3
Un plan fallido.
Algunas veces, Nieves no podía entender las actitudes de su madrastra. Bueno, nunca las entendía; Reina se contradecía siempre.
Mientras tanto, en algún rincón oscuro y solitario del vecindario se hallaba Reina.
—Tengo un trabajo para ti —Le dijo a un chico que estaba de espaldas al llegar a un callejón.
—¿Qué puede necesitar la Reina malvada de mí?
—¿Conoces a Nieves Blanco?
—Es tu hijastra que yo sepa —Respondió dándose la vuelta.
—Correcto.
—¿Qué quieres que haga con ella?
Reina sacó un fajo de billetes de su bolso y se abanicó con él.
—Quiero que te deshagas de ella.
El chico tomó las billetes y comenzó a contarlos.
—Será pan comido.
Reina sonrió perversamente e hizo amago de irse, pero se detuvo y volteó su cabeza para ver al muchacho.
—Una cosa más.
—Lo que pidas.
—Quiero que me traigas su corazón.
El chico se quedó petrificado ante la petición de la mujer. Reina solo siguió caminando mientras reía.
El nombre del muchacho era Hunter, él hacía el trabajo sucio de otras personas y juntaba el dinero para la operación de su abuelo.
Matar a Nieves iba a ser fácil en comparación con otras cosas que había hecho ya.
Nieves, pequeña e inocente Nieves. Sin duda sería fácil acabar con ella.
...
Nieves caminaba hacia la tienda a hacer las compras de la semana, lo cual le parecía raro, puesto que en casa aún había comida, más aún cuando Reina la mandó a comprar en la tienda de Ciela, que tenía productos de mala calidad y estaba ubicada en un barrio de mala muerte. Ciela vendía todos su productos a mitad de precio y no era para menos, todo en esa tienda estaba a cinco minutos de su fecha de caducidad.
Tal vez Reina está ahorrando para hacerse otra cirugía. Pensó.
Pero todo pensamiento coherente fue borrado cuando un individuo la acorraló contra la pared y colocó una pistola en su frente. Nieves no se esperaba menos, sabía que esa era una zona peligrosa.
—¿Unas últimas palabras?
Nieves elevó su mirada hasta que conectó con la de Hunter. Suspiró serenamente y dijo:
—Dispara.
Hunter se quedó atónito, ninguna de las personas que había matado en el pasado le había mirado a los ojos siquiera. Intentó disparar, más no pudo; apartó su mirada de la de Nieves para acabar con si tarea de una vez por todas.
Nieves volvió a hablar:
—Eres tan cobarde que no siquiera puedes mirarme a los ojos.
Hunter trataba con todas sus fuerzas de ignorar a la jóven.
»Adelante, disparame.
Volvió a intentarlo y al no conseguir valor para hacerlo, se apartó.
—Vete —Dijo—. Vete ya y ni se te ocurra volver a casa.
—Gracias —Respondió con aparente tranquilidad, pero segundos después le propinó un fuerte golpe a Hunter en el estómago—. Eso fue por ser un idiota.
Nieves se le ocurrió un solo lugar al que podría ir y sería bien recibida: la casa de los Alexander.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro