🌙 25🌙
Meg miraba al azabache dormir, la película había terminado.
Luego de que este le dijese la enfermedad que tenía, confirmó darle todo su apoyo para salir adelante, diciéndole que lo amaba demasiado como para dejarlo a la deriva en esa situación.
—Me gustas demasiado como para dejarte...—Susurró acariciando su cabello azabache, Fred estaba sobre sus piernas durmiendo.
—M...Meg...—Balbuceó el mayor aún dormido, teniendo una pequeña sonrisa en su rostro.
Meg sonrió levemente al verlo de ese modo el menor era adorable, nadie al verlo diría que tenía una enfermedad de ese modo, miró su mano con algo de pena suspirando. El azabache le había contado que hace poco había comenzado con una quimioterapia. Le dolía ver al azabache de ese modo, poco a poco lo vería marchitarse un poco, pero si todo salía bien...
El cabello se le iría perdiendo poco a poco gracias al tratamiento, cosa que ya casi comenzaba a notarse, su piel estaba ligeramente más pálida de normal y tenía pequeñas ojeras. Aún así sonrió. Era su novio, no quería dejarlo así como así por algo que no era culpa suya, porque antes que coqueto y egocéntrico, Fred era un chico que sabía muy bien el cuidarse, lo notaba cuando salían juntos y pedía cualquier cosa, Fred enseguida comenzaba a decirle las calorías o cosas así para mantener el cuerpo en forma.
Pero bien que luego le daba de comer hasta casi reventar.
La mañana llegó, el mayor se despertó gracias a los rayos de sol que habían entrado por la ventana, lentamente fue sentándose en la cama de la albina, quien estaba profundamente dormida al lado suya, con su cabello revuelto en la cama.
Fred sonrió, tenía razón cuando dijo que Meg era su chica ideal, era seria y fría, pero también era cariñosa y amable, fuerte de corazón y de mente, una encantadora chica... Que si no fuera por su salud tan débil de seguro tendrían una hermosa y bonita familia juntos.
O bien quien sabe que habría sucedido si no hubiera sido su cáncer.
Se levantó con cuidado de la cama, sonriendo levemente, al menos la quimio estaba recién comenzando, a veces le costaba respirar y dar simples pasos, realmente sus piernas dolían demasiado, tenía el tiempo contado y lo sabía.
Pensaba que hacer con lo poco que tenía de vida, porque aunque su familia y su novia quisieran darle fuerzas para salir adelante, Fred lo supo desde que tuvo consciencia, algún día debía de morir, y ni toda la medicina del mundo iba a ser posible para salvarle. Lo aceptaría, pero antes de irse, le gustaría conocer el rostro de quien fuera su hijo o hija, quizá también de sus sobrinos o sobrinas.
Aún tenía... cosas que quería hacer, pero el tiempo se acababa y no se esforzaba demasiado para detenerlo.
—Buenos días Meg—La saludó, sonriendo y sentándose con cuidado en la cama, acariciándole la mejilla y dejando frente a ella la bandeja con comida.
—Fred... Buenos días—Iba a reprocharle por estarse esforzando demasiado según ella, pero se relajó y le mostró una sonrisa—¿Tu no vas a comer?
—No tengo hambre...
Y también tenía miedo de terminar vomitando la comida. Se recostó en la cama, cerrando sus ojos para descansar un poco, sin saber, que podría ser la última vez que podría abrirlos de nuevo.
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