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Capítulo 3: "Núcleos poderosos"

BAKARI OBSERVA A NEWT DAR VUELTAS POR LA CASA, mientras susurra entre dientes cosas ininteligibles. El magizoologo se encuentra visiblemente ávido, abriendo y cerrando las manos a sus costados, bajando la mirada a sus botas y sacudiéndose el cabello. Lleva un sonrojo en las mejillas y el nombre de Laureen sale de sus labios cada ocho segundos.

Bakari le ve desde el comedor engullendo una merecida taza de té humeante. Le ofrece una taza a su amigo, pero este niega sin detener el paso asustando a los escarbatos bebés que juegan con Asim sobre la alfombra. Bakari se pone de pie, avanzando hacia su amigo deteniéndole el andar.

Newt por fin alza la vista encontrándose el desconcierto plasmado en los ojos ajenos. Bakari no entiende del todo las dimensiones del asunto, porque su relación con Laureen se limita a su encuentro en Egipto, sin embargo, con él es diferente. Newt está confundido hasta la médula, reconstruyendo su paso por Nueva York junto a la maledictus en un intento por encontrarle sentido a las palabras de Theseus, pero no hay nada. Newt no encuentra explicaciones al respecto y eso lo vuelve loco.

Bakari le ofrece una sonrisa consoladora apretándole el hombro. Newt se frota el rostro enrojecido, ardiendo en brasas. El simple recuerdo de Laureen le trae el rubor a la cara animando sus esperanzas por volverla a ver y tener la posibilidad de reparar sus errores del pasado donde su corazón se había aferrado a un recuerdo que ya no es lo suficientemente fuerte. Sus ojos se empañan. Newt retiene los sollozos en lo alto de su garganta haciéndole musitar un quejido lastimero.

—¿Tú de verdad crees que Laureen esté bien, Bakari? —cuestiona Newt. La ternura en su voz provoca en Bakari un dolor en el pecho, apretándole amistosamente el brazo buscando alentarlo—¿Que la maldición en su sangre no la ha transformado en el ave del trueno realmente?

—En tu carta mencionaste que había sido irreversible

—Lo sé, fue lo que creí

—Entonces no lo entiendo—dice, soltando a Newt. Éste retoma su andar escuchando a Bakari desde el otro extremo de la habitación—¿No se supone que los riesgos de permanecer como una criatura crecen paulatinamente conforme se van transformando? ¿Cómo es que Laureen pudo volver a la normalidad luego del ataque a Nueva York?

—Theseus dijo que de haber aceptado el trabajo el ministerio me hubiese proporcionado todo tipo de información sobre Laureen, incluso su ubicación

—¿Y no aceptaste porque...?

—Querían que la entregara—responde alzando a sus escarbatos en brazos. Están muy inquietos. En algún punto de la conversación dejan de jugar con Asim para ponerse a pelear. Los escarbatos bebés observan al perro desde los brazos de su dueño, sacándole la lengua. Asim gruñe—Si por alguna razón Laureen ha logrado transformarse de vuelta y las palabras del Jefe de Seguridad Mágica están en lo cierto, no podía ponerla en peligro. Todavía no logro entender como fue que pasó, no obstante, pude verla en el reflejo de Theseus, Bakari, era ella. Estaba... cambiada. Llevaba el cabello corto, las mejillas rechonchas y sus ojos de salamandra brillaban de una manera...

—¿Ojos de salamandra? —Newt asiente mirando hacia el suelo. Bakari sonríe—Vaya, ahora no me queda ninguna duda de porqué se enamoró de ti. Eres muy romántico eh

—Yo sólo... no quiero albergar una esperanza que termine siendo una decepción. La he buscado por tanto tiempo que no soportaría ver mi fe alimentada por una ingenua suposición

Bakari camina por el salón buscando un sendero por el cuál conducir la conversación intentando despejar la mente de Newt sin éxito. El magizoologo está tan absorto en sus pensamientos que resulta agobiante. Jamás ha visto Bakari a un Newt tan deprimido, dudando si la visita al ministerio ha sido una buena idea o si por el contrario ha alimentado sus ilusiones en vano.

