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V E I N T I S E I S


Capítulo veintiséis: El fin del camino es también un nuevo inicio.


Era el cuarto jueves del mes de noviembre, eso significaba un acontecimiento para la sociedad estadounidense: Día de Acción de Gracias.  Lo odiaba porque, como siempre pasaba, no tenía nada por lo que agradecer. Pero el verdadero motivo de mi aversión por dicho día no era precisamente ese, sino que mi abuela y mi tía se la pasaban completamente deprimidas —una recordando a mi fallecido abuelo; la otra, su matrimonio fallido. — y ahora también me unía yo a su club, porque tenía unas ganas de remojar una galleta en leche y cortarme las venas con esta o ahorcarme con un fideo o con papel higiénico. Todo era un asco.

Sin embargo, eso no impidió que hiciéramos los platos típicos de la ocasión: pavo horneado, puré de patata con gravy, pastel de calabazas y manzana; entre otros tantos platos de acompañamiento que se han quedado de adornos en la mesa porque ninguna ha probado un bocado de comida, principalmente porque los ánimos estaban por los suelos. No había ganas de nada, ni siquiera de abrir la boca para deglutir.

Miro las sillas vacías y suspiro.

Se supone que los Morris vendrían, pero a última hora han declinado la invitación. Mi abuela los excusó diciendo que trabajarían el día de hoy, pero sé que es eso: una excusa. No soy tan tonta para creerme ese cuento, por lo menos no cuando a Sofía hace días le dieron la baja y el señor Seb está de vacaciones. Lo que pasó realmente es que decidieron quedarse con Sean ya que este no quiso venir para no verle la cara a la responsable, según él, de que su querida novia por poco pasara a mejor vida.

No puedo evitar recordar lo sucedido aquella vez y como dicho problema se agravó con el paso de los días, porque algo de esa magnitud no podía quedarse estancado sino que tenía que pasar a mayores cuando Sean ni corto ni perezoso vino a contarle todo a mi abuela y pidió que me alejara de él. Si no fuese por él, Baley nunca se hubiera dado cuenta de nada y yo no hubiera visto la decepción reflejada en sus ojos. Decepción que se encargó de expresar con palabras: quiero creer que no estoy formando a una mala persona, fue lo que dijo ese día; desde entonces la comunicación ha sido pésima y con eso me di el lujo de odiarlo, porque si hay algo que atesoraba era la relación que tenía con mi abuela, pero él la ha jodido tanto que ni siquiera puedo verla a los ojos sin sentir vergüenza.

Mi rabia no sería tan latente si por lo menos hubiera dicho la verdad de lo ocurrido, pero él solo contó lo que le convenía y se olvidó de narrar la historia completa, dejándome ante mi abuela como la chica que lanzó a Elvira a la piscina para que se ahogara y no la que la salvó, porque vaya que omitió ese hecho y a mi se me trabó la lengua para esclarecerlo. Las palabras quedaron atoradas en mi garganta y ahí murieron; no pude decir nada.

— Saldré un momento. — aviso, levantándome.

— Ponte el gorro; hace frío. — habla mi abuela, sin mirarme realmente.

Haciéndole caso, salgo de casa.

Las calle solitaria es lo primero que me encuentro. No hay coches transitando por el lugar; ancianos caminando tan rápido como sus piernas se lo permiten; estudiantes corriendo para llegar temprano; niños jugando... tan solo la melancolía de un día lluvioso.

Pienso entrar nuevamente, pero veo sentado en los peldaños que llevan a su casa a Jerome leyendo un libro. Es el tiempo sin saber de Vanessa, por ella andar siempre detrás del culo de su novio, lo que me lleva hasta él para preguntarle.

— Ha de estar en su trabajo.— informa.

Asiento, recordando que Ellen decidió ser avariciosa y no dejó de abrir la cafetería pese a que era día de fiesta. Tomo la decisión de ir a a visitarla; doy unos cuantos pasos cuando el enigmático hermano de mi amiga pregunta:

— ¿Te pasa algo?— lo miro extrañada.

Jerome no es de los que pregunta ni se mete en la vida de los demás. Vamos, ¡él ni siquiera habla!, bien, sí habla pero no conmigo. Sin embargo, debía reconocer que últimamente él está extraño y eso está haciendo enojar a Ebba más de la cuenta, porque en ocasiones la he escuchado discutiendo por el chico llegar un poco tarde y con algunos tragos demás.

— ¿Te estás drogando?— me da por preguntar.

Estoy sacando conclusiones apresuradas, lo sé, pero me parece algo de otro mundo que sea precisamente él quien inicie una conversación. 

