V E I N T E, P A R T E II
Capítulo veinte, segunda parte: Si no estuviera él fueras lo mejor en mi vida.
Tranquilos y reservados. Sí, definitivamente esas son las mejores características que definen a los abuelos de Evan. Tan tranquilos que desde que llegaron, luego de un efusivo abrazo que nos dieron, hemos estado de un lado para otro, y tan reservados como que no tienen pelos en la lengua para decir lo que piensan.
No solo hicimos equitación, corrimos — porque a según ellos hay que mantenernos en forma — , fuimos a hacer snorkel a una playa, sino que ahora nos dirigíamos a hacer bungee al puerto marítimo de Salem.
La señora Louisa habla con Evan tal vez a un metro de distancia delante de su esposo y de mi. Imagino que ellos han de estar hablando de cosas comunes mientras el señor Eddan asegura debo tener hijos con su nieto antes de que mi útero se seque.
— Por amor a cristo.— digo riendo. Las dos personas delante de nosotros me miran y sonríen.
— ¿No es hermosa mi esposa?— asiento a su pregunta.
La señora Louisa es hermosa. Se asemeja a Madonna, no porque se parezcan sino más bien porque pese a que pasan de los sesenta años se conservan muy bien. El señor Eddan no se queda atrás. Esta pareja definitivamente dio envidia de ver cuando jóvenes.
Sigo caminando al lado de quien se ha atribuido el derecho de ser mi abuelo, porque como soy novia de su nieto — no sé de dónde ha sacado eso — entonces también soy su nieta. La verdad es que esta familia se acredita títulos demasiado rápido y no son muy normales que digamos, pero me agradan.
Mis ojos se desorbitan al ver a una pareja caer sostenida por una cuerda elástica desde una altura considerable, y casi se salen de sus cuencas al saber que cuando llegamos a nuestro destino soy la próxima a lanzarme porque no hay más nadie haciendo fila.
— Yo no me lanzaré de ahí.— informo, escuchando como la chica grita.
— Estaré contigo.— promete Evan.
Sí, por lo menos es tándem y por ello no es necesario lanzarme sola, pero eso no disipa mis nervios sino los aumenta más por el hecho de pensar que si la bendita cuerda se rompe ambos tendremos una muerte segura y ante este pensamiento le reitero a los presentes que no pienso atentar contra mi vida. Evan sigue diciendo que estará conmigo en todo momento y su abuela asegurando será una gran experiencia para contarle a mis hijos.
— Déjenla, si tiene miedo no se le puede hacer nada. — habla el señor Eddan, con un dejo de burla en su tono.
— Abuelo, soy muy buena para la psicología inversa, tanto que no funciona en mi. — le informo y su esposa ríe.
— Te dije que eso no te funcionaría siempre.— dice ella y él bufa.
El salto de la pareja culmina y venimos nosotros. Evan parece suplicarme con la mirada que lo hagamos y aunque en un primer momento dije no iría termino cediendo, todo por él.
Dos cordones de gomas son atados alrededor de nuestras cinturas a un arnés y luego unidos uno con otro. Dichos cables elásticos están conectados a otros cables para poder deslizarnos, y por lo menos me complace saber que parece resistente. Por último nos colocan seguridad en los tobillos y subimos a una rampa que nos posiciona a una altura considerable del suelo.
Hay una chica quien nos da instrucciones de lo que no debemos hacer, pero yo en todo lo que puedo pensar es que no quiero morir tan joven y sentir que la bilis me sube por la garganta. No hay tiempo de arrepentimiento cuando luego de un corto beso que deja Evan sobre mis labios la chica nos empuja hacia el abismo. Ya no había que hacer más que gritar, y lo hago por cortos segundos pero luego callo porque es inútil y corría el riesgo de destrozarme la lengua.
El abuelo aseguró era emocionante la caída y más el rebote, pero más que emoción era una tortura pensar cuando acabaría esto y para rematar solo estaba comenzando.
No sé si esté bien o mal — ya que no le presté atención a ninguna de las instrucciones— , pero reposo mi cabeza del hombro de Evan y paso mis brazos alrededor de su cintura.
El cable se estira y empiezo a acostumbrarme al salto cuando volamos hacia arriba y hacia abajo varias veces, hasta que de tanto oscilar hacia ambas partes la energía cinética se disipa y todo termina. Joder, cuando lo empezaba a disfrutar. Tres hombres toman la cuerda; nos quitan el arnés que rodeaba nuestros cuerpos y con eso sé que el salto en bungee ha concluido del todo.
