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¡DESAPARECIDO!

Capítulo sin editar...

El clima impidió que Nikolái se hubiera avances sobre el intento de secuestro de Natalie. Las tormentas hacían su aparición en cualquier momento, bien sea del día o de la noche. Nikolái no ha podido salir al bosque, Natalie y Gustavo acudir a la policía para la denuncia respectiva.

La noticia del intento de secuestro se regó como pólvora, gracias a los vecinos que nos ayudaron aquella tarde. Los mensajes de apoyo no se hicieron esperar, junto con la noticia que nadie en la zona criaba ese tipo de animales, tampoco era temporada de caza o apareamiento.

Lo que podía justificar la presencia en una zona tan lejos de la suya. Sobre el secuestrador se llegó a la conclusión que la herida no fue letal como se pensaba y logró escapar. La única forma de justificar que no fuera encontrado por los hombres aquella noche.

Nikolái lo ponía en duda, estaba seguro de que el disparo fue limpio. Quienes lo acompañaron, si bien, en un comienzo estaban seguros, fue dado de baja, con los días, empezaron a dudarlo.

Así las cosas, en los alrededores y hasta el pueblo, la noticia, lo que llamaron "El ladrón de niños" se había propagado. Indicaban a todos los moradores en estar alerta a través de mensajes de texto que llegaron a nuestros móviles en más de una ocasión.

Mi hermana usó el tiempo para no enviar a los niños a la escuela y la misma excusa para no dejarlos salir de casa. Toda su familia se recluyó en su hogar y salían a visitarnos en grupo, ninguno era dejado atrás. Ninguno de nosotros vio como exagerado la decisión, cualquier medida que lograra mantenerlos con vida, era bien recibida.

Nikolái aprovechó el encierro para culminar de organizar los videos del señor Weber. Recibía mensajes de alguien, con quien solía hablar por horas y reír mucho. Los primeros días el gusano de los celos me invadió al reconocer que se trataba de una mujer. El término "Eres una bruja o loca" salía a colación de vez en cuando.

Me volví amante de escuchar detrás de la puerta o fingir limpiar cerca de donde él solía estar. Una investigación deprimente de la que solo logré sacar el nombre de mi posible rival.

Ava Callaghan, una chica que estudiaba y quien parecía tener un lazo de amistad enorme. Nikolái rechazaba todas las llamadas menos la suyas. El encierro y la poca actividad me afectó a tal punto que me vi haciendo teorías de todo tipo.

Era estudiante, eso la ubicaba en la universidad. Eso, la edad de Nikolái y su poca tolerancia a las adolescentes la situaba en el último año, quizás en un posgrado o doctorado. La mujer supo de la separación con sus hermanos y quiso mediar entre ellos o usar eso como pretexto para llegar a él.

No tengo claro los motivos del distanciamiento entre él y los suyos. Solo que desde nuestra partida no ha querido contestarle llamadas. Las chicas me envían mensajes preguntando por él, pero se niegan a decirme que sucede.

Contaba con motivos para sospecharlo, su comportamiento cambió, solo me hablaba cuando estaban mis padres y las pocas veces que tomé la iniciativa, lo noté lejano. Cuando no estaba detrás del PC, lo hallaba en la ventana viendo la lluvia caer.

Daba la sensación de que buscaba algo o a alguien. Podría ser la frustración por no atrapar a quien hizo aquello, el encierro, problemas con sus hermanos o un poco de todo.

Lo que sea sucediera, con esa mujer, con él o sus hermanos, lo iba a averiguar. Estaba dispuesta a todo para traerlo de vuelta o que me mandara al diablo. La oportunidad llegó cuando mis padres dieron la orden de visitar la estación al día siguiente.

A diez días del suceso, convinieron acudir a la policía sin importar el tiempo o los elementos. Las autoridades estaban alertadas, pero todos temían que a los niños se le fueran escapando los detalles de aquella noche.

Nikolái se quedaría en casa, mis padres, los niños, Natalie y Gustavo irían al pueblo. Una decisión que se corroboró al despertar y ver al son asomarse.

El clima hizo una tregua, el sol resplandecía a través de la cortina de mi habitación cuando me dirijo a la ducha. Mientras cierro la puerta escucho a mis padres darles consejos a Nikolái. Su voz no se escucha durante las intervenciones de ellos y solo lo hace cuando callan.

—En la radio alertaron que hoy las tormentas estarían en su máximo nivel —detengo el avance de la puerta y espero atenta lo que sigue —no temo quedar aislado, no con tan buena compañía. — La risa que sigue me contagia y apoyo mi rostro en la puerta.

No lo he perdido, esa idiota no puede quitarme lo que ya es mío.

—No me hagas arrepentirme. —le advierte mi madre, pero su risa es más fuerte.

—Estoy siendo sincero —se defiende y puedo imaginar sus ojos brillar divertido al decir esto —estarán aislados, en una estación —sigue —eso si la tormenta los atrapa allí y no en la carretera.

