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V E I N T E, P A R T E I


Capítulo veinte, primera parte: Si no estuviera él fueras lo mejor en mi vida.


Enterándome de que cumplía año una semana después de Sean supe que él y yo encajábamos perfectamente. Sin embargo, eso fue hace varios años atrás porque ahora no sé si en verdad estamos predestinados o no. Este año no lo felicité y menos le obsequié algo, por eso no espero nada de su parte; aunque ciertamente esperaba que por lo menos mi familia y amigos recordara el día de mi nacimiento y me hicieran saber lo importante que era mi existencia en sus vidas, pero nada de eso pasó.

Mi abuela y mi tía hace rato que salieron sin decir una sola palabra; mis padres no dan ni señales de humo; mis amigos ni un mensaje han enviado y Sean, como dije, no esperaba nada de él en un día como este. Si no fuera por esas personas de Facebook que aun sin conocerme se dignaron a felicitarme ahora no estaría sentada en el cómodo sofá de la sala, sino lanzándome por mi ventana para acabar con mi triste existencia. Exagero, claro.

Me levanto, tal cual gato estirándose, cuando el timbre suena. Quien quiera que sea es demasiado insistente como para no dejar de presionar el timbre, o solo está demasiado entusiasmado a juzgar por la enorme sonrisa que se encuentra plasmada en el rostro de mi mejor amigo apenas le abro la puerta.

— Te traje algo. — es lo que dice y sin esperar a que lo invite a pasar sigue hasta la sala.

— Por supuesto que sí Drew, puedes sentarte y montar tus patas en la mesa. — bromeo, al verlo de esa manera cuando llego hasta él.

Me siento a su lado, pareciendo al guasón por la enorme sonrisa que no ha de caber en mi rostro. No sé cómo por instantes creí que Drew me fallaría en un día como hoy y se olvidara de mi cumpleaños. Busco alguna bolsa o caja de regalo, pero él no tiene nada, solo lo que parece una fotografía en sus manos.

— Bien, ¿qué me trajiste? — pregunto, no soportando la curiosidad.

— Esto. — dice, dándome lo que llevaba entre sus manos.

Intento de todas las maneras posibles buscarle alguna forma al "paisaje", pero al parecer las colinas no me dejan ver algo más que los colores negros y grises que predominan en este.

— ¿Qué es? — mi pregunta parece ofenderle porque me ve con sus ojos entrecerrados. Luego doy un respingo ante el grito de euforia que escapa de él al decirme que es su sobrino.

Rio. Soy demasiado ilusa para creer que Drew, el mismo que se olvida de su cumpleaños recordaría el mio. Definitivamente en mi otra vida yo tuve que ser Hittler, porque de otra manera no me explicaba qué había hecho para merecerme esto.

Lo escucho decir que aún no sabe si es niño o niña, porque no se dejó ver; en lo feliz que estaba de escuchar el corazón del pequeño y remata diciéndome que no tengo instinto maternal.

— A mi no me culpes. En donde tu ves un niño; yo un montón de remolinos — señalo, viendo la ecografía— Esto parece un huracán siendo visto desde el espacio.

— Sí, definitivamente no tienes instinto de madre — afirma, negando con su cabeza una y otra vez.

— Pues ha de ser porque no soy madre, idiota.

— Entonces no se diga más, te prepararé para ello.— y empieza a señalar dónde está la criatura en camino.

— Es una mancha.

— Es un bebé. Mira, aquí está la cabeza... — y así sigue, tratando por minutos de hacerme ver a su sobrino, pero será en vano porque yo no veo absolutamente nada.

— No veo más que un grano de arroz.

— Dios, tienes que aprender a ver con los ojos del alma. — rio por su comentario.

— No sabía que el alma tenía ojos, pero bueno, lo intentaré — por más que mire la ecografía no doy con nada mas que con una mancha o un grano de arroz, así que se lo hago saber y él termina bufando dándose por vencido.— Bien, ya que eres tan sabio entonces haré esto— empiezo a girar la foto una y otra vez y cuando creo no podrá saber dónde se encuentra su sobrino la saco y se la muestro— ¿Dónde está ahora?— él ríe y señala el lugar que ha de ser el correcto.