— Te lo dije Louisa, ¡sí lo haría!, ¡esa es mi nieta!— exclama el abuelo llegando a nosotros y abriendo una de sus manos — Choca esos cinco.— hago lo que dice.
Luego de varios minutos alabándome, decidimos ir a comer comida afrodisíaca a un restaurante marino cercano. Todo está tan delicioso que hasta me duele que por decencia tenga que dejar por lo menos dos bocados de comida en el plato; que desperdicio.
Son alrededor de las tres cuando volvemos a la casa de la pareja, quienes se empeñan en que nos quedemos, pero diciendo que tenemos clases nos despedimos prometiendo que volveríamos. Promesa que no sé si podría cumplir, porque creo me encariñé tanto con esos dos que hasta dolería matar sus ilusiones de un futuro entre su nieto y yo.
* * *
— Antes de la tres, já.— me mofo.
Evan no dice nada, solo se dispone a hacer que el carro logre salir de donde se encontraba, lo cual es inútil teniendo en cuenta que ha pasado más de una hora en la cual sus intentos no han funcionado.
Habíamos derrapado hacia unos de los laterales de la carretera luego de que una vaca se atravesara en nuestro camino.
Una vaca, ¡por los clavos de cristo, las pelucas de Celia y las cocuizas de Moisés!
Lo peor no fue derrapar, sino dónde lo hicimos: en un corral donde habían tres vacas más y por si fuese poco excremento rodeándonos. Por donde sea que quisiera salir había pastoso estiércol, así que terminé bajando el vidrio; me impulsé con ayuda de la puerta que dejé cerrada; subí por el capó del auto y finalmente mis botines y yo salimos completamente ilesos de las hectáreas de mierda que había a nuestro alrededor, mientras el pobre Evan parece estar en un pozo de mierda movediza que ya le llegaba arriba de los tobillos y amenazaba con tragárselo.
— Podrías por lo menos ayudarme.— propone luego de varios minutos; yo niego con mi cabeza.
De poder puedo, pero ahora que me encontraba debajo de la sombra de un árbol dibujando, eso era lo que menos quería hacer. No me gusta desperdiciar esfuerzo y eso es algo que haré de levantarme para ir a ayudarle.
Estoy aburrida y cuando estoy aburrida hago cosas realmente estúpidas. Y lo estúpido se refleja en el dibujo que estaba haciendo y en el cual habían pintados dos toros. Hoy me ha dado por ser altruista y regalarle dos machos a las pobres vacas que no han de haber visto jamás uno y que los más seguro quedarían lecheras para el resto de su triste vida. Como un regalo se debe entregar a las involucradas, camino hacia ellas con todo el dolor de mi alma pisando los adornos que ellas mismas se han encargado de dejar en el suelo.
Digamos que soy un poco egoísta y me gusta el drama, por eso pinté solo dos toros y no tres, imaginando que tendrán que pelearse por ellos y una quedará sola.
— Dos opciones— les digo, pegando con un adhesivo el papel de la madera —: o se pelean por ellos o sencillamente vuelven uno árabe y de esa manera podrá casarse con dos de ustedes.— un muuu es todo lo que obtengo de una de ellas; las ingratas siquiera me hicieron caso.
— ¿Qué haces?— pregunta Evan, mirándome confundido.
— Nada, solo vine a ayudarte.— no miento, la verdad ese era el verdadero propósito de levantarme.
— Bien, sube al auto y trata de arrancar.— hago lo que dice aun cuando mis botines están sucios, pero nada funciona.
— Mejor saquemos el auto de aquí empujándolo y ya luego arrancamos.— propongo, bajando del auto y llegando hasta él para hacer lo que he propuesto.
— ¿Dónde crees que estemos?— veo los alrededores.
— Si no estoy mal pasamos Lynn, así que debemos estar en Revere. — respondo sin estar muy convencida. Él asiente y seguimos en lo que estábamos.
Si en verdad estábamos en Revere duraríamos en llegar a Boston caminando aproximadamente en dos horas; si tuviese todavía los tenis que me prestó Louisa para salir en Salem hasta me pensaría caminar, pero estando en tacones ni loca. Podíamos igualmente regresar a Salem, pero sería inclusive más absurdo porque la distancia es más larga. La única opción factible era llegar a la carretera y pedir una cola en algún auto que pasara, pero en el camino me fijé en que a esta hora no era muy concurrido el lugar así que todo se iba por el excusado.
— El celular.— dice él siendo iluminado por los ángeles y caminando hacia la parte del piloto para tomarlo— Mierda, no hay señal.
