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Suenan villancicos. Todos cantan al ritmo de "Feliz Navidad".
Desde el fondo los veo haciéndolo, sin embargo, nadie nota que caí. Los veo felices y contentos. La Navidad siempre ha sido motivo de celebración en la familia. Todos nos reíamos a la hora de cortar el pavo y al abrir la botella de vino. Siempre fue una tradición hacer esto en casa.
A mi hija y a mi esposa les encanta que después de la cena haga monólogos interpretando a grandes humoristas. Sin embargo, parece que hoy no será uno de esos días. No creo que nuestra familia disfrute de la noticia que les van a dar cuando les llamen. No podré mirarlos. Me siento cobarde e impotente al no poder darles la fiesta que merecen, como cada año.
En este no habrá sonrisas ni chistes. Ni pavo ni vino. La cena se enfriará y comenzarán a llorar. La casa será desde hoy un lugar lúgubre, hasta que con el paso de las estaciones sus corazones vayan sanando...
Ring Ring...
El teléfono acaba de sonar. Mi suegra dice que bajen la música y descuelga la llamada...
Pum...
Ella ha soltado el teléfono, su cara es de total espanto. Grita y comienza a llorar. Todos se alarman y le preguntan qué ha pasado, aunque yo ya me sé la historia. La madre de mi mujer entre lágrimas, hipos y angustia en su voz logra decir lo que le acaban de contar. Nadie le cree, mi madre cae al suelo al oírla, su piel blanca se pone aún más pálida. Nadie se queda sentado y todos avanzan hacia la salida, hacia el hospital del que les han llamado y yo, yo los sigo en silencio.
En la cama de una habitación blanca y carente de emoción yace el amor de mi vida. La mujer que me dedicó su juventud y gran parte de su madurez. Y ahora está conectada a una máquina de la que depende su vida. Me entristece verla de ese modo. No pude hacer nada para evitar que esté así, y lo peor es que no pude evitar que nuestro hijo nonato llegara a conocer el mundo.
Los doctores no pierden las esperanzas, pues nuestra hija sí pudo estar bien. Está sedada en una habitación para niños, con paredes cargadas de animados, pero los rasguños en su rostro no se irán tan rápido. Mi madre pregunta por mí, el doctor baja la cabeza y ella niega. No puede creer que su único hijo haya fallecido en ese accidente de auto ocasionado por un conductor ebrio, el mismo día de su cumpleaños...
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