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Malos recuerdos

Horas antes...

Conocí a Ludov en el club que de manera necia y en contra a los consejos de mis padres decidí trabajar. Yo quería contribuir y eso no sería posible con mi trabajo en la estación de gasolina en que laboraba. Ginger me sugirió trabajar en el club, cierto día en que me vio bailar. Contaba con gracia y estilo, era solo cuestión de afinar movimientos y ella se ofreció a ayudarme.

Todo el pueblo habló sobre mi trabajo en el club, nadie veía con buenos ojos que una chica decente hiciera algo de esa naturaleza. Un empleo allí era sinónimo de prostitución. Decidí restarles importancia a las habladurías, al final de todo, podría tener un trabajo con mejor paga.

Fue en el último año y a puertas de graduarme. Mi consumación de mis sueños no llegó solo, me trajeron el amor de vida. Ludov era todo lo que una mujer deseaba de un hombre, atento, caballero y con un aura que te hacía sentir segura.

—¿No eran del mismo pueblo? —afirmo a la doctora en silencio.

Acudir al encuentro con la abogada Cole, no fue fácil, ni siquiera la presencia de Nikolái logró calmarme. La última vez que hablé sobre lo sucedido aquella noche desastrosa lo hice frente a un oficial. Tras la condena y mi salida del pueblo me negué a hablar del tema.

Ni siquiera con mis padres.

—¿Nunca lo trataste antes? —de vuelta a la realidad observo a la mujer frente a mí afirmando en silencio.

Valdrá la pena si logra hacer que Ludov se mantenga lejos de mí.

—Estudiaba por fuera.

Ludov fue enviado por su padre a estudiar en las mejores escuelas y universidades. Eran dos hermanos, Ludov y Luisa Vass Neville, siendo el hijo varón el que gozó de esos privilegios. A su hermana nunca se le permitió salir de casa, su educación fue en el rancho, sitio en que se convirtió en su cárcel.

—Empecé a tratarlo a partir de que me lo presentaron en el club, todos conocían a los Vass en el pueblo.

Aprieto con fuerza el pañuelo en mis manos y sonrío con amargura al evocar aquella época. Era el hijo del propietario del rancho más grande de la zona, aunque también, el hacendado más ruin que hubiera brotado la tierra.

—¿No te hizo dudar nunca?

La veo un instante y la siento ante mí, transparente, mi piel despide un sudor frío producto de las imágenes que empiezan a llegar. Me concentro en lo menos dañino y controlo el nerviosismo que se ha apoderado de mis manos.

—Jamás fue agresivo, ni conmigo o las chicas.

Era un hombre atento, galante y solía cuidarlas de los borrachos pesados, cliente del club desde antes de yo trabajar. Las chicas ya lo conocían a él y a sus gustos. Ludov no consumía salvo un par de tragos, no pagaba por servicios especiales, se decía que no lo necesitaba. Mujeres de todo tipo, maduras, jóvenes, le perseguían, el sexo para él no era problemas.

Regresaba al pueblo en vacaciones y duraba un par de meses. En ese tiempo su padre lo paseaba como si de un atractivo turístico se tratase o la joya más preciada del rancho.

—Seguro lo era —comenta la mujer divertida —conozco hombres y mujeres así.

—Le creo —respondo controlando un impulso loco de salir huyendo —En la temporada en que lo conocí regresaba a tomar el control del rancho.

—Se había graduado. —afirmo en silencio antes de continuar.

— Trajo las marcas de la ciudad impregnadas en sus trajes costosos, hablar refinado y pasos seguros.

El retorno del hijo mayor de Fernand Vass fue motivo de habladurías en el pueblo. Todas las chicas querían llamar su atención y deseaban convertirse en la señora Vass.

—En aquel tiempo, mi sueño era acabar con mis estudios, buscar un empleo y ayudar al sueño de mi padre.

—¿Puedo saber cuál? —sonrío al recordarlo.

—Ampliar los terrenos y cultivar en ellos, comprar más animales. —bajo el rostro a la taza antes de seguir —ocurrió lo contrario. Vendió todo cuanto tenía e hipotecó la propiedad para pagar la cuenta del hospital.

—Lamento escuchar eso. —me brinda una sonrisa tranquilizadora. —los sueños solo acaban con la muerte, yo te veo muy viva.

—No es tan fácil...

—Lo bueno nunca lo es—me interrumpe —pero sigamos o Nikolái se le agotará la paciencia y acabará ingresando ¿Qué ocurrió después?