El celular fue lo primero que pensé me salvaría y claro que intenté comunicarme con alguien, pero me di cuenta de que no podría y ahora cuando ha pasado más de una hora para que él se haya dado cuenta solo me hace resoplar.
Seguimos en nuestro loco intento de hacer que el bendito auto salga; logramos empujarlo un poco, mas nuevamente vuelve al mismo lugar, pero cambia el hecho de que hemos caído al suelo. Evan fue lo suficientemente inteligente para solo ensuciarse las manos y que su trasero no tocara nada que oliera mal mientras a mi me pasó todo lo contrario: se salvaron mis manos pero mi trasero es otra historia. Esto es una verdadera locura.
— Dime que no me llené de mierda.— pido.
— Lo hiciste.
— Joder, esto solo me pasa a mi y al chavo del 8.— digo, levántandome.
— ¿Quién es ese?
— El personaje de una serie mexicana con la que Seth se muere de risa.
— ¿Y Seth es?
— El hermano menor de Sean.— Con eso creo no le quedan más ganas de preguntar, aunque tampoco quedaba nada por lo que estar curioso.
Salgo del bendito corral dando enormes zancadas y Evan me sigue, el maldito ríe seguramente viendo el desastre que he de ser en estos momentos. No gano nada alterándome, así que calmada busco una posible solución para el problema y concluyo que lo mejor sería darme un buen baño en el río que se extiende a una distancia considerable de donde nos encontramos, y el cual parece picarme el ojo para que vaya a probar sus aguas.
— Esto es lo que haremos: nos iremos a bañar a aquel río de allá — señalo —, tu lavas tus apestosas manos; yo lavaré mi jeans, esperaremos que se seque un poco y luego nos iremos a la carretera a pedir una cola o algo por el estilo.— informo y no espero que él esté de acuerdo cuando tomando mi morral me encamino hacia el lugar.
Al llegar el agua no es lo más cristalina que hubiera visto, pero es agua al fin y al cabo y es lo importante. Dejo el morral al principio de un corto puente de madera y me dispongo a hacer lo necesario para bañarme. Cuando supe que vería deportes me acostumbré a cargar siempre jabón y una pequeña toalla, la cual en estos momentos servirá para que Evan se limpie las manos porque ni loca pensaba dejarlo que antes de bañarnos se las enjuagara en el río.
— ¿Crees que haya alguien por los alrededores?— pregunto, caminando hasta él. Él niega luego de segundos observando.
— ¿Por qué?
— Porque pienso desnudarme.— solo un "oh" sale de esa jodida boca que deseo profanar en estos momentos y yo empiezo con mi labor hasta quedar solo en bragas y sujetador frente a sus ojos. Él respira hondo.
— ¿Qué haces?— pregunta, al ver que estoy por desabotonar su camisa.
No es necesario siquiera que él se bañe en el río, solo es cuestión de lavarse las manos, pero bueno, no quiero bañarme sola y no tantear su delicioso cuerpo.
— Te quito la camisa, te quito el pantalón y si te quito el bóxer se sale un tiburón — canturreo haciendo que él ría.
Me gusta cuando él ríe porque es como escuchar una dulce melodía que activa mis sentidos y los hacen instarlos a cosas que mi cerebro no aprueba como lo es el hecho de que pese a no estar enamorada mis manos terminen siendo depositadas en su cuello y mis labios chocando contra los suyos en un caliente beso que está por bajar mis defensas.
— Hueles a mierda. — digo al finalizar el beso y obtengo que sus hombros se muevan frenéticamente y una estruendosa risa salga de su boca.
— Eres tan romántica.— agrega con sarcasmo y yo sonrío.
Me doy cuenta de que sus manos se encuentran alzadas, tal vez para abstenerse de tocarme. Por dicha razón era que tenía control sobre él en lo que nos besábamos.
— Bien, primero debes limpiar esas manos si no quieres ensuciar la camisa.— le extiendo la toalla y en minutos sus manos se encuentran limpias y ésta completamente sucia. Una verdadera lástima.
— ¿Y ahora?
— Creo que viene la parte en la que te desnudas. — digo, encogiéndome de hombros para restarle importancia cuando la verdad es que tengo tantas ganas de que lo haga.
— No puedo, me da pena.— es lo que sale de su boca, pero sé que es mentira cuando sus labios se curvan en una sonrisa maliciosa— Mejor hazlo tú.
