No guardar secretos
Capítulo sin editar
Los días siguieron y con él, todo un conjunto de sensaciones, la gran mayoría dañinas para mi sistema. El regreso a labores fue la novedad del momento permitiéndome la distracción necesaria para pasar los días.
Todo este tiempo he visto en Ginger a mi apoyo, amiga y confidente. Una persona que dejó todo atrás para apoyarme en una ciudad que le había confesado me aterraba.
"—Conozco New York, puedo ayudarte y me viene bien un cambio."
Alguien que es capaz de hacer esto de forma desinteresada es digna de admiración y de obsequiarle tu más grande amistad. Ginger hizo por mí aquello que ninguno de los míos, nunca ha sido egoísta o dado indicios de no ser de fiar.
¿Por qué ahora es diferente? No es posible que la llegada de un hombre a mi vida trastorne una amistad. Mi corazón me dice que no puedo creerle a alguien que apenas conozco en lugar de mi amiga. El lado razonable y las pruebas hablan lo contrario.
Ginger, mintió sobre Nikolái, a quien es evidente, le cae mal.
—¿Tienes los datos de los costos de la última semana?
El indiscutible tono de voz de la señorita Simons, sirven de polo a tierra y regreso a mi realidad. Mi permanencia en este lugar pende de un hilo, debido a mis problemas con la justicia. Ser conocida de la hermana del dueño no va a servirme, tampoco estaría dispuesta a arriesgar una posible amistad.
—Aquí lo tienes.
—¿Todo bien Ana Lucia? —la mención de mi nombre me hace alzar la vista hacia ella.
En pie frente a mí, con rostro y cuerpo rígido, mi jefa espera por respuesta. Sonrío brindándole una sonrisa tímida, que no es recíproca.
—Estoy bien, gracias por preguntar. — su mirada se ensombrece y su respiración es pesada— En unos treinta minutos le entrego mi parte.
—Examínalo antes de imprimirlo, tampoco no estaría mal un tercero o cuarto antes de firmarlo.
Sigue teniendo la actitud beligerante por esa estúpida idea que ingresé para quitarle su puesto. Una sospecha que no sé de dónde la sacó y es infundada. Estoy cómoda en el lugar en que me encuentro y, aunque para algunos puede mostrarse esa actitud como mediocre, la realidad es que no deseo un puesto más alto. Si mi felicidad depende de la tristeza de otros, no la quiero.
—Lo haré —lo prometo —gracias por la sugerencia.
—Debiste decirle que tus informes son limpios y es ella la del problema. —Se queja mi compañero y niego en silencio.
—Ella tiene razón, he estado distraída.
—¡Tonterías! —comenta —todas las acciones en tu contra han sido injustas. Deberías reportarlo ahora, antes que sea demasiado tarde.
He perdido cosas más importantes en mi vida, mi familia, amigos, estabilidad emocional y estoy a nada de perder mi libertad. Ser despedida, no es algo que me quite el sueño.
—A veces molesta tu actitud sumisa —su queja me hace verla y la encuentro viéndola con los labios apretados.
—¿Qué quieres decir?
—Que te callas muchas cosas, para no crear conflictos. No sé si por testaruda o te gusta el papel de víctima. —explica —como sea, lo que logras es dejarle el camino libre a quienes deseen y quieran hacerte daño. Defenderse de los atropellos no es malo, es justicia. Aplica para cualquier circunstancia. ¡Piénsalo!
Y eso hice.
En toda la mañana me acompañaron sus palabras, repercutieron en mis pensamientos, empezando a revivir los momentos en que no quise ocasionar conflictos. Llegando a la conclusión que algunos, si no todos, mis problemas fueron producto de eso.
Guardarme las cosas.
—¿Te quedas? —me preguntan mis compañeros viendo la hora.
—Un par de minutos más —señaló las carpetas ante mí —tengo que archivar esto.
—En ese caso, te esperamos.
—Esteban me está esperando abajo —les calmo—ya recibí el mensaje diciéndome la ubicación.
