No eres especial
Sergio Wells lanza a su escritorio un documento que no me molesto en tomar. El nombre impreso en la parte superior en letras doradas era suficiente.
—¿Qué significa esto?
Cruza sus brazos y en pie espera por una respuesta. En lo último que pensé al recibir su llamado es en que debía justificar mis gastos.
—¿Un abogado? —ante mi renuencia a responder acaba por sentarse y recoger el documento. —¿Cuándo ibas a decirlo?
No tenía previsto hacerlo, ni me plantee la posibilidad de que debía hablar al respecto. Era mi dinero, que podía gastar como se me diera la gana. Wells ha llevado su trabajo con nosotros al límite. En algunas ocasiones actúa como si nuestra vida le perteneciera.
—No planeabas hacerlo — habla—dejé claro que lo mejor era manejar un bajo perfil —insiste —también te prometí ayudar a la chica.
—¿Desde cuándo tengo que dar cuentas? ¿Por qué debo soportar estas escenas?
—Sabes lo que arriesgo...
—Es una chica que ha sido víctima de un imbécil, mi vecina y amiga —le interrumpo.
—Existe mucho más que eso y lo sabes.
—Te pedí ayudar y fallaste. Lissa también prometió algo similar, con el mismo resultado o peor resultado. —explico ante su rostro gris a punto de estallar— Es mi dinero Wells y tú trabajas para mí, no al contrario. —finalizo en calma.
Aunque por dentro parezca que corre lava ardiendo y no sangre. Desde que me liberé de esas cadenas, no he vuelto a recibir ningún sermón.
—¿Has visto el valor de los honorarios de ese infeliz? —lanza la pregunta con su respiración irregular. —es cinco veces la mía.
—¿Por eso tanto circo? —fastidiado por la situación me incorporo de la silla —desde este instante puedes subir tus honorarios a ese nivel, no tengo problemas con ello.
Mi declaración lejos de calmarme tiene el efecto contrario y no me sorprende. Sergio Wells tiene el ego inflado producto de una carrera llena de éxitos. Ve con malos ojos que trajera a la mesa otro abogado al mismo nivel que él y con mejor paga. Rogers podría haber enviado la cuenta para fastidiarle.
Un berrinche por ego y celos, nada más.
—No es solo por los honorarios, costos debo admitir. —explica rápidamente —exorbitantes, es la palabra adecuada—sigue y ruedo los ojos. —¿Has pensado en la posibilidad que sea culpable?
—Si Ana Lucia desapareció a ese infeliz, lo considero un acto heroico —confieso —no me interesa si lo hizo o no, mi único deseo es que salga libre de cargos.
—Deberías tenerlo en cuenta. Andas por toda la ciudad buscando a no sé quién y amenazando a todo el que te parezca sospechoso —toma el documento en las manos y lo aprieta con fuerza —todo esto te ubicará en un punto en el mapa...
—No pienso dar explicaciones...
—Deberías...
—No pienso darte explicaciones —insisto señalándole —ni a ti o a nadie. Si no quieres llevar mis finanzas o necesitas que retire mi nombre de tu maldita lista. —guardo silencio obsequiándole la mejor de las sonrisas— Lo haré, pero no tengo la intención de ir por mi vida sometida a tu voluntad, con un maldito collar que sueltas y tiras a placer.
—Borch...
—Aléjate Wells —doy media vuelta avanzando a la salida —no estorbes porque no te va a gustar mi manera de hacerte a un lado.
Salgo apresurado al pasillo y me encuentro con alguien que me hace retroceder para disculparme. El hombre a quien acabo de chocar me mira en silencio y sin decirme nada. Me sorprende verlo en ese lugar, se supone que hace años se alejó de ese mundo y nada que lo enlace con Sergey es atractivo para él.
—¿No estaba de vacaciones?
Terek Tarasov, el abuelo de Noah, tiene la particularidad de sonreír todo el tiempo, gesto que puede mostrarlo como alguien de comportamiento amable. Sin embargo, su sonrisa es fingida, al igual que casi todas sus emociones.
—Tengo negocios que dirigir —se excusa —mi permanencia es para vigilar que el sitio sea seguro.
—Sigue comportándose como si Noah lo necesitara...
—Me gusta creer que lo hace —me interrumpe —¿Qué haces aquí?
—Es mi abogado —gruño entre dientes y el viejo sonríe —¿Qué hay de ti?
—Noah envío los documentos de la sociedad —alza el maletín para recalcar lo que dice —decidió aceptar hacer parte de la empresa.
