V E I N T I C I N C O
Capítulo veinticinco: No toda oscuridad tendrá un bello amanecer.
Si hay algo que nos cuesta a los humanos es pedir perdón. El sonido de esa palabra puede reproducirse fácilmente en nuestras cuerdas vocales, pero es uno capaz de rasgar la garganta, porque el mayor defecto que tenemos es el de no aceptar que nos equivocamos; que la culpa también puede recaer en nosotros mismos y no en los demás como queremos creer.
Mi caso no era pedir perdón, solo aceptar que mis decisiones no han sido las más acertadas y que también puedo y he llegado a cometer errores que podrían llevar "H" al principio de la palabra por lo grandes que son, han sido y, seguramente, seguirán siendo.
Entonces, irremediablemente, llega ese punto en la vida en que no sabes qué hacer con la misma. Mi perspectiva de cómo he vivido hasta ahora no refleja algo bueno y eso me ha llevado a cuestionarme lo que he hecho y a reprocharme lo que he dejado de hacer. Es así como me di cuenta que mi vida, esa que creía perfecta, en realidad, no lo es tanto.
Y ahí en el salón, tamborileando el bolígrafo que repiquetea con fuerza contra la mesa, llega una de las decisiones más errónea que he llegado a tomar: haber elegido Psicología como carrera. Mi yo de ayer, aunque no se llegue a creer, estaba un poco entusiasmada con ayudar a las personas; mi yo de hoy se rehúsa a hacerlo cuando no alcanzaba ni a comprenderme a mi misma. Tan sencillo o complejo como suene, no quiero entender el comportamiento humano porque no deseo tener que unir los engranajes de la mitad del cerebro con otra, pues me gustaba como funcionaban separados; así la vida era más emocionante como trágica.
— Nos vemos luego — le digo a Spence, sentado a mi lado.
La clase, y más el profesor, parece alegrarle el hecho de que me he levantado de mi asiento y tomo rumbo a la salida. No los culpo, llevaba largos minutos con el fastidioso sonido del bolígrafo y escuchando al profesor decir que dejara de hacer eso o tendría que salirme de clases, pero como dicen por ahí: a mí nadie me bota, yo misma lo hago.
Ya en el pasillo, pienso que es increíble como de niños sabemos lo que queremos ser pero de grande perdemos el sendero. Darme cuenta de esto no llegó como una revelación, sino como una cubeta de agua fría cayendo en pleno invierno.
Viendo el sin fin de universitarios corriendo de un lado para otro, me doy cuenta de que hay muchas cosas que no quiero en esta vida. Cosas que no me atreví a ver hasta que la vida misma me brindó unos lentes con mucho aumento para visualizarlas con mis propios ojos y no a través de los de los demás: odio la carrera que elegí; que mi madre no esté para mi cuando la necesito; la distancia que tengo con mi padre; elegir a Sean por sobre Evan... y aunque no odie mi vida sí gran parte de ella. Odio tantas cosas que empiezo a odiarme a mi misma.
Para mí nada va viento en popa. De hecho, soy como un barco al que le fue arrancado el timón y empieza a hundirse.
Estoy siendo negativa, soy consciente de ello, por eso me propongo ser el antónimo de esa palabra y me digo que aunque no me guste la carrera elegida, sí la que elegiré; que pese a que mi madre se encuentre lejos, agradezco que esté viva; que aunque por lo ajetreado de nuestras vidas no vea constantemente a mi padre, valoro el tiempo en que nos sentamos a conversar; que aunque no le dé a cada uno el puesto que en verdad se merecen, soy feliz de que Sean y Evan formen parte de mi vida. En resumidas cuentas, amo estar viva y eso ya es algo por lo cual sonreír.
* * *
Es agradable cuando las personas te comprenden.
He soltado la bomba de que me cambiaría de carrera sobre mi tía y mi abuela y ambas me han apoyado. Ahora Baley y yo estamos teniendo ese tiempo abuela-nieta en el que solo nos contamos nuestras cosas mientras siento lo cálido de sus manos acariciando mi cabeza.
— Estoy orgullosa de ti, Brad. No importa lo que elijas; yo siempre te apoyaré — dice mi abuela y en respuesta le sonrío.
