━━ ☄️: 𝗽𝗿𝗼𝗹𝗼𝗴𝘂𝗲
LLANTO, ESO ERA LO ÚNICO QUE SE ESCUCHABA EN LA HABITACIÓN.
La pequeña Ava de siete años no era capaz de hacer otra cosa que no fuera llorar desconsoladamente abrazada a su hermano. Y claro, era comprensible en esa situación.
La vida de Ava había sido relativamente normal y feliz durante su corta edad. No tenía preocupaciones, no tenía miedos. Sus padres siempre le habían dado todo, la habían cuidado, le contaban cuentos, la arropaban en las noches. A ella y a su hermano nunca les falto nada, mucho menos amor.
Pero ahora... Ahora les hacía falta todo.
Era imposible pensar que en tan solo un par de horas ambos hermanos habían perdido todo lo que tenían. Solo de un momento para otro, así como así. Era doloroso, y aterrador. Muy aterrador.
—Tranquila —Jason susurró, recibiendo un vago asentimiento por parte de su hermana.
La puerta de la oficina se abrió, y Jason, que hasta ese momento solo había estado callado acariciando el cabello de su hermana, levantó la cabeza y se sentó recto en su lugar al ver al sherif entrar.
El hombre los miró en silencio. De Jason a Ava y de Ava a Jason. Suspiró y asintió: —Bien.
Ava se aferró más a su hermano, sollozando en silencio y mirando al hombre que se sentaba en su silla al otro lado del escritorio.
—Entonces... —comenzó—. Primero que nada, voy a presentarme con ustedes. Soy el sherif Ethan Connors, estoy a cargo de su caso. Y me gustaría saber sus nombres.
Silencio. Ninguno contestó. Ava continuó llorando sin poder detenerse, mientras Jason miraba al mayor con recelo.
—Escuchen —el hombre dijo al ver que no respondían—. Quiero ayudarlos, enserio quiero hacerlo. Pero si no me dicen nada no se va a poder. ¿Quieren eso? ¿Quieren quedarse aquí todo el día sin que podamos hacer nada para ayudarlos?
Ava negó, aún sin separarse de su hermano.
—Entonces digan sus nombres.
El niño lo miró en silencio, y después suspiró resignado.
—Jason —respondió con voz tensa. Entonces recordó algo—. Jason Grace.
Ava lo miró confundida. Jason le dio un golpecito en la espalda y le sonrió para tranquilizarla.
—Soy Ava —la niña balbuceó nerviosa.
—Jason y Ava Grace —murmuró el mayor para si mismo, anotando en una hoja—. ¿Cuantos años tienen?
—Trece y siete.
El rostro de Connors mostró sorpresa al escuchar al niño. No podía creer que dos niños tan pequeños estuvieran pasando por aquello. La muerte de un ser querido era dura, y más a una corta edad.
Pero había algo que no terminaba de convencerlo.
—Entonces, hay dos niños de trece y siete años que escaparon de su casa, ¿no?
—No escapamos de casa —Jason dijo frunciendo el ceño—. Ya les dije lo que pasó.
—Lo que pasó, claro —el mayor asintió, sin poner realmente atención—. Entonces, ¿dices que sus padres murieron misteriosamente?
Ava se aferró más a su hermano al escuchar aquellas palabras.
—No —Jason siseó.
—Mira, niño... —el sherif suspiró pacientemente—. ¿Me estás diciendo que tus padres fueron asesinados en su propia casa? —Jason no respondió—. Escucha, ¿por qué creerías que alguien llegaría al pueblo, iría a una casa y mataría a una pareja aparentemente normal? En el mayor de los casos, eso sería porque están relacionados con algo muy malo. Y hasta donde sabemos, sus padres no lo estaban, ¿cierto?
—Cierto... —Jason murmuró.
—Entonces, lo que pasó aquí, no fue un asesinato. Fue un suicidio.
—¿Suicidio? —Ava dijo en voz baja, sorbiendo su nariz. Quiso decir algo más, pero recordó que su hermano le pidió que se quedara callada.
—Si, suicidio —Connor asintió—. No lo sé, tal vez sus padres tenían deudas y la presión les hizo tomar medidas desesperadas. Eso pasa seguido.
—No con ellos —Jason dijo entre dientes.
—¿No?
—¡No! Ellos no se suicidaron. Ellos no harían eso, no nos dejarían solos. Ellos estaban trabajando y-
—¿Y? —Connors lo miró con interés. Jason no respondio, solo miró al piso en silencio—. Okey —suspiró, levantándose—. Haremos esto. Llamaré a servicios sociales y ellos verán que hacer. Mientras tanto, ya envíe varias patrullas a su casa.
Connors les dio una última mirada. Negó y salió de la oficina, dejándolos solos.
—Mentiste —Ava murmuró a su hermano, limpiando sus lágrimas—. Mentir es malo.
Jason sonrió levemente, negando, y limpio las lágrimas de su hermana.
—Mentir no es malo. No si con eso estás a salvo.
Ava asintió en silencio, con duda.
—¿Qué pasará con nosotros? —preguntó, con voz temblorosa—. No quiero estar sola. Quiero a mamá —sollozó.
El niño suspiró, abrazando con fuerza a su hermana mientras le acariciaba el cabello.
—Tranquila. Estaremos bien, lo prometo.
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