— No, ¿por qué?— pregunta, con su entrecejo hundido.

— Por nada, tal vez la drogada sea yo.— digo por lo bajo, pero sé que escuchó.— Bueno, iré a ver a Vanessa.

Lo veo guardar el libro que leía y levantarse.

— Te acompaño. Tengo algo que hablar con ella.

Me detengo y él aprovecha para adelantarse.

¿Será que me quedé dormida y estoy soñando? o, tal vez ¿morí, mi alma ha salido de mi cuerpo y Jerome es el encargado de llevarme hacia la luz? Nada de lo pensado tenía lógica, pero más ilógico era lo que estaba pasando en estos momentos. No trato de razonar más y le sigo los pasos.

Alrededor de diez minutos es lo que nos toma llegar a nuestro destino. Jerome se encarga de conversar con su hermana, mientras que yo me quedo hablando con Klein, aquel joven que se encargó de hacerme ojitos la primera vez que visité la cafetería de Ellen.

 * * *


No pude hablar con Vanessa porque siempre que me le acercaba ella terminaba alejándose, ni siquiera se atrevió a mirarme. La encontré demasiado rara y más extraño aún fueron los moretones en sus brazos. En mi cabeza ya se han formado posibles escenarios para lo que le puede estar ocurriendo y en todos ellos el protagonista, o mejor dicho antagonista, es Jorgen. 

Desde que noté comportamientos extraños en el chico no dudé ni por un segundo en dar por hecho que en algún punto esa relación daría frutos de agresividad, pero ahora cuando la triste realidad se presenta ante mis ojos no tengo claro qué hacer. Si uso la lógica, tendría que hablar con Vanessa, pero eso sería como disparar al aire porque sé que ella lo negará todo con tal de defenderlo.

— No sé que hacer. — confieso al aire.

Miro a Jerome nuevamente concentrado en el libro que estaba leyendo antes de venir conmigo. Parece tan ajeno a todo, hasta de las miradas que le brindan muchas chicas que, al igual que nosotros, esperan bus para irse a su hogar. Algunas hasta hacen gestos exagerados para que él les dé aunque sea una mirada, y aunque creo que es tonto también las comprendo porque no es fácil librarse de un atractivo chico y si le sumamos a eso unos ojos grises plomizos entonces no parecer una tarada resultaba tarea difícil.

Un ruido infernal, procedente del auto más horrible que pudo haber existido, hace estragos en mi cabeza. La cabellera castaña de Hannah es lo primero que diviso apenas ella se detiene frente a nosotros.

— ¡Sube! — ruidosa como siempre, grita.

— Oye, Jerome, vamos, Hannah nos llevará.— informo, levantándome.

Él deja de leer y, sin siquiera saludar, sube, volviéndose a concentrar en el libro.

— Claro, no tengo ningún problema en llevarlos a ambos.— agrega con sarcasmo la castaña apenas subo a la parte del copiloto.

Así arrancamos.

Believe de Imagine Dragons suena en la radio; por alrededor de cuatro minutos tenemos a una enérgica Hannah cantando a todo pulmón hasta que la misma termina y se concentra en mi.

— ¿Vienes de ver a Ellen?— pregunta; yo niego.

— Es más como que vine de ver a Vanessa.— chasquea su lengua y se me hace extraño ese gesto— ¿Ocurre algo?

— Hace días vi a George besándose con otra chica, se lo conté y no me creyó. Es más, me dijo que era una mentirosa, ¿puedes creerlo?— pregunta, desviando la vista del camino para mirarme y rápidamente vuelve su atención a lo que está haciendo— Desde ese día no nos hablamos. Creo que la bruja de Ebba la dejó caer de la cuna apenas nació, de otra manera no me explico cómo es que Vanessa es tan tonta.— me aclaro la garganta, tratando de que Jerome no haya escuchado.

Sigue hablando de la madre y hermana del chico que se encuentra en los puestos traseros del auto, así que no me queda de otra más que explicarle porqué no debe seguir hablando.

— ¿Y eso qué? No es como si el chico no supiera que su madre es insufrible y su hermana realmente idiota. — cierro mis ojos pidiendo paciencia, aunque Jerome no está realmente interesado en lo que pudiéramos estar hablando.

Por suerte, el teléfono de ella suena y por alrededor de cinco minutos se la pasa pegada de éste. Parece que todo va normal hasta que luego de bufar lanza el aparato a los asientos traseros y si no es porque mi querido vecino tiene buenos reflejos ahora tendría un buen golpe en la frente.

— Lo siento, se me olvidó tu existencia. — su disculpa es pésima, pero a ella no parece importarle y a Jerome menos.

— Y bien, ¿me dirás qué te dijo esa persona para ponerte de mal humor?— pregunto.

— El idiota de mi ex-novio sigue insistiendo en que le dé otra oportunidad, como si Hannah Marie Samuels Davis diera segundas oportunidades. Creí que al ser maduro no me iba a joder tanto la vida, pero me equivoqué, el hombre se la pasa llamándome día y noche.

— ¿Qué te hizo para que terminaras con él?

— Mentirme, el maldito era casado. — nos detenemos al ver la luz roja del semáforo.

— ¿Cómo te diste cuenta?

— Mica trabaja en un restaurante, ese día tenía algo importante que hacer y no podía ir, así que yo decidí cubrirla— dice, mirándome —. Yo que llego al lugar, me pongo el uniforme, que me quedaba hermoso por cierto, y mi primera orden es llevar un enorme pastel que decía: Eres la mejor esposa del mundo, bien rebuscado y nada romántica la frase, pero eso no es lo importante, sino que cuando llego lo veo.

— ¿Y él te vio?

— Por supuesto que me vio. Se puso blanco del susto y hasta parecía rogarme con la mirada que no dijera nada, y no lo hice. Me fui bien calmada como la dama que soy, sin hacer escándalo ni perder el glamour.— los cláxones de varios autos suenan y nos damos cuenta de que si no avanzamos, ya que el semáforo está en verde, formaremos un tráfico infernal.— Bueno, iremos a comerciales y ya regresamos.— rio por la estupidez de mi amiga y ya conduciendo se dedica a contarme el resto de la historia — El otro día me citó y... Brad, ¿por qué ese demonio me mira tanto?— no sé a qué se refiere hasta que noto que su mirada recae en Jerome.

— No seas absurda, no es un demonio sino el hermano de Vanessa. — tarde para las presentaciones, pero bueno, eso no es realmente importante.

— Podrá ser muy hermano de Vanessa, pero yo reconozco a los demonios y ese, mi querida amiga, es uno. — pienso debatirle que no es cierto, porque bueno, Jerome no tiene esa pinta de chico malo, pero la sonrisa ladina que le regala a Hannah me deja dudando — Él tiene de bueno lo que yo de santa: nada.— Y se quedan mirando fijamente.

El celular sonando nuevamente interrumpe esa conexión o el duelo de miradas que llevaban esos dos.

— ¿Podrías sacarle la bate...— ella no termina de hablar cuando ya Jerome ha lanzado el celular por la ventana— ¡¿Qué mierda has hecho?!— grita, deteniendo el auto en todo el medio de la avenida y sale corriendo en su búsqueda, regresando solo segundos después. No es difícil deducir por la cara que tiene apenas sube al auto que algunas ruedas le han pasado por encima al pobre aparato.

Hannah no es de las que tiene el juicio muy bueno pese a ser una futura abogada, no, ella es de las personas que actúa antes de siquiera pensar, así que si no quiero cargar con un muerto en el auto debo inventarme algo realmente bueno. No se me ocurre otra cosa más que instarla a que me siga contando la historia e increíblemente ella accede con una sonrisa plasmada en el rostro.

— Bien, como te comentaba— dice, emprendiendo el viaje nuevamente — le pedí explicaciones y recurrió a lo típico que dicen los hombre en estos casos: Ya no la amo; estamos teniendo problemas; me separaré pronto... Contuve toda mi rabia y le terminé por lo sano aunque quería meterle un tiro en la frente.

Solo es necesario despegar por un momento la vista del camino para estrellarnos contra la parte trasera de un carro.

— Mierda. — decimos los tres al unísono.

Los gritos no se hacen esperar y en menos de lo que canta un gallo tenemos a un chico casi que tumbando la puerta del conductor para que este salga.

— Tenía que ser justamente hoy que no traigo brasier— habla Hannah, recomponiéndose del susto. No entiendo a qué se refiere, así que para esclarecer la gran incógnita que tengo plasmada en mi rostro agrega—. Unas tetas hacen milagros, Brad.

Bajo del auto junto con ella. Al chico se le ilumina la cara apenas la ve y la de ella cambia a una de disgusto.

— ¿Es en serio? ¿Tú?— pregunta ella, llevando sus manos a su cara en señal de frustración.— Yo tuve que ser Voldemort en mi otra vida para merecerme toda la mierda de la presente.

El chico solo sonríe, pese a que prácticamente lo han llamado mierda. Pobre idiota.

— ¿Te hiciste daño?— es hasta tierno que él pregunte eso y macabro que Hannah se eche a reír.