No tengo claro, sobre el motivo de tantos detalles. Lo que sí sé es que me está costando mucho traerlos de vuelta. Esconderlos fue, sin lugar a dudas, mi mejor logro, el mantra más efectivo.

—Desde el primer día que me esperó e insistió en acompañar a casa, creció una amistad, que fue mutando rápido y sin control.

Me dejó en la puerta de la casa sin hacer comentarios malintencionados o sobrepasarme. Al día siguiente buscó a mi padre en las caballerizas y solicitó visitarme. La seriedad y delicadeza de ese gesto agradó a mis padres, que vieron con buenos ojos al chico de comportamiento refinado y buenos modales.

Hasta el quinto día empezó a hacer preguntas sobre mis salidas y como un hombre tan religioso como papá, permitió mi trabajo en ese sitio. Le comenté la odisea que pasé para que aceptara.

—El peor día en la vida de mi padre, fue cuando le confesé, iba a trabajar en ese club.

El viejo Edevane, como era conocido por todos, no veía con buenos ojos que su pequeña trabajaba de la mano de borrachos y drogadicto. Sin importar que tan buenos eran mis sentimientos o los sueños. Nada pagaría el precio de una humillación y lo vi como exageración.

Desconocía que sin importar si vendías o no tu cuerpo el título de "Ramera y puta" sería mi calificativo más suave.

—"Drogadictos y borrachos. No hay nada más voluble y peligroso que esas dos manchas en la sociedad." —niego lanzando un sollozo —si tan solo hubiera hecho la mitad de lo que me rogó hacer ...

Recuerdo verlo con la mirada perdida por la ventana luego de negarme a escuchar razones. No me habló en los siguientes días y empeoró cuando todo el pueblo empezó a burlarse de él.

Observo las tres fotografiadas dispuestas en el escritorio de la doctora. En una es ella bastante joven está abrazada a un hombre de rasgos asiáticos de cabello largo. En la segunda lleva en brazos a un recién nacido. En la última vuelve aparecer el chico de la primera un poco mayor, tan sonriente como el pequeño que lleva en brazos abrazados ambos a la mujer.

Una hermosa familia.

—Me había advertido que nada bueno saldría de allí. No le creí.

Fue casi una profecía dicha por un hombre que lo había visto todo. En mi corta edad pensé que quien hablaba era el hombre de fe, junto con toda su sarta de reglas sobre cómo vivir y agradar a Dios.

— En ellos habla la experiencia y los años, a esa edad nos controla la rebeldía. —afirmo sorbiendo la nariz y limpiando mis lágrimas.

El precio que pagué por saberlo fue alto. Al comentarle la opinión de papá su comentario fue ... "Existen muchos peligros en la calle, sobre todo en este que has escogido para ascender en la vida."

—¡Hipócrita!

—¿Opinas que lo planeó todo para llevarte a la cama? Tu negativa pudo ser un reto.

—No he tenido tiempo en oscurecer más las cosas. —confieso —pero es posible, todas querían con Ludov en el pueblo.

—Menos tú —sonrío y ella lo hace —por tus padres y sus costumbres.

—Y mis sueños de ayudarle. —finalizo por ella.

Fui clara en aclarar que no vendía mi cuerpo. Crecí en un hogar que pensaba en que la consumación del amor entre dos personas debía suceder luego de casarse y no antes. En un comienzo no creyó y se mofó de lo que dije. Con el tiempo constató era verdad mi comportamiento lo confirmó.

O eso me hizo creer.

—Según este mapa el hogar de tus padres está a las afueras. —lee el folio sin verme y acomoda sus gafas antes de fijar sus ojos oscuros de nuevo en mí —¿Quién te llevaba a casa?

—Antes de Ludov, un amigo de papá era el encargado de llevarme a casa.

El trayecto era largo, había que pasar el puente que cruzaba el río rodeado de Bosque. Cueva de maleantes, drogadictos y rufianes que escogían la noche y transeúntes despistados para hacer sus fechorías. En adelante y tras hablar con mi padre, Ludov fue el encargado de llevarme a casa.

—¿Trabajabas todos los días?

—Solo los fines de semana. De sábado a domingo.

Las salidas variaban, dependiendo el número de asistentes o el día, entre las dos o cuatro de la mañana. En días de pagos los asistentes aumentaban y la jornada se alargaba.

—Él vivía a un más lejos —sigue leyendo ella —el noble Ludov dejaba todo para acudir a tu rescate y llevarte a casa.

—Detalles que enamoran hasta a la más tonta.

La historia que la hija de Edevane, había conquistado al heredero del rancho Vass, se corrió como pólvora por todo el pueblo. Había dejado de ser el centro de atención y burlas por mí, trabajo en el club, empecé a ser importante. Me gustaba el trato que Ludov y su padre insistían en darme.