No tengo ningún problema para hacer lo que pide. El problema viene cuando al hacer que su camisa y la franela blanca , que llevaba debajo de ésta, vuele y que su jeans caiga, tenga que luchar conmigo misma para controlarme y no terminar saltándole encima como una maldita posesa.
El corazón siempre se la pasa de estúpido, y ese órgano me dice que deje de torturarme tanto en si está mal y haga todo lo que quiero. No ayuda que mi maldita consciencia haga eco dentro de mis pensamientos y me grite que si no le voy a corresponder mejor no lo ilusione. La conciencia es sabia y siempre tiene la razón por encima del corazón, por ello pienso seguir lo que dice al pie de la letra, pero los brazos de Evan rodear mi cintura y sus labios prensando los míos me nubla la razón.
Lucho por apartarme; por detener esta locura, pero sus labios y la forma en que me toca no me dejan pensar claramente, siquiera pienso. Sus labios viajan de mi boca a mi cuello, donde deja un corto beso, luego un mordisco y se me escapa un jadeo cuando su lengua haciéndose camino por el lugar logra casi desarmarme por completo. La piel empezaba a arderme en lugares que ya sabía podía reaccionar a los toques de un hombre; también a demandar que nuestros cuerpos se unan de todas las maneras posibles.
Sus labios vuelven a los míos en un beso exigente, luego su lengua rozando la mía me hacen saber que deseo todo de quien me sostiene en sus brazos y que se podía ir a la mierda el pensamiento de que esto estaba mal, porque de hecho estaba bien, muy bien. A la mierda pensar en sentimientos cuando mi cuerpo solo reclamaba que calmara el deseo imperioso que lo ataca en estos momentos.
Sus besos aunque intensos son fáciles de seguir, pero una de sus manos colándose debajo de mi braga resulta más intenso todavía. Gimo cuando presiona el punto exacto y más vulnerable de la mujer; y casi lloro cuando nos tenemos que detener porque alguien desde algún lugar grita:
— ¡Hazle un rancho!
Ahora parecemos esos gatos cuando le suenan una lata: buscando en todas direcciones. No damos con nada, y si no fuera porque Evan también lo escuchó hubiese pensado que eran imaginaciones mías.
— Será mejor que nos bañemos y nos vayamos de aquí.
Es lo mejor, ya que si hay algún peligro es mejor salir de donde estábamos y ponernos a salvo; aunque eso no quita que me sienta molesta por lo que pudo pero no pasará, o por lo menos no hoy. Dios, siento que la vida nos odia.
Hacemos todo lo planeado y volvemos al lugar de antes: con la vacas que ahora están comiéndose el papel donde yacen sus esposos.
El sol está en todo su esplendor y pienso que será de ayuda para secar la ropa, pero más de cuarenta minutos pasan y lo único que se seca es mi braga, porque el sujetador sigue húmedo y el jeans completamente mojado. Lo peor de todo es que ya debemos irnos porque dentro de poco el sol se esconderá y ni loca pensaba quedarme durmiendo en el auto a protagonizar una escena de una película de terror donde solo uno debía salir con vida porque así lo demanda el guión y en la cual las asesinas debían ser las mismísimas vacas.
Poniéndome la blusa y quitándome el sujetador para dejarlo dentro del bolso me levanto. Pienso ponerme el jeans pero está tan mojado y ya hace tanto frío que desecho la idea y termino metiéndolo junto al sujetador.
— Bueno, iré en tangas por la vida.— le informo a un Evan que luce desconcertado viéndome.
— Solo ponte mi camisa — propone, pero teniendo en cuenta que solo soy algunos centímetros más baja que él entonces no me cubriría ni el trasero— o mi pantalón. — ruedo mis ojos. Eso sería lo mismo a no llevar nada, porque apenas lo fije a mi cintura en un paso que dé terminará en el suelo.
Entre la camisa y su jeans prefería lo primero. Le pido dicha prenda de vestir pero como lo sospeché siquiera logra cubrirme el principio de la raja del culo. Se me ocurre la idea de colocármela desde la cintura, así que abotonándola casi por completo y ajustándola con las mangas en la parte de arriba innovo lo que se asemeja a una falda alta que empieza desde la cintura y termina a mitad de muslo.
— ¿Qué tal?— pregunto, dando una vuelta como esas mises en Miss Universo.
— Te ves bien.— sonriéndole empezamos a caminar.
— ¿Qué harás con el auto?— él mira hacia atrás y yo hago lo mismo.
— Vendré mañana con una grúa.