Justo al lado de la ventana se encuentra una repisa endeble donde descansan varios libros considerablemente grandes apilados uno encima de otro, inclinando la madera hacia abajo por el peso. Al lado del libro recién publicado de Newt está una libretilla en cuartoné, adornada por un espiral metálico en la parte superior y las hojas de pergamino saliéndose entre los bordes. Bakari lo toma, aliviando la agonía del mueble y lo abre.

La primera página está dedicada a Laureen Steward. Es un volumen desconocido que trata sobre la maldición en la sangre, las causas de esta y la forma específica del ave del trueno. Hay página tras página tapizada de dibujos del ave hechos a mano, con sombreado en los lugares exactos y puntos de luz donde se supone deben estar. Alrededor se encuentran conceptos vagos, borrones a medias y promesas que se están desvaneciendo.

El cuaderno tiene la ultima mitad hecha jirones. La letra de Newt está temblorosa en el papel y los párrafos pierden sentido conforme se van leyendo. Lo único que alcanza a distinguir Bakari entre el desastre son tímidas declaraciones de amor, explicaciones ambiguas e incesantes súplicas. Bakari está por terminar con aquella lectura tan desafortunada cuando sus ojos caen en la presencia de una flor familiar.

Se trata de una sanguinaria. Sus hojas blancas perennes son inconfundibles. Bakari aprieta la hoja entre sus dedos manchándose por el jugo lechoso anaranjado que se desborda por el tallo semejando el correr de la sangre por una herida. La flor está colgando en el centro del pergamino con anotaciones por todos lados. Bakari se gira hacia Newt encontrando que el magizoologo está observándolo.

—¿Qué es esto?

—Mi cuaderno de expedición

—Ya veo. Dibujaste a Laureen en él

—Sí

—¿Porqué?

—Antes de que el ministerio me detuviera hice un par de viajes al continente americano. Quería... encontrar distintos componentes para crear una posible cura que pudiera tratar las condiciones de las maledictus, no sólo de Laureen

—Tienes una flor sanguinaria aquí, ¿por qué?

—Estuve investigando y parece ser que las hojas de sanguinaria depuran la sangre

—De infecciones—le corrige Bakari frunciendo el ceño—No revierten una maldición

—Pensé que si se combinaba con algo más poderoso podía ser posible

—¿Algo como qué?

—Aún no llego a esa parte—confiesa retorciendo las manos en su suéter. Newt baja la vista, aparentemente avergonzado. Bakari suspira—Tuve que ir por la flor hasta Canadá. La planta prefiere suelo arenoso, pero tolera bien el suelo arcilloso, no muy húmedo. Crece al sol o a media sombra. Es una hierba perenne de crecimiento bajo, muy extendida en los litorales del atlántico de América del Norte. Su tintura madre es capaz de eliminar las sustancias nocivas o tóxicas de la sangre, es como un tratamiento médico

—Sí, y también produce alucinaciones bastante fuertes. Cualquier cosa que hayas pensado respecto a la sanguinaria olvídala, no funcionará. Su extracto mata las células animales, su uso es desaconsejable. Prácticamente es un veneno

Newt está por refutar sus palabras cuando un par de golpes en la puerta lo detienen. Con los escarbatos en sus bolsillos se conduce hacia la entrada abriéndola de golpe e inclinándose hacia atrás al ver un rostro conocido. Bakari se pone en puntillas queriendo conocer al recién llegado. Poco le toma el darse cuenta de que el hombre en la puerta ha estado antes en su casa, bebiendo té de manzanilla y engullendo galletas con glaseado de limón. Newt lo hace pasar a la estancia dónde se encuentra cara a cara con Bakari.

—¡Usted! —habla el hombrecillo acercándose lentamente. Albus Dumbledore sonríe—Pero que pequeño es el mundo, ¿verdad? Hace meses que lo vi por última vez

—Precisamente

—¿Se conocen? —pregunta Newt. Bakari sacude la cabeza de arriba hacia abajo

—Él fue quién me habló sobre el ave del trueno, ehr quiero decir Laureen—Newt se gira hacia Dumbledore en busca de respuestas. Albus le sonríe—Mencionó que algunas especies estaban siendo traficadas en Egipto entre ellas Laureen. Armé una expedición y después de confirmarlo decidí escribirte a ti, compañero

—Entonces, ¿fue usted quien me envió a Nueva York?