Dos semanas después de tratarnos, Ludov confesó que le gustaba, más tarde nos hicimos novios y seis meses después fijábamos fecha para la boda. Él no vio problemas en esperar a casarnos para estar juntos y yo, nunca fui consciente del monstruo que se ocultaba detrás de la fachada de caballero.

—Fue convincente y en ese punto, no debes sentirte culpable. —aconseja ella— Casi todos esos malnacidos, hacen un buen trabajo a la hora de fingir ser buenos.

Me pidió no acudir más al club, mi padre estuvo de acuerdo en que no era lo correcto, y no era necesario seguir haciéndolo. Había logrado pagar todo lo de la graduación y bastaba esperar la fecha para obtener mi título. Ludov nunca me hizo escenas de celos, aunque yo nunca le di motivos y él mantenía a raya a todos los que querían pasarse de listos.

—Fue un maestro y yo muy estúpida. —sollozo y ella tensa su mandíbula.

—Si deseas que pare no hay problema, puedo pedir a alguien que busque el resto de los informes... —sugiere —necesito todos los detalles para saber cómo operar. No me fio en la buena disposición de su padre, no con todo lo que he leído de él aquí.

—Quiero hacerlo. —respondo sería.

—¿Segura? —afirmo mordiéndome los labios. —¿Qué sucedió después?

Con la fecha de la boda fijada y todo listo para el maravilloso día, solo me quedaba esperar. Ludov se había ido de viaje, para abastecer el rancho, su deseo, dejar todo listo antes de irnos de Luna de miel. Recibí una invitación para festejar mi despedida de soltera ofrecida por las chicas del club en cabeza de Briggitte.

Lo único que pedí es que no fuera en mi antiguo sitio de trabajo y una hora prudente. Era una chica comprometida, en un pueblo pequeño y con un padre rígido en cuanto a las reglas del compromiso.

—En medios de burlas aceptaron.

La reunión transcurrió bastante tranquila y divertida. El lugar escogido fue la zona privada del restaurante a tres locales del club. No hubo stripper, ni eventos parecidos, pero si bromas y muchas anécdotas. Fue a la salida en que todo ocurrió, al presentarse de sorpresa.

—¿No sabía de la despedida?

—No. Intenté llamarle en muchas ocasiones, pero fue imposible. Le dije a su padre y aseguró no haber problemas.

Ginger se había ofrecido a llevarme a casa, pero le salió un imprevisto y yo les ofrecí irme en taxi. Eran las diez de la noche, bastante temprano si se tiene en cuenta las horas en que solía llegar a casa. Las otras chicas tenían su show que iniciar y yo estar en casa en media hora.

—Bromearon diciendo que era la última vez que tomaban taxi. Insistieron en quedarse, pero dado lo conocido del sitio, no vi lo necesario.

Aceptaron con la condición de que esperara en la puerta del club. Los encargados de seguridad estarían al pendiente de conseguir conductores conocidos.

—Nada hubiera cambiado ¿No crees? Era tu prometido y nadie dudaría de que estabas a salvo con él.

—En eso tiene razón. —acepto —aunque, su enojo fue por encontrarme a las afueras del club.

—Sacó su verdadera identidad, no hay excusas por lo que hizo. —insiste la abogada.

Estaba en una zona transitada, los taxis que se apostaban y eran todos conocidos. Solo era cuestión de esperar uno libre. Acordé enviar mensaje al llegar a casa y sus compañeros buscarme un chófer seguro.

—Cinco minutos después, un auto gris desconocido se detuvo. —mi piel se eriza al recordar y paso saliva apretando con fuerza la pieza de tela en mis manos — distinguí al chófer, sería mi futuro esposo en una semana.

"—Me dijeron que no lo harías hasta el fin de semana." Comenté al verle.

"—Me voy dos días y tú decides regresar a este club." Fue su amarga respuesta.

Ignoré la alarma que cruzó mi piel ante el tono molesto de sus palabras, el auto diferente, la ausencia de placas o que no les diera el rostro a los chicos. Era el hombre que amaba y con el que cruzaría las puertas del altar en días. Había llegado antes de lo esperado, había extrañado tanto como yo a él y por eso se apresuró a llegar.

Nada más lejos de la verdad.

—Me ordenó apagar el móvil y se negó a permitirme enviar un mensaje a casa o las chicas.

"—Te ordené apagarlo. ¡Obedece!"