No recuerdo nunca que mis padres me hubieran hecho saber que estaban orgullosos de mi y eso es realmente malo porque si hay algo que desea un hijo es por lo menos un "lo estás haciendo bien" que salga de esas personas que te engendraron. Lamentablemente, en la mayoría de los casos, más fácil es que un camello pase por el hueco de una aguja a que un padre deje escapar esas palabras de su boca.
— Será mejor que subas a cambiarte.— propone mi abuela.
Asintiendo, me levanto del sofá.
Mi habitación da asco apenas llego a ella. No solo prendas de vestir están por doquier, sino algunos restos de comida se encuentran haciendo de adornos también —resultado de noches desvelándome por hacer trabajos de la universidad y trayendo la suficiente comida para no bajar. No me gusta tenerla de esa manera, así que retándome a mí misma a ordenar en menos de diez minutos, me propongo a cumplir al pie de la letra todo.
Logro el cometido de los diez minutos, pero multiplicado por tres. Treinta minutos, treinta minutos ordenando la mugrosa alcoba de Rapunzel, porque cabe resaltar que hasta enormes bolas de cabellos dorados encontré regados por el piso.
Blobel ladra, si es que a eso se le puede llamar aullido por lo débil que ha sido, y me recuerda que debo darle de comer, así que yendo a la cocina un momento regreso con la suficiente comida ya que hoy se quedará por unas horas solo. Cada segundo que estuve recogiendo todo y poniéndolo en su lugar él estaba detrás de mi, pero el miserable no movió ni un solo dedo para ayudarme. Ciertamente esperaba que Blobel fuera como esos perros que salen en las películas y que ayudan a sus amos en todo. Exagero, claro.
Empiezo a buscar la vestimenta de hoy con mi locura de siempre: haciendo que prendas de vestir vuelen nuevamente por la habitación y es así como estaba en las mismas que cuando entré, pero esta vez en versión moderada porque es cuestión de segundos para ordenar todo.
Hoy íbamos con los Morris a un costoso club de la ciudad por unas merecidas vacaciones, por eso un diminuto short con una enorme blusa es lo elegido para ponerme sobre el traje de baño. Un diminuto traje de baño que, como quien dice y exagera, hará que Sean quede con el ojo cuadrado.
Estoy como Eva en el huerto del Edén cuando Drew con la enorme sonrisa que lo caracteriza entra a la habitación. Mi primera reacción es cubrirme los senos.
— Siempre me he preguntado por qué las mujeres se cubren las tetas en vez de la vagina— no se inmuta en decirlo mientras se sienta en mi cama y me observa—. Además, no entiendo para qué te cubres si conozco cada parte de tu cuerpo mejor de lo que conozco el mio.
— Tienes que aprender a tocar antes de entrar— recrimino, esta vez con mi antebrazo en mis senos y mi otra mano en mi parte baja, pero es tan absurdo hablar con Drew sobre lo que debe hacer y lo que no. Perdida de saliva, eso es.— Debemos poner reglas en esta relación de amigos.
— Já, y ahora lo llaman amigos— se mofa— Pero concuerdo contigo, hay que poner reglas. Me gustan las reglas porque fueron hechas para romperlas.
— Ésta no la romperás. A partir de ahora llamarás antes de entrar a mi habitación.— él rueda los ojos, pero asiente.
— Bien, pero ahora quita esa mano de tu vagina que quiero ver a mi gran amiga. Tiempo sin verla.— rio, pero no hago lo que pide sino que me volteo y empiezo a ponerme el traje de baño— Te estoy viendo el culo.— Informa.
— Dios, no puedo contigo.— digo riendo.
Modelo como miss en Miss Universo al terminar de ponerme el traje de baño.
— Y esta es la señorita Estados Unidos. Tiene unas medidas de 70, 60, 80, bien pobre la verdad. — ruedo los ojos, pero le sigo el juego y estoy en mis anchas por la pasarela— Con un vestido bañado en oro y con tenues incrustaciones en swarovski, que representa claramente lo rico de la fauna silvestre.
— Eso no tiene coherencia. — inquiero, sentándome junto a él.
— En mi cabeza la tuvo. Pero lo importante, realmente me gusta como se ve el rojo en una rubia, mas hubiera preferido que te colocaras el bañador rosa.
