Mi vecina
Conservo de quien me dio la vida una sola cosa, el nombre que quiso yo llevara. Uno que le recordaba al hombre de su vida y que la abandonó por casarse con una mujer de dinero.
Era un bastardo, muerto de hambre y ambicioso ucraniano, aunque todos insistieran, era mi padre. Sé quién es, donde vive y lo miserable que ha sido su vida, pero no me interesa tener contacto con perdedores.
¿Quién soy o de dónde vengo? Es una pregunta que causa curiosidad en todos. Hace años dejó de importarme la respuesta o darlas al detalle. Me bastaba saber que existía y logre vencer a la perra que decidió debía morir en ese basural.
Detengo el auto y Dante salta por la ventana, ignoro su arrebato y rodeo el vehículo para llegar al baúl. Una zona residencial cómoda, estrato medio, con excelentes vecinos y cerca de sitio de mi interés.
Bares y clubes, muchos de ambos.
Con ese pensamiento y una sonrisa en los labios recojo mis pertenencias y las voy lanzando en la mitad del jardín. Por mucho que lo negaran Akim y Lissa necesitaban de privacidad, todo recién casado lo necesitaba.
—Dante.
Le llamo cuando he logrado sacar todas mis cosas, la única muestra que está cerca son sus gruñidos. Dante no es el tipo de perros que ladre o gruña por qué sí, por lo que me alarmo y retiro el arma de mi pretina.
Sería un verdadero caos que mi primer día gozando de mi verdadera felicidad venga acompañada de la visita de un ladrón. Con los gruñidos de Dante, sirviéndome de guía, cruzo todo el jardín y me adentro al del vecino.
Sin proponerlo, chocó de frente con la parte trasera del jardín de la propiedad vecina. Mi acompañante le gruñe a un paquete que está en mitad de las dos casas y que no tiene destinaría. Lo alzo en manos y al detallarlo, me encuentro con la dirección de mi casa.
Soy nuevo en este lugar, por lo que debe ser del antiguo propietario. Lo alzo hasta mi oreja y lo muevo un poco, apoyo mi oreja en la caja de 30 x 40 cm.
—Salgamos de aquí —le pido, pero no se mueve, permanece en mitad del jardín viendo hacia el interior de la casa —¿Desde cuándo eres imbécil? Es propiedad privada.
Muevo el arma frente a él y le exijo moverse, pero sin éxito. Tiene las orejas tensas y su cola igual, su lomo está erizado y entiendo algo sucede.
—¿No puedes dejarme en paz? —le reprendo, pero acabo por obedecerle.
Avanzo hacia la ventana y miro a través de ella, al interior. No hay nada extraño a la vista, hasta que algo llama mi atención. Una mujer de larga cabellera castaña, en un short diminuto y top cruza mi campo de visión. Esa criatura sabe cómo llenar cada parte de su cuerpo y sonrío al verla moverse con gracia en su avance.
Tiene unos cascos en sus orejas, lo que sea escucha le hace mover sus caderas y mi memoria se trasporta a la época de stripper. Ella lo es, todos sus malditos movimientos son de una de ellas y un poco más allá.
Como un vil ladrón y al ver que se escapa de mi vista la busco en la ventana vecina, con Dante siguiendo mis pasos y en silencio.
—Tienes razón, es hermosa —le digo a mi perro que mueve la cola y hasta puedo jurar me sonríe —¿La quieres como dueña? —su cola se mueve en círculos y niego sonriente —hace falta pasar un par de pruebas, de esas criaturas perfectas ya no las hay.
Al ubicarla de nuevo, noto que el sitio al que se ha escapado es la cocina y saca algo del horno. Un enorme pavo sale de ese lugar, humeante y jugoso.
—Hermosa, buen cuerpo, baila y cocina bien —describo —debe estar loca.
Se ha quitado los cascos, por lo que ya no baila y sus hermosas manos están cubiertas por un guante. Acerca su nariz a su creación cierra los ojos e inhala fuerte con una sonrisa en los labios.