Lo que sigue lo dice mi padre, en tono tan bajo que me es imposible escuchar. Desisto de intentar oír al darme cuenta de que han bajado la voz o se han alejado de la cocina, por lo que ingreso a la ducha.

Diez minutos más tarde el auto se enciende y la voz de mi sobrino se escucha por encima del rugido de la vieja camioneta.

—¡Cuida a Dante! —el pedido me hace sonreír, no tanto como la voz exasperada de Nikolái.

—Se irá con nosotros ¿Lo saben verdad?

Dante se mantiene en pie por más tiempo, ya logra dar pasos y adora echarse al pie de la chimenea. Es el que más ha disfrutado de estas accidentadas vacaciones. Salvo por el caer del agua en la ducha, no se escucha nada, por lo que imagino Nikolái está inspeccionando el terreno.

Me sobresalto al sentir un par de manos en mis caderas, no tengo tiempo a reaccionar. En caso de ser un asaltante, poco y nada hubiera podido hacer, pienso con vaguedad al recibir la fiereza de sus labios sobre los míos.

—Creí que nunca se largarían —se queja alejándose lo suficiente para que ingrese aire a mis pulmones y retoma el beso con más violencia.

Me cuesta por momentos corresponder, su cuerpo demanda libido que no sé si tengo la capacidad para de soportar. Sus manos recorren cada parte de mi cuerpo desnudo como si fuera un escultor, acariciando su obra.

Es lo que soy, con él siento que soy una mujer nueva, capaz de soportar cualquier cosa solo si es en su compañía. Las palabras sobran, nuestros cuerpos y caricias, dicen todo en estos momentos. Mi piel pide a gritos la suya y lo espera desde hace mucho tiempo.

Me alza sin problemas apoyando mi cuerpo en los azulejos y rodeo mis piernas alrededor de sus caderas. La creciente masculinidad rosa mi piel hinchada, húmeda y sensible. Sin dejar de besarme, frota su sexo contra el mío y sonríe contra mis labios ante mi voz de protesta.

Lo que sale de mis labios es mitad suspiro, mitad su nombre.

—Pensé que te habías aburrido de mí —comento viéndome a los ojos.

En realidad, soy yo quien me veo a través de los suyos. La sonrisa que me obsequia, dice todo, acaricia mi rostro y los sostiene entre sus manos.

—Isis —susurra de repente y cerca de mis labios —la niña que crearemos esta mañana llevará ese nombre.

La seriedad con la que lo dice me alarma y alejo mi rostro del suyo cuando intenta buscar mis labios.

— ¡Promételo! —insiste —se llamará Zoé o Isis.

—¿Qué sucede? —increpo con el corazón latiendo a mil, mientras la sonrisa ha vuelto a sus labios. —¿Por qué dices eso?

—Es una corazonada.

Que no me gusta, el intento de exigir claridad a esas palabras acaba cuando sus labios y caricias regresan a mi cuerpo. No hay nada romántico en lo que sucede en adelante, es lujuria lo que nos invade en este instante.

Ajenos a todos, le damos rienda suelta a ella y a las ansias de estar aún más juntos. Ni siquiera las gotas de lluvia que golpean el cristal de la ventanilla nos detiene.

—Me gusta más Zoé—respondo cuando logro encontrar vos.

—Isis —repite ingresando en mi interior y derribando mi poca voluntad. —como la diosa.

Sonrío afirmando mientras lo veo a los ojos, en una promesa silenciosa, mientras intento controlar los espasmos de placer que me envuelven. Muerdo mis labios y el grito se convierte en un gemido que logra sacarle una sonrisa ladina.

—Estamos solos, en mitad de la nada —me recuerda y alza el mentón señalando la lluvia — en medio de una tormenta, lo advertí a tus padres.

En un acto casi torturador detiene su ingreso y observa mi reacción, hace ese acto en varias veces. Lo hace lento, como si no tuviera prisa y anula mis intentos de aumentar el placer.

****

Estábamos abrazados en la cama que mi madre insistió comprar para él y viendo la lluvia a través de la ventana. Mamá había llamado hace unos minutos, se iban a tardar un poco más. El alguacil estaba haciéndose cargo a un robo de unas reces, gran parte del cuerpo policial estaba con él.

—Eres una tentación Ana Lucia —susurra mordisqueando mi cuello varias horas después —y yo el demonio perfecto para darle amplitud a ella.

—¿Nos vamos al infierno?

—Dudo que en el cielo se coja de esta manera o que yo lo tenga ganado —sonríe dejando un beso fugaz en mis labios —hay cosas que no le son permitidas a una bestia como yo.

—No eres una bestia —protesto sentándome en la cama y viéndolo vestirse.

—Lo soy y no me molesto en ocultarlo —me hace un guiño cerrando su pantalón y tomando las botas, al tiempo que señala la cómoda. —en el cajón está un arma.

—¿A dónde iras?

—Olvidé darle de comer a los cerdos —responde en la puerta con la camisa en las manos y señalándome.