Una orden dada en tono firme y rostro molesto, que no quise contradecir. En ese punto mis manos temblaban al darme cuenta de que estábamos desviándonos del camino a casa.

—El sendero era, incluso, opuesto al que llevaba al rancho de su padre.

Detuvo el auto en medio de una espesa vegetación y me ordenó bajar, segundos después me adentró al bosque llevándome a la fuerza. Con el miedo corriendo por todo mi sistema acaté esa orden y un par más. Mientras lo hacía registré cada punto por el que pasábamos. Algo en mi interior me dijo que sería importante tenerlo en cuenta, no tengo idea sobre los motivos que tuve en ese instante.

—Era Ludov, mi prometido, el hombre que amaba ¿Por qué temer? Me repetía una y otra vez.

Ante sobre lo que hacíamos allí o su extraño proceder, su respuesta fue reír. Sus pupilas estaban dilatadas, su camisa estaba empapada en sudor, al igual que su piel y su respiración, pesada. Se asemejaba a una fiera dispuesta a atacar en cualquier instante y yo era la presa indefensa.

"— Me harté de esperar por algo que todos han usado, ser el hazmerreír del pueblo. Hoy mismo voy a saber si vales o no la pena."

Habían sido las palabras dichas por Ludov aquella fatídica noche que me haría ver, algo anduvo mal todo el tiempo. Desenterrarlo era de por sí, traer a la luz un conjunto de sentimientos nefastos. La tragedia económica que sobrevino a la familia después de aquello y la muerte de un amor que pensé sería para siempre.

"—No me hagas perder el tiempo ¡Desnúdate!"

"—¿Por qué me haces esto?"

Me sonrió de una forma sádica y lejos de la sonrisa de siempre. Supe que, frente a mí, estaba el verdadero Ludov, intuí sus intenciones, pero me negaba a permitírselo. No lo haría sin pelear, me llené de un valor que desconocía y reparé a mi alrededor.

—Debía correr hacia la carretera, un desvío para llegar la principal sin tener que lidiar con el tránsito nocturno.

Con dedos temblorosos, empecé a retirar mi ropa y a fingir obedecer. Me deshice de mis zapatos, el saco, mi bolsa, dándole tranquilidad. Mi buena disposición lo hizo relajar y empezar a desnudarse. Escogí el momento en que se bajaba los vaqueros para salir corriendo.

—No fui muy lejos y mi exabrupto logró hacerlo más violento.

—Es suficiente...

Sin darme cuenta en qué momento ocurrió tengo a la mujer a mi lado sosteniendo mis manos. Me pide guardar silencio, me es imposible. Yo he abierto la llave de los recuerdos y estos se apilan en la puerta haciéndola demasiado pesada para cerrarla.

—Me tomó de los cabellos y arrojó al suelo lanzándose sobre mí como depredador. Rasgó mis ropas, lancé arañazos...

"—Prefiero estar muerta antes de permitir que un cerdo como tú me toque o sea mi esposo."

"—¿En serio?"

Aquellas dos palabras marcaron mi destino. Sobre cómo ocurrieron los hechos tengo las cosas claras hasta antes del tercer golpe. Los dos primeros los hizo en forma de bofetadas, en un inútil intento de intimidar. Al darse cuenta, no obtenía los resultados esperados, lanzó tres de sus mejores puños a mi rostro dejándome inconsciente.

—El resto está allí. —señaló los folios —Lo que hizo después conmigo no lo sé, no lo recuerdo y deseo que así sea.

—¿Nunca habías hablado de esto verdad? —niego y siento su abrazo reconfortante —Gracias por la confianza.

Al despertar estaba sola, me arrastré hasta la carretera y pedí ayuda. Nadie se explica como logré caminar con lo delicado de mis heridas. Yo solo pensaba en mis papás y en lo preocupado que estaban.

Un auto que pasaba en el instante se detuvo al verme arrodillada en un costado y con las manos en posición de ruego. Oraba en ese instante por valor para seguir. Estaba sedienta, con sueño, exhausta y no podía continuar.

—Patrick Mallory, hizo un desvío para llegar a tiempo a una reunión y te encontró en la vía. —me dice rompiendo el silencio.

—Nunca pudo asistir, regresó para llevarme al hospital.

—Algo de lo que no se arrepiente según leí. —habla sonriendo con orgullo como si conociera a Patrick o fuera amigo suyo.

Me llevó al hospital y allí fui reconocida por un enfermero asiduo visitante del club. Fue Patrick Mallory quien fue a casa, tocó a la puerta y dio la fatal noticia. En ese instante mis padres estaban preocupados por mi desaparición.