— Eres tan idiota.— río, viéndolo ir a la cocina y regresar con dos sodas — ¿Y cómo está tu vida?— pregunta, pasándome una.

No tengo respuesta certera para esa pregunta, pero tal vez la más acertada sea enredada. El chico que quiero no me quiere y al que solo me gusta un poco pero no quiero es el que me quiere, vaya acertijo el que debo resolver.

— Hay alguien — comento, tomando un trago y obteniendo toda la atención de Drew —. Dijo que le gusto; que me quiere y de alguna forma se me declaró. Si bien terminé llorando por su confesión, por dentro sonreía y a mi corazón le dio por acelerarse. Entonces mi vida se está convirtiendo en un juego parecido al del gato y el ratón: persiguiendo y a la vez siendo perseguida. — un suspiro escapa de mi boca y otro trago es llevado a ella— Me pregunto si seré capaz de cazar o, por el contrario, seré cazada, porque recién que preguntas por mi vida me estoy dando cuenta que la cuerda que creía era clara y sin nudos quizá empieza a enredarse, no porque dude de mis sentimientos sino porque él no me lo está poniendo nada fácil. De hecho, con él no hay nada fácil, sino demasiado... intenso, esa es la palabra correcta para definir lo que me sucede con él.

— ¿Y no sería mejor darte una oportunidad con ese alguien y dejar a un lado a Sean?— cuestiona.

— Eso sería lo mismo a jugar con sus sentimientos. No merece que inicie una relación con él pensando en otro, nadie merece eso ¿no lo crees?

— Tal vez los sentimientos lleguen luego. — dice, pasando uno de sus indices por debajo de su labio inferior. Lo conozco, por lo mismo sé que esa en una clara señal de que no está seguro de lo que dice.

— O tal vez no lleguen nunca. Tal vez seamos como esa trágica pareja que se casa por obligación; se dicen que se amarán con el tiempo y al final de sus días obtuvieron más peleas que felicidad porque la verdad es que no llegaron siquiera a enamorarse el uno del otro.— comento y no obtengo respuesta de su parte, pero si un chicle el cual saca de uno de los bolsillos delanteros de su jeans y termina brindándome. No digo nada más porque cuando Drew da un chicle aunque no lo diga con palabras significa solo una cosa: Analicemos.

No sé qué demonios tendría que analizar, sin embargo finjo hacerlo mientras reposo mi cabeza de sus piernas. Tomo la muñeca de porcelana que yace en la mesita frente al sofá y empiezo a jugar con ella; en un tiempo fueron tres, no obstante maté trágicamente a las mayores cuando por estar jugando con Drew hace años al fútbol dentro de casa el balón pasó por encima de la mesa e hizo caer a ambas, dejando como única sobreviviente a la que ahora está en mis manos mirándome con odio y que debo cuidar con mi propia vida o si no la próxima muerta seré yo, porque resulta que mi abuela la ha escogido como modelo para los bordados que hace y ha hecho de ella algo valioso.

— Que tragedia esa pareja.

Rio porque así terminaba siempre los análisis de Drew: con algo que yo ya había dicho. Producto de la risa mi brazo toca el suelo. Escucho algo romperse, así que alzando la muñeca me doy cuenta que no tiene cabeza.

— Mierda. — Drew ríe.

Invocada o no, mi abuela entra a casa diciendo que se le ha olvidado algo. La escucho minutos luego bajando las escaleras, mientras yo busco alguna manera de pegar la bendita cabeza del cuello. No hay nada a mi disposición, así que mi único recurso es el chicle, el cual termino pegando, pero no impide que haya quedado chueca, por eso cuando mi abuela ve hacia la mesa y pega su cabeza contra la pared sé que ha dado cuenta, pero no dice nada y solo se va.

— Te matará cuando llegue — dice, mirando la hora en su reloj y levantándose —. Ya me tengo que ir.

— Te acompaño; voy a ver a Seth.

— Será a Sean.