Suspiro. Eso si ese pobre sobrevive a unas vacas hambrientas. Las vacas no comen autos pero si se comieron el papel pueden hacer lo mismo con el pobre vehículo que parece gritarnos con ojos tristes — o con sus focos apagados — que lo llevemos con nosotros.
Estando en la carretera esperamos por diez minutos a que pase algún auto, pero nada. Empezamos a caminar porque el sol ya se ha ocultado. Media hora después no aguanto mis pies y mi lengua parece una corbata pegando del suelo. Y pensar que no tenemos comida ni agua, además de que pese a que al final no iría por la vida en tanga, sí por la noche con los pezones erguidos producto del frío.
Escuchamos voces murmurando, hablando y riendo. Eso es extraño porque a esta hora de la noche la zona no es muy concurrida, o eso creíamos porque desviando nuestras vistas hacia donde proceden los ruidos hay cientos de personas que desde donde estoy han echado a volar los famosos globos de los deseos, mientras otros ahora es que se preparan para echarlos.
— Creo que mejor será unirnos a ellos. Ya es de noche y debemos salvaguardarnos de los peligros.
Llevo mi mirada alternadamente de las personas que parecen felices a la carretera deprimente y desolada. Termino eligiendo la primera opción.
Caminamos hacia el enorme espacio libre de árboles y nos fijamos que más que una simple noche para hacer volar globos será una donde siquiera se dormirá viendo que por donde sea que se mire hay fogatas, carpas, sillas y hasta trailers; con todo esto mi sueño de encontrar entre todas estas personas a alguien que salga para Boston y pegárnosles como sanguijuelas para que nos lleven muere.
Hay quienes han aprovechado la ocasión para hacer que los demás le proporcionen dinero al vender globos, uno de ellos es Evan quien no duda en comprar uno. Las personas creen que los globos le traerá riqueza y prosperidad, otros que les concederá un mejor futuro y la mayoría que mientras más se acerquen al cielo todo deseo se cumple, yo era de las que no creía en ninguna de las opciones anteriores, pero eso no impide que cuando Evan dice que pida un deseo lo haga, viendo como segundos después el globo es echado al aire junto a los demás y mi deseo es llevado con el.
Aprovechando que me he sentado en el suelo él no pierde oportunidad para posicionarse detrás de mi y abrazarme.
— ¿Qué pediste?— pregunta.
— Además de que no se cumpliría, no te gustaría lo deseado.
— Entiendo — suspira. Evan es inteligente para leer entre líneas, por ello sabe que quise decir con eso.— Pediste estar con él y yo he pedido estar contigo— confiesa, tomando mi mentón para que le mire— ¿Cuál deseo crees que se cumpla?
— No tengo idea.— respondo, viendo una de las mejores vistas que tal vez se me presente en la vida.
No tengo una lista de los momentos que desearía compartir con mi novio, pero estoy segura que este contaría como una de las mejores experiencias. Mientras miramos la infinidad de globos en el cielo, los cuales no se podrían contar con los dedos, me doy cuenta de lo afortunada que soy de tener a Evan en mi vida, aunque no sé si él sea igual de afortunado de tenerme en la suya sabiendo que lo haré sufrir.
— Mira hacia acá.— pide, luego de sacar su celular. Sonrío y en segundos ya está una hermosa foto de nosotros y para hacerla más hermosa los globos volando sobre nosotros.— Nos vemos bien.
Nos vemos más que bien. Inclusive nos vemos tan o más perfectos que todos esos globos tratando de alcanzar el cielo.
Este día fue como la vida misma: Llorando al inicio — aunque yo solo estaba triste —; literalmente, lleno de mierda en el desenlace y con un final digno de cuento de hadas. Era un final feliz.
* * *
Ahora sí la pregunta del día: Estuve pensando y he decidido que mi próxima novela (la cual empezaré cuando esta termine) será sobre algunos de los personajes que salen en esta historia.
Las opciones son: a) Drew; b) Hannah; c) Vanessa. Si de casualidad quieren que sea sobre otro (que lo dudo) entonces inserte su opción.
Aclaración: Parte sexosa moderada porque sé que hay menores de edad leyéndome. Además, creo que no es necesario ser demasiado explícita para que la historia gane vistos y estrellas. Esto no es una novela erótica.
Recuerden dejarme sus comentarios y votar. Si no lo hacen les caerá la maldición del Perla Negra o el de la Sirenita... Es mentira. Comenten si están de acuerdo o en desacuerdo con algo, si les has sucedido algo similar o piensan igual... y voten si les ha gustado el capítulo.
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