Capítulo 5
DEREK HALE
Por terminar la llamada de forma tan repentina, Stiles no pudo preguntarle lo que pasaba o siquiera despedirse. La atención de Iza había recaído en el sujeto que se encontraba de pie en la puerta, con los brazos a cada lado de su cuerpo y una expresión neutral en su rostro. Al igual que la última vez que estuvieron en un mismo lugar, ambos fijaron sus miradas en el otro durante unos cuantos segundos. A Iza, la situación le pareció un poco inusual. El exterior de su oficina aún no tenía letreros ni ningún otro indicador del tipo de servicio que allí se ofrecía. Que Derek estuviera ahí no era mucha casualidad.
—La puerta estaba abierta —explicó, respondiendo una de las varias interrogantes que tenía Iza.
—Um, ¿se te ofrece algo? —cuestionó ella, metiendo sus manos en los bolsillos traseros de sus pantalones. Su pregunta estaba cargada de una curiosidad tan genuina, que costaba ocultarla.
Derek permaneció en su sitio, era posible que estuviese esperando una invitación.
—Escuché de una oficina de investigaciones en el pueblo.
Para ese punto, la intriga se había convertido en el motor de las acciones de la joven investigadora, quien había fruncido el ceño como una muestra de confusión.
—Bueno, aún no está en funcionamiento. Parece que omitieron ese detalle —comentó, apartando de su rostro unos cuantos mechones de su cabello castaño y haciendo gestos a su entorno.
Estaba en una oficina llena de periódicos en el suelo, latas de pintura, cajas y algunas cuantas herramientas. Ella, por otro lado, vestía unos pantalones de chándal y una camiseta que había sufrido de unas cuantas manchas azules. Aún faltaba mucho por hacer antes de que pudiera comenzar a trabajar como debía.
—Eso veo. —Derek comentó después de ver el lugar—. Esperaba que pudieras ayudarme con algo que quiero descubrir. Puedo pagar lo que sea necesario —añadió.
Iza parpadeó un par de veces, y esperó que Derek no se percatara de los engranajes y tuercas que trabajaban en su mente en aquel momento. Había un par de cosas que estaba tratando de asimilar, como que quizá se había presentado su primer caso propio, o que su cliente potencial era el chico por el que suspiraba cuando era adolescente. Su entusiasmo le gritaba que aceptara sin más, aunque su conciencia, voz de la razón, le pedía que se tomase su tiempo.
—¿Sobre qué? —cuestionó, obedeciendo a su parte más racional, pero sin poder evitar disimular su interés en lo más mínimo.
—Quién —corrigió él. De uno de sus bolsillos sacó una vieja fotografía y se acercó para entregársela—. La chica del bosque era Laura Hale, mi hermana.
De todas las respuestas imaginables, esa no la pudo prever. Toda la atmósfera se cargó de una pesada incomodidad que le impedía pensar en qué decir. Iza no sabía cuánto tiempo había esperado el día en el que pudiera investigar más que parejas infieles o adolescentes fugados por unas horas. Ahora que tenía la oportunidad frente a ella, le asaltó la duda. Su última investigación no había acabado bien, y había tenido ayuda. ¿Qué podría pasar trabajando sola?
Una llamada entrante, esta vez de su padre, atrajo su atención. Iza le pidió un momento a Derek mientras contestaba su celular.
—Cariño, el juego ya empezó. —Fueron las palabras de su padre—. ¿No vendrás? Pensé que no querías perdértelo.
—Voy a llegar un poco tarde —confesó—. Es que tengo... —Volteó para ver a Derek y pensar en cómo responder, sin embargo, él ya se había marchado de la oficina— que ducharme. Llegaré pronto. —Finalizó, sonando algo decepcionada.
Cuando llegó a su antigua escuela, notó que el equipo de Beacon Hills estaba pasando un mal rato, a juzgar por el marcador de puntajes. Desde que los rivales anotaron el siguiente punto, Iza pudo ver los fallos en la jugada del equipo de su secundaria. Debieron haberle pasado la pelota a Scott, quien estaba libre.
—¿Qué te tomó tanto tiempo? —le preguntó Stiles a su hermana, haciendo espacio para ella a su lado. Pronto, el muchacho comenzó a morder nerviosamente su guante de lacrosse mientras observaba el partido. Iza sabía que ya le había dejado de prestar atención.
Su padre, por otro lado, no pasó por alto el hecho de que su hija lucía algo desanimada. Y ese desánimo no podía deberse solo por el partido, por muy entusiasta que fuera ella de aquel deporte.
—Derek estuvo en la oficina —le comentó a su papá, quien frunció el ceño—. Al parecer, necesita ayuda con una investigación.
El sheriff, que la había estado mirando con atención, le hizo una pregunta.
—¿Sobre qué?
—Su hermana, Laura Hale. ¿Quizá quiera averiguar cómo llegó a ser víctima de homicidio? —respondió Iza, con tono inseguro. La conversación con Derek no había sido muy clara, y encima, breve.
—No, porque no hay ningún homicidio —respondió, disminuyendo el volumen de su voz—. La pobre chica fue atacada por un animal. Quizá quiera saber por qué regresó a Beacon Hills o, específicamente, a la reserva... —Noah se encogió de hombros—. Si me lo preguntas, suena como un buen caso para investigar.
—¿Tú crees?
Él asintió.
—Así empiezas con tu primera investigación propia —argumentó—, y quizás puedas ofrecerle un cierre a Derek. Incluso así nos ayudas con los detalles para cerrar el caso.
Stiles soltó una risa burlona.
—¿Derek Hale como un tipo sentimental? Lo dudo —intervino el adolescente—. Es un sujeto extraño, definitivamente para nada sensible.
—¿Qué sugieres? —inquirió la joven tras considerar sus palabras.
—¿Conseguir una orden de restricción? —propuso Stiles, consiguiendo que su hermana rodase los ojos.
El sonido del silbato llamó la atención de todos. Habían embestido a un jugador. El público hizo una mueca al ver la caída de Scott, el número once. Stiles comenzó a mover la pierna nerviosamente. Poco después, el muchacho se incorporó del suelo, sacudiéndose un poco el uniforme. Le hizo una señal al entrenador Finstock para hacerle saber que continuaría jugando, y una vez más el pitido del silbato resonó por la cancha.
Al igual que muchos de los espectadores, Iza esperaba que su equipo perdiera el juego, hasta que Scott hizo una anotación y sus compañeros supieron a quién pasarle la pelota. Todo el lugar se llenó de vítores para la secundaria de Beacon Hills, quienes pronto ocuparon la delantera. Cuando el reloj indicó que el tiempo se había acabado todos se levantaron de sus asientos y aplaudieron por el ganador. Varios bajaron a la cancha para celebrar con los jugadores.
—Qué buen partido —comentó Noah mirando a Iza. Su hija se volteó en cuanto escuchó su voz, pero sus ojos se fijaron en la figura que estaba unos metros detrás de su padre, gradas arriba.
—Muy intenso —admitió ella, apartando la vista de Derek por un segundo para ver a su progenitor.
—Creo que Stiles querrá ir a celebrar con Scott, así que...
—Sí —replicó Iza—, ¿nos vemos en el auto?
Noah asintió, y comenzó a avanzar hacia su vehículo, mientras Iza se dirigía en la dirección opuesta. Subió entre las gradas hasta llegar a la última, que era donde se encontraba Derek. Antes de poder alcanzarlo, una multitud pasó delante de ella, haciéndola maldecir cuando creyó perderlo de vista. Y así fue, al menos durante unos pocos segundos. Tan pronto como pudo hallarlo nuevamente, sus miradas se encontraron.
—No pudimos terminar de hablar... —dijo Iza, recalcando lo evidente—. ¿Vienes a la oficina mañana?
Derek movió la cabeza de arriba abajo, asintiendo. Su misma expresión seria no abandonó su rostro. Al asumir que no recibiría una respuesta verbal, Iza asintió también y comenzó a marcharse. Eso había sido incómodo.
...
El domingo por la tarde fue cuando se encontró con Derek otra vez, tras toda una mañana terminando de pintar y organizar unas cuantas cosas, pues por lo visto su oficina abriría antes de lo esperado. El chirrido de la puerta anunció su llegada, y ella se encontraba terminando de guardar la pintura sobrante.
—Um... hola, pasa —saludó torpemente cuando lo vio entrar.
—Hola —respondió él.
—Así que buscas ayuda en una investigación... —dijo mientras le indicaba que podía tomar asiento en una de las dos sillas plásticas que había en el cuarto. Iza las había conseguido esa misma mañana. Derek descruzó los brazos y avanzó hacia el escritorio provisional de la joven.
—Así que eres investigadora privada... —contestó de la misma manera, tomando asiento. Iza movió la cabeza de arriba abajo y carraspeó.
—¿Exactamente, qué quieres saber sobre tu hermana? —inquirió Iza—. ¿Conexiones, datos financieros, objetos perdidos…?
Derek se inclinó ligeramente hacia adelante, apoyando las palmas sobre el escritorio de plástico.
—Todo lo que hizo Laura antes de terminar… en la reserva. Con quién habló, a dónde fue, ese tipo de cosas. Se me ocurre que sabes por dónde iniciar.
—Estoy en eso —replicó la investigadora, girándose hacia una de las cajas que estaban junto a la mesa. De allí sacó una libreta y un bolígrafo. Al verlo, Derek la miró expectante—. ¿Cuándo fue la última vez que te comunicaste con ella?
—Hace un par de semanas.
—¿Eran comunes esos lapsos? —Derek asintió—. ¿Qué fue lo último que mencionó?
—Pareciera que esta es la continuación de un interrogatorio —dijo, levantando una ceja.
«Vaya. No le haría mal ser un poco más paciente», pensó Iza. En su lugar, sus labios formaron una pequeña sonrisa y se encogió de hombros.
—Bueno, soy la hija del sheriff —repuso—. Pero no, trato de orientarme para saber en qué dirección debo ir. Cuantas más preguntas respondas, será mejor. Créeme.
Derek respiró profundamente, levantando los hombros en el proceso, antes de responder.
—Sí, eran comunes.
—¿Sobre qué fue lo último que hablaron?
—Había dicho que algo había sucedido en Beacon Hills. Cualquier cosa que haya sido, le llamó la atención —explicó, con la mirada puesta en el suelo. Mientras Iza terminaba de escribir, la oficina se sumió en un silencio que fue roto por ella misma, un par de segundos después.
—¿Alguna idea? ¿Qué tipo de cosas llamarían su atención?
—Si la hizo regresar desde Nueva York, debe tratarse de algo importante —determinó—. ¿Necesitas hacer más preguntas?
—Hacer preguntas es la mitad de mi trabajo —respondió Iza, entregándole un papel—. Necesito que llenes esto, y podré tomar tu caso.
—¿Cuál es la otra mitad? —inquirió Derek, aceptando la hoja y tomando el bolígrafo de los dedos de Iza, los cuales se rozaron por una fracción de segundo. A pesar del poco tiempo, Iza todavía sentía el cosquilleo por el contacto aun cuando ya no estaba.
—Conseguir las respuestas. —Concluyó. Derek la miró con una ceja enarcada, aunque se mantuvo en silencio. Luego de pasarle la hoja ya respondida, Iza la tomó para comprobar que todo estuviese en orden antes de ponerse de pie y guardarla en una carpeta—. Perfecto. Puedo enviarte por correo lo que vaya encontrando.
Imitando su acción, Derek también se puso de pie.
—No hará falta —informó, logrando que Iza frunciera el ceño.
—¿A qué te refieres?
—Quisiera participar, si es posible. —Con bastante determinación, expresó él. Cuando la detective no dijo nada, agregó—: Prometo no estorbar.
Una vez más, Iza se tomó su tiempo para sopesar la situación. Había decidido que podía tomar el caso de Derek, con la esperanza de que no acabara yéndose por la borda, ¿pero investigar con él? Eso sería interesante.
—Supongo que no hay problema con eso. —Accedió ella, encogiéndose de hombros—. Bueno, empecemos con la investigación.
La biblioteca era el lugar que Iza tenía en mente. Podría intentar sentarse con su propia computadora y navegar por internet en busca de noticias sobre Beacon Hills, pero el pueblo, a pesar de vivir en pleno siglo XXI, aún tenía mucho en qué modernizarse. De hecho, la mayoría de los eventos —relevantes o no— siempre llegaban a los archivos de la biblioteca. Algunos de ellos incluso eran almacenados virtualmente en los dinosaurios electrónicos de la sala de estudio.
Tan pronto como Iza salió de la oficina y cerró con llave detrás de ella, escuchó un pitido, como de un auto, y entonces pudo notar el lujoso automóvil negro que aguardaba frente al edificio. Derek abrió la puerta del conductor, pero sin subirse todavía. Había detenido sus acciones al ver que la joven no se había movido de la entrada.
—Supongo que podríamos reunirnos en la biblioteca si quieres. Pero tomaría más tiempo.
Iza se abofeteó mentalmente antes de asentir.
—Cierto. —Concordó.
Entonces caminó hacia el lado del copiloto e ingresó al vehículo. Poco después, el coche se puso en marcha, recorriendo el pueblo.
El silencio que gobernaba la atmósfera era casi sofocante, como si el aire se volviera pesado e imposible de respirar con normalidad. Por un instante consideró lo que hubiera sucedido si hubiese decidido caminar hasta la biblioteca, quizá se habría ahorrado el momento. Derek no decía nada, parecía muy concentrado en la carretera frente a él, pero solo bastaba con su presencia para que Iza comenzase a sentirse un poco incómoda.
Años atrás, si hubiera imaginado que llegaría a estar en un auto con su flechazo de secundaria, quizá se habría alterado… un poco menos que ahora. A lo mejor había olvidado su enamoramiento cuando el muchacho se marchó de Beacon Hills, pero era más bien una sensación que podría haber estado dormida todo este tiempo. De una manera u otra, Iza deseaba que la condenada biblioteca apareciera pronto en su campo de visión.
Tan pronto como Derek aparcó el coche, Iza desbloqueó su puerta y pisó el exterior. Sus hombros se relajaron, y cuando notó lo tensa que había estado, casi se reprochó a sí misma. «Tampoco fue para tanto, pero al menos ya terminó», se dijo a sí misma mientras esperaba a que Derek llegase a su lado. Sin pronunciar palabra alguna, ambos subieron la escalinata hacia el gran y viejo edificio público. Al entrar, se acercaron a un gran escritorio redondo, ubicado en el centro del salón principal. Allí, una mujer joven de cabello rojo estaba estampando un sello sobre unos papeles cuando el par se le acercó. La pelirroja reconoció a Iza, y le sonrió cálidamente.
—Agnes, ¿qué tal? —dijo Iza al verla.
—¡Iz! —saludó con tono alegre—. Tenías mucho tiempo sin pasar por aquí —comentó, y luego se percató del sujeto que acompañaba a su amiga—. Oh, hola. Derek, ¿cierto?
—Sí —respondió el aludido, con una expresión neutral.
—Cursamos unas cuantas clases en secundaria, no tienes por qué recordarme… En fin —comentó ella, haciendo un gesto de desdén antes de apoyar las manos sobre el escritorio y mirar a Iza—. ¿Qué puedo hacer por ustedes?
—¿Crees que las noticias de las últimas semanas ya estén en el sistema? —inquirió ella, dejando pensativa a Agnes.
—Apenas estamos regresando de las vacaciones de invierno, así que dudo que estén todas —repuso—. Pero las tenemos en físico, para cuando vayamos a escanearlas… —informó, agachándose para tomar algo del nivel bajo de su escritorio. De ahí sacó una llave con un gafete que rezaba «Agnes Clayton»—. Allí hay una computadora. —Antes de continuar hablando, se inclinó hacia adelante, para quedar más cerca del oído de Iza—. La clave es la fecha de nuestra graduación —dijo en un susurro.
—Entendido, gracias, Ags. —Asintió Iza, dispuesta a avanzar, cuando su amiga la retuvo al tomarla por el brazo. La investigadora la miró, curiosa.
—Sé que estamos intentando meternos en la adultez, y que no hablamos a diario, pero espero recibir detalles —declaró, y sus ojos verdes se enfocaron en Derek y nuevamente en Iza. Esta última rió con burla.
—Te regreso la llave en un rato. —Fueron sus palabras de despedida mientras caminaba con Derek hacia el salón que les habían indicado.
