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12

La segunda vez es mejor.


Reina sabía lo que tenía que hacer desde el instante en que vió a Nieves a través del espejo. Una de cada diez personas moría en ferias o festivales y esa persona seria Nieves.

Teniendo en cuenta de qué se disfrazaría su hijastra, no haría falta preparar ningún veneno ni nada parecido. El corset era la clave.

Reina esperó con tanta impaciencia a que llegara el día que cuando llegó, se levantó de un salto de la cama y omitiendo el desayuno, se dirigió al sótano a buscar alguno de sus artefactos malignos que la podrían ayudar a cumplir su cometido. Buscó entre sus cosas y sacó un amuleto, dicho objeto haría que las demás personas vieran a una persona completamente diferente a Reina —físicamente hablando—, convirtiéndose así en una oficial afroamericana. Tomó una placa falsa con el apellido «Quinn» —siendo este un juego de palabras con «Queen» que en inglés significa «Reina»— y a paso apresurado se encaminó a la feria.

Una vez allí buscó entre la gente a Nieves. Logró divisarla entrando en el vestidor de damas; se fue hacia la parte lateral de este, buscando una manera de entrar sin que el jóven que la acompañaba se diera cuenta.

—Florian, ayúdame con el corset —Escuchó decir a la chica desde dentro.

Esa era su oportunidad.

Florian iba a entrar al vestidor, pero Reina lo detuvo, sujetándolo del hombro.

—Ese es el vestidor de chicas.

—Lo sé, pero mi amiga necesita ayuda.

—La cuestión es que, por asuntos de seguridad e higiene no puedo dejarlo entrar —Inventó—. Yo ayudaré a su amiga.

Florian se apartó dejando pasar a Reina.

—Florian, ven a ayudarme.

—No soy Florian, pero, ¿qué necesitas?

—¿Podrías ayudarme a apretar el corset?

—Claro.

Dulces sueños, querida Nieves, pensó y comenzó a apretar el corset.

—¡Ah! —Nieves jadeo cuando Reina tiró de los cordones con más fuerza de la debida— Así está bien, gracias.

Yo no lo creo.

—No, querida. Estos corsets de ahora son de muy mala calidad, si lo dejo así, se aflojará en minutos.

Reina siguió tirando de los cordones haciendo caso omiso de las quejas de Nieves.

—Por favor, deténgase... O ya no podré respirar

Al escuchar eso, Reina se detuvo, no porque Nieves se lo pidiera, sino porque cayó en la cuenta de que su amigo la esperaba afuera, si la mataba en ese preciso momento, él sabría que fue ella. Así que se detuvo, pero amarró el corset de tal forma que fuera cortando el paso del aire poco a poco.

—Gracias, oficial... —Leyó la placa— Quinn.

—De nada, niña.

Reina salió del vestidor y esperó a que ambos se alejaran lo suficiente y comenzó a seguirlos, esperando la inminente muerte de Nieves.

Los vió detenerse en un puesto de comida rápida y se quedó vigilándolos frente a este. Vió a Nieves levantarse, tambalearse y luego caer al piso. Una perversa sonrisa se apoderó de su rostro, con Nieves muerta, podría vivir en paz, sabiendo que ella sería la más bella sobre la tierra

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