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Capítulo 15

LA BALADA DE APOLO

Derek no necesitaba saber en qué idioma estaba hablando Iza para comprender su frustración. Podía encontrarla en la brusquedad de su voz mientras conversaba con alguien por teléfono, o en la prisa con la que sus manos organizaban y desorganizaban los papeles frente a ella. La otra persona también estaba lejos de sonar inteligible, al menos para él, pues el intercambio entre ambas mujeres ocurría de manera fluida. Por su parte, le intrigaba ver cómo los labios de Iza se movían y pronunciaban palabras que jamás había escuchado antes. Su forma de dialogar, como si se tratase del idioma que conocía de toda la vida, era tanto alarmante como extraordinaria.

No obstante, su interés decayó tan pronto como la joven decidió volver a tararear aquella misteriosa melodía, siendo sustituido por una incómoda presión en su cráneo. Conteniendo hasta el más mínimo sonido de protesta, Derek se incorporó de su lugar junto a Iza para crear algo de distancia entre ellos. Había optado por moverse del comedor hacia la cocina. Desde allí, aún la tenía en su campo de visión, por si necesitaba su ayuda. Además, la tensión, a pesar de no desvanecerse del todo, era tolerable.

Nada de lo que había vivido ese día estaba bien. Nada era normal. Su instinto de supervivencia, la razón por la que prefería estar solo, le urgía que se alejara de Iza antes de que la situación empeorase. Incluso si la detective mostraba indicios estar en control de nada, una parte de sí mismo le repetía que era mejor no seguir involucrándose en esto. Al anticipar la llegada del resto de los Stilinski, pensó que no tendría una mejor oportunidad para largarse sin ser visto. Así no tendría que lidiar con ellos ni con Iza, quien se veía demasiado ocupada ¿discutiendo?, ¿charlando?, por teléfono como para percatarse de su ausencia.

Solo era caminar hacia la puerta trasera, que estaba en la sala de estar, y salir. Sin embargo, sus piernas ni siquiera hacían el esfuerzo por moverse. Como si estuviera buscando dentro de sí mismo una explicación para su renuencia a irse, todo lo que su mente le pudo ofrecer fue un único pensamiento: «Ella no se lo merece». Ya habían sido perseguidos por el alfa, por cazadores, habían vivido una cantidad decente de momentos incómodos, e Iza no había huido de Derek en ninguna de esas ocasiones. Esta vez con un poco más de convicción, el joven permaneció en su sitio.

Estaba considerando qué tipo de excusa podría ofrecerle al sheriff, en vista de que él sería la primera persona que verían al entrar, cuando la puerta se abrió. Stiles, quien ayudaba a su padre a entrar, no tardó en fijar sus ojos en Derek.

—¿Qué haces en mi casa? —preguntó Stiles en un susurro, moviéndose al otro lado para bloquear la visión del sheriff—. ¿Dónde está Iza? —Derek estaba por responder, cuando el adolescente volvió a hablar—: Cuidado con los escalones, papá. Bien, apóyate de la pared... —Ambas figuras desaparecieron escaleras arriba.

Al cabo de unos cuantos minutos, el chico regresó a la cocina. La postura relajada con la que había atendido a su padre luego dio paso a la de alguien que esperaba malas noticias. Derek consideró que no estaba muy equivocado por reaccionar así.

—Está en el comedor —respondió Derek—, pero... Stiles, espera...

Su advertencia cayó en oídos sordos, pues el menor de los Stilinski ya estaba frente a su hermana, tratando de hablar con ella. Stiles había preguntado qué le sucedió, y, aunque muchas de las respuestas de Iza requerían traducción, un par de ellas resultaron ser claras. De lo primero que hablaron los hermanos fue del incidente de la cueva, hasta que la conversación dio un giro que dejó a Derek inmune de cualquier sentimiento de culpa por escucharlos a escondidas.

—... solo puedo comunicarme diciendo la verdad o hablando en griego antiguo. —Tal como había sucedido un par de veces aquel día, Iza lograba decir ciertas frases que Derek podía entender y viceversa. No obstante, él no había logrado encontrar la conexión.

Ahora la sabía.

—Oh, joder —maldijo Stiles—. Lo que faltaba.

Había resignación en su tono, Derek no podía culparlo. Dudaba que el chico tuviera conocimientos de lo sobrenatural, pero sí que había estado adquiriendo experiencia las últimas semanas. Primero, su mejor amigo había sido convertido en hombre lobo, y ahora su hermana —según escuchó— se hallaba bajo algún extraño hechizo. La ansiedad de Stiles era tan difícil de ignorar como la de Iza; apenas podía concentrarse en la conversación cuando el pulso de ambos era casi ensordecedor, de no ser por las ocasiones en que se estabilizaba un poco cuando decían la verdad.

Esto es parte de un ritual para encontrar el collar. Necesito completarlo para volver a la normalidad lo antes posible.

—¿Qué tan complicado es? —preguntó el chico, quien solo obtuvo silencio como respuesta—. Eh, ¿cómo lo digo? —murmuró para sí mismo—... Um... Muchos rituales necesitan ingredientes. 

Iza comprendió el mensaje.

Necesito luz solar, cinco hojas de laurel y sangre de dos animales...

En aquel segundo, su única sospecha volvió a atacar su mente, aun teniendo pocos ánimos de pensar en eso. A Derek le costaba imaginar que Iza fuera una bruja. Nunca se había cruzado con ninguna en realidad, pero las historias de su madre resonaban en su cabeza por primera vez en años. «Son seres manipuladores y sedientos de poder —le comentó un día, tras escucharlo insultar a Laura llamándola bruja—. No les importaría robar la energía vital de su propia familia. Ahora, ¿de verdad crees que esa descripción le queda a tu hermana, que es tan bondadosa?». Iza tampoco encajaba con aquella descripción. Él, sin embargo, sabía bien que las apariencias podían ser engañosas... ¿Quizá confiar en ella era un error?

—Necesito tu sangre.

El hombre parpadeó un par de veces, saliendo de sus pensamientos, mientras enfocaba su mirada en el adolescente que tenía delante. ¿Qué?

—Sé que estabas escuchándonos con tu audición de lobo, no pretenderé lo contrario —declaró con desdén—. Mira, no hay mucho que pueda explicarte porque ni yo mismo termino de entenderlo, pero... ¿eso de hablar en otro idioma y no poder entender a nadie? Debe ser una tortura. Solo tienes que darnos un poquito de sangre e Iza volverá a ser la Iza que todos entendemos y adoramos. ¿No quieres ayudarla?

«Seres sedientos de poder...», insistió una parte de sí mismo. No creía que le tocaría tan pronto poner a prueba la percepción que tenía de Iza: una joven demasiado empática y honesta para su propio bien, ansiosa y demasiado osada. El poco tiempo que habían interactuado nunca arrojó motivos para desconfiar de ella. Deseando que por aquella decisión no le saliera el tiro por la culata, Derek suspiró y aceptó.

—Vamos, haré que Scott nos regale un vial de la clínica veterinaria. Ya rompió una regla al saltarse la reunión de padres y maestros, ¿qué es otra más?

—¿Vas a dejar a Iza sola en ese estado? —inquirió Derek en cuanto Stiles intentó caminar. En lugar de contestar a su pregunta, su rostro adoptó un gesto de intriga y malicia.

—¿Acaso te estás preocupando por otra persona? —inquirió con burla en voz baja—. No te preocupes, no pasará otro episodio de esos —aseguró—. Solo te diré una cosa: si intentas algo con mi hermana, cosa que notaré, te golpearé el rostro. No me importa que me rompa la mano en el proceso.

—Te espero afuera, Gran Hermano —bufó él, yendo hacia la puerta.

...

Iza sospechaba que no estaba haciendo un buen trabajo como hermana mayor. Se suponía que los hermanos mayores debían proteger a sus hermanitos de problemas que no les concernían, en lugar de involucrarlos en el primer intento. No estaba muy segura de cómo funcionaban las cosas en un mundo donde se hacían rituales y existían collares mágicos, pero no le parecía que fuese la excepción.

Su sentido común, su maltratado e ignorado sentido común, le había pedido que no dijese cosas de más, conociendo las tendencias de Stiles de involucrarse aunque no debiese. Sin embargo, su razonamiento fue eclipsado por la más fuerte necesidad de desahogarse. Tasia le había dado respuestas e instrucciones por teléfono, pero la mujer sonaba ocupada incluso para un asunto que involucraba a la diosa a la que admiraba tanto. Stiles, por su parte, estaba ahí, y ya tenía conocimiento del caos en que se había convertido su vida.