— Rojo o rosa, el asunto es que con cualquiera de los dos Sean no podrá apartar su vista de este cuerpo tropical.
— Claro, se me olvidaba que Elvira irá en sotana.
— No debo preocuparme por eso; terminaron.
— Sí debes preocuparte por eso; volvieron.— informa— Puedes ver por la ventana y los encontrarás besándose.
No es necesario constatar lo que Drew ha dicho para saber que es verdad, por lo mismo no me acerco a la ventana y en cambio me pongo a dar vueltas en círculo por toda la habitación.
— Me estás mareando.— dice, pasado algunos minutos. No solo él se estaba mareando, sino que yo también lo estaba haciendo.
Camino hasta una de las paredes y hago algo que dejé de hacer hace mucho tiempo, pero que ahora, aunque descabellado es factible para no ir hacia ellos y asesinarlos.
— Y yo aún te defiendo cuando la gente dice que estás loca— habla Drew, ahora en una posición más cómoda a la que se encontraba—. Pero lo estás, de otra manera no estuvieras con la cabeza en el suelo y los pies en el aire.— así me encontraba, con mi cuerpo invertido y sostenida únicamente por la pared.— Recuerdo que eso era algo que hacías cuando tenías una de tus famosas dudas existenciales. A ver, ¿Cuál es esa que te atormenta el día de hoy?
No respondo. No era precisamente una duda existencial la que me atacaba, tan solo una duda y esa se reflejaba en el hecho de que no sabía como hacía Sean para que Elvira siempre terminara volviendo a su lado.
No soy consciente del tiempo que pasa, pero cuando escucho a mi abuela llamarme porque ya nos íbamos vuelvo a poner mis pies sobre la tierra.
— Y bien ¿alguna respuesta?— pregunta Drew.
Colocándome el short y la camisa, y tomando la cartera con algunas de mis cosas personales, camino escaleras abajo con Drew pisándome los talones.
— La única respuesta coherente es brujería— él me mira, no entendiendo lo que quise decir — Sean le ha hecho un amarre bien fuerte a Elvira para que siempre esté a su lado.
— Además de que no eres de las que cree en ese tipo de cosas, es realmente tonto.
— Pues sí, pero no encuentro otra posible respuesta.
— Yo me voy más con la idea de que Sean es un enfermo terminal. Siempre que Elvira termina con él le recuerda su condición de que morirá en unos meses y como ella tiene un buen corazón acepta sus manipulaciones.— me detengo a mitad de camino para verlo y vuelvo a mi andar.
— Deberías meterte a guionista.
Mi abuela grita que me apure, así que despidiéndome de Drew salgo de casa y corro para subirme a la camioneta que nos llevará al club.
* * *
¿Una sotana? con menos de la mitad de la manga de la sotana fue que hicieron el bañador de Elvira. La perra anda exhibiendo el gran cuerpo con que fue dotada.
Ella, al igual que yo, ha elegido un bañador rojo que le hace justicia a cada parte de su cuerpo y que ha hecho que se haya ganado un sin fin de miradas masculinas. Yo no me quedo atrás, pero la que sin duda está arrasando es Hannah quien ha dejado flechado a más de uno. Ha de ser el hecho de que Elvira esté con Sean y que yo parezca una morsa sentada en una silla la causa de la desatención, pero estaba bien porque no quería tener que pasar mi cabello detrás de mi oreja o guiñar un ojo a modo de coqueteo cada que un chico me mirara.
Hoy todos se han olvidado por completo de mi y ahora conversan entre ellos. Al principio fui parte de lo que se comentaba, pero me aburren los temas de adultos por lo que terminé separándome y tomé otra mesa para convivir con la soledad que me brinda una copa de vodka tonic.
Mi mirada siempre reposa en los dos cuerpos que desde que llegamos se encuentran en uno de los bordes de la piscina, aunque eso no evita que desde donde estoy pueda divisar perfectamente a la familia Samuels, entre ellos, por supuesto, Evan. Un Evan que solo se dedica a jugar con Mason y no se ha fijado en mi.
No es una coincidencia que ellos estén aquí. Hace días le comenté a Hannah sobre estás cortas vacaciones y a ella le pareció tan excelente idea que terminó por convencer a sus padres de recibir unas también. Lo que sí fue una coincidencia es haber elegido el mismo destino, aunque no me parece tan increíble teniendo en cuenta que los Samuels casi siempre eligen lo mejor y ciertamente el club donde nos encontrábamos era eso en esta época del año.
Estoy tan aburrida que por instantes me dan ganas de soplar con la pajilla dentro del jugo y crear burbujas en el, pero retengo mi impulso porque, además de que es demasiado infantil, veo a Hannah acercarse a donde estoy. En estos momentos agradecía su compañía tanto como que Elvira desapareciera del mapa.
— Definitivamente este mundo es un pañuelo en donde todos los mocos que se encargan de contaminarlo están destinados a reunirse.— dice, sentándose frente a mi.
— Y supongo que los mocos somos tú y yo.— en respuesta, se encoge de hombros.
— No me había dado cuenta de que estabas aquí. Si no es por una chica que le dice a su amiga: mira a aquella estúpida viendo al chico que está con la pelirroja, no noto tu existencia. No me has dado permiso, menos lo necesito, pero te diré esto: pareces idiota solo observándolo y olvidándote del mundo que te rodea.
— Lo sé, pero no lo puedo evitar.— ella resopla.
— Siempre te he preguntado que qué es lo que le ves a ese chico — dice, señalando hacia él — Míralo, su cara no es muy agraciada y aunque su cuerpo es el de un Adonis, no es precisamente el de un Adonis bien formado sino el de uno que comió demasiado y consumió mucha grasa.
— Oye, Sean no es gordo — digo, viéndolo —. Bien, solo está rellenito de amor.
— Eso no es lo importante. No me importa su apariencia, sabes que no lo odio por eso, sino porque él te daña.— suspira, para darle el primer trago a la bebida que ha pedido y le ha traído un mozo — Él no tiene la culpa de que tú hayas posado tus ojos en él y él no los haya posado en ti, pero de lo que sí es culpable es de darte esperanzas y luego dejarte caer.
Es mi turno de suspirar. Hannah tiene razón, pero sin necesidad de decírmelo sé todo eso. No es necesario recordarme cuando tengo presente día y noche que Sean no me hace bien y que probablemente nunca lo hará. Yo estaba viviendo a base de ilusiones; Sean solo me ofrecía espejismos que desaparecían al llegar el ocaso.
— Mejor dejemos de hablar de Sean.— propongo; ella concuerda.
Por horas hablamos de asuntos que no lograrían hacer un cambio en el mundo porque no son realmente importantes o tan siquiera interesantes, pero que logran hacernos reír. Finalmente, Hannah se marcha a pasar tiempo con su familia y yo me quedo en las misma a como estaba antes de que llegara.
Este no era precisamente el escenario que tenía pensado para hoy y eso es debido al personaje extra que se metió de lleno en el guion. Elvira siempre termina dañando todo, desde mis planes más pequeños hasta los más grandes.
Como no quiero seguir viendo la escena donde los que se creen protagonistas obtienen sus felices para siempre, me adentro al club y me pierdo entre la hermosa vista que me ofrece el balcón del segundo piso.
Consumo tanto líquido que mi vejiga reclama ser liberada; yendo al baño con el sol en su mayor esplendor salgo del mismo cuando ya la noche ha caído y todo por haberme quedado dormida encima del retrete. Mi espalda pide descansar, pero no me puedo dar el lujo de ello cuando mi abuela ha de estar preocupada por no haberme visto durante horas. Pero el recibimiento que me da apenas llego a ella no es el de una mujer preocupada, sino más bien relajada; Baley al parecer se la ha pasado tan bien que ni se dio cuenta que desaparecí.
Debido al frío que hace en estos meses en Boston, la mayoría de las personas se refugian en el primer piso, ya sea conversando, calentándose junto a la chimenea... o jugando a las cartas. Los Morris y los Samuels se encuentran en el lugar, sin embargo no veo a Elvira por ningún lado. Pienso que lo más probable es que se haya ido, pero cuando escucho a Sean decirle a su padre que está en la piscina buscando un arete que se le ha caído, no dudo en levantarme para ir a preguntarle cómo demonios Sean la convencía de volver con él; eso es algo de lo que estoy curiosa.
Llegando al área de la piscina, noto que solo la pelirroja está dentro de la misma pero que no hay otra persona siquiera por los alrededores. Estamos solas; es una buena ocasión para aclarar dudas, discutir términos y hasta poner las cartas sobre la mesa.
Empiezo a caminar, pero me detengo porque se me hace extraño la manera tan desesperada en que Elvira agita sus manos por sobre el agua, sin embargo más extraño que eso es el hecho de que salga a la superficie por alrededor de dos segundos y se meta por muchos más. No hay que ser demasiado inteligente como para no darse cuenta de que se está ahogando.
Siempre he pensado que dentro de mi cuerpo viven dos personas: una buena y la otra no tanto; una que refleja bondad y la otra que profesa maldad... un ángel, un demonio. Y lo confirmo ahora que escucho una voz que sale desde lo más profundo de mi ser diciéndome que me vaya. Sé que es la parte sucia de mi conciencia.
Déjala morir. Son ecos reproduciéndose en mi cerebro.
Si ella desaparecía, todo, absolutamente todo, era posible con Sean. Esta era la oportunidad que esperé por mucho tiempo; el deseo que estaba reprimido en alguna parte de mi y la esperanza de un futuro con él.
Dándome la media vuelta, la abandono a su suerte. Son los ojos de mi abuela que caen sobre mi y que me observan con cautela, los que parecen decirme que no haga algo de lo que me pueda arrepentir después; implorándome que me devuelva y le salve la vida a quien juré alguna vez destruir. Aunque su ojos no saben nada, parecen saber todo; no encuentro nada que hacer más que bajar la cabeza en señal de vergüenza. Entonces recuerdo las cinco palabras que siempre ella se encarga de decirme: Siempre estaré orgullosa de ti. Me preguntaba cuán orgullosa estaría si viera en lo que me estoy convirtiendo solo por obtener algo.
No sé si es la culpa que empieza a hacer estragos, pero salgo corriendo en dirección a Elvira y rogando para que no sea demasiado tarde.
No soy como esos personajes de películas que cuando alguien se está ahogando por una parte de la piscina vienen y se lanzan por la contraria, no, yo observo el lugar más cercano a ella— que viene siendo una de las partes laterales— y me lanzo a su rescate.
Efectivamente, mi juicio no ha de estar lo suficientemente bueno como para que pese a la situación en la que me encontraba la jalo precisamente de los cabellos y hago que su rostro salga a la superficie. Es difícil sostener su peso mientras nado a la orilla, pero con un poco de esfuerzo logro sacarla.
— Oye, despierta. — digo, dando leves golpes en sus mejillas esperando que reaccione, pero nada.
Grito por ayuda, pero absolutamente nadie atiende a mi llamado. A este paso ella moriría, si es que ya no lo estaba. Me levanto para ir en busca de ayuda, pero apenas dando algunos pasos Sean se viene acercando.
— ¿Qué hiciste?— su voz tiembla, viendo lo que hay detrás de mi.
— No es lo que parece.— titubeo — Yo no...— no me deja terminar la frase cuando no repara en su fuerza y me empuja hacia un lado. Algo filoso impacta contra mi torso, pero sin ponerme a averiguar qué es, ya que no era el momento, me levanto y voy hacia ellos.
— Amor.— llama. Así como llega esa palabra, rápidamente se va y le da paso a las maldiciones por no saber qué hacer.
Desesperación, eso es lo que puedo ver en su comportamiento. Sean se jala de los cabellos, da puños contra el suelo e inevitablemente llora. Elvira no responde y en cierta parte se debe a mí; si tan solo no la hubiera abandonado...
— Si ella muere — su voz se quiebra, y aún sin mirarme puedo sentir su odio— juro que te mataré con mis propias manos.
Las primeras lágrimas ruedan por mis mejillas. Ya el verdugo ha hecho el juicio y me ha declarado culpable aunque no tenga pruebas y no sepa siquiera lo que pasó. Me da rabia que no sabiendo realmente lo que pasó ya me haya juzgado, no obstante, teniendo en cuenta de que casi siempre soy la causa de que su chica llore es comprensible.
Me siento impotente al no poder gritarle que no es mi culpa que ella se esté ahogando, pero sencillamente las palabras se han quedado atoradas en mi garganta. Hasta creo que si llego a abrir la boca lo único que conseguiría sería devover mi estómago por la misma por la repugnante persona que puedo llegar a ser.