— Está en clases.— digo sinceramente, pero por supuesto él no me cree y sigue molestando con que iré a ver a ese idiota.

— Te vendré a ver pronto. — habla, apenas salimos de casa y pisamos el césped.

Lo abrazo con fuerza porque la verdad extraño conversar con Drew como lo hacía antes. Nos separamos cuando un auto negro estaciona frente a casa. Sé perfectamente a quién pertenece y ahora solo espero que no se arme un alboroto entre los dos hombres que están por conocerse. Por Drew no me preocupo, pero por quien está por bajarse sí porque puede malinterpretar todo.

— ¿Quién es? — pregunta el tonto a mi lado, pero no respondo — ¿Es alguien?

— No es alguien, su nombre es Evan — digo, riendo.

Miro el espécimen de hombre que baja del auto y no puedo evitar quedármele mirando. La gloria debe asemejársele a él. Un jeans claro y una camisa a cuadros tres cuartas lo hacen lucir sexy y no ayuda que su cabello esté cayendo rebeldemente en todas direcciones porque es como si me invitara a pasar mis manos por el.

— Bueno Brad, sabes que no soy de esos hombres que les quita o les pone decir que otro hombre es competencia para él, por lo mismo si estuviera enamorado de ti reconocería que es un fuerte adversario ese que viene ahí. — comenta Drew, tomándome de los hombros para que lo mire —Te voy a decir algo sinceramente: Una madre debe pensar primero en los genes para sus hijos. Si los tienes con él saldrán como galanes de telenovela.— ruedo los ojos, pero igualmente rio un poco. — Yo soy Drew, mejor amigo de la rubia aquí presente.— saluda viendo llegar a Evan en donde estamos y le ofrece una mano.

— Evan, futuro esposo de la chica a tu lado. — respiro con tranquilidad cuando éste estrecha la mano de Drew sin alguna expresión de molestia en su rostro.

— Es lo más probable, teniendo en cuenta que ella me aseguró pasarle cosas intensas contigo.— me remuevo incómoda cuando Evan me mira y sonríe.

A veces el maldito de Drew se encarga de dejarme en evidencia. Si esas palabras no hubieran salido de mi boca solo me hubiera encargado de desmentirlas, pero sí lo dije y por esa razón me siento avergonzada. Esta vez no quiero ser un avestruz y cavar un hueco en el suelo para meter mi cabeza y que no me vean, sino que esa misma ave me trague y de ser posible me defeque en algún lugar de la china. Esto es vergonzoso, y se vuelve más vergonzoso cuando mi sonrojo es notorio para ellos; Drew ríe y Evan sonríe.

— Bien, quisiera quedarme viendo las mejillas de quien casi nunca se sonroja pero debo irme a trabajar, así que adiós Brad y futuro esposo de Brad.— se despide con un beso en mi mejilla y un apretón de mano a Evan. Está por subirse a su auto, pero antes de marcharse mira nuevamente en nuestra dirección y agrega —: Los genes Brad, los genes.— Evan seguramente no entendió a qué se refería Drew y agradezco por ello porque entonces, quizá, creería que estoy pensando en tener hijos con él y no dudaría en hacérmelos.

— ¿A qué viniste?— pregunto, sacando de mi cabeza tal pensamiento.

— Primero se saluda

— Tu no me saludaste.

— Claro que lo hice.

— ¿Cuándo?

— Ahora — callo al sentir sus manos en mis mejillas y sus labios rozar los míos por cortos segundos — Así nos saludaremos tu y yo a partir de hoy.— bufo y camino a casa con él pisándome los talones.

— Me saludas de esa forma prácticamente desde que me conoces. — comento, llegando hasta la cocina.

Me sirvo un vaso de agua y empiezo a bebérmelo en lo que veo a Evan con sus brazos reposando de la isla de la cocina.

— Ven conmigo a Salem.— dejo el vaso con agua que pensaba llevarme nuevamente a la boca suspendido cuando eso es pronunciado.

— ¿Qué haremos nosotros allá?