Se quedan en la puerta con la duda pasando por sus rostros. Desde que se enteraron de la existencia de Ludov en mi vida y todos los problemas que han ocasionado no me dejan sola. Mis tres compañeros hacen de escoltas al acompañarme en mi recorrido hasta el auto.
Siempre en medio de anécdotas divertidas o vergonzosas de uno de nosotros. Natalie odiaba la capacidad que tenía de hacer amigos, a ella le costaba socializar y confiar. Dos virtudes que había en mí y que ella veía como defectos.
Ingreso el último folio en los archivos, voy por mi bolsa y estoy por salir cuando una figura se posa en la entrada. Alexandra O'hurn es poseedora en ese instante de una sonrisa maravillosa. Ha subido un par de kilos, pero no afecta en nada a su belleza.
—Hace ratos, no veía a mi profesora estrella —dice al verme —Oré todo el camino para que no te hubieras ido.
—Estaba a punto de partir —confieso viéndola revisar el lugar.
—¿Qué tal te va? ¿Has tenido problemas?
—Los comunes —confieso.
—¿Delicados? —insiste dando un paso atrás y empezando a avanzar por los pasillos.
—Ninguno que no se solucione con el diálogo.
Mi jefa es un dolor de muelas, no lo puedo negar, pero implicar a terceros resulta un error. Eso podría aumentar el miedo que tiene a que ingresé para ser su reemplazo.
—¿Te preguntarás que hago aquí? —me mira en búsqueda de respuestas y afirmo nerviosa. —Angelo desea festejarles el cumpleaños a los chicos.
—¿Anker y Adara? ¿No sabía que cumplían el mismo día? —sonríe presionando el llamado del ascensor y continuo —Tu esposo es chef, de los mejores en Grecia, por lo que escuché. Dudo que necesites de una torta...
—Me refiero a Stan, Akim, Noah y Nikolái —me interrumpe.
Si resultaba sorpresivo que sus hijos cumplieran el mismo día, lo era aún más que fueran Nikolái y sus hermanos. Sobre todo, si se tiene en cuenta que no son hermanos de sangre. Al respecto, no sé mucho, salvo que Noah es el único que lleva otro apellido. Eso no es impedimento para que sea visto como parte de la familia.
—Es una larga historia que no sé si sea buena idea que la escuches de mis labios.
Las puertas del ascensor se abren impidiéndome responderle. Conozco tan poco de la vida de Nikolái, que cualquier cosa que me digan sobre él resulta provechosa. Cada día que pasa mis sentimientos aumentan y con él mi incertidumbre si soy correspondida.
—¿Qué desea de mí el señor Vryzas? —logro responder con la decepción siendo evidente.
—Desea que estés ese día —responde —Nikolái y los demás tienen algo en común, son huérfanos. Estuvieron en hogares de acogida, orfanato y correccionales. —sigue. —eso les impide tener un día de cumpleaños o festejarlo
Algo que aseguran nunca fue importante, pero que al trabajar con su prometido les hizo ver que no era así. Fijaron el día en que empezaron a trabajar juntos como fecha para todos. El señor Vryzas se encargaba ese día de festejarlo.
—No sé si él desee que esté allí...
Su reacción resultaría divertida, si el tema a tratar no sea tan delicado. Vuelve su rostro hacia mí, enarca una ceja y de sus labios sale un puchero bastante divertido. Alexandra O'hurn tiene los rasgos de un ángel, aunque según su esposo posea el temperamento de un demonio.
—¡Oh por Dios! ¿No me digas que lo dudas? —guardo silencio y bajo el rostro, apenada.
—Me envía señales contradictorias —le confieso y suspiro —Necesito desahogarme.
En segundos su mano detiene el ascensor y este hace un ruido brusco ante esa orden. Se acerca, alza el rostro y lo observa con preocupación.
—¿Te hizo daño? Si es así, se las verá con Angelo y conmigo...
—No es eso —le interrumpo —tengo una amiga...
—Ginger —mueve su mano y me pide avanzar —la conozco ¿Coqueteó con ella?
—No, en realidad no se llevan bien.