— Maldito descarado. Lo preguntas porque soy una chica, si fuese un hombre no hubieras dialogado y te dedicarías a seguir peleando como hasta hace rato lo estabas haciendo.

— Lo pregunto porque eres tú.— intentando acercársele, ella se aleja. Aquí pasa algo raro.

Un chorro de sangre empieza a descender por la frente del pelirrojo y es la primera vez que veo a Hannah preocupada por alguien que no sea ella misma o alguno de sus seres queridos. Lo normal en esta situación sería que dijera: Hey Brad, pásame un pañuelo, y sin más, con toda la brusquedad que la caracteriza, se lo hubiera pegado de la frente haciendo que sintiera más dolor, pero eso no es lo que ha hecho, sino que se ha acercado a él y ha depositado las manos en sus mejillas.

— Estás sangrando.

— Lo sé.

— ¿Y entonces por qué sonríes?

— Porque te tengo cerca, — un atisbo de sonrisa esculpen los labios de mi amiga, pero ella sabe disimularla muy bien—. Lo mejor de todo es que estás preocupada por mi. No es que me alegre que te preocupes, pero sí saber que no soy tan cero a la izquierda como dices soy en tu vida.

Es un momento tan malditamente romántico e íntimo que me adentro nuevamente al auto, en espera de que Hannah vuelva para que me cuente lo que no se ha atrevido a confesarme.

Pasa una eternidad cuando ella regresa, pero es solo para decirme que se irá con el chico al hospital y me da las llaves de su auto para llegar a mi destino. Veo como el chico le abre la puerta del copiloto, rodea su auto y se marchan. Sonrío, Hannah se merece una hermosa historia de amor.

Arranco, y batallo con mi cerebro para recordar de donde conozco al chico, hasta que casi llegando al vecindario lo recuerdo.

— ¡El pelirrojo del ascensor!— mi grito asusta a Jerome, quien se baja lo más rápido posible.

Como la curiosidad siempre ha sido parte de mí, me dirijo al piso de Hannah en espera de que llegue y me cuente todo.

* * *


Evan se encuentra en el piso de Hannah. Está sentado en uno de los sofás, su cabeza reposa del borde del espaldar y sus ojos cerrados. Imagino que ha de estar dormido como para no haber notado que he entrado; con decir que siquiera el ruido que hace las llaves apenas hacen contacto con la isla de la cocina hace que se despierte. Aprovecho que está sumido en un sueño profundo para sentarme a su lado y mirarlo. A punto de reposar mi mano en su mejilla, él despierta y me atrapa en el acto.

— Tenías algo ahí.— señalo, mintiendo.

No dice nada por largos segundos en los que solo me observa, hasta que se levanta y se va a alguna parte del piso sin pronunciar palabra alguna. Esperaba por lo menos un saludo, pero tal parece que Evan aun sigue molesto conmigo y dicha molestia se pronuncia mediante horas sin salir de su escondite.

Preparando comida, espero que Hannah llegue. Lo hace pasada las cinco de la tarde; su respiración agitada como si huyera de alguien y el cabello un tanto alborotado. La miro con diversión.

— No me mires así.— recrimina, sentándose a mi lado y robándome uno de los preciados sándwiches que tanto me costó hacer.

— Como quieras, pero ahora abre tu alma para mi — lo que obtengo es solo silencio—. Bien, te debates sobre contarme lo que te tiene tan aturdida, pero no te preocupes que yo lo puedo decir por ti, es Ed Sheeran en versión estadounidense ¿me equivoco?

— No pasa nada con él; solo es un idiota que quiere complicarme la vida, eso es todo. — habla, pegándole un mordisco al sándwich—Además, ni siquiera es estadounidense.

— Pero igual te gusta el chico. — afirmo, juzgando por su sonrojo.

— Claro que no. El día que me guste ese chico lloverá para arriba, me pintaré el cabello de negro y me volveré emo.— rio.

No sé cuánto tiempo pasamos hablando sobre el tema sin llegar a tener algo claro, pero es cuando veo la noche caer que me despido de ella al igual que esperaba hacerlo de su hermano, mas éste nunca apareció. Quizá se fue desde hace rato y yo ni enterada estuve.

Resignada a no poder hablar con él, me dirijo hacia la parada de bus más cercana. Más es la espera para que el mismo llegue que el transcurso a casa.

La televisión es lo único encendido cuando entro, porque absolutamente todas las luces se encuentran apagadas. Sé que mi abuela se halla en el sofá viendo una de esas novelas asiáticas que tanto le gusta, por eso en vez de ir y apagarlo tomo rumbo a mi habitación. Intento dormir, pero no puedo porque con tantos pensamientos aturdiendo mi cabeza descansar resulta casi imposible. Con pesar, me levanto a ver por la ventana; en la casa de los Morris una fiesta se desarrolla y eso me pone de mal humor porque yo no soy parte de ella.