Albus Dumbledore se carcajea agitando su espesa barba.

—Bueno, creo que técnicamente sí lo hice

—¿Por qué?

—Siempre he sentido afinidad con las grandes aves mágicas. Hay una historia en mi familia de que un fénix llegará a cualquier miembro de la familia que lo necesite. Dicen que mi bisabuelo tenía uno, pero se fue volando cuando murió y nunca regresó

—Eh si, con todo respeto señor, no creo que me haya contado sobre el ave del trueno por eso—interviene Bakari. Los tres deciden sentarse a la mesa dispuestos a servirse una buena taza de té. Dumbledore extrae de su gabardina oscura una bolsa de manta repleta de panecillos que pone en la mesa, ofreciéndoles uno a cada hombre. El olor del pan flota por el comedor atrayendo la atención de Asim encaramándose en las piernas de su dueño. Dumbledore ríe, cortando un trozo de su porción lanzándoselo al perro. Asim agradece con un ladrido—Pareciera ser que usted sabía de la condición de Laureen antes de que nosotros lo hiciéramos

—Era una mera corazonada—dice, quitándose el sombrero. Newt baja a sus escarbatos de nuevo a la alfombra. Asim salta de las piernas de Bakari, persiguiendo a los escarbatos bebés—Las aves del trueno son ejemplares muy remotos. Y antes de Laureen sólo conocí a otro ejemplar. Era su madre, me parece

—¿Conoció a la familia de Laureen? —Newt entrecierra los ojos dispuesto a pedir explicaciones. Dumbledore se empina la infusión logrando quemarse los bigotes. Newt junto a Bakari esperan pacientemente a que el mago termine de merendar para obtener una respuesta. Al final Dumbledore se frota la barriga, pidiendo un poco más de té

—Únicamente a Janet. Era una buena mujer. Con un pasado trágico y una muerte desdichada. Cargaba con un peso muy grande en su espalda y otro más grande en su corazón. Al padre de Laureen no lo conocí, pero bueno, Laureen tampoco

Entre sorbos se sumieron en un silencio profundo, con Newt sintiéndose extrañamente ajeno a la conversación. Laureen tuvo el tiempo suficiente para mencionarle sus tratos con Dumbledore y no lo hizo, ni siquiera cuando se le presentó la oportunidad aquella vez en la que caminaron juntos hacia la entrada del banco encontrándose con Tina Goldstein y Jacob Kowalski. Ella sólo omitió mencionar al hombre y cuando Newt lo hizo Laureen volvió al tema principal que estaban tratando, como si Albus Dumbledore fuera un tema delicado para su casta.

Newt sabe que Dumbledore es un hombre lleno de misterios. La mayoría del tiempo se trae planes alocados entre manos haciéndole partícipe en algunos de ellos, sin embargo, el pensar que su profesor guarda secretos acerca de la maledictus le provoca náuseas. Albus Dumbledore limpia las comisuras de sus labios, deja la servilleta en la mesa y contempla a Newt mientras este, abrumado por la intensidad de su mirada, agacha el rostro.

—Credence está en París, Newt, y Laureen también. Él fue a buscar a su familia y ella... bueno, puede decirse que tenía las mismas intenciones

—No entiendo—dice Newt apretando la taza entre sus manos—¿Es real? ¿La maldición en su sangre no ha sido permanente? ¿Laureen sigue siendo... humana?

—Eso parece

—Entonces, ¿por qué no volvió a la normalidad en Nueva York?, ¿Por qué cuando se lo pedí...?

—Quizá es mejor preguntárselo a ella—responde Dumbledore deslizando una pequeña tarjeta brillante sobre la mesa. La deja justo en el centro, a la vista de ambos hombres—Credence es un peligro para todos, Newt, no por el poder que posee, si no por su incredulidad. Es una presa fácil y, ¿has escuchado los rumores de quién es en realidad? —Newt sacude la cabeza, demasiado confundido para hablar. Dumbledore se aclara la garganta—Los sangre pura creen que es el último de una importante familia francesa. Un bebé que habían dado por perdido hace muchos años

—No el hermano de Leta

—Eso dicen los rumores y sangre pura o no, yo sólo sé que un obscurus crece en la ausencia del amor, como un gemelo oscuro. Si Credence tuviera un hermano o hermana de verdad que ocupara su lugar podría tener salvación. Dónde sea que esté Credence en París o está en peligro o es un peligro para otros.