El arrepentimiento solo la invadió después de que terminaron de hablar. Había sido una charla breve, un tanto torpe por la cuestión de la honestidad, y había cumplido su cometido.  Lo último que habían dicho —más con gestos que con palabras—, fue que Derek aún no estaba enterado del collar ni nada relacionado. Stiles entonces se ofreció a hacer algo que Iza no logró entender, por lo que se vio obligada a seguir a su hermano hacia la cocina. Allí trató de deducir el diálogo entre ellos dos: Derek se mostraba confundido y desconfiado, mientras que el chico era decidido e insistente. Al final, el hombre suspiró, concediéndole a Stiles una victoria.

Se dijeron un par de palabras más antes de que Derek se diera la vuelta para marcharse. Iza rememoró todas las locuras que habían vivido solo en un día, al igual que la actitud protectora que estuvo con ella en esos momentos.

—¡Derek! —llamó en cuanto vio la puerta abrirse. Quizá lo que estaba por decir solo lo confundiría más, pero sentía que tenía que hacerlo de todas formas. El aludido se giró para dedicarle una mirada—. Aprecio lo que hiciste por mí hoy.

Regalándole una pequeña y fugaz sonrisa, Derek asintió y cerró la puerta tras su paso.

Regresaré cuando deje a Derek en su casa —indicó Stiles. Iza hizo un gesto afirmativo antes de verlo salir.

Exhaló con pesadez antes de darse media vuelta y empezar a recoger el desastre de su proceso de investigación. Aunque lo hacía para tratar de despejar su mente, la preocupación no tenía intenciones de darle una tregua. También debía salir a intentar cazar cigarras. Técnicamente los insectos no tenían «sangre»... pero de nada servía discutir con las instrucciones de un hechizo de miles de años. ¿De dónde iba a conseguir sangre de lobo? A lo mejor podría pasar por la clínica veterinaria del pueblo... ¿Por qué la clínica tendría sangre de lobo? Y en caso de que la tuvieran, ¿cómo la pediría?

Tasia le había dicho, en su llamada telefónica, que hablaría con Amalia para intentar conseguir los ingredientes necesarios. Si bien el anillo ya no funcionaba para indicarle si lo que había dicho era verdad, a Iza le bastó con identificar la duda en sus palabras gracias a su experiencia investigando. Era comprensible, por muy decepcionante que fuese. Tal vez lo mejor era tratar de obtenerlos ella misma. ¿Qué tan específica era la balada de Apolo? Tal vez bastaba con sangre de un Husky siberiano...

Aquella noche fue más ocupada por las dudas que por las horas de sueño.

...

—¿Cómo sabes que mi sangre va a funcionar? —cuestionó Derek, observando a Stiles mientras este ataba un compresor elástico en su brazo.

—No lo sé —admitió—, esto es lo más cercano a sangre de lobo que tenemos. A no ser que quieras dar un paseo por la morgue, convertir a tu hermana en lobo otra vez...

Derek le dirigió una mirada asesina.

—Lo supuse —concluyó el otro, tras ignorar por completo la amenaza no verbal.

El chico tomó la jeringa que se hallaba en un estante cercano, para luego sujetar el brazo de Derek. Sin embargo, cuando la aguja se encontraba a pocos centímetros de su piel, Stiles notó cómo se tensaba el hombre bajo su agarre.

—Por muy gracioso que sea pensar que le temes a las agujas, siento que ese no es el problema.

—La sangre de hombres lobos tiene muchos usos en hechizos y rituales de brujas. Ninguno de ellos ha sido para nada bueno —acotó para expresar su punto.

—¿Y qué, piensas que Iza es una bruja?

—No lo sé, no termino de entender lo que le sucede —replicó Derek.

Con un suspiro, Stiles bajó la jeringa.

—No tengo derecho a contártelo. Si quieres saber, tendrás que preguntárselo tú mismo. Ahora, ¿podemos, por favor, terminar con esto? No quisiera tener que traducir todo lo que dice mi hermana para hablar con ella, es un proceso demasiado tedioso.

Derek accedió.

Tan pronto como Stiles consiguió lo que consideraba una cantidad suficiente, retiró la jeringuilla, no sin observar con disimulado interés la forma en que el pinchazo se cerraba por sí mismo, como si nunca hubiera estado allí.

—Espero que funcione —murmuró tras colocarla en un vial.

—Yo también —contestó Derek con pesadumbre.

...

Decía bastante de su vida el hecho de que, al encontrar un frasco de sangre en su escritorio —junto al de la noble cigarra que se le había acercado anoche—, lo que despertó en Iza fue esperanza. Quizá lo más coherente hubiese sido preguntarse cómo su hermano había sido capaz de hallar algo tan peculiar como eso. Pudo ver que había una pequeña nota junto al vial: «Ningún lobo fue maltratado para obtener esta sangre». Decía bastante de su personalidad el hecho de que, con aquella breve aclaración, se sintiera aliviada por un rato. Quizá, cuando todo terminase, podría volver a ser la hermana mayor que Stiles necesitaba y merecía.

Se aferró a esa calma tanto como pudo mientras desayunaba, tomaba una ducha y se vestía, pues era innegable que duraría poco. Por lo tanto, disfrutó como pudo de un tranquilo viaje al supermercado, donde silenciosamente compró unas cuantas hojas de laurel, un encendedor y un par de artículos más para despistar a la cajera. Se limitó a sonreír y ofrecer su tarjeta de débito como forma de pago. Durante su retorno advirtió la llegada de su inquietud, en la forma en que sus dedos jugueteaban con las bolsas o cómo su pulso aumentaba un par de latidos. Había algo que debía discutir con las Katsaros antes de iniciar con el hechizo, y su cuerpo no estaba preparado para preguntar por Sutton Yates.

¿Iza? ¿Cómo estás? —preguntó Tasia en el idioma que ambas compartían.

Iza sostuvo su móvil con más fuerza de lo requerido.

—Nerviosa, pero pude conseguir los ingredientes —informó—. Antes de hacer esto, necesito saber algunas cosas.

Por supuesto. ¿Qué dudas tienes?

Sutton Yates —mencionó sin dar rodeos, incapaz de hacerlo de ninguna otra forma—. ¿Por qué está en un hospital mental, dibujando los mismos símbolos del collar y el anillo? La primera vez que hablamos de ella me dijiste que nunca la viste en persona... Comienzo a creer que las habilidades que buscabas no eran su talento en Fotografía, ¿cierto? —Tampoco pudo evitar el matiz acusatorio que pintaba su voz.

¿Ella está dónde? —La dicción de Tasia había perdido su característico toque melodioso y sereno. Ahora se notaba algo temblorosa, poco natural, como un retazo de satén que había sido maltratado—. Dame un minuto... no cuelgues, ¿sí?

El silencio hizo la intervención más extensa que Iza había presenciado al teléfono. La reacción de Tasia había sonado genuina, como si no pudiese creer que le hubiera pasado tal cosa. Eso había traído una nueva preocupación a Iza, quien no tuvo mucho tiempo para darle vueltas a aquella idea. Al otro lado de la línea se escuchaba la débil pero furiosa voz de Tasia llamando a su hermana menor.

Iza, yo no tenía idea de lo que sucedió con Sutton —confesó Tasia—. Sin embargo, Stella tiene algo que confesar. ¿Stella?

Una respiración temblorosa se hizo oír antes de que la otra Katsaros se anunciase.

Lo de Sutton fue mi culpa y lo mantuve en secreto —intervino la menor, hablando de manera tan pausada que parecía avergonzada por lo que estaba admitiendo—. Tasia y yo buscábamos a alguien como tú. Solo quienes sienten una conexión pura con la verdad pueden portar el collar y recibir sus propiedades.

»Sospechábamos... que Sutton podía ser como tú, pero Tasia no estaba dispuesta a entregarle el collar hasta que lo tuviésemos confirmado. Esas eran las reglas... pero mis esperanzas sacaron el lado más impaciente de mí.

»Un día fui a hablar con ella y le permití que lo usara... ¡Fue solo por un minuto! —Se apresuró a aclarar, posiblemente debido a la reacción de Tasia—. En ese momento... supe que ella no era quien buscábamos.

»Sutton no estaba feliz. Le había contado tantas historias sobre el collar... Hice que su decepción fuera más grande cuando le dije que no podía usarlo otra vez.

»Cuando volví a verla, me estaba apuntando con el arma de su novio, diciéndome que Vevaióno era su destino. —La mujer tomó una profunda respiración como si necesitara fuerzas para continuar—. Volvió a ponérselo... pero esta vez no logré quitárselo antes de que fuera muy tarde. No hay ningún día en el que no piense en Sutton... y en lo que mi error le causó.