Ya algunas personas se han agrupado alrededor de nosotros, pero es solo para murmurar porque ellos no ayudan siquiera a llamar una ambulancia como está implorando Sean.
— Eres una mierda de persona Bradley.— y exploto, dándole una fuerte bofetada. No necesitaba que me lo recordara.
— Solo cállate. No necesito escuchar tus filosofías baratas cuando alguien muere.— lo aparto bruscamente del cuerpo de la chica, preparándome para darle RCP.— Si presionas muy fuerte ella morirá; si lo haces muy débil el resultado será el mismo.— me recuerdo, antes de empezar.
Mi labor como paramédico da inicio. Estoy encima de ella, presionando con mis manos en su pecho y dándole respiración boca a boca, algo que ni en mis más remotos sueños me veía haciendo. Por minutos ella no reacciona; estoy por darme por vencida cuando ella vuelve echándome el agua que había ingerido en la cara.
Sean no pierde tiempo en quitarme de encima y tomar a su novia entre sus brazos. Pero eso no impide que los insultos hacia mi sigan. Me quedo ahí, esperando que él acabe con todos ellos y sin decir una palabra porque me sentía hasta cobarde para que siquiera una lograra salir de mi boca.
Las personas murmuran y me señalan como la responsable de todo aun cuando fui quien trajo a la chica de nuevo a la vida, pero eso no me sorprende. No importa cuantas cosas buenas hagamos; solo basta con hacer una mala para que nuestra reputación se vaya por el escusado.
Como es costumbre, alguna ambulancia, que no sé quien ha llamado, llega al lugar y es cuestión de que Sean ingrese con la pelirroja para marcharse. En mi locura pensé en decirle que lo acompañaría, pero me detuve al tener presente que lo más probable era que él me lanzara en el camino o me ahorcara con los cables que han de haber dentro de la misma. Como sea, no eran buenos escenarios los que me esperaban de haber subido.
Los murmullos empiezan, pero estos sí llegan a doler porque no provienen de alguien más que no sea yo misma. Parezco tener una guerra dentro de mi. Ahora veo como cierto eso que dicen que nosotros mismos podemos ser nuestros peores jueces. Por largo rato me quedo recriminándome lo que iba a permitir que sucediera y ante mis propios ojos me veo como una persona ruin y sin escrúpulos; no quiero ser eso, pero tampoco lo puedo evitar.
Siento unos brazos rodear mi cintura y la presión de una barbilla en mi hombro. Sin mucho esfuerzo sé que es Evan. No puedo sostenerle la mirada, por eso la bajo y me quedo jugando con mis manos.
— Iba a dejarla morir.— confieso, luego de algunos minutos en silencio.
No tenía planeado tal confesión, pero las palabras lograron escapar de mi boca. Supongo que no podía con el peso de las mismas. Él suspira y me ayuda a levantar del frio suelo.
Aún sigo escuchando voces, pero estas provienen del exterior. Viendo al tumulto de personas que hay en el lugar agradezco que ninguna de ellas sea mi abuela o Sofía; no quería decepcionarlas, aunque sé que la noticia llegará a sus oídos más temprano que tarde.
Nos sentamos en dos sillas que yacen alejadas de la piscina. Últimamente he llorado mucho y este día no será la excepción. Notando que las primeras lágrimas caen y el llanto está a punto de desatarse me subo sobre las piernas de Evan y lo abrazo. No me gustaba que nadie me viera llorar, por eso mi rostro se pierde entre su cuello mietras mis lágrimas ya empapan hasta su franela.
— Soy una mala persona; no quería salvarla.— digo, entre llanto.
— No hay que ser una buena persona para tener pensamientos puros ni mala para no tenerlos. No estoy diciendo que todos, pero apuesto a que más del cincuenta por ciento de la población ha soñado con hacer desaparecer a otra persona. — habla, dando suaves palmadas en mi espalda— Quizá me creas una buena persona; yo también lo creo, pero a veces lo que deseo me da miedo porque muchas veces se cumplen y no hablo de sueños buenos. Lo que te quiero decir es que desear algo malo no te hace una mala persona y desear el bien no te hace buena.
— Yo no solo lo deseaba, sino que iba a permitir que mi sueño se hiciera realidad. No la tiré a la piscina, pero sentí como si lo hubiera hecho; entre mis planes no estaba ayudarla.
— Hasta la persona más genuina es capaz de desear lo peor que se le puede pasar por la cabeza. — me aferro más a él — Pero el punto aquí es que no permitiste que el tamaño de ese pensamiento te nublara la razón.— no digo nada y solo me dedico a llorar más fuerte.
Siempre he buscado consuelo en mi misma para lo que hago diciéndome que está bien, pero ahora cuando lo recibo de otra persona se siente extraño, principalmente porque no estoy familiarizada con recibir ese consuelo de otra persona y más aún cuando sé que esta vez no lo merezco porque en parte soy culpable.
— Brad, — abro mis ojos, pero no digo nada aunque sí detengo un poco mi llanto en espera de lo que piensa decir— sé que no es el momento adecuado, pero por amor a Dios, no te muevas así o tendremos problemas. Recuerda que hay algo que se emociona allá abajo.— rio, entendiendo perfectamente lo que quiso decir.— Por lo menos te reíste.— y me abraza fuertemente.
Por minutos o horas, quién sabe realmente porque he perdido la noción del tiempo, nos quedamos ahí, aguantando el frio de noviembre pero lo cálido de un cuerpo aferrado a otro.
Creo conveniente entrar para decirle a mi abuela para irnos, pero al verla sé que no podré sostenerle la mirada, no por lo menos hoy, así que salgo del club sin decirle algo. Demonios, ni siquiera pude acercármele.
— No puedo ir a mi casa.— le digo a Evan.
— Entonces ven a la mia.— propone.
Lo miro por algunos segundos, está con sus manos en los bolsillos mientras me observa. No hay maldad en su proposición, así que acepto.
El camino es silencioso, pero no incómodo. Mi cerebro se encarga de revobinar, como si fuese una película y por mucho que no quiera, la escena de la piscina. No quiero tener presente las palabras de Sean, así que apenas llegamos a casa de Evan me encargo de decirle que quiero dormir.
— Necesitas cambiarte; no creo que sea muy cómodo dormir en bañador.— sugiere y yo concuerdo — Te traeré ropa.
Espero sentada en la cama de la habitación que me ha proporcionado que él llegue. Cuando lo hace no le ha de pasar desapercibido que me he sorprendido por la ropa que me extiende; ciertamente esperaba que, como en los libros, me trajera uno de sus bóxer junto a una enorme camisa y un pantalón y no un diminuto pijama femenino.
— Antes de que te hagas ideas equivocadas en tu cabeza, es de Hannah.— habla — Mucha de la ropa que trajo el tiempo que pasó aquí cuando tuvo algún inconveniente en su piso sigue en los cajones de otra habitación. Eso es todo.
— No tienes que darme explicaciones.— miento; en realidad sí quería saber de quién era la ropa.
— Bien. Si quieres ducharte en el baño hay toallas; yo iré a preparar algo para cenar.— lo veo salir de la habitación y me encamino a darme una buena ducha de agua fría.
Salgo y luego de ponerme el pijama voy a ver lo que hace Evan. Parece realmente concentrado en su labor de cocinero que es cuando termina de hacer la cena que se da cuenta de que lo veo desde la isla de la cocina.
Mi garganta dice que no desea nada, pero mis tripas reclaman y hasta parece gritar para que por lo menos un bocado pase a través de ellas ya que todo lo que ingerí en el día ha sido líquido. Pesadamente termino toda mi cena y me excuso diciendo que tengo sueño.
La habitación se siente tan silenciosa que hasta produce miedo; lo peor es que en un día como este todo lo que quiero es abrazar a alguien y ese alguien está a unos cuantos pasos de donde estoy. Por minutos me quedo debatiendo conmigo misma en hacer lo que tengo pensado, hasta que me da por ser valiente e ir hacia Evan. Pero ya frente a la puerta de su habitación me acobardo.
— No puedo echarle más leña al fuego.— me digo, bajando mi mano que estaba a punto de tocar.
Lo más conveniente sería dar media vuelta e irme, es lo mejor, pero Evan daña todo cuando abre la puerta y me ve ahí.
— Yo...—él sonríe, tal vez notando que no sé qué más decir.