—Me alegra que su nombre esté en las siglas de la empresa —confieso —también tenerlo como socio.
—Nunca dudé que lo haría, solo se toma las cosas más en serio que ustedes.
Afirmo en silencio y me hago a un lado, llevo el tiempo justo y no necesito entretenimientos. Él por su parte se nota ansioso, sin embargo, su reacción es entregarle el maletín a uno de sus hombres e indicarle llevarlo.
—Supe al llegar del problema en que estas —comenta acompañándome a la salida.
Soy reacio en hablar cierto tipo de temas con algunas personas, sobre todo aquellas a las que no conozco. Sin mencionar que no gusta de nosotros y no hay un solo día en que no se lo recuerde a Noah. Para el anciano lo mejor que puede pasarle a su nieto es que nosotros desaparezcamos de su vida.
El viejo parece entenderlo, porque se limita a verme de manera fortuita y a esbozar esa sonrisa que en apariencia no dice nada, pero que lleva consigo burla, superioridad y desdén.
—¿No deseas mi ayuda?
—No creo necesitarla y resultaría difícil aceptarla, si se tiene en cuenta la poca tu confianza hacia nosotros—mi confesión lo deja sin palabras por unos minutos, tiempo en que parece pensar.
—Debo admitir que fue así al principio, antes de saber todo lo que hicieron por mi nieto.
—Nada que él no hiciera de estar en nuestro pellejo —replico en calma —tengo todo bajo control, pero si necesito de su ayuda no dudaré en pedirla.
—¿Qué tan delicado es la situación de ella?
Su insistencia y la preocupación genuina me hace hablar, lo hago no porque desee o necesite su ayuda. Es la mejor forma que tengo de decirle que todo está bajo control.
—En conclusión —dice una vez acabo mi relato —si ese hombre no aparece ella puede que acabe en prisión.
—Espero no llegar a ese extremo, todo indica que está muerto y encontrar su cuerpo en estos momentos de la investigación policial es nefasto para ella.
La sola idea de imaginarla en prisión causa una opresión en mi pecho y un vacío en mis vísceras indescifrable. Hace mucho tiempo no sentía ese tipo de emociones. El miedo, ese que creí asesinarlo en tantos años de lucha.
—Ese testamento lo complica todo —el habla consigo mismo y yo abro los brazos.
—Lo que está a su favor es que lo hizo en el tiempo que eran pareja, pasó dos años en prisión y al salir ha estado drogado o alcoholizado.
—Y la ha atacado desde que salió.
—Debo irme, iré a verlo esta noche —le digo viendo la hora —he estado por fuera del sitio por mucho tiempo.
—Sería bueno que visitaras —confiesa —y calmas a Josephine, Bruna está preñada y aún tienen eso dos cachorros de su antigua camada.
—Me haré cargo —prometo.
—Eso espero, esta mañana amenazó con cocerlos y no dudo de que lo haga.
Sonrío imaginando el rostro de espanto de Mía al saber que sus nietos fueron a parar a un platillo del ama de llaves de los Tarasov. Hay que aceptar, Josephine tiene razón en estar cabreada. Los cachorros de Bruna y Dante son escandalosos, llenos de energías y amantes de atacar a todos los zapatos que tropiezan.
Siendo los de la mujer sus preferidos.
****
Si bien, fui llamado para cuidar de Evy Klein y sus hijos, una vez en la mansión mis obligaciones aumentaron. Dado el riesgo que hubo durante su secuestro, el menor de la familia quiso un cuarto de pánico, revisar las cámaras y aumentar la seguridad.
—He notado largas ausencias ¿Algo que decir?
Jason Frederick, hijo, se instala a mi lado acompañado de su padre. Soy observado en silencio, intriga en uno, preocupación en otro. Siendo el mayor de los dos el dueño de esto último.
—Ultimaba algunos detalles—una mentira a medias —tuve un par de problemas que ameritaban mi presencia.
—¿Debo preocuparme por eso?
—Si este mortal fuera un Frederick, quizás —mi comentario lo hace reír y a mí regresar a mi labor. —tengo todo bajo control.
—Te espero en el estudio —comenta avanzando a la casa grande.
Solo él, su padre, se ha quedado vigilando mis movimientos y atento a mi labor. De vez en cuando hace una pregunta sobre el cuarto o me brinda una mano, con Dante como espectador. Es de los pocos en la mansión al que parece caerle bien, a todos los demás los soporta.
—¿Tu problema tiene que ver con cierto club?
Estoy a punto de ensamblar la caja de seguridad, mi labor queda a medias. Regreso la caja al piso y giro solo mi rostro para verle observarme en silencio.