Sus últimas palabras fueron difíciles de comprender entre los sollozos que se apoderaron de Stella. A lo largo de su historia, hubo ratos en los que parecía forcejear con un nudo en la garganta que le quebraba la voz. Siendo honesta, la mujer había resistido más de lo que Iza imaginaba.

Ante la mudez de la detective, Stella, sorbiendo por la nariz, llamó su atención.

Quizá me consideres una hipócrita, por mentir cuando todo este asunto es sobre la verdad... —Rió nerviosamente —. Tampoco diré que no lo merezco. De todas maneras, te prometo que no te sucederá lo mismo.

—¿Y eso cómo... cómo lo sabes? —farfulló Iza, quien se había estado imaginando, sin querer, en la posición de Sutton. ¿Y si el daño ya estaba hecho, pero no se había dado cuenta todavía?

Iza —llamó Tasia, esta vez ya había recuperado la compostura—, Alethéia se ha comunicado contigo dos veces, tienes su bendición. Si decides hacerlo, la diosa estará contigo.

...

Iza respiró profundo, saboreando el aroma de la naturaleza que despedía la Reserva de Beacon Hills. Deseaba que pudiese brindarle la misma calma que seis años atrás, cuando sus tardes consistían en conversar con Irina, la única persona que se esforzaba por entenderla cuando más falta le hacía. No funcionó, aunque no podía culpar al entorno por ello. Mucho tiempo había pasado, la reserva no solo tenía un extraño animal suelto, sino que, dicho por Tasia, también parecía tener una fuerte conexión con la energía de la tierra y la diosa de la verdad. Sería desconcertante si aquel bosque fuese capaz de ofrecerle sosiego a Iza.

A medida que se acercaba a la cueva donde se había quedado sin uñas escribiendo, las instrucciones en su cabeza se repetían con mayor rapidez. «Colocar cinco hojas de laurel en el suelo.» Era algo bueno que el ritual tuviese que hacerse con bastante luz solar. Aunque no era tranquilizador estar sola en un arbolado —las Katsaros habían explicado que se trataba de un proceso que debía hacer sin compañía de nadie—, habría sido peor de noche.

«Verter la sangre en el centro de las hojas.» Aun varias horas después de aceptar seguir con esto, Iza no estaba libre de vacilaciones. Con el encendedor en mano, aún temía que su destino y el de Sutton Yates no fuesen tan diferentes después de todo. Al final del día, siempre puede haber errores. «Quemar los extremos de cada hoja y cantar la balada de Apolo cuando el humo aparezca.» Pero había quedado atrás el momento de las dudas.

El terreno y el cielo respondieron ante el canto de Iza: se movían en círculos como resultado de los mareos de los que las hermanas le habían advertido. Optó por cerrar los ojos y encontrar equilibrio apoyándose de la cueva al mismo tiempo que continuaba tarareando. En cuestión de segundos, su propia voz se tornó inaudible, perdida en la distancia. El bosque frente a ella se desvaneció como una cortina de humo que, al dispersarse, mostró un lugar repleto de grandes contenedores metálicos y una hermosa vista del mar.

Iza se movía por el Puerto de San Francisco, como rezaba un gran letrero, en busca de un contenedor bastante ruidoso. Emitía un zumbido grave, cuyo volumen incrementaba si la distancia se reducía. Al detenerse delante de una enorme caja metálica pintada de azul, la detective había alcanzado el punto de tener que cubrirse las orejas con las manos. Sin pensarlo mucho, la abrió y dio un paso dentro. El insistente resplandor de Vevaióno la cegó por un instante, haciéndola cerrar los ojos. Cuando los abrió, estaba en el bosque otra vez.

Sus labios pronunciaron, casi de modo automático, los dos últimos versos de la canción. «Colocar una de las rocas en el centro del laurel para mantener la conexión con el collar.» Aún en su estado de aturdimiento, Iza logró recordar el último paso. «Cubrir con tierra las hojas para finalizar el ritual.»

Había funcionado.


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NOTA DE LA AUTORA

«¡Hola! No quisiera arruinar lo que está por suceder, pero diré que me emociona bastante. ¿Creen que Derek se enterará de lo que sucede con Iza?»

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