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Era una tarde lluviosa, la falta de fluido eléctrico había echo de aquel pueblecito una zona fantasma para quien se atreviera pasar por él a aquellas hora de la noche.
El llanto de un bebé rompió el sueño de los padres, que despertaron a ver qué le ocurría. Como otros días reclamaba el pecho de la madre, ella lo toma con ternura, le caricia la cabecita y lo acerca a su seno, lo ve beber de ella y sonriente de felicidad al ver a su pequeño sellar sus labios alrededor de la fuente de su alimento. Al terminar de amamantar al bebé lo deja en su cuna dormido y vuelve a incorporarse junto a su esposo al sueño que la envuelve...
Ve rojo, la habitación llena de sangre, la camita de su bendición es una cascada del líquido espeso... Grita despavorida, no ve a su marido ni a su hijo en la casa. Pregunta a todos pero los vecinos la miran mal, ella no entiende que pasa ni porque no le dicen nada. A lo lejos escucha sirenas, son los agentes que se acercan, ella corre hacia ellos pidiendo auxilio pero solo recibe un golpe en la cabeza.
Despierta, en su cabeza siente un pitido, recorre la vista y ve todo de blanco, pulcro. Parece un hospital. Entran unos guardias y la llevan hacia otra sala, conoce a otro guardia, este parece el jefe, la interroga con preguntas que no entiende, no sabe porque le hablan de cosas que no tienen sentido.
La trasladan en un carro de policías, esposada. Pide que hagan algo para recuperar a sus seres queridos, llora desconsolada. Llega a una prisión de mujeres, le dijeron que iba a estar ahí hasta el día del juicio.
Las otras reclusas no la tratan bien, la golpean, la cortan y la humillan... Cuando llega el día del juicio va un guardia a buscarla, pero las mismas compañeras le dicen que no se acerque a su celda, pero aún así el va a buscarla. Cuando llega solo siente ganas de vomitar, el escenario parece de una película de terror. Había una mano colgando de la cama, la cabeza en el váter, el resto del cuerpo esparcido por las esquinas de la celda.
Dicen las presas y los mismos policías que era menos de lo que merecía, después de todo, así no pasaba el resto de su vida en la cárcel, hasta que la fusilaran por asesinar a su hijo y esposo para luego comerlos y darles sus sobras a los perros que tenía en su casa.
Nadie sabe porque lo hizo, pero los vecinos fueron quienes llamaron a las autoridades, sentían los llantos del bebé y los gritos del esposo para que no lo hiciera... Se vistió de blanco, acuchilló a los que eran sus amores mientras dormían en la habitación, aquella noche de lluvia...
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