¡Hermosa!
Ella deja el pavo en la mesa y busca algo a su alrededor, murmura algo que no alcanzo a escuchar y sonríe hacia la mesa de comedor.
—Hola mamá —saluda jovial —Estaba preparando el pavo de acción de gracias. Solo yo mamá ¿Quién más vendría? —se sienta en una silla, cruza sus piernas y ese gesto me da un vistazo perfecto del inicio de su trasero—me basta con la compañía de Ana Lucia y nadie más.
Sintiéndome un intruso retrocedo sobre mis pies, con la caja en manos y regreso a mi jardín. He encontrado el primer punto positivo en este barrio. Ingreso a la casa dejo la caja en el buró y detallo el sitio.
La casa y la de la vecina son réplicas exactas, divisiones, decorado y muebles. Dante ha decidido quedarse en el jardín de la vecina y le concedo el permiso de hacerlo.
—Tendré una excusa para ir a verla en persona. —respondo lanzando las cosas a la que he decidido será mi habitación.
Es perfecta, tiene una ventana que da a otra de la casa vecina y si todo el decorado es lo que creo, es la habitación de la diosa. Con mi equipaje a medio sacar y el hambre haciendo lo suyo, llamo a pedir comida. Pienso en la vecina y ese pavo recién horneado que no tiene con quien compartir.
—Es un desperdicio.
Antes de marcar al restaurante me topo con la caja y la curiosidad puede más que mi apetito. Saco la navaja de mi pretina, suelto el filo y lo paso de un solo tajo por la caja. De ninguna manera me pertenece, pero es mi casa ahora y dudo que alguien se enoje por abrir algo que tenía mi dirección.
—¿Qué tenemos aquí? —una tarjeta negra con una pequeña rosa blanca.
En su interior solo encuentro una fecha, dentro de cinco meses. Una manera un poco antigua, pero efectiva de amenazar a alguien. Además del obituario, hay varias tarjetas fúnebres con la misma fecha. La firma, son iniciales que no tienen sentido para mí, pero imagino, es distinto con el dueño.
L.V.N.
Debo preguntarle a Wells quien era el propietario, si era un amigo de la causa debería saber que tiene cinco meses para morirse de manera natural.
Hago la llamada al Vryzas, y enciendo la TV esperando por mi pedido. Sin rastro alguno de mi mascota ¿Lograría entrar? Espero que sí y que lo quiera tanto que desee compartir mi cama para tenerlo.
Lo dejo en un canal de noticia al llamarme la atención el rostro de la mujer en la parte izquierda de la pantalla. La presentadora describe el cuerpo hallado de una mujer en estado de descomposición.
—Karen Abbey estaba siendo buscada por el incendio a la escuela donde laboraba, secuestro de un menor y la muerte de un adulto mayor a quien cuidaba...
Señalaban su deceso como suicidio producto del cerco policial instaurado sobre ella. Sonrío al escuchar la hipótesis de suicidio, me viene bien que la policía siempre quiera los honores en todo.
No solo en este país, en casi todo es el mismo sistema. Los ladridos de Dante me indican que recordó a su dueño y un hogar al que cuidar. Al llegar a la puerta, no hay rastros de él, pero me llega una voz masculina desde el jardín trasero de la casa vecina.
—¿Desde cuándo tienes perro, Ana Lucia?
—Te dije que no es mío, es de mi pareja y será mejor si te vas —escucho la voz decir —no le gustará verte aquí....
—¿Pareja, perro? —describe la vos masculina de manera despectiva —¿Pretendes que te crea que encontraste a alguien?
—Tú no puedes estar aquí Ludov, lo sabes...
—Ana, todo fue un error —sigue la voz masculina, en ese punto ya he logrado estar cerca y puedo ver al dueño de ella.
Un hombre en musculosa, con tatuajes en ambos brazos y parte de su cuello. Músculos y cuerpo de gimnasio, intenta acercarse, pero ella retrocede. Dante también se lo impide al gruñirle atravesándose entre los dos.