No teniendo nada realmente interesante para hacer, vuelvo a mi cama pero esta vez no para dormir sino para pensar en tanto y a la vez en nada, porque por mucho que me diga lo que debo hacer al final no tomo ninguna decisión y quedo en las mismas.

— Dios, mi vida está más enredada que costal de anzuelo.— me digo, luego de minutos solo recostada.

La puerta de mi habitación se abre y creo que se ha de tratar de mi abuela o de mi tía, pero el inconfundible olor de su perfume me hace saber que es Drew quien ha entrado.

— ¿Qué buscas debajo de la cama para estar en esa posición?— pregunta, quitándose los zapatos e imitándome. 

Estaba recostada de forma horizontal, con mi cabeza colgando de uno de los bordes laterales y mis ojos en el sucio piso que hay debajo de mi cama.

— La chispa suprema.— respondo, en aras de un chiste que por lo menos le quite lo aburrido al momento, pero aunque Drew ríe un poco, yo no.— ¿Qué haces tan tarde por estos lares?

— Vine a visitar a la familia... y a los buenos amigos, por supuesto.— no digo nada.

El silencio que se forma pudiera ser hasta incómodo si se tratara de otra persona, pero Drew entiende mis estados de ánimo a la perfección que sabe que hoy no tenía ganas de hablar. Asimismo, también lo conozco y me conozco lo suficiente para saber que aún cuando no estaba de humor, él tratará por todos los medios posibles de que le diga la razón de mi descontento emocional y de que terminaré desahogándome y contándole todo.

— ¡La encontré!— exclama, asustándome— Encontré la chispa suprema.— rio cuando muestra una de mis bragas que no sé porqué yacía debajo de la cama, pero que lo más probable haya sido Blobel quien la dejó en el lugar porque últimamente mi pequeña mascota se encuentra en la etapa en que cree divertido tomar todo para morderlo o esconderlo.

— Eres tan estúpido.

— Todo con tal de sacarte una sonrisa.— habla, incorporándose en la cama con sus piernas sobre mi trasero.— Ahora, dime qué pasa con Sean, porque obviamente quien te tiene así es él.

Quitando sus piernas de donde las tiene y acomodando mi postura para imitar su posición decido no darle largas al asunto y decirle.

— Deseo rendirme.— confieso.

Drew no parece asombrado por mi confesión, sino que parece aliviado dado que sonríe.

No fue de la noche a la mañana que me dio por pensar esto. En realidad ya llevaba tiempo con la idea en la cabeza, solo no me atrevía a afrontar la despedida de alguien a quien de cierta manera me había aferrado.

— Y ¿qué te impide hacerlo?

— Rendirme no va conmigo.— suspirando, lleva su vista hacia algún punto de la habitación.

— Siempre he pensado que tú no naciste para ser una perdedora y menos te criaron como una— pronuncia, sin mirarme —. Asimismo,  jamás he creído que ames o quieras tanto a Sean como crees hacerlo y aunque nunca te lo dije, lo tuyo es simplemente un capricho de niña a quien mimaron más de la cuenta.

— No lo es. — afirmo, sin molestarme realmente por su comentario pero dejando de verlo para mi propio bien.

— Tu familia nunca fue de dinero— sigue—, pero increíblemente tuviste todo, porque estamos claros que nunca se te negó nada, hasta que llegó Sean cambiando la situación: a él no lo pudiste tener solo porque querías. No era un peluche que Baley y Ellen pudieran obsequiarte. 

>> Ellas dos, sumémosle también a Eleane, hicieron todo lo posible para educarte de la mejor manera, pero creo que se equivocaron en muchas cosas: la primera en encargarse de repetirte infinidades de veces que tenías que ser la primera, nunca la segunda; la segunda, mal acostumbrarte a aferrarte a todo y tercero, no enseñarte que a veces es bueno dar su brazo a torcer. No estoy culpando a nadie, pero quizá eso fue lo que te convirtió en lo que eres hoy:una mujer que no acepta las derrotas como parte de su vida.

— Aun cuando lo que digas es cierto, creo que es demasiado tarde para hacer lo correcto.— con el dorso de mi mano sorbo mi nariz.

Por supuesto que todo era cierto, tan solo no quiero admitirlo porque no es tan fácil como se cree.