—¿Y Laureen... está con él?

—No, pero cerca. Me enteré hace poco de la participación de Laureen dentro de un clan de maledictus provenientes de Alemania. Iban hacia París con la intención de rescatar a uno de los suyos

—¿Laureen en un clan? —cuestiona Newt sintiendo el pecho adolorido en preocupación—Pero ¿cómo...?

La frase se queda a medias sin saber que otra cosa decir. Ha sido un día bastante largo y, para esas alturas, Newt cree estar experimentando alguna clase de pesadilla. ¿Laureen en un clan de maledictus? ¿ella tiene consciencia siquiera de lo que eso significa? Su cabeza da vueltas, intentando entender las acciones de la maledictus, pero no puede, no puede hacerlo y a cambio recibe una terrible jaqueca haciéndole doler las sienes. Bakari levanta la mano pidiéndole a Dumbledore la palabra, el hombre se la concede.

—Bien, no estoy entendiendo absolutamente nada de esta charla. ¿Está queriendo decir que las maledictus son una raza más numerosa de lo que pensábamos?

—Bueno, si

—¿Y todas ellas maldecidas por Gellert Grindelwald?

—No, no. Cada maledictus posee una maldición diferente corriendo por su sangre, ninguna es igual a otra o viceversa. Son únicas en su individualidad y creo saber que no fue específicamente Gellert quien maldijo a la familia de Laureen, si no sus antecesores

—Para el caso es lo mismo

—Las mujeres maledictus se han visto obligadas a salir a las calles proclamando paridad entre razas. El clan al que pertenece Laureen, el clan de las Cronwell, proviene de Alemania. Tienen costumbres e ideas libres y sin prejuicios, favoreciendo las libertades individuales dentro de la sociedad mágica. Las Blackwater por otro lado... están inclinadas hacia las promesas de Grindelwald, fantasiosas y que seguramente no cumplirá jamás. Están cegadas por su poder sin importarles el resto. O están con Gellert, o están contra él. Las maledictus han creado su propia guerra y no pararán hasta haber cumplido sus propósitos.

—¿Propiciar una guerra dentro de otra? —pregunta Bakari— ¿Es eso necesario?

Dumbledore bebe el resto del té, alzando los hombros.

—Han pasado años desde que un mago se preocupó por los derechos de las maledictus. Ellas tomaron las riendas cuando supieron nadie lo haría por ellas, ¿Qué si es realmente necesario, preguntas? Yo diría que sí, en verdad lo es

—¿Y usted quiere que yo encuentre a Credence? —habla Newt cuando sus pensamientos le dejan libre—¿Qué... lo ponga a salvo?

—Y a Laureen, de ser posible—Dumbledore se inclina encima de la mesa mirando a Newt a los ojos. Toma la tarjeta y la pone delante de él, ofreciéndosela—Sé lo que pasó entre ustedes en Nueva York, Newt, no preguntes cómo, sólo lo sé—interrumpe, notando el rubor en sus mejillas—Y conozco también tus intenciones de encontrar una cura para su condición. Si la encuentras... si das con ella en París... quizá esa sea una posibilidad

Los ojos de Newt se abren, brillando por la noticia

—¿En serio?

—En serio

—Entonces eso quiere decir que conoce una cura para las maldiciones de sangre

—No tanto como eso, pero estando en París podrías terminar con tus investigaciones sobre el tema—Dumbledore serpentea la tarjeta hasta descansarla en el bolsillo de la gabardina del magizoologo. Luego, guiña un ojo—Es la dirección de un muy viejo amigo mío. Un refugio en París reforzado con encantamientos

—¿Un refugio? Pero ¿para que necesito un refugio?

—Espero que no lo necesites, sin embargo, si en algún momento algo saliera terriblemente mal es bueno tener a donde ir, ¿no es así? ¡a tomar té!

—¡Oiga!