—No tienes que mentir, todo tus esfuerzos en esa cena es por mí —un paso más y mi perro lo castra, espero que sea tan imbécil y que Dante lo logre. —Hiciste un gran esfuerzo, todo lo que hay allí es lo que me gusta....
Rodeo la casa y decido ingresar por la parte interna, por el momento Dante no permitirá que se le acerque. No llevo arma, me bastarán mis puños en caso de que ella decida sacarle. En mitad de la sala retiro mi americana y la dejo en un sillón.
Si voy a fingir ser su novio, debo parecer lo más real posible.
—¿Ana, Dante? —les llamo y apoyo mi cuerpo en la entrada.
—Aquí —su voz sale inaudible síntoma de miedo.
—Lo que sea hay en la mesa, es mio —menciono cuando el aroma llega a mí y descubro huele mejor de lo que se ve.
—¿Un maldito ruso? —le reclama a ella — me dices que me dejaste por un ruso —ignoro al degenerado, me concentro en ella.
Dante mueve la cola, la mujer se queda observando ese gesto y alza el rostro en mi dirección. Temor y alivio se cruzan por sus ojos color miel, se ha cubierto su hermoso cuerpo con una falta larga que le llega debajo de las rodillas, su cabello lo lleva recogido en un moño muy típico de Jaz.
—¿Qué te dije de esa falda? —le riño bajando al jardín y yendo hacia ella. —no me dijiste que tendríamos visita.
—¿Quién eres? —pregunta el desconocido y detallo en sus tatuajes, sonrío ante lo que veo algo que a él no le gusta. —¿Qué te resulta gracioso?
—Tú, sin dudas. No sé si fuiste abusador, abusado, jefe de los yakuza, de los rusos, todos en uno —señalo cada tatuaje sin dejar de reír. —Ana, ve a quitarte esa falda, por favor —le pido.
—Vine a verla a ella y no a ti...
—La visita acabó —doy un paso al frente y Dante se hace a un lado —espero que no hayas matado a tantos —la miro a ella que se esfuerza en no reír y es que el rostro del miserable es un poema. —o no podré salvarte de ser un abusador y me declararé abusado. Muñeca, por favor, quítate ese desastre...
—Ya regreso.
—Quédate dentro... Dante, cuídala —les digo a uno y a otro, sin dejar de ver al hombre frente a mí —la próxima vez que desees verla, asegúrate que yo esté presente...
—¿Qué harás? ¿Me lanzarás a ese tres pulgas? Ruso.
Mi respuesta es sonreírle y cruzarme de brazos. No debería meterme en pleitos que no son míos, pero si me dejo guiar por su rostro ella estaba pasándola mal.
—¿Necesitas ayuda para encontrar la salida? —retrocede sin decir nada y viendo el tatuaje en el mi brazo. —es real y lo que significa también —le digo al notar que entiende lo que hay allí —¿Quieres que te lo demuestre... Yanki?
—Eso no se va a quedar así...
—Espero que no —le digo viéndolo dar media vuelta y perderse a la salida. —¿Se encuentra bien? —le digo al sentir su aroma.
—Gracias —susurra. —¿Es su perro? Es lindo.
—Mio y suyo —comento buscándola con la mirada.
Me quedo en una pieza. Ella se cambió de falda, pero por otra, aún más larga que la primera y tuerzo los labios.
—Soy, Ana Lucia —se presenta estirando la mano hacia mí — ¿Es el nuevo vecino?
—Nikolái Borch —tomo su mano libre de callos suave y delicada.
Me pierdo en sus ojos color miel, en sus labios carnosos rojos y en esos enormes pechos que cubre con esa remera grande. Ella huele a libertad, a inocencia y ha pecado ¿Es posible tanta perfección? Mi experiencia me dice que no.
—Su servidor y esclavo —mi comentario la ruboriza y baja el rostro apenada.
¡Es Perfecta! Grita mi mente y mi piel expide un fuego que hace tiempo no sentía.
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