Ella suelta el aire y asiente apoyándose en las paredes del ascensor a mi lado. Sin saber por dónde empezar guardo silencio unos instantes, tiempo en el que ella espera paciente, toma mis manos y las aprieta.
—Cuida de mí y está ha estado al pendiente de mi protección —empiezo —incluso quiso saber que tan buena era con el arma.
—¿Hablas de Nikolái? —afirmo y ella me insta a seguir.
Describo lo que hasta el momento ha hecho por mí y como suele alejarse por varios días. Algunas veces siento que no le soy indiferente y luego actúa diferente.
—Esté lejos o cerca, siempre se preocupa por mi bienestar.
—¿Cuál es el problema?
—Ginger asegura que lo hace porque ella se lo pidió —Alexandra lo piensa un poco, sonríe y vuelve a poner el ascensor en movimiento —le paga porque lo haga.
—Vamos por partes cariño —alza nuestras manos entrelazadas y apoya la segunda sobre ella —no esperes entender sus sentimientos, estoy segura de que ni el mismo los entiende.
—¿Desde cuándo lo conoces?
—Moscú, veinte años, un poco más —responde en calma —antes de trabajar con Angelo, lo hizo al servicio de mi abuelo. Después trajo a Stan y ambos eran los encargados de la seguridad del interior de la casa.
Un lugar al que llegaron gracias a su comportamiento honesto y buena disposición. Alexandra reconoce no haberlos tratado en aquella época, pero le basta que su abuelo confiara en ellos para hacerse una idea de que son de fiar.
—Esteban fue a pedido de nosotras, pero a costa de Nikolái. —la diversión va en aumento en su rostro —no soy buena lanzando juicios, pero considero necesario que hables con Nikolái.
—¿Cómo se lo digo sin develar lo que siento? —cuestiono —Ginger dijo que no era especial para ti o todo cuanto haces es por dinero...
—Te sugiero que evites ocultarle cosas y no importa como lo digas, igual se va a enojar —se mofa —pero con tu amiga, no contigo. Debajo de ese enorme cuerpo y gruñidos se esconde un buen hombre Ana. Uno que te aseguro no va a dañarte.
Las puertas del ascensor se abren en ese instante dejando ver al señor Vryzas, con Anker sosteniendo en brazos a Adara. Los tres sonríen al verla acercarse y me detengo al ver el cuadro que hacen los cuatro.
—Señorita Edevane, ¿Le dieron mi recado? —afirmo al gigante de cabello cobrizo que sonríe.
—Si necesita una mano...
—Voy a necesitar de algo más que una mano —me hace un guiño y se despide tomando las manos de Alexandra —para el cumpleaños y nuestra boda.
El rostro de sorpresa de Alexandra indica que no tenía idea de aquello y le sonríe abrazándola. Permanezco en mi lugar viéndolos acercarse a un auto negro tan grande como su chofer.
Busco a Esteban entre los autos y no lo encuentro, hasta que mi mirada recae en él. Trae el uniforme de seguridad, ese que se pega a su cuerpo como una segunda piel y que le da la apariencia de un stripper más que un escolta.
Odio verlo con esa cosa, la manera que tiene de llamar la atención no la tolero. Está apoyado en un vehículo gris al teléfono con alguien. Por un momento no capta mi presencia, pero cuando lo hace dice algo y cuelga.
—Buenas noches, Nikolái —saludo y una cabeza peluda sale de una ventana —Hola Dante...
—¿Qué son estas horas de salir? —reclama viendo el reloj —dos horas de retraso.
—¿Retraso para qué?
—Ya lo sabrás —me abre la puerta del auto y hace una reverencia—su carruaje...
A la distancia Alexandra sonríe, le dice algo a su prometido y este mira en nuestra dirección. Una vez cruzo miradas con ella, sé lo que me dice ese rostro.
Debo dejar de ocultarle cosas.
Hola mi gente bella, reciban de mi parte una disculpa. Tengo a mi madre en la clínica y requiere mi cuidado.
No voy a pausarla, estaré escribiendo cuando pueda.
Mil gracias por tanto apoyo y comprensión.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro