Capítulo 2
TRABAJO DE DETECTIVE
El cansancio residía en su cuerpo cuando su alarma sonó para indicar el comienzo de un nuevo día. Se había quedado hasta muy tarde revisando los teléfonos, así que sentía que solo había dormido una hora como máximo. Aún soñolienta, se puso de pie y se encerró en el baño.
Necesitó una ducha helada y una taza de café para poder sentirse medianamente despierta. En la mesa estaban su hermano y su papá conversando... Más bien, parecían estar en un interrogatorio. Stiles hacía un montón de preguntas y su padre reunía la paciencia para no golpearlo con una tostada. Cuando reparó en la presencia de su hija mayor, el comisario Stilinski aprovechó su presencia para zafarse de las preguntas.
—Buenos días, Iza. ¿Cómo estuvo tu caso de anoche?
Con esa pregunta, apareció el recuerdo de un chico de diecisiete años amenazándola con una pistola en un callejón. Por supuesto, sería imprudente comentar ese detalle.
—Bastante intenso. —Se limitó a contestar. Era una buena manera de describir aquel desastre—. ¿Qué hubo en tu trabajo anoche? —preguntó, recordando que ella no había sido la única Stilinski que recibió una llamada de emergencia.
Stiles se le adelantó a su padre.
—Encontraron un cuerpo en el bosque —replicó con una mirada demasiado entusiasta—. De hecho, solo la mitad. Estaban buscando la otra anoche.
—Y me encontré a tu entrometido hermano husmeando entre los árboles —dijo su padre con tono de reproche. Su hijo solo se encogió de hombros.
La atención de Iza se quedó atrapada en la parte de «hallaron un cuerpo en el bosque». Rara vez en Beacon Hills se presentaba algún caso así de impactante, el pequeño pueblo era más sobre gatos atrapados en árboles o quejas por ruidos. Sin quererlo, su expresión pronto se igualó a la de su hermano, y el hombre se dio cuenta de lo que le esperaba. Iza casi se lo imaginó pensando «oh, no», antes de que ella abriera la boca.
—¿En serio? ¿Cuál mitad hallaron? ¿Lograron una identificación? ¿Algunas sospechas? —Su padre solo se llevó las manos al rostro antes de preguntarle a Stiles con la mirada: «¿por qué?».
Este no dijo nada, escondiendo su sonrisa de satisfacción detrás de su taza de chocolate caliente.
—Se nos hace tarde, a los tres —comentó el padre tras revisar el reloj de su muñeca. Le dio un último sorbo a su taza antes de ponerse de pie—. Andando.
Iza resopló, y lo siguió al exterior junto con Stiles. Sabía que tenía otra oportunidad para continuar preguntando por el cuerpo durante el camino a la estación de autobuses. Cuando pensó en revisar el buzón, su papá ya se había adelantado.
—¿Algo para mí? —preguntó, acercándose al buzón junto con su hermano.
—Lo sabremos en un momento. —Entonces el comisario tomó toda la correspondencia que habían recibido. A medida que leía los sobres, iba entregándolos a Stiles para continuar revisando los que faltaban—. «Buró de Seguridad y Servicios Investigativos (BSIS). Para la señorita Iza...» —Había comenzado a leer, pero el sobre le fue arrebatado por su destinataria.
Abrió el sobre con una rapidez impresionante, casi de manera automática. No obstante, sus manos se volvieron más cautelosas al sacar el contenido del enorme sobre. Podía notar su corazón latiendo más fuerte en su pecho mientras tomaba la primera hoja y la leía. El frente de la residencia Stilinski quedó en silencio por el tiempo que le tomó a Iza comprender la respuesta a su aplicación para una licencia de investigadora privada.
—Oh, por Dios... —murmuró.
El comisario puso una mano en el hombro de su hija.
—Iza...
—¡La conseguí! —exclamó. A su noticia le siguió un grito entusiasmado de Stiles antes de que ambos se abrazaran. Su padre debió advertirles que despertarían a todo el vecindario, aunque no estaba menos emocionado que sus hijos.
—Felicidades, investigadora —dijo Noah mientras la abrazaba—. ¿Cena para celebrar?
—¿Con brownies y helado de postre? —inquirió la chica. Él sonrió.
—Hecho, pero ustedes hacen las compras.
Iza miró a Stiles para confirmar.
—Cuenta conmigo si preparas tu ensalada especial. —Iza asintió.
—Bien, entonces ya podemos irnos o todos llegaremos tarde —señaló Stilinski antes de subirse a su patrulla, con su hija imitando su acción. Stiles abordó su propio vehículo y condujo hacia su escuela secundaria. Antes de que el comisario encendiera el coche, comenzó a rebuscar en su interior—. Tengo algo para ti, debe estar en alguna parte.
Iza observaba mientras él buscaba debajo del asiento y en los demás compartimentos del auto, hasta que sacó un sobre detrás del parasol del copiloto. Carecía de presentación alguna, pero no le restaba interés ante los ojos de ella. Cuando lo tomó, vio en su interior una llave y una hoja con una dirección.
—No estoy echándote de la casa. —Su papá se apresuró a decir—. Es de tu nueva oficina. Creo que no basta solo con ofrecer consultas en línea, quizá de esta forma atraigas algún que otro caso.
El comisario se quedó mirando a su hija en busca de alguna reacción, pues se había quedado callada leyendo el pequeño trozo de papel. Una sonrisa creció en los labios de la joven.
—Gracias, papá —contestó, abrazándolo—. Pasaré por ahí esta tarde cuando regrese.
Él sonrió también, algo aliviado por haber hecho un buen obsequio. Sabía lo importante que era para ella convertirse en investigadora privada, y solo quería verla lograrlo. Con otro agradecimiento, la chica guardó el sobre en su bolso, y comenzaron a dirigirse a la estación.
—Entonces... —dijo Iza, cuando el auto se quedó en silencio luego de unos minutos—. ¿Qué puedes contarme del cuerpo?
Con un suspiro, su padre se dio cuenta de que no se salvaría.
—Lo encontró una pareja que estaba trotando por el bosque, y parece ser el cuerpo de una mujer joven.
—Eso significa que encontraron la mitad inferior. —Dedujo, el comisario asintió—. ¿Saben la hora de muerte? ¿Causa?
—Tendremos los resultados hoy. —Iza abrió la boca para hablar, pero fue interrumpida—. ¿No tienes algún caso que investigar? —cuestionó su progenitor mirándola por un instante.
—De hecho, sí —admitió Iza, pensando en Luna—. ¿Cómo investigas una desaparición que parece fuga?
El comisario se quedó en silencio por un rato, la pregunta lo había tomado por sorpresa. Luego de unos segundos respondió.
—Conociendo a la persona: sus hábitos, sus conexiones, cómo vivía. Debes observar su personalidad y unirla con sus capacidades y motivos. Así sabes si hubo una verdadera desaparición o solo una huida.
Las palabras de su padre se grabaron en su mente, y permanecieron allí durante todo el viaje a la estación y a San Francisco. Necesitaba conocer mejor a Luna, más de lo que había en su teléfono. Victoria podía ayudarla. Todo lo que pudo rescatar de ambos celulares —imágenes, contactos y mensajes de texto— estaba guardado en una memoria dentro de su bolso. Había alcanzado a revisar una parte mientras lo transfería, pero el sueño logró vencerla luego de unos minutos. Tenía planeado ver el resto con su compañera.
Sin embargo, ella no estaba en la oficina. Estaba Jonah, su jefe, con sus anteojos de lectura y tecleando algo en su ordenador. Era un hombre de complexión delgada, cabello rubio y ojos azules. Su edad se acercaba a los cuarenta. Alzó la vista cuando la oyó entrar.
—Stilinski, buenos días —saludó como cada mañana—. En tu escritorio está tu caso.
—¿Dónde está Victoria? —inquirió la joven, dejando su bolso en una silla a su lado.
—Parece que está retrasada... —murmuró, y su voz se fue apagando a medida que regresaba su atención a la pantalla.
Decidió esperarla, pensando que llegaría en cuestión de unos minutos. Mientras tanto, Iza leía el caso que le había asignado su jefe. Daba la impresión de que se trataba de un marido infiel —un caso sencillo—, pero su mente estaba en otro lugar. Había transcurrido ya una hora, y su compañera no se había presentado aún. No contestaba sus llamadas, era probable que su teléfono estuviera apagado. La pregunta era: ¿lo habría hecho a propósito o estaba en problemas?
—Iré a hacer un seguimiento al señor Lackers con el itinerario que envió su esposa —indicó Iza, antes de tomar su bolso, una hoja de papel y caminar a la salida.
—Si te encuentras a Victoria en el camino, asegúrate de que esté bien. —Iza se quedó en su lugar, mirando a Jonah con confusión—. Llevas la última hora mirando tu teléfono y la puerta. —Antes de que pudiera responder, añadió—: ¿Alguna idea de por qué no ha llegado?
—No lo sé —respondió ella, omitiendo la parte de «aunque se me ocurre una larga y preocupante lista de posibles infortunios».
Jonah asintió, tras unos segundos de analizar el rostro de Iza. Ella no lo consideraría un buen detective si no fuese tan perspicaz, algo que admiraba. Sin embargo, debido a la situación, esperaba que su don de decir verdades a medias pudiera pasar desapercibido para su jefe. Su instinto le decía que era mejor si su no se enteraba de lo que sucedía... a menos que Victoria decidiera comentárselo.
Una vez abrigada, salió de la oficina con un lugar en mente. Tomó un taxi y le dejó la dirección de un centro comercial en remodelación, cerrado para el público. Aquel era el lugar donde Victoria había fotografiado a Leo y la mujer desconocida.
Justo como esperaba, el lugar daba la sensación de estar vacío. Sin embargo, eso no la detuvo. La mujer se acomodó la chaqueta y caminó hasta el estacionamiento. Se quedó allí de pie, observando el entorno y comparándolo con las fotografías de su móvil. El sitio estaba lleno de montones de arena, bolsas de cemento y otros materiales.
«¿Donde se pudo haber ocultado Victoria para no ser vista?», se preguntó mientras daba una vuelta.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Oyó un intento de susurro que provenía desde un lugar alto. Cuando Iza levantó la mirada, vio a Victoria bajar del techo saltando sobre un montículo de tierra.
—Pensaba unirme al proyecto de construcción —ironizó en respuesta—. Acordamos vernos en la oficina. Lo menos que podías hacer era contestar mis llamadas —murmuró. Victoria se había dado la vuelta para trepar al techo otra vez. Ella la imitó.
—No sabía que se había apagado mi teléfono. Y de todas maneras me hallaste, buen trabajo —añadió su compañera con desdén, sacando unos pequeños binoculares de su bolso.
Estuvieron allí toda la mañana, y parte de la tarde, esperando la llegada de Leo y la desconocida. La única pausa para comer fue sugerida por Iza, y lo más cercano que consiguieron fueron unas donas. Luego de aquello, esperaron un par de horas más, hasta que distinguieron la figura delgada de un adolescente castaño.
Se veía ansioso, no paraba de revisar el reloj de su muñeca y pasarse las manos por el cabello. Mientras Iza lo observaba con los binoculares, Victoria tomaba fotografías. Pasaron unos minutos en los que el chico inquieto decidió sentarse en el suelo y continuar comprobando la hora, hasta que llegó una furgoneta negra. Las dos investigadoras se ocultaron un poco más, aunque sin perder de vista lo que estaba sucediendo. Del vehículo bajaron dos personas, un hombre fornido, de cabello muy corto, y una mujer de cabello castaño claro. Al verlos, el muchacho se incorporó rápidamente.
—Maldita sea, Garner, llevo llamándote todo el día —masculló ella, acercándose con pasos apresurados y firmes.
—Perdí mi teléfono anoche —respondió Leo entre dientes, metiendo las manos en los bolsillos. Estaba de espaldas a las detectives, por lo que solo veían su nuca. En cambio, tenían una visión completa del rostro de la no tan desconocida.
—Grandioso, espectacular —bufó la mujer, extendiendo los brazos—. El siguiente paso debía hacerse anoche. Siento que no quieres terminar tu iniciación. —Se cruzó de brazos y levantó la mirada, hacia el techo del centro comercial. Iza y Victoria se agacharon, casi besando el suelo.
Para cuando alzaron sus cabezas otra vez, Leo se había acercado a la mujer y le había dicho algo que no pudieron escuchar. La desconocida permaneció en silencio durante unos segundos, antes soltar un gruñido y apretar los puños.
—Tu iniciación será el viernes. Más te vale que no la arruines —dijo con tono amenazante. Hizo una señal a su acompañante antes de caminar de regreso a la furgoneta. Cuando se fueron, Leo dio una patada de furia a una de las bolsas de cemento. Soltó un gruñido de dolor e ira, antes de marcharse también, dejando a Iza con una sola pregunta.
¿Qué pasaría el viernes?
Con la promesa de resolver el misterio del viernes, Iza le entregó la memoria USB a Victoria antes de regresar a Beacon Hills. Su compañera le dijo que desde la mañana debían estar en el centro comercial, solo por si acaso.
Por difícil que le resultara no quedarse allí y hacer «horas extra» en la oficina, tenía la cena familiar. A pesar de que su parte racional le asegurara que podía irse a casa sin problema, una vocecita no quería dejar la investigación. Requirió de una fuerza de voluntad para tomar el autobús.
...
Sostenía en su mano la llave que le había regalado su padre, la llave de su propia oficina de investigaciones. Quedaba a unas cuadras de la estación de policía, algo que a Iza le resultó curioso. Ansiosa, caminó hasta la puerta principal y la desbloqueó. Lo primero que pensó fue que pronto necesitaría reemplazar el cerrojo. Entonces dio un paso al interior, que estaba algo polvoriento.
Era relativamente pequeña, aunque tenía lo esencial: un pequeño espacio que servía como vestíbulo, su área de trabajo y en el fondo un pequeño baño. Sonrió ante la imagen que había creado su mente: un gran escritorio, unos cuantos cuadros, cómodas sillas y una capa de pintura color azul grisáceo. Ya podía imaginarse resolviendo pequeños casos en Beacon Hills, y quizá incluso atraer clientes de otras ciudades, ser consultora con la policía de vez en cuando... Su sueño empezaba a tomar forma.
El ruido de un motor la había sacado de su trance. Al ver por la ventana, identificó el jeep azul de Stiles, quien salía de él junto con su mejor amigo, Scott McCall, un joven de cabello castaño y ojos marrones. Era bastante extraño ver a uno sin el otro. Iza le había enviado un mensaje a su hermano para que echara un vistazo a su nueva y vieja oficina.
—Así que esta es tu oficina —comentó Stiles con las manos en los bolsillos, observando.
—Bastante genial, ¿no crees? —respondió ella con una sonrisa de orgullo—. Dentro de poco me verás resolviendo misterios aquí en Beacon Hills.
—¿Cuerpos cortados por la mitad en el bosque? —preguntó Stiles con tono inquisitivo. Entonces Iza recordó lo que habían hablado esa mañana.
—Papá no me dijo mucho —comentó ella con decepción—, solo que era quizá una mujer joven. —Arrugó el ceño. No estaba muy enterada sobre lo que había ocurrido—. ¿Tú qué sabes?
—¿Yo? No mucho. Scott vio la otra mitad que busca la policía —soltó, mirando a su mejor amigo. El aludido los miró con inseguridad.
—¿Dónde? ¿Llamaste a los oficiales? ¿Cómo era? —interrogó la muchacha.
—No recuerdo. No. Aterradora —respondió el mejor amigo de Stiles, a quien le dirigió una mirada que podría traducirse como «¿Qué estás haciendo?». El otro joven solo se encogió de hombros—. Eh... Se me hace tarde para el trabajo, tu oficina es genial, Iza... Te escribo luego, Stiles.
—Iza y yo vamos al supermercado, podría dejarte en la veterinaria... —Stiles había comenzado a ofrecerle, pero Scott ya estaba afuera. Los Stilinski intercambiaron una mirada.
—¿Por qué fue todo eso? —le preguntó a su hermano, quien se encogió de hombros.
—Él sabía que intentarías convencerlo de mostrarte dónde halló el cadáver, como yo —respondió—. Estábamos en el bosque, pero no terminamos de buscar porque Scott no quería seguir husmeando en propiedad privada. El dueño lo asustó.
—¿Quién puede ser dueño de una propiedad en medio del bosque? —preguntó hasta que ella notó que sabía la respuesta. Derek Hale.
...
—Solo digo... Papá no te hubiera conseguido una oficina cerca de la estación si no quisiera consultar algunos casos contigo un día. Quizá deberías insistir con lo del medio cuerpo —argumentó Stiles mientras los dos hermanos del supermercado con lo necesario para la cena. Iza abrió la puerta trasera antes de dejar las compras en el asiento.
—O quizá era la única oficina disponible —replicó ella—. Además, él no... mierda —se quejó cuando dejó caer la bolsa que tenía los tomates, y estos se desperdigaron por el estacionamiento.
—¿Qué pasó?
—Ayúdame a recoger los tomates.
Stiles caminó hacia la parte trasera del vehículo, donde vio que las frutas habían rodado en todas direcciones. Iza había conseguido la mayoría, cuando notó que uno se había alejado demasiado, y tenía que ser la zona más oscura del estacionamiento. Era una pequeña parte no iluminada debido a las fallas de un poste de luz. De todos los sitios, tuvo que rodar hasta allá.
«Qué conveniente», pensó antes de regresar los tomates a su bolsa. Dio unos cuantos pasos hasta alcanzar el último que faltaba. Estaba magullado y cubierto de tierra, pronto quiso saltarse la ensalada. Al alzar la vista, le pareció ver una silueta a la distancia, cerca del bosque. En Beacon Hills la población de árboles superaba a la de las personas, así que casi siempre había partes de bosque por todo el pueblo.
Intrigada, pues la figura había dejado de moverse casi al instante que fijó su mirada sobre esta, dio un paso adelante. No podía distinguir su forma: si era una persona, era muy bajita; si era algún perro callejero, era demasiado amplio. Continuó avanzando hacia la silueta, olvidándose de que al principio aquella oscuridad le resultaba poco agradable. Tuvo la impresión de que la sombra se había girado para encararla.
Entonces, un tirón de su brazo le hizo retroceder hasta la claridad.
—¿Qué haces? —cuestionó Stiles con la respiración algo agitada. Iza lo miró con el ceño fruncido.
—Estaba viendo algo, nada más —respondió ella, extrañada por el repentino y nervioso comportamiento de su hermano. Él pareció haberlo notado también, porque trató de relajar los hombros y regular su respiración.
—El helado se va a derretir —comentó, pasándose una mano por el rostro—. Será mejor irnos.
Con la mirada fija en aquel pedazo de oscuridad, a Iza le pareció sentir que algo la atraía hacia allá otra vez. Le costó levantar los pies del suelo casi como si estuviesen pegados a él.
—¿Iza? —repitió Stiles, esta vez con un tono más inquieto y alto.
—Voy —respondió finalmente, y comenzó a regresar al jeep, no sin antes preguntarse a sí misma...
¿Qué había sido eso?
.
NOTA DE LA AUTORA
«Nos adentramos un poco más en el misterio de Luna y su desaparición. ¿Qué podría suceder ese viernes? Espero que les haya gustado. Disculpen la demora».
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