Newt se levanta en un salto deteniendo a Dumbledore de su huida. El corazón le palpita muy fuerte sin saber si se trata por la adrenalina de la encomienda o la emoción por ver a Laureen de nuevo. Dumbledore le sonríe.

—Tengo prohibido hacer viajes internacionales, Dumbledore, si salgo del país me encerrarán en Azkabán y perderán la llave

—¿Sabes porqué te admiro, Newt? —El magizoologo sacude la cabeza, negando. Albus se ríe—Porque no buscas el poder sino que antepones el bien de los demás antes que el tuyo propio. No quieres popularidad, sólo te preguntas si algo es correcto o no en tu más pura moralidad. Encontrar a Laureen ha sido tu deseo desde hace tiempo y sé que más que hacer esto por Credence lo haces por ella, ¿no es así, amigo?

Newt se esconde bajo su cabello ante aquellas palabras. Dios, él puede sentir el rostro enrojecido por el rubor y la calidez quemándole el pecho. Dumbledore espera paciente por una respuesta durante dos minutos y cuando esta no llega, decide no presionar más al pobre muchacho.

—Tomaré eso como un: por supuesto que sí

—Si Laureen es de mi interés y Credence es del suyo entonces, ¿porqué no va usted por él?

Albus enmudece para luego soltar un suspiro.

—No puedo actuar contra Grindelwald. Debes ser tú. Entiendo que tengas miedo, Newt...

—¿Qué? No tengo miedo

—Bueno, si no quieres ver a Laureen...

—¡Quiero! —grita. El salón se queda en silencio e incluso los escarbatos y Asim detienen su cacería para mirar al magizoologo. Dumbledore le sonríe, altanero. Dumbledore, por un demonio, piensa Newt—Quiero, Dumbledore. Yo... de acuerdo, encontraré una manera de llegar sin problemas a París sólo... no lo menciones

—No lo haré—dice, dedicándole una última sonrisa. Newt exhala, cansado—Buena suerte, Newt




Los pensamientos sobre Newt Scamander siguen en la mente de Laureen entrada la madrugada, cuando ella y Serena caminan a través del campamento con dirección a la tienda de Fedora.

Van en silencio escuchando el sonido de los grillos cantando, los aleteos de murciélagos y uno que otro búho que aún no se ha dormido. El viento golpea contra las ramas y las hojas de los árboles crean un vaivén pausado trayéndoles calma al resto de sus hermanas en el campamento. Serena mira a Laureen por encima de su hombro advirtiendo el agobio emanando de su rostro.

—¿Sabes? Si Newt Scamander ha decidido seguir adelante con su vida tú deberías hacer lo mismo. Hablar con otras personas, conseguir a alguien que te haga feliz...

Laureen ríe, incrédula.

—Si, cómo si eso fuera algo probable para mí. No existe alguien lo suficientemente loco para querer compartir su vida al lado de una mujer como yo

Serena alza los hombros sin tomarle importancia.

—Bueno, entonces creo que debes ver a tu alrededor más seguido

La Augury se pierde en el interior de la tienda mientras Laureen se queda dos pasos fuera intentando entender sus palabras. No obstante, decide olvidarlo pues Serena tiende a hablar sobre cosas que nadie comprende.

Incluso si Fedora Cronwell es la líder del movimiento maledictus, la tienda en la que duerme es igual al resto. Es sencilla, con sábanas tendidas en el cesped, retazos de plástico en las ventanas y cordones trenzados con yute. En el centro se encuentra una pequeña fogata y alrededor de ella está Serena sentada en las sábanas con las piernas cruzadas debajo de ella. Del otro lado está Fedora, mirando embelesada trozos de madera diferentes en su regazo. Laureen entra en silencio sentándose junto a Serena, ambas observando a su líder.

—Me enteré que una de ustedes ha decidido acompañarme en mi viaje hacia la capital, ¿es eso cierto?

—Lo es, Fedora, no podíamos dejarte por tu cuenta. Al menos no cuando las Blackwater están tan cerca de Grindelwald

—Puedo defenderme sola

—Puedes—interviene Laureen viendo el fuego—Ninguna lo duda, pero necesitas de alguien para cubrirte las espaldas. Iré contigo a París mientras Serena cuida de las demás

Fedora Cronwell resopla, malhumorada. No le gusta ser subestimada y tampoco que sus hermanas expongan la seguridad propia por cuidarla a ella. Ama a cada maledictus en su campamento, no quiere exponer a ninguna, sin embargo, conoce a las mujeres en su tienda. Las dos son tercas y testarudas como mulas. Fedora exhala, extendiendo los trozos de madera en el suelo.

