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Eran cerca de las 12 de la noche, en su casa, una chica de cabello blanco como la nieve y un extraño mechón rosa llamada Meg, se encontraba en medio de su habitación en el segundo piso, con una sonrisa bastante notable mirando la oscuridad de la noche por la ventana, le agradaba ver las estrellas en aquel oscuro manto eterno de oscuridad.
Podía pasar horas, e incluso la noche completa mirando, apreciando y sintiendo un suave placer recorriendo su cuerpo, total, al día siguiente sólo debía ir a la escuela y luego de esta podría dormir, bastaban tan sólo dos o tres horas para poder quedarse mirando y sintiendo la relajación y el placer recorriendo su cuerpo con solo pensar, ver y sentir algo relacionado con la noche, su oscuridad, su frío y el brillo de las millones e infinitas estrellas.
Cuando estuvo por amanecer, salió de su trance, suspiró cerrando a duras penas las cortinas de la ventana, no quería dormirse la última hora que tenía antes de ir hacia la escuela, pero tampoco quería ver como el motivo de su felicidad se iba por culpa del odioso sol y la luz del día.
Se recostó en la cama cubriéndose hasta la cabeza con las sábanas, sonriendo levemente por la oscuridad que mantenía debajo de sus sábanas, eso le gustaba, le relajaba y le hacía sentir nuevamente aquel ligero temblor en su cuerpo. Aprovechó la última hora para dormir, dejándose llevar por sus fantasías de una noche eterna.
Casi al otro lado de la ciudad, se encontraba el hogar de la familia Fazbear, los gemelos, cada uno en su habitación dormían con tranquilidad, o eso hasta que la alarma sonó y su madre entraba en cada una de las habitaciones y dejaba en claro que debían llegar temprano para el primer día de clases luego de la mudanza.
Con pereza, el de cabellos azabaches se levantó, maldijo a medio mundo antes de finalmente ir a ducharse. Claro, quería estar presentable para los nuevos amigos y fans que no dudaba iba a tener. En cambio su hermano sólo se lavó un poco el rostro mojandose el cabello y se alistó, a diferencia del mayor no le interesaba llamar la atención ni parecer alguien que no era. Seria feliz con gente que se acercará sin dobles intensiones.
Bajaron a desayunar algo rápido, en menos de diez minutos ya estaban lavándose los dientes, despidiéndose de su madre y tomando sus mochilas para irse caminando a la escuela. Hablando sobre que podrían hacer después de clases, después de todo dudaban el poder hacer amigos de manera tan fácil en menos de un día.
La albina de mechón rosa caminaba tranquila, estaba intentando que su molestia por tanta luz no se diera a notar, pues no quería ser tachada de rara, suficiente tenía con los rumores de sus novios o lo que paso con el ojo que cubría con su cabello. Aunque claramente sólo podía confiar en los dos de su grupo y en su "hermano" se cabello rubio cenizo, aunque fuera sólo para perder el tiempo e imaginar cómo sería si fueran a ser famosos algún día, pero...
Todos tenían sus propias metas, nada es eterno, y esto Meg lo tenia bastante claro con la única razón de sus sonrisas. Ni siquiera sus "brother's" Fox y Spring eran capaces de hacerla sonreír y reír como una fría brisa en la noche.
Aunque todos sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando en medio de la entrada, escuchó dos voces que no había escuchado nunca en su vida. Cuando se giró ignorando momentáneamente al de cabellos turquesas y a la rubia ojiazul se quedo embobada mirando.
Allí estaba una persona de cabellos oscuros, piel pálida y unos ojos de un plateado grisáceo bastante más oscuro que su piel, tenia el cabello largo atado en una coleta, en su voz dejaba notar un muy marcado acento español, sarcástico, coqueto y algo burlón hacia un chico parecido a él, pero de cabellos castaños y brillantes ojos azules. Y por alguna razón, el uniforme de azabache era igual a todos los de los chicos, aunque poseía un abrigo oscuro cubriendo su cuello.
-¿Meg...?-preguntaron con curiosidad sus dos amigos tocando uno de sus hombros.
-¿S-Si?-respondió con otra pregunta, sin girarse a verlos, mantenía la mirada fija en aquella oscuridad andante.
Un tesoro que acababa de conocer.
-¿Te sientes bien?
-Seguro... Nunca estuve mejor.
Respondió algo cortante al inicio, pero terminó sonriendo notablemente con un ligero sonrojo en sus pálidas mejillas, mientras se giraba para retomar su camino, no pensaba ser una molestia para ese chico.
Si su destino era estar con él, volverían a unirse en algún punto de la vida.
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