¿Puedo dormir contigo? O sea, solo dormir. Eso es lo que quiero decirle, pero sé que se me trabaría la lengua y entonces él me podría malinterpretar. Sin decir nada me voy a la habitación. Escucho la puerta abrirse, así que sabiendo que se trata de él me cubro con la sábana.
— ¿Qué querías decirme?— pregunta, sentándose en la cama.
Al no escuchar respuesta de mi parte al transcurrir algunos minutos se levanta pensando irse. A mi mano y boca les da por tener vida propia, porque sin realmente pretenderlo la primera sostiene un pedazo de la tela de su pantalón y la segunda pide que se quede.
— Quédate.— vuelvo a decir, esta vez quitándome la sábana del rostro — Quédate conmigo hoy.
— Hoy y toda la vida si quisieras.— dice por lo bajo, quizá no queriendo que yo escuche.
Acomodándose a mi lado, no pierde tiempo para atraerme a su cuerpo y abrazarme ni yo para pasar mi brazo por su torso y corresponderle.
* * *
La cama se siente vacía. Abriendo mis ojos me fijo que Evan no está en ésta pese a que no ha amanecido todavía; por loco que suene lo busco debajo de la cama, porque hay personas que se duermen en una posición y amanecen en la misma y hay otras como yo que amanecen en el suelo o puede lanzar al suelo a alguien con una patada que le propine. Pero Evan no está en la habitación, en la cocina... y mucho menos en la sala.
Escucho a un perro ladrar afuera de la casa, así que salgo y doy con Evan hablando con Chris mientras lanza pequeñas piedras a un lago que se encuentra en el lugar.
— Pero ella no quiere.— logro escuchar al acercármele por detrás.
— ¿Quién no quiere?— pregunto, viendo como Chris empieza a olerme.
— Bradley.— lo miro.
Sé que ese no fue simplemente mi nombre, sino la respuesta a mi pregunta. Yo soy la que no quiere nada con él por seguir encaprichada con el idiota de Sean.
— ¿Qué haces despierta?
— Pues eso, despierta.— él rie, posicionándose detrás de mi para abrazarme, pero cuando una de sus manos toca mi costado herido por el empuje de Sean gimo dolorosamente y llevo mi mano a este impidiédoselo y sobresaltandolo— ¿Qué tienes?
— Nada.
— Cuando alguien dice que no tiene nada significa que tiene todo.— afirma, frente a mi. Y levantando mi camisa un poco, nota lo magullado de mi torso — ¿Con qué te hiciste eso o, mejor dicho, quien te hizo eso?— preguntando eso me doy cuenta de que Evan no fue testigo de todo lo que pasó en la piscina, quizá solo vio las últimas escenas.
— Me lo hice sola.— evito su mirada.
— No te creo. Pero ahora eso no es tan importante como lo es curarte.— tomando mi mano volvemos a su casa.
Buscando el botiquín de primeros auxilios, nos sentamos en uno de los sofás de la sala.
— ¿Dónde está Chris?— pregunto, viendo que no ha entrado.
— En la casa de al lado, que por cierto es de Mike. — responde, empezando a curarme— Pasa la mayor parte del tiempo allá; creo que está enamorado de su perra.— siseo al sentir el alcohol tocar mi piel herida.
— ¿Desde qué parte viste lo que pasó en el club?
— Desde la parte en que tu mano voló al rostro de ese chico.— detiene lo que está haciendo y me observa como entendiendo algo — ¿Fue él cierto?, ¿él te hizo ésto?— no me queda de otra más que mirar hacia otra parte que no sea su rostro — Debí suponerlo.
— Pero fue sin querer.
— ¿Por qué demonios lo defiendes tanto?— cuestiona, levantándose y yo nuevamente me quedo sin palabras — No es necesario que respondas para saber el porqué. Ya terminé de curarte; será mejor que nos vayamos a descansar.— y sin más se va a su habitación, cerrando la puerta con fuerza.
Excelente, he hecho enfadar a Evan.
No soy tan descarada como para ir nuevamente hacia él y pedirle si puedo dormir a su lado, así que me voy a la que por hoy es mi habitación en compañía de mi soledad. Lo más probable es que la abrace a ella.
* * *
Pregunta preguntosa: ¿Por qué odian a Elvira? he leído comentarios no tan favorables hacia ella y me dio curiosidad saber.
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