—Iré contigo... —niega viéndome un instante, —entonces, llévate el arma.

Le devolvieron las armas luego del incidente, le entregó una a Gustavo y se quedó con una sola. Aunque rara vez la llevaba en casa y solo la tomaba cuando debía salir. Sonríe de una manera que nunca lo ha hecho.

—No pienso tardar—promete —tu padre dejó todo listo, yo solo debía lanzarlo a las canecas, pero alguien me distrajo. Dispárale a todo lo que se mueva, si llego a tardar.

—Nikolái... —ruego ante esto último.

—¿Quién saldrá en medio de esta tormenta? —mira al horizonte que se nota en la ventana de la habitación y su sonrisa aumenta —Nikolái Borch, porque pudo más el amor que una promesa.

Cierra la puerta antes de que pueda decir algo, permanezco sentada en un costado de la cama, desnuda y viendo la puerta cerrada por varios minutos.

¿Dijo amor? Me pregunto en varias ocasiones. ¡Sí, dijo amor! Me incorporo de un salto, cubriéndome con la cobija y asomándome en la ventana. El vidrio lo ha empañado la lluvia, por lo que lo limpio con el dorso de mi mano.

Espero a que salga de la porqueriza sonriente y apoyada en la ventana. La puerta está abierta y es azotada por el viento. Impaciente por no verlo salir, me visto apresurada, dispuesta a echarle una mano.

Tardamos en darles de comer a los cerdos y eso los vuelven ansiosos cuando sienten el olor de la comida. Su estatura intimidaba a los humanos, pero no a animales hambrientos. Me calzo las botas y salgo de la habitación, Dante ha abandonado la comodidad de la chimenea y llora al pie de la puerta que rasca con ansiedad.

—No vas a encontrar en donde, está lloviendo —le advierto con el arma en manos, pero insiste en rascar la puerta exigiendo salir —ni siquiera podrás dar tres pasos.... Ok vamos. —guardo el arma en mi pretina y suelto el aire.

Tendremos que traerlo cargado, sin mencionar que Nikolái se va a enojar porque lo saqué con ese tiempo. Tomo el abrigo de papá que está a un costado antes de salir y me cubro con él antes de salir a la tormenta.

Al abrir la puerta el viento golpea mi piel con fuerza, retira el cobertor de mi cabeza y me hace retroceder unos pasos. Dante ha salido apresurado al encuentro de su dueño, dejándome lidiar con la furia de la naturaleza que me impide cerrar la puerta.

Una vez lo logro cubro mi cabeza ajusto el cobertor. Es imposible ver más allá de dos o tres metros, el paisaje está cubierto por una capa blanca de lluvia. Vuelvo a ver en dirección al sitio, pero es difícil ver algo por la condición del tiempo.

Me oriento antes de empezar el viaje, con la única compañía del viento que silba con fuerza erizando mi piel.

—Cuando ponga mis manos encima Borch...—gruño al llegar al pie del lugar. —más te vale que tengas una buena excusa —ajusto la puerta y giro sobre mis talones.

Al sonido del viento se le une el ruido de los cerdos, comer, el gemido de Dante y otra puerta siendo azotada. Mi corazón se detiene al no ver rastro de Nikolái por ningún lado. Yo debería verlo, es amplio y sin divisiones.

Las palpitaciones aumentan al escuchar el llanto de dante y empiezo a avanzar.

Lo veo en la parte opuesta de la porqueriza, olfateando algo en el suelo y llorando. Lo que sea se encuentra en la entrada posterior, retiro el arma de mi pretina, saco el seguro y me acerco.

Con sus patas delanteras arrastras algo, mientras lo hace libera el aire fastidiado y olfatea. Al acercarme y ver de qué se trata mi mundo se derrumba y toda la felicidad que me rodeaba también.

El móvil con una llamada abierta. Ava, leo en la pantalla antes de tomarlo con manos temblorosas.

—¿Hola? —dice la voz del otro lado y suelto un sollozo apretando con fuerza el móvil—¿Hola?

—Hola... —repito de forma torpe y abro la puerta solo para descubrir no hay nada más que ese manto blanco y el viento.

No le respondo, ella no puede hacer nada por encontrarlo, pero yo sí. Descubrir que Ava es una pequeña no me alivia en lo absoluto, doy un paso al interior de la tormenta cuando alga naranja llama mi atención. Tres dardos descartables y la daga que nunca suelta.

Nikolái había sido drogado, la única forma que podrían controlarlo, antes de hacerlo opuso resistencia.

—¿Eres Ana? ¿Donde está NIkolái?— pero sigo sin poder responder — Llamaré a casa —sin decir otra cosa, cuelga.

Nunca me he sentido tan sola y derrotada como en este instante. El frío que produce la tormenta parece apropiado para congelar mi corazón.

—¡Nikolái! —grité con fuerza desgarrando mi garganta y empuñando con fuerza las tres jeringas en mis manos— ¡Nikolái!



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