— Podemos hacer muchas cosas — entiendo la sugerencia explicita que me brinda esas palabras, las cuales vienen acompañadas de una sonrisa ladina surcando sus labios — . La verdad es que iré a ver a mis abuelos.

Siempre he pensado que conocer a la familia de tu pareja es un paso que significa que la relación va enserio, pero nosotros no tenemos nada y si no fuera porque tengo clases no dudaría en subirme a su auto e ir a la ciudad de las brujas — conocida de esa forma por los juicios que se realizaron entre 1642 y 1643 aproximadamente en el lugar — a cazar una.

— No puedo acompañarte, tengo clases a las cuatro de la tarde.

— Faltan alrededor de siete horas para que sean las cuatro.— concuerdo, viendo la hora en mi celular — Prometo que antes de la tres yo mismo me encargaré de llevarte hasta la universidad.

Lo pienso por unos minutos y termino cediendo. Subo a maquillarme y tomando mi bolso llego nuevamente hasta él.

Ya estando dentro del auto él no espera para arrancar. Envuelve una de mis manos entre la suya que se encuentra libre. Se ve feliz con una sonrisa surcando sus labios y tarareando alguna canción que ha de estar reproduciéndose solo en su cabeza. Sonrío porque aunque él no lo sepa tomaré este viaje como mi primer regalo del día.

— Así que te suceden cosas intensas.

No sé cómo no se me pasó por la cabeza que eso era lo que lo tenía tan contento. Ni siquiera tengo el valor para desmentirlo porque sí lo dije, además de que no me creería así que mi intento sería en vano.

— Fingiré demencia.— dictamino y él ríe.

Le doy la espalda para ver a través del vidrio el paisaje que se presentará ante mis ojos en minutos.

Pasan alrededor de cuarenta minutos en los que Evan solo manejaba mientras yo divisaba todo cuanto podía. Lo primero que noté apenas nos disponíamos a entrar fue el enorme cartel que daba la bienvenida a los visitantes al condado de Essex y carros de policía con logotipos de brujas.

Pasamos importantes estructuras arquitectónicas como El templo Satánico, El Museo Peabody, La Universidad Estatal de Salem, La Casa de los siete tejados, La Casa de las brujas, hasta que finalmente estacionamos frente a una casa que desde afuera grita estar decorada en su interior al mejor estilo victoriano. La puerta nos las abre una pelinegra no tan hermosa a quien parece se le saldrán los ojos viendo a Evan, balbucea cuando él la saluda y luego su mirada se endurece cuando ve nuestras manos unidas.

— ¿Y mis abuelos? — la pregunta de Evan debe estar cocinándose en el cerebro de la chica porque tarda para ser respondida. Enterados de que los señores han salido, pasamos y nos sentamos en la sala.

Como lo intuí apenas llegué, el estilo victoriano predomina en el interior de la casa. Paredes estampadas en color nácar, ventanas decoradas con telas de terciopelo, los muebles más elegantes que hubiera visto, objetos de plata y cristal reposando de las mesas y paredes... En resumen, en el lugar reinaba la opulencia.

— Salgamos, hace demasiada calor aquí adentro.— propone Evan.

Salimos al patio donde algunos arboles se alzan a la vista y nos sentamos en una mesa que se halla debajo de uno de ellos.

Evan se va a saludar a quien juzgando por la braga que lleva puesta ha de ser el jardinero y la chica, de quien no sé siquiera su nombre, llega donde estoy con una jarra de jugo que pone en la mesa y me sirve en un vaso. Mientras bebo lo ofrecido me fijo en que su labio inferior es aprensado por sus dientes y sus manos están empuñadas, ella desea decirme algo, pero no pienso instarla a que me lo cuente y dejo que las ganas la corroyan por dentro.

— ¿Eres la novia de Evan?— pregunta, luego de minutos en los cuales debió debatir con ella misma si hablar o no.

No dudo en decir la verdad y soltando una exhalación de alivio se sienta frente a mi y empieza a contarme cosas que no quiero escuchar, pero que desde mi posición son dicha con la peor de las intenciones y con el único fin de hacerme sentir incómoda. No era gracioso escuchar como desde pequeños los padres de ambos aseguraban ellos se casarían; menos imaginarme a dos niños tomados de la mano todo el tiempo o cosas innecesarias como decirme que fue su primera novia.