Agnes tenía razón: la biblioteca estaba corta del personal de costumbre gracias a que apenas habían pasado unos días desde que acabaron las vacaciones de invierno. Por ello no tuvieron ningún inconveniente al ingresar al cuarto con el letrero de «REPROGRAFÍA» encima de la puerta.
Se trataba de una pequeña oficina, que contaba con una computadora —que bien podría ser del siglo pasado—, un par de sillas y una gran fotocopiadora junto a la pared. En el suelo, a pocos centímetros, se hallaba una enorme caja de cartón corrugado, repleta de viejos periódicos. Tomando asiento frente a la pantalla, Iza tecleó la contraseña de Agnes: 071406. Accediendo a las noticias locales, comenzó a navegar.
—Supongo que esto debe ser fácil —murmuró—, nada sucede en Beacon Hills… A ver: «Nuevos fondos para la estación de bomberos», «Fiesta comunitaria de Navidad», «La biblioteca presenta nuevas colecciones»... Son todas las noticias en el sistema. ¿Algo de esto le llamaría la atención a Laura?
—No… —respondió. Su voz se fue apagando, e Iza vio que era porque su atención se había dividido al leer los periódicos.
Reflejando sus acciones, ella sacó otro diario y leyó la portada. Así continuaron durante varios minutos, leyendo páginas y dejándolas a un lado al terminar. Iza se preguntaba cómo un pueblo tan aburrido soportaba resaltar esa cualidad suya con aquellas primicias. Cuando estuvo por darse por vencida con un artículo sobre la Reserva Natural de Beacon Hills, una fotografía la obligó a detenerse.
—Esto es raro —expresó—. Pobre ciervo.
—¿De qué hablas? —cuestionó Derek, alejando la mirada del papel que sostenía en sus manos.
Se inclinó hacia ella, quien le acercó la foto. Era un ciervo tendido en el suelo, con un extraño espiral marcado en uno de sus costados. El artículo narraba el extraño suceso, que al parecer había ocurrido con más animales.
Al pasar un tiempo de lectura razonable, Derek aún no había dicho nada al respecto.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó, y su voz lo regresó al mundo real. El hombre parpadeó un par de veces, antes de tocar la foto con su dedo índice.
—Esto podría ser. —Su tono se suavizó al decir estas palabras, como si todo se hubiese esfumado ante la posible pista—. ¿Podemos sacarle una copia? —pidió, e Iza tomó el periódico.
—Aquí tienes —comentó en cuanto la máquina entregó dos hojas con la fotografía impresa—. ¿Hay otra noticia que llame tu atención?
La pregunta le había salido casi de manera automática, al ver que Derek sostenía otro diario y lo leía con atención. Iza incluso había logrado percibir cómo sus manos apretaban el papel con tanta fuerza, hasta el punto de crearle un par de arrugas. Sin embargo, él solo negó con la cabeza, antes de dejarlo caer nuevamente dentro de la caja.
—Te espero afuera —indicó sin mirarla, dejándola en el pequeño cuarto con un montón de dudas.
Desde que hablaron en la oficina, Iza tuvo la sensación de que trabajar con Derek quizá no sería la tarea más sencilla de todas. El tipo parecía querer obtener respuestas, pero también era reticente a la hora de proporcionarlas, y esa era una combinación complicada para cualquier detective. Complicada, mas no imposible.
Con un suspiro, la joven apagó el computador y se dispuso a regresar todos los diarios a la caja, cuando sus ojos se fijaron en el último que había sido leído por Derek. La portada hablaba sobre los fondos que necesitaban los bomberos, aunque ella pronto supo que esa noticia no era la que había llamado su atención. Al final de la página, en una única columna, estaban impresas las palabras: «Sexto aniversario del trágico incendio en residencia Hale».
.
NOTA DE LA AUTORA
«¡Después de semanas sin poder entrar a Wattpad, recuperé mi cuenta y ya puedo continuar escribiendo esta historia.
¿Qué opinan del capítulo?
Debo aclarar que aunque hago lo posible por actualizar seguido, me cuesta balancear Wattpad y la universidad, así que espero que lo puedan entender.»
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