—Bien, como soy consciente de que no hay poder para hacerlas cambiar de opinión, me daré a la tarea de protegerlas como se debe

—¿A qué te refieres? —pregunta Serena. Fedora contempla el fuego reflejando en sus luceros el bailar de la fogata

—Soy descendiente de una muy importante familia alemana—dice—Antes de comenzar con toda esta locura éramos fabricantes de varitas. Mi madre y la madre de mi madre crearon la varitología como una tradición familiar que trascendió entre generaciones durante muchos años. Nuestras varitas no eran tan famosas como las de Ollivander en la Gran Bretaña, pero la amplia demanda hizo que nuestra tienda tuviera relevancia en la Europa occidental. Eso, hasta que el Verdammt de Mykew Gregorovitch maldijo la sangre de mi familia, esparció nuestra condición por Europa y perdimos el negocio. Luego, él robó nuestras técnicas para la elaboración de varitas creando su propia tienda. Hasta el día de hoy es el mejor fabricante de varitas después de Garrick Ollivander.

Una lágrima desciende por su nariz conforme la historia de su familia sale de sus labios. Fedora Cronwell llora en rabia, recordando la imagen de aquel mago desgraciado. Pero luego se limpia el llanto ofreciéndole un fragmento de madera a cada una.

—Después de eso nos vimos obligadas a deambular por el país sin un destino fijo. No teníamos nada y las maledictus no eran bien vistas en la sociedad alemana. Es por eso que la tienda quebró. Nadie quería una varita fabricada por mujeres capaces de devastar una comunidad entera

—Lo lamento, Fedora—dice Laureen cogiéndole la mano—Ha sido difícil para todas y el recuerdo de quienes destrozaron nuestras vidas irá con nosotras a cualquier parte, en cualquier momento. Somos el resultado del egoísmo y la envidia palpitante de personas con corazones pobres y alma escasa. ¿Qué era aquello que hacía especiales las varitas nacidas en el regazo de tu familia que Mykew envidiaba tanto?

—Los dragones dorados poseemos habilidades diferentes a las del resto—responde, sorbiendo la nariz—Podemos, con nuestro aliento, lanzar conjuros para detectar mentiras, traer suerte, bendecir o maldecir. El aliento de un dragón dorado puede ser un cono de fuego o transformarse en una nube de cloro venenosa. Los magos temían que sus varitas estuvieran maldecidas por nosotras, algo que no posee ningún sentido. Gregorovitch utilizó sus miedos para despojarnos del único medio que teníamos para sobrevivir y se aprovechó de él. Ya no somos conocidas como fabricantes de varitas, sino como parte de la especie de mujeres malditas.

—Es una pena todo lo que has contado, pero—interviene Serena acercándose un poco más al fuego—¿Qué tiene que ver eso con nosotras?

Fedora recupera el sosiego echándose el cabello hacia atrás. Luego, apunta hacia la madera.

—Laureen tiene razón, necesitamos cubrirnos las espaldas en todo momento especialmente al emprender un viaje tan peligroso como este. No sé lo que nos aguarda en París, es por eso que decidí hacerles una varita especial. Tu base es madera de ciprés, la de Laureen madera de abeto. Requiero una parte de ustedes para crear el núcleo

—¿Una... parte?

—Un cabello bastará—dice Fedora arrancando un par de sus sin avisar. Ellas se quejan—Si me doy prisa estarán listas antes de partir

—No necesito tener varita, me quedaré a cargo del campamento

—Y por esa razón eres quien más precisa una, Serena. Si vas a cuidar al resto de nuestras hermanas entonces debes estar preparada

—¡Pero no sabría usarla!

—Aprenderás sobre la marcha—dice—Bendeciré sus varitas, de esa manera ellas les responderán fielmente. No les podrán ser quitadas y poseerán un poder inigualable. Si los magos temían antes a las maledictus sin motivos, ahora los tendrán de sobra

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