— ... Nuestro primer beso nos los dimos justo debajo de este árbol.— informa, poniéndole la guinda que le faltaba al pastel.

Genial, ahora resulta que no solo tengo que imaginármelos tomados de las manos sino también besándose. No me molestaba en lo absoluto que me contara su biografía, sino en lo déspota que estaba siendo esta perra que ahora sé se llama Aubrey al creer inocente lo que está diciendo cuando en el fondo hasta planeado podía estar.

— Felicitaciones.— digo y ella parece no gustarle la emoción con que fue dicho. Una emoción que reflejaba claramente que no me interesaba para nada lo que salía de su boca con saña.

— También fue mi primera vez y yo la de él.

—  Ahora sí se subió la gata a la batea.— musito.

No es nada agradable que te proporcionen información como esa. Hay que ver que a veces las mujeres somos bien ridículas.

Cuando su mirada se pierde detrás de mi y su sonrisa se ensancha tanto que la hacen parecer al gato de Cheschire, es suficiente para saber que Evan camina hacia nosotras.

— Se mira, pero no se toca, ¿qué será? — pregunto y obtengo nuevamente su atención.

— No lo sé.

— Pues Evan— su cejo se frunce y piensa decir algo pero se calla cuando agrego — : Como lo oyes, mirarás pero no tocarás.

— ¿Y por qué no?— masculla.

— Te podría dar muchas razones — comento, reposando mis codos de la mesa y echando mi cuerpo hacia adelante para adquirir algo de confidencialidad — pero todo se resume a algo: es mio.

Evan no es mio porque él no es una propiedad, solo quiero hacerla sentir incómoda como ella pretendía hacerme sentir a mi.

— Pero dijiste que no eras su novia.

— No lo somos, pero eso no significa que no tengamos algo.— nuevamente a la radio le da por ser muda y no hablar, solo balbucear cosas inentendibles.

— ¿De qué hablan?— pregunta Evan, llegando y sentándose a mi lado.

— Aubrey me comentaba en lo grandioso que fue ser tu primera novia, tu primer beso y tu primera vez. — soy una perra para decirlo frente a él, pero bueno, no es como si me importara mucho el leve sonrojo que adquieren las mejillas de la chica y que se levante demasiado rápido y salga corriendo.— Creo que le dio vergüenza.

— Lamento si eso te hizo sentir incómoda.— suspira — Aubrey es un poco... informativa.

— No importa realmente — digo sinceramente porque así quisiera no podía cambiar el pasado y borrar la historia que esos dos tienen — Por cierto, ¿cómo son tus abuelos?

Él lo piensa. Interiormente, ruego para que no sean de esos ricachones estirados, esos que no le parece apropiado nada y todo lo encuentran mal. Si eran de esos, no dudo que lo primero que criticarían de mi sería el jeans corto y la diminuta franela, que a duras penas logra cubrirme el ombligo, que llevo puesto.

— Ellos son... tranquilos y reservados.— informa.

Tranquilos y reservados, gran combinación que para mi significaba solo una cosa: aburridos. Me imaginaba a nosotros cuatros en la mesa, compartiendo una hermosa tarde de té. Ciertamente no era lo que esperaba hacer un día como hoy, pero aunque ellos fueran así no creo que Evan me deje morir del aburrimiento.

* * *


Voy a dejar el capítulo hasta aquí porque si lo divido en dos entonces son dos estrellas las que me gano y no una ajajajja. No, mentira, la razón de esto es que puedo llegar a publicar un capítulo de 5000 palabras, pero éste contiene casi las 7.500 y se volvería tedioso de leer esa cantidad de palabras en un solo cap, así que decidí dividirlo. Bien, mejor me dejo de hablar tonterías y los dejo leer el siguiente.

Pero antes de eso: se dice que si no votan, todas las galletas oreos que compren a partir de hoy saldrán sin cremita. Lol. Es mentira.

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