adaptarse, sus discusiones han acabado y eso es un logro que tiene feliz al anciano. No solo recuperó a su nieto, se hizo a una nieta y dos bisnietos.

—Despertó, pero no puede caminar.

—¿Definitivo?

—Ana y yo nos encargaremos que no sea así.

—Su familia vendrá esta tarde ¿Estás preparado?

Guardo silencio cuando el ambiente cambia con solo atravesar una puerta. Lo oscuro queda a nuestras espaldas y ante nosotros todo es blanco.

—Si no supiera el tipo de personas que hay aquí, pensaría que esto es el cielo —Noah sonríe y el viejo hace lo mismo al girar en nuestra dirección.

—¿Nunca estuviste en un sitio así?

—No. —respondo llegando hasta él —las veces que fui herido, estaba en Moscú y el fuerte fue mi hospital. ¿Qué hacemos aquí?

El viejo se ha detenido frente a una puerta que se abre ante nuestras narices y de donde sale Davis Rogers. No se molesta en cerrar, por lo que puedo ver al hombre acostado en la camilla, con los ojos abiertos viendo el techo del lugar y sin que parezca poder moverse.

Los miro a todos en espera de respuestas y las teorías sobre cómo fue dar aquí empiezan a tejerse. No me molesta que me lo hayan ocultado, mi enojo es que me siguieron. Si dieron con Ludov malherido es que estuvieron allí, siguieron Ana Lucia.

—¿Por qué?

Hago la pregunta en voz alta y no espero que me den la respuesta basándome en mis pensamientos. Lo que acabo confirmando cuando el anciano narra que era lo mejor. Si se tiene en cuenta la herida, esperar una ambulancia era imposible.

—Hubiera muerto si los chicos no lo sacan —se excusa —eso complicaría la situación de la joven.

—¿Por qué seguías a Ana? —insisto y miro a Noah —les pedí no intervenir.

—Esas preguntas pueden esperar —interrumpe Rogers —de momento, importa que ha despertado.

—¿Servirá su declaración? —quiero saber y guarda silencio un instante.

—Señaló a su agresor como la persona que le vendía mercancía y a la que le debía una gran suma de dinero —explica con todos en silencio—la deuda era de muchos ceros. Misma que se acumuló cuando su padre canceló todas las cuentas.

—Está mintiendo... —habla Terek.

No me interesa a quien protege, me basta con saber, lo que diga sacara a Ana de este lío. Sea verdad o mentira, es todo lo que debe importarme. Eso y afrontar a su familia, dar la cara y decirle que estoy dispuesto a resarcir mi falta.

—Lo único que me interesa es que Ana sale libre —señalo.

—¿Qué hacía en ese centro comercial? En el mismo lugar en que estaba la chica —insiste el viejo —lo que dice no tiene pies ni cabeza y es importante. La policía puede ver las contradicciones y pensar que la protege.

Rogers suspira, acomoda sus dedos en el maletín antes de explicar. Su padre lo declaró no acto para controlar su dinero, basándose en su adicción. Logrando cancelar todas sus tarjetas y congelar sus bienes. Fue citado por Elijah, para llegar a un acuerdo de pago. Una vez allí, lo emboscó.

—La presencia de Ana, fue parte del plan de Elijah. —sigue —la amenazó con asesinarla si no le pagaba, por eso le pidió huir.

—¿A quién protege?

—¿Qué importa? —respondo a Noah haciendo a Rogers a un lado —quien sea me tiene sin cuidado.

Doy un paso al frente y da señales de estar en este mundo al girar su rostro. Sus pómulos están sobresalidos, ojos hundidos y la palidez en su piel es tanta que se mimetiza con la luz de las bombillas.

—Te buscaba en la morgue. —Confieso —Me encanta tu bronceado —chasqueo los dedos indiferente. —hueles a vida. —inclino mi cuerpo e inspiro fuerte y no le agrada.

—Es imposible que la hagas feliz. Estaré allí para verte fracasar. Me hubiera gustado estar muerto antes de deberles algo —finaliza.

Doy media vuelta y su voz me detiene justo cuando estoy por salir. Noah niega en silencio invitándome a no ser tentado y le calmo alzando mi mano. Si Antes lo quería lejos de ella, mi deseo ahora es verlo tres metros bajo tierra.

—Si te acercas a ella —hablo con la vista fija en los tres hombres. —es posible que tus deseos se cumplan.

Con el alivio de un problema resuelto salgo del lugar, le doy una mirada a la bolsa y sonrío viendo el zapato en su interior. Visitar un hospital nunca estuvo lleno de tantas emociones, que fueran buenas lo hacía aún más extraño.

La sonrisa me dura todo el camino, incluso cuando llego al último pasillo. Allí el ambiente cambia, el ir y venir apresurado de las enfermeras aceleran mis pasos. El ruido insistente de un llamado a una habitación me obliga a correr al ver que la luz es en la de Ana.

Al llegar a la puerta la encuentro llorando, sacudiéndose de varias enfermeras, la imagen de ella con el rostro bañado en llanto y su ruego desgarrador me perseguirá el resto de mi vida.

—No van a drogarme —se sacude desesperada —quiero saber antes por qué perdí a mi bebé.

Dejo la bolsa en la entrada y avanzo hacia ella, deja de resistirme al verme lanzándose a mis brazos. Solloza aferrada a mis hombros y se queda tranquila al ser llevada al sillón en donde permanecemos en silencio.

Es la primera vez que intercambio con alguien el dolor, algo dentro de mí se sofoca y el corazón amenaza con estallar. Jamás me había visto como el padre de alguien o teniendo hijos.

De alguna manera que Ana fuera la madre, me gustaba tanto o más como ser padre. No hay nadie perfecto para compartir esa experiencia que la mujer que llora aferrada a mí.

—¿Cómo fue? —pregunta tras una pausa—¿Hice algo mal?

Alza su rostro humedecido viéndome a través de sus pestañas también mojadas. Limpio su rostro con el pañuelo dilatando por varios minutos una respuesta que no sé si sea buena idea dar.

—Consumiste algo en mal estado —logro decir —eso te trajo aquí...

No es una chica estúpida, sabe lo que quiero decir y a donde deseo llegar. Afirma guardando silencio y volviendo a apoyar su rostro en mi pecho.

—Natalie me lo advirtió. Ginger no era una buena. Fui una estúpida, terca y egoísta.

Tomo su mentón y la hago verme, antes de responderle. No hay manera de saber cómo y cuando salimos heridos. Es imposible y dañino ir por la vida predispuesto y rechazando a todos.

—Debes aprender a poder manejarlo cuando lo hagan—limpio los excesos de su llanto con el dorso de mi mano y dejo un beso en su frente —levantarte, sacudir el polvo, limpiar el llanto y alzar el vuelo. —finalizo.

—¿Irás conmigo?

—¿Por qué no? —respondo —¿Hay alguien más perfecto para ser tu acompañante? —niega y afirmo pegándola a mi cuerpo.

  El que pretendía dañarla no previó que estaría al lado de un hombre que nunca se rinde. Y no se trata de que no haya fracasado, lo he hecho miles de veces. Es que he logrado levantarme más fuerte en cada uno de ellos.   

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