—Trabajas en mi hogar, rodeado de los míos. Por supuesto que voy a vigilarte —no son excusas, aunque lo parezca.
Es su forma de recordarme que mi comportamiento le afecta y saber mis movimientos, su necesidad. Ninguno de nosotros conoció a su abuelo, ni siquiera yo, el más antiguo en el fuerte. No obstante, trabajé con alguien que conoció a plenitud a Epson Frederick, el magnate que creo este imperio.
Epson, era desconfiado, dudaba de todo lo que respirara, una conducta que excusaba con su fortuna y la cantidad de enemigos dispuestos a dañarle. Que su nieto, me mandara a vigilar, no era de extrañar.
—No tiene nada que ver con mi trabajo, tampoco va a interferir...
—Eso espero —me interrumpe y es notorio la molestia en sus facciones —tu trabajo es estar cerca a mis nietos, —señala —todos —recalca —si piensas que no puedes manejarlo, será mejor que me lo digas.
No espera respuesta y se aleja a su hogar, por largo tiempo me quedo en silencio contemplando su figura perderse entre los setos. Viéndolo partir me encuentro con el dilema que tiene razón, alguien como yo, no puede estar en medio de ellos.
Aunque su fortuna tenga como base a la forma en que gané la vida por tanto tiempo. Sin perder tiempo dejo todo a un lado y voy en búsqueda del dueño de ese lado de la mansión. Lo encuentro en el estudio rodeado de sus hijos que sonríen al viendo a Dante.
—Nos iremos después que instale el cuarto de pánico —le digo sin ingresar al estudio y con Dante a mis pies. —la seguridad fue reforzada, la chica ya camina, solo me falta eso.
—¿Necesitas apoyo en algo?
—Solo tiempo libre—confieso y afirma.
—Tengo un viaje que hacer en unos días —comenta viendo a sus hijos preocupados —no quiero irme con la sensación que están expuestos.
—Me faltan un par de semanas, puedo esperar a Klein —sugiero —está por salir según me dijo Rogers.
—Damián no sabe de seguridad...
—No subestimes el amor a la familia —le interrumpo —es todo lo que necesita para llegar a buen puerto lo que se proponga.
Retrocedo en silencio inclinando mi rostro antes de perderme de su vista. Ahora entiendo a los motivos que tuvo Stan de no aceptar el cargo en la casa de Emma Frederick. Los lazos laborales no fueron hechos para nosotros, ni el ambiente familiar. Éramos alérgicos a ambos.
En pie en un costado del salón por la zona de los pasillos del servicio a Julia Nielsen. La piedra en el zapato de la relación entre la alemana y el marin. Alza el mentón altiva al ver que me he quedado viéndola de más y niego.
—¿Qué ves? —pregunta al pasar por su lado.
—Me preguntaba qué tan bajo puedes caer —hablo pasando por su lado. —Están en la zona que te corresponde —señalo el área en que esta, la del servicio y sus labios se aprieta —A lo único que puedes aspirar es a esto, en esta casa.
Sobre todo, pensaba en que necesita hacer para que el dueño de la mansión entienda que debe sacarla de allí. Expulsarla de sus dominios resultaría sin dudas un acto inteligente, pero el marin está lleno de agradecimientos con los Nielsen.
*****
La confesión de Natalie me llenó aún más de ansiedad, llamar a mis padres y hablarles sin confesarle lo que sabía resultaba cada difícil. El peso de esa confesión y no saber como actuar me hizo querer distraerme. Faltaban cinco días para mi reintegro, mi hogar resplandecía así que fui por el de Nikolái.
Eso sí, con su previo permiso para hacerlo. Se rehusó un par de minutos, alegando que podía contratar los servicios de limpieza si lo requería.
"—¿Y tener desconocidos curioseando tus cosas?"
Fue todo lo que necesité para que aceptara, no sin antes prometerle que no llevaría nada a la lavandería. Él se encargaría de ello el fin de semana.
Allí estaba, con todas las ventanas y puertas abiertas, en un intento de sacarle el olor a encerrado. Su hogar era una copia idéntica de la mía, aunque un poco más grande. Dos habitaciones y más espacio en cada una de ellas marcaban esa diferencia.
Lanzo una de las alfombras en la cerca del porche y limpio el sudor de mi frente. El trabajo duro aleja los malos pensamientos y yo tengo mucho de ellos.