— No digo que tengas que cambiar, porque siendo sincero me gusta como eres. Pero sí tienes que hacer algo para ser feliz; no quiero verte siempre amargada por el hecho de que un chico no aprecie lo valiosa que eres.

— Y ¿qué se supone deba hacer?— pregunto, llevando mi mirada hacia él, esperando que haga lo mismo y me diga la clave para ser feliz.

— Fácil — dice, mirándome —: aprende a soltar.

Entiendo a que se refiere, y porque lo entiendo es que no puedo evitar llorar. Agradezco que él se encuentre en estos momentos junto a mi y me abrace con tanta fuerza. Parece una vida lo que me aferro a sus brazos, pero realmente solo son segundos porque ya mi decisión estaba tomada.

— Espérame aquí que aun falta un litro de lágrimas por derramar.— confieso, levantándome.

— ¿A dónde piensas ir? — pregunta extrañado; le doy una efímera sonrisa.

— Como quien dice: no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy.— trenzando los cordones de mis zapatos, me preparo para salir, pero él se interpone impidiéndome el paso.

— No, no, no— dice, mientras niega con su indice—. Te conozco y sé que cuando estás triste eres más peligrosa que una caja de la Deep Web. Lo que sea que quieras hacer hazlo mañana cuando tengas la cabeza fría.

— Solo le daré fin a lo que no me deja ser feliz.

Son minutos batallando con él hasta que finalmente se rinde y me deja pasar. Estoy por girar el pomo para salir de mi habitación cuando me da por preguntar:

— Drew, ¿crees que si hago eso seré feliz?

Lo escucho suspirar.

— La felicidad no es un estado que se encuentra fácilmente, por lo menos no la verdadera. No te voy a mentir, tal vez sufras al inicio; sientas que no hiciste lo correcto a mitad de camino, pero al final podrás vivir.— asiento y diciéndole un gracias salgo.

Mis pies me llevan al sitio indicado: la casa de los Morris. La fiesta sigue, a juzgar por las estridentes risas que se escuchan en el interior.

— Bueno Brad, no te invitaron pero tampoco te dijeron que no vinieras.— digo para darme valor.

Estoy por tocar la puerta cuando el sonido de una risa extra hace que me detenga: Elvira. Soy tan ciega como para no haberme dado cuenta que el auto de la chica yace estacionado en el frente de la casa de los Morris y también demasiado masoquista para que en vez de irme acercarme a la ventana y ver a través de la misma a Sean y su novia entonando alguna canción que hace reír a los presentes.

Considero que vi suficiente en el momento en que los dos tórtolos terminan de cantar y se besan, por eso dándome media vuelta pienso volver a mi casa, pero por alguna razón desconocida mis pies se detienen y parecen no querer moverse. Entonces escucho esa voz que me dice que es ahora o nunca, y aunque sé eso no me atrevo a tocar, así que espero a que todo culmine, pero esto va para largo.

Nunca he sido buena esperando, porque eso me pone ansiosa y hace que me quiera comer las uñas y comerse las uñas nunca puede ser bueno. Estoy segura que no fueron segundos pero tampoco horas cuando la puerta finalmente se abre y Sean junto a su novia aparecen tomados de la mano; desbordando tanto amor y pareciendo tan feliz como Angelina y Brad si no se hubiesen divorciado. Ambos se detienen al momento de verme y yo avanzo hasta quedar frente a ellos.

— Te dije que te alejaras de nosotros.— advierte Sean molesto y empezando con un sin fin de palabras en mi contra que mejor no mencionar.

Pacífica como siempre, la pelirroja trata de calmarlo.

Gruño, tal cual perro rabioso, al recordar la cara de la chica cuando vino a visitarme hace días para agradecerme que la salvara, fue sincera. No puedo odiarla, no realmente, porque aunque no es una excelente persona menos es mala como trato de creer es. Solo soy yo y mi maldita fijación por su novio lo que hace la repudie, pero más allá de eso no hay nada.

— ... entonces, ¿escucharás lo que te tiene que decir?— escucho a la chica decir— anda, hazlo por mí.— la veo acercarse y comenzar a acariciar su nariz con la de él.

Estos dos son tan cursis que hasta creo que defecan arcoiris. De verdad que quisiera meterme uno de mis dedos en mi garganta con tal de vomitar y dañar el asqueroso momento que estoy viviendo justo ahora.

— Bien, hablaré con ella. — promete él.

Dándole un último beso a su novio, la chica sube a su auto y se marcha.

— Sé que le prometí a Elvira que te escucharía, pero de verdad que no quiero verte ni en pintura. — duele escucharle decir eso apenas pasa por mi lado y sigue su camino hasta su casa.

— Solo dame unos minutos— logro pronunciar y hacer que se detenga —. Te esperaré en los columpios; si no llegas tendrás que cargar en tu conciencia el peso de mi muerte.— manipulo, como tantas veces lo he hecho.

Sin esperar respuesta, camino hasta los dos columpios que el señor Seb en algún momento se encargó de colocar en el patio de su casa. Debido a que en estas últimas semanas ha nevado se encuentran completamente cubiertos, así que tengo que hacer un gran sacrificio para despojarlos de la nieve y sentarme. Recuerdo las veces que venía a este lugar y le decía a Sean que me meciera, lamentablemente nunca lo hizo porque a según él eso era algo infantil en críos que tenían quince años. Escucho la otra silla moverse y sé que ha llegado.

— Vine porque sé de lo que eres capaz.

Sé que se refiere a la vez que me invitaron a una fiesta y le dije para ir, pero él no quiso. Sonrío, recordando aquel día.

—... pues me quedaré aquí afuera hasta que aceptes ir. — fue lo que le grité.

Cualquiera pensaría que efectivamente Sean saldría a los pocos segundos, pero no fuese Sean si lo hubiera hecho.

Lancé muchas bolas de nieve a la ventana de su habitación para que supiera que estaba ahí esperándolo, pero la verdad no era tan idiota para cumplir con lo que prometí porque yo no pensaba morir de hipotermia por culpa de él.

Pese a ser muy temprano en la tarde tenía sueño, así que me fui a mi casa y dormí por unas cuantas horas. Cuando desperté ya la noche había caído y él no se dignó a aparecer.

Nunca fui buena para rogar, por eso no pensaba seguirle insistiendo y si él no quería ir pues yo lo haría sola porque a fin de cuentas sola había nacido; el problema era que lo que había planeado se iría a la mierda pero lo podía hacer otro día.

Sarcástica, fui a agradecerle por ser inconmensurablemente bueno y haber aceptado acompañarme cuando no tenía ninguna obligación. Entonces todo salió a pedir de boca cuando me caí pasando por el hielo que se había formado a causa de la nieve y justo en ese momento él salió, me vio y pensó que efectivamente llevaba horas en el lugar. Pobre iluso.

— Por Dios, Brad, no vuelvas a hacer esto— habló, llegando hasta a mi y depositando una de sus manos en mi frente—. Que raro, no estás fría.— evité la risa que quería salir y lo abracé.

— Por eso te dije que te quedaras conmigo; te puedo dar calor cuando tengas frío — bruscamente me apartó de sus brazos y me miró— Lo ves, ¿qué mejor pareja que yo?

Fui conciente de que iba a decir que con Elvira estaba bien — en aquel tiempo ya ellos andaban de novios y yo hacía todo lo posible para separarlos— , por eso lo callé diciéndole que lo arrastraría a la fiesta así no quisiera y tuviera que cargarlo en mis hombros. Por supuesto no iba a hacer eso, pero menos lo necesité porque él aceptó.

Ya en la fiesta mi plan era arruinarle su relación, pero fue realmente difícil cuando Sean no quería cooperar ni con un trago. Luché por horas para que se tomara un mísero vaso con alcohol, pero ya luego no podía quitarle la botella. Fue la primera vez que se emborrachó, que lo besé, que su novia se enojó con él y lo terminó cuando Vanessa nos tiró una foto y , como estaba planeado, se la envíe a la pelirroja; y esa fue la última vez que salimos juntos en plan de "amigos"  porque con lo que hice a Sean no le quedó ni ganas de salir conmigo ni a la esquina. 

Que exagerado.

Bueno, en realidad más o menos así fueron los hechos porque también más o menos es que puedo recordar todo con exactitud. Ha pasado alrededor de cinco años de ese suceso histórico que aunque quisiera no podría recordar cada emoción o sentimiento transmitidos, cada gesto genuino o manipulador que hice y menos cada palabra pronunciada. Por Dios, era hasta absurdo hacer memorias de ese tiempo.

— Bien, ¿para qué querías hablar conmigo?— pregunta, sacándome de mi ensoñación.

— Yo...— nuestras miradas se encuentran y confieso que esos ojos café están por hacerme cambiar mi decisión, pero es la razón de que quería vivir y no intentar lo que me tiene con los pies puestos en la tierra — me cansé.

— ¿De qué se supone te cansaste?— Bufo.

Ese siempre fue el problema con Sean: nunca me siguió el hilo de una conversación; nunca me comprendió. Intento no darle largas al asunto y cumplir lo que tengo pensado.