Una vez los puso al tanto, fue a la estación, buscó a un oficial y le narró lo sucedido. Llevándolos al sitio y hasta ayudó a revisar la zona, gracias a su experiencia llegaron al sitio exacto, encontrando mis pertenencias. Coincidió que era copropietario de un rancho y experto en seguir rastros.

Mientras eso ocurría, Ludov iba a casa de su padre y comentaba que había cometido lo que llamó "Un error". Me creía muerta y fue lo que contó a su padre, ambos se devolvieron. Allí se toparon con las autoridades. Ludov no pudo explicar sus ropas manchadas de sangre o las heridas en su cuello.

Su padre aseguró que llegó a auxiliarme una vez supo lo ocurrido. Cuando lo que ocurrió era que iban a desaparecer mi cuerpo. Lo dijo su hermana durante el juicio, ella escuchó toda la conversación de ambos y se fue luego cuando dictaran sentencia.

A una pelea de enamorados y celos que se salieron de control quiso justificar todo. Mi estado deplorable, las heridas y el sitio remoto hizo difícil de creer su defensa en ese instante.

—Ahora regresa diciendo que fue un error producto de las drogas...—comento con amargura —lo que desea terminar lo inconcluso aquella noche.

La mujer Limpia mi rostro con un pañuelo y niega sin decir nada. Se levanta, sirve algo caliente y regresa con una taza humeante que deja en mis manos y las cubre con las suyas.

—Nikolái no se lo permitirá. —comenta al entregarme la taza y abrazar mis manos con ella —no te preocupes.

—Él no tiene obligación —ella rueda los ojos tras mi comentario y le sonrío —no somos pareja, solo amigos.

—Nikolái no tiene amiga querida —comenta divertida —ve acostumbrándote, ya te puso el hierro. Los Borch no son tipos fáciles, son rudos, molestos, tercos y testarudos... pero te aseguro saben querer y proteger.

—Está equivocada —insisto y ella solo sonríe.

****

Hacer compras nunca fue divertido hasta hoy. Siempre debía hacer una lista de lo que necesitaba con más urgencia e incluso así había que eliminar un par de cosas para que alcanzara.

Con Nikolái fue distinto.

Lanzó al carro cosas que insistí no eran necesarias, pero que él decidió debían estar. Cervezas, refrescos, jugos, carnes, vegetales de todo tipo y en grandes cantidades. En algún punto tuve que enojarme cuando murmuré, eso no cabría en el refri.

Él decidió era buena idea comprar uno más grande.

—Aceptas que te divertiste —comenta abriendo el baúl y le veo un instante —sé que si —sonríe.

—Es demasiada comida —insisto viendo las bolsas en el baúl.

—¿No planeas invitarme nunca? —se queja tomando un par de bolsas y resoplo.

—Hablaba de ambos, esto es demasiado para los dos. Aquí hay comida para un batallón—comento tomando una—¿En qué pensabas?

—En comer —habla girando su cuerpo y haciendo un guiño. —una vez tuve tanta hambre que juré si llegase a tener dinero mi despensa y la de mis amigos estarían llenas.

Era lo más loco que había escuchado, aunque también lo más tierno que alguien ha dicho y hecho por mí. Me ayuda a sacar todas las bolsas y va por Dante a quien dejó en casa. Observo su figura perderse por nuestros jardines y sonrío ante su imagen abriendo el buzón.

Retira varios sobres y con ellos se dirige a la puerta, la figura peluda que sale despedido rumbo al jardín me hace sonreír. Sin escuchar lo que le dice a su mascota sé que lo está reprendiendo por golpear la caja que han dejado en la puerta de su casa.

La abre y sin mucho protocolo extrae de su interior una tarjeta negra. Esta mañana vi un par de ellas en su casa, me asusté al verlas, aunque no las abrí sé lo que eran.

Lo observo caminar con ella en manos hacia la casa y abrirlas en su avance, no deja de sonreír mientras lo hace. Las hace pedazos una vez la lee y va por los demás sobres.

—¿Qué harás esta tarde? — me pregunta al cruzar la puerta.

—¿Qué deseas comer?

—¿Qué te hace pensar que hablaba de comer?

—La doctora Cole dice que solo tienes dos conversaciones —sonríe ante mi comentario y bufo —sexo y comida. —continuo y su sonrisa se ensancha acercándose a mí — Lo primero jamás lo tendrás.

—Porque así yo lo quiero por el momento —responde lanzando los restos de la tarjeta al cesto y me quedo viendo los trozos un instante —Me llega la correspondencia del antiguo propietario —me dice y alzo la vista —¿Qué me harás de comer?

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