—¡Aquí estás! —la voz de Ginger se escucha en los terrenos de mi hogar y la observo cruzar los jardines. — me hiciste pasar el susto de mi vida al ingresar a tu casa y no verte. —señala el juego de llaves que le entregué al arrendar la casa.
—Necesitaba distracción y Nikolái tiene mucho aquí...—me excuso.
En tacones altos dorados, dando saltos, evitando mojarse con el césped humedecido y fallando en cada intento. Al dar un último paso a suelo seco, su pantalón blanco está salpicado en la parte inferior por pequeñas gotas de fango y tuerce los labios molesta.
—No puedo creer que te rebajes a esto por ese hombre —habla molesta y suspiro.
Sé lo que vienen en adelante, solo que hoy no deseo más de lo mismo. Suficiente tengo con mi vida a punto de ser encerrada, una hermana que pudo traicionarme, mis padres, cuñados y sobrinos en medio de todo siendo víctimas de nuestras malas decisiones.
—Hoy no, Ginger —le pido ingresando a la estancia dejándola en mitad del porche. —No estoy de humor.
—Eso se debe a que en el fondo eres consciente que tengo la razón.
Suspiro derrotado al darme cuenta me ha seguido y repara todo el lugar con duda. Se comporta como si algo en la casa de Nikolái pudiera saltar o explotar en cualquier instante.
Eso no le quita la curiosidad de ver todo con detenimiento.
—¿Es por lo de Ludov?
—Lo de Ludov, mis padres, mi vida, etc. —enumero derrotada. —Natalie confesó que si había alguien.
Había que decirlo alguien o cavaría envenenada por ese secreto. Ella no se sorprende y se limita a guardar silencio, que aprovecho para narrarle la discusión de hace un par de días.
—Un amante le dará sabor y picante a su matrimonio —son sus primeras palabras —te aseguro que tu cuñado querrá superarlo, en cuanto lo que se entere.
—Esto es serio Ginger —le reto enfadada.
—Ser mojigatas no las han llevado a ningún lado —ella parece no poder contener la risa, ni yo el enojo por sus palabras —tú acabaste en una clínica y ella en un matrimonio aburrido en el campo llenándose de hijos —continúa —si siguiera mis consejos....
—Por seguir tus consejos estoy aquí —le recuerdo —con una profesión que no puedo ejercer, un ex que no me deja en paz y toda mi vida vuelta un caos.
Sonríe tomando una tarjeta del buró y dándose aires con ella. Su risa incontrolable la acompaña con alegatos que me enojan aún más. Si bien, me aconsejó trabajar en ese club, lo hizo para que estudiara.
—Nunca te dije que aceptara a Ludov, a quien incluso insistí en que no lo tomaras en serio —me señala y ya su risa se ha esfumado —soy la única que te he apoyado en todos los momentos críticos.
—Lo recuerdo —confieso con amargura. —Si me hubieras recogido el día de mi despidida de soltera, nada hubiera pasado. Me diste un consejo que me alejó de mi padre e hizo a Natalie odiarme. Debería alejarme de ti, por considerarte de mala suerte para mí.
Mucho antes de finalizar, entiendo que he sido injusta. Deja la tarjeta en su lugar y mira todo el sitio en silencio. Apoya ambas manos en el buró y se queda viendo mi rostro.
—Siempre me he lamentado no llegar ese día primero —empieza a decir —Ludov no te hubiera encontrado allí, ni hecho esas conjeturas absurdas...
—Lo siento mucho, es solo que todo esto ...
—Estas bajo estrés, no te preocupes —me calma —una de las dos debe mantenerse cuerda, o acabaremos en el psiquiátrico. Necesitas distraerte, estar lejos unos días de todo y no pensar en nada.
—No puedo salir de la ciudad Ginger...
—Aléjate de ese hombre Ana —me ruega —no es para ti, nadie que reciba este tipo de tarjetas debe ser bueno —toma la tarjeta de nuevo y lo muestra desde lejos.
Es una tarjeta fúnebre, he visto varias por toda la casa a las que he ignorado y no he querido ver de más.
—Nikolái es un buen tipo —le defiendo y ella niega —me ha cuidado Ginger, envío a alguien cuando no pudo, me ha ayudado todo este tiempo...
—Lo hace porque yo se lo pedí —me interrumpe y paso saliva ante esa revelación —el día antes de irme a París, lo encontré en la entrada de tu casa y le pedí cuidarte. Le pago por ello, no lo hace gratis. —mi pulso tiembla y el paño que tengo en mis manos cae al suelo —no eres especial para él hermosa, solo un cliente más. Siento mucho tener que decírtelo, pero debes saberlo...
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