— De todo, pero sobretodo de ti— me parece ver una mueca de sorpresa en su rostro, pero ahora no estoy para descubrir lo que pudiera estar sintiendo Sean y menos cuando no puedo ni sostenerle la mirada —. Es cierto que lo difícil atrae, pero también que la larga espera cansa y yo esperé demasiado por ti sin obtener ningún beneficio. Comprendí que soy demasiado valiosa como para estar mendigándole amor a alguien.

 —  Oye, Brad...

—  No interrumpas mi monólogo, lo preparé mientras caminaba hacia acá. Como te darás cuenta no fue mucho el tiempo que le dediqué que se me puede olvidar  y quiero que sea memorable.—  ninguno ríe y maldigo porque se me olvidó todo.

Había preparado un discurso digno de película, de esos que hacen llorar y que se salgan los mocos de lo emotivo que podía llegar a ser. No era realmente extenso, pero sí reflejaba lo que había sentido en estos últimos años. Ahora supongo diré uno mediocre, corto y, tal vez, sin sentido.

>> En fin, lo que trato de decirte es que quiero vivir, no intentar hacerlo. Quiero ser feliz y sé que tú no me puedes brindar eso. — Sean no dice nada y lo agradezco. Me levanto para irme antes de que no pueda controlar mis lágrimas y rompa en llanto, pero dándole una última mirada confieso: — Por cierto Sean, mi estupidez es severa, no grave— claro que él no entiende de lo que hablo, así que me toca esclarecerlo—. Nunca te esperé tantas horas aquella vez, tan solo dos minutos. La verdad me fui a dormir— sonríe, levantándose—. Adiós, Sean.

Y lo menos pensado pasa cuando me abraza. En otro tiempo me hubiese alegrado, pero ahora me enoja; él no puede hacer eso justamente cuando tengo pensado sacarlo de mi vida porque lo siento como si con ello me dijera que aún tenía esperanzas con él.

— No hagas eso, no cuando empecé a olvidarte. — comento, sorprendiéndonos al ser yo que por primera vez lo alejo.

Yo de verdad quería a Sean y no era un capricho como aseguró Drew era, porque si fuese solo eso entonces ahora mientras camino a casa no estaría llorando.

Tal como le dije a mi amigo apenas salí, me faltaba por lo menos un litro de lágrimas que derramar y lo empiezo a derramar en sus brazos.

— Esto duele.— le digo, aferrándome más a él.

— Pasará.— asegura.

El problema no era que pasara, sino cuándo.

* * *

Ajá, échense unos piropos de camionero para el hermano de Vanessa pues, que está bien guapo (ojo: sin eructos que a Jerome no le gusta esas cochinadas ajkskjskasjk).

Bien, ahora si ¡hola a todos!

Quiero pedir una disculpa a todas esas personas que me leen por la larga espera. A todos los que preguntaron cuando actualizaría, perdón por no poder responderle.  Les agradezco sus mensajes, su apoyo para con la historia y el que sigan conmigo.

Esta vez no fue por estudios sino por problemas de salud que no pude actualizar desde hace aproximadamente mes y medio. Después de días dedicándome a los estudios, leer y escribir apenas tenía tiempo para dormir y pues el cuerpo se encargó de pasarme factura: por más que quisiera no lograba conciliar el sueño (supongo que me había acostumbrado a no dormir), los dolores de cabeza nuevamente empezaron y lo peor era que cuando intentaba descansar se me dormía la mitad del cuerpo. Esto ya me había pasado antes, pero sin el último suceso, y eso fue lo que realmente me asustó. En fin, fui con un doctor y ahora estoy un poco mejor, aunque los dolores de cabeza predominan algunas veces y pues detengo lo que estoy haciendo para irme a descansar.

Sé que son dueños de su vida y son ustedes quienes toman las decisiones, sin embargo les digo a esas personas que leen y dicen: este es el último capítulo y me voy a dormir, que no se desvelen y váyase a dormir. No dañen su salud; los libros no se irán y ya tendrás tiempo de leerlo. No hagas como yo que tuve que llegar a desesperarme y llorar, porque confieso que pensé iba a morir, para cuidar tu salud.

Bueno, demos por zancado este tema y mejor hablemos del capítulo: ¿qué les pareció? A mí realmente me gustó porque finalmente Bradley dejó de ser tan pendeja. Enhorabuena por ella. Como soy mala les diré que el próximo capítulo puede ser devastador para esos pobres corazones cardíacos (XD). ¡Dile no al spoiler! ajajajjakajshajshg, que gracia, pero bueno, no les dije nada en concreto.

Por cierto, feliz año para todos. Un poco tarde, pero la intención es lo que cuenta.

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